ADVENTISMO Y JEHOVISMO

(SU ORIGEN Y SU PECULIAR MENSAJE)

Pedro de Felipe del Rey



© Pedro de Felipe del Rey, 2002
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Dedicado a los que
buscan la Verdad
(Jn. 14:6; Ef. 4:21)


CONTENIDO

Capítulos

INTRODUCCIÓN

SECCIÓN PRIMERA: el Adventismo

Primera parte: El Adventismo y su peculiar mensaje

I.- El origen del Adventismo

II.- El chasco del Adventismo en 1844

III.- Las consecuencias del chasco

IV.- El amaño del chasco

V.- El peculiar mensaje del Adventismo

Segunda parte: el desmontaje de los cálculos para llegar a 1844

I.- El fundamento del mensaje de Guillermo Miller
II.- La fecha del año 457 a. C.
III.- La fecha del año 27 d. C.

IV.- Las fechas de los años 31 y 34

V.- La fecha del año 1844

Tercera parte: el desmontaje de la purificación del Santuario celestial comenzada en 1844

I.- La purificación del Santuario celestial comenzada en 1844 frente a la Biblia

II.- La palabra "purificado" de Daniel 8:14

III.- La doctrina adventista de la purificación del Santuario destruye la obra de la reconciliación hecha por Cristo.


INTRODUCCIÓN

Cierto teólogo, en el momento de obtener su doctorado en Teología, con una tesis sobre Carlos Taze Russell, dijo: "Lo que yo no sé es por qué aparecieron los Testigos de Jehová." Exactamente eso es lo que vamos a descubrir en este libro; vamos a probar que, por causa de una palabra sola, mal traducida en cierta Biblia, aparecieron el Adventismo y el Jehovismo.

Decimos Adventismo con el fin de abarcar, con este término, las diferentes denominaciones adventistas: Iglesia Adventista del Séptimo Día, e Iglesia Adventista del Séptimo Día (Movimiento de Reforma). La mencionada en segundo lugar tuvo su origen escindiéndose de la anterior en Alemania en el transcurso de la I Guerra mundial.

En la palabra Jehovismo incluimos los diferentes nombres que los Testigos de Jehová han usado desde su aparición.

Tras descubrir por qué aparecieron el Adventismo y el Jehovismo, estudiaremos el mensaje peculiar de cada uno:

1) El mismo Adventismo dice que su mensaje exclusivo es éste:

"La doctrina del Santuario, incluyendo la enseñanza del juicio investigador y la creencia en que Elena G. de White fue inspirada divinamente, pertenecen única y exclusivamente a los adventistas del séptimo día. Si Cristo no comenzó un ministerio de juicio investigador en el cielo en 1844, y si Elena G. de White no fue la mensajera elegida de Dios, la Iglesia Adventista perdería dos enseñanzas que la identifican como un movimiento profético levantado por Dios, a fin de preparar el camino para el segundo advenimiento de Cristo." (85/7; véase el comienzo de la Bibliografía).
2) Un ex miembro del "cuerpo gobernante" del Jehovismo dice cuál es el mensaje exclusivo de éste:
"Lo que especialmente distingue sus enseñanzas de las de cualquier otra denominación es la doctrina fundamental que se centraliza en el 1914 como la fecha en que el gobierno activo de Cristo comenzó; [...] y, más que nada, la selección de la organización de la Watch Tower como su canal oficial, asignándole control completo sobre sus intereses terrenales a una ‘clase del esclavo fiel y discreto’ y, de hecho, dando autoridad completa al cuerpo gobernante de esta clase." (56/395-396).

"Así que algo terminó en 1914 y algo empezó. [...] Lo que empezó fue el reino de Dios en el cielo con Cristo como Rey." (65/173).

3) Es evidente que tanto el Adventismo como el Jehovismo se consideran dos movimientos aparecidos en cumplimiento de ciertas profecías bíblicas en las respectivas fechas de 1844 y 1914, y que ellos son el pueblo de Dios en la Tierra (pero excluyéndose el uno al otro), por medio de los cuales Dios da a conocer su último mensaje para la humanidad, el cual ellos tienen que predicar al mundo entero; sin que lo que predica el uno tenga ningún valor para el otro. Por tanto, esas dos fechas (1844 y 1914) y las dos doctrinas que se sustentan en ellas (la "purificación del santuario" y el "reino de Dios en el cielo", comenzados en dichas fechas) son objeto de nuestro riguroso estudio, para dejar al descubierto qué es lo que en realidad pasó en 1844 y 1914, fechas míticas para el Adventismo y para el Jehovismo, de las cuales dependen todas sus pretensiones, para, cada uno excluyendo al otro, proclamarse el único y verdadero pueblo de Dios en la Tierra con el único mensaje en exclusiva. El lector verá lo que queda de todas esas pretensiones, y, además, sabrá más de esas dos organizaciones que muchas de las personas que pasan toda su vida siendo miembros de cualquiera de ellas.

4) Al leer la presente obra, téngase en cuenta lo que dicen el Adventismo y el Jehovismo:

a) El Adventismo:

"Estudia para aprender qué dice el Señor. Y cuando la convicción te posea mientras investigas, si ves que tus opiniones acariciadas no están en armonía con la verdad, no tuerzas la verdad para que cuadre con tu creencia, sino acepta la luz dada." (142/8).
b) El Jehovismo: "La exposición de errores religiosos y la revelación de las verdades bíblicas no perturban a la persona honrada que desea servir a Dios." (67/226). La opinión del Adventismo y del Jehovismo sobre las iglesias:

El Adventismo dice:

"Muchas iglesias protestantes están siguiendo el ejemplo de Roma, y se unen inicuamente con 'los reyes de la tierra'. Así obran las iglesias del estado en sus relaciones con los gobernantes seculares y otras denominaciones en su afán de captarse el favor del mundo. Y la expresión 'Babilonia' - confusión - puede aplicarse acertadamente a esas congregaciones que, aunque declaran todas que sus doctrinas derivan de la Biblia, están sin embargo divididas en un sinnúmero de sectas [...]. "Además de la unión pecaminosa con el mundo, las iglesias que se separaron de Roma presentan otras características de ésta". (El Conflicto de los Siglos, p. 434).

El Jehovismo afirma:

"Dios odia a los hipócritas porque los hipócritas traen oprobio a su nombre y se oponen a su soberanía universal. Lógicamente, Dios odia a la cristiandad. Pronto él la destruirá con el resto del mundo". (Usted puede sobrevivir al Armagedón y entrar en el nuevo mundo de Dios, p. 53).

La Biblia advierte:

"Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos" (Mateo 24:11).

"[...] ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquier de todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error" (Efesios 4:14).

"[...] Mirad que no seáis engañados; porque se levantarán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy; y: El tiempo está cerca; no vayáis en pos de ellos" (Lucas 21:8). (Según el texto griego).

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Sección primera

EL ADVENTISMO

(1 Samuel 17:45)


Primera parte

EL ADVENTISMO

 Y SU PECULIAR MENSAJE

A ti, profetisa ignorante,
inventora de visiones,
que son bodrios a montones
de tu mente petulante.


Capítulo I

EL ORIGEN DEL ADVENTISMO

1) Un hombre estadounidense, Guillermo Miller (1782-1849), fue quien dio origen al "Movimiento millerita", del que salió el Adventismo (como veremos en lo sucesivo). Era el hijo mayor de una familia de dieciséis hermanos. Aunque en su juventud no pudo cursar estudios, fue un hombre amante de la lectura. Vivió en Low Hampton (Nueva York). Siendo agricultor de profesión, llegó a desempeñar los cargos de condestable, alguacil mayor y juez de paz en su comunidad. En la guerra comenzada en 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña, sirvió como capitán (1/129-130).

2) Por lo que se refiere al aspecto religioso, Miller no tuvo interés por la religión hasta la edad de 34 años:

"Miller hizo entonces pública profesión de la fe en la religión que había despreciado antes. [...]. Resolvió estudiar las Sagradas Escrituras por su cuenta, y averiguar si toda contradicción aparente no podía armonizarse." (2/364-366).
3) Así, pues, Miller empezó a estudiar la Biblia por su cuenta en 1816 y, en dos años, fundándose en Daniel 8:14, llegó a la conclusión de que la segunda venida de Cristo tendría lugar hacia 1843 aproximadamente:
"La profecía de Daniel 8:14 : ‘Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana y el santuario será purificado’, inquietaba a Miller. Estudió y repasó las cifras y las fechas. Alrededor de 1818, después de dos años de concentrado escudriñamiento, Miller expresó su creencia de que la venida de Cristo ocurriría dentro de unos veinticinco años." (1/131).
"Había dedicado dos años al estudio de la Biblia, cuando, en 1818, llegó a tener la solemne convicción de que unos veinticinco años después aparecería Cristo para redimir a su pueblo." (2/376-377).
4) Miller no dio a conocer de inmediato su creencia de que Cristo vendría a la Tierra hacia 1843; pues llegó a temer que estuviera equivocado y equivocara a otros; por esto, dedicó otros cinco años "a revisar las pruebas que apoyaban las conclusiones a que había llegado", tras lo cual quedó convencido en su creencia:
"No pudo por menos que sentir que era deber suyo impartir a otros la luz que había recibido. [...]. Lo único que temía era que en su gran júbilo por la perspectiva de la gloriosa liberación que debía cumplirse tan pronto, muchos recibiesen la doctrina sin examinar detenidamente las Santas Escrituras para ver si era la verdad. De aquí que vacilara en presentarla, por temor a estar errado y de hacer descarriar a otros. Esto le indujo a revisar las pruebas que apoyaban las conclusiones a que había llegado, y a considerar cuidadosamente cualquier dificultad que se presentase a su espíritu. Encontró que las objeciones se desvanecían ante la luz de la Palabra de Dios como la neblina ante los rayos del sol. Los cinco años que dedicó a esos estudios le dejaron enteramente convencido de que su manera de ver era correcta." (2/377-378).
Por fin, Miller llegó a tener una especie de autosugestión que le llevó a creer que Dios le ordenaba que diera a conocer al mundo lo que había descubierto, de lo contrario sería castigado:
"El deber de hacer conocer a otros lo que él creía estar tan claramente enseñado en las Sagradas Escrituras, se le impuso entonces con nueva fuerza. ‘Cuando estaba ocupado en mi trabajo – explicó, - sonaba continuamente en mis oídos el mandato: anda y haz saber al mundo el peligro que corre. [...]’.
"De continuo se presentaban a su espíritu las siguientes palabras: ‘Anda y anúncialo al mundo; su sangre demandaré de tu mano.’ [...]". (2/378).
6) La autosugestión le presionaba el cerebro; la aguantó durante nueve años, hasta que, por fin, en 1831, dio a conocer su descubrimiento sobre la fecha de la segunda venida de Cristo:
"Esperó nueve años; y la carga continuaba pesando sobre su alma, hasta que en 1831 expuso por primera vez en público las razones de la fe que tenía." (Ib.).
7) Así, pues, en 1831, Miller empezó a predicar que la segunda venida de Cristo y el fin del mundo tendrían lugar hacia 1843. Algunos dirigentes religiosos se unieron a Miller; compusieron un diagrama con sus cálculos y fechas que apoyaban, según ellos, su creencia en la fecha indicada para el regreso de Jesús (véase el Apéndice 1); las iglesias que no aceptaron su mensaje, fueron acusadas de ser Babilonia:
"En 1842, Fitch y Halle dibujaron el famoso diagrama ‘1843’. Este diagrama profético, pintado en tela, fue presentado en el congreso de Boston, celebrado en mayo de 1842, que fue presidido por José Bates. Después de la presentación del diagrama, con los símbolos gráficos y períodos de tiempo, los predicadores adventistas autorizaron hacer 300 ejemplares en litografía. En el segundo trimestre de 1843, Fitch predicó su notable sermón sobre la ‘Caída de Babilonia’. En este sermón declaró que Babilonia ya no se limitaba a la Iglesia Católica Romana, sino que debía incluir al gran grupo de la cristiandad protestante. Dijo que los protestantes habían rechazado la luz del advenimiento y amonestó a los sinceros cristianos a salir de Babilonia.
  "Jorge Storrs y Silvestre Biss fueron otros destacados dirigentes milleritas." (1/137-138).
8) Vemos que los adventistas de ahora lo mismo llaman "adventistas" como "milleritas" a los seguidores de Miller, quienes pusieron tres fechas para el final de los 2.300 "años" (sacados de Daniel 8:14, donde se dice "días"), en cuyo momento tendrían lugar la segunda venida de Jesús y el fin del mundo; pero esas tres fechas fallaron:
"Recordaremos que Miller y otros que intentaron hallar una fecha definida para el fin de los dos mil trescientos años, al principio decían ‘alrededor de 1.843’. Más tarde, señalaron como límite el 21 de marzo y luego el 18 de abril de 1844, [...]." (1/149-150). Volver

Capítulo II

EL CHASCO DEL ADVENTISMO EN 1844

1) Tras haber fallado las tres fechas anteriores, dicen que recibieron nueva luz, para fijar otra nueva fecha que los llevaría a un dramático final, llamado por ellos "el chasco":

"En el verano de 1844, un nuevo torrente de luz apareció e iluminó al movimiento adventista hasta su dramática culminación, en octubre." (1/150). 2) La nueva fecha era el 22 de octubre de 1844. Tan convencidos estaban de que Cristo regresaría en esta fecha, gracias a ese "nuevo torrente de luz", que muchos se deshicieron de sus posesiones: "Muchos entregaron todas sus posesiones para ayudar a esparcir el mensaje del advenimiento." (1/154). 3) No faltaron quienes les recordaban las palabras de Jesús, de que nadie sabe el día ni la hora de la segunda venida (Mateo 24:36); pero ellos no tomaron en cuenta esas palabras:
"La predicación de una fecha definida para el advenimiento levantó violenta oposición en todas partes, desde el ministro en el púlpito hasta el más descuidado y empedernido pecador. El ministro hipócrita y el descarado burlón decían: ‘Pero el día y la hora nadie sabe’." (3/233).
4) Es evidente que los milleritas se habían jugado todo a una fecha, el 22 de octubre de 1844; por tanto, esperaban con gran tensión que llegara ese día; pero ¿se iba a presentar Cristo en esa fecha? He aquí lo que pasó aquel día: llegaron a donde los condujo aquel "nuevo torrente de luz"; a lo que ellos llaman "el chasco": "A medida que se acercaba el 22 de octubre de 1844, aumentaba la tensión entre los adventistas. [...].   "Y llegó el día. Los adventistas estaban reunidos en capillas o en los hogares particulares, [...]. Pasó el día, y se puso el sol. [...]. Finalmente pasó la media noche. Se ofrecieron oraciones y los ojos de muchos creyentes derramaron lágrimas. Por fin llegó la mañana, y ya no podían seguir pretendiendo que estaban en el día 22. Aquel día pasó y Jesús no había venido. [...].   "[...] cuando pasó el 22 de octubre de 1844 y Jesús no apareció, el chasco fue muy amargo. [...].  
"[...]. Hiran Edson expresa cuáles eran sus sentimientos: ‘Nuestras más caras esperanzas y expectativas estaban marchitas y nos sobrevino una necesidad de llorar como nunca antes sentimos. Parecía que la pérdida de todos los amigos terrenales no tenía comparación con este dolor. Lloramos y lloramos hasta que aclaró el día’." (1/153-156, 443).
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Capítulo III

LAS CONSECUENCIAS DEL CHASCO

1) Como consecuencias del chasco del 22 de octubre de 1844, el grupo de milleritas (o adventistas) seguidores de Gillermo Miller saltó por los aires; se hizo pedazos:

a) Hubo muchos milleritas que, sencillamente, se apartaron del movimiento de Miller en cuanto se produjo el chasco; pero continuó un grupo de ellos:

"Muchos milleritas se echaron atrás en seguida después del chasco, aunque un grupo considerable continuó durante varios años." (1/155). b) Este grupo que continuó con Miller, después de la muerte de éste, se extinguió: "Miller murió en diciembre de 1849. Sus colaboradores continuaron fijando fechas durante años. Estos llegaron a ser los adventistas evangélicos [...]. Gradualmente se fueron extinguiendo."(Ib.).
c) Antes de que este grupo se extinguiera, muchos de sus miembros se separaron y dieron lugar a otros grupos de adventistas: de uno de ellos, se originó "la Iglesia Cristiana Adventista", que observaba el domingo como día de reposo, y que fijó una nueva fecha para la segunda venida de Cristo. En contraposición con este grupo, otros de esos milleritas formaron la "Iglesia Adventista del Séptimo Día"; la continuación del relato así lo dice:
"Un grupo considerable se separó de estos milleritas fijando una nueva fecha para la venida de Cristo. [...]. Fueron conocidos como la Iglesia Cristiana Adventista, observadores del domingo; el único grupo adventista importante fuera de los Adventistas del Séptimo Día.  
"En contraste con éstos que persistieron en la idea de que el Señor vendría pronto y continuaron fijando fechas, hubo grupos de creyentes que se mantuvieron firmes en la convicción de que la profecía de los dos mil y trescientos días había sido calculada correctamente al señalar 1844 como terminación de dicho período, y que la purificación del santuario empezó en esta fecha. Pero hallaron otra explicación que señalaba otro acontecimiento en vez de la segunda venida de Cristo. Este incluía a Hiram Edson, José Bates, Jaime White; Elena Harmon y José Turner.
  "[...[. Nos interesa especialmente el grupo de Hiram Edson, José Bates, Jaime White y Elena Harmon, porque formaron el núcleo de nuestra iglesia." (1/155-156). 2) Vemos que, de los seguidores de Miller, tras el chasco de 1844, se formaron varios grupos; pero los dos más importantes que permanecieron, fueron:

a) La Iglesia Cristiana Adventista que observaba el domingo como día de reposo. Tengamos bien en cuenta a esta Organización, porque, como veremos en su lugar correspondiente, por medio de ella aparecerá el Jehovismo.

b) La Iglesia Adventista del Sétimo Día, que no se llamará así hasta 1860, ya que, en el principio de su formación, también observaba el domingo como día de reposo hasta 1846, cuando aceptaron de forma oficial el reposo del sábado, tras debatir este tema en un congreso celebrado a finales del año anterior. Antes de esta fecha, hubo algunos adventistas que empezaron a observar el sábado por su cuenta, a raíz de que Raquel Oakes (miembro de la Iglesia Bautista del Séptimo Día) transmitiera esta enseñanza al pastor adventista Federico Wheeler, en cuya iglesia estuvo escuchando su predicación un domingo tras "el chasco" en 1844. Los White (Jaime y Elena) no aceptaron el sábado hasta después de agosto de 1846; téngase esto en cuenta por las implicaciones que tiene para ella y sus visiones anteriores a esta fecha, desde el punto de vista del Adventismo, lo veremos más adelante (1/158-161, 443-444).

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Capítulo IV

EL AMAÑO DEL CHASCO

1) Como hemos visto, el mensaje de Miller y sus seguidores consistía únicamente en anunciar la segunda venida de Cristo a la Tierra para el día 22 de octubre de 1844; en este día, por tanto, tendría lugar el fin del mundo.

2) Cuando llegó esa fecha y no sucedió nada de lo que habían anunciado, no sólo obtuvieron un "chasco", como dice ahora el Adventismo, sino que resultó que todo su mensaje había fallado. Por consiguiente, no les quedaba absolutamente nada de todo lo que habían predicado hasta esa fecha. Así, pues, lo único que podían hacer era reconocer que el mensaje anunciado por todos los milleritas no había sido nada más que un error de bulto.

3) Ahora bien, en lugar de reconocer eso, el grupo que dio lugar a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, buscó hasta que halló "otra explicación":

"Pero hallaron otra explicación que señalaba otro acontecimiento en vez de la segunda venida de Cristo. Este grupo incluía a Hiram Edson, José Bates, Jaime White, Elena Harmon y José Turner". (1/155). 4) La nueva explicación consistió en lo siguiente:

a) Habían explicado que los 2.300 días de Daniel 8:14 terminaban el día 22 de octubre de 1844; por tanto, en esta fecha, tendría lugar la purificación del santuario a que se refiere ese texto de Daniel, interpretando, por purificación del santuario, la purificación de la Tierra y, por consiguiente, esto suponía la segunda venida de Cristo.

b) Después, la "otra explicación" consistió en decir que la fecha del 22 de octubre de 1844 era buena; pero se habían equivocado en lo que era el acontecimiento que debía producirse en esa fecha; pues, en lugar de venir Cristo a purificar la Tierra, lo que sucedió en esa fecha es que Cristo entró en el lugar santísimo y empezó a purificar el santuario del cielo; uno del grupo, Hiram Edson, dijo que él lo vio en visión:
"Aquel día pasó y Jesús no había venido. En la quinta de Hiram Edson hubo mucho llanto, como en centenares de otros lugares de reunión. Los creyentes se preguntaban uno a otro: ¿Nos han engañado las Escrituras? Diligentes estudios posteriores revelaron que el tiempo profético era correcto pero que el acontecimiento a ocurrir en esa fecha había sido interpretado equivocadamente." (1/154).
  "[…] La equivocación de ellos consistió en no comprender lo que era el santuario ni la naturaleza de su purificación." (3/243).
"Edson escribe: ‘Vi distinta y claramente que nuestro sumo sacerdote, en vez de salir del lugar santo del santuario celestial, para venir a esta tierra [...], al fin de los dos mil trescientos días, aquel día entraba por primera vez en el segundo departamento del santuario y tenía una obra que realizar en el lugar santísimo antes de regresar a esta tierra’." (1/156).
5) La visión que dijo haber tenido Edson, fue ratificada por las visiones que dicen que tuvo después la Sra. White, que explica que Cristo, desde que ascendió al cielo hasta el día 22 de octubre de 1844, estuvo en el lugar santo del santuario celestial y, en esa fecha, pasó al lugar santísimo y empezó a purificar los pecados de los creyentes; cuando termine de hacer esa obra de purificación, tendrá lugar la segunda venida. A esta obra que dicen que hace Cristo desde aquel día, la llaman "purificación del santuario" y "juicio investigador"; y hacen un paralelo de la obra de Cristo desde que ascendió al cielo con lo que hacían los sacerdotes en el lugar santo, y el sumo sacerdote una vez al año en el lugar santísimo del santuario terrenal:
"Se me mostró – dice la Sra. White – el amargo chasco que sufrió el pueblo de Dios por no ver a Jesús en la fecha que lo esperaban. No sabían por qué el Salvador no había venido, pues no veían prueba alguna de que no hubiese terminado el tiempo profético. Dijo el ángel: ‘¿Ha fallado la palabra de Dios? ¿Ha faltado Dios en cumplir sus promesas? No; ha cumplido cuanto prometió. Jesús se ha levantado a cerrar la puerta del lugar santo del santuario celestial, y ha abierto una puerta en el lugar santísimo y ha entrado a purificar el santuario. [...].
"También se me mostró en la tierra un santuario con dos departamentos. Se parecía al del cielo, y se me dijo que era una figura del celestial. [...]. El sacerdote oficiaba en ambos departamentos del terrenal. Entraba diariamente en el primer departamento, y sólo una vez al año en el lugar santísimo para purificarlo de los pecados allí transferidos. [...].
"[...]. Así como el sacerdote entraba una vez al año en el lugar santísimo para purificar el santuario terrenal, también Jesús entró en el lugar santísimo del celestial al fin de los 2.300 días de Daniel 8, en 1844, para hacer la expiación final por todos los que pudiesen recibir el beneficio de su mediación, y purificar de este modo el santuario." (3/250-253).   "El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, ‘dentro del velo’ que formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...].
"Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del santuario." (2/473-474).
"En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en éste, con la sangre de Cristo. [...] La remisión, o sea el acto de quitar los pecados, es la obra que debe realizarse." (2/470).
"La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de ser juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los hombres sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser examinadas. [...] Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada uno según sus obras.
"[...].
"En el tiempo señalado para el juicio – al fin de los 2.300 días, en 1844 – empezó la obra de investigación y el acto de borrar los pecados. Todos los que hayan profesado el nombre de Cristo deben pasar por ese riguroso examen." (2/539-540).
6) Por tanto, el amaño del chasco que tuvo lugar el día 22 de octubre de 1844, consistió en decir que el acontecimiento de la segunda venida de Cristo, que se tenía que haber producido en ese día (como habían anunciado) estaba equivocado; porque lo que tenían que haber anunciado era que, en dicho día, Cristo iba a comenzar, en el Cielo, el "juicio investigador" o "purificación del santuario". Así retuvieron la fecha de 1844, y cambiaron el acontecimiento que tenía que haberse producido en ella según su anuncio.

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Capítulo V

EL PECULIAR MENSAJE DEL ADVENTISMO

1) Como acabamos de ver, el mensaje que anunciaba la segunda venida de Cristo para el 22 de octubre de 1844, resultó totalmente erróneo y quedó anulado al llegar esa fecha; pero el Adventismo sustituyó ese mensaje erróneo por otro mensaje: el mensaje de que , en esa misma fecha (que mantuvieron como auténtica), había comenzado Cristo en el cielo el "juicio investigador" o "purificación del santuario", todo fundado en Daniel 8:14, según la interpretación que hace el Adventismo de este texto, de acuerdo con ciertas visiones, especialmente las de la Sra. White.

2) Por consiguiente, un año después del "chasco", en 1845, el Adventismo no tenía otra doctrina nada más que la de la "purificación del santuario" (o "juicio investigador"); en este año 1845, discutieron esta doctrina junto con el tema del sábado en un congreso:

"En el congreso bíblico convocado por Hiram Edson, en Port Gibson, a finales de 1845, se discutieron las doctrinas principales sobre las cuales se funda nuestra iglesia. El capitán Bates aprendió más acerca del santuario y Edson aprendió acerca del sábado." (1/160-161).
3) Según hemos observado, en el capítulo III, la doctrina del sábado les fue transmitida por Raquel Oakes (de la Iglesia Bautista del Séptimo Día). Por consiguiente, el Adventismo no sacó la doctrina del sábado de la Biblia, por un estudio que hiciera en ella; ni siquiera obtuvo la enseñanza del sábado por medio de las visiones de su profetisa, Sra. White; más aún, esta señora no se interesó en el asunto del sábado hasta después de contraer matrimonio el 30 de agosto de 1846 (146/52):
"Hemos oído poco acerca de Jaime y Elena White, que se habían casado en agosto de 1846. Jaime había sido invitado al congreso de Port Gibson, convocado por Edson, pero no pudo asistir. Elena se había encontrado con José Bates dos veces antes de su casamiento y en ambas ocasiones lo había oído explicar el tema del sábado. Pero los White no se impresionaron con la importancia de esta doctrina. Después de su casamiento, los White estudiaron un folleto que Bates había publicado y aceptaron en seguida el mensaje del sábado." (1/161).
4) Por consiguiente, la única doctrina que constituye el peculiar mensaje del Adventismo desde 1844 es la doctrina de la "purificación del santuario" o "juicio investigador". Esta única doctrina, y sólo ella, fue la causa de que la Iglesia Adventista del Séptimo Día se fundara en 1844, tras "el chasco", y exista desde entonces. Después fueron adoptando las demás doctrinas que tienen; pero esas otras doctrinas ya se hallaban en otras iglesias, como es el caso del sábado. Por consiguiente, el mensaje del santuario es la "razón de ser" de la Iglesia Adventista del Séptimo Día "desde 1844". Así lo reconoce el Dr. Jean Zürcher, un alto dirigente de esta Iglesia en Europa, y que también fue, en los años sesenta, director y profesor del Seminario Adventista en Francia, donde impartía clases sobre "Daniel y Apocalipsis"; él lo dice así:
"La profecía de las 2.300 tardes y mañanas constituye, en efecto, un período profético único en la Biblia. Este período profético no se encuentra mencionado más que en el libro de Daniel y no tiene equivalente en ninguna otra parte de las Escrituras. De su interpretación depende no solamente nuestra enseñanza acerca del santuario celestial y la doctrina del juicio, sino incluso nuestra razón de ser como movimiento adventista desde 1844. Por eso ninguna otra profecía tiene más importancia para la Iglesia Adventista que la de Daniel 8:14, tanto desde el punto de vista doctrinal como desde el punto vista histórico." (4/12).
"El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador." (2/542).
5) Es evidente que el peculiar mensaje del Adventismo y la causa de su existencia desde 1844 es la doctrina de la "purificación del santuario", basada únicamente en la frase "el santuario será purificado" (de Daniel 8:14); y, a partir de esa doctrina y en relación con ella, establecieron después otras doctrinas referentes a cualquier época de la historia de la salvación:
"[…] la doctrina del santuario se convirtió en el microcosmos del plan de salvación. Esta enseñanza no sólo fue la 'llave' que abrió el misterio del Chasco de 1844, sino que 'reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso […]. La luz del santuario iluminaba lo pasado, lo presente y lo porvenir'." (146/260).
6) En la Tercera parte, demostraremos que la palabra "purificado" de Daniel 8:14 es una errónea traducción, y, por tanto, toda la fallida enseñanza de Guillermo Miller para el 22 de octubre de 1844, y el peculiar mensaje del Adventismo, fundado en la misma palabra, "purificado", no tiene ni un átomo de apoyo en la Biblia; y, si esa palabra, "purificado", hubiera estado bien traducida en la Biblia usada por Miller, nunca hubiera aparecido el Adventismo ni el Jehovismo.

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Segunda parte

 EL DESMONTAJE DE LOS CÁLCULOS PARA LLEGAR A 1844

Sobre arena, un edificio
sostenerse no podrá,
y un cálculo tan ficticio
la Historia lo arruinará.


Capítulo primero

EL FUNDAMENTO DEL MENSAJE DE GUILLERMO MILLER

1) Miller predicó el mensaje de que el día 22 de octubre de 1844 tendría lugar la segunda venida de Cristo, como ya hemos visto en la primera parte.

2) Ese mensaje estaba fundado en Daniel 8:14, que, según la versión usada por Miller, como se ve por las citas aportadas ahora por el Adventismo, decía igual que la Reina-Valera, que dice así:

"[...]: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado." (5/823). 3) En efecto, de este texto sacó Miller los dos componentes de su mensaje:

a) De la frase: "dos mil trescientas tardes y mañanas", interpretadas como 2.300 días, sacó la fecha de 1844.

b) De la expresión: "el santuario será purificado", sacó la doctrina de que el santuario que debía ser purificado en 1844 era la Tierra, lo que suponía la segunda venida de Cristo en esa fecha, como ya hemos visto en la primera parte.

4) Por consiguiente, tenemos que estudiar estos dos puntos, para demostrar el error en el que incurrió Miller, que construyó todo su mensaje "sobre la arena", como probaremos en lo sucesivo; por tanto, vamos a ver cómo hizo los cálculos para llegar a 1844; después revisaremos cada fecha de esos cálculos; y, en la tercera parte, estudiaremos el tema de la "purificación del santuario".

a) Los 2.300 días (de Daniel 8:14) fueron convertidos en 2.300 años, sirviéndose de dos textos: Números 14:34 y Ezequiel 4:6, de los cuales sacan la medida de que "un día = a un año".

b) Después relacionó estos 2.300 años con la profecía de las 70 semanas de Daniel 9:24-27, y llegó a la conclusión de que estos dos períodos de tiempo empezaban en la misma fecha, siendo las 70 semanas el primer tramo de los 2.300 días; es decir, cuando se acabara el tramo de las 70 semanas, se añadiría el resto de los 2.300 días.

c) Ahora le faltaba encontrar la fecha para empezar a contar las 70 semanas de Daniel. El texto de este profeta dice que esas semanas se empezarían a contar:

"[...] desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén [...]." (Daniel 9:25). d) Miller consideró que esa "orden" fue el decreto dado por el rey persa Artajerjes a Esdras, en el séptimo año de su reinado, según se indica en Esdras 7:6-28.

e) Después de haber hecho los cálculos que fallaron por tres veces (como ya hemos visto en la primera parte), Miller y los suyos llegaron a la conclusión que ese decreto dado por Artajerjes a Esdras (Esdras 7:12-13) "entró en vigor" o "fue promulgado" en el otoño del año 457 a. C., y, por tanto, había que empezar a contar los 2.300 años desde el otoño de ese año; así, el final coincidiría con el otoño de 1844, en cuyo año el día 10 del mes séptimo del calendario bíblico, en el cual era la purificación del santuario judío, coincidía con el 22 de octubre de dicho año; así se llegó a esta fecha para la segunda venida de Cristo:
"El simbolismo del día de la expiación, que en 1844 cayó el 22 de octubre se combinó con la profecía de los dos mil trescientos días, y los creyentes adventistas señalaron aquel día como el de la purificación del santuario.   "Se creía que el santuario era la tierra y su purificación la venida de Cristo." (1/128).   "Los dos mil trescientos días habrían terminado en la primavera [otoño meridional] (el día de año nuevo según el calendario judío) de 1844, si el decreto de Artajerjes se hubiera promulgado el primer día del año 457 AC. Pero siendo que el decreto no se había promulgado hasta el otoño [primavera meridional] de aquel año, los dos mil trescientos años no podían terminar hasta el otoño [primavera meridional] de 1844. Un estudio más detenido del santuario y su servicio, les reveló que la purificación del santuario ocurría el día décimo del mes séptimo. Esto confirmaba la idea de que los dos mil trescientos años terminarían en el otoño [primavera meridional] porque el día décimo del mes séptimo correspondía al 22 de octubre de 1844." (1/150-151). f) La Sra. White (1827-1915), "profetisa" del Adventismo, cuenta todo esto de la siguiente manera:
"La profecía que parecía revelar con mayor claridad el tiempo del segundo advenimiento, era la de Daniel 8:14: ’Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.’ (V. M.) Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6); vio que el período de los 2.300 días proféticos, o años literales, se extendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse al santuario de aquella economía. Miller aceptaba la creencia general de que durante la era cristiana la tierra es el santuario, y dedujo por consiguiente que la purificación del santuario predicha en Daniel 8:14 representaba la purificación de la tierra con fuego en el segundo advenimiento de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que si podía encontrar el punto de partida de los 2.300 días, sería fácil fijar el tiempo del segundo advenimiento. Así quedaría revelado el tiempo de aquella gran consumación, [...]." (2/371).
g) Ella misma explica el resto de la interpretación de Miller, relacionando los 2.300 días con las 70 semanas de Daniel hasta llegar a 1844: "Había un punto importante en la visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se refería al tiempo: el período de los 2.300 días; por consiguiente, el ángel, reanudando su explicación, se espacia en la cuestión del tiempo:
" ‘Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad. ... Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí. ... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.’ (Daniel 9:24-27).
"El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicara el punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el dato relativo al tiempo: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.’ Después de mandar a Daniel que ‘entienda’ ‘la palabra’ y que alcance inteligencia de ‘la visión’, las primeras palabras del ángel son: ‘Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad.’ La palabra traducida aquí por ‘determinadas’, significa literalmente ‘descontadas.’ El ángel declara que setenta semanas, que representan 490 años, debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero de dónde fueron descontadas? Como los 2.300 días son el único período de tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte de los 2.300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos. El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento en que salió el edicto para reedificar a Jerusalén. Si se puede encontrar la fecha de aquel edicto, queda fijado el punto de partida del gran período de los 2.300 días.
"El decreto se encuentra en el capítulo séptimo de Esdras. (Vers. 12-26) Fue expedido en su forma más completa por Artajerjes, rey de Persia, en el año 457 ant. de J. C. [...].
" ‘Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas’ – es decir sesenta y nueve semanas, o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C. Partiendo de esta fecha, los 483 años alcanzan al otoño del año 27 de J. C. [...] Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La palabra ‘Mesías’ significa ‘ el Ungido’. En el otoño del año 27 de J. C., Cristo fue bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu Santo. [...].
" ‘Y en otra semana confirmará el pacto a muchos.’ La semana de la cual se habla aquí es la última de las setenta. Son los siete últimos años del período concedido especialmente a los judíos. Durante ese plazo que se extendió del año 27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio especialmente a los judíos. [...].
" ‘A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.’ El año 31 de J. C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. [...].
"Hasta aquí cada uno de los detalles de las profecías se ha cumplido de una manera sorprendente, y el principio de las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 ant. de J. C. y su fin en el año 34 de J. C. Partiendo de esta fecha no es difícil encontrar el término de los 2.300 días. Las setenta semanas – 490 días – descontadas de los 2.300 días, quedan 1.810 días. Contando desde 34 de J. C., los 1.810 años alcanzan al año 1844. Por consiguiente los 2.300 días de Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético, según el testimonio del ángel de Dios, ‘el santuario’ debía ser ‘purificado.’ De este modo la fecha de la purificación del santuario – la cual se creía universalmente que se verificaría en el segundo advenimiento de Cristo – quedó definitivamente establecida." (2/372-376).
h) Una vez vista la interpretación de Daniel 8:14 y 9:24-27, para llegar a 1844, presentada por la persona que más autoridad tiene en el Adventismo, pasamos a poner, en un gráfico, los cálculos que están expuestos en esa interpretación:

Gráfico primero.

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i) Vemos que los 2.300 años contados desde el otoño del año 457 a. C. llegan hasta el otoño del año 1844 d. C. El Adventismo cuenta los 490 años de las 70 semanas desde la misma fecha que los 2.300 años. Cuando terminaron los 490 años (que considera que están cortados o descontados de los 2.300), los cuales llegan hasta el otoño del año 34 d. C., suman, a esta fecha, los 1.810 años restantes de los 2.300, y así llegan al otoño del año 1844. Veamos ahora, en otros gráficos, el desarrollo de los cálculos de las 70 semanas (o 490 años) hechos por el Adventismo:

Gráfico segundo.

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j) Contando las 69 primeras semanas, de las 70 (Daniel 9:25), o 483 años, desde el otoño del año 457 a. C., se llega al otoño del año 27 d. C., cuando (según el Adventismo) Cristo fue bautizado. Así, a la mitad de la última semana ( = 7 años), en la primavera del año 31 d. C., Jesús fue crucificado; a esta fecha, se suman los 3 ½ años restantes de la segunda mitad de la última de las 70 semanas, y se llega al otoño del año 34 d. C., donde termina el período de las 70 semanas (o 490 años). Al otoño del año 34, se suman los 1.810 años restantes de los 2.300, y se llega al otoño del año 1844 (como se ve en el gráfico primero), que es la fecha buscada a lo largo de todos estos cálculos. Por tanto, las fechas de los años 457 a. C., 27 d. C. 31 y 34 sólo son hitos para llegar al año 1844, que es la fecha fundamental del Adventismo, hasta tal punto que esta fecha figura entre las "creencias fundamentales" de la Iglesia Adventista al mismo nivel que la creencia en Dios, en Jesucristo, etc. (6/254-255). De aquí que, si se demuestra que alguna de esas cuatro fechas (años 457, 27, 31, 34) es falsa, resultará una catástrofe para las creencias fundamentales del Adventismo, y para su razón de ser (como hemos visto en la primera parte). Por tanto, pasamos a examinar esas cuatro fechas por orden cronológico.

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Capítulo II

LA FECHA DEL AÑO 457 A. C.

1) El Adventismo cuenta desde el otoño de este año 457 a. C. las 70 semanas de Daniel 9:24-27 y los 2.300 días (convertidos en años) de Daniel 8:14. En realidad, estos textos de Daniel contienen dos profecías distintas entre sí, y nada tiene que ver la una con la otra. En efecto, la de Daniel 8:14 fue dada "En el año tercero del reinado del rey Belsasar" (o Baltasar), según Daniel 8:1, que corresponde al "año 553/552 a. C.", según el mismo Adventismo (7/tomo 4, p. 828). Por lo que se refiere a la profecía de Daniel 9:24-27, ésta fue dada "En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos", según Daniel 9:1. El Adventismo no tiene ningún interés en precisar, en este lugar de su Comentario Bíblico, a qué fecha corresponde el primer año de este Darío (que es el mismo mencionado en Daniel 5:31 y 11:1); pero el Jehovismo dice lo siguiente sobre Darío el Medo (al que también llama Darío I):
"[...], por lo menos con un año y posiblemente parte de un segundo año para Darío el Medo, el primer año del rey Ciro el Persa quizás no haya comenzado sino hasta el año 538 a. de la E. C., extendiéndose hasta el siguiente año, 537 a. de la E. C." (8/87).   "El reinado de Darío I fue breve; la mención del ‘primer año’ de su reinado infiere que fue rey por lo menos por un año completo. (Dn. 9:1; 11:1) Ciro lo siguió en el trono a fines de 538 y el profeta de Jehová, Daniel, continuó en un puesto alto. ‘En cuanto a este Daniel, prosperó en el reinado de Darío y el reinado de Ciro el persa.’ (Dan. 6:2, 28) [...]." (9/13). 2) Por consiguiente, el primer año de Darío el Medo estaría en torno al año 538 a. C. Un estudio detallado sobre este año primero de Darío el Medo se halla en (54/177-200, 469).

3) Por tanto, sabemos que la profecía de Daniel 8:14 (sobre los 2.300 días) fue dada hacia el año 552 a. C., y la de Daniel 9:24-27 (sobre las 70 semanas) fue revelada hacia el año 538 a. C. Esto supone que entre Daniel 8:14 y Daniel 9:24-27 hay 14 años de diferencia; pero parece que al Adventismo le gustaría borrar esos 14 años de historia entre los capítulos 8 y 9 de Daniel, para que así fuera más fácil su teoría de que las 70 semanas están cortadas del período de los 2.300 días, y por tanto ambas profecías comienzan en la misma fecha. He aquí un intento de borrar esos 14 años, realizado por el Dr. Jean Zürcher (a quien ya nos hemos referido más arriba), y publicado en la Revista oficial del Adventismo; dice así:
"[...]. Esto es lo que pide Daniel en su oración: ‘Dios nuestro ... haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado’ (Dan. 9:17). Es verdad que el profeta pensaba en el santuario terrenal, mientras que el ángel le habla del santuario celestial. Daniel estaba pensando en los setenta años de la profecía de Jeremías, cuando Gabriel le declaró: ‘Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado’ (Dan. 8:14)." (11/11). 4) Vemos cómo el Dr. Zürcher suprime los 14 años que separan los capítulos 8 y 9 de Daniel, pues, según él, cuando Daniel estaba orando en el año 538 a. C., vino el ángel y le dijo lo que ya le había dicho en el año 552 a. C. (es decir, 14 años antes); parece increíble que un doctor en Filosofía razone de esta manera; pero esto sólo es un amago de los intentos que harán para conseguir establecer su fundamental fecha de 1844, lo veremos.

5) Por otra parte, en Números 14:34 y Ezequiel 4:6, no hay ninguna regla, que diga que en las profecías dadas en días, éstos deban transformarse en años; pues en esos dos textos sólo se trata de dos hechos concretos, en cada uno de los cuales se dice lo contrario del otro: en Números 14:34, se afirma "un año por cada día", mientras que, en Ezequiel 4:6, se informa: "día por año". Veamos esos dos textos dentro de sus contextos:

a) Dios ordenó a Moisés que enviara doce hombres a reconocer la tierra de Canaán, donde debían entrar los israelitas; los doce espías tardaron 40 días en reconocer aquella tierra (Números 13:1-25). Diez de los doce dieron un informe negativo, que arrastró a los israelitas a rechazar la orden de Dios para entrar en Canaán; entonces, Dios dijo que todos los que tuvieran de 20 años para arriba, morirían en el desierto, excepto Caleb y Josué (Números 14:1-30); por tanto, para que los desobedientes murieran en el desierto, Dios los castigó a deambular por allí 40 años, un año por cada día que habían tardado en reconocer la tierra:

"Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo." (Números 14:34). b) En Ezequiel capítulos 4 y 5, Dios anuncia, mediante una serie de acciones que ordena realizar al profeta, el sitio y destrucción de Jerusalén, lo cual se explica en 2 Reyes 25:1-10. Entre esos gestos simbólicos, Ezequiel tuvo que realizar dos, que consistían en cargar Dios, simbólicamente, la maldad de la casa de Israel, que había durado 190 años, sobre el profeta, reduciéndola a 190 días ( un día por cada año), que el profeta tenía que dormir sobre el lado izquierdo; después, como la maldad de la casa de Israel había durado 40 años, Dios ordena, al profeta, que duerma otros cuarenta días sobre el lado derecho, y dice: "[...], y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado." (Ezequiel 4:6).
6) Como es evidente, estos dos pasajes van en sentido contrario. En el primero, los 40 días se transforman en 40 años; en el segundo, los 40 años se convierten en 40 días. Por tanto, en estos dos pasajes no hay ninguna regla profética, sino un castigo real en el primer caso, y un castigo simbólico en el segundo. Si alguien quiere coger estos dos textos (Números 14:34 y Ezequiel 4:6), para establecer una regla que mida el tiempo profético, tiene que, según el primer texto, transformar los días en años (40 días = 40 años), y, según el segundo texto, tiene que convertir los años en días (40 años = 40 días). Muchos, por no fijarse bien en lo que dicen estos dos textos bíblicos, han aplicado (cada uno como bien le ha parecido en cuanto al punto de partida) el invento de esa regla o norma, que no existe en ninguna parte, y todos sus cálculos han terminado en un rotundo fracaso; en ninguna ocasión se ha cumplido lo que han anunciado con unos cálculos hechos con esa regla (véase el Apéndice 1). Por tanto, cuando la Biblia da profecías en días, los días sólo son días (véase el Apéndice 2). Sólo, en las 70 semanas de Daniel, se cuenta un año por cada día; pero la medida no viene de esos dos textos que comentamos, sino de un hecho que simboliza lo anunciado en las 70 semanas (lo cual sí se cumplió al pie de la letra); además, en estos dos casos, la medida del tiempo no se da en días, sino en semanas, y, en uno de ellos, se dice claramente que son semanas de años (véase el Apéndice 3 y el Apéndice 9).

7) Por tanto, los 2.300 días de Daniel 8:14 son días literales (véase el Apéndice 2); se trata de los días que se iba a tardar en reconstruir el templo de Jerusalén que, cuando se dio la profecía de Daniel 8: 14 en el año 552 a. C., estaba destruido desde el año 19 del reinado de Nabucodonosor (2 Reyes 25:8-10), que es el año 586 a. C. (54/200-228). En efecto:

a) En Jeremías 17:27, se anuncia la destrucción de Jerusalén. Esta destrucción fue realizada, como queda indicado, en el año 586 a. C., cuando el templo también fue destruido, según se explica en 2 Reyes 25:8-10.

b) Según Daniel 8:1, en el año 552 a. C., se anuncia la restauración de ese templo en Daniel 8:14, la cual fue terminada y el templo dedicado en el sexto año del reinado del rey Darío, según se dice en Esdras 6:15-18. Este rey es Darío I, y su sexto año (según el Adventismo) corresponde al año 515 a. C. (7/tomo III, p. 363). (Véase el Apéndice 2).

c) En Daniel 9:26, se vuelve a anunciar la destrucción de Jerusalén y del templo, lo cual sucedió en el año 70 d. C. por medio de las legiones romanas al mando del príncipe Tito, hijo del emperador romano Vespasiano (7/tomo V, p. 484).

8) Es evidente que el hecho de convertir los 2.300 días en 2.300 años no tiene base bíblica; de ahí, los intentos del Adventismo para "cortar" las 70 semanas de los 2.300 días de Daniel 8:14, empezando los dos períodos al mismo tiempo en el año 457 a. C., como se ve en el gráfico primero de más arriba; pero ese subterfugio no le sirve para sus fines; porque no le salen las cuentas en su cálculo de las 70 semanas de Daniel 9:24-27, como vamos a demostrar a continuación.

9) En Daniel 9.25, se dice que las 70 semanas se empezarían a contar "desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén [...]".

10) En Esdras 7:12-13, el rey persa Artajerjes dice, al sacerdote judío Esdras, en su decreto:

"Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo: Paz.   "Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino, del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, vaya." 11) No se dice en qué día dio el rey Artajerjes esta orden; pero sí se afirma en la Biblia: "[...], este Esdras subió de Babilonia. [...] Y con él subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel, y de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo, en el séptimo año del rey Artajerjes. Y llegó a Jerusalén en el mes quinto del año séptimo del rey. Porque el día primero del primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al primero del mes quinto llegó a Jerusalén, [...]." (Esdras 7:6-9).
12) Vemos con claridad que, aunque no se dice en qué día se emitió esa orden del rey Artajerjes, está claramente expresado que ese viaje a Jerusalén se realizó en el año séptimo del rey Artajerjes, y que salieron de Babilonia en el día primero del primer mes, que es Nisán, equivalente al mes de abril (aproximadamente); y llegaron a Jerusalén el día primero del mes quinto, que es Av, el cual corresponde al mes de agosto (aproximadamente), (12/73, 107). Así que el viaje empezó a primeros de abril, y llegaron a Jerusalén a primeros de agosto del año séptimo del reinado del rey Artajerjes. Ahora hay que calcular dos cosas:

a) A qué año del calendario juliano corresponde el año séptimo del reinado de Artajerjes.

b) En qué momento, dentro de ese año séptimo, el rey Artajerjes emitió esa "orden", para realizar ese viaje a Jerusalén.

13) Sobre el año séptimo de Artajerjes, el Adventismo dice:

"Uno de los papiros de doble fecha descubiertos en la colonia judía de Elefantina, Egipto [...], fue escrito en el año de ascensión al trono de Artajerjes, en enero del 464 a. C. [...]. Comparándolo con otros registros, antiguos, se puede deducir que, mediante el cómputo judío, el ‘comienzo de su reinado’ o ‘año ascensional’ comenzó después del Año Nuevo judío de 465 a. C. y terminó en el siguiente Año Nuevo judío, en septiembre-octubre del 464 a. C. Entonces, su ‘primer año’ (su primer año calendario completo) habría sido desde septiembre-octubre del 464 a. C. hasta septiembre-octubre del 463 a. C. El 7º año de Artajerjes se extendería entonces, desde el otoño (septiembre-octubre) del 458 a. C. hasta el otoño del 457 a. C. [...]." (7/tomo 4, p. 879).
"Artajerjes ascendió al trono a finales del año 465 A. C. Pero el año 465-464 A. C. no fue el primero de Artajerjes. [...] Tanto judíos como persas contaban los años del reinado de los monarcas a partir de fechas fijas. Los judíos contaban los años civiles de otoño a otoño, comenzando con el 1º de Tisri (Septiembre). El período que iba desde la ascensión al trono hasta el siguiente día 1º de Tisri era denominado ‘comienzo del reinado’ [...]. Ahora se acostumbra llamarlo ‘año ascensional’. Podía durar días o meses. Recién al terminar comenzaba el primer año de reinado." (13/tomo III, p. 223). 14) Por otra parte, tenemos la siguiente información sobre el comienzo del reinado de Artajerjes, cuando sucedió a su padre Jerjes: "JERJES. Rey de Persia, llamado Asuero en latín, hijo de Darío I, n. hacia el año 519 a. de J. C. y m. en 465. [...], siendo asesinado, junto con su hijo mayor Darío, por el jefe de la guardia, Artabán, en Diciembre de 465 ó Enero del 464, que fue muerto el mismo día. Le sucedió su hijo Artajerjes I." (14/tomo 28, pp. 2669-2670). 15) Recogiendo ahora, en un gráfico, toda la información de estas tres últimas citas, veremos con claridad dónde queda situado el año 7º del rey Artajerjes en el calendario juliano.

Gráfico tercero.

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16) Observamos, en este gráfico, que los años del calendario judío, que van de otoño a otoño, comprenden el último trimestre de un año juliano más los tres primeros trimestres del año siguiente. El "año ascensional" de Artajerjes comenzó entre finales de diciembre del año 465 a. C. y primeros días de enero del año 464 a. C. y terminó por finales de septiembre del año 464 a. C. También vemos dónde empezó y terminó el viaje que hizo Esdras a Jerusalén en el año 7º del reinado de Artajerjes; se observa que este año 7º comprende el último trimestre del año 458 a. C. y los tres primeros trimestres del año 457 a. C.

17) Una vez averiguado a qué año del calendario juliano corresponde el año 7º de Artajerjes, nos queda deducir en qué momento, dentro de ese año 7º, emitió el rey Artajerjes esa "orden", para realizar ese viaje a Jerusalén, que es lo que hemos indicado más arriba, en el punto 12-b.

18) Es evidente que la "orden", para realizar ese viaje, tuvo que emitirse antes de comenzar dicho viaje. Lógica y evidentemente los hechos cronológicos sucedieron así:

a) El rey Artajerjes emite la "orden" para el viaje.

b) La "orden" dice que todo el que quiera ir "en mi reino" a Jerusalén, se reúna en Babilonia; por tanto, la "orden" debe darse a conocer por todo el reino del rey Artajerjes.

c) Cuando los judíos que vivían en el reino persa de Artajerjes, conocieron esa "orden", los que quisieron ir a Jerusalén, se concentraron en Babilonia para hacer el viaje con Esdras; en Esdras 8:1-36, se habla de los que hicieron ese viaje.

d) Ahora bien, ¿cuánto tiempo pudo pasar desde que el rey dio la "orden" hasta que estos judíos se reunieron en Babilonia? Si nos fijamos en el mapa del reino persa (en la última página), y en (52/tomo I, p. 44), vemos que los que vivían en la parte oriental de ese reino, por ejemplo, en la importante ciudad de Bactra, o en el extremo occidental, tuvieron que recorrer unas distancias mayores que el camino recorrido después para ir desde Babilonia a Jerusalén rodeando el desierto de Arabia. Además, puesto que era un viaje sin retorno, pues se trataba de ir a vivir en Jerusalén, es decir, volver a la tierra de donde habían sido deportados sus padres, estos judíos tuvieron que liquidar sus negocios y propiedades antes de ir a Babilonia para reunirse con Esdras. Por consiguiente, aunque ese viaje hasta Babilonia se hiciera más rápido que el de Babilonia a Jerusalén, porque un viaje individual es más rápido que el de una caravana, si en el viaje a Jerusalén se tardó unos cuatro meses, en el viaje hasta Babilonia, al ser la distancia, para los más alejados, casi el doble que de Babilonia a Jerusalén, no podemos calcular que tardaran menos de otros cuatro meses; a estos cuatro meses hay que sumar el tiempo que tardaron los heraldos del rey (éstos más rápidos) de llevar la noticia de la "orden" del rey hasta Bactra, por ejemplo; también hay que sumar el tiempo que estos judíos tardaran en liquidar sus posesiones. No es ninguna exageración calcular que, desde que el rey emitió la "orden" en cuestión hasta que los judíos de los lugares más alejados del reino persa se pusieran en camino hacia Babilonia, pasaron otros dos meses más. Por tanto, desde que el rey emitió la "orden" hasta que Esdras empezó el viaje desde Babilonia, se habrían pasado seis meses como mínimo; Así, pues, como Esdras salió de Babilonia el día primero del primer mes, que hemos visto que corresponde a primeros de abril del calendario juliano, resulta que seis meses antes corresponde a primeros del mes de octubre del año 458 a. C., es decir, nos situamos en el comienzo del año 7º del reinado del rey Artajerjes, que es el comienzo del otoño del año 458 a. C., como se puede ver más arriba (gráfico tercero).

19) Por tanto, como la Biblia dice que las 70 semanas se empiezan a contar "... desde la salida de la orden..." (Daniel 9:25), resulta que, si comenzamos a contar los 2.300 días al mismo tiempo, como hace el Adventismo, y la fecha de este comienzo es el principio del otoño del año 458 a. C., el final de estos 2.300 días (años para el Adventismo) se sitúa en el comienzo del otoño (primeros de octubre) del año 1843 d. C., pues al retrasar un año el comienzo (desde el 457 al 458), también se retrasa un año el final (desde el 1844 al 1843), como se puede observar más arriba (gráfico primero).

20) Como se ve, vamos a parar al año 1843 que es la primera fecha que dio Guillermo Miller para el fin del mundo, fecha que fue presentada en "el famoso diagrama ‘1843’.", donde estaban los cálculos que daban lugar a esa fecha por cuatro caminos distintos (véase ese diagrama en el Apéndice 1). Después, cuando esa fecha falló, dieron otras dos: "el 21 de marzo y luego el 18 de abril de 1844". Por fin, dieron la fecha del 22 de octubre de 1844, que también falló; así retrasaron la fecha del fin del mundo un año, desde 1843 a 1844, que es el año que ahora encontramos de error en esos cálculos. Dentro del año 1844, fijaron el día 22 de octubre porque dicen que, en ese año, ese día correspondía al día 10 de Tisri del calendario judío, en el cual se celebraba la fiesta de las "Expiaciones", consistente en la purificación del santuario israelita (Levítico 16:29-30):
"Un estudio más detenido del santuario y su servicio, les reveló que la purificación del santuario ocurría el día décimo del mes séptimo. Esto confirmaba la idea de que los dos mil trescientos años terminarían en el otoño [primavera meridional] porque el día décimo del mes séptimo correspondería al 22 de octubre de 1844." (1/151).
21) Ahora bien, si cuentan los 2.300 años por el calendario juliano, dichos años tienen que haber empezado en el día 22 de octubre del año 457 a. C.; y, si los cuentan por el calendario judío, esos años tienen que comenzar el día décimo del mes de Tisri del mismo año 457 a. C. En los dos casos esto da lugar a un error, que consiste en comenzar a contar las 70 semanas (pues no olvidemos que las cuentan juntas con los 2.300 años) en el año 8º del rey Artajerjes, pues este año 8º empezó el día uno de Tisri del año 457 a. C., y el día de las "expiaciones" era el día décimo de ese mes; lo mismo sucede si se cuenta por el calendario juliano, pues el 22 de octubre del año 457 a. C. cae dentro del año 8º del rey Artajerjes (véase el gráfico tercero).

22) Ahora tenemos que preguntar: ¿cómo justifica el Adventismo este desplazamiento del comienzo de las 70 semanas en un año (del 458 al 457) en contra de lo que dice la Biblia en Daniel 9:25? La profetisa del Adventismo contesta así:

"El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C." (2/373). 23) Vemos que, con esta declaración tan rotunda como gratuita, se cambia el principio de las 70 semanas desde 458 a. C. a un año más tarde, al 457 a. C., para que, así, el final de los 2.300 días-años no sea en 1843, como había predicado Miller, sino que ese final sea en el otoño del año 1844. Repitamos el gráfico tercero agregando las fechas del verdadero comienzo de las 70 semanas y de esa pretendida puesta "en vigencia" de la "orden" o "decreto" de Artajerjes en el 7º año de su reinado:

Gráfico cuarto.

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24) Veamos ahora lo que implicaba la "orden" de Artajerjes para los judíos que fueron con Esdras desde Babilonia a Jerusalén en el 7º año del reinado de este rey, según lo explica la Biblia en Esdras 7:1-27 y 8:24-34:

a) Les autorizaba a concentrarse en Babilonia.

b) Marcharse a Jerusalén para residir allí.

c) Llevar consigo más de 22.000 kilos de plata y más de 3.000 kilos de oro, amén de una cantidad de valiosos objetos; parte de todo esto fue donado por el mismo rey Artajerjes y su Gobierno (como se explica en Esdras 7:15-16).

25) El Adventismo debería explicar cómo hicieron todo eso los judíos sin tener ninguna autorización para ello, puesto que se fueron al principio del mes de abril del año 457 a. C., y la "orden" para hacerlo no entró en vigencia hasta el otoño del mismo año, casi dos meses después de haber llegado a Jerusalén, según su profetisa, Sra. White. Parece increíble que personas con estudios de Derecho (en el Adventismo) puedan aceptar y apoyar esas inconsecuencias de su profetisa; pero jamás nadie podrá encontrar en la Biblia ni en la Historia ninguna prueba, para demostrar que la "orden" o "decreto" del rey "Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 a. C.". Eso es lo que necesitaban para llegar con sus cálculos hasta el otoño del año 1844, y, sencillamente, se lo inventaron; después lo confirmó su profetisa, que para eso la crearon (véase el Apéndice 4).

26) Por fin, podemos preguntar, al Adventismo, que si la fecha verdadera, para empezar a contar las 70 semanas (y los 2.300 días, según ellos) era el otoño del año 457 a. C., para llegar al otoño del año 1844 d. C., ¿por qué hicieron unos cálculos proféticos que llegaban sólo al año 1843, y los exhibieron en "el famoso diagrama ‘1843’ " desde 1842? (véase el Apéndice 1). Su profetisa contesta así, apoyándose en una de sus visiones:

"He visto que el diagrama de 1843 fue dirigido por la mano del Señor, y que no debe ser alterado; que las cifras eran como él las quería; que su mano cubrió y ocultó una equivocación en algunas de las cifras, para que nadie pudiese verla, hasta que la mano de Dios se apartase."   "[...]. La mano del Señor se apartó de las cifras, y echaron de ver el error. Advirtieron que los períodos proféticos alcanzaban hasta 1844, y que la misma prueba que habían aducido para demostrar que los períodos proféticos terminaban en 1843 demostraba que terminarían en 1844." (3/74, 236).
27) He ahí la profetisa del Adventismo: tan falsa es esa explicación de lo que hacía ese dios trafullero con su mano, como la explicación de que: "El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C.". Pero una cosa es cierta: que el Adventismo tiene un error, en su fecha del año 457 a. C., que resulta ser falsa, por lo que no le permite llegar a establecer su creencia fundamental basada en la fecha de 1844; porque, para llegar a ella, le falta un año, y esto no tiene arreglo; mas sigamos con las fechas de sus cálculos y veremos más trafullas.

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Capítulo III

LA FECHA DEL AÑO 27 D. C.

1) La fecha del año 27 d. C. es el segundo hito, en los cálculos del Adventismo, para llegar a 1844. Deducen esta fecha contando las 69 primeras semanas (ó 483 años) de las 70 semanas de Daniel desde el otoño del año 457 a. C., cuando dice su profetisa que entró en vigencia el decreto del rey Artajerjes; el mismo Adventismo lo explica así, apoyándose en la autoridad de ella:
"Comenzando en el otoño [...] del 457 a. C., cuando entró en vigencia el decreto, las 69 semanas proféticas, o 483 años, llegan hasta el bautismo de Jesús en el año 27 d. C." (7/tomo 4, p. 879). 2) Los comentaristas del Adventismo no tienen más remedio que escribir esto para dar la razón a su profetisa, la cual también dejó establecida la fecha del bautismo de Cristo con la siguiente afirmación rotunda (para que lo demuestren sus seguidores): "En el otoño del año 27 de J. C., Cristo fue bautizado por Juan [...]." (2/373). 3) La Biblia que usa el Adventismo, en su Comentario Bíblico, dice que Jesús fue bautizado: "En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, [...]." (Lucas 3:1), (5/939). 4) Ahora, estos comentaristas no pueden demostrar que Cristo fuera bautizado en el año 27; pero, como no pueden dejar de dar la razón a su profetisa, recurren a una trafulla para demostrar que el bautismo de Jesús tuvo lugar en ese año indicado; he aquí sus palabras: "Augusto murió [...] el 19 de agosto, [...] el año 14 d. C. [...].   "[...] los judíos computaban el reinado de los reyes extranjeros según el año que comenzaba el 1 de Tisri. Si así fue, es de esperar que Lucas contara los años de Tiberio, gobernante romano, a partir de 1º de Tisri, y que su 2º año comenzara el primer día de año nuevo de su reinado, es decir, el 1º de Tisri del año 14 d. C." (7/tomo 5, pp. 235, 237).
5) Por una parte, vemos que esperan que Lucas contara los años de Tiberio por el calendario judío, "según el año que comenzaba el 1 de Tisri"; pero, por otra parte, contara de forma que el 2º año de Tiberio empezara en el 1º de Tisri de su reinado; es decir, que el año 2º comenzara donde, en el calendario judío, empezaba el año 1º completo; de esta forma, esperan que Lucas convirtiera lo que era el "año ascensional" en el año 1º. Veamos, en un gráfico, el galimatías que hay en esta última cita:

Gráfico quinto.


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6) Vemos, en este gráfico quinto, que desde la muerte de Augusto en el día 19 de agosto del año 14, hasta el día 1º de Tisri siguiente hay un mes y medio (aproximadamente). Puesto que esperan que Lucas contara los años de Tiberio por el calendario judío, según el año que comienza en el 1º de Tisri, resulta que esa fracción de un mes y medio debe ser el "año ascensional" de Tiberio y, a continuación, comenzar el año 1º de su reinado, como en el caso del rey Artajerjes (véase el Gráfico cuarto); pero, como esto no les interesa, han transformado el "año ascensional" en el primer año; de esta forma, donde debía empezar el año 1º, comienza el año 2º; por consiguiente, con este subterfugio, han escamoteado un año al reinado de Tiberio, para que el año 15º de éste coincida con el año 27. Mediante esta trafulla consiguen adaptar lo que dice Lucas 3:1, 21 a la fecha del año 27 para el bautismo de Jesús, como afirma su profetisa.

7) Ahora bien, nadie podrá demostrar jamás que alguien haya contado alguna vez de esa manera por el calendario judío. Como es evidente, por el calendario judío se contaban los años completos a partir del 1º de Tisri, y la fracción de año, que había hasta llegar al 1º de Tisri, era el "año ascensional", tal como está contado en el caso del rey Artajerjes (véase el gráfico cuarto). Por tanto, si se aplica el sistema judío a los años del imperio de Tiberio, hay que contar los años de la siguiente forma:

Gráfico sexto.
 
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8) Observamos que, contando los años del imperio de Tiberio, según se contaban por el calendario judío, el año 15º de Tiberio ya no coincide con el año 27, sino que coincide con el 28 y con el 29. De esta forma, la fecha que da la profetisa, para el bautismo de Jesús en el año 27, es totalmente falsa. No obstante, veamos lo que sucede si contamos los años de Tiberio según el sistema romano; los romanos no tenían "año ascensional", ni contaban los años de reinado a partir de año nuevo, sino que contaban el primer año de reinado desde la fecha que un emperador empezaba a reinar hasta la misma fecha del año siguiente; por consiguiente, los años del imperio de Tiberio se cuentan así, según los romanos:
"Augusto, inmediato predecesor de Tiberio, murió el 19 de agosto del 767 a U. C. = 14 d. C. El año 15 de Tiberio empezaba el 19 de agosto del 781.) (15/NT, tomo I-2º, p. 102).   "Las monedas prueban que Tiberio sólo tomó el título de emperador a la muerte de Augusto; y desde este año comenzaba su cómputo imperial. El año 15 de Tiberio va del 19 de agosto de 781 a 19 de agosto de 782 de Roma." (16/tomo V, p. 785). 9) Veamos, en un gráfico, lo que dicen estas dos últimas citas:

Gráfico séptimo.
 
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10) Es evidente que, contando los años del imperio de Tiberio según los romanos, su año 15º comprende parte del año 28 y parte del año 29. Por tanto, para poner la fecha del bautismo de Jesús en el otoño del año 15º del imperio de Tiberio, no hay más remedio que colocar el bautismo de Jesús en el otoño del año 28. Por tanto, la fecha del otoño del año 27 (para el bautismo de Cristo), dada por la profetisa del Adventismo, es una fecha absolutamente falsa. Esto hace que el segundo hito, que es este año 27, dentro de los cálculos del Adventismo para llegar al año 1844, tenga que ser removido un año hacia delante; es decir, desde el año 27 al año 28. Por esto, los comentaristas del Adventismo hacen la trafulla de escamotear un año en el reinado de Tiberio (como queda demostrado en el gráfico quinto); pero prosigamos con el hito siguiente dentro de los cálculos del Adventismo, que corresponde a la fecha de la muerte de Jesús.

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Capítulo IV

LAS FECHAS DE LOS AÑOS 31 Y 34

1) Para saltar desde el hito del año 27 a los hitos de los años 31 y 34, la profetisa afirma rotundamente:

"En el año 31 de J. C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. [...]   "Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos, terminaron [...] en el año 34 de J. C." (2/375).
2) Ahora, los comentaristas del Adventismo tienen que intentar probar que Jesús murió en la fecha que afirma su profetisa, así como la fecha del año 34; éstos, tras recurrir a una serie de embrollos para establecer la fecha del bautismo de Jesús en el año 27, concluyen escamoteando un año del reinado de Tiberio (como ya hemos visto); pero, siguiendo con su Comentario, pretenden probar que la fecha de la crucifixión de Jesús fue en el año 31, y que 3 ½ años después concluyeron las 70 semanas de Daniel; ellos lo afirman así:
"Esta semana, la septuagésima, comenzó en 27 d. C. al iniciarse el ministerio público de Cristo en ocasión de su bautismo. Se extendió más allá de la crucifixión en ‘la mitad de la semana’, ocurrida en la primavera (marzo-abril) del 31 d. C. hasta el rechazo de los judíos como pueblo del pacto, en el otoño del 34 d. C. [...]." (7/tomo 4, p. 880).
"En resumen: no hay una prueba decisiva, ni histórica ni cronológica – como tampoco hay pruebas contrarias -, de que Jesús comenzara su ministerio a fines del año 27 d. C., o sea, al final de las 69 semanas de años, contadas a partir del año 457 a. C., o que puso fin al simbolismo de los sacrificios y las ofrendas en la cruz exactamente 3 ½ años más tarde, en la primavera del año 31 d. C., quedando aún 3 ½ años de la 70ª semana para completar el período de 490 años desde su punto de partida. Sin embargo, aunque uno no pueda afirmar que estas fechas están comprobadas con fuentes documentales históricas directas, se las puede aceptar como deducciones muy razonables, teniendo en cuenta las profecías." (7/tomo 5, p. 239).
3) Vemos que los comentaristas adventistas dicen que "no hay una prueba decisiva, ni histórica ni cronológica [...], de que Jesús comenzara su ministerio a fines del año 27 d. C." Esto es precisamente lo que venimos demostrando al revisar las fechas de sus cálculos cronológicos en la interpretación de las 70 semanas de Daniel hecha por su profetisa. Exactamente por esto, porque no hay una prueba decisiva para establecer la fecha del año 27 d. C., intentan fabricarla ellos, escamoteando un año en el reinado del emperador romano Tiberio (como hemos visto en el gráfico quinto); pero, por otra parte, afirman que "tampoco hay pruebas contrarias", para establecer esa fecha del año 27; esto es una afirmación gratuita, porque sí hay pruebas que tiran por tierra esa fecha; pero ellos silencian unas y desprestigian otras con un cúmulo de embrollos hasta extremos inauditos, como puede comprobarse en su Comentario (7/tomo 5, pp. 225-259). No obstante, además de todas las pruebas que les venimos mostrando aquí, que desenmascaran lo erróneas que son las fechas-hitos de su cronología, hay muchas más pruebas bíblicas, históricas y astronómicas, que sitúan, en otras fechas correctas y distintas de las de ellos, las fechas del bautismo y crucifixión de Cristo (17/39-138).

4) En las dos últimas citas, también nos dicen que, sumando 3 ½ años a la fecha del año 27, se llega a la fecha de la muerte de Jesús en la primavera del año 31; y, sumando otros 3 ½ años a esta última fecha, se consigue la fecha del otoño del año 34, que, según ellos, este año 34 es el final de las 70 semanas de Daniel. Veamos esto:

a) En los gráficos sexto y séptimo, mostramos que, una vez restaurado (en el reinado de Tiberio) el año que ellos habían escamoteado, el otoño del año 15º del imperio de Tiberio ya no coincide con el otoño de año 27, como quieren ellos, sino con el otoño del año 28. Por tanto, es en el otoño de este año 28 donde se sitúa el bautismo de Cristo, siempre que, en Lucas 3:1, se lea la palabra IMPERIO.

b) Por consiguiente, sumando los 3 ½ años del ministerio de Jesús al otoño del año 28, la crucifixión de Cristo se sitúa en la primavera del año 32; con esto, queda claro que la fecha del año 31 es totalmente falsa, a pesar de todo lo que digan la profetisa y los dirigentes del Adventismo.

c) Si, a la fecha de la crucifixión, sumamos otros 3 ½ años, como quiere el Adventismo, vamos a parar al otoño del año 35, y no al del año 34, aunque la susodicha profetisa diga lo contrario. Veámoslo en el siguiente gráfico:

   Gráfico octavo.

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5) En consecuencia, si, como quiere el Adventismo, la fecha del bautismo de Jesús tiene que ser en el otoño del año 15º del imperio de Tiberio y, 3 ½ años después, tuvo lugar la crucifixión, ésta forzosamente se sitúa en la primavera del año 32, y no del 31 donde la sitúa su profetisa; y, si a la fecha de la crucifixión se suman otros 3 ½ años, para llegar al final de las 70 semanas de Daniel, el resultado es que las 70 semanas terminan en el otoño del año 35, como vemos en el gráfico octavo. Esto supone que la fecha del año 34 también es falsa, a pesar de tantas trafullas y de tanta profetisa.

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Capítulo V

LA FECHA DEL AÑO 1844

1) La profetisa del Adventismo dice rotundamente cómo se llega a establecer la fecha del año 1844, en el cual, según ella, empezó "la purificación del santuario"; éstas son sus palabras:

"[...] el principio de las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 ant. de J. C. y su fin en el año 34 de J. C. Partiendo de esta fecha no es difícil encontrar el término de los 2.300 días. Las setenta semanas – 490 días – descontadas de los 2.300 días, quedan 1.810 días. Concluidos los 490 días, quedan aún por cumplirse los 1.810 días. Contando desde 34 de J. C., los 1.810 años alcanzan al año 1844. Por consiguiente los 2.300 días de Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético, según el testimonio del ángel de Dios, ‘el santuario’ debía ser ‘purificado’. De este modo la fecha de la purificación del santuario [...] quedó definitivamente establecida." (2/376).
2) Los comentaristas del Adventismo, fieles defensores y apoyadores de la doctrina de su profetisa hasta el día de hoy, confirmando dócilmente lo dicho por ella, afirman lo siguiente:
"Puesto que las 70 semanas, o 490 años, son parte del período más largo de 2.300 años y puesto que los primeros 490 años de ese período se extienden hasta el otoño del 34 d. C., es posible calcular la fecha de la terminación de los 2.300 años. Sumando a 34 d. C. los 1.810 años restantes de los 2.300 años se llega hasta el otoño de 1844 cuando el santuario debía ser ‘purificado’ [...]." (7/tomo 4, pp. 880-881).
3) Antes de continuar con lo relativo a la fecha de 1844, debemos hacer aquí la siguiente observación: esta última cita está tomada del comentario al capítulo 9 de Daniel; para el comentario a este capítulo 9 de Daniel se emplean sólo siete páginas; pero, al final de las cuales, se dice: "COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE", y, debajo de este título, se coloca una lista de sus obras indicando la página (o páginas) que hay que leer de cada una de esas obras, donde ella comenta el capítulo 9 de Daniel; en total hay que leer 36 páginas de esas obras (7/tomo 4, p. 881). Si nos fijamos, por ejemplo, en un lugar de la Biblia ajeno a este tema, como es el capítulo 10 del evangelio de Marcos, hallamos que estos comentaristas adventistas escriben poco más de dos páginas para comentar ese capítulo 10; pero indican para leer 89 páginas de los libros de su profetisa, donde ella comenta el capítulo 10 de Marcos (7/tomo 5, p. 627). Por tanto, podemos afirmar que, como lo muestra la evidencia, el Comentario Bíblico Adventista está hecho en favor de y por su profetisa, y sirve al Adventismo:

a) Para paliar los errores de ella hasta donde les es posible.

b) Como una guía para leer los libros de su profetisa.

c) Para mostrar que los comentaristas del Adventismo están amordazados y maniatados por un servilismo ciego a su profetisa, cuya inspiración fue fabricada por la misma Iglesia Adventista en sus primeros tiempos (véase el Apéndice 4).

4) Volviendo a la fecha de 1844, vemos que, tanto la profetisa como sus comentaristas, dicen que, descontando de los 2.300 años los 490 años de las 70 semanas, restan otros 1.810 años, los cuales se agregan al año en el cual terminan las 70 semanas. Como el fin de esas semanas es, para ellos, el año 34, suman, a este año, los otros 1.810, y así llegan a establecer la fecha del año 1844; pero, como, según ya hemos visto, la fecha del año 34 es falsa, y la fecha verdadera (de acuerdo con el año 15º del imperio de Tiberio) es el año 35 (véase el gráfico octavo), resulta que esos 1.810 años hay que sumarlos al año 35; siendo esto así, tenemos como resultado de esta suma que la fecha del año 1844 también es falsa; porque, sumando 1.810 años al otoño del año 35, vamos a parar al otoño del año 1845. Esto nos muestra que hay una laguna de dos años en los cálculos del Adventismo, para poder llegar al año 1844, en el cual afirma que empezó "la purificación del santuario" o "juicio investigador". Esta laguna de dos años se produce de la manera siguiente:

a) El Adventismo empieza a contar el período de los 2.300 años junto con las 70 semanas en el otoño del año 457 a. C. (véase el gráfico primero); pero, como ya queda demostrado, esa fecha del año 457 es falsa, siendo la fecha verdadera el año 458 a. C., con lo cual el comienzo de los cálculos, para llegar a 1844, retrocede un año.

b) El Adventismo, confirmando lo dicho por su profetisa, pone el final de las 70 semanas (o 490 años) en el año 34 d. C.; pero, como queda demostrado, esta fecha del año 34 también es falsa, siendo la verdadera, de acuerdo – como el Adventismo quiere – con el año 15º del imperio de Tiberio (Lucas 3:1) el año 35 (como se ve en el gráfico octavo); con lo cual el final de los 490 años avanza un año, pasando del 34 al 35.

c) Por consiguiente, vemos que el Adventismo tiene una laguna de un año al comienzo de las setenta semanas; por lo que, contando desde la verdadera fecha, que es el año 458 a. C., los 2.300 días de Daniel 8:14, sólo puede llegar al otoño del año 1843, con lo cual su fecha de 1844 resulta ser falsa.

d) Ahora bien, como el Adventismo, según ya hemos visto, "corta" los 490 años (de las 70 semanas) de los 2.300 años, y los 1.810 años restantes los suma al año 34 (que considera el final de los 490), para llegar a 1844, y la fecha del año 34 es falsa, siendo la verdadera el año 35, hay que sumar a este año los 1.810 años, con lo cual llegamos al año 1845; esto nos demuestra que la fecha de 1844 no sólo es falsa, sino que, además, es imposible llegar a ella; porque, según lo dicho en Daniel 9:25 : "desde la salida de la orden", se produce una laguna de un año hacia atrás en el comienzo de las 70 semanas; y según lo dicho en Lucas 3:1 : "En el año decimoquinto del imperio ..." (como ellos interpretan) se produce una laguna de otro año hacia delante en el final de las 70 semanas. Veamos esto en un gráfico.


Gráfico noveno.

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5) Observando este gráfico, podemos apreciar el dilema en que se halla el Adventismo a la hora de demostrar que los 2.300 "años" terminan en el otoño de 1844. Veamos:

a) Si (como muestra la primera línea gruesa) se cuentan esos 2.300 años desde la verdadera fecha del comienzo de las 70 semanas, que, de acuerdo con la Biblia (Daniel 9:25), es el otoño del año 458 a. C., sin considerar las fechas del bautismo y muerte de Jesús, dichos años terminan en el otoño del año 1843 d. C. (pues 457,25 años de antes de Cristo más 1842,75 de después de Cristo nos llevan a este año); pero esto no interesa al Adventismo; porque esta fecha es a la que llegó Guillermo Miller por cuatro caminos distintos (véase el Apéndice 1); pero el Adventismo la cambió a 1844, como ya hemos visto.

b) Si (como se ve en la segunda línea gruesa) se cuentan desde la misma fecha del otoño del año 458 a. C. las 70 semanas, teniendo en cuenta la fecha del bautismo de Jesús (según Lucas 3:1), estas semanas (ó 490 años) terminan en el otoño del año 33 d. C., pues 457,25 años de antes de C. más 32,75 de después de C. suman los 490 años. Ahora bien, como los 1.810 años restantes (de los 2.300) hay que sumarlos a la fecha en la cual termina la última de las 70 semanas, que, como se ve en el gráfico octavo, es el otoño del año 35, sumados aquí estos 1.810 años nos llevan al otoño del año 1845. Así, el año 1844 no aparece por ninguna parte; porque se produce una laguna de dos años, que son los que hay entre el otoño del año 33 (donde concluyen los 490 años) y el otoño del año 35 (donde deben empezar a contarse los 1.810 años).

6) El Adventismo, con su profetisa a la cabeza, solucionan este dilema tapando esa laguna de dos años, mediante las dos artimañas siguientes:

a) Primera artimaña: contradiciendo lo que dice la Biblia, afirman gratuitamente que las 70 semanas no se cuentan desde que salió la "orden" de Artajerjes (como dice Daniel 9:25), sino desde que esa "orden" entró en "vigencia", y el momento de esa entrada en vigencia fue en el otoño del año 457 a. C. De esta forma hacen avanzar un año el principio de los 490 años (como se ve en la tercera línea gruesa de ese gráfico noveno), con lo cual el final, en vez de terminar en el otoño del año 33, termina en el otoño del año 34; de esta forma cubren la laguna de un año, que es el que hay desde el otoño del año 458 al otoño del 457 a. C.

b) Segunda artimaña: ésta consiste en que, mediante la argucia de un galimatías, escamotean un año en los años de reinado del emperador Tiberio, como ya hemos visto en el gráfico quinto. Con este escamoteo de un año consiguen que la última semana de las 70 termine en el otoño del año 34, en lugar del año 35; de esta forma cubren la laguna de otro año, que es el que va desde el otoño del año 34 al otoño del año 35. De esta manera, haciendo retroceder un año el final de los 490 años, se sitúan en el otoño del año 34 y, contando desde aquí los 1.810 años, llegan al otoño de 1844 (pues 456,25 años de antes de Cristo más 1843,75 años de después de Cristo son 2.300 años), una fecha falsa conseguida mediante dos artimañas trafullescas (véase Efesios 4:14); pero que, para el Adventismo, es una creencia fundamental (6/41-42) y (142/360-382); pero veamos lo que depende de esa fecha de 1844.

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Tercera parte

 EL DESMONTAJE DE LA PURIFICACIÓN DEL


SANTUARIO CELESTIAL COMENZADA EN 1844

Una doctrina tan falsa
prevalecer no podrá,
la doctrina de la Biblia
con ella acabará.


Capítulo primero

LA PURIFICACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL

COMENZADA EN 1844 FRENTE A LA BIBLIA

1) Guillermo Miller y sus seguidores, entre los cuales estaba la que después sería la profetisa del Adventismo, creían que la purificación del santuario, a la cual alude Daniel 8:14 (según ciertas traducciones, 142/380), era la purificación de la Tierra en el momento de la segunda venida de Cristo, la cual ellos anunciaron, por cuarta vez, para el día 22 de octubre de 1844. Cuando llegó esta fecha y no vino Cristo, no sabían a qué se refería esa "purificación del santuario":

"Se creía que el santuario era la tierra y su purificación la venida de Cristo." (1/128).   "En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos la circunstancia de que en 1844 no se veía acontecimiento alguno que correspondiese a la purificación del santuario." (2/462). 2) La profetisa cuenta que entonces investigaron en la Biblia y vieron que la Tierra no era el santuario; pero también encontraron, en ella, la explicación de todo lo relativo al tema del santuario: "En sus investigaciones vieron que en las Sagradas Escrituras no hay prueba alguna en apoyo de la creencia general de que la tierra es el santuario; pero encontraron en la Biblia una explicación completa de la cuestión del santuario, su naturaleza, su situación y sus servicios; [...]." (2/463).
3) Según la misma "escritora", la purificación del santuario indicada en Daniel 8:14 se refiere a la purificación del santuario celestial, del cual era una sombra el tabernáculo construido por Moisés; por tanto, en 1844, empezó la purificación del santuario del cielo; ella lo dice así:
"Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta: ¿Qué es el santuario? La palabra ‘santuario’, tal cual la usa la Biblia, se refiere en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al ‘verdadero tabernáculo’ en el cielo, hacia el cual señalaba el santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El ‘verdadero tabernáculo’ en el cielo es el santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el santuario al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario,’ se refiere indudablemente al santuario que está en el cielo." (2/469-470).
4) La misma autora, haciendo un paralelo con el servicio que se realizaba en el santuario terrenal, explica en qué consiste la purificación del santuario celestial, que, según el Adventismo, empezó en 1844: "Pero queda la pregunta más importante por contestar: ¿Qué es la purificación del santuario? [...].   "El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario. [...]   "El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, ‘adentro del velo’ que formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...]
"Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba el perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del santuario.
"[...]. Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado (el santuario), así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra de investigación – una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su pueblo, [...].
"Así que los que andaban en la luz de la palabra profética vieron que en lugar de venir a la tierra al fin de los 2.300 días, en 1844, Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial para cumplir la obra final de la expiación preparatoria para su venida." (2/470-475).
5) Por consiguiente, siempre según la profetisa del Adventismo, Cristo desarrolló su ministerio en el lugar santo del santuario celestial desde su ascensión hasta 1844; entonces pasó desde el lugar santo al lugar santísimo del santuario celestial, donde estaba su Padre; en aquel momento empezó "el juicio investigador", para averiguar quiénes, de entre los creyentes, permanecieron fieles hasta el fin de su vida; si éste fue el caso, se les borran los pecados y quedan destinados para la vida eterna, de lo contrario quedan destinados a la condenación. Veamos, según la profetisa, cómo escudriña, Dios, la vida de cada creyente para enterarse de lo que cada uno ha hecho o dejado de hacer; y a toda esa inquisición es a lo que ella llama "el juicio investigador", para expiar y borrar los pecados de los que permanecieron fieles; en eso consiste "la purificación del santuario", porque éste es purificado de los pecados de los creyentes que permanecieron fieles hasta el final de sus vidas; cuando ese juicio investigador termine y en él se borren los pecados de los creyentes, Cristo vendrá:
"Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho a ella.
  "[...].
"La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada e imputada ya como señal de fidelidad ya de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con terrible exactitud, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto, con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades despreciadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo fue registrado por el ángel anotador.
"A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos. Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. [...]
"La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor. Pero el apóstol Pedro dice terminantemente que los pecados de los creyentes serán borrados ‘cuando vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor, y enviará a Jesucristo.’ (Hechos 3:19,20.) Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada cual según sus obras." (2/534-539).
6) Toda esta doctrina (o creencia) fundamental (para el Adventismo) de la purificación del santuario celestial, consistente en un "juicio investigador", comenzado en 1844, para purificar dicho santuario borrando los pecados de los creyentes (y que ese juicio tiene que terminar antes de la segunda venida de Cristo), desde el punto de vista de la enseñanza del Nuevo Testamento no es nada más que un galimatías embrollesco y antibíblico. Veamos esto por partes:

a) El texto empleado por la profetisa, al final de la última cita, dice según ella:

"[...] los pecados de los creyentes serán borrados ‘cuando vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor, y enviará a Jesucristo.’ (Hechos 3:19,20)." (2/539). b) Pero la Biblia dice esto: "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; [...]." (Hechos 3:19,20). c) Los acontecimientos, en este texto, siguen este orden: 1º) "arrepentíos y convertíos": esta expresión es la oración principal de la frase.
2º) "para que sean borrados vuestros pecados;" esto es una oración final, que indica que el hecho de borrar los pecados tiene lugar cuando se realiza lo dicho en la oración principal, que es cuando uno se arrepiente y se convierte; por tanto, ya se borraban los pecados cuando los creyentes se arrepentían y se convertían en los tiempos de los apóstoles, sin que tuvieran que esperar a que llegara el año 1844.
3º) Todo eso daría como consecuencia lo que dice la segunda oración final: la llegada de tiempos de refrigerio de la presencia del Señor, lo cual sucede después de lo indicado en la oración principal y en la primera final.   4º) Por último, Dios enviaría a Jesucristo; es decir, llegaría la segunda venida. d) La profetisa invierte los hechos reseñados en este texto bíblico; lo hace así: a) En primer lugar vienen los tiempos del refrigerio.   b) Entonces se borran los pecados a los creyentes.   c) La segunda venida. e) Se ve que la profetisa ha escamoteado, en ese texto bíblico, la causa del borramiento de los pecados de los creyentes, que está expresada en el punto 1º; que es el arrepentimiento y la conversión; por medio de este galimatías traslada el borramiento de los pecados a otro momento distinto al que dice el texto bíblico, que es el momento cuando el creyente se arrepiente y se convierte; porque, para la profetisa, los pecados de los creyentes no pueden ser borrados nada más que durante ese inventado "juicio investigador" comenzado en 1844; así, ella contradice la enseñanza de la Biblia.

7) Hay otro texto bíblico que la profetisa ni siquiera usa en la obra donde expone su doctrina sobre su invento del "juicio investigador". Este texto dice así:

"Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, [...]." (2 Timoteo 4:1).
8) Evidentemente la "manifestación" de Cristo es su aparición en el momento de su segunda venida, y, antes de ese momento, no habrá sido juzgado ningún muerto ni ningún vivo, justo lo contrario de lo que dice la profetisa del Adventismo; a saber, que Cristo no vendrá hasta que termine de juzgar a los muertos y a los vivos creyentes. Por consiguiente, este texto bíblico tira por tierra el cuento de ese "juicio investigador" inexistente.

9) Por otra parte, el montaje del Adventismo sobre la "purificación del santuario celestial" mediante la expiación y el borramiento de los pecados de los creyentes, hallados fieles en ese "juicio investigador", comenzado en 1844, tropieza con una dificultad bíblica insuperable. Veamos:

a) La profetisa dice que Cristo, desde su ascensión, estuvo en el lugar santo del santuario celestial hasta 1844; entonces entró en el lugar santísimo, donde estaba su Padre, para realizar ante él dicho "juicio investigador":

"El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario [...] representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...]   "Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado el profeta Daniel, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del santuario.   "[...]. Acompañado por los ángeles, nuestro gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho a ella." (2/473-474, 534). b) Por consiguiente, hasta 1844, Cristo estuvo en el lugar santo, mientras que su Padre estaba en el lugar santísimo. Por fin, según la profetisa, en 1844, Cristo entró en el lugar santísimo donde estaba su Padre. Esta teoría que dice que Cristo no se juntó con su Padre hasta 1844, es contraria a la Biblia, que en más de una ocasión dice que Cristo está junto con su Padre desde que ascendió al cielo; he aquí dos citas bíblicas (de entre otras que dicen igual): "Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, [...]. (Hechos 7:55).   "[...], buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios." (Colosenses 3:1). 10) Por tanto, estos textos bíblicos demuestran que es imposible que Cristo no estuviera con su Padre hasta 1844; como consecuencia, la enseñanza de la profetisa resulta falsa, y la teoría de su "purificación del santuario" y su "juicio investigador", comenzados en 1844, no son nada más que una fantástica quimera.

11) Ahora bien, el Adventismo no se rinde, y, como lo que dice su profetisa, para él, está inspirado por Dios (véase el Apéndice 4), ésta se encarga de solucionar esa dificultad, para convertir esa quimera en una verdad, asegurando que Dios tiene dos tronos: un trono en el lugar santo, donde estuvo sentado con Cristo desde que éste ascendió al cielo hasta el momento en que pasó a sentarse, en 1844, en su otro trono situado en el lugar santísimo; así que, en esa fecha de 1844, el Padre cambió de lugar, y, a continuación, Jesús hizo lo mismo; así se volvieron a juntar los dos en el lugar santísimo; no es que ella se haya imaginado todo esto, sino que, con toda seriedad, afirma que lo vio en una de sus visiones; he aquí sus palabras:
"Vi un trono, y sobre él se sentaban el Padre y el Hijo. Me fijé en el rostro de Jesús y admiré su hermosa persona. No pude contemplar la persona del Padre, pues le cubría una nube de gloria. [...]   "Vi al Padre levantarse del trono, y en un carro de llamas entró en el lugar santísimo, al interior del velo, y se sentó ("en el gran trono blanco", 3/38). Entonces Jesús se levantó del trono, y la mayoría de los que estaban posternados se levantó con él. [...]   "Después de eso, un carro de nubes, cuyas ruedas eran como llamas de fuego, llegó rodeado de ángeles, adonde estaba Jesús. Él entró en el carro y fue llevado al lugar santísimo, donde el Padre estaba sentado. Allí contemplé a Jesús, el gran Sumo sacerdote, de pie delante del Padre." (3/54-55). 12) Evidentemente, en ningún lugar de la Biblia se enseña que Dios tenga dos tronos; por lo que esta enseñanza sólo es fruto de esta pretendida visión, la cual no es nada más que una gran patraña; porque, mediante ella, la profetisa contradice totalmente lo que dice la Biblia; en efecto, la profetisa afirma que, cuando Jesús pasó al lugar santísimo en 1844 fue para realizar allí la obra que estaba simbolizada por lo que hacía el Sumo Sacerdote judío una vez al año entrando en el lugar santísimo del santuario terrenal, para purificarlo de los pecados: "Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote (sic, era el Sumo Sacerdote) entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario. [...]   "[...]. Como en el servicio típico había una obra de expiación al final del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del santuario." (2/471, 474). 13) En efecto, esta teoría de la profetisa contradice lo que enseña la Biblia, afirmando que lo que hacía "el sumo sacerdote [...] cada año con sangre ajena." Cristo lo hizo "una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo [...]" (Hebreos 9:25-26).

14) Por tanto, la obra simbólica que realizaba el Sumo sacerdote una vez cada año entrando en el lugar santísimo, ya la había realizado Cristo en la realidad, cuando se escribió la epístola a los Hebreos en el siglo I; por consiguiente, es antibíblica la doctrina que enseña que Cristo empezó esa obra en 1844, como quiere el Adventismo con su profetisa a la cabeza; por esto, esta profetisa no emplea este pasaje de Hebreos 9:25-26 al hacer el paralelo entre lo que hacía el Sumo Sacerdote una vez cada año simbolizando lo que hizo Cristo una sola vez en el siglo I; ella no emplea este pasaje bíblico en sus obras, a pesar de que es el texto específico de la Biblia donde se habla de ese paralelo, porque la profetisa quiere que lo que la Biblia dice que Cristo dejó terminado en el siglo I, comenzara a hacerlo en 1844. Los comentaristas del Adventismo, en su Comentario Bíblico, rehuyen explicar el significado del paralelo entre las expresiones "cada año" y "una vez para siempre" de Hebreos 9:25-26 (7/tomo 7, p. 472). Por algo será.

15) Por otra parte, eso de que Dios tenga dos tronos en el cielo: uno en el lugar santo y otro en el lugar santísimo y que, en 1844, se cambiara de uno a otro, es totalmente antibíblico, pues en toda la Biblia sólo se habla del trono de Dios (en singular), no de los tronos de Dios (véase Salmo 11:4; 45:6; 47:8; 89:14; Mateo 23:22; etc.). Por tanto, esa pretendida purificación del santuario, comenzada en 1844, cuando Dios pasó de un trono a otro, sólo se apoya en visiones fantásticas y antibíblicas de la profetisa del Adventismo; en la Biblia, como queda demostrado, no existe esa enseñanza de la profetisa, y ella lo sabía; por eso no empleó el pasaje de Hebreos 9:25-26, porque, en él, no cabe esa doctrina del Adventismo.

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Capítulo II

LA PALABRA "PURIFICADO" DE DANIEL 8:14

1) Si nos fijamos atentamente en lo que dice el Adventismo referente a Guillermo Miller, observaremos que la base de su predicación, anunciando la segunda venida de Jesús para los años 1843-1844, era la palabra "purificado", de Daniel 8:14; estas son sus palabras:

"La profecía de Daniel 8:14 : ‘Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana y el santuario será purificado’, inquietaba a Miller. [...] Su error consistió en interpretar el santuario como la tierra, [...], y que su purificación sería la destrucción de la tierra por fuego." (1/131). 2) Exactamente igual veremos si prestamos una especial atención a lo que dice la profetisa del Adventismo. En efecto, observamos que la palabra "purificación", extraída de Daniel 8:14, y referida a la segunda venida de Cristo, para realizar esa purificación (de la tierra, como ellos decían), era el "santo y seña de su fe"; así lo dice ella:
"El pasaje bíblico que más que ninguno había sido el fundamento y el pilar central de la fe adventista era la declaración: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.’ (Daniel 8:14, V. M.) Estas palabras habían sido familiares para todos los que creían en la próxima venida del Señor. La profecía que encerraban era repetida como santo y seña de su fe por miles de bocas. [...] los adventistas creían entonces que la tierra, o alguna parte de ella, era el santuario. Entendían que la purificación del santuario era la purificación de la tierra por medio del fuego del último y supremo día, y que ello se verificaría en el segundo advenimiento. De ahí que concluyeran que Cristo volvería a la tierra en 1844." (2/461).
3) Por consiguiente, cuando Cristo no vino en la fecha que ellos esperaban, no veían a qué correspondía la purificación del santuario: "Pero el tiempo señalado había pasado, y el Señor no había aparecido. Los creyentes sabían que la Palabra de Dios no podía fallar; su interpretación de la profecía debía estar pues errada; ¿pero dónde estaba el error? [...].   "En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos la circunstancia de que en 1844 no se veía acontecimiento alguno que correspondiese a la purificación del santuario." (2/461-462).
4) Vemos que, para el Adventismo, en 1844, algo se tenía que purificar; pero no veían a qué se refería dicha purificación. Después, como ya sabemos, transfirieron esa purificación de la Tierra, al santuario celestial. Por consiguiente, si la palabra "PURIFICADO" no hubiera estado en el texto de Daniel 8:14, Guillermo Miller no habría podido hacer ningún cálculo para averiguar la fecha de la PURIFICACIÓN de la Tierra mediante la segunda venida de Cristo; pero lo sorprendente e inaudito es que los mismos comentaristas del Adventismo afirman que la palabra "PURIFICADO", de Daniel 8:14, NO ESTÁ EN EL TEXTO HEBREO de ese pasaje de Daniel; así lo dicen ellos:
"Será purificado. Del hebreo tsadaq, ‘ser justo’, ‘ser recto’. La forma nifal, nitsdaq, sólo aparece aquí, lo que puede sugerir que se deba dar a este término un significado especial. Los lexicógrafos y traductores sugieren varios significados, tales como ‘ser puesto en rectitud’, o ‘ser puesto en una condición correcta’, ‘ser rectificado’, ‘ser declarado recto’, ‘ser justificado’, o ‘ser vindicado’. La traducción ‘será purificado’ es la forma en que aparece en la LXX que aquí usa la forma verbal katharisthesetai. No se sabe si los traductores de la LXX dieron un significado adaptado al vocablo hebreo nitsdaq o tradujeron manuscritos que tenían otra palabra hebrea, quizá tahar, que significa ‘estar limpio’, ‘limpiar’. La Vulgata usa la forma mundabitur, que también significa ‘limpiado’." (7/tomo 4, pp. 870-871). 5) Analicemos las afirmaciones que se hacen en esta cita:

a) Se dice que, en el texto hebreo, se halla la palabra "nitsdaq", que es "la forma nifal" del verbo "tsadaq", del cual dan los seis significados (o acepciones) que ponemos a continuación:

1º) "ser puesto en rectitud",   2º) "ser puesto en una condición correcta",   3º) "ser rectificado",   4º) "ser declarado recto",   5º) "ser justificado" y   6º) "ser vindicado". b) Por consiguiente, la expresión "SERÁ PURIFICADO" no está en el texto hebreo de Daniel 8:14, sino que esta expresión es la traducción del texto griego de la Septuaginta (o de los LXX), que "usa la forma verbal katharisthesethai", que significa exactamente "será purificado".

c) También se dice, en esa cita, que "la Vulgata usa la forma mundabitur, que también significa ‘limpiado’.". Pero esto no es cierto, sino que se ve aquí un intento de despistar al lector escamoteando la realidad, para que nadie pueda relacionar la palabra "limpiado" con la expresión "será purificado" de Daniel 8:14, de la traducción que ellos usan en su Comentario, que es la que está en el número 5 de la Bibliografía. En efecto, la forma "mundabitur", de la Vulgata, es la 3ª persona del singular, del futuro imperfecto de indicativo, en voz pasiva, del verbo "mundo", de la primera conjugación, cuya traducción, en las dos acepciones que da el siguiente diccionario (18/312), es:
*) "será limpiado" (que no es igual que "limpiado", como dicen los mencionados comentaristas).   *) "será purificado" (que es lo que no quieren ver esos mismos comentaristas). 6) Ahora tenemos la secuencia completa, de esta manera: 1º) En el texto hebreo, están las seis acepciones indicadas; pero NO ESTÁ la expresión "será purificado".   2º) En la Septuaginta, SÍ ESTÁ, en Daniel 8:14, la expresión: "será purificado".   3º) En la Vulgata, TAMBIÉN ESTÁ, en Daniel 8:14: la expresión: "será purificado".   4º) En la versión Reina/Valera, IGUALMENTE ESTÁ la expresión: "será purificado".   5º) En la versión inglesa, usada por Guillermo Miller, TAMBIÉN ESTABA la expresión: "será purificado" (esto lo sabemos porque así lo dicen el Adventismo y su profetisa, puntos 1 y 2 del presente capítulo).
7) Por tanto, como el texto hebreo no dice "será purificado", la evidencia manifiesta que los LXX, en lugar de traducir por una de esas seis acepciones (u otra parecida) la palabra "nitsdaq", tradujeron "será purificado"; después, a partir de los LXX, tradujo la misma expresión la Vulgata, y, de ésta versión, pasó a la traducción usada por Miller, y a la Reina/Valera y a otras lenguas, como se puede ver en las versiones indicadas en la Bibliografía con los números (19/866), (20/888), (21/710).

8) No obstante, ahora hay algunas traducciones al español que emplean expresiones parecidas a esas seis acepciones del término hebreo que hemos indicado más arriba (punto 5, a); por ejemplo:

"[...] será reivindicado el santuario" (22/1216).   "[...] el santuario será restaurado" (23/751).
9) Es evidente que, según el contexto histórico, una de estas dos últimas traducciones (u otra parecida) es la correcta; porque, cuando se escribió la profecía de Daniel 8:14, el Santuario de Jerusalén estaba destruido, y lo primero que tenía que suceder, a ese Santuario, era que fuera RESTAURADO, y la Historia demuestra y confirma que eso es lo que sucedió, cuando se reconstruyó y se dedicó, según se explica en Esdras 6:14-18. Por tanto, con esta restauración del Santuario de Jerusalén y de su culto, se cumplió lo profetizado en Daniel 8:14, según la traducción indicada en último lugar, que dice: "el santuario será RESTAURADO" (23/751); también está esto contenido en una de las seis acepciones indicadas más arriba (punto 5, a, 2º).

10) Ahora resta aclarar por qué, en la Septuaginta, tradujeron, en Daniel 8:14: "el santuario será PURIFICADO", ¿de dónde sacaron la palabra PURIFICADO, que no está en el texto hebreo de Daniel 8:14? Los comentaristas del Adventismo no hacen nada más que suposiciones sobre esa traducción; por lo que no podemos conocer si es que no lo saben o es que no lo quieren decir, porque no les interesa aclarar por qué los LXX tradujeron PURIFICADO en Daniel 8:14; pero la Historia nos aclara este asunto perfectamente; veamos los hechos que tuvieron lugar para que los judíos pusieran la palabra PURIFICADO en Daniel 8:14 en la LXX:

a) El rey Antioco IV Epífanes, en el siglo II a. C., conquistó el territorio de Israel y profanó y saqueó el Templo de Jerusalén:

"Antioco IV, hijo menor de Antioco III y de Laodicea, sucedió a su hermano Seleuco IV en 175 (a. C.). [...] Antioco visitó Jerusalén en el 169 e insistió en entrar en el lugar santísimo, de donde se llevó algunos de los utensilios de oro y de plata. Presiones ejercidas por Egipto lo convencieron de la necesidad de helenizar Palestina, y las medidas adoptadas contra la antigua religión dieron por resultado la cesación de los sacrificios en el templo y la construcción de un altar griego en el lugar del altar viejo el 25 de diciembre de 167. La revuelta dirigida por Matatías de la casa de Asmón y sus cinco hijos condujo a la consagración del templo sólo tres años después. Antíoco, quien en monedas correspondientes a los últimos años de su reinado se hizo llamar (Theos) Epífanes, ‘(dios) manifestado’, murió en campaña en Media en el 146 (a. C.)." (24/75).
b) El libro 1º de los Macabeos lo cuenta así (fechándolo con la Era de los Seleucidas):
"Antíoco ocupó las ciudades fuertes de Egipto y se alzó con los despojos del país. El año ciento cuarenta y tres, después de vencer a Egipto, emprendió el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un poderoso ejército. Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos sus accesorios, la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones, las copas, los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo. Se apropió también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos tesoros ocultos pudo encontrar. Tomándolo todo, partió para su país después de derramar mucha sangre y de proferir palabras de extrema insolencia. En todo el país se alzó un gran duelo por Israel." (1 Macabeos 1:19-25), (22/547).
11) Por fin, los Macabeos vencieron al ejército de Antíoco IV Epífanes y recuperaron su territorio. En cuanto les fue posible, limpiaron el Templo, reconstruyeron el altar de los holocaustos y consagraron el Templo a Dios: "Judas y sus hermanos se dijeron: ‘Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar su dedicación.’ [...]   "Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela hasta terminar la purificación del Lugar Santo. Luego eligió sacerdotes irrepochables, fieles a la Ley, que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras contaminadas a un lugar inmundo." (1Macabeos 4:36, 41-43), (22/554). 12) Por otra parte, debemos considerar que la Septuaginta fue traducida del hebreo al griego en un período que abarca desde el año 250 a. C. hasta el año 100 a. C., aproximadamente:
"Versión de los Setenta Intérpretes o Alejandrina. [...] Tolomeo Filadelfo (285-247) pidió a Eleazar, sumo sacerdote de los judíos, que le enviara hombres doctos en ambas lenguas hebrea y griega para la traducción de la Ley; [...]. Los prolijos estudios llevados a cabo por numerosos críticos acerca de nuestro texto inducen a formular las siguientes conclusiones: 1ª el Pentateuco de los Setenta fue traducido en Alejandría en tiempo de Tolomeo Filadelfo (285-247 a. de Jesucristo), probablemente hacia el año 250 a. de J. C.; 2ª los demás libros fueron siendo sucesivamente traducidos por diferentes autores, y 3ª hacia el año 130 antes de J. C. la mayor parte de los libros (si no ya todos) estaban traducidos, de suerte que con toda probabilidad puede señalarse como tiempo término máximo de la traducción llamada de los Setenta hacia el año 100 a. de J. C. [...]." (14/tomo 68, p. 67).
13) Por consiguiente, cuando los LXX tradujeron del hebreo al griego el Pentateuco, faltaba mucho tiempo para que Judas Macabeo purificara lo que había profanado Antíoco IV; pero, cuando se tradujo el libro del profeta Daniel al griego de los LXX, cerca del año 100 a. C., la purificación macabea ya estaba en el pasado; porque debemos tener en cuenta estos dos hechos:

a) El libro del profeta Daniel ocupa el lugar cuarto (empezando por el final) en el AT hebreo de los judíos (28/1190-1215), mientras que, en los LXX, ocupa exactamente el último lugar (29/870-941). Por tanto, el libro del profeta Daniel fue traducido al final de ese período de tiempo que duró la traducción de los LXX, es decir, después de haber tenido lugar los hechos de Antíoco IV y de los Macabeos.

b) Precisamente, el libro 1º de los Macabeos fue introducido entre los libros del AT en la versión de los LXX:

"La versión griega del primer libro de los Macabeos fue inserta en la de los Setenta y se conserva en el Códice Alejandrino y en el Sinaítico y también en el Véneto, [...]." (14/tomo 31, p. 1122).
14) Teniendo en cuenta todos esos hechos, vemos que la restauración del Santuario de Jerusalén profetizada en Daniel 8:14, y realizada en el siglo VI a. C., según Esdras 6:15-18, fue atribuida a la purificación realizada por Judas Macabeo en el Siglo II a. C.; pero, para hacer este cambio en la profecía de Daniel 8:14, fue necesario cambiar el texto de ese pasaje. En efecto, el texto hebreo dice: "[...] el santuario será restaurado", lo que significa que el Santuario de Jerusalén, destruido por Nabucodonosor, según 2 Reyes 25:8-10, en el año 586 a. C., sería restaurado, como así sucedió; pero, para aplicar esa profecía a la purificación llevada a cabo por Judas Macabeo, había que modificar el texto de Daniel 8:14, porque Judas Macabeo no reconstruyó o restauró el Santuario como hicieron los Judíos en el siglo VI a. C., según se dice en Esdras 6:15-18, sino que Judas Macabeo purificó el "Lugar Santo"; por esto, donde se decía en hebreo "el santuario será RESTAURADO", se dijo en griego "el santuario será PURIFICADO"; de esta manera, la profecía de Daniel 8:14 quedó atribuida a la obra de Judas Macabeo; Flavio Josefo así lo dice, afirmando que la desolación del Templo realizada por Antíoco, que dio lugar a la purificación realizada por Judas Macabeo, había sido profetizada "por Daniel cuatrocientos años antes"; éstas son sus palabras:
"Después de haber vencido tantas veces a los generales de Antíoco, Judas convocó una asamblea. Dijo que convenía, después de haber obtenido tantas victorias, subir a Jerusalén para purificar el Templo y ofrecer los sacrificios acostumbrados. […]   "Ordenó a algunos de sus soldados que atacaran a los que estaban en la fortaleza, mientras él purificaba el Templo. Después de purificarlo con sumo cuidado, colocó vasos nuevos, el candelabro, una mesa, todo de oro; de nuevo suspendió velos en las puertas y puso a éstas en su lugar. […]   "[...]. La desolación del Templo se realizó de acuerdo con lo predicho por Daniel cuatrocientos años antes; […]." (26/libro XII, cap. VII, 6). 15) Esa purificación llevada acabo por Judas Macabeo dio lugar a la institución de la fiesta de "La dedicación del Templo":
"La fiesta de la dedicación del Templo […] llamada en 1 Macabeos 4:52-59 'la dedicación del altar', y por Fosefo (Antigüedades, XXII, 7:7) 'la Fiestas de las Luces', era otra fiesta popular gozosa. Fue instituida por Judas Macabeo en 164 a. C. cuando, después de ser recobrada la independencia judía del dominio greco-sirio, el Templo de Jerusalén fue solemnemente purificado, el viejo altar contaminado quitado, sus piedras puestas en un lusar reparado del monte del Templo, y restaurado el culto del Señor. La fiesta comenzaba el 25 de Quisleu (Diciembre), y duraba ocho días." (32/355) y (143/81-89).
16) Los judíos celebran todavía esta fiesta con el nombre de JANUKÁ: "El 22 de diciembre (del 2000) comienza la celebración de la Fiesta de Januká que recuerda durante ocho días la purificación del Templo por los macabeos." (144/8).
17) Por consiguiente, los traductores de la Septuaginta, en lugar de hacer una traducción del texto de Daniel 8:14, hicieron una corrupción de ese texto, al cambiar la palabra "RESTAURADO" por "PURIFICADO", lo que también constituye una adaptación del texto de Daniel 8:14 a un asunto que no le correspondía.

18) Ahora ya tenemos todos los pasos dados hasta llegar a Guillermo Miller: los traductores de la Septuaginta corrompieron el texto de Daniel 8:14; desde la Septuaginta pasó esa corrupción a la Vulgata; desde aquí pasó a la Biblia usada por Guillermo Miller, y éste construyó sobre esta corrupción nada menos que la fecha de la segunda venida de Cristo, mediante unos cálculos tramoyescos y tramposos, como queda demostrado más arriba y en el Apéndice 1.

19) Después, sobre todo ese fundamento corrupto textualmente de Guillermo Miller, el Adventismo edificó su doctrina fundamental y peculiar de su "juicio investigador", alegando que la fecha de 1844 era correcta, que el error sólo estaba en la interpretación del acontecimiento; pero esto no es cierto, porque el mismo Guillermo Miller, en 1845, confesó, y por escrito, que él se había equivocado en la fecha; estas son sus palabras:

" ‘Que yo he cometido una equivocación en la fecha, lo confieso libremente; y no tengo deseos de defender mi proceder más allá de que he actuado por motivos puros, […]. Mis equivocaciones y errores Dios, confío, los perdonará ...’. Wm. Miller’s Apology and Defence (Boston, 1845), pp. 33, 34. Esta es una confesión humilde y honesta, verdaderamente rara entre los autoproclamados profetas a través de los siglos." (30/201, nota 26).
20) Vemos que Guillermo Miller no dice que la equivocación estaba en el acontecimiento, sino que estaba en la fecha, en contra de la profetisa del Adventismo, que afirma que la fecha era buena; pero que el acontecimiento estaba equivocado. Por tanto, el Adventismo retuvo la fecha de 1844, y cambió el acontecimiento fallido; es decir, la fábula terrenal de que Cristo iba a venir en 1844, fue cambiada por la fábula celestial del "juicio investigador" comenzado en esa fecha en el cielo; allí, donde nadie puede ir físicamente a comprobar que eso es otro error como esa primera fábula; pero, por medio de la Teología, demostraremos que ese "juicio investigador" no existe ni puede existir en ninguna parte y, además, perjudica la obra de Cristo; esto es lo que vamos a demostrar en el capítulo siguiente.

21) Por tanto, está claro que, por la errónea traducción de la sola palabra "PURIFICADO" de Daniel 8:14, apareció el millerismo, que dio lugar al Adventismo y al Jehovismo. Si Guillermo Miller no hubiera encontrado en ese texto de Daniel la palabra "PURIFICADO", nunca habría podido hacer cálculos para buscar la fecha de la "purificación de la tierra", y, en consecuencia, nunca habrían aparecido el Adventismo ni el Jehovismo.

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Capítulo III

LA DOCTRINA ADVENTISTA DE LA PURIFICACIÓN DEL SANTUARIO

DESTRUYE LA OBRA DE LA RECONCILIACIÓN HECHA POR CRISTO


A) La purificación del Santuario israelita según el Adventismo
.

1) La profetisa del Adventismo explica la obra que realizaban los sacerdotes y el sumo sacerdote en el Santuario israelita; éstas son sus palabras:

"El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal. […] La sangre, que representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario. […]
"[…]. El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima (un macho cabrío) ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfación a sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos así figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo.
"Tal era el servicio que se efectuaba como ‘mera representación y sombra de las cosas celestiales.’ […]." (2/470-473).
2) Vemos que la obra que realizaba, una vez al año, el sumo sacerdote, era lo que se llamaba "la purificación del santuario"; porque, mediante esa obra el santuario quedaba purificado de los pecados acumulados en él a lo largo del año mediante la obra llevada a cabo diariamente por los sacerdotes. Ahora bien, según la misma profetisa del Adventismo, cuando Cristo ascendió al cielo, empezó a realizar la obra simbolizada por la función diaria de los sacerdotes; pero, en 1844, comenzó a efectuar la obra simbolizada por la función que, una vez al año, realizaba el sumo sacerdote; por lo cual, lo mismo que aquél entraba en el lugar santísimo para llevar a cabo la purificación del santuario terrenal, Cristo también entró en el lugar santísimo del santuario celestial, en dicha fecha, para purificar el santuario, limpiándolo de los pecados de los creyentes; para descubrir esos pecados realiza el "juicio investigador"; una vez conocidos los pecados, los borra expiándolos con su sangre; así el santuario celestial quedará purificado cuando acabe ese juicio, y entonces tendrá lugar la segunda venida de Cristo; así lo dice la profetisa:
"[…]. Y lo que se hacía típicamente en el santuario terrenal, se hace en la realidad en el santuario celestial. […]   "El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario […] representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. […]
"Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. […]
"[…]. Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quienes son los que por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra de investigación – una obra de juicio. […]
"[…]. Esta tarea de examinar los caracteres y determinar los que están preparados para el reino de Dios es la del juicio investigador, la obra final que se lleva a cabo en el santuario celestial.
"[…]. Así que cuando Cristo entró en el lugar santísimo para consumar la obra final de la expiación, cesó su ministerio en el primer departamento. Pero cuando terminó el servicio que se realizaba en el primer departamento, se inició el ministerio en el segundo departamento. Cuando en el servicio típico el sumo sacerdote salía del lugar santo el día de la expiación, se presentaba ante Dios, para ofrecer la sangre de la víctima ofrecida por el pecado de todos los israelitas que se arrepentían verdaderamente. Así también Cristo sólo había terminado una parte de su obra como intercesor nuestro para empezar otra, y sigue aún ofreciendo su sangre ante el Padre a favor de los pecadores." (2/473-474, 481-482).
3) Observamos que, según la profetisa, el día de las expiaciones se realizaba la purificación del santuario terrenal mediante dos obras:

a) Se efectuaba el sacrificio de un macho cabrío.

b) Con la sangre de ese animal, se realizaba la purificación del santuario.

4) Ahora bien, el Adventismo, con su profetisa a la cabeza, no quiere ver (o tener en cuenta) que, a continuación de esas dos obras, se realizaba una tercera obra, que era la principal, y que, para llegar a ella, se realizaban las otras dos obras preliminares indicadas. Esta tercera obra era la RECONCILIACIÓN; ilustremos esto en un sencillo gráfico:

Gráficos 10a3

5) El Adventismo se ha quedado atascado en el segundo escalón, lo cual anula o destruye la obra del tercer escalón, que era la que culminaba toda la obra de la purificación del santuario israelita en el día de la expiación o purificación del santuario. Esto lleva, al Adventismo, a la destrucción de la obra de Cristo, simbolizada por el tercer escalón; lo veremos a continuación.

B) La purificación del santuario israelita según la Biblia.

1) Presentamos, en primer lugar, un esquema del santuario portable que construyó Moisés; así como de cada una de sus partes, indicando los textos bíblicos donde se habla de cada una de estas cosas

Gráfico undécimo:

Esquema del Santuario:

Image10a

1.- Santuario (Éxodo 25:8).

2.- Atrio (Éxodo 27:9-19; 38:9-20; 40:8).

3.- Tabernáculo (Éxodo 26:1-30; 36:8-38).

4.- Lugar santísimo (Éxodo 26:33).

5.- Lugar santo ( Ib.).

6.- Arca del testimonio con el propiciatorio (Éxodo 25:10-22; 26:33-34; 37:1-9).

7.- Altar del incienso (Éxodo 30:1-6; 37:25-28).

8.- Mesa para el pan de la proposición (Éxodo 25:23-30; 26:35; 37:10-16).

9.- Candelabro de oro (Éxodo 25:31-40; 26:35; 37:17-24).

10.- Fuente de bronce (Éxodo 30:17-21; 40:7).

11.- Altar de los holocaustos (Éxodo 38:1-8; 40:6).

12.- Velo de separación entre el lugar santo y el lugar santísimo (Éxodo 26:31-33).

13.- Velo para la puerta del tabernáculo (Éxodo 26:36-37; 36:37).

14.- Cortina para la puerta del atrio (Éxodo 27:16; 40:8).

2) En tiempos de Cristo, todo ese esquema del Santuario era diferente. El tabernáculo era lo que se llamaba el Santuario; el atrio era llamado atrio de los sacerdotes; en torno a éste, estaba el atrio de Israel; a continuación de la parte oriental de éste, se hallaba el atrio de las mujeres; y, en torno a estos dos últimos atrios, estaba el atrio de los gentiles; entre unos atrios y otros, y rodeando todos, había una multitud de columnatas y diversos edificios; el conjunto de todas estas instalaciones era lo que constituía el Templo; al cual ya no se accedía a través de una cortina, como en tiempos de Moisés se entraba al atrio; sino que había una serie de puertas; una de ellas, situada en la parte oriental, llamada la Hermosa, fue escenario de un célebre milagro realizado por el apóstol Pedro (Hechos 3:1-10). Por otra parte, tampoco había un velo en la entrada del lugar santo, sino una puerta; por lo que, desaparecida la cortina de acceso al atrio y el velo de entrada al Lugar Santo, sólo quedaba, en el Templo, el velo que hacía separación entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo; pero este velo era doble; es decir, se trataba de dos telas gruesas que pendían una junto a la otra:
"El Santuario en sí estaba en una terraza más elevada que el Patio (o atrio) de los sacerdotes. Doce escalones llevaban a su pórtico, que se extendía más allá y a cada lado (norte y sur). […] El Pórtico estaba adornado por presentes votivos y conspicuos; entre ellos había una parra de oro enorme. Una puerta de dos niveles se abría hacia el Santuario mismo, que se dividía en dos partes a su vez. El Lugar Santo tenía el Candelabro de oro (sur), la Mesa de los panes de la proposición (norte) y el altar de incienso, entre ellos. Un doble velo de tela gruesa y pesada cerraba la entrada al Lugar Santísimo, que en el segundo Templo estaba vacío; no había en él nada más que un pedazo de roca, llamada la Ebhen Shethiyah, o Piedra del Fundamento, […]. Pero todo esto no da idea adecuada de la inmensidad de los edificios del Templo. Porque alrededor del Santuario y de cada uno de los patios había varias cámaras y cobertizos que servían propósitos distintos relacionados con los servicios del Templo." (31/tomo 1, p. 288).
3) Al parecer, ese doble velo era considerado como uno solo, pues, cuando se rompió en el momento de la muerte de Cristo, sólo se hace referencia al velo (Mateo 27:51). Es posible que el hecho de ser el velo doble fuera con el fin de tener mayor seguridad de que nadie pudiera mirar al interior del Lugar Santísimo con sólo retirar o doblar el extremo junto a una pared; porque, como el velo estaba extendido en dirección Norte-Sur, da la impresión que el primer velo estaba fijado a la pared del Norte, mientras que el segundo velo estaba fijado a la pared del Sur; de esa forma, aunque alguien doblara el extremo que estaba suelto del primer velo, no podía ver el interior del Lugar Santísimo, porque se encontraba con el segundo velo, que, en ese extremo, estaba fijado a la pared. Por esta causa, debía ser que, cuando el sumo sacerdote iba a entrar en el Lugar Santísimo, pasaba al interior del primer velo por el lado de la pared del sur; después marchaba entre los dos velos, y, por junto a la pared del norte, pasaba al otro lado del segundo velo, y así accedía al interior del Lugar Santísimo. Los rabinos, que hablan de estos dos velos, explican ese recorrido que hacía el sumo sacerdote, para entrar en el Lugar Santísimo:
"Los rabinos hablan de dos velos, y dicen que el sumo sacerdote entraba por el borde del sur del primer velo, y luego caminaba hasta que llegaba al borde del norte del segundo velo, por donde entraba en el lugar santísimo." (32/69, nota 29). 4) Los servicios diarios en el Santuario eran así:

a) Cuando un israelita pecaba, debía ofrecer el sacrificio de un animal para obtener el perdón de su pecado.

b) El pecador llevaba el animal al Tabernáculo y confesaba su pecado poniendo la mano sobre la cabeza del animal; después lo degollaba; así, simbólicamente, el pecado iba a parar a la sangre del animal.

c) Un sacerdote llevaba la sangre en un recipiente y, con ella, rociaba unas veces sobre el velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo, luego untaba con esa sangre en las esquinas del altar del incienso; y echaba el resto de la sangre al pie del altar de los holocaustos; simbólicamente, el pecado que iba en esa sangre, quedaba en esos mismos lugares donde había ido a parar la sangre del mencionado animal; no se hacía siempre ese mismo recorrido con la sangre; todo dependía del rango de la persona que ofrecía el sacrificio; pero, de todas formas, a lo largo del año, simbólicamente quedaban llenos de pecados: el lugar santísimo (hacía el cual se había rociado sangre), el lugar santo (en cuyo altar se había untado sangre), así como el atrio; porque su altar también había sido untado con sangre y, en el suelo, junto al mismo, se había echado sangre; por lo que todo el Santuario estaba lleno de los pecados que habían llegado a todos esos sitios en la sangre de esos mencionados sacrificios (Levítico 4:1-7, 13-18, 22-25, 27-30).

d) Por consiguiente, era necesario purificar el Santuario de todos esos pecados que, simbólicamente, se habían ido acumulando día tras día a lo largo de un año.

5) El servicio anual para purificar el Santuario seguía este programa:

a) Una vez al año, el día 10 del mes séptimo (hacia primeros de octubre), era la fiesta de la expiación, para purificar el Santuario de los pecados acumulados a lo largo de un año (Levítico 23:27).

b) El sumo sacerdote entraba al lugar santísimo, donde se manifestaba la presencia de Dios (Levítico 16:2).

c) Primero, el sumo sacerdote, mediante el sacrificio de un becerro, se reconciliaba con Dios, junto con su familia (Levítico 16:6, 11-14).

d) A continuación se echaba suertes sobre dos machos cabríos: uno para Dios, y el otro para Azazel (el Diablo), (Levítico 23:7-8).

e) El macho cabrío que caía en suerte a Dios, se ofrecía en expiación, el otro quedaba vivo (Levítico 16:9-10).

f) Una vez sacrificado dicho macho cabrío, el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre de este animal y, rociándola, simbólicamente limpiaba los pecados del lugar santísimo, del lugar santo y de todos los sitios donde se habían ido acumulando los pecados a lo largo de un año (Levítico 16:15-19).

g) Todos esos pecados que el sumo sacerdote limpiaba de esos lugares, simbólicamente pasaban a él; por tanto, a continuación confesaba todos esos pecados sobre la cabeza del macho cabrío de Azazel; entonces los pecados pasaban a ese macho cabrío; éste, cargado con todos esos pecados, era abandonado lejos del Santuario, el cual, de esta manera, quedaba limpio de los pecados una vez cada año (Levítico 16:20-22, 29-34).

6) Hasta aquí tenemos las dos primeras obras, de las tres de que constaba el servicio de ese día 10 del séptimo mes. En efecto:

a) La primera obra era el SACRIFICIO del macho cabrío.

b) La segunda obra consistía en que, mediante la sangre de ese sacrificio, se obtenía la PURIFICACIÓN de los pecados.

c) La tercera obra era la RECONCILIACIÓN, que se conseguía como resultado de la purificación que quitaba los pecados del Santuario, que estaban haciendo separación entre Dios y los creyentes israelitas (Isaías 59:2; Levítico 23:26-28).

7) En realidad, lo importante era esta tercera obra, para cuya consecución se realizaban las dos primeras.

C) El simbolismo de la purificación del Santuario fue cumplido con la muerte de Cristo.

1) Todo el simbolismo del Santuario israelita constaba de cuatro partes: los sacerdotes, sus sacrificios, los sumos sacerdotes, sus sacrificios, y Cristo puso fin a todo esto:

a) Los sacerdotes eran un símbolo del sacerdocio de Cristo; por tanto, ellos terminaron, para Dios, cuando Cristo llegó a ser sacerdote (Hebreos 7:20-25).

b) Los sacrificios, que, como en una cadena de cuerpos de animales, los sacerdotes venían ofreciendo desde los tiempos de Moisés (excepto mientras el exilio en Babilonia), los cuales eran un símbolo del sacrificio de Cristo; por esto, cuando éste murió, el sacrificio de su cuerpo fue el último eslabón de esa cadena (Hebreos 10:1-14).

c) Los sumos sacerdotes eran un símbolo de Cristo, en quien ese símbolo terminó (Hebreos 6:17-20; 8:1-3).

d) El sacrificio del macho cabrío que el sumo sacerdote ofrecía una vez cada año, para purificar los pecados del Santuario, era un símbolo del sacrificio de Cristo, hecho una vez para siempre, el cual puso fin al pecado (Hebreos 9:23-26; Daniel 9:24).

2) La purificación del Santuario que el sumo sacerdote realizaba simbólicamente en el lugar santísimo, donde se manifestaba la presencia de Dios (Éxodo 25:21-22), una vez cada año, el día 10 del séptimo mes, fue realizada por Cristo en la realidad ante su Padre cuando resucitó. En efecto, Cristo cumplió en la realidad las tres obras que se realizaban el día de la expiación, a saber: sacrificio, purificación y reconciliación.

a) SACRIFICIO: Cristo, lo mismo que aquel macho cabrío simbólico que se ofrecía cada año, fue sacrificado, en la realidad, para acabar, de una vez por todas, con los pecados de todos los hombres de todos los tiempos:

"El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." (Juan 1:29).   "Y él (Jesucristo) es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo." (1 Juan 2:2).   "[…], se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado." (Hebreos 9:26). b) PURIFICACIÓN: igual que el sumo sacerdote se presentaba ante la presencia de Dios en el lugar santísimo con la sangre del macho cabrío para expiar (o purificar) los pecados del Santuario, también Cristo se presentó ante Dios en el cielo cuando resucitó (Juan 20:1-18): "Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así: pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado." (Hebreos 9: 23-26). *) La expresión "... una vez para siempre ..." se contrapone a la expresión "... cada año ...".

*) Y la expresión "... por el sacrificio de sí mismo ..." se contrapone a la expresión "... con sangre ajena.".

*) En consecuencia, lo que repetía el sumo sacerdote una vez cada año, lo hizo Cristo solamente una vez para siempre; y lo que hacía el sumo sacerdote en esas ocasiones con la sangre del macho cabrío (sangre ajena), lo hizo Cristo, en esa única vez, con la sangre de su propio sacrificio.

*) También dice el texto de esta cita que Cristo entró en el cielo, para presentarse ante Dios, y "... se presentó ... por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado." Este hecho de presentarse ante Dios en el cielo es la realidad que estaba simbolizada por el sumo sacerdote cuando entraba con la sangre del macho cabrío al lugar santísimo ante la presencia de Dios. En la realidad, Jesús se presento ante su Padre en el cielo en el mismo día que resucitó, según lo explica el apóstol Juan (Juan 20:1-18). Así se cumplió lo que estaba anunciado por el profeta Daniel, que vio cómo Jesús llegó ante su Padre en el cielo (Daniel 7:13-14); entonces también se cumplió lo anunciado por Daniel: que el Mesías, dentro del período de las 70 semanas, entre otras cosas, iba a "... poner fin al pecado,...", haciendo "... cesar el sacrificio y la ofrenda." (Daniel 9:24, 27).

*) Se ve claro que el hecho de presentarse Jesús ante su Padre, en el día de su resurrección, corresponde al momento indicado en Daniel 7:13-14, porque Jesús, hasta el momento de su muerte, sólo era un siervo, que no podía hacer nada por sí mismo (Filipenses 2:5-8; Juan 5:19); pero, en el momento de ascender al cielo, dijo que le había sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18), y, como recibió ese poder en el cielo ante su Padre, según Daniel 7:13-14, tiene que haberse presentado allí Jesús, para recibirlo, en algún momento entre la hora de su muerte y la hora de su ascensión, y el momento de esa presentación ante su Padre fue en el día de su resurrección, como lo afirmó él mismo en Juan 20:17; en ese día y en ese momento realizó Jesús la purificación de los pecados.

*) Por consiguiente, y sin ninguna discusión posible, cuando Jesús ascendió al cielo cuarenta días después de su resurrección ya había hecho la purificación de los pecados, como queda afirmado de forma concluyente en el texto bíblico de Hebreos 1:3:

"[…], habiendo efectuado (Jesús) la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas." (33/747). *) Como se ve, la purificación de los pecados es anterior a la ascensión.

*) La profetisa del Adventismo ignora este texto en la obra donde trata este tema (2/755), y, a sus seguidores, no les gusta que, en Hebreos 1:3, se use la palabra clave "PURIFICACIÓN", a juzgar por lo que hizo el pastor adventista C. P. B., quien, al hacer una traducción del francés al español, de un texto donde se hablaba de Hebreos 1:3, para un artículo sobre este tema, lo tradujo de esta forma (veamos primero el texto francés):

"[…] qui (le Christ), après avoir accompli la purification des péchés, s’est assis à la droite de Dieu." (34/508).   Traducción (del pastor C. P. B.):   "[…] quien (Cristo), después de haber hecho la purgación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de Dios." (35/15).
*) Este pastor sabe perfectamente francés; por lo que el hecho de cambiar la palabra "PURIFICACIÓN" por "PURGACIÓN" (que, aunque sea parecida, no es igual, ni está en el texto francés) es evidente que lo hace, porque el Adventismo no puede digerir que Cristo hiciera la "PURIFICACIÓN DE LOS PECADOS" y la dejara TERMINADA el mismo día que resucitó; porque su profetisa (como ya hemos visto más arriba) dice que Cristo NO empezó a hacer esa purificación HASTA el día 22 de octubre de 1844, y continúa todavía haciéndola; y los comentaristas del Adventismo lo confirman, para que sus comentarios coincidan con las enseñanzas de su profetisa (véase el Apéndice 4); éstas son las palabras de ellos sobre Hebreos 1:3:
"[…]. Esta última purificación, también hecha posible mediante la cruz, aún se lleva a cabo, y continuará hasta cuando sea posible salvar la última persona." (7/tomo 7, p. 412). *) Por tanto, está claro que la doctrina del Adventismo sobre la purificación del Santuario, que, según afirman esos comentaristas, se está llevando a cabo en el "juicio investigador" desde 1844, es una doctrina siniestra para la obra salvadora de Cristo.

*) En conclusión: los apóstoles enseñan que Jesús dejó terminada la purificación de los pecados en el siglo I (según Hebreos 1:3); pero el Adventismo afirma que esa purificación no comenzó hasta el siglo XIX y continúa todavía; por lo que esta enseñanza del Adventismo es otro evangelio, condenado por los apóstoles (según Gálatas 1:8-9). Además, en el nuevo pacto, los pecados perdonados por la fe en el sacrificio de Cristo son pasados "por alto" por Dios, y no se acuerda más de ellos (según Romanos 3:25 y Hebreos 10:16-17); por eso, no puede existir ese "juicio investigador", en el cual Dios examine esos pecados; pero estos tres textos bíblicos (Hebreos 1:3; Romanos 3:25 y Hebreos 10:16-17) no los usa la profetisa en sus obras (2/755-756), (36/558-560), (37/563-564).

c) RECONCILIACIÓN: Hemos visto que, en el día de la expiación, día 10 del séptimo mes, mediante la sangre del sacrificio del macho cabrío, se realizaba la purificación de los pecados de los creyentes, los cuales se habían acumulado en el Santuario a lo largo del último año, y que esa PURIFICACIÓN (o expiación) de los pecados se hacía para conseguir la RECONCILIACIÓN:
"Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová." (Levítico 16:29-30).   "A los diez de este mes séptimo será el día de la expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios." (Levítico 23:27-28). *) Un autor cristiano (de origen judío) habla así de la RECONCILIACIÓN que se realizaba en el día de la expiación: "'Día de la Expiación […]. Tenía lugar en el día décimo del mes séptimo[…]. El mes séptimo […] cerraba el ciclo festivo, siendo la fiesta de los tabernáculos, que comenzaba el día 15 de aquel mismo mes, la última del año. Pero […] antes de aquella gran fiesta de la cosecha y de acción de gracias, Israel debía, como nación, reconciliarse con Dios, porque sólo un pueblo en paz con Dios podía regocijarse delante de Él en la bendición con la que Él había coronado el año." (32/325). *) De la misma forma como en el Santuario israelita, mediante la expiación (o purificación) de los pecados, se conseguía la RECONCILIACIÓN simbólica de los israelitas con Dios, también Cristo, en la realidad, mediante la purificación de los pecados (Hebreos 1:3), consiguió la reconciliación de los hombres con Dios: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida." (Romanos 5:10).
*) Es evidente, según este texto bíblico, que, cuando el apóstol Pablo escribió esta cita, la RECONCILIACIÓN ya estaba hecha y terminada; y que, lo mismo que, en el Santuario israelita, se obtenía simbólicamente la reconciliación cuando, con la sangre del macho cabrío, se purificaban los pecados, así también, en la realidad, con la sangre del sacrificio de Cristo ("la muerte de su Hijo"), éste obtuvo la purificación de los pecados y la reconciliación con Dios.

*) Ahora bien, lo mismo que simbólicamente en el Santuario israelita no se podía obtener la reconciliación sin haber efectuado antes la purificación de los pecados, tampoco, en la realidad, Cristo podría haber obtenido la reconciliación sin haber terminado antes la purificación (Hebreos 1:3; Romanos 5: 10-11; Colosenses 1:21-22).

*) Por tanto, como el Adventismo enseña que Cristo aún no ha terminado la purificación de los pecados, es lógico que no quiera saber nada de la reconciliación, ya que, según él, ésta no puede tener lugar hasta después de terminarse la purificación que, según su profetisa, durará hasta la "Parusía", puesto que Cristo no vendrá hasta que termine el "juicio investigador"; por tanto, en la doctrina de la profetisa, nada se dice de la reconciliación simbólica, ni de la reconciliación en la realidad, efectuada por Cristo con su sacrificio. Veamos esto en el siguiente gráfico (en el cual, los dos recuadros del tercer escalón, rodeados con una línea de puntos, no existen en el peculiar mensaje del Adventismo):

Gráfico duodécimo:

Gráfico 12c

En conclusión: la profetisa no usa ninguno de los ocho textos bíblicos que están en este gráfico, en su obra donde trata el tema de la purificación del Santuario (2/461-475, 751-757), ni en otra de sus obras destinada a los que han de predicar el peculiar mensaje del Adventismo (37/561-565); porque dejó anclada la doctrina adventista sobre la "purificación del santuario" en el texto de Levítico 16:29-34, sin querer ver que este texto se complementa con el de Levítico 23:26-28, como se puede ver en las siguientes palabras de ella:
"[…] los símbolos que se refieren al segundo advenimiento deben cumplirse en el tiempo indicado por el ritual simbólico. Bajo el régimen mosaico, la purificación del santuario, o sea el gran día de la expiación, caía en el décimo día del séptimo mes judío (Levítico 16:29-34), cuando el sumo sacerdote, habiendo hecho expiación por todo Israel y habiendo quitado así sus pecados del santuario, salía a bendecir al pueblo. Así se creyó que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, aparecería para purificar la tierra por medio de la destrucción del pecado y de los pecadores, y para conceder la inmortalidad a su pueblo que le esperaba. El décimo día del séptimo mes, el gran día de la expiación, el tiempo de la purificación del santuario, el cual en el año 1844 caía en el 22 de octubre, fue considerado como el día de la venida del Señor. Esto estaba en consonancia con las pruebas ya presentadas, de que los 2.300 días terminarían en el otoño y la conclusión parecía irrebatible." (2/451).
*) Por tanto, como ya hemos visto, cuando falló la predicación de la venida de Cristo para 1844, dijeron que, en esa fecha, Jesús había empezado a purificar el santuario del cielo, por medio de realizar un "juicio investigador" para descubrir los pecados de los creyentes y expiarlos, y, cuando acabe ese juicio, vendrá Jesús; así lo enseña la profetisa:
"Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de la expiación. Incalculables son los intereses que ésta envuelve. El juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto – nadie sabe cuándo – les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista. […].   "Cuando quede concluida la obra del juicio investigador, quedará también decidida la suerte de todos para vida o para muerte. […]." (2/544-545).   "Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada uno según sus obras." (2/539). 3) Así, la doctrina de la purificación del Santuario, según la enseña el Adventismo con su profetisa a la cabeza, ignora y destruye la doctrina de la reconciliación simbólica que se obtenía en el Santuario israelita el día de la expiación, mediante la purificación de los pecados; y, en consecuencia, también ignora y deja destruida la obra de la reconciliación efectuada por Cristo en la realidad (según Romanos 5:10), mediante la purificación de los pecados por su sacrificio en la cruz (según Hebreos 1:3).

4) Como la reconciliación no se podía obtener hasta quedar terminada la purificación de los pecados, y, como para el Adventismo esa purificación no ha concluido todavía, resulta que la reconciliación no existe en sus doctrinas, ni en los símbolos ni en la realidad, como se puede ver en el gráfico duodécimo.

5) Ahora bien, Dios encargó a los cristianos que predicaran el mensaje de la reconciliación:

"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios." (2 Corintios 5:18-20). 6) Así, mientras los apóstoles predicaban (de parte de Dios) la reconciliación, el Adventismo predica (de parte de su profetisa) el "juicio investigador", y éste es su peculiar mensaje; pero este mensaje pertenece a un evangelio diferente al que predicaron los apóstoles y, por tanto, está condenado por la Palabra de Dios, como está claramente afirmado en Gálatas 1:8-9; en consecuencia, ese peculiar mensaje del Adventismo no es un mensaje cristiano, sino un mensaje falso, fundado en una errónea interpretación de Daniel 8:14, y esta falsa interpretación constituye la "razón de ser" del Adventismo (como se ve en la primera parte, capítulo V, punto 4).
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