William Miller

EL EXTRAÑO ERROR

DE WILLIAM MILLER

Capítulo 7

LA CONSTRUCCIÓN DEL TABERNÁCULO

Clara Endicott Sears, 1924

Tomado de The Ellen White Web Site 



"Hark, the Sinner thus lamenting
At the thought of future pain;
Cries, and tears he now is venting,
But he cries and weeps in vain;
Greatly mourning
That he ne'er was born again."
The Millennial Harp, 1843.

Pasó abril, y la tierra, en vez de partirse en dos y ser barrida por el fuego, se vistió con las galas de la primavera y se abrió en follajes y canciones.

Al principio, hubo evidencia de sorpresa y desencanto entre los Milleristas, pero pronto cedieron su lugar a una renovada confianza. "Después de todo," se recordaban el uno al otro, "hay un año entero en el cual esperar la Venida. La esperamos demasiado pronto. Eso es todo." Y los cantos y las exhortaciones se redoblaron con nuevo fervor.

Mientras todo esto sucedía, una gran estructura de madera, conocida como el Tabernáculo millerista, se construía en Howard Street, Boston, siendo éste el mismo sitio en el cual años más tarde se levantaría el teatro conocido como el Ateneo Howard. El edificio era circular, como de ciento quince pies de diámetro, y dispuesto de manera que pudieran caberle varios miles de personas. Este era el gran punto de reunión de los milleristas en Boston y los suburbios. El público, cuya curiosidad no conocía límites, lo observaban constantemente. Se decía que el edificio había sido asegurado por siete años, pero una negación de esto apareció en "The Midnight Cry" del 18 de mayo de 1843, como sigue:

"Muchos periódicos han repetido la falsa afirmación de que el Tabernáculo de Boston ha sido asegurado por siete años. Hemos sido autorizados por la Secretaría del Comité para decir que el edificio ha sido asegurado por un año por necesidad, para proteger el pago de los gastos. Una compañía ofreció asegurarlo por siete años, pero la oferta fue declinada."

La idea de construir un Tabernáculo germinó en el fértil cerebro del Pastor Joshua V. Himes. Habría de ser terminado a comienzos de año, pero algunas demoras dilataron el trabajo, y no fue dedicado sino hasta el 6 de mayo de 1843.

La dedicación tuvo lugar en presencia de un enorme auditorio, y como el Profeta Miller estaba muy enfermo, el Pastor Himes fue el maestro de ceremonias.

Se necesitaba una mente astuta y ágil como la suya para manejar la situación, que era uin poco delicada. Abril había pasado, y los seguidores de Miller, así como el público, evidentemente esperaban alguna explicación. En vez de presentar el discurso él mismo, el Pastor Himes ncomendó esta tarea al Reverendo S. Hawley, que había sido ministro presbiteriano pero que ahora se había convertido, y en el cual se podía confiar para que hiciera resaltar en fuerte relieve ciertas afirmaciones que el Pastor Himes deseaba que se enfatizaran. En referencia a la cuestión concerniente a la llegada del fin, cada palabra se escogió cuidadosamente, como muestra el siguiente extracto:

"En relación con ese suceso,  lo esperamos en 'la plenitud del tiempo', en cumplimiento de todos los períodos proféticos, ninguno de los cuales parece extenderse más allá de 1843 D.C. Por lo tanto, lo esperamos para este tiempo. Seis mil años desde la creación era el tiempo en que la iglesia primitiva esperaba el Advenimiento, y Lutero, Bengal, Burnet, Fletcher, Wesley, y otros, todos tenían sus ojos puestos más o menos en este período de tiempo. Y ahora el cumplimiento de las profecías, el fin de los períodos proféticos, y las señales de los tiempos, nos amonestan de que verdaderamente está a las puertas."

Después de esto, vino una afirmación que ciertamente debe haber asombrado al auditorio, especialmente a los que habían estado asistiendo a las reuniones en las carpas a principios de ese año:

"El público ha sido engañado por la prensa secular y religiosa en relación con los particulares días  y meses que se dice que se esperaba al Salvador. Hay demasiadas dificultades al tratar de fijar con certeza cualquier día en particular para que sea seguro señalarlo con algún grado de positividad, aunque a algunas mentes les pueda parecer que más probables circunstancias apuntan más a algunos días en particular que a otros. Cuando nuestros hermanos les han puesto nombre a estos días, éstas han sido sólo sus propias y personales opiniones, y no la opinión de sus amigos. Por lo tanto, la causa no es responsable de cualesquiera limitados puntos de vista y cálculos. Ocupamos el mismo terreno que hemos ocupado siempre, de acuerdo con la página principal de todas las conferencias del señor Miller, es decir, que el Segundo Advenimiento ocurrirá por el año de 1843. El 23 de abril, al que todos nuestros oponentes han apuntado, nunca fue mencionado por ninguno de nuestros amigos, sino sólo por nuestros enemigos.

"Debemos evitar todos estos conceptos extravagantes, y todo lo que pueda conducir al fanatismo. Dios no es el autor de confusión. 'Hágase todo decentemente y con orden,' dice el Apóstol.

Luego, el Comité del Tabernáculo hizo esta declaración específica, aunque pronto fue olvidada en la agitación de los meses siguientes:

"Se nos ha ordenado que nos mantengamos ocupados hasta que Cristo venga. Hemos de plantar nuestra semilla y recoger nuestra cosecha mientras Dios nos dé tiempo de plantar y tiempo de cosechar. Si mejoramos el tiempo de la siembra venidera, y no tenemos cosecha, habremos cumplido con nuestro deber, y si se nos da una cosecha, estaremos preparados para segar. Nuestro deber es estar continuamente ocupados, ya sea proveyendo para las necesidades de los que dependen de nosotros, como aliviando las angustias ajenas. Hemos de hacer el bien según tengamos oportunidad, y de ninguna manera malgastemos nuestro tiempo en ociosidades. Eso traería reproche sobre nuestro Salvador. Asegurémosnos de que nuestros corazones estén bien a la vista de Dios, y luego, ya sea que velemos o durmamos, que estemos trabajando para salvar almas u  ocupados en nuestros diarios deberes, de que nos encontraremos con nuestro Señor en paz. Que el Dios de paz dé, a todos los que profesamos amar Su aparición, la sabiduría que nos guiará en lo correcto, y nos conduzca por el camino de la verdad, y que redunde en Su mayor honra y gloria.

[Firmado] "Prescott Dickinson
"Frederick Clapp
"Wm. M. Hasltat
"Stephen Nichols
"John Lang
"Micajah Wood
"Joseph G. Hamlin
"John Augustus
"Joshua V. Himes
"Comité del Tabernáculo."


Habiendo establecido estos puntos a la aparente satisfacción de los seguidores de los Milleristas, el Pastor Joshua V. Himes y su comité sostenían reuniones diarias en el Tabernáculo, en el cual la gente ocupaba cada espacio disponible. Los cantos podían oírse a gran distancia, y los que no podían entrar al edificio llenaban las calles afuera. En toda esta agitación, un hecho psicológico resaltaba muy claramente, y éste era la completa incapacidad tanto de parte de la multitud como de la mayoría de los seguidores de Miller para captar una idea tan estupenda y tan abrumadora como la súbita aparición de nuestro Señor - la tierra disuelta en llamas, el cambio instantáneo de este mundo material en cielo o en infierno. Los labios podían pronunciar las palabras, pero los cerebros no las registraban. En consecuencia, la conducta de las multitudes burlonas y de los creyentes era a menudo inconsecuente hasta lo último. Para ilustrar esto, mientras las reuniones tenían lugar en el Tabernáculo, afuera se tenía la impresión general de que durante la reunión los Milleristas esperaban elevarse, pasar a través del techo, y flotar hacia el cielo, y un gran número de personas se reunían fuera en  el  Común con la esperanza de alcanzar a verlos después de que se hubiesen elevado por sobre los edificios y estuviesen en camino. Esto no es cuento de hadas - es un hecho. La autora de este libro tiene un pariente cuyo padre fue llevado al Común de niño "para ver a los Milleristas subir" en una de estas ocasiones.

El 28 de mayo, el hijo del Profeta Miller le escribió las siguientes líneas al Pastor Himes: "En términos generales, la salud de papá no ha mejorado. Continúa muy débil y desanimado, y confinado a su cama la mayor parte del tiempo."

Durante este período y a través del verano, Miller estuvo demasiado enfermo para participar en absoluto en lo que ocurría, y el Pastor Himes hizo todo lo que pudo, o por lo menos trató. No pudo hacerlo con el Reverendo John Starweather, quien continuó proyectando su mesmérica influencia sobre los confiados auditorios, y se apareció en una reunión al aire libre que comenzó el 9 de Agosto de 1843 en Plainfield, Connecticut. En esta reunión, de acuerdo con el biógrafo de Miller, "hubo algunas manifestaciones completamente nuevas para los presentes, que ellos no pudieron  explicar."

Pero no se necesitaba al hermano Starkweather para inducir condiciones anormales. El Pastor Bliss nos cuenta que en Stepney, cerca de Bridgeport, en ese mismo mes, algunos jóvenes, profesando tener el don de discernir espíritus, "se apresuraron a cometer grandes extravagancias."

Más tarde, en septiembre, un artículo protestando contra las acciones de la ocasión y firmado por el Pastor J. Litch apareció en "The Midnight Cry."

"Rara vez he presenciado una escena más ignominiosa bajo el manto de la piedad," escribe. "Más o menos cada año durante los últimos diez años, he estado en contacto con el mismo espíritu, y he tomado nota de su evolución, sus comienzos, y sus resultados, y ahora estoy preparado para decir  que es impío, y solamente impío, y esto continuamente. Yo me le opuesto siempre dondequiera que lo he visto aparecer, y de la misma manera ha sido deunciado por oponerse al poder de Dios y resistirse a la operación del Espíritu. El origen de él es la idea de que los individuos involucrados de esta manera están por completo bajo la influencia del Espíritu de Dios, son Sus hijos, y Él no los engañará ni los hará extraviarse. De aquí que cedan a todo impulso que  reciben como si viniera de Dios y, siguiéndolo, no hay límites para el fanatismo al cual pueden llegar." [The Midnight Cry, Septiembre 14 de 1843.]

Para este tiempo, circulaba todo tipo de rumores en relación tanto con el dinero que el Pastor Joshua V. Himes recibía por sus publicaciones como con el dinero recogido en las carpas, etc., que el público calculaba que alcanzaba grandes sumas. En realidad, un gran porcentaje de los folletos que él publicaba se distribuían gratuitamente, lo cual reducía considerablemente el dinero recibido. De seguro, las ventas de las conferencias de Miller deben haber sido tan grandes como la venta de "The Midnight Cry," pero los gastos eran elevados. Había el edificio del Tabernáculo, y el constante transporte y levantamiento del enorme Tabernáculo, una característica que ayudaba a diseminar la doctrina del Profeta Miller; había gastos de viaje aquí y allá, incurridos por un gran número de predicadores que no podían sufragárselos. Estas cosas no eran tomadas en cuenta por el público. Había también un rumor de que, como prueba de que el Profeta Miller no creía en su propia profecía, se estaba construyendo un alto muro de piedra alrededor de su granja. Hay dos informes de visitas a su casa, que son interesantes. Uno contradice al otro por completo. El primero es un extracto de una carta que apareció en "The Midnight Cry" el 6 de julio de 1843, firmado por A. Spaulding, y cuenta de una visita a Miller durante su enfermedad:

"No había yo estado allí sino un corto tiempo cuando él manifestó su hospitalidad preguntándome si mi caballo había sido atendido. Intercambiamos libremente opiniones sobre las profecías y conversamos sobre la Venida de nuestro Señor... Le dije que yo no había visto alrededor de su granja el alto muro del que tan a menudo había oído hablar. Dijo que el señor Tilden, que estaba presente, iría conmigo a buscarlo. Así que dimos un paseo alrededor de la granja. Hay un muro de piedra común y corriente, como los que hay en todas las otras granjas vecinas. Siendo el terreno pedregoso y disparejo, éste es un método de construir cercas tan bueno como cualquier otro. Aunque su granja no tiene las marcas del descuido, no vi mejoras recientes, excepto un portón común. Los edificios estaban en buenas condiciones, y todo estaba en orden. La granja es manejada por sus hijos, granjeros sencillos e industriosos, que sostienen a la familia y le pagan una suma anual para sus gastos personales. Su casa, como cierto número de otras en la vecindad, es una buena casa de dos pisos, con persianas verdes, y el frente y los extremos pintados deblanco. El mobiliario es sencillo, hecho como está para ser usado, no como adorno. No vi nada extravagante. En una habitación hay un banco de zapatero, usado por uno de sus hijos, que es paralítico.

"El hermano Miller ocupa una de las habitaciones frontales inferiores, donde tiene su cama, algunas sillas comunes, su antiguo librero, y un reloj. En la otra habitación hay un retrato, pintado hace como veinte años; un gran diagrama de la visión de Daniel y de Juan, pintado sobre lienzo y parecido al que aparece en una miniatura en la última parte de su libro. El artículo más elegante en la casa era una Biblia, que le había sido presentada por un amigo en Boston.

"La granja, con sus mejoras, es el resultado de muchos años de duro trabajo y economía. Todo conectado con ella parece indicar que él cree en lo que predica. Trabajaba en su granja, estudiaba su Biblia, se convenció de la verdad, y luego la declaró sin temor a sus paisanos (viajando las más de las veces a su propia costa), y ellos a su vez dijeron toda clase de infamias contra él."

La otra carta apareció en el "Troy Times" de julio de 1894, y contenía un relato por el Reverendo Profesor Wentworth, que entonces trabajaba en la Troy Conference Academy, de una visita que le hizo al Profeta Miller el día antes de la gran conflagración que se esperaba. Dice en ella que, "aunque el juicio final estaba tan cerca, y los fieles estaban deshaciéndose de sus bienes materiales como muestra de su desprecio de todo lo que fuera perecedero, no sucedía así con Miller mismo. Creía en el mandato: 'Manteneos ocupados hasta que yo venga,' y sus campos estaban limpiamente segados y cosechados, su leñera estaba llena de leña aserrada y apilada para ser usada en el invierno. Cuarenta varas de un nuevo muro de piedra habían sido levantadas ese otoño, y una rastra estaba lista allí cerca con rocas para ser puestas en el muro al día siguiente." [Daniel Treadwell, Personal Reminiscences of Men and Things on Long Island.]

Es posible que los hijos del Profeta Miller que manejaban la granja pensaran que era mejor errar del lado seguro.

Para septiembre, Miller había recobrado su salud lo suficiente como para entrar al campo de acción nuevamente, e hizo una gira bastante extensa por New Hampshire, incluyendo Claremont, Springfield, Wilmot, Andover, Franklin, Guilford, Gilmantown, Concord, y Exeter. Desde allí, fue a Massachusetts y disertó en Lowell, terminando finalmente con tres conferencias en Boston, después de lo cual regresó a su hogar en Low Hampton para descansar.

Durante su enfermedad, no había tenido oportunidad de descubrir el alcance del fanatismo que para entonces se había convertido en un serio problema dondequiera que sus seguidores se congregaban. En su última visita a Massachusetts, sin embargo, se encontró cara a cara con condiciones que lo sorprendieron y lo preocuparon. Escribió una carta de protesta que fue publicada en el "Signs of the Times" de noviembre 8 de 1843.

"Mi corazón se sintió profundamente adolorido durante mi gira," escribe, "al ver en algunos de mis anteriores amigos una proclividad a extremos desaforados y estúpidos, así como a vanos engaños, tales como hacimiento de milagros, discernimiento de espíritus, puntos de vista liberales y vagos acerca de la santificación, etc. Por lo que respecta a los milagros, no tengo fe en los que pretenden de antemano que pueden hacer milagros. Siempre que a Dios le ha parecido bien efectuar milagros, los instrumentos aparentemente no han estado conscientes de haber tenido el poder hasta que la obra se ha efectuado. En ningún caso que yo recuerde, se ha proclamado con una trompeta que ellos podían hacer o harían un milagro. Moisés y los profetas eran más modestos que esos modernos pretendientes a este poder.  Usted puede estar seguro de que cualquiera que reclama para sí este poder tiene el espíritu del Anticristo. Me temo que el discernimiento de espíritus es otro movimiento fanático para apartar a los Adventistas de la verdad, y llevarlos a depender de los sentimientos, las costumbres, y el engaño de sus propias mentes, más que de la palabra de Dios. He observado que las personas que creen que han sido bautizados por el Espíritu Santo, como lo llaman, se vuelven más sensibles a sí mismos, y muy celosos de su propia gloria; menos pacientes, y llenos de un espíritu de denuncia contra otros que no son tan afortunados como ellos. Hay muchos espíritus en el mundo, y se nos ordena que probemos los espíritus."

Pero ni siquiera el Profeta Miller - el hombre que había sembrado las semillas de este fanatismo - tenía suficiente poder para evitar la densa maleza que surgió y que extendió sus tentáculos en todas direcciones, impidiendo el crecimiento de la vegetación saludable que estaba a su alcance. Miller salió de su aislamiento de muchos meses de enfermedad para encontrarse con que sus seguidores se le habían adelantado mucho. Además, ellos ahora estaban siendo dirigidos por una hueste de otros predicadores de la doctrina, especialmente el Pastor Joshua V. Himes, que era el editor de los varios periódicos y folletos que promocionaban la causa Adventista, controlando así el material de lectura que se les repartía a los fieles, y quien hizo poco para detener este exceso de fanatismo mientras al mismo tiempo profesaba deplorarlo.

Unos pocos extractos de "The Midnight Cry" dará una idea de la manera en que la doctrina se difundía:

"Charles Fitch, anteriormente pastor de la Iglesia Presbiteriana Libre, de Newark, New Jersey, predicará sobre la Segunda Venida de Cristo a las Puertas, en la esquina de las calles Catherine y Madison, el próximo sábado por la mañana. Su permanencia en New York será corta. Se recogerá una ofrenda para sufragar sus gastos en el Oeste." [The Midnight Cry, Junio 1, 1843.]

"El Reverendo Thimball presentará un discurso, sobre profecías no cumplidas, el próximo domingo por la noche en la gran capilla de la Universidad de New York en Washington Square." [New York.] [The Midnight Cry], junio de 1843.

"Las conferencias continuarán tres veces los sábados en el Salón Apolo, en el número 410 de Broadway, y en el Salón Columbia, en el número 263 de la calle Grant los lunes, martes, miércoles, y viernes por la noche. Habrá reuniones de oración los jueves por la noche en varias residencias privadas." [New York.] [The Midnight Cry, Junio 3, 1843.]

"Reunión en carpa sobre la Segunda Venida, en la granja de Michael N. Stoner (si el tiempo continúa) como a milla y media de Middleton, a la vista del Peaje del Ferrocarril de Harrisburg y Lancaster y el Canal de Pennsylvania. Comenzará el viernes 28 de julio y continuará por diez días. A todos los que amen la aparición del Señor se les pide que asistan y traigan sus propias tiendas de campaña. Se les proporcionará cómodo alojamiento en tiendas a todos los que vengan desde cierta distancia, y habrá alimentación disponible en el terreno a razón de $1.50 por semana o 12 1/2 centavos por comida.

"Se les prohibe a todas las personas desordenadas permanecer en o cerca de la carpa. La ley prohibe la venta de toda clase de artículos de tráfico, bebidas alcohólicas, vino, oporto, cerveza, sidra, etc., dentro de tres millas de cualquier reunión religiosa. Se requerirá de todos el más estricto orden durante todo el tiempo que dure la reunión.

"El público en general está invitado." [The Midnight Cry, julio 27, 1843.]

La Reunión en Carpa de Buffalo, New York

El editor, Joshua V. Himes, dice de ella:

"El sábado tuvimos un gran número de residentes de la ciudad y el vecindario; y de todos los lugares que he visitado hasta ahora con la Carpa, debo decir que nunca fuimos saludados con mayor respeto, ni tuvimos mayor orden de la muchedumbre que en este lugar. La impresión causada ha sido favorable y poderosa. La ciudad entera está animada. La gente está ansiosa de luz. Hemos distribuído material impreso por miles, y está siendo leído en toda la ciudad."

"El Hermano Himes visitó Toronto, Canada, el noveno instante. Se hicieron arreglos para que el Hermano Fitch presentara una serie de conferencias en esa ciudad como el primero de Septiembre." [The Midnight Cry, agosto 17, 1843.]

"Nuestro próximo movimiento general será en Ohio, probablemente en Cincinnati o en las cercanías, o donde a los hermanos les parezca mejor. Si es posible, nos proponemos reunirnos con nuestros hermanos en esa parte del país para distribuir material impreso por valor como de $2000 en esa parte de la Unión. Hasta donde sea práctico, le proporcionaremos a cada pueblo una biblioteca. También nos proponemos proporcionar material impreso sobre el tema a todos los ministros, que ellos leerán. Si ellos mismos no pueden obtenerlo, nosotros se lo proporcionaremos. No tendrán excusa.

"Esperamos ver una gran congregación en el Oeste. Varios eficientes maestros estarán allí para presentar a la gente las fuertes razones que tenemos para nuestra gloriosa esperanza." [The Midnight Cry, agosto 3, 1843.]

"El Hermano Hutchinson escribe que él está haciendo todo lo que puede para difundir el Clamor en Canada y otros lugares.... Cualquier ayuda que se le preste será recibida con gusto.

"Reunión en carpa en Groton, Massachusetts, como a dos millas de la población, sobre el camino principal que va desde Groton a Keene, comenzando el 15 de Agosto. Estarán presentes capaces exponentes de la doctrina." [The Midnight Cry, agosto 10, 1843.]

Al pasar los meses, la situación se volvió aún más tensa para los seguidores del Profeta Miller, y con la excitación de las reuniones en las carpas, los cantos, las exhortaciones, y los permanentes estremecimientos de temor creados por la espera, hora tras hora, del fin, la histeria cruzó repetidamente la línea que la separaba de la locura, y los asilos se llenaron de pobres hombres y mujeres engañados, mentalmente incapaces de resistir el esfuerzo. En un libro titulado "Boston Notions," impreso por Nathaniel Dearborn en 1848, y vendido por W. D. Ticknor & Co., en Boston, y William A. Colman, en Broadway, New York, se hace un relato del Movimiento Miller, en el cual se hace la siguiente afirmación: "Cientos de estos desafortunados fanáticos están ahora en los hospitales, y en el informe oficial del hospital de Worcester, el número de internados allí a causa del frenesí religioso iguala al número de víctimas de la intemperancia."

Hay un interesante artículo escrito por el finado Festus C. Currier, de Fitchburg, titulado "Observations On the Nineteenth Century" [Observaciones Sobre el Siglo Diecinueve], que él leyó ante la Fitchburg Historical Society en 1902. Habiendo visto personalmente al Profeta Miller y habiéndole oído predicar, sus afirmaciones tienen un claro valor. Comentando los muchos y lastimosos casos de locura notables durante este período, menciona una ocurrencia que presenció en junio 17 de 1843.

"Tarde en la tarde," dice, "regresaba de Boston, donde había asistido a la celebración de la terminación del Monumento de Bunker Hill, y adonde había ido a escuchar a Daniel Webster y a ver al Presidente John Tyler (que era un invitado de la Asociación Pro Monumento). Viajando en la parte de afuera de una diligencia, cuando pasaba por la calle cerca de la estación de Wellesley Hills del Ferrocarril de Boston y Albany, conocida entonces como la Estación Grantville, observamos a cuatro hombres que llevaban, en dirección de la estación, a un hombre que supusimos estaba ebrio o era víctima de un ataque.  Al preguntar, nos enteramos de que estaba siendo llevado al Manicomio de Worcester.  Los periódicos del día siguiente informaron del caso. Aparentaba ser un hombre como de cincuenta años de edad, de buena posición y medios, pero que bajo la influencia de la doctrina de Miller se había vuelto loco de remate. Éste fue sólo uno de muchos infortunados de los cuales se informó que habían sido apartados de la razón y el buen juicio.  Pero la cercanía del 'último día,' como lo llamaba Miller, sólo aumentaba la excitación, y muchos ciudadanos equilibrados fueron afectados por ello, particularmente los de fuertes sentimientos religiosos y temperamento emotivo."

Si las personas de edad madura eran afectadas, los niños no lo eran menos. En un sermón predicado por el Reverendo James A. Hayne en la Iglesia Congregacionalsta de South Wilbraham durante ese período, él contó la siguiente anécdota como advertencia a sus feligreses en relación con la influencia de la profecía del Profeta Miller sobre la mente de un niño.

"Una niñita," dijo, "aterrorizada por las conversaciones de que el mundo llegaba a su fin y que los impíos iban a quemarse, dijo: 'Madre, quiero morir este verano.  No quiero vivir el año siguiente y quemarme'."

Un relato de lo que los niños experimentaron en ese tiempo apareció en "The Outlook" de mayo 18, 1908, escrito por Jane Parker y basado en su propia experiencia. El Hermano Marsh era una figura familiar en "The Midnight Cry," siendo citado repetidamente, y las reminiscencias de su hija, por lo tanto, son doblemente interesantes. Unos pocos extractos revelarán la presión bajo la cual vivían estas personitas:

"Yo tenía seis años de edad [1843 D. C.] cuando mi padre, que era pastor de una parroquia rural en el este de New York, 'salió de Babilonia,' quemó sus naves tras él, y trasladó su familia a Rochester para ocupar la plaza designada para él por Padre Miller como cabeza del centro occidental del Movimiento, convirtiéndose en el director del periódico semanal y de incontables publicaciones de la causa. Su hogar era un puerto de refugio contra las tormentas para predicadores viajeros y sus familias.  Su flexible hospitalidad abarcaba a  un gran contingente de los fieles de la región alrededor, que habían dejado todo para pasar el resto del tiempo asistiendo constantemente a las reuniones de los creyentes.  La esperanza de 'subir todos juntos con aclamación' era amplia compensación por dormir en en el piso de nuestra sala, como muchos tuvieron que hacerlo, y por dejar a sus bebés todo al día al obligatorio cuidado de los niños de mi madre.

"Que la trompeta podría sonar en cualquier momento no había peligro de que nosotros los niños lo olvidáramos ese verano porque, aunque se había fijado un día para el Fin, cabía la posibilidad de que se cometiera otro error al calcular los períodos proféticos, así como en las interpretaciones, eslabones faltantes, etc. Que no había que correr ningún riesgo en desobediencia pesaba con fuerza en nuestras mentes infantiles. Debíamos hacer lo mejor que podíamos cuidando los bebés que demasiado a menudo quedaban en nuestras manos. La temida expectación de escuchar 'la terrible trompeta' quedaba maravillosamente atenuada por la larga demora - felizmente - porque nunca nos olvidamos de que el d&iaacute;a que se acercaba ardería como un horno. Yo sabía cómo era el calor de un antiguo horno de ladrillos.  Una vez que abrí la puerta de uno de ellos se me chamuscó el cabello. Otro día, lancé mi muñeca de trapo a una fogata de basura de jardín y, viendo la muñeca encogerse hasta convertirse en cenizas, aprendí lo que era 'arder sin dejar ni raíz ni rama.' ¡Y yo con una manzana verde en el bolsillo en ese momento! Nunca dejaba de decir por la noche: 'Si el Señor viene antes de la mañana, ojalá que yo sea arrebatada para encontrarme con Él en el aire.' ¡Pobre pequeña Millerista! Me decía a mí misma: 'Papá se asegurará de que yo sea sacada del fuego a tiempo.' Pero éramos tres niñitas, además de mamá, y los truenos y los relámpagos siempre la hacían desmayarse. ¡Por supuesto, mi gatito tendría que ir también, así como un muchachito que me gustaba pero que decía malas palabras! Pero estos estados de ánimo eran breves, y ocurrían sólo cuando yo había sido muy arrogante. En general, no me había ido demasiado mal ese verano, porque no había tenido que ir a la escuela, ni había tablas de multiplicar, ni libro de deletrear. Aunque habíamos tenido que leer mucho en nuestras Biblias, y recitar de un catecismo sobre el Libro de Daniel, haciendo tan claro como fuera posible que el fin del mundo llegaría ese mismo año.

"Daría mucho ahora por ver uno de esos catecismos de niños sobre Daniel preparados para los pequeños Milleristas. Estoy bastante segura de que había también un libro sobre Apocalipsis, porque ¿de qué otra manera se puede explicar mi marcada preferencia de niña por la visión de 'San Juan' por sobre las visiones del libro de Daniel? ¿O mi precoz relación con todos los sietes - candelabros, ángeles, iglesias, sellos, copas - cada uno de ellos una fuente para mi imaginación? ¿O aquellas langostas con dientes de león y colas de escorpión? ¿Quién relegó a un segndo plano hasta el fascinante macho cabrío de Daniel, que pisoteaba no sólo el terrible carnero, sino también las estrellas del cielo?

"'Ir a la reunión,' de lo que hubo mucho para los los niños ese verano (y oh, ¡cuántos días de ayuno!) fue maravillosamente aliviado por los incultos burladores que a veces diversificaban los largos sermones con ruidosas interrupciones. Cuando llegaba la policía, aquéllo era siempre un episodio impresionante para nosotros. Algunas veces, una mujer caía en trance y veía cosas extrañas, o el Hermano Alguien hablaba en lenguas y había que callarlo cantando.  Eso siempre lo disfrutábamos inmensamente. O teníamos bautismo por inmersión en el río, cuando la gran muchedumbre en la orilla cantaba

"'Veremos al Señor venir en la mañana de resurrección,
Mientras la banda de música resuena en el aire.'

"Los niños acostumbraban levantarse para orar en aquellas grandes reuniones, y contar sus 'experiencias.' Mamá nos aconsejaba mantenernos fuera de eso, y así lo hacíamos.

"Otra característica era la gran imagen de madera del primer sueño de Nabucodonosor, que usualmente estaba debajo del diagrama pictórico de Padre Miller de las profecías - aquellos austeros retratos del sueño de Daniel y las visiones de Juan - bestias desconocidas para la zoología. La imagen podía ser desmontada, reino por reino, hasta que no quedaba nada, salvo los pies de hierro y de barro cocido, condenados a ser hechos pedazos 'el día décimo del mes séptimo del Jubileo' ...

"Contar historias, siempre de la Biblia, y jugar a tener reuniones de oración eran pasatiempos favoritos de los pequeños Milleristas. Estos juegos siempre terminaban con estas palabras: '¡Y así es como el mundo llegará a su fin 'el día décimo del mes séptimo en el año del Jubileo!

"Todos recitábamos a coro la suerte de Nabucodonosor:

"'Fue echado de entre los hombres; con las bestias del campo fue su habitación;
"'Comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo
Hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.'

"Podíamos contestar con confianza las preguntas: '¿Quién es el rey del norte?' y '¿Quién es el rey del sur?' Nos sabíamos las características peculiares de cada una de las terribles bestias - la plaga de cada copa - los nombres de los jóvenes hebreos - la lista de los instrumentos musicales usados en la dedicación de la gran imagen que el Rey de Babilonia erigió. ¡Con cuánta soltura contestábamos cualquier pregunta de nuestro catecismo acerca de Daniel el Profeta!

"Y los días pasaron y todavía la visión se tardaba ... ¡Bienaventurado el que espera, Selah!'"

La Sra. de Tehodore C. Parsons, de Agawam, Massachusetts, proporciona una pequeña anécdota que revela la sencilla credulidad de la mente de un niño. Su madre, que a la sazón vivía en South Scituate, Rhode Island, tenía muchos recuerdos de la agitación creada por la profecía de William Miller durante 1843 y 1844.

Había un hombre llamado Barker que también vivía allí, y era un entisiasta seguidor del Profeta. Un día, un muchachito fue visto encaramado en la cerca en frente de la casa de este buen hombre, y mirando fijamente hacia la casa con los ojos muy abiertos. Estuvo sentado allí tanto tiempo, que algunos vecinas sintieron curiosidad. Una de ellas cruzó la vereda, y le preguntó qué estaba mirando. El jovencito levantó la vista y la miró de un modo en que se mezclaban el temor, la curiosidad, y asombro. "Estoy esperando ver al Sr. Barker subir al cielo," susurró en tono de asombro.

Otro ejemplo del temor oculto en lo profundo de los corazones de los niños durante este período de agitación proviene de la Srta. Eugenie J. Gibson, de Woodsville, New Hampshire, cuyo tío tenía muchos recuerdos de la excitación que prevalecía en 1843 y 1844. Ella tenía diez años de edad en ese tiempo, y su familia vivía en un pueblecito en el sur de Vermont.

"Él estaba muy impresionado," dice la Srta. Gibson, "con los preparativos de los vecinos para el día en que el ángel Gabriel hiciera sonar la trompeta. Muchos vendían sus granjas y su ganado (nunca se le ocurrió preguntar qué esperaban hacer con el dinero), y todos se fabricaban capas blancas. Él se sentía muy acongojado por la falta de interés de su madre, y un día le preguntó cuándo iba ella a comenzar a fabricar las capas de ellos. Cuando ella contestó que no pensaba fabricar ninguna, él decidió que lo único que a podía hacer era mantenerse cerca del granjero Jones, que era corpulento y fuerte, y colgarse de su capa cuando viniera la señal, y así ascender al cielo con él."

La Sra. de Paul Ruggles, de Camden, Maine, recuerda que su madre con frecuencia contaba una experiencia que había tenido cuando llevó a una de sus hijitas a una carpa Millerista en 1844. En aquella ocasión, hombres y mujeres, "se lanzaron al piso, rodando y gritando."  Su pobre niña estaba tan aterrorizada, y gritaba tan desaforadamente, que tuvo que llevársela a casa.

El Sr. John M. Fountain, de Eastport, Maine, (que nació en 1835), pidió a su hija que le enviara a esta autora la siguiente divertida anécdota acerca de sí mismo cuando era niño, cuando todos esperaban el fin:

"Dice que recuerda aquel tiempo muy claramente," escribió su hija, "cuando él era un muchachito, de lo que toda la gente hablaba, y de la gran excitación que había. Una cosa recuerda especialmente, y es haberle dicho a su madre que, si venía el fin del mundo, ¿por qué no matar todos los pollos y gallinas, y comer bien antes de que llegara el momento? Ella le dijo que se callara y se quedara quieto."

"Ahora, ¡oíd!, el sonido de la trompeta rasga los cielos;
Ved cómo, millones que dormitan, despiertan y se levantan.
¡Qué gozo, qué terror, y qué sorpresa!
Tomado de "The Millenial Harp," publicado por Joshua V. Himes en 1843.


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