Fotógrafos masones del siglo XIX

Abel Alexander


Podemos afirmar que la historia de la fotografía argentina -que se inicia en Buenos Aires hacia el año 1843- es todavía un edificio en construcción.

Hoy queremos aportar un ladrillo más a esta obra, rescatando la labor que desarrollaron entre nosotros algunos pioneros, tanto profesionales como aficionados, los cuales, amén de ejercer el novísimo arte de Daguerre y Talbot, tuvieron en común su afiliación masónica.

"El deseo de captar los reflejos evanescentes no solamente es imposible como se ha demostrado por las investigaciones alemanas realizadas, sino que el solo deseo de conseguirlo es ya una blasfemia. Dios creó al hombre a Su imagen y ninguna máquina construida por el hombre puede fijar la imagen de Dios. ¿Es posible que Dios hubiera abandonado Sus principios eternos y hubiese permitido a un francés de París, dar al mundo una invención del diablo..?"

Este es un fragmento de un artículo reproducido por el diario alemán Leipziger Stadtzeiger y que fue publicado poco después DE que se revelara públicamente en Francia -el 19 de agosto de 1839- el sorprendente invento del daguerrotipo, gracias a las tenaces investigaciones de Niépce y Daguerre.

Si esta fue la reacción en Alemania, nación de avanzado desarrollo tecnológico hacia la fecha, imaginemos lo que sucedió en el resto del mundo, incluido nuestro país, todavía anclado en un pasado colonial no muy lejano. La fotografía había arribado a estas tierras y ayudaría a cambiar muchos aspectos de aquella cerrada sociedad decimonónica.

Profetas del nuevo invento fueron los daguerrotipistas y fotógrafos provenientes en su mayoría de Europa y los Estados Unidos que desembarcaron en el Rio de la Plata a partir de los primeros años de la década de 1840; eran jóvenes libres y audaces que dominaban una tecnología "de punta" con conocimientos prácticos sobre química, física y nociones artísticas sobre retratística y paisajismo.

Los nombres detrás de la cámara

Muchos de estos auténticos aventureros fueron masones y cruzaron el Atlántico confiando en la tradicional ayuda de sus hermanos del sur de América; algunos eran hijos de masones y compartían con sus padres los postulados de fraternidad entre los hombres y el combate a los prejuicios, la superstición, el fanatismo, la ignorancia, la desigualdad, la intolerancia y los privilegios.

Franceses -por supuesto- ingleses, alemanes, italianos, austríacos, estadounidenses, pero también argentinos, se inscriben entre los fotógrafos masones pioneros que actuaron en nuestro medio durante el siglo XIX.

De nuestro estudio surge el hecho de que fue significativo el aporte de los fotógrafos masones en la construcción de la fotografía argentina; hombres abanderados en el concepto del progreso volcaron sus mejores talentos en todas sus iniciativas artísticas y documentales.

Estos "arquitectos" de la imagen transitaron por dos campos bien definidos, la fotografía profesional y la amateur; los primeros abrieron elegantes estudios en Buenos Aires y las principales ciudades del interior, explotando el segmento más redituable del negocio, o sea la retratística, sin descuidar el registro de vistas urbanas y rurales y tipos populares.

No sólo retrataron a la sociedad de la época, también sus salones fueron punto de cita para las comunidades masónicas locales, que acudían a las sesiones iconográficas para perpetuarse orgullosamente exhibiendo en el pecho sus insignias.

En tal sentido fue muy popular el atelier del alemán Adolfo Alexander, en los "altos" de Artes Nº 37, donde funcionaba la casilla encristalada en la que posaron todos los miembros de la Logia Obediencia a la Ley Nº 13, de la cual era secretario. En 1880, Alexander se fotografió con los dieciocho integrantes de la Comisión de Protección a los Heridos, surgida a raíz de los sangrientos combates por la capitalización de Buenos Aires. Por su actuación en estos hechos la masonería le otorgó el Grado 33º.

En la lista de los profesionales de la cámara se impone recordar el nombre de Antonio Pozzo, un italiano rebelde que fue expulsado en 1872 de la masonería y que, años después, documentó la Campaña del Desierto, así como el del francés Emil Mangel du Mesnil, daguerrotipista en México, quien fue proveedor fotográfico en Buenos Aires y editó el importante álbum Notoriedades del Plata.

La militancia masónica de otro francés, Adrien Dieu, fue tal que al dorso de sus "carte-de-visite" imprimía los símbolos masónicos de la escuadra y el compás con la inicial "D"; en su estudio se retrató el destacado masón Alejandro Magariños Cervantes.

El interior del país contó con figuras como Desiderio Aguiar en San Juan o el austríaco Enrique Kessler en Paraná, el inglés Jorge Briscoe Pilcher, en Córdoba estaba muy vinculado a la fotografía astronómica. En la provincia de Santa Fe, desarrollaban sus actividades Adolfo F. Goupillant (de Esperanza) y Emilio Galassi (de Rafaela).Un registro inusual se le debe a la "Fotografía Alemana" de Pergamino: su titular fotografió en el patio de un edificio a los veinte integrantes de una logia local.

Masones aficionados a la fotografía hubo muchos y muy notables por cierto. En casi todos los casos sus cámaras complementaron sus respectivas profesiones. Sin embargo, debemos señalar el hecho de que también se cultivó la fotografía como medio de expresión artística.

En la etapa del daguerrotipo surge hacia la década de 1850 el nombre del ingeniero saboyano Carlos Enrique Pellegrini, y en la temprana práctica del colodión húmedo es insoslayable la mención del agrimensor Jaime Arrufó, quien entre otras iniciativas dictó una conferencia de divulgación fotográfica hacia 1864.

El militar inglés e ingeniero de minas Francis Ignacio Rickard representa la audacia y aventura de aquellos tiempos: en pleno invierno cruzó la cordillera en 1862 con riesgo de vida y ya en Mendoza fotografió la ciudad destruida por el terremoto producido un año antes.

Agrimensores fueron los masones Vicente Pusso y Carlos Encina. Este último también registró en fotografías la Campaña del Desierto. La fotografía astronómica tuvo en el estadounidense Benjamin Apthorp Gould a su más decidido impulsor. También podemos mencionar a los médicos Domingo Parodi (italiano), vinculado fotográficamente a la guerra del Paraguay, y Pedro N. Arata, quien hacia 1890 trajo al país uno de los contratos entre los inventores Niépce y Daguerre.

El alemán Jacobo Peuser, editor de todas las publicaciones masónicas de la época, introdujo las primeras autotipías y fotocromías, y junto con el abogado Alejo González Garaño formó parte de la mítica Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, fundada hacia 1889, y que llegó a contar con más de 600 socios.

Hiram Gerardo Calógero fue un contador público y su vida entera estuvo dedicada a la práctica de la fotografía artística, en especial del proceso bromóleo; formó discípulos y editó Procedimientos de arte en fotografía donde resume su amplia experiencia.

Profesionales o aficionados, argentinos o extranjeros, los fotógrafos masones realizaron una decisiva contribución a este nuevo arte en la Argentina y nos han dejado como legado precioso, miles y miles de amarronadas imágenes que, en su conjunto, representan un fantástico friso visual del ayer desde donde hoy podemos valorar como si fuera una ventana privilegiada nuestro rico pasado común.

(Nota publicada en Revista Todo es Historia Ed. Nº 405 - abril de 2001)

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Bibliografía

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