En aquellos tiempos antiguos, por el día de San Che, colgábamosle de las sus recias manonas güenos compangos, y hasta alguna bacalá de mu tresnaos lomos. Sacábamosle en andas pa la procesión y, aprovechando que la peana era un barril bien lleno de güen vinu, que guardábase de un añu pa otru, lo acoloñábamos en el coletu a juerza de hacer un trasiegu y otru, y nos alegraba el cuerpu y atotogaba el espíritu. Bién podía decise que era untu milagrosu.
A eso de la tarduca, después de una güena siesta al asubiu de algún bardal, se hacía algo de baile a la pandereta, o lo que se apañara, ya saben ... algo de mozeu, que si güelta pa'riba, que si pa'bajo ... Se comían roscos, comprábanse perdones ... cosa de pocu.
A la anochecía, cuando cambia el viento a la vera de los ríos, comenzaba la runflaúra del milagru. Algunos frailes en misión daban entonces avisu de los peligros de la carne y del paganismu, algunas beatonas replicaban al responsoriu. Pero ná: allá en un coterucu, la imagen de San Che, de ojones y manonas muy grandes, con la risión en las barbonas, bien sentau.
Pa'llá
tresponen un par de güenos mozos que volvían a rellenar aquellas
andas. Diz la gente que si la madre de la cuba tien no sé qué
yerbatos, pero el odrón aquel daba en rebosase y se armaba una más
gorda que la de Garabandal: Entre lo escuru de la noche apaecían
unas luces blancas, hispías, brillantes como el prau que echó
de pocu acá. Al tiempo apaecen, como salidos de torca o de algún
portal del mismo infiernu, unos bichos que daban en hacer extraños
cánticos y algo de música que aventaba el entendimientu.
El fuelle aquel de cara retorcía que, al despiste, güenu era
pa mordete algún brazo, pierna o el mismísimu piscuezu. ¡Cómo
bierraba, el mu indinu! Bién se paecía al arte de sonar de
una gaita, o así. Y aquellas otras alimañonas en forma de
guitarrucos y bandurrias que ladraban y daban miagatos al son del baile
o al contínuo del cantar, y la requetemachacaúra de aquel
tribiloriu en forma de atambor que con los sus mismos brazos se aviaba
los golpes solu, ¡y cómo atronaba!, que daba unu en reventar,
y t'ol mundu quedaba espelotau, y las fuentes daban vinu, y las piedras
torreznu fritu, y los escajos eran sabrosos y tiernos. Un enormísismo
monón salía a bailar, un, dos, un dos tres ¡va!, y
San Che bebía oruju, y dábanle las mozas borona preñá,
y estaba contentu, y era güenu ...
En junio de 1995, tras más de tres años de durísimo trabajo de campo (tabernas, bardales, noches sin luna, prostíbulos, etcétera), de complicadísimos y controvertidos ensayos, de actuaciones por toda la Piel de Toro, y con la complicidad del público, del escándalo y de una maqueta grabada en una cocina, llegamos a un punto sin retorno en el que, bajo la influencia de la enfermedad mental Pratulitis Perniciosa, o Síndrome de Prao, nos preguntamos qué camino tomar:
¿Cicuta o Estramonio?
¿Estudio o Directo?
¿Solares o Corconte?
¿Vinilo o Compact Disc?
¿Negrita o Havana Club?
¿Yoga o Tai-Chi?
¿Faria o Caramelos?
¡¿Semos o no semos?!
Estaba claro que había que grabar un disco.
¿Es bueno el disco? ¿Es malo? ¿Le gustará a Wojtyla? ¿Es apto para la juventud?¿Es apto para la tercera edad? ¿Es apto para los tiernos infantes y sus Tortugas Ninja? ¿Es apto para el fornicio? ¿Es apto?
Sí, es apto.
Y si no lo fuérede ... ¿Qué más nos da? ¿Qué más le da a tu tía? ¿Qué más le da a Sartre? ¿Qué coño le importa a Beethoven, si era sordo y ya está muerto? ¿Qué más le da a Goya, que también era sordo pero pintaba mejor? ¿Qué más le da a Antonio López, que no es sordo ni está muerto, pero pinta? ¿Qué más da? ....
De
padres gatos, hijos michines.