A. Loaiza: Artista de la
fotografía boliviana
Buenos Aires suele ser, para los buscadores de la antigua fotografía, una verdadera caja de sorpresas. Eso de recorrer ferias de pulgas, librerías de viejo y anticuarios, en busca de los escasos testimonios que aún subsisten sobre la historia de nuestra fotografía, a veces suele ser recompensado. Por ejemplo, poco tiempo atrás, revolviendo estanterías de una conocida librería del barrio de Once, en la ciudad de Buenos Aires, encontré una "perlita". Nada menos que un tomo encuadernado, de 480 páginas, de una revista fotográfica española, gracias a la cual pude entrar en contacto con la obra de un excelente fotógrafo boliviano que desconocía: A. Loaiza. Sobre esta publicación diremos que se trata de la Revista Mensual Ilustrada "La Fotografía Práctica", correspondiente al volumen XVI, que abarca de enero a diciembre de 1908; o sea 12 números, identificados del 175 al 186. Estos ejemplares fueron encuadernados en medio cuero e incluyen, al final, una completa "Tabla de materias" o sumario anual. El título de la revista viene inserto en una artística alegoría que muestra a un viejo sabio, sentado ante una mesa, leyendo un enorme libro cuyas páginas llegan a tocar el suelo. El lector está flanqueado por un girasol, un búho y una cámara fotográfica de madera sobre su trípode, con el infaltable paño negro de enfoque. Suponemos que la revista fue fundada aproximadamente en el año 1892. Lo curioso del caso es que hemos consultado bibliografía de varios autores sobre historia de la fotografía española, todos ellos de merecido prestigio como Marie-Loup Sougez, Públio López Mondejar, Gerardo Kurtz e Isabel Ortega, y "La Fotografía Práctica" no es mencionada en sus trabajos. Dicha revista era editada por Tipografía "La Academia", de Serra Hnos. y Russell, ubicada en Ronda Universidad Nº 6, Barcelona, España. Llama la atención que no exista mención alguna a los responsables de la edición, sus directores o redactores. La revista consta de 40 páginas, conteniendo de cuatro a seis artículos de carácter técnico o artístico y hasta semblanzas históricas. Muchos de ellos están firmados por reconocidos autores de la época, como el químico italiano Rodolfo Namias o los hermanos franceses Auguste Lumière (1862-1954) y Louis Lumière (1864-1948). Otras notas fueron extraidas de distintas revistas fotográficas internacionales. A continuación, sigue una sección fija titulada "Misceláneas fotográficas"; incluye breves noticias sobre diversos temas, como la actividad de los fotoclubes, concursos y exposiciones, modelos de cámaras Voigtländer, Tenax, etc, y hasta noticias de una cámara reflex fabricada en Barcelona por el fotógrafo de prensa Alejandro Merletti (1860-1943), así como publicidad encubierta de fabricantes y comerciantes del ramo. Esta sección se complementa con otras dos: un "Formulario fotográfico" muy completo, pues incluye infinidad de fórmulas químicas de reveladores, viradores, reductores y las bondades de distintos papeles como "Gevaert", "Jouglá", "Rembrandt", "Guilleminot" y otros y finalmente una "Bibliografía" con los últimos títulos sobre esta temática, en especial de editoriales y autores franceses. Obviamente, la revista presenta en sus páginas reproducciones fotomecánicas de los mejores fotógrafos de la época. La mayoría en formato pequeño, pero otras imágenes se lucen a página entera y hasta se llega al recurso de arte de pegar algunas fotografías a la edición, enmarcadas por una página a color. También se incluyen obras en color por técnicas como las placas autocromas, tricromías, fototipias color, etc. Entre los autores se encuentran muchos españoles, como Casiano Alguacil, A. Cerda Rico, A. López y el gran maestro José Ortiz Echagüe (1886-1980) paladín del procedimiento Fresson. La publicación catalana está volcada totalmente hacia la práctica fotográfica amateur, que hacia la fecha contaba con un impulso formidable gracias a los enormes adelantos técnicos en la fabricación de los equipos, ópticas mejoradas y novedades muy positivas en el campo de la química. La revista coincide en el tiempo con la corriente pictorialista, que en España contó con adeptos apasionados, es la época de los "objetivos de artista" con sus imágenes imprecisas y el efecto "flou" y las "impresiones nobles" que otorgaban una amplia gama de posibilidades técnicas procurando nuevos efectos artísticos, donde la fotografía procuraba asemejarse a la pintura, como es el caso de la goma bicromatada, el bromóleo y otros procedimientos pigmentarios. En "La Fotografía Práctica" participan muchos de estos artistas fotógrafos, publicando sus mejores obras, en especial los españoles con sus retratos de tipos populares, escenas costumbristas, vistas urbanas e idílicos paisajes campesinos. El hallazgo de este libro, finalmente, disparó otras sorpresas. Gracias a un sello húmedo nos enteramos de que la obra, bajo el número 1520, perteneció a la "Biblioteca Popular del Instituto Argentino de Artes Gráficas", fundado el 18 de mayo de 1907 por el tipógrafo catalán Antonio Pellicer Paraire. Este contó con el apoyo de industriales y comerciantes del ramo del papel impreso y en sus cursos se incluía la fotografía, como es el caso del fototransporte. Fueron maestros de este escuela, relevantes artistas argentinos como Lino Enea Spilimbergo y Raúl Soldi, entre otros. Hacia 1922, la escuela funcionaba en la calle Cerrito Nº 41 de la ciudad de Buenos Aires. Un valioso aficionado. Hojeando las páginas de "La Fotografía Práctica", nos llamó la atención la inclusión de un fotógrafo latinoamericano, entre tantos autores españoles, franceses, ingleses y alemanes. Se trataba de A. Loaiza, cuatro de cuyas obras fueron aceptadas ese año por la dirección de la revista catalana y se publicaron en varios números. Esta distinción habla muy claramente del concepto que la revista tenía de este artista de la cámara boliviana, pues sus directores sólo incluían a los mejores fotógrafos de la época. Ese año, las obras de A. Loaiza fueron publicadas en cuatro números diferentes de "La Fotografía Práctica", los que pasamos a enumerar:
"Ruinas de Tiaguanacu (Bolivia)". Reproducción aproximadamente a un cuarto de página de estas célebres ruinas precolombinas; el autor incluyó en la toma y con acierto a varios indígenas distribuidos entre las monumentales piedras, con un acertado toque humano.
"Retrato al aire libre". Se trata de una copia pegada sobre una página en color rosado; la fotografía, realizada por un procedimiento color, resalta el tono amarillo. Muestra una escena de verano, con una mujer vestida de blanco, ostentando un sombrero de plumas, e impertinentes colgando del cuello. La mujer avanza por un sendero boscoso. La copia mide 18 x 24 cm. y ocupa toda la página.
"Callejón de siete vueltas (Tacua)". Reproducción en tamaño menor. Una escena idílica donde un niño pequeño avanza sobre un polvoriento camino, enmarcado en un paisaje selvático.
"Contrasol: Parque Murillo, La Paz (Bolivia)". Obra reproducida a página completa y que muestra efectivamente un artístico contraluz, a la caída de la tarde, en este importante paseo de la ciudad, con algunos vecinos conversando sobre los bancos de madera, mientras un grupo de niños recostados sobre la verja de la gran fuente de agua, mira con natural curiosidad los preparativos del fotógrafo Loaiza. Debemos señalar que todas las obras publicadas se encuentran firmadas por el autor en el mismo lugar: el ángulo inferior izquierdo. Queda planteada una duda respecto a si este fotógrafo A. Loaiza es el mismo "Loaiza, Art." que menciona el historiador fotográfico estadounidense Daniel Buck, en su reconocida obra "Pioneer Photography in Bolivia: Directory of Daguerreotypist and Photographers, 1840-1930s." Buck se plantea la duda si "Art. Loaiza" es el autor o el vendedor de una fotografía estereoscópica de fines del siglo XIX, de una "polichinela italiana", disfrazada para el carnaval en Aranjuez, Bolivia, cerca de La Paz. Nosotros nos inclinamos a pensar que ambas firmas corresponden al mismo fotógrafo. Y que por otra parte, tanto la inicial "A" con que firma en la publicación española, como la abreviatura "Art." que aparece en la vista estereoscópica, corresponderían por lógica inferencia, al nombre "Arturo". Por otra parte, el hecho de que se conozcan registros estereoscópicos con esta firma, refuerza nuestra tesis de que A. Loaiza fue un destacado fotógrafo amateur boliviano, activo no sólo en su país, sino también representando al mismo enviando sus obras a Europa, para ser publicadas en revistas de prestigio, como lo fue, sin duda, "La Fotografía Práctica", de Barcelona. Tratando de reconstruir la vida de este interesante fotógrafo, hemos consultado varios listados de miembros de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados (1889-1926) pero su nombre no figura allí. Tampoco lo mencionan los historiadores de la fotografía peruana actuando en aquel país. El hallazgo de este raro volumen de "La Fotografía Práctica" ratifica que la tarea de los historiadores no debe detenerse. El descubrimiento de A. Loaiza, en esas páginas, lo ratifica. Estamos ante un talento que merece, a futuro, una investigación en profundidad para descubrir y valorar su obra en su real magnitud. La búsqueda arqueológica de estos antiguos testimonios fotográficos nos permite construir una historia fotográfica de América latina, cuyos primeros capítulos recién se están escribiendo.
|