ADVENTISMO Y JEHOVISMO
(SU ORIGEN Y SU PECULIAR MENSAJE)
Pedro de Felipe del Rey
© Pedro de Felipe del Rey, 2002
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Dedicado a los que
buscan la Verdad
(Jn. 14:6; Ef. 4:21)
CONTENIDO
Capítulos
SECCIÓN PRIMERA:
el Adventismo
Primera parte: El Adventismo y su peculiar mensaje
II.- La fecha del
año 457 a. C.
INTRODUCCIÓN
Cierto teólogo, en el momento de obtener su doctorado
en Teología, con una tesis sobre Carlos Taze Russell, dijo: "Lo
que yo no sé es por qué aparecieron los Testigos de Jehová."
Exactamente eso es lo que vamos a descubrir en este libro; vamos a probar
que, por causa de una palabra sola, mal traducida en cierta
Biblia, aparecieron el Adventismo y el Jehovismo.
Decimos Adventismo con el fin de abarcar, con este término,
las diferentes denominaciones adventistas: Iglesia Adventista del Séptimo
Día, e Iglesia Adventista del Séptimo Día (Movimiento
de Reforma). La mencionada en segundo lugar tuvo su origen escindiéndose
de la anterior en Alemania en el transcurso de la I Guerra mundial.
En la palabra Jehovismo incluimos los diferentes nombres
que los Testigos de Jehová han usado desde su aparición.
Tras descubrir por qué aparecieron el Adventismo
y el Jehovismo, estudiaremos el mensaje peculiar de cada uno:
1) El mismo Adventismo dice que su mensaje exclusivo es
éste:
"La doctrina del Santuario, incluyendo la enseñanza
del juicio investigador y la creencia en que Elena G. de White fue inspirada
divinamente, pertenecen única y exclusivamente a los adventistas
del séptimo día. Si Cristo no comenzó un ministerio
de juicio investigador en el cielo en 1844, y si Elena G. de White no fue
la mensajera elegida de Dios, la Iglesia Adventista perdería dos
enseñanzas que la identifican como un movimiento profético
levantado por Dios, a fin de preparar el camino para el segundo advenimiento
de Cristo." (85/7; véase el comienzo de la Bibliografía).
2) Un ex miembro del "cuerpo gobernante" del Jehovismo dice
cuál es el mensaje exclusivo de éste:
"Lo que especialmente distingue sus enseñanzas
de las de cualquier otra denominación es la doctrina fundamental
que se centraliza en el 1914 como la fecha en que el gobierno activo de
Cristo comenzó; [...] y, más que nada, la selección
de la organización de la Watch Tower como su canal oficial, asignándole
control completo sobre sus intereses terrenales a una ‘clase del esclavo
fiel y discreto’ y, de hecho, dando autoridad completa al cuerpo gobernante
de esta clase." (56/395-396).
"Así que algo terminó en 1914 y algo empezó.
[...] Lo que empezó fue el reino de Dios en el cielo con Cristo
como Rey." (65/173).
3) Es evidente que tanto el Adventismo como el Jehovismo
se consideran dos movimientos aparecidos en cumplimiento de ciertas profecías
bíblicas en las respectivas fechas de 1844 y 1914, y que ellos son
el pueblo de Dios en la Tierra (pero excluyéndose el uno al otro),
por medio de los cuales Dios da a conocer su último mensaje para
la humanidad, el cual ellos tienen que predicar al mundo entero; sin que
lo que predica el uno tenga ningún valor para el otro. Por tanto,
esas dos fechas (1844 y 1914) y las dos doctrinas que se sustentan en ellas
(la "purificación del santuario" y el "reino de Dios en el cielo",
comenzados en dichas fechas) son objeto de nuestro riguroso estudio, para
dejar al descubierto qué es lo que en realidad pasó en 1844
y 1914, fechas míticas para el Adventismo y para el Jehovismo, de
las cuales dependen todas sus pretensiones, para, cada uno excluyendo al
otro, proclamarse el único y verdadero pueblo de Dios en la Tierra
con el único mensaje en exclusiva. El lector verá lo que
queda de todas esas pretensiones, y, además, sabrá más
de esas dos organizaciones que muchas de las personas que pasan toda su
vida siendo miembros de cualquiera de ellas.
4) Al leer la presente obra, téngase en cuenta
lo que dicen el Adventismo y el Jehovismo:
a) El Adventismo:
"Estudia para aprender qué dice el Señor.
Y cuando la convicción te posea mientras investigas, si ves que tus
opiniones acariciadas no están en armonía con la verdad,
no tuerzas la verdad para que cuadre con tu creencia, sino acepta la luz
dada." (142/8).
b) El Jehovismo:
"La exposición de errores religiosos y la revelación
de las verdades bíblicas no perturban a la persona honrada que desea
servir a Dios." (67/226).
La opinión del Adventismo y del Jehovismo sobre
las iglesias:
El Adventismo dice:
"Muchas iglesias protestantes están siguiendo el
ejemplo de Roma, y se unen inicuamente con 'los reyes de la tierra'. Así
obran las iglesias del estado en sus relaciones con los gobernantes seculares
y otras denominaciones en su afán de captarse el favor del mundo.
Y la expresión 'Babilonia' - confusión - puede aplicarse
acertadamente a esas congregaciones que, aunque declaran todas que sus
doctrinas derivan de la Biblia, están sin embargo divididas en un
sinnúmero de sectas [...]. "Además de la unión pecaminosa con el mundo,
las iglesias que se separaron de Roma presentan otras características
de ésta". (El Conflicto de los Siglos, p. 434).
El Jehovismo afirma:
"Dios odia a los hipócritas porque los hipócritas
traen oprobio a su nombre y se oponen a su soberanía universal.
Lógicamente, Dios odia a la cristiandad. Pronto él la destruirá
con el resto del mundo". (Usted puede sobrevivir al Armagedón
y entrar en el nuevo mundo de Dios, p. 53).
La Biblia advierte:
"Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán
a muchos" (Mateo 24:11).
"[...] ya no seamos niños fluctuantes, llevados
por doquier de todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que
para engañar emplean con astucia las artimañas del error"
(Efesios
4:14).
"[...] Mirad que no seáis engañados; porque
se levantarán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy; y: El tiempo
está cerca; no vayáis en pos de ellos" (Lucas 21:8).
(Según el texto griego).
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Sección
primera
EL ADVENTISMO
(1 Samuel 17:45)
Primera
parte
EL ADVENTISMO
Y SU PECULIAR MENSAJE
A ti, profetisa ignorante,
inventora de visiones,
que son bodrios a montones
de tu mente petulante.
Capítulo I
EL
ORIGEN DEL ADVENTISMO
1) Un hombre estadounidense, Guillermo Miller (1782-1849),
fue quien dio origen al "Movimiento millerita", del que salió el
Adventismo (como veremos en lo sucesivo). Era el hijo mayor de una familia
de dieciséis hermanos. Aunque en su juventud no pudo cursar estudios,
fue un hombre amante de la lectura. Vivió en Low Hampton (Nueva
York). Siendo agricultor de profesión, llegó a desempeñar
los cargos de condestable, alguacil mayor y juez de paz en su comunidad.
En la guerra comenzada en 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña,
sirvió como capitán (1/129-130).
2) Por lo que se refiere al aspecto religioso, Miller
no tuvo interés por la religión hasta la edad de 34 años:
"Miller hizo entonces pública profesión
de la fe en la religión que había despreciado antes. [...].
Resolvió estudiar las Sagradas Escrituras por su cuenta, y averiguar
si toda contradicción aparente no podía armonizarse." (2/364-366).
3) Así, pues, Miller empezó a estudiar la Biblia
por su cuenta en 1816 y, en dos años, fundándose en Daniel
8:14, llegó a la conclusión de que la segunda venida de Cristo
tendría lugar hacia 1843 aproximadamente:
"La profecía de Daniel 8:14 : ‘Hasta dos mil
y trescientos días de tarde y mañana y el santuario será
purificado’, inquietaba a Miller. Estudió y repasó las cifras
y las fechas. Alrededor de 1818, después de dos años de concentrado
escudriñamiento, Miller expresó su creencia de que la venida
de Cristo ocurriría dentro de unos veinticinco años." (1/131).
"Había dedicado dos años al estudio de la Biblia,
cuando, en 1818, llegó a tener la solemne convicción de que
unos veinticinco años después aparecería Cristo para
redimir a su pueblo." (2/376-377).
4) Miller no dio a conocer de inmediato su creencia de que
Cristo vendría a la Tierra hacia 1843; pues llegó a temer
que estuviera equivocado y equivocara a otros; por esto, dedicó
otros cinco años "a revisar las pruebas que apoyaban las conclusiones
a que había llegado", tras lo cual quedó convencido en su
creencia:
"No pudo por menos que sentir que era deber suyo impartir
a otros la luz que había recibido. [...]. Lo único que temía
era que en su gran júbilo por la perspectiva de la gloriosa liberación
que debía cumplirse tan pronto, muchos recibiesen la doctrina sin
examinar detenidamente las Santas Escrituras para ver si era la verdad.
De aquí que vacilara en presentarla, por temor a estar errado y
de hacer descarriar a otros. Esto le indujo a revisar las pruebas que apoyaban
las conclusiones a que había llegado, y a considerar cuidadosamente
cualquier dificultad que se presentase a su espíritu. Encontró
que las objeciones se desvanecían ante la luz de la Palabra de Dios
como la neblina ante los rayos del sol. Los cinco años que dedicó
a esos estudios le dejaron enteramente convencido de que su manera de ver
era correcta." (2/377-378).
Por fin, Miller llegó a tener una especie de autosugestión
que le llevó a creer que Dios le ordenaba que diera a conocer al
mundo lo que había descubierto, de lo contrario sería castigado:
"El deber de hacer conocer a otros lo que él
creía estar tan claramente enseñado en las Sagradas Escrituras,
se le impuso entonces con nueva fuerza. ‘Cuando estaba ocupado en mi trabajo
– explicó, - sonaba continuamente en mis oídos el mandato:
anda y haz saber al mundo el peligro que corre. [...]’.
"De continuo se presentaban a su espíritu las siguientes
palabras: ‘Anda y anúncialo al mundo; su sangre demandaré
de tu mano.’ [...]". (2/378).
6) La autosugestión le presionaba el cerebro; la aguantó
durante nueve años, hasta que, por fin, en 1831, dio a conocer su
descubrimiento sobre la fecha de la segunda venida de Cristo:
"Esperó nueve años; y la carga continuaba
pesando sobre su alma, hasta que en 1831 expuso por primera vez en público
las razones de la fe que tenía." (Ib.).
7) Así, pues, en 1831, Miller empezó a predicar
que la segunda venida de Cristo y el fin del mundo tendrían lugar
hacia 1843. Algunos dirigentes religiosos se unieron a Miller; compusieron
un
diagrama con sus cálculos y fechas que apoyaban, según
ellos, su creencia en la fecha indicada para el regreso de Jesús
(véase el Apéndice 1); las iglesias que no aceptaron su mensaje,
fueron acusadas de ser Babilonia:
"En 1842, Fitch y Halle dibujaron el famoso diagrama
‘1843’. Este diagrama profético, pintado en tela, fue presentado
en el congreso de Boston, celebrado en mayo de 1842, que fue presidido
por José Bates. Después de la presentación del diagrama,
con los símbolos gráficos y períodos de tiempo, los
predicadores adventistas autorizaron hacer 300 ejemplares en litografía.
En el segundo trimestre de 1843, Fitch predicó su notable sermón
sobre la ‘Caída de Babilonia’. En este sermón declaró
que Babilonia ya no se limitaba a la Iglesia Católica Romana, sino
que debía incluir al gran grupo de la cristiandad protestante. Dijo
que los protestantes habían rechazado la luz del advenimiento y
amonestó a los sinceros cristianos a salir de Babilonia.
"Jorge Storrs y Silvestre Biss fueron otros destacados dirigentes
milleritas." (1/137-138).
8) Vemos que los adventistas de ahora lo mismo llaman "adventistas"
como "milleritas" a los seguidores de Miller, quienes pusieron tres fechas
para el final de los 2.300 "años" (sacados de Daniel 8:14, donde
se dice "días"), en cuyo momento tendrían lugar la segunda
venida de Jesús y el fin del mundo; pero esas tres fechas fallaron:
"Recordaremos que Miller y otros que intentaron hallar
una fecha definida para el fin de los dos mil trescientos años,
al principio decían ‘alrededor de 1.843’. Más tarde, señalaron
como límite el 21 de marzo y luego el 18 de abril de 1844, [...]."
(1/149-150).
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Capítulo IIEL
CHASCO DEL ADVENTISMO EN 1844
1) Tras haber fallado las tres fechas anteriores, dicen
que recibieron nueva luz, para fijar otra nueva fecha que los llevaría
a un dramático final, llamado por ellos "el chasco":
"En el verano de 1844, un nuevo torrente de luz apareció
e iluminó al movimiento adventista hasta su dramática culminación,
en octubre." (1/150).
2) La nueva fecha era el 22 de octubre de 1844. Tan convencidos
estaban de que Cristo regresaría en esta fecha, gracias a ese "nuevo
torrente de luz", que muchos se deshicieron de sus posesiones:
"Muchos entregaron todas sus posesiones para ayudar
a esparcir el mensaje del advenimiento." (1/154).
3) No faltaron quienes les recordaban las palabras de Jesús,
de que nadie sabe el día ni la hora de la segunda venida (Mateo
24:36); pero ellos no tomaron en cuenta esas palabras:
"La predicación de una fecha definida para el
advenimiento levantó violenta oposición en todas partes,
desde el ministro en el púlpito hasta el más descuidado y
empedernido pecador. El ministro hipócrita y el descarado burlón
decían: ‘Pero el día y la hora nadie sabe’." (3/233).
4) Es evidente que los milleritas se habían jugado
todo a una fecha, el 22 de octubre de 1844; por tanto, esperaban con gran
tensión que llegara ese día; pero ¿se iba a presentar
Cristo en esa fecha? He aquí lo que pasó aquel día:
llegaron a donde los condujo aquel "nuevo torrente de luz"; a lo que ellos
llaman "el chasco":
"A medida que se acercaba el 22 de octubre de 1844,
aumentaba la tensión entre los adventistas. [...].
"Y llegó el día. Los adventistas estaban reunidos
en capillas o en los hogares particulares, [...]. Pasó el día,
y se puso el sol. [...]. Finalmente pasó la media noche. Se ofrecieron
oraciones y los ojos de muchos creyentes derramaron lágrimas. Por
fin llegó la mañana, y ya no podían seguir pretendiendo
que estaban en el día 22. Aquel día pasó y Jesús
no había venido. [...].
"[...] cuando pasó el 22 de octubre de 1844 y Jesús
no apareció, el chasco fue muy amargo. [...].
"[...]. Hiran Edson expresa cuáles eran sus sentimientos:
‘Nuestras más caras esperanzas y expectativas estaban marchitas
y nos sobrevino una necesidad de llorar como nunca antes sentimos. Parecía
que la pérdida de todos los amigos terrenales no tenía comparación
con este dolor. Lloramos y lloramos hasta que aclaró el día’."
(1/153-156, 443).
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Capítulo III LAS CONSECUENCIAS
DEL CHASCO
1) Como consecuencias del chasco del 22 de octubre de
1844, el grupo de milleritas (o adventistas) seguidores de Gillermo Miller
saltó por los aires; se hizo pedazos:
a) Hubo muchos milleritas que, sencillamente, se apartaron
del movimiento de Miller en cuanto se produjo el chasco; pero continuó
un grupo de ellos:
"Muchos milleritas se echaron atrás en seguida
después del chasco, aunque un grupo considerable continuó
durante varios años." (1/155).
b) Este grupo que continuó con Miller, después
de la muerte de éste, se extinguió:
"Miller murió en diciembre de 1849. Sus colaboradores
continuaron fijando fechas durante años. Estos llegaron a ser los
adventistas evangélicos [...]. Gradualmente se fueron extinguiendo."(Ib.).
c) Antes de que este grupo se extinguiera, muchos de sus miembros
se separaron y dieron lugar a otros grupos de adventistas: de uno de ellos,
se originó "la Iglesia Cristiana Adventista", que observaba el domingo
como día de reposo, y que fijó una nueva fecha para la segunda
venida de Cristo. En contraposición con este grupo, otros de esos
milleritas formaron la "Iglesia Adventista del Séptimo Día";
la continuación del relato así lo dice:
"Un grupo considerable se separó de estos milleritas
fijando una nueva fecha para la venida de Cristo. [...]. Fueron conocidos
como la Iglesia Cristiana Adventista, observadores del domingo; el único
grupo adventista importante fuera de los Adventistas del Séptimo
Día.
"En contraste con éstos que persistieron en la idea
de que el Señor vendría pronto y continuaron fijando fechas,
hubo grupos de creyentes que se mantuvieron firmes en la convicción
de que la profecía de los dos mil y trescientos días había
sido calculada correctamente al señalar 1844 como terminación
de dicho período, y que la purificación del santuario empezó
en esta fecha. Pero hallaron otra explicación que señalaba
otro acontecimiento en vez de la segunda venida de Cristo. Este incluía
a Hiram Edson, José Bates, Jaime White; Elena Harmon y José
Turner.
"[...[. Nos interesa especialmente el grupo de Hiram Edson,
José Bates, Jaime White y Elena Harmon, porque formaron el núcleo
de nuestra iglesia." (1/155-156).
2) Vemos que, de los seguidores de Miller, tras el chasco
de 1844, se formaron varios grupos; pero los dos más importantes
que permanecieron, fueron:
a) La Iglesia Cristiana Adventista que observaba el domingo
como día de reposo. Tengamos bien en cuenta a esta Organización,
porque, como veremos en su lugar correspondiente, por medio de ella aparecerá
el Jehovismo.
b) La Iglesia Adventista del Sétimo Día,
que no se llamará así hasta 1860, ya que, en el principio
de su formación, también observaba el domingo como día
de reposo hasta 1846, cuando aceptaron de forma oficial el reposo del sábado,
tras debatir este tema en un congreso celebrado a finales del año
anterior. Antes de esta fecha, hubo algunos adventistas que empezaron a
observar el sábado por su cuenta, a raíz de que Raquel Oakes
(miembro de la Iglesia Bautista del Séptimo Día) transmitiera
esta enseñanza al pastor adventista Federico Wheeler, en cuya iglesia
estuvo escuchando su predicación un domingo tras "el chasco" en
1844. Los White (Jaime y Elena) no aceptaron el sábado hasta después
de agosto de 1846; téngase esto en cuenta por las implicaciones
que tiene para ella y sus visiones anteriores a esta fecha, desde el punto
de vista del Adventismo, lo veremos más adelante (1/158-161, 443-444).
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Capítulo IVEL AMAÑO
DEL CHASCO
1) Como hemos visto, el mensaje de Miller y sus seguidores
consistía únicamente en anunciar la segunda venida de Cristo
a la Tierra para el día 22 de octubre de 1844; en este día,
por tanto, tendría lugar el fin del mundo.
2) Cuando llegó esa fecha y no sucedió nada
de lo que habían anunciado, no sólo obtuvieron un "chasco",
como dice ahora el Adventismo, sino que resultó que todo su mensaje
había fallado. Por consiguiente, no les quedaba absolutamente nada
de todo lo que habían predicado hasta esa fecha. Así, pues,
lo único que podían hacer era reconocer que el mensaje anunciado
por todos los milleritas no había sido nada más que un error
de bulto.
3) Ahora bien, en lugar de reconocer eso, el grupo que
dio lugar a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, buscó
hasta que halló "otra explicación":
"Pero hallaron otra explicación que señalaba
otro acontecimiento en vez de la segunda venida de Cristo. Este grupo incluía
a Hiram Edson, José Bates, Jaime White, Elena Harmon y José
Turner". (1/155).
4) La nueva explicación consistió en lo siguiente:
a) Habían explicado que los 2.300 días de
Daniel 8:14 terminaban el día 22 de octubre de 1844; por tanto,
en esta fecha, tendría lugar la purificación del santuario
a que se refiere ese texto de Daniel, interpretando, por purificación
del santuario, la purificación de la Tierra y, por consiguiente,
esto suponía la segunda venida de Cristo.
b) Después, la "otra explicación" consistió
en decir que la fecha del 22 de octubre de 1844 era buena; pero se habían
equivocado en lo que era el acontecimiento que debía producirse
en esa fecha; pues, en lugar de venir Cristo a purificar la Tierra, lo
que sucedió en esa fecha es que Cristo entró en el lugar
santísimo y empezó a purificar el santuario del cielo; uno
del grupo, Hiram Edson, dijo que él lo vio en visión:
"Aquel día pasó y Jesús no había
venido. En la quinta de Hiram Edson hubo mucho llanto, como en centenares
de otros lugares de reunión. Los creyentes se preguntaban uno a
otro: ¿Nos han engañado las Escrituras? Diligentes estudios
posteriores revelaron que el tiempo profético era correcto pero
que el acontecimiento a ocurrir en esa fecha había sido interpretado
equivocadamente." (1/154).
"[…] La equivocación de ellos consistió en
no comprender lo que era el santuario ni la naturaleza de su purificación."
(3/243).
"Edson escribe: ‘Vi distinta y claramente que nuestro sumo
sacerdote, en vez de salir del lugar santo del santuario celestial, para
venir a esta tierra [...], al fin de los dos mil trescientos días,
aquel día entraba por primera vez en el segundo departamento del
santuario y tenía una obra que realizar en el lugar santísimo
antes de regresar a esta tierra’." (1/156).
5) La visión que dijo haber tenido Edson, fue ratificada
por las visiones que dicen que tuvo después la Sra. White, que explica
que Cristo, desde que ascendió al cielo hasta el día 22 de
octubre de 1844, estuvo en el lugar santo del santuario celestial y, en
esa fecha, pasó al lugar santísimo y empezó a purificar
los pecados de los creyentes; cuando termine de hacer esa obra de purificación,
tendrá lugar la segunda venida. A esta obra que dicen que hace Cristo
desde aquel día, la llaman "purificación del santuario" y
"juicio investigador"; y hacen un paralelo de la obra de Cristo desde que
ascendió al cielo con lo que hacían los sacerdotes en el
lugar santo, y el sumo sacerdote una vez al año en el lugar santísimo
del santuario terrenal:
"Se me mostró – dice la Sra. White – el amargo
chasco que sufrió el pueblo de Dios por no ver a Jesús en
la fecha que lo esperaban. No sabían por qué el Salvador
no había venido, pues no veían prueba alguna de que no hubiese
terminado el tiempo profético. Dijo el ángel: ‘¿Ha
fallado la palabra de Dios? ¿Ha faltado Dios en cumplir sus promesas?
No; ha cumplido cuanto prometió. Jesús se ha levantado a
cerrar la puerta del lugar santo del santuario celestial, y ha abierto
una puerta en el lugar santísimo y ha entrado a purificar el santuario.
[...].
"También se me mostró en la tierra un santuario
con dos departamentos. Se parecía al del cielo, y se me dijo que
era una figura del celestial. [...]. El sacerdote oficiaba en ambos departamentos
del terrenal. Entraba diariamente en el primer departamento, y sólo
una vez al año en el lugar santísimo para purificarlo de
los pecados allí transferidos. [...].
"[...]. Así como el sacerdote entraba una vez al año
en el lugar santísimo para purificar el santuario terrenal, también
Jesús entró en el lugar santísimo del celestial al
fin de los 2.300 días de Daniel 8, en 1844, para hacer la expiación
final por todos los que pudiesen recibir el beneficio de su mediación,
y purificar de este modo el santuario." (3/250-253).
"El servicio del sacerdote durante el año en el primer
departamento del santuario, ‘dentro del velo’ que formaba la entrada y
separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio
a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...].
"Este ministerio siguió efectuándose durante
dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de
Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba
perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus
pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en
el servicio típico había una obra de expiación al
fin del año, así también, antes de que la obra de
Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer
una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este
es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días.
Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta,
nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para
cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación
del santuario." (2/473-474).
"En ambos servicios, el típico y el real, la purificación
debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en
éste, con la sangre de Cristo. [...] La remisión, o sea el
acto de quitar los pecados, es la obra que debe realizarse." (2/470).
"La obra del juicio investigador y el acto de borrar los
pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor.
En vista de que los muertos han de ser juzgados según las cosas
escritas en los libros, es imposible que los pecados de los hombres sean
borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser examinadas.
[...] Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá
con su recompensa para dar a cada uno según sus obras.
"[...].
"En el tiempo señalado para el juicio – al fin de
los 2.300 días, en 1844 – empezó la obra de investigación
y el acto de borrar los pecados. Todos los que hayan profesado el nombre
de Cristo deben pasar por ese riguroso examen." (2/539-540).
6) Por tanto, el amaño del chasco que tuvo lugar el
día 22 de octubre de 1844, consistió en decir que el acontecimiento
de la segunda venida de Cristo, que se tenía que haber producido
en ese día (como habían anunciado) estaba equivocado; porque
lo que tenían que haber anunciado era que, en dicho día,
Cristo iba a comenzar, en el Cielo, el "juicio investigador" o "purificación
del santuario". Así retuvieron la fecha de 1844, y cambiaron el
acontecimiento que tenía que haberse producido en ella según
su anuncio.
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Capítulo V
EL
PECULIAR MENSAJE DEL ADVENTISMO
1) Como acabamos de ver, el mensaje que anunciaba la segunda
venida de Cristo para el 22 de octubre de 1844, resultó totalmente
erróneo y quedó anulado al llegar esa fecha; pero el Adventismo
sustituyó ese mensaje erróneo por otro mensaje: el mensaje
de que , en esa misma fecha (que mantuvieron como auténtica), había
comenzado Cristo en el cielo el "juicio investigador" o "purificación
del santuario", todo fundado en Daniel 8:14, según la interpretación
que hace el Adventismo de este texto, de acuerdo con ciertas visiones,
especialmente las de la Sra. White.
2) Por consiguiente, un año después del
"chasco", en 1845, el Adventismo no tenía otra doctrina nada más
que la de la "purificación del santuario" (o "juicio investigador");
en este año 1845, discutieron esta doctrina junto con el tema del
sábado en un congreso:
"En el congreso bíblico convocado por Hiram Edson,
en Port Gibson, a finales de 1845, se discutieron las doctrinas principales
sobre las cuales se funda nuestra iglesia. El capitán Bates aprendió
más acerca del santuario y Edson aprendió acerca del sábado."
(1/160-161).
3) Según hemos observado, en el capítulo III,
la doctrina del sábado les fue transmitida por Raquel Oakes (de
la Iglesia Bautista del Séptimo Día). Por consiguiente, el
Adventismo no sacó la doctrina del sábado de la Biblia, por
un estudio que hiciera en ella; ni siquiera obtuvo la enseñanza
del sábado por medio de las visiones de su profetisa, Sra. White;
más aún, esta señora no se interesó en el asunto
del sábado hasta después de contraer matrimonio el 30 de
agosto de 1846 (146/52):
"Hemos oído poco acerca de Jaime y Elena White,
que se habían casado en agosto de 1846. Jaime había sido
invitado al congreso de Port Gibson, convocado por Edson, pero no pudo
asistir. Elena se había encontrado con José Bates dos veces
antes de su casamiento y en ambas ocasiones lo había oído
explicar el tema del sábado. Pero los White no se impresionaron
con la importancia de esta doctrina. Después de su casamiento, los
White estudiaron un folleto que Bates había publicado y aceptaron
en seguida el mensaje del sábado." (1/161).
4) Por consiguiente, la única doctrina que constituye
el peculiar mensaje del Adventismo desde 1844 es la doctrina de la "purificación
del santuario" o "juicio investigador". Esta única doctrina, y sólo
ella, fue la causa de que la Iglesia Adventista del Séptimo Día
se fundara en 1844, tras "el chasco", y exista desde entonces. Después
fueron adoptando las demás doctrinas que tienen; pero esas otras
doctrinas ya se hallaban en otras iglesias, como es el caso del sábado.
Por consiguiente, el mensaje del santuario es la "razón de ser"
de la Iglesia Adventista del Séptimo Día "desde 1844". Así
lo reconoce el Dr. Jean Zürcher, un alto dirigente de esta Iglesia
en Europa, y que también fue, en los años sesenta, director
y profesor del Seminario Adventista en Francia, donde impartía clases
sobre "Daniel y Apocalipsis"; él lo dice así:
"La profecía de las 2.300 tardes y mañanas
constituye, en efecto, un período profético único
en la Biblia. Este período profético no se encuentra mencionado
más que en el libro de Daniel y no tiene equivalente en ninguna
otra parte de las Escrituras. De su interpretación depende no solamente
nuestra enseñanza acerca del santuario celestial y la doctrina del
juicio, sino incluso nuestra razón de ser como movimiento adventista
desde 1844. Por eso ninguna otra profecía tiene más importancia
para la Iglesia Adventista que la de Daniel 8:14, tanto desde el punto
de vista doctrinal como desde el punto vista histórico." (4/12).
"El pueblo de Dios debería comprender claramente el
asunto del santuario y del juicio investigador." (2/542).
5) Es evidente que el peculiar mensaje del Adventismo y la
causa de su existencia desde 1844 es la doctrina de la "purificación
del santuario", basada únicamente en la frase "el santuario será
purificado" (de Daniel 8:14); y, a partir de esa doctrina y en relación
con ella, establecieron después otras doctrinas referentes a cualquier
época de la historia de la salvación:
"[…] la doctrina del santuario se convirtió en
el microcosmos del plan de salvación. Esta enseñanza no sólo
fue la 'llave' que abrió el misterio del Chasco de 1844, sino que
'reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso
[…]. La luz del santuario iluminaba lo pasado, lo presente y lo porvenir'."
(146/260).
6) En la Tercera parte, demostraremos que la palabra
"purificado" de Daniel 8:14 es una errónea traducción, y,
por tanto, toda la fallida enseñanza de Guillermo Miller para el
22 de octubre de 1844, y el peculiar mensaje del Adventismo, fundado en
la misma palabra, "purificado", no tiene ni un átomo de apoyo en
la Biblia; y, si esa palabra, "purificado", hubiera estado bien traducida
en la Biblia usada por Miller, nunca hubiera aparecido el Adventismo ni
el Jehovismo.
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Segunda
parte
EL DESMONTAJE DE LOS CÁLCULOS
PARA LLEGAR A 1844
Sobre arena, un edificio
sostenerse no podrá,
y un cálculo tan ficticio
la Historia lo arruinará.
Capítulo primero
EL
FUNDAMENTO DEL MENSAJE DE GUILLERMO MILLER
1) Miller predicó el mensaje de que el día
22 de octubre de 1844 tendría lugar la segunda venida de Cristo,
como ya hemos visto en la primera parte.
2) Ese mensaje estaba fundado en Daniel 8:14, que, según
la versión usada por Miller, como se ve por las citas aportadas
ahora por el Adventismo, decía igual que la Reina-Valera, que dice
así:
"[...]: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas;
luego el santuario será purificado." (5/823).
3) En efecto, de este texto sacó Miller los dos componentes
de su mensaje:
a) De la frase: "dos mil trescientas tardes y mañanas",
interpretadas como 2.300 días, sacó la fecha de 1844.
b) De la expresión: "el santuario será purificado",
sacó la doctrina de que el santuario que debía ser purificado
en 1844 era la Tierra, lo que suponía la segunda venida de Cristo
en esa fecha, como ya hemos visto en la primera parte.
4) Por consiguiente, tenemos que estudiar estos dos puntos,
para demostrar el error en el que incurrió Miller, que construyó
todo su mensaje "sobre la arena", como probaremos en lo sucesivo; por tanto,
vamos a ver cómo hizo los cálculos para llegar a 1844; después
revisaremos cada fecha de esos cálculos; y, en la tercera parte,
estudiaremos el tema de la "purificación del santuario".
a) Los 2.300 días (de Daniel 8:14) fueron convertidos
en 2.300 años, sirviéndose de dos textos: Números
14:34 y Ezequiel 4:6, de los cuales sacan la medida de que "un día
= a un año".
b) Después relacionó estos 2.300 años
con la profecía de las 70 semanas de Daniel 9:24-27, y llegó
a la conclusión de que estos dos períodos de tiempo empezaban
en la misma fecha, siendo las 70 semanas el primer tramo de los 2.300 días;
es decir, cuando se acabara el tramo de las 70 semanas, se añadiría
el resto de los 2.300 días.
c) Ahora le faltaba encontrar la fecha para empezar a
contar las 70 semanas de Daniel. El texto de este profeta dice que esas
semanas se empezarían a contar:
"[...] desde la salida de la orden para restaurar y
edificar a Jerusalén [...]." (Daniel 9:25).
d) Miller consideró que esa "orden" fue el decreto
dado por el rey persa Artajerjes a Esdras, en el séptimo año
de su reinado, según se indica en Esdras 7:6-28.
e) Después de haber hecho los cálculos que
fallaron por tres veces (como ya hemos visto en la primera parte), Miller
y los suyos llegaron a la conclusión que ese decreto dado por Artajerjes
a Esdras (Esdras 7:12-13) "entró en vigor" o "fue promulgado" en
el otoño del año 457 a. C., y, por tanto, había que
empezar a contar los 2.300 años desde el otoño de ese año;
así, el final coincidiría con el otoño de 1844, en
cuyo año el día 10 del mes séptimo del calendario
bíblico, en el cual era la purificación del santuario judío,
coincidía con el 22 de octubre de dicho año; así se
llegó a esta fecha para la segunda venida de Cristo:
"El simbolismo del día de la expiación,
que en 1844 cayó el 22 de octubre se combinó con la profecía
de los dos mil trescientos días, y los creyentes adventistas señalaron
aquel día como el de la purificación del santuario.
"Se creía que el santuario era la tierra y su purificación
la venida de Cristo." (1/128).
"Los dos mil trescientos días habrían terminado
en la primavera [otoño meridional] (el día de año
nuevo según el calendario judío) de 1844, si el decreto de
Artajerjes se hubiera promulgado el primer día del año 457
AC. Pero siendo que el decreto no se había promulgado hasta el otoño
[primavera meridional] de aquel año, los dos mil trescientos años
no podían terminar hasta el otoño [primavera meridional]
de 1844. Un estudio más detenido del santuario y su servicio, les
reveló que la purificación del santuario ocurría el
día décimo del mes séptimo. Esto confirmaba la idea
de que los dos mil trescientos años terminarían en el otoño
[primavera meridional] porque el día décimo del mes séptimo
correspondía al 22 de octubre de 1844." (1/150-151).
f) La Sra. White (1827-1915), "profetisa" del Adventismo,
cuenta todo esto de la siguiente manera:
"La profecía que parecía revelar con mayor
claridad el tiempo del segundo advenimiento, era la de Daniel 8:14:
’Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será
purificado el Santuario.’ (V. M.) Siguiendo la regla que se había
impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí
mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía
simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel
4:6); vio que el período de los 2.300 días proféticos,
o años literales, se extendía mucho más allá
del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse
al santuario de aquella economía. Miller aceptaba la creencia general
de que durante la era cristiana la tierra es el santuario, y dedujo por
consiguiente que la purificación del santuario predicha en Daniel
8:14 representaba la purificación de la tierra con fuego en el segundo
advenimiento de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que
si podía encontrar el punto de partida de los 2.300 días,
sería fácil fijar el tiempo del segundo advenimiento. Así
quedaría revelado el tiempo de aquella gran consumación,
[...]." (2/371).
g) Ella misma explica el resto de la interpretación
de Miller, relacionando los 2.300 días con las 70 semanas de Daniel
hasta llegar a 1844:
"Había un punto importante en la visión
del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber,
el que se refería al tiempo: el período de los 2.300 días;
por consiguiente, el ángel, reanudando su explicación, se
espacia en la cuestión del tiempo:
" ‘Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo
y sobre tu santa ciudad. ... Sepas pues y entiendas, que desde la salida
de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías
Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse
a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después
de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías,
y no por sí. ... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos,
y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.’
(Daniel 9:24-27).
"El ángel había sido enviado a Daniel con el
objeto expreso de que le explicara el punto que no había logrado
comprender en la visión del capítulo octavo, el dato relativo
al tiempo: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces
será purificado el Santuario.’ Después de mandar a Daniel
que ‘entienda’ ‘la palabra’ y que alcance inteligencia de ‘la visión’,
las primeras palabras del ángel son: ‘Setenta semanas están
determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad.’ La palabra traducida
aquí por ‘determinadas’, significa literalmente ‘descontadas.’ El
ángel declara que setenta semanas, que representan 490 años,
debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos.
¿Pero de dónde fueron descontadas? Como los 2.300 días
son el único período de tiempo mencionado en el capítulo
octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las
setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte
de los 2.300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos.
El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento
en que salió el edicto para reedificar a Jerusalén. Si se
puede encontrar la fecha de aquel edicto, queda fijado el punto de partida
del gran período de los 2.300 días.
"El decreto se encuentra en el capítulo séptimo
de Esdras. (Vers. 12-26) Fue expedido en su forma más completa por
Artajerjes, rey de Persia, en el año 457 ant. de J. C. [...].
" ‘Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar
a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá
siete semanas, y sesenta y dos semanas’ – es decir sesenta y nueve semanas,
o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia
en el otoño del año 457 ant. de J. C. Partiendo de esta fecha,
los 483 años alcanzan al otoño del año 27 de J. C.
[...] Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La palabra
‘Mesías’ significa ‘ el Ungido’. En el otoño del año
27 de J. C., Cristo fue bautizado por Juan y recibió la unción
del Espíritu Santo. [...].
" ‘Y en otra semana confirmará el pacto a muchos.’
La semana de la cual se habla aquí es la última de las setenta.
Son los siete últimos años del período concedido especialmente
a los judíos. Durante ese plazo que se extendió del año
27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio
de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio
especialmente a los judíos. [...].
" ‘A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio
y la ofrenda.’ El año 31 de J. C., tres años y medio después
de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. [...].
"Hasta aquí cada uno de los detalles de las profecías
se ha cumplido de una manera sorprendente, y el principio de las setenta
semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 ant. de
J. C. y su fin en el año 34 de J. C. Partiendo de esta fecha no
es difícil encontrar el término de los 2.300 días.
Las setenta semanas – 490 días – descontadas de los 2.300 días,
quedan 1.810 días. Contando desde 34 de J. C., los 1.810 años
alcanzan al año 1844. Por consiguiente los 2.300 días de
Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético,
según el testimonio del ángel de Dios, ‘el santuario’ debía
ser ‘purificado.’ De este modo la fecha de la purificación del santuario
– la cual se creía universalmente que se verificaría en el
segundo advenimiento de Cristo – quedó definitivamente establecida."
(2/372-376).
h) Una vez vista la interpretación de Daniel 8:14
y 9:24-27, para llegar a 1844, presentada por la persona que más
autoridad tiene en el Adventismo, pasamos a poner, en un gráfico,
los cálculos que están expuestos en esa interpretación:
Gráfico primero.
i) Vemos que los 2.300 años contados desde el otoño
del año 457 a. C. llegan hasta el otoño del año 1844
d. C. El Adventismo cuenta los 490 años de las 70 semanas desde
la misma fecha que los 2.300 años. Cuando terminaron los 490 años
(que considera que están cortados o descontados de los 2.300), los
cuales llegan hasta el otoño del año 34 d. C., suman, a esta
fecha, los 1.810 años restantes de los 2.300, y así llegan
al otoño del año 1844. Veamos ahora, en otros gráficos,
el desarrollo de los cálculos de las 70 semanas (o 490 años)
hechos por el Adventismo:
Gráfico segundo.
j) Contando las 69 primeras semanas, de las 70 (Daniel
9:25), o 483 años, desde el otoño del año 457 a. C.,
se llega al otoño del año 27 d. C., cuando (según
el Adventismo) Cristo fue bautizado. Así, a la mitad de la última
semana ( = 7 años), en la primavera del año 31 d. C., Jesús
fue crucificado; a esta fecha, se suman los 3 ½ años restantes
de la segunda mitad de la última de las 70 semanas, y se llega al
otoño del año 34 d. C., donde termina el período de
las 70 semanas (o 490 años). Al otoño del año 34,
se suman los 1.810 años restantes de los 2.300, y se llega al otoño
del año 1844 (como se ve en el gráfico primero), que es la
fecha buscada a lo largo de todos estos cálculos. Por tanto, las
fechas de los años 457 a. C., 27 d. C. 31 y 34 sólo son hitos
para llegar al año 1844, que es la fecha fundamental del Adventismo,
hasta tal punto que esta fecha figura entre las "creencias fundamentales"
de la Iglesia Adventista al mismo nivel que la creencia en Dios, en Jesucristo,
etc. (6/254-255). De aquí que, si se demuestra que alguna de esas
cuatro fechas (años 457, 27, 31, 34) es falsa, resultará
una catástrofe para las creencias fundamentales del Adventismo,
y para su razón de ser (como hemos visto en la primera parte). Por
tanto, pasamos a examinar esas cuatro fechas por orden cronológico.
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Capítulo II
LA
FECHA DEL AÑO 457 A. C.
1) El Adventismo cuenta desde el otoño de este
año 457 a. C. las 70 semanas de Daniel 9:24-27 y los 2.300 días
(convertidos en años) de Daniel 8:14. En realidad, estos textos
de Daniel contienen dos profecías distintas entre sí, y nada
tiene que ver la una con la otra. En efecto, la de Daniel 8:14 fue dada
"En el año tercero del reinado del rey Belsasar" (o Baltasar), según
Daniel 8:1, que corresponde al "año 553/552 a. C.", según
el mismo Adventismo (7/tomo 4, p. 828). Por lo que se refiere a la profecía
de Daniel 9:24-27, ésta fue dada "En el año primero de Darío
hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre
el reino de los caldeos", según Daniel 9:1. El Adventismo no tiene
ningún interés en precisar, en este lugar de su Comentario
Bíblico, a qué fecha corresponde el primer año
de este Darío (que es el mismo mencionado en Daniel 5:31 y 11:1);
pero el Jehovismo dice lo siguiente sobre Darío el Medo (al que
también llama Darío I):
"[...], por lo menos con un año y posiblemente
parte de un segundo año para Darío el Medo, el primer año
del rey Ciro el Persa quizás no haya comenzado sino hasta el año
538 a. de la E. C., extendiéndose hasta el siguiente año,
537 a. de la E. C." (8/87).
"El reinado de Darío I fue breve; la mención
del ‘primer año’ de su reinado infiere que fue rey por lo menos
por un año completo. (Dn. 9:1; 11:1) Ciro lo siguió en el
trono a fines de 538 y el profeta de Jehová, Daniel, continuó
en un puesto alto. ‘En cuanto a este Daniel, prosperó en el reinado
de Darío y el reinado de Ciro el persa.’ (Dan. 6:2, 28) [...]."
(9/13).
2) Por consiguiente, el primer año de Darío
el Medo estaría en torno al año 538 a. C. Un estudio detallado
sobre este año primero de Darío el Medo se halla en (54/177-200,
469).
3) Por tanto, sabemos que la profecía de Daniel
8:14 (sobre los 2.300 días) fue dada hacia el año 552 a.
C., y la de Daniel 9:24-27 (sobre las 70 semanas) fue revelada hacia el
año 538 a. C. Esto supone que entre Daniel 8:14 y Daniel 9:24-27
hay 14 años de diferencia; pero parece que al Adventismo le gustaría
borrar esos 14 años de historia entre los capítulos 8 y 9
de Daniel, para que así fuera más fácil su teoría
de que las 70 semanas están cortadas del período de los 2.300
días, y por tanto ambas profecías comienzan en la misma fecha.
He aquí un intento de borrar esos 14 años, realizado por
el Dr. Jean Zürcher (a quien ya nos hemos referido más arriba),
y publicado en la Revista oficial del Adventismo; dice así:
"[...]. Esto es lo que pide Daniel en su oración:
‘Dios nuestro ... haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado’
(Dan. 9:17). Es verdad que el profeta pensaba en el santuario terrenal,
mientras que el ángel le habla del santuario celestial. Daniel estaba
pensando en los setenta años de la profecía de Jeremías,
cuando Gabriel le declaró: ‘Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas;
luego el santuario será purificado’ (Dan. 8:14)." (11/11).
4) Vemos cómo el Dr. Zürcher suprime los 14 años
que separan los capítulos 8 y 9 de Daniel, pues, según él,
cuando Daniel estaba orando en el año 538 a. C., vino el ángel
y le dijo lo que ya le había dicho en el año 552 a. C. (es
decir, 14 años antes); parece increíble que un doctor en
Filosofía razone de esta manera; pero esto sólo es un amago
de los intentos que harán para conseguir establecer su fundamental
fecha de 1844, lo veremos.
5) Por otra parte, en Números 14:34 y Ezequiel
4:6, no hay ninguna regla, que diga que en las profecías dadas en
días, éstos deban transformarse en años; pues en esos
dos textos sólo se trata de dos hechos concretos, en cada uno de
los cuales se dice lo contrario del otro: en Números 14:34, se afirma
"un año por cada día", mientras que, en Ezequiel 4:6, se
informa: "día por año". Veamos esos dos textos dentro de
sus contextos:
a) Dios ordenó a Moisés que enviara doce
hombres a reconocer la tierra de Canaán, donde debían entrar
los israelitas; los doce espías tardaron 40 días en reconocer
aquella tierra (Números 13:1-25). Diez de los doce dieron un informe
negativo, que arrastró a los israelitas a rechazar la orden de Dios
para entrar en Canaán; entonces, Dios dijo que todos los que tuvieran
de 20 años para arriba, morirían en el desierto, excepto
Caleb y Josué (Números 14:1-30); por tanto, para que los
desobedientes murieran en el desierto, Dios los castigó a deambular
por allí 40 años, un año por cada día que habían
tardado en reconocer la tierra:
"Conforme al número de los días, de los
cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras
iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y
conoceréis mi castigo." (Números 14:34).
b) En Ezequiel capítulos 4 y 5, Dios anuncia, mediante
una serie de acciones que ordena realizar al profeta, el sitio y destrucción
de Jerusalén, lo cual se explica en 2 Reyes 25:1-10. Entre esos
gestos simbólicos, Ezequiel tuvo que realizar dos, que consistían
en cargar Dios, simbólicamente, la maldad de la casa de Israel,
que había durado 190 años, sobre el profeta, reduciéndola
a 190 días ( un día por cada año), que el profeta
tenía que dormir sobre el lado izquierdo; después, como la
maldad de la casa de Israel había durado 40 años, Dios ordena,
al profeta, que duerma otros cuarenta días sobre el lado derecho,
y dice:
"[...], y llevarás la maldad de la casa de Judá
cuarenta días; día por año, día por año
te lo he dado." (Ezequiel 4:6).
6) Como es evidente, estos dos pasajes van en sentido contrario.
En el primero, los 40 días se transforman en 40 años;
en el segundo, los 40 años se convierten en 40 días.
Por tanto, en estos dos pasajes no hay ninguna regla profética,
sino un castigo real en el primer caso, y un castigo simbólico en
el segundo. Si alguien quiere coger estos dos textos (Números 14:34
y Ezequiel 4:6), para establecer una regla que mida el tiempo profético,
tiene que, según el primer texto, transformar los días en
años (40 días = 40 años), y, según el segundo
texto, tiene que convertir los años en días (40 años
= 40 días). Muchos, por no fijarse bien en lo que dicen estos dos
textos bíblicos, han aplicado (cada uno como bien le ha parecido
en cuanto al punto de partida) el invento de esa regla o norma, que no
existe en ninguna parte, y todos sus cálculos han terminado en un
rotundo fracaso; en ninguna ocasión se ha cumplido lo que han anunciado
con unos cálculos hechos con esa regla (véase el Apéndice
1). Por tanto, cuando la Biblia da profecías en días,
los días sólo son días (véase el Apéndice
2). Sólo, en las 70 semanas de Daniel, se cuenta un año
por cada día; pero la medida no viene de esos dos textos que comentamos,
sino de un hecho que simboliza lo anunciado en las 70 semanas (lo cual
sí se cumplió al pie de la letra); además, en estos
dos casos, la medida del tiempo no se da en días, sino en semanas,
y, en uno de ellos, se dice claramente que son semanas de años (véase
el Apéndice 3 y el Apéndice 9).
7) Por tanto, los 2.300 días de Daniel 8:14 son
días literales (véase el Apéndice 2); se trata de
los días que se iba a tardar en reconstruir el templo de Jerusalén
que, cuando se dio la profecía de Daniel 8: 14 en el año
552 a. C., estaba destruido desde el año 19 del reinado de Nabucodonosor
(2 Reyes 25:8-10), que es el año 586 a. C. (54/200-228). En efecto:
a) En Jeremías 17:27, se anuncia la destrucción
de Jerusalén. Esta destrucción fue realizada, como queda
indicado, en el año 586 a. C., cuando el templo también fue
destruido, según se explica en 2 Reyes 25:8-10.
b) Según Daniel 8:1, en el año 552 a. C.,
se anuncia la restauración de ese templo en Daniel 8:14, la cual
fue terminada y el templo dedicado en el sexto año del reinado del
rey Darío, según se dice en Esdras 6:15-18. Este rey es Darío
I, y su sexto año (según el Adventismo) corresponde al año
515 a. C. (7/tomo III, p. 363). (Véase el Apéndice
2).
c) En Daniel 9:26, se vuelve a anunciar la destrucción
de Jerusalén y del templo, lo cual sucedió en el año
70 d. C. por medio de las legiones romanas al mando del príncipe
Tito, hijo del emperador romano Vespasiano (7/tomo V, p. 484).
8) Es evidente que el hecho de convertir los 2.300 días
en 2.300 años no tiene base bíblica; de ahí, los intentos
del Adventismo para "cortar" las 70 semanas de los 2.300 días de
Daniel 8:14, empezando los dos períodos al mismo tiempo en el año
457 a. C., como se ve en el gráfico primero de más arriba;
pero ese subterfugio no le sirve para sus fines; porque no le salen las
cuentas en su cálculo de las 70 semanas de Daniel 9:24-27, como
vamos a demostrar a continuación.
9) En Daniel 9.25, se dice que las 70 semanas se empezarían
a contar "desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén
[...]".
10) En Esdras 7:12-13, el rey persa Artajerjes dice, al
sacerdote judío Esdras, en su decreto:
"Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba
erudito en la ley del Dios del cielo: Paz.
"Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino,
del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo
a Jerusalén, vaya."
11) No se dice en qué día dio el rey Artajerjes
esta orden; pero sí se afirma en la Biblia:
"[...], este Esdras subió de Babilonia. [...]
Y con él subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel,
y de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo,
en el séptimo año del rey Artajerjes. Y llegó a Jerusalén
en el mes quinto del año séptimo del rey. Porque el día
primero del primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al
primero del mes quinto llegó a Jerusalén, [...]." (Esdras
7:6-9).
12) Vemos con claridad que, aunque no se dice en qué
día se emitió esa orden del rey Artajerjes, está claramente
expresado que ese viaje a Jerusalén se realizó en el año
séptimo del rey Artajerjes, y que salieron de Babilonia en el día
primero del primer mes, que es Nisán, equivalente al mes
de abril (aproximadamente); y llegaron a Jerusalén el día
primero del mes quinto, que es Av, el cual corresponde al mes de
agosto (aproximadamente), (12/73, 107). Así que el viaje empezó
a primeros de abril, y llegaron a Jerusalén a primeros de agosto
del año séptimo del reinado del rey Artajerjes. Ahora hay
que calcular dos cosas:
a) A qué año del calendario juliano corresponde
el año séptimo del reinado de Artajerjes.
b) En qué momento, dentro de ese año séptimo,
el rey Artajerjes emitió esa "orden", para realizar ese viaje a
Jerusalén.
13) Sobre el año séptimo de Artajerjes,
el Adventismo dice:
"Uno de los papiros de doble fecha descubiertos en la
colonia judía de Elefantina, Egipto [...], fue escrito en el año
de ascensión al trono de Artajerjes, en enero del 464 a. C. [...].
Comparándolo con otros registros, antiguos, se puede deducir que,
mediante el cómputo judío, el ‘comienzo de su reinado’ o
‘año ascensional’ comenzó después del Año Nuevo
judío de 465 a. C. y terminó en el siguiente Año Nuevo
judío, en septiembre-octubre del 464 a. C. Entonces, su ‘primer
año’ (su primer año calendario completo) habría sido
desde septiembre-octubre del 464 a. C. hasta septiembre-octubre del 463
a. C. El 7º año de Artajerjes se extendería entonces,
desde el otoño (septiembre-octubre) del 458 a. C. hasta el otoño
del 457 a. C. [...]." (7/tomo 4, p. 879).
"Artajerjes ascendió al trono a finales del año
465 A. C. Pero el año 465-464 A. C. no fue el primero de Artajerjes.
[...] Tanto judíos como persas contaban los años del reinado
de los monarcas a partir de fechas fijas. Los judíos contaban los
años civiles de otoño a otoño, comenzando con el 1º
de Tisri (Septiembre). El período que iba desde la ascensión
al trono hasta el siguiente día 1º de Tisri era denominado
‘comienzo del reinado’ [...]. Ahora se acostumbra llamarlo ‘año
ascensional’. Podía durar días o meses. Recién al
terminar comenzaba el primer año de reinado." (13/tomo III, p. 223).
14) Por otra parte, tenemos la siguiente información
sobre el comienzo del reinado de Artajerjes, cuando sucedió a su
padre Jerjes:
"JERJES. Rey de Persia, llamado Asuero en latín,
hijo de Darío I, n. hacia el año 519 a. de J. C. y m. en
465. [...], siendo asesinado, junto con su hijo mayor Darío, por
el jefe de la guardia, Artabán, en Diciembre de 465 ó Enero
del 464, que fue muerto el mismo día. Le sucedió su hijo
Artajerjes I." (14/tomo 28, pp. 2669-2670).
15) Recogiendo ahora, en un gráfico, toda la información
de estas tres últimas citas, veremos con claridad dónde queda
situado el año 7º del rey Artajerjes en el calendario juliano.
Gráfico tercero.
16) Observamos, en este gráfico, que los años
del calendario judío, que van de otoño a otoño, comprenden
el último trimestre de un año juliano más los tres
primeros trimestres del año siguiente. El "año ascensional"
de Artajerjes comenzó entre finales de diciembre del año
465 a. C. y primeros días de enero del año 464 a. C. y terminó
por finales de septiembre del año 464 a. C. También vemos
dónde empezó y terminó el viaje que hizo Esdras a
Jerusalén en el año 7º del reinado de Artajerjes; se
observa que este año 7º comprende el último trimestre
del año 458 a. C. y los tres primeros trimestres del año
457 a. C.
17) Una vez averiguado a qué año del calendario
juliano corresponde el año 7º de Artajerjes, nos queda deducir
en qué momento, dentro de ese año 7º, emitió
el rey Artajerjes esa "orden", para realizar ese viaje a Jerusalén,
que es lo que hemos indicado más arriba, en el punto 12-b.
18) Es evidente que la "orden", para realizar ese viaje,
tuvo que emitirse antes de comenzar dicho viaje. Lógica y evidentemente
los hechos cronológicos sucedieron así:
a) El rey Artajerjes emite la "orden" para el viaje.
b) La "orden" dice que todo el que quiera ir "en mi reino"
a Jerusalén, se reúna en Babilonia; por tanto, la "orden"
debe darse a conocer por todo el reino del rey Artajerjes.
c) Cuando los judíos que vivían en el reino
persa de Artajerjes, conocieron esa "orden", los que quisieron ir a Jerusalén,
se concentraron en Babilonia para hacer el viaje con Esdras; en Esdras
8:1-36, se habla de los que hicieron ese viaje.
d) Ahora bien, ¿cuánto tiempo pudo pasar
desde que el rey dio la "orden" hasta que estos judíos se reunieron
en Babilonia? Si nos fijamos en el mapa del reino persa (en la última
página), y en (52/tomo I, p. 44), vemos que los que vivían
en la parte oriental de ese reino, por ejemplo, en la importante ciudad
de Bactra, o en el extremo occidental, tuvieron que recorrer unas distancias
mayores que el camino recorrido después para ir desde Babilonia
a Jerusalén rodeando el desierto de Arabia. Además, puesto
que era un viaje sin retorno, pues se trataba de ir a vivir en Jerusalén,
es decir, volver a la tierra de donde habían sido deportados sus
padres, estos judíos tuvieron que liquidar sus negocios y propiedades
antes de ir a Babilonia para reunirse con Esdras. Por consiguiente, aunque
ese viaje hasta Babilonia se hiciera más rápido que el de
Babilonia a Jerusalén, porque un viaje individual es más
rápido que el de una caravana, si en el viaje a Jerusalén
se tardó unos cuatro meses, en el viaje hasta Babilonia, al ser
la distancia, para los más alejados, casi el doble que de Babilonia
a Jerusalén, no podemos calcular que tardaran menos de otros cuatro
meses; a estos cuatro meses hay que sumar el tiempo que tardaron los heraldos
del rey (éstos más rápidos) de llevar la noticia de
la "orden" del rey hasta Bactra, por ejemplo; también hay que sumar
el tiempo que estos judíos tardaran en liquidar sus posesiones.
No es ninguna exageración calcular que, desde que el rey emitió
la "orden" en cuestión hasta que los judíos de los lugares
más alejados del reino persa se pusieran en camino hacia Babilonia,
pasaron otros dos meses más. Por tanto, desde que el rey emitió
la "orden" hasta que Esdras empezó el viaje desde Babilonia, se
habrían pasado seis meses como mínimo; Así, pues,
como Esdras salió de Babilonia el día primero del primer
mes, que hemos visto que corresponde a primeros de abril del calendario
juliano, resulta que seis meses antes corresponde a primeros del mes de
octubre del año 458 a. C., es decir, nos situamos en el comienzo
del año 7º del reinado del rey Artajerjes, que es el comienzo
del otoño del año 458 a. C., como se puede ver más
arriba (gráfico tercero).
19) Por tanto, como la Biblia dice que las 70 semanas
se empiezan a contar "... desde la salida de la orden..." (Daniel 9:25),
resulta que, si comenzamos a contar los 2.300 días al mismo tiempo,
como hace el Adventismo, y la fecha de este comienzo es el principio del
otoño del año 458 a. C., el final de estos 2.300 días
(años para el Adventismo) se sitúa en el comienzo del otoño
(primeros de octubre) del año 1843 d. C., pues al retrasar un año
el comienzo (desde el 457 al 458), también se retrasa un año
el final (desde el 1844 al 1843), como se puede observar más arriba
(gráfico primero).
20) Como se ve, vamos a parar al año 1843 que es
la primera fecha que dio Guillermo Miller para el fin del mundo, fecha
que fue presentada en "el famoso diagrama ‘1843’.", donde estaban los cálculos
que daban lugar a esa fecha por cuatro caminos distintos (véase
ese diagrama en el Apéndice 1). Después, cuando esa fecha
falló, dieron otras dos: "el 21 de marzo y luego el 18 de abril
de 1844". Por fin, dieron la fecha del 22 de octubre de 1844, que también
falló; así retrasaron la fecha del fin del mundo un año,
desde 1843 a 1844, que es el año que ahora encontramos de error
en esos cálculos. Dentro del año 1844, fijaron el día
22 de octubre porque dicen que, en ese año, ese día correspondía
al día 10 de Tisri del calendario judío, en el cual se celebraba
la fiesta de las "Expiaciones", consistente en la purificación del
santuario israelita (Levítico 16:29-30):
"Un estudio más detenido del santuario y su servicio,
les reveló que la purificación del santuario ocurría
el día décimo del mes séptimo. Esto confirmaba la
idea de que los dos mil trescientos años terminarían en el
otoño [primavera meridional] porque el día décimo
del mes séptimo correspondería al 22 de octubre de 1844."
(1/151).
21) Ahora bien, si cuentan los 2.300 años por el calendario
juliano, dichos años tienen que haber empezado en el día
22 de octubre del año 457 a. C.; y, si los cuentan por el calendario
judío, esos años tienen que comenzar el día décimo
del mes de Tisri del mismo año 457 a. C. En los dos casos esto da
lugar a un error, que consiste en comenzar a contar las 70 semanas (pues
no olvidemos que las cuentan juntas con los 2.300 años) en el año
8º del rey Artajerjes, pues este año 8º empezó
el día uno de Tisri del año 457 a. C., y el día de
las "expiaciones" era el día décimo de ese mes; lo mismo
sucede si se cuenta por el calendario juliano, pues el 22 de octubre del
año 457 a. C. cae dentro del año 8º del rey Artajerjes
(véase el gráfico tercero).
22) Ahora tenemos que preguntar: ¿cómo justifica
el Adventismo este desplazamiento del comienzo de las 70 semanas en un
año (del 458 al 457) en contra de lo que dice la Biblia en Daniel
9:25? La profetisa del Adventismo contesta así:
"El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en
el otoño del año 457 ant. de J. C." (2/373).
23) Vemos que, con esta declaración tan rotunda como
gratuita, se cambia el principio de las 70 semanas desde 458 a. C. a un
año más tarde, al 457 a. C., para que, así, el final
de los 2.300 días-años no sea en 1843, como había
predicado Miller, sino que ese final sea en el otoño del año
1844. Repitamos el gráfico tercero agregando las fechas del verdadero
comienzo de las 70 semanas y de esa pretendida puesta "en vigencia" de
la "orden" o "decreto" de Artajerjes en el 7º año de su reinado:
Gráfico cuarto.
24) Veamos ahora lo que implicaba la "orden" de Artajerjes
para los judíos que fueron con Esdras desde Babilonia a Jerusalén
en el 7º año del reinado de este rey, según lo explica
la Biblia en Esdras 7:1-27 y 8:24-34:
a) Les autorizaba a concentrarse en Babilonia.
b) Marcharse a Jerusalén para residir allí.
c) Llevar consigo más de 22.000 kilos de plata
y más de 3.000 kilos de oro, amén de una cantidad de valiosos
objetos; parte de todo esto fue donado por el mismo rey Artajerjes y su
Gobierno (como se explica en Esdras 7:15-16).
25) El Adventismo debería explicar cómo
hicieron todo eso los judíos sin tener ninguna autorización
para ello, puesto que se fueron al principio del mes de abril del año
457 a. C., y la "orden" para hacerlo no entró en vigencia hasta
el otoño del mismo año, casi dos meses después de
haber llegado a Jerusalén, según su profetisa, Sra. White.
Parece increíble que personas con estudios de Derecho (en el Adventismo)
puedan aceptar y apoyar esas inconsecuencias de su profetisa; pero jamás
nadie podrá encontrar en la Biblia ni en la Historia ninguna prueba,
para demostrar que la "orden" o "decreto" del rey "Artajerjes fue puesto
en vigencia en el otoño del año 457 a. C.". Eso es lo que
necesitaban para llegar con sus cálculos hasta el otoño del
año 1844, y, sencillamente, se lo inventaron; después lo
confirmó su profetisa, que para eso la crearon (véase el
Apéndice 4).
26) Por fin, podemos preguntar, al Adventismo, que si
la fecha verdadera, para empezar a contar las 70 semanas (y los 2.300 días,
según ellos) era el otoño del año 457 a. C., para
llegar al otoño del año 1844 d. C., ¿por qué
hicieron unos cálculos proféticos que llegaban sólo
al año 1843, y los exhibieron en "el famoso diagrama ‘1843’ " desde
1842? (véase el Apéndice 1). Su profetisa contesta así,
apoyándose en una de sus visiones:
"He visto que el diagrama de 1843 fue dirigido por la
mano del Señor, y que no debe ser alterado; que las cifras eran
como él las quería; que su mano cubrió y ocultó
una equivocación en algunas de las cifras, para que nadie pudiese
verla, hasta que la mano de Dios se apartase."
"[...]. La mano del Señor se apartó de las
cifras, y echaron de ver el error. Advirtieron que los períodos
proféticos alcanzaban hasta 1844, y que la misma prueba que habían
aducido para demostrar que los períodos proféticos terminaban
en 1843 demostraba que terminarían en 1844." (3/74, 236).
27) He ahí la profetisa del Adventismo: tan falsa
es esa explicación de lo que hacía ese dios trafullero con
su mano, como la explicación de que: "El decreto de Artajerjes fue
puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C.".
Pero una cosa es cierta: que el Adventismo tiene un error, en su fecha
del año 457 a. C., que resulta ser falsa, por lo que no le permite
llegar a establecer su creencia fundamental basada en la fecha de 1844;
porque, para llegar a ella, le falta un año, y esto no tiene arreglo;
mas sigamos con las fechas de sus cálculos y veremos más
trafullas.
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Capítulo III
LA
FECHA DEL AÑO 27 D. C.
1) La fecha del año 27 d. C. es el segundo hito,
en los cálculos del Adventismo, para llegar a 1844. Deducen esta
fecha contando las 69 primeras semanas (ó 483 años) de las
70 semanas de Daniel desde el otoño del año 457 a. C., cuando
dice su profetisa que entró en vigencia el decreto del rey Artajerjes;
el mismo Adventismo lo explica así, apoyándose en la autoridad
de ella:
"Comenzando en el otoño [...] del 457 a. C.,
cuando entró en vigencia el decreto, las 69 semanas proféticas,
o 483 años, llegan hasta el bautismo de Jesús en el año
27 d. C." (7/tomo 4, p. 879).
2) Los comentaristas del Adventismo no tienen más
remedio que escribir esto para dar la razón a su profetisa, la cual
también dejó establecida la fecha del bautismo de Cristo
con la siguiente afirmación rotunda (para que lo demuestren sus
seguidores):
"En el otoño del año 27 de J. C., Cristo
fue bautizado por Juan [...]." (2/373).
3) La Biblia que usa el Adventismo, en su Comentario Bíblico,
dice que Jesús fue bautizado:
"En el año decimoquinto del imperio de Tiberio
César, [...]." (Lucas 3:1), (5/939).
4) Ahora, estos comentaristas no pueden demostrar que Cristo
fuera bautizado en el año 27; pero, como no pueden dejar de dar
la razón a su profetisa, recurren a una trafulla para demostrar
que el bautismo de Jesús tuvo lugar en ese año indicado;
he aquí sus palabras:
"Augusto murió [...] el 19 de agosto, [...] el
año 14 d. C. [...].
"[...] los judíos computaban el reinado de los reyes
extranjeros
según el año que comenzaba el 1 de Tisri. Si así fue,
es de esperar que Lucas contara los años de Tiberio, gobernante
romano, a partir de 1º de Tisri, y que su 2º año comenzara
el primer día de año nuevo de su reinado, es decir, el 1º
de Tisri del año 14 d. C." (7/tomo 5, pp. 235, 237).
5) Por una parte, vemos que esperan que Lucas contara los
años de Tiberio por el calendario judío, "según el
año que comenzaba el 1 de Tisri"; pero, por otra parte, contara
de forma que el 2º año de Tiberio empezara en el 1º de
Tisri de su reinado; es decir, que el año 2º comenzara donde,
en el calendario judío, empezaba el año 1º completo;
de esta forma, esperan que Lucas convirtiera lo que era el "año
ascensional" en el año 1º. Veamos, en un gráfico, el
galimatías que hay en esta última cita:
Gráfico quinto.
6) Vemos, en este gráfico quinto, que desde la
muerte de Augusto en el día 19 de agosto del año 14, hasta
el día 1º de Tisri siguiente hay un mes y medio (aproximadamente).
Puesto que esperan que Lucas contara los años de Tiberio por el
calendario judío, según el año que comienza en el
1º de Tisri, resulta que esa fracción de un mes y medio debe
ser el "año ascensional" de Tiberio y, a continuación, comenzar
el año 1º de su reinado, como en el caso del rey Artajerjes
(véase el Gráfico cuarto); pero, como esto no les interesa,
han transformado el "año ascensional" en el primer año; de
esta forma, donde debía empezar el año 1º, comienza
el año 2º; por consiguiente, con este subterfugio, han escamoteado
un año al reinado de Tiberio, para que el año 15º de
éste coincida con el año 27. Mediante esta trafulla consiguen
adaptar lo que dice Lucas 3:1, 21 a la fecha del año 27 para el
bautismo de Jesús, como afirma su profetisa.
7) Ahora bien, nadie podrá demostrar jamás
que alguien haya contado alguna vez de esa manera por el calendario judío.
Como es evidente, por el calendario judío se contaban los años
completos a partir del 1º de Tisri, y la fracción de año,
que había hasta llegar al 1º de Tisri, era el "año ascensional",
tal como está contado en el caso del rey Artajerjes (véase
el gráfico cuarto). Por tanto, si se aplica el sistema judío
a los años del imperio de Tiberio, hay que contar los años
de la siguiente forma:
Gráfico sexto.
8) Observamos que, contando los años del imperio
de Tiberio, según se contaban por el calendario judío, el
año 15º de Tiberio ya no coincide con el año 27, sino
que coincide con el 28 y con el 29. De esta forma, la fecha que da la profetisa,
para el bautismo de Jesús en el año 27, es totalmente falsa.
No obstante, veamos lo que sucede si contamos los años de Tiberio
según el sistema romano; los romanos no tenían "año
ascensional", ni contaban los años de reinado a partir de año
nuevo, sino que contaban el primer año de reinado desde la fecha
que un emperador empezaba a reinar hasta la misma fecha del año
siguiente; por consiguiente, los años del imperio de Tiberio se
cuentan así, según los romanos:
"Augusto, inmediato predecesor de Tiberio, murió
el 19 de agosto del 767 a U. C. = 14 d. C. El año 15 de Tiberio
empezaba el 19 de agosto del 781.) (15/NT, tomo I-2º, p. 102).
"Las monedas prueban que Tiberio sólo tomó
el título de emperador a la muerte de Augusto; y desde este año
comenzaba su cómputo imperial. El año 15 de Tiberio va del
19 de agosto de 781 a 19 de agosto de 782 de Roma." (16/tomo V, p. 785).
9) Veamos, en un gráfico, lo que dicen estas dos últimas
citas:
Gráfico séptimo.
10) Es evidente que, contando los años del imperio
de Tiberio según los romanos, su año 15º comprende parte
del año 28 y parte del año 29. Por tanto, para poner la fecha
del bautismo de Jesús en el otoño del año 15º
del imperio de Tiberio, no hay más remedio que colocar el bautismo
de Jesús en el otoño del año 28. Por tanto, la fecha
del otoño del año 27 (para el bautismo de Cristo), dada por
la profetisa del Adventismo, es una fecha absolutamente falsa. Esto hace
que el segundo hito, que es este año 27, dentro de los cálculos
del Adventismo para llegar al año 1844, tenga que ser removido un
año hacia delante; es decir, desde el año 27 al año
28. Por esto, los comentaristas del Adventismo hacen la trafulla de escamotear
un año en el reinado de Tiberio (como queda demostrado en el gráfico
quinto); pero prosigamos con el hito siguiente dentro de los cálculos
del Adventismo, que corresponde a la fecha de la muerte de Jesús.
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Capítulo IV
LAS
FECHAS DE LOS AÑOS 31 Y 34
1) Para saltar desde el hito del año 27 a los hitos
de los años 31 y 34, la profetisa afirma rotundamente:
"En el año 31 de J. C., tres años y medio
después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. [...]
"Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los
judíos, terminaron [...] en el año 34 de J. C." (2/375).
2) Ahora, los comentaristas del Adventismo tienen que intentar
probar que Jesús murió en la fecha que afirma su profetisa,
así como la fecha del año 34; éstos, tras recurrir
a una serie de embrollos para establecer la fecha del bautismo de Jesús
en el año 27, concluyen escamoteando un año del reinado de
Tiberio (como ya hemos visto); pero, siguiendo con su Comentario,
pretenden probar que la fecha de la crucifixión de Jesús
fue en el año 31, y que 3 ½ años después concluyeron
las 70 semanas de Daniel; ellos lo afirman así:
"Esta semana, la septuagésima, comenzó
en 27 d. C. al iniciarse el ministerio público de Cristo en ocasión
de su bautismo. Se extendió más allá de la crucifixión
en ‘la mitad de la semana’, ocurrida en la primavera (marzo-abril) del
31 d. C. hasta el rechazo de los judíos como pueblo del pacto, en
el otoño del 34 d. C. [...]." (7/tomo 4, p. 880).
"En resumen: no hay una prueba decisiva, ni histórica
ni cronológica – como tampoco hay pruebas contrarias -, de que Jesús
comenzara su ministerio a fines del año 27 d. C., o sea, al final
de las 69 semanas de años, contadas a partir del año 457
a. C., o que puso fin al simbolismo de los sacrificios y las ofrendas en
la cruz exactamente 3 ½ años más tarde, en la primavera
del año 31 d. C., quedando aún 3 ½ años de
la 70ª semana para completar el período de 490 años
desde su punto de partida. Sin embargo, aunque uno no pueda afirmar que
estas fechas están comprobadas con fuentes documentales históricas
directas, se las puede aceptar como deducciones muy razonables,
teniendo en cuenta las profecías." (7/tomo 5, p. 239).
3) Vemos que los comentaristas adventistas dicen que "no
hay una prueba
decisiva, ni histórica ni cronológica
[...], de que Jesús comenzara su ministerio a fines del año
27 d. C." Esto es precisamente lo que venimos demostrando al revisar las
fechas de sus cálculos cronológicos en la interpretación
de las 70 semanas de Daniel hecha por su profetisa. Exactamente por esto,
porque
no hay una prueba decisiva para establecer la fecha del año
27 d. C., intentan fabricarla ellos, escamoteando un año en el reinado
del emperador romano Tiberio (como hemos visto en el gráfico quinto);
pero, por otra parte, afirman que "tampoco hay pruebas contrarias", para
establecer esa fecha del año 27; esto es una afirmación gratuita,
porque sí hay pruebas que tiran por tierra esa fecha; pero ellos
silencian unas y desprestigian otras con un cúmulo de embrollos
hasta extremos inauditos, como puede comprobarse en su Comentario
(7/tomo 5, pp. 225-259). No obstante, además de todas las pruebas
que les venimos mostrando aquí, que desenmascaran lo erróneas
que son las fechas-hitos de su cronología, hay muchas más
pruebas bíblicas, históricas y astronómicas, que sitúan,
en otras fechas correctas y distintas de las de ellos, las fechas del bautismo
y crucifixión de Cristo (17/39-138).
4) En las dos últimas citas, también nos
dicen que, sumando 3 ½ años a la fecha del año 27,
se llega a la fecha de la muerte de Jesús en la primavera del año
31; y, sumando otros 3 ½ años a esta última fecha,
se consigue la fecha del otoño del año 34, que, según
ellos, este año 34 es el final de las 70 semanas de Daniel. Veamos
esto:
a) En los gráficos sexto y séptimo, mostramos
que, una vez restaurado (en el reinado de Tiberio) el año que ellos
habían escamoteado, el otoño del año 15º del
imperio de Tiberio ya no coincide con el otoño de año 27,
como quieren ellos, sino con el otoño del año 28. Por tanto,
es en el otoño de este año 28 donde se sitúa el bautismo
de Cristo, siempre que, en Lucas 3:1, se lea la palabra IMPERIO.
b) Por consiguiente, sumando los 3 ½ años
del ministerio de Jesús al otoño del año 28, la crucifixión
de Cristo se sitúa en la primavera del año 32; con esto,
queda claro que la fecha del año 31 es totalmente falsa, a pesar
de todo lo que digan la profetisa y los dirigentes del Adventismo.
c) Si, a la fecha de la crucifixión, sumamos otros
3 ½ años, como quiere el Adventismo, vamos a parar al otoño
del año 35, y no al del año 34, aunque la susodicha profetisa
diga lo contrario. Veámoslo en el siguiente gráfico:
Gráfico octavo.
5) En consecuencia, si, como quiere el Adventismo, la
fecha del bautismo de Jesús tiene que ser en el otoño del
año 15º del imperio de Tiberio y, 3 ½ años después,
tuvo lugar la crucifixión, ésta forzosamente se sitúa
en la primavera del año 32, y no del 31 donde la sitúa su
profetisa; y, si a la fecha de la crucifixión se suman otros 3 ½
años, para llegar al final de las 70 semanas de Daniel, el resultado
es que las 70 semanas terminan en el otoño del año 35, como
vemos en el gráfico octavo. Esto supone que la fecha del año
34 también es falsa, a pesar de tantas trafullas y de tanta profetisa.
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Capítulo V
LA
FECHA DEL AÑO 1844
1) La profetisa del Adventismo dice rotundamente cómo
se llega a establecer la fecha del año 1844, en el cual, según
ella, empezó "la purificación del santuario"; éstas
son sus palabras:
"[...] el principio de las setenta semanas queda establecido
irrefutablemente en el año 457 ant. de J. C. y su fin en el año
34 de J. C. Partiendo de esta fecha no es difícil encontrar el término
de los 2.300 días. Las setenta semanas – 490 días – descontadas
de los 2.300 días, quedan 1.810 días. Concluidos los 490
días, quedan aún por cumplirse los 1.810 días. Contando
desde 34 de J. C., los 1.810 años alcanzan al año 1844. Por
consiguiente los 2.300 días de Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al
fin de este gran período profético, según el testimonio
del ángel de Dios, ‘el santuario’ debía ser ‘purificado’.
De este modo la fecha de la purificación del santuario [...] quedó
definitivamente establecida." (2/376).
2) Los comentaristas del Adventismo, fieles defensores y
apoyadores de la doctrina de su profetisa hasta el día de hoy, confirmando
dócilmente lo dicho por ella, afirman lo siguiente:
"Puesto que las 70 semanas, o 490 años, son parte
del período más largo de 2.300 años y puesto que los
primeros 490 años de ese período se extienden hasta el otoño
del 34 d. C., es posible calcular la fecha de la terminación de
los 2.300 años. Sumando a 34 d. C. los 1.810 años restantes
de los 2.300 años se llega hasta el otoño de 1844 cuando
el santuario debía ser ‘purificado’ [...]." (7/tomo 4, pp. 880-881).
3) Antes de continuar con lo relativo a la fecha de 1844,
debemos hacer aquí la siguiente observación: esta última
cita está tomada del comentario al capítulo 9 de Daniel;
para el comentario a este capítulo 9 de Daniel se emplean sólo
siete páginas; pero, al final de las cuales, se dice: "COMENTARIOS
DE ELENA G. DE WHITE", y, debajo de este título, se coloca una lista
de sus obras indicando la página (o páginas) que hay que
leer de cada una de esas obras, donde ella comenta el capítulo 9
de Daniel; en total hay que leer 36 páginas de esas obras (7/tomo
4, p. 881). Si nos fijamos, por ejemplo, en un lugar de la Biblia ajeno
a este tema, como es el capítulo 10 del evangelio de Marcos, hallamos
que estos comentaristas adventistas escriben poco más de dos páginas
para comentar ese capítulo 10; pero indican para leer 89 páginas
de los libros de su profetisa, donde ella comenta el capítulo 10
de Marcos (7/tomo 5, p. 627). Por tanto, podemos afirmar que, como lo muestra
la evidencia, el Comentario Bíblico Adventista está
hecho en favor de y por su profetisa, y sirve al Adventismo:
a) Para paliar los errores de ella hasta donde les es
posible.
b) Como una guía para leer los libros de su profetisa.
c) Para mostrar que los comentaristas del Adventismo están
amordazados y maniatados por un servilismo ciego a su profetisa, cuya inspiración
fue fabricada por la misma Iglesia Adventista en sus primeros tiempos (véase
el Apéndice 4).
4) Volviendo a la fecha de 1844, vemos que, tanto la profetisa
como sus comentaristas, dicen que, descontando de los 2.300 años
los 490 años de las 70 semanas, restan otros 1.810 años,
los cuales se agregan al año en el cual terminan las 70 semanas.
Como el fin de esas semanas es, para ellos, el año 34, suman, a
este año, los otros 1.810, y así llegan a establecer la fecha
del año 1844; pero, como, según ya hemos visto, la fecha
del año 34 es falsa, y la fecha verdadera (de acuerdo con el año
15º del imperio de Tiberio) es el año 35 (véase el gráfico
octavo), resulta que esos 1.810 años hay que sumarlos al año
35; siendo esto así, tenemos como resultado de esta suma que la
fecha del año 1844 también es falsa; porque, sumando 1.810
años al otoño del año 35, vamos a parar al otoño
del año 1845. Esto nos muestra que hay una laguna de dos años
en los cálculos del Adventismo, para poder llegar al año
1844, en el cual afirma que empezó "la purificación del santuario"
o "juicio investigador". Esta laguna de dos años se produce de la
manera siguiente:
a) El Adventismo empieza a contar el período de
los 2.300 años junto con las 70 semanas en el otoño del año
457 a. C. (véase el gráfico primero); pero, como ya queda
demostrado, esa fecha del año 457 es falsa, siendo la fecha verdadera
el año 458 a. C., con lo cual el comienzo de los cálculos,
para llegar a 1844, retrocede un año.
b) El Adventismo, confirmando lo dicho por su profetisa,
pone el final de las 70 semanas (o 490 años) en el año 34
d. C.; pero, como queda demostrado, esta fecha del año 34 también
es falsa, siendo la verdadera, de acuerdo – como el Adventismo quiere –
con el año 15º del imperio de Tiberio (Lucas 3:1) el año
35 (como se ve en el gráfico octavo); con lo cual el final de los
490 años avanza un año, pasando del 34 al 35.
c) Por consiguiente, vemos que el Adventismo tiene una
laguna de un año al comienzo de las setenta semanas; por lo que,
contando desde la verdadera fecha, que es el año 458 a. C., los
2.300 días de Daniel 8:14, sólo puede llegar al otoño
del año 1843, con lo cual su fecha de 1844 resulta ser falsa.
d) Ahora bien, como el Adventismo, según ya hemos
visto, "corta" los 490 años (de las 70 semanas) de los 2.300 años,
y los 1.810 años restantes los suma al año 34 (que considera
el final de los 490), para llegar a 1844, y la fecha del año 34
es falsa, siendo la verdadera el año 35, hay que sumar a este año
los 1.810 años, con lo cual llegamos al año 1845; esto nos
demuestra que la fecha de 1844 no sólo es falsa, sino que, además,
es imposible llegar a ella; porque, según lo dicho en Daniel 9:25
: "desde la salida de la orden", se produce una laguna de un año
hacia atrás en el comienzo de las 70 semanas; y según lo
dicho en Lucas 3:1 : "En el año decimoquinto del imperio ..." (como
ellos interpretan) se produce una laguna de otro año hacia delante
en el final de las 70 semanas. Veamos esto en un gráfico.
Gráfico noveno.
5) Observando este gráfico, podemos apreciar el
dilema en que se halla el Adventismo a la hora de demostrar que los 2.300
"años" terminan en el otoño de 1844. Veamos:
a) Si (como muestra la primera línea gruesa) se
cuentan esos 2.300 años desde la verdadera fecha del comienzo de
las 70 semanas, que, de acuerdo con la Biblia (Daniel 9:25), es el otoño
del año 458 a. C., sin considerar las fechas del bautismo y muerte
de Jesús, dichos años terminan en el otoño del año
1843 d. C. (pues 457,25 años de antes de Cristo más 1842,75
de después de Cristo nos llevan a este año); pero esto no
interesa al Adventismo; porque esta fecha es a la que llegó Guillermo
Miller por cuatro caminos distintos (véase el Apéndice 1);
pero el Adventismo la cambió a 1844, como ya hemos visto.
b) Si (como se ve en la segunda línea gruesa) se
cuentan desde la misma fecha del otoño del año 458 a. C.
las 70 semanas, teniendo en cuenta la fecha del bautismo de Jesús
(según Lucas 3:1), estas semanas (ó 490 años) terminan
en el otoño del año 33 d. C., pues 457,25 años de
antes de C. más 32,75 de después de C. suman los 490 años.
Ahora bien, como los 1.810 años restantes (de los 2.300) hay que
sumarlos a la fecha en la cual termina la última de las 70 semanas,
que, como se ve en el gráfico octavo, es el otoño del año
35, sumados aquí estos 1.810 años nos llevan al otoño
del año 1845. Así, el año 1844 no aparece por ninguna
parte; porque se produce una laguna de dos años, que son los que
hay entre el otoño del año 33 (donde concluyen los 490 años)
y el otoño del año 35 (donde deben empezar a contarse los
1.810 años).
6) El Adventismo, con su profetisa a la cabeza, solucionan
este dilema tapando esa laguna de dos años, mediante las dos artimañas
siguientes:
a) Primera artimaña: contradiciendo lo que dice
la Biblia, afirman gratuitamente que las 70 semanas no se cuentan desde
que salió la "orden" de Artajerjes (como dice Daniel 9:25), sino
desde que esa "orden" entró en "vigencia", y el momento de esa entrada
en vigencia fue en el otoño del año 457 a. C. De esta forma
hacen avanzar un año el principio de los 490 años (como se
ve en la tercera línea gruesa de ese gráfico noveno), con
lo cual el final, en vez de terminar en el otoño del año
33, termina en el otoño del año 34; de esta forma cubren
la laguna de un año, que es el que hay desde el otoño del
año 458 al otoño del 457 a. C.
b) Segunda artimaña: ésta consiste en que,
mediante la argucia de un galimatías, escamotean un año en
los años de reinado del emperador Tiberio, como ya hemos visto en
el gráfico quinto. Con este escamoteo de un año consiguen
que la última semana de las 70 termine en el otoño del año
34, en lugar del año 35; de esta forma cubren la laguna de otro
año, que es el que va desde el otoño del año 34 al
otoño del año 35. De esta manera, haciendo retroceder un
año el final de los 490 años, se sitúan en el otoño
del año 34 y, contando desde aquí los 1.810 años,
llegan al otoño de 1844 (pues 456,25 años de antes de Cristo
más 1843,75 años de después de Cristo son 2.300 años),
una fecha falsa conseguida mediante dos artimañas trafullescas (véase
Efesios 4:14); pero que, para el Adventismo, es una creencia fundamental
(6/41-42) y (142/360-382); pero veamos lo que depende de esa fecha de 1844.
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Tercera
parte
EL DESMONTAJE DE LA PURIFICACIÓN
DEL
SANTUARIO CELESTIAL COMENZADA
EN 1844
Una doctrina tan falsa
prevalecer no podrá,
la doctrina de la Biblia
con ella acabará.
Capítulo primero
LA
PURIFICACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL
COMENZADA EN 1844 FRENTE A LA
BIBLIA
1) Guillermo Miller y sus seguidores, entre los cuales
estaba la que después sería la profetisa del Adventismo,
creían que la purificación del santuario, a la cual alude
Daniel 8:14 (según ciertas traducciones, 142/380), era la purificación
de la Tierra en el momento de la segunda venida de Cristo, la cual ellos
anunciaron, por cuarta vez, para el día 22 de octubre de 1844. Cuando
llegó esta fecha y no vino Cristo, no sabían a qué
se refería esa "purificación del santuario":
"Se creía que el santuario era la tierra y su
purificación la venida de Cristo." (1/128).
"En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos
la circunstancia de que en 1844 no se veía acontecimiento alguno
que correspondiese a la purificación del santuario." (2/462).
2) La profetisa cuenta que entonces investigaron en la Biblia
y vieron que la Tierra no era el santuario; pero también encontraron,
en ella, la explicación de todo lo relativo al tema del santuario:
"En sus investigaciones vieron que en las Sagradas Escrituras
no hay prueba alguna en apoyo de la creencia general de que la tierra es
el santuario; pero encontraron en la Biblia una explicación completa
de la cuestión del santuario, su naturaleza, su situación
y sus servicios; [...]." (2/463).
3) Según la misma "escritora", la purificación
del santuario indicada en Daniel 8:14 se refiere a la purificación
del santuario celestial, del cual era una sombra el tabernáculo
construido por Moisés; por tanto, en 1844, empezó la purificación
del santuario del cielo; ella lo dice así:
"Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta:
¿Qué es el santuario? La palabra ‘santuario’, tal cual la
usa la Biblia, se refiere en primer lugar, al tabernáculo que construyó
Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo
lugar, al ‘verdadero tabernáculo’ en el cielo, hacia el cual señalaba
el santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico.
El ‘verdadero tabernáculo’ en el cielo es el santuario del nuevo
pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación,
el santuario al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto.
Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos
que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía:
‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será
purificado el Santuario,’ se refiere indudablemente al santuario que está
en el cielo." (2/469-470).
4) La misma autora, haciendo un paralelo con el servicio
que se realizaba en el santuario terrenal, explica en qué consiste
la purificación del santuario celestial, que, según el Adventismo,
empezó en 1844:
"Pero queda la pregunta más importante por contestar:
¿Qué es la purificación del santuario? [...].
"El servicio del santuario terrenal consistía en dos
partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo, mientras
que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial
de expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario.
[...]
"El servicio del sacerdote durante el año en el primer
departamento del santuario, ‘adentro del velo’ que formaba la entrada y
separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio
a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...]
"Este ministerio siguió efectuándose durante
dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de
Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba
el perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante
sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como
en el servicio típico al fin del año, así también,
antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres
se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el
pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron
los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado
Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo,
para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación
del santuario.
"[...]. Y así como la purificación típica
de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había
sido contaminado (el santuario), así también la purificación
real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados
en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los
registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento
del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación
cumplida por él. La purificación del santuario implica por
lo tanto una obra de investigación – una obra de juicio. Esta obra
debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su pueblo, [...].
"Así que los que andaban en la luz de la palabra profética
vieron que en lugar de venir a la tierra al fin de los 2.300 días,
en 1844, Cristo entró entonces en el lugar santísimo del
santuario celestial para cumplir la obra final de la expiación preparatoria
para su venida." (2/470-475).
5) Por consiguiente, siempre según la profetisa del
Adventismo, Cristo desarrolló su ministerio en el lugar santo del
santuario celestial desde su ascensión hasta 1844; entonces pasó
desde el lugar santo al lugar santísimo del santuario celestial,
donde estaba su Padre; en aquel momento empezó "el juicio investigador",
para averiguar quiénes, de entre los creyentes, permanecieron fieles
hasta el fin de su vida; si éste fue el caso, se les borran los
pecados y quedan destinados para la vida eterna, de lo contrario quedan
destinados a la condenación. Veamos, según la profetisa,
cómo escudriña, Dios, la vida de cada creyente para enterarse
de lo que cada uno ha hecho o dejado de hacer; y a toda esa inquisición
es a lo que ella llama "el juicio investigador", para expiar y borrar los
pecados de los que permanecieron fieles; en eso consiste "la purificación
del santuario", porque éste es purificado de los pecados de los
creyentes que permanecieron fieles hasta el final de sus vidas; cuando
ese juicio investigador termine y en él se borren los pecados de
los creyentes, Cristo vendrá:
"Acompañado por ángeles celestiales, nuestro
gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí,
en la presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su
ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio
y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho
a ella.
"[...].
"La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada
e imputada ya como señal de fidelidad ya de infidelidad. Frente
a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con terrible exactitud,
cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto,
con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas
despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades despreciadas, la
influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados,
todo fue registrado por el ángel anotador.
"A medida que los libros de memoria se van abriendo en el
juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús
pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con los que
vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos
de cada generación sucesiva, y termina con los vivos. Cada nombre
es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres
que serán aceptados, y otros rechazados. [...]
"La obra del juicio investigador y el acto de borrar los
pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor.
Pero el apóstol Pedro dice terminantemente que los pecados de los
creyentes serán borrados ‘cuando vendrán los tiempos del
refrigerio de la presencia del Señor, y enviará a Jesucristo.’
(Hechos 3:19,20.) Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo
vendrá con su recompensa para dar a cada cual según sus obras."
(2/534-539).
6) Toda esta doctrina (o creencia) fundamental (para el Adventismo)
de la purificación del santuario celestial, consistente en un "juicio
investigador", comenzado en 1844, para purificar dicho santuario borrando
los pecados de los creyentes (y que ese juicio tiene que terminar antes
de la segunda venida de Cristo), desde el punto de vista de la enseñanza
del Nuevo Testamento no es nada más que un galimatías embrollesco
y antibíblico. Veamos esto por partes:
a) El texto empleado por la profetisa, al final de la
última cita, dice según ella:
"[...] los pecados de los creyentes serán borrados
‘cuando vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor,
y enviará a Jesucristo.’ (Hechos 3:19,20)." (2/539).
b) Pero la Biblia dice esto:
"Así que, arrepentíos y convertíos,
para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia
del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo,
que os fue antes anunciado; [...]." (Hechos 3:19,20).
c) Los acontecimientos, en este texto, siguen este orden:
1º) "arrepentíos y convertíos": esta
expresión es la oración principal de la frase.
2º) "para que sean borrados vuestros pecados;" esto
es una oración final, que indica que el hecho de borrar los pecados
tiene lugar cuando se realiza lo dicho en la oración principal,
que es cuando uno se arrepiente y se convierte; por tanto, ya se borraban
los pecados cuando los creyentes se arrepentían y se convertían
en los tiempos de los apóstoles, sin que tuvieran que esperar a
que llegara el año 1844.
3º) Todo eso daría como consecuencia lo que dice
la segunda oración final: la llegada de tiempos de refrigerio de
la presencia del Señor, lo cual sucede después de lo indicado
en la oración principal y en la primera final.
4º) Por último, Dios enviaría a Jesucristo;
es decir, llegaría la segunda venida.
d) La profetisa invierte los hechos reseñados en este
texto bíblico; lo hace así:
a) En primer lugar vienen los tiempos del refrigerio.
b) Entonces se borran los pecados a los creyentes.
c) La segunda venida.
e) Se ve que la profetisa ha escamoteado, en ese texto bíblico,
la causa del borramiento de los pecados de los creyentes, que está
expresada en el punto 1º; que es el arrepentimiento y la conversión;
por medio de este galimatías traslada el borramiento de los pecados
a otro momento distinto al que dice el texto bíblico, que es el
momento cuando el creyente se arrepiente y se convierte; porque, para la
profetisa, los pecados de los creyentes no pueden ser borrados nada más
que durante ese inventado "juicio investigador" comenzado en 1844; así,
ella contradice la enseñanza de la Biblia.
7) Hay otro texto bíblico que la profetisa ni siquiera
usa en la obra donde expone su doctrina sobre su invento del "juicio investigador".
Este texto dice así:
"Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo,
que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación
y en su reino, [...]." (2 Timoteo 4:1).
8) Evidentemente la "manifestación" de Cristo es su
aparición en el momento de su segunda venida, y, antes de ese momento,
no habrá sido juzgado ningún muerto ni ningún vivo,
justo lo contrario de lo que dice la profetisa del Adventismo; a saber,
que Cristo no vendrá hasta que termine de juzgar a los muertos y
a los vivos creyentes. Por consiguiente, este texto bíblico tira
por tierra el cuento de ese "juicio investigador" inexistente.
9) Por otra parte, el montaje del Adventismo sobre la
"purificación del santuario celestial" mediante la expiación
y el borramiento de los pecados de los creyentes, hallados fieles en ese
"juicio investigador", comenzado en 1844, tropieza con una dificultad bíblica
insuperable. Veamos:
a) La profetisa dice que Cristo, desde su ascensión,
estuvo en el lugar santo del santuario celestial hasta 1844; entonces entró
en el lugar santísimo, donde estaba su Padre, para realizar ante
él dicho "juicio investigador":
"El servicio del sacerdote durante el año en
el primer departamento del santuario [...] representa la obra y el servicio
a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...]
"Este ministerio siguió efectuándose durante
dieciocho siglos en el primer departamento. La sangre de Cristo, ofrecida
en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón
y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían
inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico
había una obra de expiación al fin del año, así
también, antes de que la obra de Cristo para la redención
de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación
para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó
cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había
anunciado el profeta Daniel, nuestro Sumo Sacerdote entró en el
lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne
obra: la purificación del santuario.
"[...]. Acompañado por los ángeles, nuestro
gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí,
en presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio
en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación
por todos aquellos que resulten tener derecho a ella." (2/473-474, 534).
b) Por consiguiente, hasta 1844, Cristo estuvo en el lugar
santo, mientras que su Padre estaba en el lugar santísimo. Por fin,
según la profetisa, en 1844, Cristo entró en el lugar santísimo
donde estaba su Padre. Esta teoría que dice que Cristo no se juntó
con su Padre hasta 1844, es contraria a la Biblia, que en más de
una ocasión dice que Cristo está junto con su Padre desde
que ascendió al cielo; he aquí dos citas bíblicas
(de entre otras que dicen igual):
"Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los
ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a
la diestra de Dios, [...]. (Hechos 7:55).
"[...], buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios." (Colosenses 3:1).
10) Por tanto, estos textos bíblicos demuestran que
es imposible que Cristo no estuviera con su Padre hasta 1844; como consecuencia,
la enseñanza de la profetisa resulta falsa, y la teoría de
su "purificación del santuario" y su "juicio investigador", comenzados
en 1844, no son nada más que una fantástica quimera.
11) Ahora bien, el Adventismo no se rinde, y, como lo
que dice su profetisa, para él, está inspirado por Dios (véase
el Apéndice 4), ésta se encarga de solucionar esa dificultad,
para convertir esa quimera en una verdad, asegurando que Dios tiene dos
tronos: un trono en el lugar santo, donde estuvo sentado con Cristo desde
que éste ascendió al cielo hasta el momento en que pasó
a sentarse, en 1844, en su otro trono situado en el lugar santísimo;
así que, en esa fecha de 1844, el Padre cambió de lugar,
y, a continuación, Jesús hizo lo mismo; así se volvieron
a juntar los dos en el lugar santísimo; no es que ella se haya imaginado
todo esto, sino que, con toda seriedad, afirma que lo vio en una de sus
visiones; he aquí sus palabras:
"Vi un trono, y sobre él se sentaban el Padre
y el Hijo. Me fijé en el rostro de Jesús y admiré
su hermosa persona. No pude contemplar la persona del Padre, pues le cubría
una nube de gloria. [...]
"Vi al Padre levantarse del trono, y en un carro de llamas
entró en el lugar santísimo, al interior del velo, y se sentó
("en el gran trono blanco", 3/38). Entonces Jesús se levantó
del trono, y la mayoría de los que estaban posternados se levantó
con él. [...]
"Después de eso, un carro de nubes, cuyas ruedas eran
como llamas de fuego, llegó rodeado de ángeles, adonde estaba
Jesús. Él entró en el carro y fue llevado al lugar
santísimo, donde el Padre estaba sentado. Allí contemplé
a Jesús, el gran Sumo sacerdote, de pie delante del Padre." (3/54-55).
12) Evidentemente, en ningún lugar de la Biblia se
enseña que Dios tenga dos tronos; por lo que esta enseñanza
sólo es fruto de esta pretendida visión, la cual no es nada
más que una gran patraña; porque, mediante ella, la profetisa
contradice totalmente lo que dice la Biblia; en efecto, la profetisa afirma
que, cuando Jesús pasó al lugar santísimo en 1844
fue para realizar allí la obra que estaba simbolizada por lo que
hacía el Sumo Sacerdote judío una vez al año entrando
en el lugar santísimo del santuario terrenal, para purificarlo de
los pecados:
"Una vez al año, en el gran día de las
expiaciones, el sacerdote (sic, era el Sumo Sacerdote) entraba en el lugar
santísimo para purificar el santuario. [...]
"[...]. Como en el servicio típico había una
obra de expiación al final del año, así también,
antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres
se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el
pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron
los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado
Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo,
para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación
del santuario." (2/471, 474).
13) En efecto, esta teoría de la profetisa contradice
lo que enseña la Biblia, afirmando que lo que hacía "el sumo
sacerdote [...] cada año con sangre ajena." Cristo lo hizo "una
vez para siempre por el sacrificio de sí mismo [...]" (Hebreos 9:25-26).
14) Por tanto, la obra simbólica que realizaba
el Sumo sacerdote una vez cada año entrando en el lugar santísimo,
ya la había realizado Cristo en la realidad, cuando se escribió
la epístola a los Hebreos en el siglo I; por consiguiente, es antibíblica
la doctrina que enseña que Cristo empezó esa obra en 1844,
como quiere el Adventismo con su profetisa a la cabeza; por esto, esta
profetisa no emplea este pasaje de Hebreos 9:25-26 al hacer el paralelo
entre lo que hacía el Sumo Sacerdote una vez cada año simbolizando
lo que hizo Cristo una sola vez en el siglo I; ella no emplea este pasaje
bíblico en sus obras, a pesar de que es el texto específico
de la Biblia donde se habla de ese paralelo, porque la profetisa quiere
que lo que la Biblia dice que Cristo dejó terminado en el siglo
I, comenzara a hacerlo en 1844. Los comentaristas del Adventismo, en su
Comentario
Bíblico, rehuyen explicar el significado del paralelo entre
las expresiones "cada año" y "una vez para siempre" de Hebreos 9:25-26
(7/tomo 7, p. 472). Por algo será.
15) Por otra parte, eso de que Dios tenga dos tronos en
el cielo: uno en el lugar santo y otro en el lugar santísimo y que,
en 1844, se cambiara de uno a otro, es totalmente antibíblico, pues
en toda la Biblia sólo se habla del trono de Dios (en singular),
no de los tronos de Dios (véase Salmo 11:4; 45:6; 47:8; 89:14; Mateo
23:22; etc.). Por tanto, esa pretendida purificación del santuario,
comenzada en 1844, cuando Dios pasó de un trono a otro, sólo
se apoya en visiones fantásticas y antibíblicas de la profetisa
del Adventismo; en la Biblia, como queda demostrado, no existe esa enseñanza
de la profetisa, y ella lo sabía; por eso no empleó el pasaje
de Hebreos 9:25-26, porque, en él, no cabe esa doctrina del Adventismo.
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Capítulo II
LA PALABRA
"PURIFICADO" DE DANIEL 8:14
1) Si nos fijamos atentamente en lo que dice el Adventismo
referente a Guillermo Miller, observaremos que la base de su predicación,
anunciando la segunda venida de Jesús para los años 1843-1844,
era la palabra "purificado", de Daniel 8:14; estas son sus palabras:
"La profecía de Daniel 8:14 : ‘Hasta dos mil
y trescientos días de tarde y mañana y el santuario será
purificado’, inquietaba a Miller. [...] Su error consistió en interpretar
el santuario como la tierra, [...], y que su purificación sería
la destrucción de la tierra por fuego." (1/131).
2) Exactamente igual veremos si prestamos una especial atención
a lo que dice la profetisa del Adventismo. En efecto, observamos que la
palabra "purificación", extraída de Daniel 8:14, y referida
a la segunda venida de Cristo, para realizar esa purificación (de
la tierra, como ellos decían), era el "santo y seña de su
fe"; así lo dice ella:
"El pasaje bíblico que más que ninguno
había sido el fundamento y el pilar central de la fe adventista
era la declaración: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas;
entonces será purificado el Santuario.’ (Daniel 8:14, V. M.) Estas
palabras habían sido familiares para todos los que creían
en la próxima venida del Señor. La profecía que encerraban
era repetida como santo y seña de su fe por miles de bocas. [...]
los adventistas creían entonces que la tierra, o alguna parte de
ella, era el santuario. Entendían que la purificación del
santuario era la purificación de la tierra por medio del fuego del
último y supremo día, y que ello se verificaría en
el segundo advenimiento. De ahí que concluyeran que Cristo volvería
a la tierra en 1844." (2/461).
3) Por consiguiente, cuando Cristo no vino en la fecha que
ellos esperaban, no veían a qué correspondía la purificación
del santuario:
"Pero el tiempo señalado había pasado,
y el Señor no había aparecido. Los creyentes sabían
que la Palabra de Dios no podía fallar; su interpretación
de la profecía debía estar pues errada; ¿pero dónde
estaba el error? [...].
"En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos
la circunstancia de que en 1844 no se veía acontecimiento alguno
que correspondiese a la purificación del santuario." (2/461-462).
4) Vemos que, para el Adventismo, en 1844, algo se tenía
que purificar; pero no veían a qué se refería dicha
purificación. Después, como ya sabemos, transfirieron esa
purificación de la Tierra, al santuario celestial. Por consiguiente,
si la palabra "PURIFICADO" no hubiera estado en el texto de Daniel 8:14,
Guillermo Miller no habría podido hacer ningún cálculo
para averiguar la fecha de la PURIFICACIÓN de la Tierra mediante
la segunda venida de Cristo; pero lo sorprendente e inaudito es que los
mismos comentaristas del Adventismo afirman que la palabra "PURIFICADO",
de Daniel 8:14, NO ESTÁ EN EL TEXTO HEBREO de ese pasaje de Daniel;
así lo dicen ellos:
"Será purificado. Del hebreo tsadaq, ‘ser
justo’, ‘ser recto’. La forma nifal, nitsdaq, sólo aparece
aquí, lo que puede sugerir que se deba dar a este término
un significado especial. Los lexicógrafos y traductores sugieren
varios significados, tales como ‘ser puesto en rectitud’, o ‘ser puesto
en una condición correcta’, ‘ser rectificado’, ‘ser declarado recto’,
‘ser justificado’, o ‘ser vindicado’. La traducción ‘será
purificado’ es la forma en que aparece en la LXX que aquí usa la
forma verbal
katharisthesetai. No se sabe si los traductores de
la LXX dieron un significado adaptado al vocablo hebreo nitsdaq
o tradujeron manuscritos que tenían otra palabra hebrea, quizá
tahar,
que significa ‘estar limpio’, ‘limpiar’. La Vulgata usa la forma mundabitur,
que también significa ‘limpiado’." (7/tomo 4, pp. 870-871).
5) Analicemos las afirmaciones que se hacen en esta cita:
a) Se dice que, en el texto hebreo, se halla la palabra
"nitsdaq", que es "la forma nifal" del verbo "tsadaq", del cual dan los
seis significados (o acepciones) que ponemos a continuación:
1º) "ser puesto en rectitud",
2º) "ser puesto en una condición correcta",
3º) "ser rectificado",
4º) "ser declarado recto",
5º) "ser justificado" y
6º) "ser vindicado".
b) Por consiguiente, la expresión "SERÁ PURIFICADO"
no está en el texto hebreo de Daniel 8:14, sino que esta expresión
es la traducción del texto griego de la Septuaginta (o de los LXX),
que "usa la forma verbal katharisthesethai", que significa exactamente
"será purificado".
c) También se dice, en esa cita, que "la Vulgata
usa la forma
mundabitur, que también significa ‘limpiado’.".
Pero esto no es cierto, sino que se ve aquí un intento de despistar
al lector escamoteando la realidad, para que nadie pueda relacionar la
palabra "limpiado" con la expresión "será purificado" de
Daniel 8:14, de la traducción que ellos usan en su Comentario,
que es la que está en el número 5 de la Bibliografía.
En efecto, la forma "mundabitur", de la Vulgata, es la 3ª persona
del singular, del futuro imperfecto de indicativo, en voz pasiva, del verbo
"mundo", de la primera conjugación, cuya traducción, en las
dos acepciones que da el siguiente diccionario (18/312), es:
*) "será limpiado" (que no es igual que "limpiado",
como dicen los mencionados comentaristas).
*) "será purificado" (que es lo que no quieren ver
esos mismos comentaristas).
6) Ahora tenemos la secuencia completa, de esta manera:
1º) En el texto hebreo, están las
seis acepciones indicadas; pero NO ESTÁ la expresión "será
purificado".
2º) En la Septuaginta, SÍ ESTÁ,
en Daniel 8:14, la expresión: "será purificado".
3º) En la Vulgata, TAMBIÉN ESTÁ,
en Daniel 8:14: la expresión: "será purificado".
4º) En la versión Reina/Valera, IGUALMENTE
ESTÁ la expresión: "será purificado".
5º) En la versión inglesa, usada por Guillermo
Miller, TAMBIÉN ESTABA la expresión: "será purificado"
(esto lo sabemos porque así lo dicen el Adventismo y su profetisa,
puntos 1 y 2 del presente capítulo).
7) Por tanto, como el texto hebreo no dice "será purificado",
la evidencia manifiesta que los LXX, en lugar de traducir por una
de esas seis acepciones (u otra parecida) la palabra "nitsdaq", tradujeron
"será purificado"; después, a partir de los LXX, tradujo
la misma expresión la Vulgata, y, de ésta versión,
pasó a la traducción usada por Miller, y a la Reina/Valera
y a otras lenguas, como se puede ver en las versiones indicadas en la Bibliografía
con los números (19/866), (20/888), (21/710).
8) No obstante, ahora hay algunas traducciones al español
que emplean expresiones parecidas a esas seis acepciones del término
hebreo que hemos indicado más arriba (punto 5, a); por ejemplo:
"[...] será reivindicado el santuario" (22/1216).
"[...] el santuario será restaurado" (23/751).
9) Es evidente que, según el contexto histórico,
una de estas dos últimas traducciones (u otra parecida) es la correcta;
porque, cuando se escribió la profecía de Daniel 8:14, el
Santuario de Jerusalén estaba destruido, y lo primero que tenía
que suceder, a ese Santuario, era que fuera RESTAURADO, y la Historia demuestra
y confirma que eso es lo que sucedió, cuando se reconstruyó
y se dedicó, según se explica en Esdras 6:14-18. Por tanto,
con esta restauración del Santuario de Jerusalén y de su
culto, se cumplió lo profetizado en Daniel 8:14, según la
traducción indicada en último lugar, que dice: "el santuario
será RESTAURADO" (23/751); también está esto contenido
en una de las seis acepciones indicadas más arriba (punto 5, a,
2º).
10) Ahora resta aclarar por qué, en la Septuaginta,
tradujeron, en Daniel 8:14: "el santuario será PURIFICADO", ¿de
dónde sacaron la palabra PURIFICADO, que no está en el texto
hebreo de Daniel 8:14? Los comentaristas del Adventismo no hacen nada más
que suposiciones sobre esa traducción; por lo que no podemos conocer
si es que no lo saben o es que no lo quieren decir, porque no les interesa
aclarar por qué los LXX tradujeron PURIFICADO en Daniel 8:14;
pero la Historia nos aclara este asunto perfectamente; veamos los hechos
que tuvieron lugar para que los judíos pusieran la palabra PURIFICADO
en Daniel 8:14 en la LXX:
a) El rey Antioco IV Epífanes, en el siglo II a.
C., conquistó el territorio de Israel y profanó y saqueó
el Templo de Jerusalén:
"Antioco IV, hijo menor de Antioco III y de Laodicea,
sucedió a su hermano Seleuco IV en 175 (a. C.). [...] Antioco visitó
Jerusalén en el 169 e insistió en entrar en el lugar santísimo,
de donde se llevó algunos de los utensilios de oro y de plata. Presiones
ejercidas por Egipto lo convencieron de la necesidad de helenizar Palestina,
y las medidas adoptadas contra la antigua religión dieron por resultado
la cesación de los sacrificios en el templo y la construcción
de un altar griego en el lugar del altar viejo el 25 de diciembre de 167.
La revuelta dirigida por Matatías de la casa de Asmón y sus
cinco hijos condujo a la consagración del templo sólo tres
años después. Antíoco, quien en monedas correspondientes
a los últimos años de su reinado se hizo llamar (Theos)
Epífanes,
‘(dios) manifestado’, murió en campaña en Media en el 146
(a. C.)." (24/75).
b) El libro 1º de los Macabeos lo cuenta así
(fechándolo con la Era de los Seleucidas):
"Antíoco ocupó las ciudades fuertes de
Egipto y se alzó con los despojos del país. El año
ciento cuarenta y tres, después de vencer a Egipto, emprendió
el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén
con un poderoso ejército. Entró con insolencia en el santuario
y se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos sus
accesorios, la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones,
las copas, los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó
todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo. Se apropió
también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos tesoros
ocultos pudo encontrar. Tomándolo todo, partió para su país
después de derramar mucha sangre y de proferir palabras de extrema
insolencia. En todo el país se alzó un gran duelo por Israel."
(1 Macabeos 1:19-25), (22/547).
11) Por fin, los Macabeos vencieron al ejército de
Antíoco IV Epífanes y recuperaron su territorio. En cuanto
les fue posible, limpiaron el Templo, reconstruyeron el altar de los holocaustos
y consagraron el Templo a Dios:
"Judas y sus hermanos se dijeron: ‘Nuestros enemigos
están vencidos; subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar
su dedicación.’ [...]
"Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela
hasta terminar la purificación del Lugar Santo. Luego eligió
sacerdotes irrepochables, fieles a la Ley, que purificaron el Lugar Santo
y llevaron las piedras contaminadas a un lugar inmundo." (1Macabeos 4:36,
41-43), (22/554).
12) Por otra parte, debemos considerar que la Septuaginta
fue traducida del hebreo al griego en un período que abarca desde
el año 250 a. C. hasta el año 100 a. C., aproximadamente:
"Versión de los Setenta Intérpretes
o Alejandrina. [...] Tolomeo Filadelfo (285-247) pidió a
Eleazar, sumo sacerdote de los judíos, que le enviara hombres doctos
en ambas lenguas hebrea y griega para la traducción de la Ley; [...].
Los prolijos estudios llevados a cabo por numerosos críticos acerca
de nuestro texto inducen a formular las siguientes conclusiones: 1ª
el Pentateuco de los Setenta fue traducido en Alejandría en tiempo
de Tolomeo Filadelfo (285-247 a. de Jesucristo), probablemente hacia el
año 250 a. de J. C.; 2ª los demás libros fueron siendo
sucesivamente traducidos por diferentes autores, y 3ª hacia el año
130 antes de J. C. la mayor parte de los libros (si no ya todos) estaban
traducidos, de suerte que con toda probabilidad puede señalarse
como tiempo término máximo de la traducción llamada
de los Setenta hacia el año 100 a. de J. C. [...]." (14/tomo 68,
p. 67).
13) Por consiguiente, cuando los LXX tradujeron del hebreo
al griego el Pentateuco, faltaba mucho tiempo para que Judas Macabeo purificara
lo que había profanado Antíoco IV; pero, cuando se tradujo
el libro del profeta Daniel al griego de los LXX, cerca del año
100 a. C., la purificación macabea ya estaba en el pasado; porque
debemos tener en cuenta estos dos hechos:
a) El libro del profeta Daniel ocupa el lugar cuarto (empezando
por el final) en el AT hebreo de los judíos (28/1190-1215), mientras
que, en los LXX, ocupa exactamente el último lugar (29/870-941).
Por tanto, el libro del profeta Daniel fue traducido al final de ese período
de tiempo que duró la traducción de los LXX, es decir, después
de haber tenido lugar los hechos de Antíoco IV y de los Macabeos.
b) Precisamente, el libro 1º de los Macabeos fue
introducido entre los libros del AT en la versión de los LXX:
"La versión griega del primer libro de los Macabeos
fue inserta en la de los Setenta y se conserva en el Códice Alejandrino
y en el Sinaítico y también en el Véneto, [...]."
(14/tomo 31, p. 1122).
14) Teniendo en cuenta todos esos hechos, vemos que la restauración
del Santuario de Jerusalén profetizada en Daniel 8:14, y realizada
en el siglo VI a. C., según Esdras 6:15-18, fue atribuida a la purificación
realizada por Judas Macabeo en el Siglo II a. C.; pero, para hacer este
cambio en la profecía de Daniel 8:14, fue necesario cambiar el texto
de ese pasaje. En efecto, el texto hebreo dice: "[...] el santuario será
restaurado", lo que significa que el Santuario de Jerusalén, destruido
por Nabucodonosor, según 2 Reyes 25:8-10, en el año 586 a.
C., sería restaurado, como así sucedió; pero, para
aplicar esa profecía a la purificación llevada a cabo por
Judas Macabeo, había que modificar el texto de Daniel 8:14, porque
Judas Macabeo no reconstruyó o restauró el Santuario como
hicieron los Judíos en el siglo VI a. C., según se dice en
Esdras 6:15-18, sino que Judas Macabeo purificó el "Lugar Santo";
por esto, donde se decía en hebreo "el santuario será RESTAURADO",
se dijo en griego "el santuario será PURIFICADO"; de esta manera,
la profecía de Daniel 8:14 quedó atribuida a la obra de Judas
Macabeo; Flavio Josefo así lo dice, afirmando que la desolación
del Templo realizada por Antíoco, que dio lugar a la purificación
realizada por Judas Macabeo, había sido profetizada "por Daniel
cuatrocientos años antes"; éstas son sus palabras:
"Después de haber vencido tantas veces a los
generales de Antíoco, Judas convocó una asamblea. Dijo que
convenía, después de haber obtenido tantas victorias, subir
a Jerusalén para purificar el Templo y ofrecer los sacrificios acostumbrados.
[…]
"Ordenó a algunos de sus soldados que atacaran a los
que estaban en la fortaleza, mientras él purificaba el Templo. Después
de purificarlo con sumo cuidado, colocó vasos nuevos, el candelabro,
una mesa, todo de oro; de nuevo suspendió velos en las puertas y
puso a éstas en su lugar. […]
"[...]. La desolación del Templo se realizó
de acuerdo con lo predicho por Daniel cuatrocientos años antes;
[…]." (26/libro XII, cap. VII, 6).
15) Esa purificación llevada acabo por Judas Macabeo
dio lugar a la institución de la fiesta de "La dedicación
del Templo":
"La fiesta de la dedicación del Templo […] llamada
en 1 Macabeos 4:52-59 'la dedicación del altar', y por Fosefo (Antigüedades,
XXII,
7:7) 'la Fiestas de las Luces', era otra fiesta popular gozosa. Fue instituida
por Judas Macabeo en 164 a. C. cuando, después de ser recobrada
la independencia judía del dominio greco-sirio, el Templo de Jerusalén
fue solemnemente purificado, el viejo altar contaminado quitado, sus piedras
puestas en un lusar reparado del monte del Templo, y restaurado el culto
del Señor. La fiesta comenzaba el 25 de Quisleu (Diciembre), y duraba
ocho
días." (32/355) y (143/81-89).
16) Los judíos celebran todavía esta fiesta
con el nombre de JANUKÁ:
"El 22 de diciembre (del 2000) comienza la celebración
de la Fiesta de Januká que recuerda durante ocho días la
purificación del Templo por los macabeos." (144/8).
17) Por consiguiente, los traductores de la Septuaginta,
en lugar de hacer una traducción del texto de Daniel 8:14, hicieron
una corrupción de ese texto, al cambiar la palabra "RESTAURADO"
por "PURIFICADO", lo que también constituye una adaptación
del texto de Daniel 8:14 a un asunto que no le correspondía.
18) Ahora ya tenemos todos los pasos dados hasta llegar
a Guillermo Miller: los traductores de la Septuaginta corrompieron el texto
de Daniel 8:14; desde la Septuaginta pasó esa corrupción
a la Vulgata; desde aquí pasó a la Biblia usada por Guillermo
Miller, y éste construyó sobre esta corrupción nada
menos que la fecha de la segunda venida de Cristo, mediante unos cálculos
tramoyescos y tramposos, como queda demostrado más arriba y en el
Apéndice 1.
19) Después, sobre todo ese fundamento corrupto
textualmente de Guillermo Miller, el Adventismo edificó su doctrina
fundamental y peculiar de su "juicio investigador", alegando que la fecha
de 1844 era correcta, que el error sólo estaba en la interpretación
del acontecimiento; pero esto no es cierto, porque el mismo Guillermo Miller,
en 1845, confesó, y por escrito, que él se había equivocado
en la fecha; estas son sus palabras:
" ‘Que yo he cometido una equivocación en la
fecha, lo confieso libremente; y no tengo deseos de defender mi proceder
más allá de que he actuado por motivos puros, […]. Mis equivocaciones
y errores Dios, confío, los perdonará ...’. Wm. Miller’s
Apology and Defence (Boston, 1845), pp. 33, 34. Esta es una confesión
humilde y honesta, verdaderamente rara entre los autoproclamados profetas
a través de los siglos." (30/201, nota 26).
20) Vemos que Guillermo Miller no dice que la equivocación
estaba en el acontecimiento, sino que estaba en la fecha, en contra de
la profetisa del Adventismo, que afirma que la fecha era buena; pero que
el acontecimiento estaba equivocado. Por tanto, el Adventismo retuvo la
fecha de 1844, y cambió el acontecimiento fallido; es decir, la
fábula terrenal de que Cristo iba a venir en 1844, fue cambiada
por la fábula celestial del "juicio investigador" comenzado en esa
fecha en el cielo; allí, donde nadie puede ir físicamente
a comprobar que eso es otro error como esa primera fábula; pero,
por medio de la Teología, demostraremos que ese "juicio investigador"
no existe ni puede existir en ninguna parte y, además, perjudica
la obra de Cristo; esto es lo que vamos a demostrar en el capítulo
siguiente.
21) Por tanto, está claro que, por la errónea
traducción de la sola palabra "PURIFICADO" de Daniel 8:14, apareció
el millerismo, que dio lugar al Adventismo y al Jehovismo. Si Guillermo
Miller no hubiera encontrado en ese texto de Daniel la palabra "PURIFICADO",
nunca habría podido hacer cálculos para buscar la fecha de
la "purificación de la tierra", y, en consecuencia, nunca habrían
aparecido el Adventismo ni el Jehovismo.
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Capítulo III
LA
DOCTRINA ADVENTISTA DE LA PURIFICACIÓN DEL SANTUARIO
DESTRUYE LA OBRA DE LA RECONCILIACIÓN
HECHA POR CRISTO
A) La purificación del Santuario israelita según
el Adventismo.
1) La profetisa del Adventismo explica la obra que realizaban
los sacerdotes y el sumo sacerdote en el Santuario israelita; éstas
son sus palabras:
"El servicio del santuario terrenal consistía
en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo,
mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio
especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar
el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba
su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre
la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos
así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente.
Luego se mataba el animal. […] La sangre, que representaba la vida comprometida
del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote
al lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba
el arca que contenía la ley que el pecador había transgredido.
Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por
intermedio de la sangre, al santuario. […]
"[…]. El día de la expiación, el sumo sacerdote,
después de haber tomado una víctima (un macho cabrío)
ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con
la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio,
encima mismo de la ley, para dar satisfación a sus exigencias. Luego,
en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba
fuera del santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho
cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos
así figurativamente de él al macho cabrío emisario.
Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para
siempre quitados y echados lejos del pueblo.
"Tal era el servicio que se efectuaba como ‘mera representación
y sombra de las cosas celestiales.’ […]." (2/470-473).
2) Vemos que la obra que realizaba, una vez al año,
el sumo sacerdote, era lo que se llamaba "la purificación del santuario";
porque, mediante esa obra el santuario quedaba purificado de los pecados
acumulados en él a lo largo del año mediante la obra llevada
a cabo diariamente por los sacerdotes. Ahora bien, según la misma
profetisa del Adventismo, cuando Cristo ascendió al cielo, empezó
a realizar la obra simbolizada por la función diaria de los sacerdotes;
pero, en 1844, comenzó a efectuar la obra simbolizada por la función
que, una vez al año, realizaba el sumo sacerdote; por lo cual, lo
mismo que aquél entraba en el lugar santísimo para llevar
a cabo la purificación del santuario terrenal, Cristo también
entró en el lugar santísimo del santuario celestial, en dicha
fecha, para purificar el santuario, limpiándolo de los pecados de
los creyentes; para descubrir esos pecados realiza el "juicio investigador";
una vez conocidos los pecados, los borra expiándolos con su sangre;
así el santuario celestial quedará purificado cuando acabe
ese juicio, y entonces tendrá lugar la segunda venida de Cristo;
así lo dice la profetisa:
"[…]. Y lo que se hacía típicamente en
el santuario terrenal, se hace en la realidad en el santuario celestial.
[…]
"El servicio del sacerdote durante el año en el primer
departamento del santuario […] representa la obra y el servicio a que dio
principio Cristo al ascender al cielo. […]
"Este ministerio siguió efectuándose durante
dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de
Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba
perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus
pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en
el servicio típico había una obra de expiación al
fin del año, así también, antes de que la obra de
Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer
una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este
es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días.
[…]
"[…]. Y así como la purificación típica
de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había
sido contaminado, así también la purificación real
de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados
en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los
registros para determinar quienes son los que por su arrepentimiento del
pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación
cumplida por él. La purificación del santuario implica por
lo tanto una obra de investigación – una obra de juicio. […]
"[…]. Esta tarea de examinar los caracteres y determinar
los que están preparados para el reino de Dios es la del juicio
investigador, la obra final que se lleva a cabo en el santuario celestial.
"[…]. Así que cuando Cristo entró en el lugar
santísimo para consumar la obra final de la expiación, cesó
su ministerio en el primer departamento. Pero cuando terminó el
servicio que se realizaba en el primer departamento, se inició el
ministerio en el segundo departamento. Cuando en el servicio típico
el sumo sacerdote salía del lugar santo el día de la expiación,
se presentaba ante Dios, para ofrecer la sangre de la víctima ofrecida
por el pecado de todos los israelitas que se arrepentían verdaderamente.
Así también Cristo sólo había terminado una
parte de su obra como intercesor nuestro para empezar otra, y sigue aún
ofreciendo su sangre ante el Padre a favor de los pecadores." (2/473-474,
481-482).
3) Observamos que, según la profetisa, el día
de las expiaciones se realizaba la purificación del santuario terrenal
mediante dos obras:
a) Se efectuaba el sacrificio de un macho cabrío.
b) Con la sangre de ese animal, se realizaba la purificación
del santuario.
4) Ahora bien, el Adventismo, con su profetisa a la cabeza,
no quiere ver (o tener en cuenta) que, a continuación de esas dos
obras, se realizaba una tercera obra, que era la principal, y que, para
llegar a ella, se realizaban las otras dos obras preliminares indicadas.
Esta tercera obra era la RECONCILIACIÓN; ilustremos esto en un sencillo
gráfico:
5) El Adventismo se ha quedado atascado en el segundo
escalón, lo cual anula o destruye la obra del tercer escalón,
que era la que culminaba toda la obra de la purificación del santuario
israelita en el día de la expiación o purificación
del santuario. Esto lleva, al Adventismo, a la destrucción de la
obra de Cristo, simbolizada por el tercer escalón; lo veremos a
continuación.
B) La purificación del santuario israelita según
la Biblia.
1) Presentamos, en primer lugar, un esquema del santuario
portable que construyó Moisés; así como de cada una
de sus partes, indicando los textos bíblicos donde se habla de cada
una de estas cosas
Gráfico undécimo:
Esquema del Santuario:
1.- Santuario (Éxodo 25:8).
2.- Atrio (Éxodo 27:9-19; 38:9-20; 40:8).
3.- Tabernáculo (Éxodo 26:1-30; 36:8-38).
4.- Lugar santísimo (Éxodo 26:33).
5.- Lugar santo ( Ib.).
6.- Arca del testimonio con el propiciatorio (Éxodo 25:10-22;
26:33-34; 37:1-9).
7.- Altar del incienso (Éxodo 30:1-6; 37:25-28).
8.- Mesa para el pan de la proposición (Éxodo 25:23-30;
26:35; 37:10-16).
9.- Candelabro de oro (Éxodo 25:31-40; 26:35; 37:17-24).
10.- Fuente de bronce (Éxodo 30:17-21; 40:7).
11.- Altar de los holocaustos (Éxodo 38:1-8; 40:6).
12.- Velo de separación entre el lugar santo y el lugar santísimo
(Éxodo 26:31-33).
13.- Velo para la puerta del tabernáculo (Éxodo 26:36-37;
36:37).
14.- Cortina para la puerta del atrio (Éxodo 27:16; 40:8).
2) En tiempos de Cristo, todo ese esquema del Santuario
era diferente. El tabernáculo era lo que se llamaba el Santuario;
el atrio era llamado atrio de los sacerdotes; en torno a éste, estaba
el atrio de Israel; a continuación de la parte oriental de éste,
se hallaba el atrio de las mujeres; y, en torno a estos dos últimos
atrios, estaba el atrio de los gentiles; entre unos atrios y otros, y rodeando
todos, había una multitud de columnatas y diversos edificios; el
conjunto de todas estas instalaciones era lo que constituía el Templo;
al cual ya no se accedía a través de una cortina, como en
tiempos de Moisés se entraba al atrio; sino que había una
serie de puertas; una de ellas, situada en la parte oriental, llamada la
Hermosa, fue escenario de un célebre milagro realizado por el apóstol
Pedro (Hechos 3:1-10). Por otra parte, tampoco había un velo en
la entrada del lugar santo, sino una puerta; por lo que, desaparecida la
cortina de acceso al atrio y el velo de entrada al Lugar Santo, sólo
quedaba, en el Templo, el velo que hacía separación entre
el Lugar Santo y el Lugar Santísimo; pero este velo era doble; es
decir, se trataba de dos telas gruesas que pendían una junto a la
otra:
"El Santuario en sí estaba en una terraza más
elevada que el Patio (o atrio) de los sacerdotes. Doce escalones llevaban
a su pórtico, que se extendía más allá y a
cada lado (norte y sur). […] El Pórtico estaba adornado por presentes
votivos y conspicuos; entre ellos había una parra de oro enorme.
Una puerta de dos niveles se abría hacia el Santuario mismo, que
se dividía en dos partes a su vez. El Lugar Santo tenía el
Candelabro de oro (sur), la Mesa de los panes de la proposición
(norte) y el altar de incienso, entre ellos. Un doble velo de tela gruesa
y pesada cerraba la entrada al Lugar Santísimo, que en el segundo
Templo estaba vacío; no había en él nada más
que un pedazo de roca, llamada la Ebhen Shethiyah, o Piedra del
Fundamento, […]. Pero todo esto no da idea adecuada de la inmensidad de
los edificios del Templo. Porque alrededor del Santuario y de cada uno
de los patios había varias cámaras y cobertizos que servían
propósitos distintos relacionados con los servicios del Templo."
(31/tomo 1, p. 288).
3) Al parecer, ese doble velo era considerado como uno solo,
pues, cuando se rompió en el momento de la muerte de Cristo, sólo
se hace referencia al velo (Mateo 27:51). Es posible que el hecho de ser
el velo doble fuera con el fin de tener mayor seguridad de que nadie pudiera
mirar al interior del Lugar Santísimo con sólo retirar o
doblar el extremo junto a una pared; porque, como el velo estaba extendido
en dirección Norte-Sur, da la impresión que el primer velo
estaba fijado a la pared del Norte, mientras que el segundo velo estaba
fijado a la pared del Sur; de esa forma, aunque alguien doblara el extremo
que estaba suelto del primer velo, no podía ver el interior del
Lugar Santísimo, porque se encontraba con el segundo velo, que,
en ese extremo, estaba fijado a la pared. Por esta causa, debía
ser que, cuando el sumo sacerdote iba a entrar en el Lugar Santísimo,
pasaba al interior del primer velo por el lado de la pared del sur; después
marchaba entre los dos velos, y, por junto a la pared del norte, pasaba
al otro lado del segundo velo, y así accedía al interior
del Lugar Santísimo. Los rabinos, que hablan de estos dos velos,
explican ese recorrido que hacía el sumo sacerdote, para entrar
en el Lugar Santísimo:
"Los rabinos hablan de dos velos, y dicen que el sumo
sacerdote entraba por el borde del sur del primer velo, y luego caminaba
hasta que llegaba al borde del norte del segundo velo, por donde entraba
en el lugar santísimo." (32/69, nota 29).
4) Los servicios diarios en el Santuario eran así:
a) Cuando un israelita pecaba, debía ofrecer el
sacrificio de un animal para obtener el perdón de su pecado.
b) El pecador llevaba el animal al Tabernáculo
y confesaba su pecado poniendo la mano sobre la cabeza del animal; después
lo degollaba; así, simbólicamente, el pecado iba a parar
a la sangre del animal.
c) Un sacerdote llevaba la sangre en un recipiente y,
con ella, rociaba unas veces sobre el velo que separaba el lugar santo
del lugar santísimo, luego untaba con esa sangre en las esquinas
del altar del incienso; y echaba el resto de la sangre al pie del altar
de los holocaustos; simbólicamente, el pecado que iba en esa sangre,
quedaba en esos mismos lugares donde había ido a parar la sangre
del mencionado animal; no se hacía siempre ese mismo recorrido con
la sangre; todo dependía del rango de la persona que ofrecía
el sacrificio; pero, de todas formas, a lo largo del año, simbólicamente
quedaban llenos de pecados: el lugar santísimo (hacía el
cual se había rociado sangre), el lugar santo (en cuyo altar se
había untado sangre), así como el atrio; porque su altar
también había sido untado con sangre y, en el suelo, junto
al mismo, se había echado sangre; por lo que todo el Santuario estaba
lleno de los pecados que habían llegado a todos esos sitios en la
sangre de esos mencionados sacrificios (Levítico 4:1-7, 13-18, 22-25,
27-30).
d) Por consiguiente, era necesario purificar el Santuario
de todos esos pecados que, simbólicamente, se habían ido
acumulando día tras día a lo largo de un año.
5) El servicio anual para purificar el Santuario seguía
este programa:
a) Una vez al año, el día 10 del mes séptimo
(hacia primeros de octubre), era la fiesta de la expiación, para
purificar el Santuario de los pecados acumulados a lo largo de un año
(Levítico 23:27).
b) El sumo sacerdote entraba al lugar santísimo,
donde se manifestaba la presencia de Dios (Levítico 16:2).
c) Primero, el sumo sacerdote, mediante el sacrificio
de un becerro, se reconciliaba con Dios, junto con su familia (Levítico
16:6, 11-14).
d) A continuación se echaba suertes sobre dos machos
cabríos: uno para Dios, y el otro para Azazel (el Diablo), (Levítico
23:7-8).
e) El macho cabrío que caía en suerte a
Dios, se ofrecía en expiación, el otro quedaba vivo (Levítico
16:9-10).
f) Una vez sacrificado dicho macho cabrío, el sumo
sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre de este animal
y, rociándola, simbólicamente limpiaba los pecados del lugar
santísimo, del lugar santo y de todos los sitios donde se habían
ido acumulando los pecados a lo largo de un año (Levítico
16:15-19).
g) Todos esos pecados que el sumo sacerdote limpiaba de
esos lugares, simbólicamente pasaban a él; por tanto, a continuación
confesaba todos esos pecados sobre la cabeza del macho cabrío de
Azazel; entonces los pecados pasaban a ese macho cabrío; éste,
cargado con todos esos pecados, era abandonado lejos del Santuario, el
cual, de esta manera, quedaba limpio de los pecados una vez cada año
(Levítico 16:20-22, 29-34).
6) Hasta aquí tenemos las dos primeras obras, de
las tres de que constaba el servicio de ese día 10 del séptimo
mes. En efecto:
a) La primera obra era el SACRIFICIO del macho cabrío.
b) La segunda obra consistía en que, mediante la
sangre de ese sacrificio, se obtenía la PURIFICACIÓN de los
pecados.
c) La tercera obra era la RECONCILIACIÓN, que se
conseguía como resultado de la purificación que quitaba los
pecados del Santuario, que estaban haciendo separación entre Dios
y los creyentes israelitas (Isaías 59:2; Levítico 23:26-28).
7) En realidad, lo importante era esta tercera obra, para
cuya consecución se realizaban las dos primeras.
C) El simbolismo de la purificación del Santuario
fue cumplido con la muerte de Cristo.
1) Todo el simbolismo del Santuario israelita constaba
de cuatro partes: los sacerdotes, sus sacrificios, los sumos sacerdotes,
sus sacrificios, y Cristo puso fin a todo esto:
a) Los sacerdotes eran un símbolo del sacerdocio
de Cristo; por tanto, ellos terminaron, para Dios, cuando Cristo llegó
a ser sacerdote (Hebreos 7:20-25).
b) Los sacrificios, que, como en una cadena de cuerpos
de animales, los sacerdotes venían ofreciendo desde los tiempos
de Moisés (excepto mientras el exilio en Babilonia), los cuales
eran un símbolo del sacrificio de Cristo; por esto, cuando éste
murió, el sacrificio de su cuerpo fue el último eslabón
de esa cadena (Hebreos 10:1-14).
c) Los sumos sacerdotes eran un símbolo de Cristo,
en quien ese símbolo terminó (Hebreos 6:17-20; 8:1-3).
d) El sacrificio del macho cabrío que el sumo sacerdote
ofrecía una vez cada año, para purificar los pecados del
Santuario, era un símbolo del sacrificio de Cristo, hecho una vez
para siempre, el cual puso fin al pecado (Hebreos 9:23-26; Daniel 9:24).
2) La purificación del Santuario que el sumo sacerdote
realizaba simbólicamente en el lugar santísimo, donde se
manifestaba la presencia de Dios (Éxodo 25:21-22), una vez cada
año, el día 10 del séptimo mes, fue realizada por
Cristo en la realidad ante su Padre cuando resucitó. En efecto,
Cristo cumplió en la realidad las tres obras que se realizaban el
día de la expiación, a saber: sacrificio, purificación
y reconciliación.
a) SACRIFICIO: Cristo, lo mismo que aquel macho cabrío
simbólico que se ofrecía cada año, fue sacrificado,
en la realidad, para acabar, de una vez por todas, con los pecados de todos
los hombres de todos los tiempos:
"El siguiente día vio Juan a Jesús que
venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo." (Juan 1:29).
"Y él (Jesucristo) es la propiciación por nuestros
pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo." (1 Juan 2:2).
"[…], se presentó una vez para siempre por el sacrificio
de sí mismo para quitar de en medio el pecado." (Hebreos 9:26).
b) PURIFICACIÓN: igual que el sumo sacerdote se presentaba
ante la presencia de Dios en el lugar santísimo con la sangre del
macho cabrío para expiar (o purificar) los pecados del Santuario,
también Cristo se presentó ante Dios en el cielo cuando resucitó
(Juan 20:1-18):
"Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales
fuesen purificadas así: pero las cosas celestiales mismas, con mejores
sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho
de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse
ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra
el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre
ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde
el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos,
se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí
mismo para quitar de en medio el pecado." (Hebreos 9: 23-26).
*) La expresión "... una vez para siempre ..." se
contrapone a la expresión "... cada año ...".
*) Y la expresión "... por el sacrificio de sí
mismo ..." se contrapone a la expresión "... con sangre ajena.".
*) En consecuencia, lo que repetía el sumo sacerdote
una vez cada año, lo hizo Cristo solamente una vez para siempre;
y lo que hacía el sumo sacerdote en esas ocasiones con la sangre
del macho cabrío (sangre ajena), lo hizo Cristo, en esa única
vez, con la sangre de su propio sacrificio.
*) También dice el texto de esta cita que Cristo
entró en el cielo, para presentarse ante Dios, y "... se presentó
... por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado."
Este hecho de presentarse ante Dios en el cielo es la realidad que estaba
simbolizada por el sumo sacerdote cuando entraba con la sangre del macho
cabrío al lugar santísimo ante la presencia de Dios. En la
realidad, Jesús se presento ante su Padre en el cielo en el mismo
día que resucitó, según lo explica el apóstol
Juan (Juan 20:1-18). Así se cumplió lo que estaba anunciado
por el profeta Daniel, que vio cómo Jesús llegó ante
su Padre en el cielo (Daniel 7:13-14); entonces también se cumplió
lo anunciado por Daniel: que el Mesías, dentro del período
de las 70 semanas, entre otras cosas, iba a "... poner fin al pecado,...",
haciendo "... cesar el sacrificio y la ofrenda." (Daniel 9:24, 27).
*) Se ve claro que el hecho de presentarse Jesús
ante su Padre, en el día de su resurrección, corresponde
al momento indicado en Daniel 7:13-14, porque Jesús, hasta el momento
de su muerte, sólo era un siervo, que no podía hacer nada
por sí mismo (Filipenses 2:5-8; Juan 5:19); pero, en el momento
de ascender al cielo, dijo que le había sido dado todo el poder
en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18), y, como recibió ese poder
en el cielo ante su Padre, según Daniel 7:13-14, tiene que haberse
presentado allí Jesús, para recibirlo, en algún momento
entre la hora de su muerte y la hora de su ascensión, y el momento
de esa presentación ante su Padre fue en el día de su resurrección,
como lo afirmó él mismo en Juan 20:17; en ese día
y en ese momento realizó Jesús la purificación de
los pecados.
*) Por consiguiente, y sin ninguna discusión posible,
cuando Jesús ascendió al cielo cuarenta días después
de su resurrección ya había hecho la purificación
de los pecados, como queda afirmado de forma concluyente en el texto bíblico
de Hebreos 1:3:
"[…], habiendo efectuado (Jesús) la purificación
de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas."
(33/747).
*) Como se ve, la purificación de los pecados es anterior
a la ascensión.
*) La profetisa del Adventismo ignora este texto en la
obra donde trata este tema (2/755), y, a sus seguidores, no les gusta que,
en Hebreos 1:3, se use la palabra clave "PURIFICACIÓN", a juzgar
por lo que hizo el pastor adventista C. P. B., quien, al hacer una traducción
del francés al español, de un texto donde se hablaba de Hebreos
1:3, para un artículo sobre este tema, lo tradujo de esta forma
(veamos primero el texto francés):
"[…] qui (le Christ), après avoir accompli la
purification des péchés, s’est assis à la droite de
Dieu." (34/508).
Traducción (del pastor C. P. B.):
"[…] quien (Cristo), después de haber hecho la purgación
de nuestros pecados, se sentó a la diestra de Dios." (35/15).
*) Este pastor sabe perfectamente francés; por lo
que el hecho de cambiar la palabra "PURIFICACIÓN" por "PURGACIÓN"
(que, aunque sea parecida, no es igual, ni está en el texto francés)
es evidente que lo hace, porque el Adventismo no puede digerir que Cristo
hiciera la "PURIFICACIÓN DE LOS PECADOS" y la dejara TERMINADA el
mismo día que resucitó; porque su profetisa (como ya hemos
visto más arriba) dice que Cristo NO empezó a hacer esa purificación
HASTA el día 22 de octubre de 1844, y continúa todavía
haciéndola; y los comentaristas del Adventismo lo confirman, para
que sus comentarios coincidan con las enseñanzas de su profetisa
(véase el Apéndice 4); éstas son las palabras de ellos
sobre Hebreos 1:3:
"[…]. Esta última purificación, también
hecha posible mediante la cruz, aún se lleva a cabo, y continuará
hasta cuando sea posible salvar la última persona." (7/tomo 7, p.
412).
*) Por tanto, está claro que la doctrina del Adventismo
sobre la purificación del Santuario, que, según afirman esos
comentaristas, se está llevando a cabo en el "juicio investigador"
desde 1844, es una doctrina siniestra para la obra salvadora de Cristo.
*) En conclusión: los apóstoles enseñan
que Jesús dejó terminada la purificación de los pecados
en el siglo I (según Hebreos 1:3); pero el Adventismo afirma que
esa purificación no comenzó hasta el siglo XIX y continúa
todavía; por lo que esta enseñanza del Adventismo es otro
evangelio, condenado por los apóstoles (según Gálatas
1:8-9). Además, en el nuevo pacto, los pecados perdonados por la
fe en el sacrificio de Cristo son pasados "por alto" por Dios, y no se
acuerda más de ellos (según Romanos 3:25 y Hebreos 10:16-17);
por eso, no puede existir ese "juicio investigador", en el cual Dios examine
esos pecados; pero estos tres textos bíblicos (Hebreos 1:3; Romanos
3:25 y Hebreos 10:16-17) no los usa la profetisa en sus obras (2/755-756),
(36/558-560), (37/563-564).
c) RECONCILIACIÓN: Hemos visto que, en el día
de la expiación, día 10 del séptimo mes, mediante
la sangre del sacrificio del macho cabrío, se realizaba la purificación
de los pecados de los creyentes, los cuales se habían acumulado
en el Santuario a lo largo del último año, y que esa PURIFICACIÓN
(o expiación) de los pecados se hacía para conseguir la RECONCILIACIÓN:
"Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el
mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras
almas, ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora
entre vosotros. Porque en este día se hará expiación
por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante
de Jehová." (Levítico 16:29-30).
"A los diez de este mes séptimo será el día
de la expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis
vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día
de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro
Dios." (Levítico 23:27-28).
*) Un autor cristiano (de origen judío) habla así
de la RECONCILIACIÓN que se realizaba en el día de la expiación:
"'Día de la Expiación […]. Tenía
lugar en el día décimo del mes séptimo[…]. El mes
séptimo […] cerraba el ciclo festivo, siendo la fiesta de los tabernáculos,
que comenzaba el día 15 de aquel mismo mes, la última del
año. Pero […] antes de aquella gran fiesta de la cosecha y de acción
de gracias, Israel debía, como nación, reconciliarse con
Dios, porque sólo un pueblo en paz con Dios podía regocijarse
delante de Él en la bendición con la que Él había
coronado el año." (32/325).
*) De la misma forma como en el Santuario israelita, mediante
la expiación (o purificación) de los pecados, se conseguía
la RECONCILIACIÓN simbólica de los israelitas con Dios, también
Cristo, en la realidad, mediante la purificación de los pecados
(Hebreos 1:3), consiguió la reconciliación de los hombres
con Dios:
"Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con
Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por su vida." (Romanos 5:10).
*) Es evidente, según este texto bíblico, que,
cuando el apóstol Pablo escribió esta cita, la RECONCILIACIÓN
ya estaba hecha y terminada; y que, lo mismo que, en el Santuario israelita,
se obtenía simbólicamente la reconciliación cuando,
con la sangre del macho cabrío, se purificaban los pecados, así
también, en la realidad, con la sangre del sacrificio de Cristo
("la muerte de su Hijo"), éste obtuvo la purificación de
los pecados y la reconciliación con Dios.
*) Ahora bien, lo mismo que simbólicamente en el
Santuario israelita no se podía obtener la reconciliación
sin haber efectuado antes la purificación de los pecados, tampoco,
en la realidad, Cristo podría haber obtenido la reconciliación
sin haber terminado antes la purificación (Hebreos 1:3; Romanos
5: 10-11; Colosenses 1:21-22).
*) Por tanto, como el Adventismo enseña que Cristo
aún no ha terminado la purificación de los pecados, es lógico
que no quiera saber nada de la reconciliación, ya que, según
él, ésta no puede tener lugar hasta después de terminarse
la purificación que, según su profetisa, durará hasta
la "Parusía", puesto que Cristo no vendrá hasta que termine
el "juicio investigador"; por tanto, en la doctrina de la profetisa, nada
se dice de la reconciliación simbólica, ni de la reconciliación
en la realidad, efectuada por Cristo con su sacrificio. Veamos esto en
el siguiente gráfico (en el cual, los dos recuadros del tercer escalón,
rodeados con una línea de puntos, no existen en el peculiar mensaje
del Adventismo):
Gráfico duodécimo:
En conclusión: la profetisa no usa ninguno de los
ocho textos bíblicos que están en este gráfico, en
su obra donde trata el tema de la purificación del Santuario (2/461-475,
751-757), ni en otra de sus obras destinada a los que han de predicar el
peculiar mensaje del Adventismo (37/561-565); porque dejó anclada
la doctrina adventista sobre la "purificación del santuario" en
el texto de Levítico 16:29-34, sin querer ver que este texto se
complementa con el de Levítico 23:26-28, como se puede ver en las
siguientes palabras de ella:
"[…] los símbolos que se refieren al segundo
advenimiento deben cumplirse en el tiempo indicado por el ritual simbólico.
Bajo el régimen mosaico, la purificación del santuario, o
sea el gran día de la expiación, caía en el décimo
día del séptimo mes judío (Levítico 16:29-34),
cuando el sumo sacerdote, habiendo hecho expiación por todo Israel
y habiendo quitado así sus pecados del santuario, salía a
bendecir al pueblo. Así se creyó que Cristo, nuestro Sumo
Sacerdote, aparecería para purificar la tierra por medio de la destrucción
del pecado y de los pecadores, y para conceder la inmortalidad a su pueblo
que le esperaba. El décimo día del séptimo mes, el
gran día de la expiación, el tiempo de la purificación
del santuario, el cual en el año 1844 caía en el 22 de octubre,
fue considerado como el día de la venida del Señor. Esto
estaba en consonancia con las pruebas ya presentadas, de que los 2.300
días terminarían en el otoño y la conclusión
parecía irrebatible." (2/451).
*) Por tanto, como ya hemos visto, cuando falló la
predicación de la venida de Cristo para 1844, dijeron que, en esa
fecha, Jesús había empezado a purificar el santuario del
cielo, por medio de realizar un "juicio investigador" para descubrir los
pecados de los creyentes y expiarlos, y, cuando acabe ese juicio, vendrá
Jesús; así lo enseña la profetisa:
"Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final
de la expiación. Incalculables son los intereses que ésta
envuelve. El juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial.
Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto – nadie
sabe cuándo – les tocará ser juzgados a los vivos. En la
augusta presencia de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista.
[…].
"Cuando quede concluida la obra del juicio investigador,
quedará también decidida la suerte de todos para vida o para
muerte. […]." (2/544-545).
"Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá
con su recompensa para dar a cada uno según sus obras." (2/539).
3) Así, la doctrina de la purificación del
Santuario, según la enseña el Adventismo con su profetisa
a la cabeza, ignora y destruye la doctrina de la reconciliación
simbólica que se obtenía en el Santuario israelita el día
de la expiación, mediante la purificación de los pecados;
y, en consecuencia, también ignora y deja destruida la obra de la
reconciliación efectuada por Cristo en la realidad (según
Romanos 5:10), mediante la purificación de los pecados por su sacrificio
en la cruz (según Hebreos 1:3).
4) Como la reconciliación no se podía obtener
hasta quedar terminada la purificación de los pecados, y, como para
el Adventismo esa purificación no ha concluido todavía, resulta
que la reconciliación no existe en sus doctrinas, ni en los símbolos
ni en la realidad, como se puede ver en el gráfico duodécimo.
5) Ahora bien, Dios encargó a los cristianos que
predicaran el mensaje de la reconciliación:
"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió
consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles
en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores
en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos
en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios." (2 Corintios 5:18-20).
6) Así, mientras los apóstoles predicaban (de
parte de Dios) la reconciliación, el Adventismo predica (de parte
de su profetisa) el "juicio investigador", y éste es su peculiar
mensaje; pero este mensaje pertenece a un evangelio diferente al que predicaron
los apóstoles y, por tanto, está condenado por la Palabra
de Dios, como está claramente afirmado en Gálatas 1:8-9;
en consecuencia, ese peculiar mensaje del Adventismo no es un mensaje cristiano,
sino un mensaje falso, fundado en una errónea interpretación
de Daniel 8:14, y esta falsa interpretación constituye la "razón
de ser" del Adventismo (como se ve en la primera parte, capítulo
V, punto 4).