La Bohème, autobiografía del joven Puccini (II)

        La idea de escribir música para la novela de Murger provino de Leocavallo. Se dice que incluso le propuso a Puccini escribir el libreto. Éste no conocía la novela todavía por lo cual no prestó ninguna atención a la oferta de su amigo. No obstante, más tarde se animó a componer la música de La Bohème. Cuando se supo que tanto Leocavallo como Puccini estaban trabajando en el mismo proyecto, en marzo de 1896 en un encuentro casual en un café milanés, se originó una dura polémica en la prensa, que al día siguiente publicó el proyecto de Leocavallo en "Il secolo" y el 21 de marzo el de Puccini en "Corriere della sera", una reñida rivalidad surgió en la vieja amistad que existía entre los dos compositores, solo años más tarde llegaron a reconciliarse. Así Leocavallo compuso su propia "La Bohème" que se estrenó un año después de que Puccini estrenara la suya.

        La versión de Leocavallo fue adaptada con mayor fidelidad que la de Puccini. En esta versión hay más conflictos, discusiones más ásperas, diálogos más apasionados. La figura de Mimì queda desdibujada, y la de Musetta no gana nada con su mayor presencia en escena. Además Schaunard tiene un papel más importante que en la opera de Puccini, y aparece su amante Eufemia, a la que Puccini eliminó, del mismo modo que aparece el amante rico de Mimì. La obra de Leocavallo se acerca más al estilo verista, muy de moda en aquella época. Sin embargo, la versión de Puccini cala más hondo en el ferviente lirismo del mundo bohemio.

        Como todas las operas de Puccini, La Bohème no tiene una obertura en el primer acto, porque eso supone sólo un retraso. Aquí solo tenemos un tema inicial, fresco y ágil, que abarca treinta y nueve compases que repite acompañando a las primeras frases de Marcello "Questo Mar Rosso..", hasta la intervención de Rodolfo, y que aparece después en sucesivas ocasiones. Este tema inicial sirve de introducción a la escena que presenta a Rodolfo y Marcelo trabajando en la buhardilla. Ambos interpretan una escena de carácter bastante irregular que empieza por una frase melódica de Rodolfo "Nei cieli bigi...". La escena evoluciona en forma de diálogo cantado con efectos realistas. Sin embargo, la orquesta deja de acompañar para resaltar la frase del poeta "L'amor è un caminetto che sciupa troppo...". Colline une a la conversación al entrar a la buhardilla, continuado el discurso musical con la misma vivacidad con la que la opera ha comenzado. Hasta aquí se trata de una escena más o menos unitaria que queda interrumpida por la aparición triunfal de Schaunard, surge por primer vez el tema del Barrio Latino, que se repetirá en el segundo acto de la opera. La agitación de la escena anterior contrasta con la calma de la entrada de Bonoît, el casero. Más tarde, cuando los bohemios se disponen a ir al Café Momus y Rodolfo les dice que no podrá bajar aún, aparece momentáneamente el tema inicial.

        A partir de ahí, tiene lugar una larga escena entre Rodolfo y Mimì. Ésta empieza con un dialogo que desemboca en dos arias. La primera, la del tenor "Che gelida manina", consta de tres partes: una introducción, que empieza dolcissima, una parte cercana al recitativo y una tercera en la que el compositor, elabora una melodía que repite a su vez la orquesta, llegando así, a la catarsis característica del estilo Pucciniano.

        El aria de Mimì "Mi chiamano Mimì", sigue inmediatamente al de Rodolfo, consiguiendo con ello dar mayor unidad a la escena. Aquí Puccini no le quiere asignar a Mimi un aria convencional. Le deja hablar. Su narración tiende a ser un rondó libre, un fragmento que parece improvisado. El aspecto rítmico y el orden periódico no tienen importancia en este momento, porque lo que el maestro pretende es que su narración gane fluidez aumentando el énfasis cuando detalla su ocupación. Más tarde, tras unas breves intervenciones de los bohemios que, desde la calle, llaman a Rodolfo, se inicia el famoso dúo, "O soave fanciulla" basado en el mismo tema que el aria del tenor. El primer acto, acaba con el agudo de Mimì, al que a veces se suma Rodolfo.

        El segundo acto, mucho más bullicioso que el primero, consigue ofrecer un gran cuadro musical en el que cada personaje queda perfectamente integrado en el conjunto gracias a la maestría del compositor. Durante la mayor parte del tiempo el escenario está lleno de personas que cantan. El coro canta en una escena concertada en la que intervienen a la vez los bohemios y Mimì. Es una escena de notable dificultad rítmica, que exige de todos una especial precisión. Rodolfo enriquece la escena con unas frases de excepcional belleza que fácilmente podrían haber dado lugar a otro aria. También en este acto hay una importante intervención de notable dificultad de un coro infantil. Puccini introduce aquí aquellos "ballabile" y aquellos ligeros ritmos en seis por ocho y dos por cuatro. Las voces de las tenderas comentan la llegada de Musetta, sobreponiéndose a la conversación de los bohemios y a los comentarios que sobre Musetta hace Marcello. El climax del panorama navideño se consigue cuando la pícara Musetta entona su lento vals, que Puccini había compuesto muchos años atrás, languideciendo "Quando me'nvo". El vals, es una canción de ritmo muy sugerente que inicia Musetta y que revela su personalidad - guapa, coqueta, emancipada -, intervienen en ella todos los personajes, distinguiéndose sobre todo la parte que canta Marcello. El final, con un sexteto arrollador que sigue al vals de Musetta y la presentación del relevo de la guardia, resulta convincente. Para esta ocasión, el compositor también emplea material anterior, que tiene su origen en una marcha del "Rey ciudadano".

        El tercer acto empieza con descripciones exactas, la tristeza y el vacío de una helada mañana de invierno, que dura más de cien compases. A partir de ese ambiente natural, Puccini crea un espacio para sus atormentadas arias de despedida. Primero empieza con dos fuertes acordes y una breve introducción, con unos acordes insólitos que sugieren el intenso frío de París. Se oyen las voces de un coro de barrenderos y las de unas mujeres, nos advierte de la presencia de Musetta en la cercana taberna con el tema del vals del acto anterior. Al aparecer en escena Mimì, la cuerda interpreta el tema de su aria del acto primero. La entrada de Marcelo es también subrayada por la orquesta con el tema que representa a los bohemios. Se establece entre ambos personajes una conversación cantada de tono marcadamente triste.

        Con la entrada de Rodolfo revive el tema con el que empieza la obra, mientras éste confiesa a Marcelo que se quiere separar de Mimì porque está mortalmente enferma, se ve a la temblorosa Mimì al fondo. En el pasaje tal vez más hermoso de la opera, el "lento triste" y "con massima espressione", casi susurrado, en el ampuloso re bemol mayor del "Mimì e tanto malata ..." experimenta la fuerza del máximo amor y de la desesperación más profunda ante la enfermedad. Cuando Mimì se presenta ante Rodolfo, canta su segundo aria, "Donde lieta usci", utilizando para ello material musical de la primera. Con el mismo tema empieza el dúo entre Rodolfo y Mimì, que pronto evoluciona hacia un doble dúo en el que contrasta el amor apasionado de Rodolfo y Mimì, de frases melódicas y ligeras, con la discusión un tanto cómica entre Marcelo y Musetta. Finalmente se impone el amor de Rodolfo y Mimì, acabando el acto con una gran delicadeza. Este magnifico dúo doble posee una intensidad melódica a la que resulta difícil resistirse.

        El último acto empieza de forma similar al principio. La escena, otra vez en la buhardilla, se inicia con una conversación entre el Rodolfo y Marcello con un leve tono amargo. La entrada de Schaunard y Colline continua la escena con alegría. La melodía es ligera y divertida y suenan varias danzas cuando los bohemios bailan entre sí. Primero una gavota y un fandango, únicamente interpretado por la orquesta, y después una cuadriles en la que la orquesta se vuelve más colorista.

        La llegada de Musetta interrumpe la alegría, la orquesta adquiere un tono más dramático. De nuevo aparece el tema del primer aria de Mimì, a partir de aquí, con una colección de melodías rescatadas de toda la ópera, comienza una conversación entre el tenor y la soprano en la cual participan todos los personajes, Una escena en la que todos se ofrecen para ayudar a Mimì acaba con el aria "Vecchia zimarra", el único aria para bajo de toda la producción pucciniana, con una utilización magistral de los instrumentos de madera. Cuando los bohemios se van, suena un tema que se repite cuando muere Mimì, y que es repetido a su vez por Rodolfo. A partir de ese momento aparecen temas característicos del amor del primer acto. No hay un gran dúo final, al modo de Verdi, ni tampoco inútiles pasajes prolijos hacia el final, solo hay "recuerdos". Todo el acto está basado en recuerdos. Las frases de Mimì adquieren un tono cada vez más apagado. Los bohemios hablan en voz baja hasta la explosión con que Rodolfo, desesperado, se da cuenta de la muerte de Mimì. No es solo Mimì quien da el último suspiro, la música se derrumba en el último postludio grave, pesante, redoblado en octavas bajas, en la melodiosa escala menor que baja de modo sencillo y genial.

        El manuscrito de la partitura de La Bohème está lleno de todo tipo de indicaciones, posibles e imposibles. Por ejemplo, según la partitura original, el acorde del ocaso de los dioses en Si menor anunciando la muerte de Mimì tiene como indicaciones siete p (ppppppp). Cuando Ricordi vio eso, escribió horrorizado a Puccini: "Es un bosque de p - pp - pppppp, de f - ff - fff - ffff." Puccini contestó: "Si en la partitura he exagerado los pp y los ff es sólo porque, según Verdi, hay que anotar ppp si se desea un pianísimo de verdad."

        En diciembre de 1895 los miembros del Club de bohemios (Ceco, Pagni, Angiolini y Tammasi, etc), se reunieron en casa de Puccini. De repente, alrededor de medianoche, el maestro se da media vuelta y exclama: "Silencio, señores. He terminado La Bohème". Les toca las últimas escenas de la opera y la tristeza de la dulce muerte de una muchacha desconocida se abate sobre sus corazones. Escribe Pagni: "...Cuando sonaban los acordes desgarradores de su muerte, nos estremecimos y nadie pudo contener las lágrimas, incluso Puccini... Le rodeamos y le abrazamos sin decir nada. A continuación alguien dijo: ..." Esta escena no termina aquí. Un poco más tarde celebraron la Navidad con un banquete y champanes en casa de Giacosa en Milán, con los disfraces más fantásticos para esta fiesta triunfal. Puccini, vestido de viejo romano con toga, recibió una corona de laurel. Probablemente ningún compositor ha celebrado nunca el final de una obra con tanta alegría.

        Sin embargo, el estreno, que tuvo lugar en el Teatro Regio el 1 de Febrero de 1896, justo tres años después del estreno de "Manon Lescaut", bajo la dirección de Arturo Toscanini, no obtuvo el éxito esperado. El público aplaudió, pero el éxito fue más bien tibio. El telón solo levantó cinco veces, y Puccini le confesaba a Fraccaroli que se le había partido el alma. Además, las críticas la aceptaron fríamente.

        Quizás pueda haber varias razones que expliquen este éxito limitado de "La Bohéme". El público seguía pensando todavía en la gravedad ideológica de "Ocaso de los dioses" con el que Toscanini había iniciado la temporada. El inexorable maestro tampoco permitió a Mimì, embriagada de aplausos, que muriera por segunda vez. La pieza se había llevado a escena precipitadamente y el reparto no era de ningún modo el mejor.

        No obstante, el público se vuelve cada vez más entusiasmado con cada nueva representación. Dos meses más tarde, el 13 de abril, se representó la obra en Palermo y alcanzó un gran éxito que Puccini no esperaba. Al final el compositor de "Manon Lescaut" triunfa con las nuevas producciones. En dos años, La Bohème se estrenó en las más grandes ciudades del mundo, aunque estuvo excluida del programa de Viena varias temporadas por la hostilidad de Mahler, que prefería la de Leocavallo.

        ¿Y qué dicen los músicos de La Bohème? Ravel admiraba sin reservas la orquestación de esta ópera, Messager y Alfredo Bruneau tampoco escondían su entusiasmo, Stravinsky afirmaba que "cuando más se escuchaba, más bella era", y Debussy decía que Falla había evocado con tanta perfección la atmósfera de París como Puccini en La Bohème.

        A los 105 años de su existencia, "La Bohème" sigue siendo una ópera joven y una de las mayores obras maestras escritas por el último gran compositor operístico italiano: Giacomo Puccini.

 

 BIBLIOGRAFÍA:

 

28 de Marzo de 2001 / revisión 30 de Abril de 2001

Artículo publicado en Filomusica Abril 2001

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