Italianos
Pioneros de la Fotografía Argentina
Abel Alexander
El 19 de agosto de 1839 puede ser
considerado como el nacimiento oficial de la fotografía:
ese dia París hervía de excitación científica por la
sorprendente novedad del "Daguerreotipo", fruto
de los esfuerzos de Niépce y Daguerre.
Muy pronto el invento se esparció por las
principales ciudades de Europa y el mundo. Italia no fue
ajena a este adelanto tecnológico que causaba pasmo a la
sociedad de la época.
Hacia fines de 1839, Hérnico Federico y Carlo
Alessandro Jest obtuvieron en Torino, Italia, buenos
daguerrotipos en demostraciones públicas, mientras que
en Milano se iniciaba el nuevo arte y hasta la
fabricación de cámaras bajo la dirección de Alessandro
Duroni y en Roma se realizó un interesante retrato
grupal el 24 de mayo de 1842 gracias a la habilidad del
daguerrotipista Antonio Chimenti.
Fueron de estos y de otros muchos pioneros del
daguerrotipo de y la fotografía italiana que surgió una
creciente legión de discípulos que, luego de dominar
técnicas complejas, decidieron probar fortuna en las
tierras de aquella lejana América. Para muchos Argentina
era un imán y Buenos Aires una plaza apetecible por sus
posibilidades comerciales; lucro y afán de aventuras se
convirtieron en una conjunción irresistible, muy acorde
con la juventud de la gran mayoría.
Los primeros técnicos
Y así, a partir de mediados del siglo XIX desembarcaron
estos nuevos inmigrantes italianos. Pero a diferencia de
la enorme mayoría de sus compatriotas, los fotógrafos
dominaban una tecnología que hoy podría denominarse
de punta, con conocimientos de física,
química y muchos con formación artística en dibujo y
pintura.
Durante la primera etapa del daguerrotipo entre
1840 a 1860 Argentina contó con la presencia de
profesionales provenientes de Francia, Alemania, Estados
Unidos e Inglaterra, pero poco a poco, el masivo arribo
de italianos fue volcando la balanza y desde mediados de
la década de 1870 hasta bien entrado el siglo XX la
supremacía de los fotógrafos italianos fue casi total.
Obviamente, debemos puntualizar que inmigrantes y
fotógrafos italianos anduvieron juntos de la mano, los
segundos acompañando en sus desplazamientos a los
primeros; todo los unía, pues provenían del mismo
país, hablaban el mismo idioma y en definitiva todos
eran italianos que luchaban por una esperanza.
Doce pequeños retratos
Al principio, los primeros daguerrotipistas y fotógrafos
italianos se afincaron en Buenos Aires y en las
principales ciudades del interior, pero a medida que la
nación se consolidaba y expandía, estos profesionales
siguieron a sus paisanos en la fundación de colonias
agrícolas.
Como sabemos, la fotografía encontró su camino
comercial definitivo cuando se bajaron los tiempos de
exposición y se consiguió obtener el ansiado retrato
fotográfico. A partir de ese momento la retratística
posada en los estudios se convirtió en el segmento más
redituable del negocio.
Los estudios fotográficos fueron escasos durante la
etapa del daguerrotipo, pero cuando el francés Disdéri
patentó en 1854 su revolucionaria
carte-de-visite que permitía al cliente
retirarse con doce pequeños retratos en distintas poses
por un precio muy inferior al daguerrotipo, los locales
se multiplicaron en forma asombrosa.
Aquellos estudios decimonónicos, con sus curiosas
casillas de madera y vidrio en la azotea, donde
transcurrían las largas sesiones de toma, funcionaban
como verdaderos teatros: los muebles, las columnas, las
balaustradas y los cortinados de terciopelo apuntaban a
elevar la categoría social del retratado. Inclusive
contaban con servicio de peluquería para damas y
préstamo de ropas y accesorios.
Testigos de la comunidad
Los estudios fotográficos italianos estuvieron en primer
lugar al servicio de sus con nacionales, especialmente en
el campo de la retratística social, pero hay que
puntualizar que también cubrieron con sus cámaras todas
las actividades de la colectividad, sus actos, fiestas y
los eventos institucionales.
La publicidad jugó un papel clave en la promoción de
aquellos estudios con avisos en diarios italianos y, a
partir de 1860, en los dorsos de cartulina de las
carte-de-visite y portrait cabinet inclusive
con referencias a regiones o ciudades como Milán,
Venecia o Roma.
La historia de la fotografía nos enseña que, cuando una
persona o grupo familiar acudía a los servicios del
fotógrafo, era porque estaba conmemorando una fecha o un
evento personal de gran importancia. En el caso de estos
inmigrantes muchos analfabetos suponemos con
razón que sus retratos fueron utilizados para envíos
postales a Italia con destino a sus familiares,
probablemente con un doble mensaje: que se encontraban
bien y progresando en la Argentina.
Los pioneros
Miles y cientos de miles de estos mensajes visuales
cruzaron el Atlántico en uno y otro sentido. Fueron un
nexo conmovedor entre los que se fueron y los que se
quedaron en Italia. Nombrarlos a todos sería una tarea
imposible.
Entre los precursores estaba Aristide Stefani, quien se
presenta en Corrientes hacia 1846 como natural de
Roma, ofreciendo a los vecinos adinerados sus
servicios como retratista al daguerreotipo con la
mayor perfección de este arte admirable, sea por fijar
los retratos de un modo permanente a lo que puedan
conservarse un siglo, sea por su aplicación de los
colores de la naturaleza
Antonio Pozzo se inició junto con el legendario
norteamericano Charles De Forest Fredricks. Por su
atelier de la calle Piedad hoy Bartolomé
Mitre desfiló gran parte de la llamada
sociedad porteña. Este inquieto italiano fue
testigo de grandes momentos. Firme partidario del
progreso, documentó en 1857 el nacimiento de la primera
línea férrea con la humeante locomotora La
Porteña, la primera locomotora argentina. También
retrató al cacique Pincén, prisionero, con su lanza. Y,
pagando los gastos de su bolsillo, armó un carromato
fotográfico, acompañando a las tropas del general Julio
Argentino Roca en su expedición al Río Negro que
terminó con el dominio de los indios en la Patagonia.
Otro famoso profesional fue Luigi Bártoli,
daguerrotipista y luego. Su atelier estaba en Plaza
de la Victoria 78. Su enorme cartel de
Fotografía se veía desde cualquier ángulo
de la histórica plaza. Fue muy popular en la
colectividad, a la cual otorgó su apoyo incondicional.
Formó parte como capitano de la Legión
Valiente Italiana dirigida por Silvino Olivieri y
acompañó la aventura agrícola cuando éste fundó la
colonia Nueva Roma cerca de Bahía Blanca. El dorso de
sus carte-de-visite ostentaba la loba romana
amamantando a Rómulo y Remo. Fue, además, uno de los
fundadores del Círculo Italiano de Buenos Aires.
Se deben a Benito Panunzi las vistas fotográficas más
tempranas y de mayor calidad sobre Buenos Aires. Sus
registros hacia el año 1868 incluyeron las primeras
tomas sobre gauchos e indios retratados en su hábitat
natural.
A Don Angel Paganelli cuyos dorsos publicitarios
ostentaban el escudo real de Italia se le reconoce
el mérito de documentar hacia mediados de la década de
1860 la ciudad de Tucumán, así como los primeros
registros de trabajo en los ingenios azucareros. Pero su
mérito mayor fue enfocar la célebre Casa de Tucumán,
sede de Independencia Argentina, luego reconstruida a
partir precisamente de estas imágenes.
Césare Rocca realizó el más completo registro
fotográfico de las instalaciones de la Exposición
Nacional de Córdoba de 1871 y Pedro Tappa, trabajó con
sus cámaras en la provincia de Santa Fe hacia fines de
la década de 1850 con las primeras vistas de la capital
y de buena parte de aquellos colonos italianos de la
pampa gringa que vivían en Rafaela.
Como editor fotográfico especializado en vistas de
Buenos Aires, se impuso Eduardo Ferrari, mientras que
José Caffaro y su familia abrieron una cadena de
estudios fotográficos que, partiendo de Buenos Aires, se
extendían por el Litoral hasta llegar a la ciudad de
Asunción, en Paraguay.
En las exposiciones
Hacia la década de 1870 los hermanos Césare e Isaaco
Bizioli se establecieron en Buenos Aires. Oriundos de
Bérgamo, pronto se ganaron la simpatía de la numerosa
colonia italiana. El resultado se puede ver hoy en día;
los retratos de Bizioli Hermanos son más numerosos que
los de todos sus colegas juntos. El éxito los impulsó a
inaugurar una sucursal en la flamante capital provincial
de La Plata. Césare patentó en 1872 un interesante
invento sobre fotografías coloreadas, promocionadas como
retratos eternos.
En 1881, durante la Esposizione Industriale
Artística Operari que patrocinó la Societá
Unione Operari Italiani, la participación de fotógrafos
peninsulares fue muy importante y varios de ellos fueron
premiados por la calidad de sus obras. Podemos mencionar
a Saverio Stoppani, Luis A. Pozzi, Pedro Avallone, José
Lotti y Cía. y Giovanni Capelli. Estas medallas luego se
incorporaron orgullosamente en la publicidad
fotográfica.
Quizás el más querible de los retratistas italianos fue
Arquímedes Imazio, instalado hacia 1875 en Gral. Brown
126, pleno corazón del barrio de La Boca. Por su cámara
desfilaron los humildes inmigrantes genoveses que dieron
color y leyenda a este sector portuario.
Los fotógrafos italianos formaron parte de
aquella gigantesca oleada inmigratoria europea que
cambió las características del país, pero
definitivamente no fueron inmigrantes comunes: por la
naturaleza de su trabajo atraparon, retuvieron y
proyectaron al futuro millones de documentos visuales que
hoy ya forman parte de la historia argentina.
Cuidemos este legado.
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