Yo nací y me crié como adventista del séptimo
día (ASD). A la edad de diez años, firmé los votos
bautismales, declarando que me abstendría de "alimentos
inmundos". En ese momento, no me era difícil hacer ese voto
porque mi familia era seguidora del "mensaje sobre la salud" que
enseñaba la profetisa Ellen G. White. Yo había sido tan
adoctrinado en este mensaje que, aunque nunca había probado la
carne, la sola idea de ella me causaba náuseas. Hasta cuando
comencé a comer algo de carne de res durante una fase de
rebeldía juvenil, descubrí que todavía
tenía sería reservas acerca de las "carnes inmundas".
Más tarde, decidí mejorar mi vida espiritual y,
naturalmente, creía que esto debía incluir un regreso a
la dieta vegetariana. Para mí, los problemas de la dieta, la
santidad, y hasta la salvación estaban siempre unidos entre
sí intrínsicamente. Después de todo, si uno no
podía ser bautizado en Cristo sin abstenerse de la carne de
puerco y no podía ser trasladado al cielo sin abstenerse de toda
clase de carne, como a mí me habían enseñado,
¿cómo es que esto no podía determinar la
salvación?
Cuando tenía como 28 años de edad, comencé a
estudiar la Biblia en serio. Me sacudió hasta la médula
de mis huesos descubrir que los alimentos no determinan ni la
salvación ni la santidad. ¡La verdad es que la Escritura
parecía estarme diciendo que los alimentos no eran un problema
en absoluto para los cristianos del nuevo pacto! Pero,
¿cómo hace una persona criada en una tradición
orientada hacia las obras para hacer la transición a una
mentalidad basada en la gracia en relación con los alimentos?
El primer paso para devolver la cuestión de los alimentos a la
posición que merece es una interpretación básica
de las diferencias entre el pacto bajo el cual viven los cristianos en
la actualidad y el pacto bajo el cual vivían los israelitas
durante la dispensación del Antiguo Testamento. Un estudio
completo de los pactos está fuera del propósito de este
artículo, pero se puede extraer valiosa información de un
libro de la Biblia escrito para cristianos judíos, el libro de
Hebreos.
Los creyentes judíos luchaban con muchos problemas relacionados
con los ritos proféticos que se habían cumplido en
Cristo. El escritor de Hebreos describe muchos de los ritos de los
sacrificios en el templo. Obsérvese especialmente el
capítulo 9 de Hebreos, en los versículos 9 y 10.
"Esto nos ilustra hoy día que las ofrendas y los sacrificios que
allí se ofrecen no tienen poder alguno para perfeccionar la
conciencia de los que celebran ese culto. No se trata más que de
reglas externas relacionadas con alimentos, bebidas, y diversas
ceremonias de purificación, válidas sólo hasta el
tiempo señalado para reformarlo todo" (Heb. 9: 9, 10).
Es claro que muchos de los ritos ceremoniales dados a Israel se
centraban en la purificación ritual del cuerpo y evitar cosas
ceremonialmente inmundas, incluyendo ciertos alimentos. Pero
nótese que estos ritos fueron impuestos solamente por un tiempo.
Nótese también que el capítulo 8 presenta a Cristo
como el cumplimiento de los ritos que eran parte del pacto antiguo y el
mediador de un pacto nuevo y mejor, a diferencia del pacto antiguo.
"Pero el servicio sacerdotal que Jesús ha recibido es superior
al de ellos, así como el pacto del cual es mediador es superior
al antiguo, puesto que se basa en mejores promesas. Efectivamente, si
ese primer pacto hubiera sido perfecto, no habría lugar para un
segundo pacto. Pero Dios, reprochándoles sus defectos, dijo:
'Vienen días, dice el Señor, en que haré un nuevo
pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No
será un pacto como el que hice con sus antepasados el día
en que los tomé de la mano y los saqué de Egipto, ya que
ellos no permanecieron fieles a mi pacto, y yo los abandoné,
dice el Señor... Al llamar nuevo a ese pacto, ha declarado
obsoleto al anterior, y lo que se vuelve obsoleto y envejece ya
está por desaparecer" (Heb. 8, 6-9, 13).
El autor de Hebreos deja claro que el pacto antiguo y los ritos
correspondientes habían caducado y estaban listos para
desaparecer, pero los primeros cristianos judíos debatían
cómo deberían ser instruidos en estas cosas los creyentes
gentiles. Algunos creyentes judíos insistían en que los
gentiles también debían ser circuncidados y someterse a
todas las costumbres y todos los rituales de la ley mosaica, incluyendo
la abstinencia de "alimentos inmundos". Para zanjar la cuestión,
un concilio de dirigentes de la iglesia tuvo lugar en Jerusalén.
Jacobo, inspirado por el Espíritu Santo, pronunció la
palabra definitiva sobre la cuestión, como queda registrado en
el capítulo 15 de Hechos.
"Por lo tanto, yo considero que debemos dejar de ponerles trabas a los
gentiles que se convierten a Dios. Más bien debemos escribirles
que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de
inmoralidad sexual, de la carne de animales estrangulados, y de sangre.
En efecto, desde tiempos antiguos, Moisés siempre ha tenido en
cada ciudad quien lo predique y lo lea en todas las sinagogas todos los
sábados. ...Nos pareció bien al Espíritu Santo y a
nosotros no imponerles a ustedes ninguna carga aparte de los siguientes
requisitos: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de
sangre, de la carne de animales estrangulados, y de la inmoralidad
sexual. Bien harán ustedes si evitan estas cosas" (Hechos
15:19-21, 28-29).
Jacobo no intenta cargar a los gentiles con leyes relacionadas con
alimentos limpios e inmundos. Pero, puesto que sabe que hay
judíos en cada ciudad que todavía enseñan y viven
bajo la ley mosaica, Jacobo identifica las tres prácticas que
serían más ofensivas para estos judíos. El
propósito de Jacobo es que los creyentes gentiles vivan en
libertad, pero también que vivan de modo que les permita
alcanzar a los judíos en su área con el mensaje del
evangelio. Jacobo aboga por un modelo de amor del cual se haría
eco más tarde el apóstol Pablo.
"Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en
discusiones. A algunos su fe les permite comer de todo, pero hay
quienes son débiles en la fe, y sólo comen verduras. El
que come de todo no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y
el que no come de todo no debe condenar al que lo hace, pues Dios lo ha
aceptado. ¿Quién eres tú para juzgar al siervo de
otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio
señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor
tiene poder para sostenerlo. Hay quien considera que un día
tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales
todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias
opiniones. El que le da importancia especial a cierto día, lo
hace para el Señor. El que come de todo, come para el
Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no
come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a
Dios. ... Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más
bien, propónganse no poner tropiezos ni obstáculos al
hermano. Yo, de mi parte, estoy plenamente convencido en el
Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo.
Si algo es impuro, lo es solamente para quien así lo considera.
Ahora bien, si tu hermano se angustia por causa de lo que comes, ya no
te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano
por quien Cristo murió. En una palabra, no den lugar a que se
hable mal del bien que ustedes practican, porque el reino de Dios no es
cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz, y
alegría en el Espíritu Santo. El que de esta manera sirve
a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por sus semejantes. Por lo tento,
esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la
mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la
comida. Todo alimento es puro; lo malo es hacer tropezar a otros por
causa de lo que uno come" (Rom. 14:1-6, 13-20).
Sin embargo, Pablo tuvo cuidado de advertir que
nadie debería actuar como juez de otro basándose en cosas
que sólo servían para apuntar proféticamente a
Cristo.
"Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o
beben, o con respecto a días de fiesta, de luna nueva, o de
reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por
venir; la realidad se halla en Cristo" (Col. 2:16, 17).
Es evidente que, en la época en que Pablo escribió estas
cartas pastorales a Timoteo, ya había combatido con suficientes
judaizantes como para sentirse obligado a advertir a Timoteo, con toda
claridad, que debía tener cuidado de tales falsas doctrinas.
"El Espíritu dice claramente que, en los últimos
tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones
engañosas y doctrinas diabólicas. Tales enseñanzas
provienen de embusteros hipócritas, que tienen la conciencia
encallecida. Prohiben el matrimonio y no permiten comer ciertos
alimentos que Dios ha creado para que los creyentes, conocedores de la
verdad, los coman con acción de gracias. Todo lo que Dios ha
creado es bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción
de gracias, porque la palabra de Dios y la oración lo
santifican. Si enseñas estas cosas a los hermnos, serás
un buen servidor de Cristo Jesús, nutrido con las verdades de la
fe y de la buena enseñanza que paso a paso has seguido" (1 Tim.
4:1-6).
Además, es instructivo para nosotros que estudiemos
cuidadosamente la visión que el Señor dio a Pedro antes
de enviarle a la casa de Cornelio.
"Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban
a la ciudad, edro subió a la azotea a orar. Era casi el
mediodía. Tuvo hambre y quiso algo de comer. Mientras se lo
preparaban, le sobrevino un éxtasis. Vio el cielo abierto y algo
parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro
puntas, descendía hacia la tierra. En ella había toda
clase de cuadrúpedos, como también de reptiles y aves.
'Levántate, Pedro; mata y come', le dijo una voz. '¡De
ninguna manera, Señor!, replicó Pedro. 'Jamás he
comido nada impuro o inmundo'. Por segunda vez, le insistió la
voz: 'Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro'"
(5) (Hechos 10:9-15).
Algunos han señalado que el enfoque de esta visión no
era los alimentos, sino que tenía que ver con llevar el
evangelio a los gentiles. Esto es verdad, pero el usar este argumento
para desechar sumariamente este pasaje demanda una pregunta.
¿Cuándo usó Jesús jamás una falsedad
para ilustrar una verdad? En todas las parábolas y
alegorías que narró durante su ministerio, Cristo siempre
usó una verdad básica de la vida diaria para ilustrar una
verdad espiritual mayor.
Es inconcebible que Jesús esté realmente diciendo:
"Pedro, es verdad que ya no hay ninguna diferencia ceremonial entre
judíos y gentiles. Yo he declarado limpios tanto a judíos
como a gentiles. Sin embargo, debes olvidarte completamente de lo que
dije antes sobre que no hay diferencia entre un alimento y otro.
Sé que dije que yo les purifiqué y que ya no son
inmundos, pero en realidad no quise decir eso. Las diferencias
ceremoniales entre un alimento y otro todavía son
válidas. Así que lo que yo estaba tratando de subrayar es
verdad, pero la manera en que ilustré mi punto no lo era".
Si usted se encogió cuando escuchó estas chistosas
palabras, tenga presente que esto es en esencia lo que afirman que el
Señor dijo los que hacen a un lado este texto. Ciertamente
parece una blasfemia sugerir que éste era el propósito
del Señor. Es especialmente inconcebible cuando se lo
compara con lo que Jesús enseñó durante su
ministerio.
"Jesús llamó a la multitud y dijo: 'Escuchen y
entiendan. Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca
sino lo que sale de ella'. 'Explícanos la comparación',
le pidió Pedro. '¿También ustedes son
todavía tan torpes?', le dijo Jesús. '¿No se dan
cuenta de que lo que entra en la boca va al estómago y
después se echa en la letrina? Pero lo que sale de la boca viene
del corazón y contamina a la persona'". (Mat. 15:10, 11; 15-18).
.
En caso de que alguien se sienta tentado a pensar que
las instrucciones de Jesús sólo se aplican al lavado
ceremonial de las manos, Marcos hace una afirmación
parentética muy clara (6) que debería disipar cualquier
duda relativa a la magnitud de la declaración de Jesús:
"De nuevo Jesús llamó a la multitud.
'Escúchenme todos y entiendan esto', dijo. 'Nada de lo que viene
de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale
de la persona es lo que la contamina'. ["Si alguno tiene oídos
para oir, que oiga"]. Después de que dejó a la gente y
entró en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre la
comparación que había hecho. '¿Tampoco ustedes
pueden entenderlo? ¿No se dan cuenta de que nada de lo que entra
en una persona puede contaminarla? Porque no entra en su corazón
sino en su estómago, y después va a la letrina'. Con esto
Jesús declaraba limpios todos los alimentos" (Marcos 7:14-19).
Aparentemente, estas atrevidas afirmaciones ofendieron
gravemente a los fariseos, que no estaban dispuestos a escuchar el
mensaje del nuevo pacto que Jesús estaba introduciendo. Mateo
registra la respuesta de Jesús a los discípulos cuando
éstos señalaron la ofensa que Él les había
ocasionado.
"Entonces se le acercaron los
discípulos y le dijeron: '¿Sabes que los fariseos se
escandalizaron al oir eso?' Jesús respondió: 'Toda planta
que mi Padre celestial no haya plantado será arrancada de
raíz. Déjenlos. Son guías ciegos. Y si un ciego
guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo'" (Mat.
15:12-14).
Jesús llama ciegos a estos maestros de la ley porque eran
incapaces de ver las verdades más grandes que la ley
había anticipado. Jesús advirtió que, con su
ceguera, llevarían a otros al mismo hoyo.
Después de un cuidadoso examen de la Escritura,
¿es posible que haya todavía algunos fariseos modernos
que se ofendan por las enseñanzas de Jesús? ¿Hay
todavía algunos que intenten racionalizar
legalísticamente las claras y repetidas enseñanzas del
Nuevo Testamento? ¿Hay quienes quieren juzgar a otros
basándose en cuestiones ceremoniales? Si los hay, quizás
deban considerar la protesta de James White, un pionero ASD, que se
encontró enfrentando a los judaizantes del siglo diecinueve.
"Algunos de nuestros buenos hermanos
han añadido "la carne de cerdo" a la lista de cosas prohibidas
por el Espíritu Santo, y los apóstoles y ancianos
reunidos en Jerusalén. Pero nosotros nos sentimos llamados a
protestar tal curso de acción como contrario a las claras
enseñanzas de las Sagradas Escrituras. ¿Pondremos una
"carga" mayor sobre los discípulos que lo que parece bien al
Espíritu Santo y a los apóstoles de nuestro Señor
Jesucristo? Dios no lo quiera. La decisión de ellos, siendo
correcta, decidió la cuestión para ellos, fue causa de
regocijo entre las iglesias, y debería decidir la
cuestión para nosotros para siempre" (7,8).
Verdaderamente, como dice James White, la cuestión
debería quedar decidida para siempre por la autoridad del
Espíritu Santo por medio del concilio de Jerusalén. Y si
esto no es suficiente, entonces ciertamente debería quedar
decidida por la palabra de nuestro Señor Jesucristo y las
enseñanzas de sus apóstoles. Si algunos todavía
deciden abstenerse de comer ciertos alimentos por sus propias razones,
que sigan su propio camino sin ser juzgados por los demás. Que
no se diga nunca que discriminar en los alimentos es un requisito para
los creyentes del nuevo pacto, una indicación de salud
espiritual, ni especialmente un requisito para ser bautizados en el
cuerpo de Cristo. Los que quieren cargar a los cristianos del nuevo
pacto con ritos ceremoniales del pacto antiguo y los que quieren quitar
de la comunidad a los que discrepan tienen que, o sustentar sus puntos
de vista con las instrucciones bíblicas proporcionadas por la
iglesia, o reformar sus doctrinas de esclavitud (9).
(1)
Gál. 4:9 - Pablo está reprendiendo a los gálatas
por haberse dejado atrapar por el legalismo de los judaizantes.
(2) Votos bautismales, #7. Certificado de bautismo [1980]. (Takoma
Park, Washington, D. C.: Conferencia General de los Adventistas del
Séptimo Día).
(3) "Si alguna vez hubo un tiempo en que la dieta debía ser del
tipo más simple, es ahora. No debería ponerse carne
delante de nuestros niños. Su influencia es excitar y fortalecer
las más bajas pasiones, y tiene una tendencia a amortiguar los
poderes morales. Los granos y frutas preparados libres de grasa, y en
una condición lo más natural posible, debería ser
el alimento de para las mesas de todos los que aseguran que se
están preparando para ser trasladados a cielo". Ellen White, Testimonies, Vol. 2, p. 352.
(4) Para un estudio completo sobre los pactos, basado en la Biblia,
fácil de leer y entender, véase de Dale Ratzlaff, Sabbath in Crisis,
pp. 27-87 (Glendale, AZ: Life Assurance Ministries). También,
visite el web site adventista www.sdaoutreach.org del pastor J. Mark
Martin.
(5) La palabra griega traducida como "purificado" en Hechos 10:15 es
katharizo. El mismo verbo se usa en Marcos 7:19. Véase la nota
#6 abajo.
(6) Algunos cristianos que continúan adhiriéndose a las
leyes alimentarias del pacto antiguo objetan la inclusión de la
declaración parentética de Marcos. Su objeción se
basa principalmente en el hecho de que los traductores de la
versión bíblica King James (KJV) (publicada en 1611)
tradujeron el original griego como "purgar todas las carnes". El verbo
griego transliterado como "purgar" en la KJV es katharizo. El
Diccionario Hebreo y Griego de Strong dice que la definición de
katharizo es "declarar limpio en un sentido levítico". Como esta
usado en Marcos 7:19, katharizo está en tiempo presente,
participio masculino, y voz activa. Debe notarse que, a menudo, los
escritores griegos usaban verbos en tiempo presente para describir
acciones pasadas como una manera de transmitir la idea de inmediatez y
proporcionar vividez al relato de la historia. El participio masculino
y la voz activa parecerían indicar que Jesús es el que
produce la acción. Dada la definición de katharizo de
Strong, así como el tiempo verbal, el modo, y la voz, una
traducción razonablemente transparente de la frase griega
podría ser: "Él está declarando kosher todas las
carnes". Mi traducción, más bien desmañada pero
literal, concuerda con el enfoque usado por casi todas las traducciones
modernas al traducir katharizo como "Él declaró ...
limpio" u otra construcción similar. Esta traducción del
griego deja claro que éstas son las palabras de Marcos
describiendo las acciones de Jesús y que, por lo tanto, los
traductores modernos están en lo correcto al encerrar esta frase
entre paréntesis como la declaración parentética
de Marcos.
(7) James White, The Present Truth, tomo 1, No. 11; nov. 1850. "Swine´s Flesh". Reproducido en la obra de Anderson, White Out, p. 93 (Glendale, AZ.: Life Assurance Ministries; 2001).
(8) Aunque más tarde Ellen White fue una de las personas que
"añadió la 'carne de cerdo' a la lista de cosas
prohibidas por el Espíritu Santo", parece que, en una
ocasión, ella estuvo de acuerdo con la posición de su
esposo sobre la permisibilidad de la carne de cerdo. La Sra. White
escribió un testimonio a la Sra. Curtis en la década de
1850 criticando a la familia Curtis por indicar que el consumo de carne
de puerco era erróneo. "Si Dios requiere que su pueblo se
abstenga de la carne de cerdo, les convencerá del asunto.
Él está tan dispuesto a mostrar a sus honestos hijos su
deber como a mostrar su deber a los individuos sobre quienes ha puesto
la responsabilidad de su obra. Si es deber de la iglesia abstenerse de
la carne de puerco, Dios lo revelará a más de dos o tres
personas. Él enseñará a sus hijos su deber". Testimonies,
tomo 1, p. 206. EGW se contradijo en testimonios posteriores
después de visitar el instituto para la salud del Dr. Jackson en
New York. "Ni un solo bocado de carne de puerco debería ser
puesto jamás en vuestras mesas". Testimonies, Vol. 2, p. 93. Véase también de Dirk Anderson, White Out, pp. 92-97 (Glendale, AZ: Life Assurance Ministries; 2001) y el web site de Anderson sobre Ellen G. White, www.ellenwhiteorg.
(9) "En otras palabras, mientras el heredero es menor de edad, en nada
se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo. Al
contrario, está bajo el cuidado de tutores y administradores
hasta la fecha fijada por su padre. Así también nosotros,
cuando éramos menores, estábamos esclavizados por los
principios de este mundo. Pero cuando se cumplió el plazo, Dios
envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos
adoptados como hijos. Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Abba!
¡Padre!". Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como
eres hijo, Dios te ha hecho también heredero" (Gál.
4:1-7).