EL EXTRAÑO ERROR
DE WILLIAM MILLER
Capítulo 6
REUNIONES AL AIRE LIBRE
Clara Endicott Sears, 1924
Tomado de The
Ellen White Web Site
"I am bound for the kingdom.
Will you go to glory with me?
Hallelujah, O Hallelujah!
I am bound for the kingdom,
Will you go to glory with me?
Hallelujah, O praise the Lord"
(Antiguo himno de reuniones al aire libre, 1843)
Las reuniones al aire libre comenzaron
cuando se inició la primavera. Por algún tiempo, había
prevalecido la impresión general de que el fin llegaría en
abril y, aunque no hay ninguna prueba de que el profeta Miller haya fijado
ninguna fecha en ese mes, no hay duda en absoluto de que, entre sus seguidores,
muchos predicaban que el gran día llegaría antes del primero
de mayo. Tan pronto el tiempo lo permitió, sin embargo, se erigió
la gran carpa del Tabernáculo, primero en un lugar y luego en otro,
y la agitación y la excitación de las exhortaciones y las
oraciones y los cantos atraían multitudes de asustados seres humanos,
así como una hueste que fue por curiosidad a las reuniones al aire
libre de Miller. A una de estas reuniones fue nuestro poeta de la Nueva
Inglaterra, John Greenleaf Whittier, que después escribió
un interesante relato de sus impresiones. Algunas de ellas aparecen a continuación,
escritas en un lenguaje tan descriptivo que recrean la escena vívidamente
delante de los ojos del lector. Seguiremos el camino rural con él
y le oiremos contar lo que vio:
"'¡Diligencia lista,
caballeros! ¡Diligencia para el campamento, Derry! ¡Reunión
al aire libre sobre el segundo advenimiento!'
"Acostumbrado como comienzo a
estar a lo que se ve y a lo que se oye en esta concurrida ciudad, debo
confesar que me sentí un tanto alarmado por este formal anuncio
del conductor de una diligencia, de pie al lado de sus caballos balanceando
el látigo con alguna impaciencia: '¡Setenta y cinco centavos
al campamento del segundo advenimiento!' La diligencia pronto se llenó;
el conductor hizo restallar su látigo, y el vehículo se alejó
traqueteando calle abajo.
"¡El segundo advenimiento
- la venida de nuestro Señor en persssona a la tierra, con señales,
maravillas, y terribles juicios - los cielos enrollándose como un
pergamino, los elementos fundiéndose con el terrible calor! ¡La
poderosa consumación de todas las cosas, a las puertas, con su destrucción
y sus triunfos, los tristes gemidos de los perdidos y los gozosos cantos
de los glorificados! De esta sobrepoblada colmena de la industria - desde
estos poblados molinos de las ganancias - había aquí hombres
y mujeres que salían con solemne seriedad para prepararse para el
temido momento que ellos verdaderamente suponen está a sólo
unos pocos meses en el futuro, y alzar sus voces de advertencia en medio
de los burladores y dudadores, y para clamar en alta voz a los sacerdotes
ciegos y a las iglesias descuidadas: 'He aquí, viene el Esposo!
"Era una de las más hermosas
mañanas de esta la más hermosa estación del año,
y el aire estaba tibio y suave; una clara luz de sol caía sobre
las agujas de la ciudad; las colinas de Dracut se veían tranquilas
y verdes a la distancia, con sus blancas casas-granjas y árboles
dispersos; alrededor mío, el continuo ruido de pisadas de gente
que se apresuraba a cumplir las tareas del día; mercaderes que extendían
su mercancía a los ojos de los compradores; el sonido de martillos,
el agudo sonido de las llanas de los albañiles; el murmullo de las
grandes fábricas, apagado por la distancia. ¿Cómo
era posible, en medio de tanta vida, a la luz del sol que salía,
y a la vista de tanta y tan abundante belleza, que la idea de la muerte
de la naturaleza - el bautismo del mundo en fuego - pudiera tomar una forma
tan práctica como ésta? Y sin embargo, aquí había
hombres sobrios, inteligentes, y mujeres delicadas y piadosas que, creyendo
verdaderamente que el fin estaba a las puertas, habían dejado sus
oficinas, los talleres, y las tareas caseras para publicar las grandes
nuevas, y despertar, si fuese posible, a una generación incrédula
para que se preparara para el día del Señor y para ese bendito
milenio - el paraíso restaurado - cuando, renovada y purificada
por el fuego, la tierra se convertiría en lo que antaño se
convirtió el jardín del Señor, y sólo los santos
la heredarán....
"Confieso que no simpatizo con mis
amigos del segundo advenimiento en la lamentable depreciación de
la madre tierra, aún en su presente estado. Encuentro extremadamente
difícil comprender cómo es que este buen, verde, y luminoso
hogar nuestro reposa bajo una maldición. Realmente, no me parece
para nada que sea en absoluto como el rollo que el ángel llevó
al profeta en visión, 'escrito por ambos lados, con lamento, aflicción,
y dolor'. Las puestas de sol de septiembre, los cambiantes bosques, la
salida de la luna y la nube, el sol y la lluvia - por lo que a mí
concierne, yo me contento con ellos. Ellos llenan mi corazón con
un sentido de belleza. Veo en ellos la obra perfecta de infinito amor,
así como sabiduría.
"Sin embargo, puede ser que nuestros
amigos Adventistas coincidan con la opinión de un antiguo escritor
acerca de las profecías, que consideraba las colinas y los valles
de la superficie de la tierra, y los cambios de las estaciones, como otras
tantas manifestaciones de la maldición de Dios, y que en el milenio,
como en los días de la inocencia de Adán, todas estas pintorescas
desigualdades serían hermosamente niveladas, y la superficie plana
extendida para que crezca la hierba.
"Como sería de esperarse,
el efecto de esta creencia en la rápida destrucción del mundo
y la venida personal del Mesías, actuando sobre una clase de incultas,
y en algunos casos, crasas, mentes, no siempre está de acuerdo con
el ilustrado ideal cristiano de días mejores. Uno se asombra al
leer algunos de los 'himnos' de estos creyentes. Imágenes sensuales
- descripciones semi-musulmanas de la condiiición de los 'santos'
- alborozo por la destrucción de losss 'pecadores' - se mezclan con
las hermosas y tranquilizadoras promesas de los profetas. Es verdad que
algunas veces se enncuentran entre los creyentes hombres de una espiritualidad
refinada y exaltada, que en sus vidas y conversación le recuerdan
a uno al caballero errante cristiano de Tennyson en su anhelo de de la
esperanza puesta delante de él:
"'A mí me es dada
Una esperanza a la cual no temo;
Anhelo respirar el aire del
celo,
Que algunos veces encuentro
aquí.
Musito sobre los goces que no
cesan,
Espacios puros llenos de rayos
vivientes,
Blancos lirios de eterna paz,
Cuyos olores me persiguen en
mi sueño'.
"Uno de los más ridículos
ejemplos de la fase sensual del millerismo, la incongruente mezcla de lo
sublime con lo ridículo, se me mencionó no hace mucho. Una
elegante joven en la parte occidental de este estado se convirtió
en entusiasta creyente en la doctrina. El día que había sido
designado como el del fin del tiempo, ella empacó todos sus finos
vestidos y las cosas de tocador valiosas en un gran baúl equipado
con grandes correas y, sentándose encima de él, se abrochó
las correas sobre los hombros, esperando pacientemente la crisis - astutamente
calculando que, como tenía que ir hacia arriba, sus posesiones y
bienes muebles por necesidad la seguirían.
En este punto el poeta cuenta acerca
de una visita que hizo el otoño anterior a un campamento de reuniones
al aire libre en East Kingston.
"El lugar había sido bien
escogido", dice. "Un bosquecillo de altos pinos y abetos proyectaba su
sombra melancólica sobre la multitud dispuesta en ásperos
asientos de tablones y troncos. Varios cientos - quizás mil - estaban
presentes, y más estaban llegando rápidamente. Dispuestas
en círculo, formando un fondo de nívea blancura para las
oscuras masas de gente y de follaje, estaban las blancas carpas, y detrás
de ellas los quioscos de comidas y las cocinas. Cuando llegué al
sitio, un himno, cuyas palabras no pude distinguir, se dejaba oír
a través de los oscuros pasadizos del bosque. Pude darme cuenta
enseguida que el himno tenía su efecto sobre la multitud delante
de mí, aumentando a una mayor intensidad su ya exaltado entusiasmo.
Los predicadores fueron puestos en un púlpito basto de ásperas
tablas, debajo del cual sólo había, a modo de alfombra, las
hojas muertas y las flores del bosque, y estaba adornado, no de seda y
terciopelo, sino de las verdes ramas de los sombríos abedules alrededor
de él. Uno de los predicadores siguió a la música
en una fervorosa exhortación sobre el deber de prepararse para el
gran evento. A veces era realmente elocuente, y y su descripción
del día final tenía la espectral claridad del cuadro de Anelli
del Fin del Mundo.
"Suspendidos del frente del basto
púlpito había dos anchos lienzos de lona, sobre uno de los
cuales había la figura de un hombre, la cabeza de oro, el pecho
y los brazos de plata, el vientre de bronce, las piernas de hierro, y los
pies de arcilla - el sueño de Nabucodonosor. En el otro estaban
representadas las maravillas de la visión del Apocalipsis - las
bestias, los dragones, la mujer vestida de escarlata que vio el vidente
de Patmos, y tipos, figuras, y símbolos místicos orientales,
traducidos a llamativas realidades yankees, y exhibidas como las bestias
de un circo viajero. Una horrible imagen, con sus espantosas cabezas y
su escamosa extremidad caudal, me recordó la tremenda línea
de Milton que, hablando del mismo malvado dragón, lo describe como
"'Balanceando los escamosos horrores
de su doblada cola'.
"Para una mente imaginativa, la
escena estaba llena de novelesco interés. El blanco círculo
de las carpas; los oscuros arcos de las ramas del bosque; los rostros serios,
vueltos hacia arriba; las sonoras voces de los oradores, cargadas con el
terrible y simbólico lenguaje de la Biblia; el humo de las hogueras,
subiendo como incienso - me retrotrajeron a aquellos días de primitiva
adoración de los cuales habla la tradición en susurros cuando,
en las cumbres de los cerros y a la sombra de antiguos bosques, la religión
tuvo sus primeros altares, cuando cada hombre era sacerdote y en universo
entero el templo.
"Sabia y rectamente ha hablado el
Dr. Channing de esta doctrina del Segundo Advenimiento en su memorable
discurso en Berkshire poco antes de su muerte:
"'Hay algunos entre nosotros en
el momento presente que están esperando la rápida venida
de Cristo. Esperan, antes de que termine otro año, escuchar su voz
y estar de pie delante del trono de su juicio. Estas ilusiones nacen de
un error de interpretación del lenguaje de las Escrituras. ... El
cristiano, cuyos ojos y oídos internos están tocados por
Dios, discierne la venida de Cristo, oye el sonido de las ruedas de su
carruaje y la voz de su trompeta, cuando nadie más las percibe.
Discierne la venida del Salvador en la alborada de una verdad más
grande en el mundo.... Cristo viene en la conversión, la regeneración,
la emancipación, del mundo"'. [John Greenleaf Whittier, Prose
Works. Publicado en 1866, por Ticknor & Fields, Boston.]
Esta visita de Whittier al campamento
de reuniones al aire libre de East Kingston ocurrió en 1842, cuando
prevalecía una gran solemnidad y refrenaba muchas de las manifestaciones
de histeria que vinieron más tarde. El finado Daniel M. Treadwell
describe una visita a un campamento ese mismo año, en un libro titulado Reminiscences of Men and Things on Long Island [Reminiscencias de hombres
y de cosas en Long Island], publicado en 1917. Debe decirse que él
tenía poca paciencia para con la doctrina de Miller, pero la seriedad
de sus seguidores evidentemente lo impresionó. El contenido del
libro está tomado de los diarios que él inició temprano
en la vida. Por lo tanto, no tenía que depender de su memoria.
"Domingo, agosto 14, 1842. Hoy
fui a ver al gran campamento millerista en el bosque de Petit, como una
milla al sur del villorrio de Hempstead. Creemos que han estado acampados
aquí como una semana. Este trozo de bosque primitivo está
encantadoramente adaptado y se usa para propósitos de esta clase.
El terreno está cercado, o empalizado, y puede cerrarse por la noche
para mantener fuera a los intrusos. El campamento no difiere esencialmente
de un campamento Metodista ordinario. Hay un gran refugio, o estrado, desde
el cual se predican los sermones o se presentan las conferencias.
"Había suficientes asientos
para dos mil personas. Además, hay una gran carpa con capacidad
para mucha gente, y para ser usada en una urgencia a causa del mal
tiempo. Las carpas privadas, de las cuales había muchas, estaban
dispuestas en el terreno casi de la misma manera que en un campamento ordinario....
"Había un vasto número
de personas en el terreno hoy, la mayoría de las cuales habían
sido atraídas por la curiosidad, y la novedad de la ocasión...
"Mientras la gran muchedumbre del
campamento, que no eran ni adoradores ni neófitos, mantenía
un maravilloso decoro, lo opuesto ocurría fuera del terreno; por
un cuarto de milla al norte y al sur de la entrada principal, tenía
lugar todo tráfico concebible de fluidos bebibles, y ruidosos grupos
errantes ocupaban cubículos sobre la carretera. Había una
corriente constante de peatones que iban y venían del villorrio
de Hempstead.
"El orador más atractivo
durante el día era Joshua V. Himes, santo principal y profeta. Habló
dos veces durante el día desde la plataforma de afuera. Un tal Amasa
Baker peroraba desde dentro de la carpa grande. Era un fanfarrón.
Decía enfáticamente que todos los santos que aceptaban las
enseñanzas del profeta, y estaban preparados, entrarían al
reino con Cristo en el siguiente abril. Todos los demás serían
quemados, hasta convertirse en cenizas, por un Dios vengativo. Muchos otros
predicaban, pero el método principal de hacer prosélitos
era por la circulación de libros y folletos, no solamente para el
campamento, como se hacía en aquel tiempo, sino que por años
el país había sido inundado por literatura millerista, folletos,
y libros. Ninguna casa en South Side escapaba a esta aflicción.
Muchos de los folletos consistían de laberintos de diagramas y signos,
con un enredo de matemáticas, cronología, y referencias bíblicas,
por completo más allá de la comprensión de cualquier
hombre cuerdo. La devoción de estas gentes engañadas a su
causa, y su absoluta fe, trasciende cualquier cosa que hayamos visto en
relación con entusiasmo religioso. En todas sus reuniones de oración,
sus cantos, y sus conversaciones, había una maravillosa seriedad
para una causa tan débil.... Muchos prosélitos se hicieron
en Hempstead por medio del robusto y trabajador South Side, que había
resistido con éxito las apelaciones de otras sectas".
Las dos cartas siguientes, dirigidas
a la abuela materna de la autora, la Sra. de George Peabody, de Salem,
Massachusetts, relatan una reunión al aire libre en esa ciudad cuando
ésta estaba en el cenit de su cultura, distinción, y prosperidad,
y cuando la profecía de William Miller era uno de los grandes puntos
de discusión por todo el país. Sucedió que el Sr.
George Peabody y su familia estaban en Europa cuando la gran carpa del
Tabernáculo fue erigida en North Salem. Ellos recibieron muchas
cartas interesantes de parientes y amigos en la madre patria, contándoles
acerca de la excitación religiosa que estaba arrasando la tierra.
La primera carta dice como sigue:
"Charles M. Endicott a
su prima, la Sra. de George Peabody.
"Salem, enero 5, 1843.
"Querida Clara, estamos en en medio,
si no de una revolución, por lo menos de una gran excitación
sobre el tema de la religión. Las anteriores cartas desde casa sin
duda te han informado que los Milleristas han tenido un campamento de reuniones
al aire libre en North Salem, cerca de Orne´s Point, por más
de una semana, y que nuestra pequeña ciudad ha estado casi desierta
diariamente. Grandes muchedumbres han sido vistas moviéndose en
esa dirección, y los caminos han estado literalmente bloqueados
por carruajes de todo tipo, transportando pasajeros hacia y desde el lugar
de reunión. Dudo de que París mismo presente a menudo un
aspecto más concurrido. Entiendo que el éxito de los Milleristas
en conseguir conversos es bastante satisfactorio, y han demostrado, tan
concluyentemente como los Signos de Zodíaco multiplicados por las
semillas de una calabaza de invierno no pueden probar nada, que este planeta
mundano nuestro - el gran 'Moulin Joly' en el cual vivimos - se extinguirá,
será completamente destruído, totalmente aniquilado en abril
de 1843.
"Después llegó el
gran agitador religioso, el pastor Knapp, a lo que a él le gusta
llamar 'esta fortaleza de Satanás', [N. B. Había un gran
número de Unitarios en Salem para esta época; la mayoría
eran oponentes de la doctrina de Miller] y la manera en que trataba
a su sutil Majestad, y los términos familiares en los que parecía
estar con él, hacía que muchos de sus oyentes sintieran más
agudamente su inmediata proximidad de lo que nunca antes la habían
sentido. El mismo olor a azufre de su persona era evidente a los nervios
olfatorios de muchos, e involuntariamente se estremecían cuando
miraban por encima del hombro, no fuera a ser que se lo encontraran con
su trinchante, listo a lanzarlos al tormento interminable. Después
de Knapp, y pisándole los talones, llegó el señor
Kirk, más refinado, con su persuasiva elocuencia y florida retórica,
administrándonos de manera más insidiosa, y en dosis más
pequeñas, la misma clase de medicina, pero más adaptada a
aquéllos cuyos delicados estómagos rehusaban las poderosas
pócimas de su predecesor. Habiendo ganado para sí considerable
renombre por su éxito al abrir los ojos de los ciegos, particularmente
entre la gente elegante de Boston, por supuesto era muy solicitado y muy
admirado. Sin embargo, siendo nosotros una generación perversa y
malvada, no duró mucho - en otras palabras, esta imaginería
fue un fracaso total en aquéllos a los cuales estaba destinada
a ser aplicada, vale decir, la denominación Unitaria. Al mismo tiempo
que con este cortés predicador, nuestra ciudad fue favorecida con
una visita del erudito señor Theodore Parker, el trascendentalista,
que había estado presentando una serie de sermones en el Mechanics
Hall a auditorios que lo llenaban a reventar. Humildemente, espero que
salga algo bueno de esta conmoción, o avivamiento, como comúnmente
se le llama. Sin embargo, no puedo remediar tener mis dudas de que muchas
piadosas y buenas resoluciones morirán con la ocasión que
las motivó. Siempre ha habido en el mundo demasiado de esa religión
que Rebeca, en 'Ivanhoe', dijo que 'estaba siempre en la lengua, pero rara
vez en el corazón o en la práctica'.
"Suyo, etc., tu primo, C. Y".
La Sra. de George Peabody recibió
otra carta, describiendo la misma reunión al aire libre, pero en
mayor detalle, de su hermano, el señor William P. Endicott:
"Salem, diciembre 30, 1842.
"... Durante el pasado otoño
y en lo que va de este invierno, se han hecho esfuerzos señalados
y desesperados en favor de la conversión de los pecadores. Primero,
Miller, el 'profeta,' levantó su tabernáculo en nuestro vecindario,
y poderosa fue la lucha contra Satanás. Los ejercicios públicos
eran irreprensibles, como lo pensé, pero la dirección familiar
o privada de sus ignorantes discípulos eran inconcebiblemente repugnantes.
Nadie quedaba excluído de asistir a éstos últimos
hasta que la carpa estaba llena. Mencionaré un caso para ilustrar
su carácter general. Yo estaba a la puerta de una de sus carpas,
donde un individuo furioso e ignorante oraba por los pecadores presentes
de esta guisa: '¡Oh, pecadores, el fin está a las puertas
y no lo creéis! ¡Arrepentíos antes de que sea demasiado
tarde, porque el fin viene! Y si Él os encuentra en vuestros pecados,
ojalá no hubiéseis nacido, porque Él os tragará
en su ira, y como vosotros no servís para nada sino como vómito
de Jehová, cuando Él os haya tragado os escupirá derecho
al infierno! Este es, palabra por palabra, el lenguaje usado,
y por extraño que parezca, estos impíos desvaríos
tenían el efecto de aumentar el número de los seguidores
de Miller. Apenas había Miller terminado de hacer sonar su trompeta,
cuando el pastor Knapp, que había sido famoso en Boston, tomó
la palabra, y ahora está trabajando día y noche, en mi opinión,
no para reformar, sino para obtener seguidores, y le va bien. No puedo
hacer un relato detallado de los varios mecanismos que se usan. El más
prominente, sin embargo, es el 'Asiento de la Ansiedad', al cual recurren
diariamente muchos de los pecadores convencidos, y habiendo purgado sus
pecados, salen inexpresablemente felices en el engaño de que su
obra está consumada. No dudo de que algunos se benefician con el
proceso; pero, ¿no es de temer que muchos, si no la mayoría,
tristemente cometen el error de suponer que algunos días de frenético
convencimiento de pecado pueden expiar toda una vida malgastada? He escuchado
a este predicador, y veo en él mucho para explicar el maravilloso
poder que ejerce sobre las mentes de los ignorantes. Es un atrevido e inescrupuloso
denunciante de la venganza de Dios contra todos los que tienen una fe diferente.
Se destaca al hacer terroríficas descripciones del infierno y la
tortura. Abre el abismo, y su lenguaje gráfico apunta los ojos de
la mente hacia los tormentos materiales que han de ser infligidos por el
diablo, el cual, con sus cuernos, sus pezuñas, y su cola, se alza
ante sus aterrorizados ojos, y tan intensamente horrible pinta este hombre
el cuadro, que muchos se desmayan después de un alarido de desesperación.
En mi opinión, sus oraciones osn blasfemas por su familiaridad.
Por ejemplo, dice; '¡Envía, oh Señor, la lluvia de
tu gracia sobre esta asamblea, como lluvia de billetes de a cincuenta!'
De los Episcopales, dice: 'La adoración de ellos es tan fría
y formal, que algunos de sus libros de oraciones lanzados al infierno lo
congelarían, de manera que el diablo podría patinar muy bien'.
De los Unitarios dice: 'Las agujas de sus templos deberían apuntar
hacia abajo, para dar una idea correcta de hacia dónde se dirige
la gente.' "Así que vosotros veis que, si no todos somos hechos
mejores para cuando volváis a nosotros, no será por falta
de prédica conmovedora. El señor Kirk está aquí,
un hombre por completo diferente, etc., etc.
"Tu afectuoso hermano, W.P. E".
Es evidente que la salud del profeta
Miller se había deteriorado todavía más en esta época,
puesto que no se hace ninguna referencia a su prédica en ninguna
de estas cartas, aparte de que, después de que él había
"hecho sonar su trompeta", fue sucedido por el Pastor Knapp y el más
refinado señor Kirk, los cuales parecen haber causado una definida
impresión, por no decir nada del hermano tragafuegos de los barrios
bajos. El hecho de que estos hombres de tan diferentes calibres predicaran
en la misma carpa y casi al mismo tiempo a muchedumbres de igualmente variados
tipos muestra cuán rápida e infaliblemente una sugerencia
hecha con fuertes palabras se apoderará por igual de la imaginación
de educados y no educados, por lo menos despertando su curiosidad, si no
por ninguna otra razón. A la dad de noventa y tres años,
Daniel Kinsley, de Worcester, le hizo a la autora un relato de una reunión
a la que él asistió en Fletcher, Vermont, donde William Miller
predicaba. El señor Kinsley tenía quince años de edad
en ese tiempo. La reunión tuvo lugar en un bosuq fuera de la población.
Era un excelente día de Junio y una gran muchedumbre se había
congregado allí, habiendo venido desde todos los pueblos y aldeas
vecinos en coches ligeros y en carromatos.
Cuando el profeta Miller subía
a la plataforma, parecía tener una estattura un poco menos que mediana.
El señor Kinsley lo describió como "un hombre serio y celoso,
con un maravilloso poder de conservar la atención del auditorio
y de persuadirlos a aceptar su propia creencia. No gritaba ni despotricaba,
como hacen muchos reavivacionistas. Impresionaba por medio de su maneras
serias y su modo de dirigirse a sus oyentes. Cuando hablaba, la gente tenía
que enderezarse en sus asientos y escuchar. No podían evitarlo".
El señor Kinsley también
dijo que muchos hombres que uno nunca supondría serían influídos
por Miller o por su teoría a menudo se convertían en seguida
y caían por completo bajo el hechizo del engaño.
Otro relato de una reunión,
en la cual predicó el profeta Miller, fue recibido por la autora
de parte de la Sra. Susan L. Harrisy, de West Millbury, Massachusetts.
"Tengo ochenta y dos años
de edad", escribió, "y en ese tiempo tenía sólo cinco
años. Pero, oyendo a mi madre contar acerca de ello años
más tarde, me parece como si yo misma lo recordara.
"En esa época, mi madre vivía
en Chicopee, cerca de Springfield, en la parte occidental del estado. Miller
mismo vino aquí, y tuvo un buen número de reuniones. El interés
en la Segunda Venida de Cristo alcanzó niveles de fiebre.
"Mi madre, habiendo oído
hablar mucho, asistió a algunas de las reuniones ella misma. Recuerdo
haberle oído contar cómo fue a una de ellas, y mientras la
excitación era altísima, las damas se despojaban de sus aretes
(estaban bastante de moda en aquellos días) y anillos. Sentada al
lado de mi madre estaba mi hermana mayor, que tenía puestas las
cuentas de oro de mi madre, y comenzó a soltárselas para
ponerlas en el platillo, cuando un oportuno codazo de mi madre y una indirecta
para que dejara quietas las cuentas, detuvo el programa.
"Recuerdo también haberle
oído decir que, en el día señalado, se reunieron en
una colina alta cercana vestidos de blanco, esperando ser de los que habrían
de encontrarse con el Señor en el aire, pero creo que todos ellos
deben estar durmiendo tranquilamente en los cementerios en este momento".
"¡Pero con qué
terribles sonidos
Se les habla a los impíos!
El cielo resuena con sus gemidos
Al ser puestos a su izquierda -
'Apartaos, malditos,' el juez exclama,
'Para ser destruídos en
ardientes llamas!"'
De The Millenial Harp. Publicado
por Joshua V. Himes, 1843.
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