EL EXTRAÑO ERROR
DE WILLIAM MILLER
Capítulo 1
LOS PRIMEROS AÑOS
Clara Endicott Sears, 1924
Tomado de The
Ellen White Web Site
"A youth to whom has been given
So much of earth, so much of
heaven".
"¿Qué clase de hombre
pudo haber sido William Miller?" es la maravillada pregunta que se hace
a menudo cuando se habla de la excitación de 1843.
Bien - él era lo que uno
podría llamar todo un personaje. Si alguien le hubiese dicho
en su juventud que algún día estaría profetizando
la aproximación del Día del Juicio y la destrucción
del mundo por medio del fuego, habría estado tan sorprendido como
cualquiera. Algunas veces, los caminos del Destino conducen a pastos inesperados.
Para comenzar, en su niñez
William Miller fue la clase de muchacho que bajaba las escaleras, haciendo
el menor ruido posible, después de que sus padres y todos sus hermanos
y todas sus hermanas se habían ido a la cama, ponía algunos
trozos de madera resinosa sobre los tizones que ardían a fuego lento
en las profundidades de la amplia chimenea de ladrillos en la cocina para
obtener luz de las llamas, y luego se estiraba cuán largo era sobre
el hogar a leer con éxtasis tembloroso las emocionantes aventuras
de Robinson Crusoe y Robert Boyle, y todos esos héroes de ficción
que son tan queridos al corazón de todo muchacho normal que oculta
en él un toque de romance, de poesía, y de caballerosidad.
Luego también, la dificultad de obtener los preciosos volúmenes
aumentaba su valor para él. Fue sólo cuando pudo ganar dinero
picando leña "fuera de horas de clases" que pudo comprar siquiera
uno, y cada libro añadido a su magra colección era amado
como un amigo. Miller era el mayor de dieciséis hijos y el único
al cual le interesaban los libros. Sus padres, gente tranquila y respetable
en circunstancias humildes - buenos Bautistas los dos y firmes adherentes
de esa fe - estaban preocupados por el deseo que él mostró
de leer cualquier cosa a la que le pudiera echar mano. El padre era un
granjero tan típico como puede encontrarse en cualquier parte de
nuestros distritos rurales - un hombre industrioso, temeroso de Dios, capaz
de alimentar y vestir a su familia con los recursos de la granja, pero
incapaz de de darles nada más de lo que pueblos campesinos proporcionabam
en materia de educación.
Así que William Miller fue
a la escuela de distrito como todos los otros niños campesinos,
pero era mejor estudiante que cualquiera de sus camaradas, y después
de un tiempo se comentaba que probablemente sobrepasaría a su maestro
en conocimientos si persistía en leer fuera de horas de clases,
y esto no era aprobado por algunos. Pero sucedió que había
en la comunidad varios hombres adinerados que opinaban de diferente manera,
y se interesaron en él lo bastante para prestarle libros que estaban
bien fuera de su alcance para comprarlos, y sobre estos libros se volcó
su interés por leer con un gozo que era incomprensible para sus
padres, que miraban este deseo por la literatura de parte de su hijo mayor
con mucha desaprobación, sospecha, y aprensión. Pero
esto no lo disuadió; a pesar de las amonestaciones de ellos, él
siguió adelante, y, al hacerse mayor, un anhelo de obtener una verdadera
educación lo acosaba con tal intensidad que, como él dijo
después, "parecía casi esencial para su existencia;" pero
no habría de ser - el trabajo en el campo y el ayudar en la granja
reclamaban todas sus horas libres. Así que tuvo que obtener la educación
que podía por medio de sus propios esfuerzos - leyendo todo lo que
podía con tanta perseverancia y tenacidad que cuando hubo alcanzado
la mayoría de edad había dejado a sus asociados bien atrás
en materia de conocimientos de libros y le fue conferido un título
de consideración por los ciudadanos de su pueblo, algo raro en alguien
tan joven. Para esta época sus padres habían cambiado sus
puntos de vista en relación con él. Deploraban el hecho de
no haberle podido ayudar a adquirir los conocimientos que anhelaba. Lo
mejor que podían hacer era permitirle tener más tiempo para
sus lecturas, y le dieron un cuarto para él solo - un lujo inesperado
en una familia tan numerosa - y allí absorbió una mezcla
heterogénea de historia, poesía, ficción, etc., sin
ningún instructor o guía que le señalara el camino,
aparte de su propia inclinación.
Para la gente joven del lugar "él
se convirtió en una especie de garabateador general," y su biógrafo
nos dice: "Si alguien quería que le hicieran versos, o que le mandaran
una carta por correo, o que algún diseño ornamental o simbólico
fuera interpretado por la tierna pasión, o cualquier cosa que requiriera
una tarea extra o habilidad en el uso de la pluma, era bastante seguro
que fuera planeado, si no ejecutado, por él". [Sylvester Bliss, Life of William Miller].
Algunos meses después de
su vigésimo primer cumpleaños, se casó con Lucy Smith,
de Poultney, Vermont. La boda tuvo lugar el 30 de Junio de 1803, y allí
iniciaron su vida juntos en una pequeña granja.
Sucedió que había
una biblioteca bastante grande en pueblo, que atraía al joven Miller
de manera especial, y todo el tiempo que le quedaba libre de su trabajo
en la granja, lo dedicaba a leer los libros que encontraba en la biblioteca.
Hay que decir que Miller fue extremadamente afortunado en su elección
de esposa. En vez de tratar de alejarlo de los anaqueles de libros, la
joven mujer lo estimuló a dejarse llevar por su anhelo de conocimiento,
dándose cuenta de que el tiempo libre de él era limitado.
No pasó mucho tiempo antes de que algunos de los hombres destacados
del pueblo - los que tenían granjas más grandes y una visión
más amplia - comenzaran a fijarse en él y a observarlo con
algún interés. Era raro encontrar a un joven recién
casado que leyera con avidez antiguos y mohosos volúmenes en la
biblioteca del pueblo en vez de tomar el sol con su nueva esposa durante
sus horas libres, y su curiosidad se avivó.
Un año o dos después
de que la joven pareja comenzó a trabajar en la granja de Poultney,
se comenzaron a hacer preparativos excepcionales en el pueblo para celebrar
el 4 de Julio, y todos entraban en el espíritu de la celebración
con gran entusiasmo, incluyendo, por supuesto, al joven Miller y a su esposa.
Mientras el primero trabajaba en su maizal con la azada, se sintió
inspirado a escribir un himno patriótico para la ocasión.
Esa noche, después de terminar su trabajo en la granja, se sentó
y escribió versos que pudiesen ser cantados con la música
de "Delight" - una antigua canción que le era familiar a todos y
cada uno en aquellos días.
El alguacil designado para aquel
día fue Squire Ashley, un vecino cercano de los Miller, y siendo
un poco tímido ewn relación con su efusión poética,
el joven consideró por algún tiempo cómo podría
llamar la atención de este caballero sin parecer presuntuoso. Lo
pensó durante la noche, y a la mañana siguiente caminó
hasta la granja de Squire Ashley, y divisando a la Sra. Ashley sentada
y cosiendo cerca de la ventana del cuarto de estar, se las arregló
para introducir el manuscrito por debajo del alféizar de la ventana
sin llamar la atención, y alejarse rápidamente.
"Caramba, ¿qué es
esto? ¿Qué es este poema?", le preguntóa a su esposa.
"Pensé que era tuyo", contestó
ella, abriendo los ojos sorprendida. "Lo encontré en el alféizar
de la ventana".
"¡Bueno, es ciertamente extraño!
Estas son excelentes palabras que expresan excelentes sentimientos. Y la
nota al pie dice que puede cantarse al compás de 'Delight' - Lo
cantaremos en la celebración. Es justo lo que necesitamos".
Squire enseguida buscó a
varios amigos y los comisionó para que hicieran numerosas copias,
que serían distribuídas entre la gente del pueblo de manera
que pudieran participar en el canto. Había gran curiosidad sobre
quién podría ser el misterioso autor, y todo esto causó
cierta conmoción.
Cuando llegó el momento de
la celebración y la gente se había reunido, se les dijo que
se formaran en fila y cada uno a su turno solicitara una copia para que
pudiera cantar un himno patriótico recién obtenido, y que
cantaran con buen volumen de sonido. El señor Kendricks, el ministro
Bautista, permaneció de pie donde pudiera observar el rostro de
cada persona que se acercara a pedir su copia. Viendo que el rostro del
joven William Miller se ruborizaba al extender la mano, Kendricks se convenció
de que ésta era la persona que había estado buscando. En
consecuencia, lo interrogó de cerca y logró que Miller confesara
ser el autor del himno que se preparaban a cantar. Todos alzaron sus voces
y lo cantaron con entusiasmo. Fue declarado un gran éxito, y perfectamente
adecuado para la ocasión.
Los versos son como sigue: *
"Our independence dear,
bought with the price of blood,
Let us receive with care, and trust
our Maker God,
For He´s the tower to which
we fly;
His grace is nigh in every hour.
"Nor shall Columbia´s sons
forget the price it cost,
As long as water runs, or leaves
are nipped by frost,
Freedom is thine; let millions
rise,
Defend the prize through rolling
time!
"There was a Washington, a man of
noble fame,
Who led Columbia´s sons to
battle on the plain;
With skill they fought; the British
host
With all their boast soon came
to naught!
"Let traitors hide their heads and
party quarrels cease;
Our foes are struck with dread,
when we declare for peace.
Firm let us be, and rally round
The glorious sound of liberty!"
[* Nota del traductor: Hemos omitido
la traducción de estos versos porque la rima y la eufonía
del original se perderían por completo].
Dice su biógrafo: "Esta producción,
con otras prosas y poemas, en seguida lo hicieron notable en la comunidad
y el aseguraron un amplio círculo de amigos. Los jóvenes
hicieron de su casa un lugar de reunión habitual, en el cual se
congregaban para pasar sus horas libres, al mismo tiempo que él
y su esposa se convertían en el núcleo que los atraía
y los mantenía a todos ellos en movimiento". Las cosas aparecían
brillantes para ellos; la granja prosperaba, y el joven Miller se había
hecho miembro de la fraternidad Masónica, en la cual "avanzó
hasta los grados más altos que podían conferir las logias
entonces existentes en el país o en la región". [Silvester
Bliss, Life of William Miller]. Además, pronto fue nombrado en
el puesto de condestable de policía, y en 1809, al puesto de alguacil.
Había progresado mucho en la dirección de ser ascendido al
puesto de High Sheriff cuando, para sorpresa de sus amigos, fue atacado
por un vehemente deseo de ingresar al ejército.
Su biógrafo se pregunta:
"¿Qué fuerte impulso pudo haberlo hecho volverse en esa dirección?.
Ya las ocupaciones de su posición lo habían colocado en fáciles
circunstancias. Tal era la cantidad de sus ocupaciones, que mantenía
dos caballos, uno de los cuales montaba, mientras el otro era mantenido
en descanso, alternadamente, semana tras semana. Disfrutaba del respeto
y la ilimitada confianza del público. Hasta donde sabemos, su preferencia
por el ejército tuvo dos motivos: primero, deseaba participar en
la gloria que descansaba en la memoria de aquéllos que le eran más
queridos en la historia de su país y su familia (su padre había
luchado en la Revolución); segundo, esperaba disfrutar una más
atractiva exhibición de la naturaleza humana en la vida militar
que la que le habían proporcionado la experiencia o los libros en
la vida civil. Estaba satisfecho con haber probado lo que había
alrededor de él, y deseaba probar un nuevo campo". Esto lo dice
él mismo en sus Memorias. Miller escribe: "Mientras tanto, continuaba
mis estudios, llenando mi mente con conocimientos históricos. Mientras
más leía, más horrorosamente corrupto me parecía
el carácter del hombre. No podía discernir ni un sólo
punto brillante en la historia del pasado. Los conquistadores del mundo
y los héroes de la historia aparentemente no eran sino demonios
en forma humana. Toda la tristeza, el sufrimiento, y la miseria parecían
haber aumentado en proporción con el poder que habían adquirido
sobre sus congéneres. Comencé a sentir una gran desconfianza
de todos los hombres. Con este estado de ánimo, entré al
servicio de mi país. Acariciaba la idea de poder encontrar en el
carácter humano por lo menos un punto brillante como una estrella
de esperanza - amor por el país - patriotismo".
Este tono de pesimismo y depresión
que comenzaba a empañar la brillantez de su horizonte se debía
a dos cosas, la influencia de los hombres a los que había tratado
diariamente, y los libros que había estado leyendo. Un curso de
estudio de las obras de Voltaire, Hume, Volney, Paine, Ethan Allen, y otros
de la misma línea de pensamiento, habían rendido fruto según
su especie. Ahora bien, estos amigos suyos eran hombres respetables y morales,
y buenos ciudadanos, pero no se preocupaban de cosas espirituales. Se ocupaban
sólo del mundo material, y la mayoría de ellos eran deístas
jurados - hombres que de manera casual admitían la existencia de
un Creador, pero repudiaban toda creencia en la religión revelada
de nuestro Salvador - y en su ignorancia habían ridiculizado y se
habían burlado de las estrictas maneras y creencias religiosas de
Miller, y además se mofaban del hecho de que fuera a la iglesia.
Los Miller eran todos Bautistas, devotos por naturaleza, y consideraban
la religión con reverencia; pero esta perpetua mofa de parte de
sus amigos fue más de lo que Miller podía soportar. Dio un
giro, y declaró abiertamente que se había convertido en deísta.
Su biógrafo describe el efecto deplorable de este cambio sobre su
carácter:
"Durante este período,
el efecto del deísmo sobre él fue tal que le hizo tratar
a la Biblia y todos los objetos sagrados con lastimosa ligereza. Parecía
derivar una especie de placer desafiante del hecho de borrar de su memoria
las impresiones de su vida anterior, y aseguraba a sus escépticos
asociados que había dominado su superstición, como
ellos la llamaban, mediante la ejecución, para divertirlos, de las
devociones de la adoración a la cual estaba acostumbrado, y especialmente
imitando las peculiaridades devocionales de algunos miembros de su propia
familia. Uno de ellos era su abuelo Phelps, pastor de la Iglesia Bautista
de Orwell; el otro era su tío, Elihu Miller, pastor de la Iglesia
Bautista de Low Hampton. Estos honorables embajadores de Cristo, y otros
piadosos parientes, a menudo visitaban la casa de Miller en Poultney, y
aunque él los recibía con afecto y respeto, y los atendía
de manera generosa, acostumbraba imitar, con la más grotesca gravedad,
las palabras, el tono de voz, los gestos, el fervor, y hasta el dolor que
podrían manifestar por gente como él, para entretener a sus
escépticos asociados, todo lo cual ellos parecían disfrutar
con particular deleite".
Su biógrafo anota apropiadamente:
"¡Poco
se imaginaba que les estaba midiendo a estos fieles hombres lo que habría
de serle medido a él a su vez - apretado, remecido, y rebosante!".
Su esposa y sus padres casi quedaron
postrados de dolor al revelarse esta fase de su carácter, tan opuesto
a todo lo que él había sido antes, y que era tan extraño
a la fe sencilla y seria de ellos.
Su biógrafo continúa
diciendo: "Más de un corazón quedó casi inconsolablemente
afligido por esta conducta de Miller. Su madre lo sabía, y fue como
la amargura de la muerte para ella. Algunas de sus piadosas hermanas observaban
las incorrecciones de él con lágrimas en los ojos, y cuando
su madre hablaba de la aflicción con su padre Phelps, él
la consolaba diciendo: 'No te aflijas demasiado por William. Hay algo que
él todavía tiene que hacer en la causa de Dios'".
Tal era el estado de su mente cuando
ingresó al ejército como teniente. Su comisión está
fechada el 21 de julio de 1810, y firmada por Jonas Galusha, gobernador
de Vermont. Una copia de su juramento, escrito en el reverso de su comisión,
dice como sigue:
"Yo, William Miller, juro solemnemente
que seré leal y fiel al estado de Vermont; que ni directa ni indirectamente
haré nada que perjudique a la Constitución o al gobierno,
como está establecido por la Convención. Que Dios me asista.
También juro que sostendré la Constitución de los
Estados Unidos.
William Miller, agosto 13, 1811.
Los juramentos que anteceden
fueron tomados y suscritos delante de mí, Caleb Handy, Jr., Brigadier
General".
Todo esto sucedía un año
antes de la declaración de guerra entre los Estados Unidos e Inglaterra.
"La declaración se hizo en
debida forma el 18 de junio de 1812, y la primera nota de preparación
encontró a Miller con cientos de sus resistentes y patrióticos
vecinos Green Mountain listos para tomar el campo. Poco tiempo después,
se anunció que él tomaría su lugar a la cabeza de
una compañía de Voluntarios Estatales. Su comisión
está fechada el día después de la fecha del acta del
gobiermo estatal de Vermont, que autorizaba la creación de ese cuerpo".
[Sylvester Bliss, Life of William Miller].
Se esperaba que la lucha tuviera
lugar en la dirección de Burlington, y a la compañía
del Capitán Miller se le ordenó estar allí, junto
con todos los otros voluntarios que habían venido de esa parte del
país. Le sucedió un accidente durante la marcha hacia Burlington,
que no sólo fue casi fatal, sino que dejó una marca en él,
y no se sabe qué efectos más profundos tuvo sobre su salud
de los que se reconocieron en ese tiempo. Él le describió
esta desafortunada experiencia a su esposa en la siguiente carta:
"Campamento de Burlington, 13
de junio de 1813.
Querida Lucy:
Ahora estoy en este lugar después
de una fatigosa marcha. Mis pies están gastados, y me duele mucho
el cuerpo. Durante nuestra marcha desde Bennington a este lugar, sufrí
un accidente que por poco me cuesta la vida. El último día
de la marcha, cuando casi no soportaba mis pies y mis tobillos, contraté
pasaje en un carruaje con cuatro o cinco de mis compañeros oficiales.
El Capitán Clark y yo subimos a la parte trasera del carruaje, y
mientras aseguraba el asiento, los caballos se asustaron y me lanzaron
fuera. Caí sobre la parte de atrás de mi cabeza, y después
me informaron que permanecí como muerto por quince o veinte minutos.
Me pusieron en el carruaje y me llevaron por cinco o seis millas antes
de que volviera en mí.
No tengo mucho de importancia
que contar. Esperamos que los británicos ataquen en Burlington en
cualquier momento. Hay como mil hombres que llegaron ayer de Bennington
y Windsor, y estamos preparados para enfrentarnos a ellos con cualquier
fuerza que puedan oponernos. No teniendo nada más que escribir,
me suscribo tu siempre amante esposo, William
Miller".
El mismo día que escribió
esta carta, recibió noticia de que había sido transferido
de los Voluntarios del Estado de Vermont al rango de Teniente en el Ejército
Regular de los Estados Unidos, como muestra la siguiente orden:
"Campamento Burlington, 13 de
junio de 1813.
Señor: Por la presente
se le ordena acudir al Condado de Rutland, y allí presentarse al
Servicio de Reclutamiento del 30º Regimiento de Infantería
del Ejército de los Estados Unidos. Se regirá Ud. por las
leyes de los Estados Unidos, y regresará a este puesto cuando se
le ordene".
[Firmado] Mason Ormsbie, Mayor
de Infantería
Al Teniente Miller, Ejército
de los Estados Unidos".
Acerca de este cambio, dice su biógrafo:
"Una transferencia así es considerada honorable en el sentido militar;
y el cambio de servicio, que le permitía disfrutar de las comodidades
del hogar y la atención de los amigos mientras se recuperaba de
su reciente accidente, debe haber sido muy aceptable". [Silvester Bliss, Life of William Miller]. Pero no había estado allí
un mes cuando recibió una orden imperiosa del Cuartel General, como
sigue:
"Acantonamiento Burlington, 7
de julio de 1813.
Teniente W. Miller, en Poultney.
Por la presente se le ordena
incorporarse a su regimiento en Burlington inmediatamente, y presentarse
al Oficial Comandante.
Elias Fasset, Coronel, 30º
de Infantería".
Nuevamente vinieron las despedidas apresuradas y la partida,
y por fortuna poco sospechaba lo que le esperaba en Burlington. Poco después
de incorporarse a su regimiento, la temida fiebre del ejército hizo
su aparición y se esparció rápidamente entre la tropa,
y las bajas fueron tan numerosas que se giraron órdenes para trasladar
la mayor parte del ejército a terreno más alto. Pero el teniente
Miller, que sucumbió a la fiebre rápidamente porque su salud
se había debilitado por el accidente, estaba demasiado enfermo para
ser trasladado, y él y algunos otros casos severos se quedaron para
luchar por recobrar su salud en el lugar en que se encontraban.
Cuando llegó el otoño, casi se había
recuperado, con excepción de una terrible llaga en un brazo. Como
sufría mucho a causa de ella, se le aconsejó una operación.
La siguiente anécdota en relación con ella revela una cualidad
muy humana en su carácter que vale la pena anotar y que su biógrafo
relata: "Estaba un poco disgustado por la rudeza de los desconsiderados
estudiantes de medicina o ayudantes de médico, que a menudo parecían
creer que un soldado incapacitado no era bueno para nada excepto para ser
cortado en pedazos para experimentos. Un día, al manejar el miembro
enfermo un poco ásperamente, y hablar muy ligeramente de su amputación
como cosa normal, él les recordó que el brazo con que manejaba
la espada todavía estaba sano, y poniendo la mano sobre la empuñadura
de su espada que estaba delante de él, les dio a entender que, sin
importar lo que se aconsejara en el caso, él no se sometería
a ningún dolor innecesario para divertirlos. Le entendieron, y aquí
terminó su rudeza. Se las arregló para conservar su brazo,
y pudo incorporarse a su regimiento, que ahora estaba en servicio activo,
buscando al enemigo en la frontera canadiense".
Por fin llegó el año 1814, habría
de ser el período crucial de la guerra. En agosto de ese año,
el Teniente Miller fue ascendido al rango de Capitán en el Ejército
Regular. Ese mismo mes recibió el siguiente citatorio:
"Burlington, 12 de agosto de 1814.
Al Capt. Wm. Miller, Capt. en el 30º de Infantería.
Señor: Se le ordena presentarse sin demora al
Oficial Comandante de dicho regimiento en Plattsburg. Con todo respeto,
etc., etc.
Elias Fasset, Col. 30º de Infantería y
Comandante de Reclutamiento".
Fue casi enseguida
después de su llegada al campamento cuando el momento
emocionante que nuestro ejército había estado
esperando llegó. Un extracto de la siguiente carta a su esposa,
fechada el 4 de Septiembre de 1814, revela la excitación
reprimida
bajo la cual el Capitán Miller trabajaba:
"Los británicos están a diez millas de
este lugar y esperamos entrar en combate mañana. Pienso que tienen
que ser unos m---- tontos si nos atacan, porque ellos son como diez u once
mil, y nosotros somos sólo mil quinientos, pero cada hombre está
decidido a cumplir con su deber. Puede que me toque caer; si caigo, caeré
valientemente. Recuerda, nunca oirás de mí si soy cobarde.
Tengo que terminar, pues son casi las once.
Recuerda a tu William Miller".
¡Cuán vívidamente revelan estas pocas
líneas el suspenso y la excitación que latían en cada
uno de esos mil quinientos valerosos corazones!
Tuvieron que esperar una semana, pero por fin el momento
esperado llegó el 11 de septiembre.
Era una hermosa y templada mañana, y nuestros barcos
anclados se mecían suavemente, mientras alrededor de ellos chispeaban
las azules aguas de la bahía de Plattsburg en el temprano sol de
otoño. De pronto, el barco vigía hizo sonar una estridente
advertencia de la aproximación del enemigo, y la flota británica
podía verse pasando Cumberland Head, mientras que al mismo tiempo
los disparos del saludo real estremecían el aire y el eco rebotaba
de una orilla a la otra.
Inmediatamente, cada marinero en nuestros barcos y cada
soldado en los fuertes que bordeaban el lago saltaron a sus puestos. La
batalla había comenzado.
La historia ha registrado con elocuencia la victoria del
Comodoro Macdonough y descrito la precipitada retirada de las fuerzas de
tierra británicas comandadas por Sir George Provost, con la pérdida
de veinticinco mil hombres muertos, heridos, y perdidos en acción
después de la derrota naval.
Las siguientes jubilosas cartas escritas por el Capitán
Miller trazan un cuadro vívido de ese día memorable. La primera
fue escrita al juez Stanley, de Poultney, y dice así:
"Fort Scott, 11 de sept. de 1814, 20 minutos después
de las 2 de la tarde.
Señor: ¡Se acabó! ¡Está
hecho! ¡La flota británica se ha rendido a la bandera Americana!
¡Gran matanza en ambos lados! Pueden verse desde donde estoy escribiendo
ahora. ¡Dios mío! ¡El espectáculo fue majestuoso,
fue noble, fue grandioso!
Esta mañana a las diez, los británicos
iniciaron contra nosotros un cañoneo intenso y destructor , tanto
desde el agua como sobre tierra; entonces cohetes 'congreve' y metralla
volaron como granizo alrededor de nosotros, desde todos lados. ¡Usted
no tiene idea de la batalla! Nuestra fuerza era pequeña, pero ¡con
cuánta valentía lucharon! Sir Lord George Provost se siente
mal. Su fuerza terrestre puede esperar sellar su suerte si nuestra milicia
cumple con su deber, pero en el momento de la acción no se les vio
por ninguna parte. La acción sobre el agua duró sólo
dos horas y diez minutos; el fuego de sus baterías acaba de cesar;
el nuestro continúa todavía; las armas pequeñas están
comenzando a entrar en acción. No tengo tiempo de escribir más.
Tienes que imaginar cómo nos sentimos. Estoy satisfecho de que puedo
combatir. Sé que no soy cobarde. Por lo tanto, llama a Mr. Loomis
para que beba a mi salud, que yo pago el trago. A dos pies de mí,
tres de mis hombres yacen heridos por la explosión de un obús.
El bote de la flota, que acaba de tocar tierra debajo de nuestro fuerte,
dice que el comodoro británico ha muerto.
De los trescientos hombres a bordo de su barco, veinticinco
quedan vivos. Algunos de nuestros oficiales que estuvieron a bordo dicen
que la sangre alcanza a la altura de la rodilla.
La fuerza de ellos que hemos capturado consiste de
un barco, treinta y seis cañones, un bergantín de dieciocho
cañones, y dos balandros.
¡Hurra! ¡Hurra! ¡Veinte o treinta
británicos tomados prisioneros por nuestros milicianos acaban de
llegar al fuerte! No puedo escribir más, porque el tiempo parece
dudoso.
Suyo por siempre, William Miller.
Dé mis saludos a todos, y envíeselos
a mi esposa".
Un jinete galopando a través del pueblo de
Poultney anunció a gritos las nuevas de la victoria, y la esposa
de William Miller, que esperaba con corazón ansioso, fue una de
las primeras en oírlo venir. Después de lo que pareció
sólo un instante, las campanas repicaron, la gente gritaba y cantaba
de júbilo, y prevalecía la mayor excitación.
La carta del Capt. Miller a su esposa es un relato gráfico
de aquel memorable 11 de Septiembre, un relato que vale la pena leer. No
sólo describe la batalla, sino que entre líneas se puede
vislumbrar algo del carácter del hombre:
"Fort Scott, sept. 12, 1811, 7 de la mañana:
Querida esposa: Ayer fue un día de gran gozo.
¡Hemos vencido! ¡Los hemos expulsado! Como a las nueve de la
mañana ayer, la flota británica disparó un saludo
al pasar Cumberland Head; fue un anticipo de un enfrentamiento general.
Como veinte minutos después, se pusieron al pairo. ¡Cuánta
majestad! ¡Cuánta nobleza! ¡Nuestra flota estaba anclada
en Plattsburg Bay, y como un insolente Yankee, no prestó atención
a su saludo real! La flota británica todavía se dirigía
a nosotros, osada como un león. En un momento todos estuvimos preparados
para la acción. Los británicos habían dispuesto un
buen número de baterías por todos lados a nuestro alrededor.
Al minuto siguiente, los cañones comenzaron a escupir fuego en todas
direcciones. ¡Qué escena! ¡Todo era terrible! Por seis
u ocho horas, no se oyó sino rugidos y crujidos. No puedo describirte
nuestra situación. El fuerte en el cual yo estaba, estaba expuesto
a cada disparo. Bombas, cohetes, y proyectiles de metralla caían
espesos como granizo. Tres de mis hombres fueron heridos, y uno muerto,
pero ninguno de ellos era de Poultney o de esa área.
En una hora y cuarenta y cinco minutos, la flota enemiga
había sido derrotada. ¡Dios mío! ¡Qué
matanza de ambos lados! ¡De trescientos a bordo de un barco, sólo
veinticuatro permanecían ilesos! ¡No puedo describirte el
gozo general!
A la puesta del sol nuestros fuertes dispararon un
saludo final, acompañado por una tonada llamada 'Yankee Doodle,'
y cada cañón fue cargado con un proyectil de dieciocho libras.
Esto pronto asustó al enemigo hasta el punto de que al rayar el
día esta mañana no se veía ni un alma; se fueron tan
de prisa que no pudieron llevarse ni un sólo artículo de
su equipaje. Algunos los quemaron, y otros los dejaron abandonados. Sus
pérdidas en muertos y heridos fue inmensa, además de cien
tomados prisioneros, y trescientos o cuatrocientos desertores. Nuestras
pérdidas no fueron tan grandes, pero sí considerables. Cada
oficial y cada soldado ahora canta de gozo, y no se oye hablar de ninguna
otra cosa que no sea el 11 de Septiembre, y que Lord George Provost se
retiró en dirección a Canadá. Puedes darte cuenta,
por mi manera de escribir, que estoy tan gozoso como cualquiea de ellos.
Una batalla naval y terrestre que tuvo lugar dentro de una milla o dos,
y quince mil o veinte mil hombres participando al mismo tiempo, es superior
a cualquier cosa que mis ojos hayan jamás contemplado antes. ¡Qué
grandioso! ¡Qué noble, y sin embargo, qué terrible!
!El rugir de los cañones, el estallido de las bombas, el silbido
de los proyectiles, el detonar de armas cortas, el crujido de las cuadernas,
los gritos de los moribundos, los gemidos de los heridos, las órdenes
de los oficiales, los juramentos de los soldados, el humo, el fuego - todo
conspira para hacer de la escena de una batalla algo a la vez terrible
y grandioso!
El fuerte en el cual yo estaba, estaba situado en la
orilla del lago y a plena vista de todo lo que sucedía. Da mis recuerdos
a todos mis amigos. Mientras tanto, acéptame como fielmente
tuyo,
William Miller".
Uno de los incidentes que le proporcionaron más
satisfacción fue la culminación de aquel día inolvidable,
y en el cual fue designado para participar, fue preparar el cadáver
del Comodoro para su funeral. Para citar de su biografía: "El honor
rendido a los muertos por los Americanos fue tan digno de recordarse como
la bravura con la cual lucharon". [Sylvester Bliss, Life of William Miller].
Así terminó la carrera militar de William
Miller. Se retiró del ejército en junio de 1815, y buscó
una vez más la granjita de Poultney, donde su dedicada esposa y
su pequeño hijo le aguardaban. Una vez más, plantó
sus cultivos sistemáticamente, y a su debido tiempo, los cosechó.
Nuevamente, sus vecinos se maravillaron de verlo pasar sus horas
libres leyendo absorto algún grande y pesado volumen, esta vez no
en la biblioteca, sino en el aislamiento de su propio hogar. Ni era Voltaire,
ni Hume, ni Volney, ni Payne lo que absorbía su interés.
Un cambio le había ocurrido a William Miller. Ahora era el Libro
de los Libros - la Biblia, con sus magníficas interpretaciones de
la vida y la muerte - sus misteriosas profecías, sus gloriosas promesas,
su inspirada dicción, lo que lo mantenía hechizado.
¿Quién puede decir cómo y por qué
vienen tales cambios?
El siguiente capítulo intentará seguir la
pista a los procesos mentales que convirtieron al soldado retirado en el
hombre que llegó a ser conocido en todas partes como el "profeta"
Miller, que tenía un recién despertado poder para conmover
a grandes muchedumbres con un lenguaje vívidamente pintoresco; una
personalidad que desconcertaba aún a aquéllos que se oponían
encarnizadamente a sus convicciones; que estaba escarmentado en espíritu;
más o menos quebrantado de salud; arrepentido del pasado escepticismo,
y que llamaba a aquéllos espiritualmente dormidos a despertar y
arrepentirse, porque el fin del mundo se acercaba!
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