En nuestro ensayo anterior ('El
escándalo de la justicia de Dios - Parte I'), descubrimos que la
justicia bíblica no debe confundirse con la idea occidental de
justicia. La justicia bíblica no es una mera conformidad con una
norma legal, sino fidelidad a una relación. La justicia de Dios
es su misericordiosa fidelidad a su promesa del pacto, a pesar de los
pecados de su pueblo. En este número actual, examinamos el
significado de justicia en Israel, en el rey de Israel y, finalmente,
en el Mesías de Israel. Habiéndonos familiarizado con
este trasfondo en el Antiguo Testamento, está preparado el
escenario para reexaminar, en números posteriores, la doctrina
cristiana de la expiación.
La justicia en Israel
El significado fundamental de justicia es lealtad o fidelidad a las
relaciones del orden creado. El hombre justo o la comunidad justa
están correctamente relacionados con Dios y correctamente
relacionados con el prójimo. Dios se reveló a sí
mismo a Israel en sus poderosos actos de liberación y
salvación para que Israel pudiera responder en completa
dependencia de Dios.
Los justos son los que le esperan: (Isa. 33:2); Miq. 7:7-9); los que
esperan en él (Sal. 69:6;71:5, 14; 146:5); los que le buscan
(Sal. 69:6, 32); los que confían en él (Sal. 71:5;
143:8): comp. Sal. 33. Son los que conocen a Yahvé (Sal. 36:10);
los que le temen (Sal. 103:11, 13, 17); los que aman su nombre (Sal.
69:36). Él es su fortaleza. En un mundo en que son oprimidos y
necesitados, el Señor es su único refugio (Sal. 5:7-12;
14:6; 31; 36:7; 52:6, 7; 71:1-3; 94:22; 118:8, 9; 143:9). Así,
en oposición a los que los pisotean, por encima de los que
confían en las riquezas (Sal. 52:7), ellos confían en
Yahvé, clamando a él en su angustia (Sal. 35; 88; 116;
140), inclinándose ante sus juicios (Sal. 94:12; 118:18),
reconociendo su pecado (Sal. 32:51), ofreciéndole un
espíritu quebrantado y un corazón contrito (Sal. 51: 17).
Yahvé es su única esperanza y segura salvación. Se
vuelven a él con fe. Cuando Pablo arguye que la justicia por la
fe no es contraria a la ley (Rom. 3:31), demuestra su punto
recordando lo que dice la ley en relación con Abraham -
creyó a Dios y eso fue considerado justicia (Gén. 15;
Rom. 4:3). Desde la perspectiva de la relación de Israel con
Dios, justicia es fe en Dios. El que tiene fe en Dios, es justo a la
vista de Dios.
Desde la perspectiva de la relación de Israel con su
prójimo, justicia significa obras y actitudes que corresponden a
los actos de justicia de Dios. Israel no debía maltratar ni
oprimir al extranjero, porque también ellos fueron extranjeros
en Egipto (Éx. 22:21; 23:9). El pueblo de Dios no debía
aprovecharse de los débiles y los pobres, como las viudas y los
huérfanos, porque Dios, como ayudador de todos los oprimidos,
seguramente lucharía contra el opresor (Éx. 22:22-24).
Los hebreos no debían maltratar a los esclavos, porque el
Éxodo prueba que Dios está de parte de los oprimidos
(Deut. 23:15, 16). "Él defiende la causa de los huérfanos
y las viudas, y ama a los extranjeros, dándoles alimento y
vestido. Y deben amar a los extranjeros porque ustedes mismos fueron
extranjeros en Egipto" (Deut. 10:18, 19). El salmista (4) declara que
Dios se levanta en juicio para salvar a todos los oprimidos (Sal. 76:8,
9; véase también Sal. 103:6). Y Jeremías escribe
que el Señor se deleita en ejercitar bondad y justicia en toda
la tierra (Jer. 9:24).
Esa es la manera en que Israel debe comportarse en su relación
con otros si la justicia ha de residir en su comunidad. Esto ayuda a
entender por qué la palabra hebrea sadaq
(justicia) a menudo significa obras de misericordia, especialmente
bondad y compasión (Sal. 112:9; Isa. 58:1-8; Dan. 4:24-27). Por
esta razón, la Septuaginta traduce sadaq como "dar limosnas" catorce veces. Siguiendo este ejemplo, la Versión King James traduce dikaiosune (justicia) como dar limosnas en Mateo 6:1.
El hombre justo o recto del Antiguo Testamento es un hombre de
compasión y benevolencia, especialmente hacia los pobres, los
necesitados, y los oprimidos (véase Job 29:7-17; 31:16-22). El
acto de justicia de Dios en el Éxodo le informa que la justicia
de Dios está inclinada a favor del desvalido. El hombre
justo también actúa en el mismo espíritu hacia los
oprimidos (véase Éx. 22:21; 23:9; Deut. 23:15, 16).
Así, sadaq está
correlacionado a menudo con la misericordia, el cuidado de los pobres y
las viudas, defendiendo su causa en los tribunales, etc. (Job 29:16;
31:21; Prov. 31:9; Oseas 2:19).
Los justos en el pacto demostrarán su rectitud por medio de una
voluntaria dedicación al servicio para producir
liberación y restauración para los necesitados y
afligidos que no pueden ayudarse a sí mismos. (5).
La justicia del Antiguo Testamento va más allá de la
corrección legal. "El justo se ocupa de la causa del desvalido;
el malvado ni sabe qué se trata" (Prov. 29:7).
Así, por una parte, la justicia consiste de nada sino la
esperanza y la confianza en Dios, y por la otra, consiste de obras de
compasión y ayuda al desvalido y al oprimido. La fe satisface
las demandas de la relación vertical, mientras las obras de
misericordia satisfacen las demandas de la relación horizontal.
(8). Esto puede ayudarnos a apreciar las diferentes perspectivas sobre
la justicia en Pablo y en Santiago. En Romanos, la fe sola se considera
justicia delante de Dios. En Santiago, la justicia es fe en
acción a favor de los desvalidos.
Los profetas del Antiguo Testamento encontraron que, aunque Israel
estaba dedicado a observar los reglamentos legales, carecía de
esa fe viviente en Dios que produce una sociedad justa. Los profetas
eran campeones de la justicia social. Los grandes pecados de Israel
eran pecados sociales - pecados contra la humanidad y los derechos de
los desvalidos. Es significativo que, por lo general, los profetas no
basaban su caso contra Israel en reglamentos específicos de la
ley, sino en la historia en la ley (por ejemplo, Isa. 5:1-7; Eze. 16;
Oseas 11:1-4; Amós 3:1, 2; Miqueas 6:3-5). Argumentaban que
Israel había olvidado la historia de los actos de gracia de Dios
hacia Israel y que, por lo tanto, Israel no actuaba hacia los demás en
el espíritu de esa historia. Por dondequiera había
egoísmo y avaricia. No se hacía justicia a los pobres,
las viudas, los huérfanos, los desvalidos. Los tribunales de
justicia estaban corrompidos. La comunidad elegida no reflejaba el
carácter de su Dios, el cual ejecuta justicia a favor de todos
los oprimidos.
Es asombroso cuán poco alababan los profetas el ascetismo o la
rectitud en privado. Para los profetas, la rectitud que no funciona en
la arena de las relaciones humanas concretas y las necesidades humanas
no es rectitud en absoluto. Por eso hablan de justicia social,
más bien que de rectitud privada, de otro mundo. Por esta
razón, sugerimos que la palabra "terrenal" justicia transmite
más adecuadamente el significado de la palabra hebrea sadaq que nuestra "eclesiástica" palabra rectitud.
La justicia en el rey de Israel
La función principal del rey de Israel era la de juzgar.
Gobernar era juzgar (Éx. 2:14; 1 Sam. 8:5, margen, 20). La
palabra hebrea shaphat tiene el doble significado de "gobernar" o "juzgar". Mishpat (juez o juicio) está también estrechamente asociada a sadaq (justicia).
En realidad, las palabras aparecen a menudo en fila, como si fueran
intercambiables (véase Sal. 33:5; 35:24; 97:2; 103:6). Algunas
veces, nuestras versiones en inglés traducen mishpat como "justicia" y sadaq como "rectitud".
Como su compañera sadaq (justicia), mishpat
(juez o juicio) a menudo significa auxilio, liberación, y
salvación (Gén. 30:6; Deut. 32:36; 1 Reyes 8:49; Sal.
35:23, 24; 43:1; 72: 2, 4; 76:9; Isa. 1:27). Pero, a diferencia de sadaq, mishpat
se usa también para referirse al castigo y a la ira (Eze. 34:16;
Joel 3:12; Hab. 1:12; Mal. 3:5). Hasta podríamos decir que los
dos aspectos del juicio son sadaq (justicia) e ira.
Aunque mishpat (gobernar, juzgar, y ejecutar decisiones) era la principal función del rey de Israel, sadaq (justicia) era la principal función de mishpat.
Es decir, el rey debía administrar justicia en Israel,
especialmente yendo en ayuda de los suprimidos, los reprimidos, y los
oprimidos. De esta manera, reflejaría la justicia de Dios.
Generalmente, sin embargo, los reyes de Israel no actuaban justamente.
Jeremías envió este mensaje al malvado rey de
Judá:
"Adviértele a la
dinastía de David que así dice el Señor: 'Hagan
justicia cada mañana, y libren al explotado del poder del
opresor, no sea que mi ira se encienda como un fuego y arda sin que
nadie pueda extinguirla, a causa de la maldad de sus acciones'". Jer.
21:12.
"Así dice el Señor:
'Practiquen el derecho y la justicia. Libren al oprimido del poder del
opresor. No maltraten ni hagan violencia al extranjero, ni al
huérfano ni a la viuda, ni deramen sangre inocente en este
lugar"'. Jer. 22:3.
"¿Acaso eres rey
sólo por acaparar mucho cedro? Tu padre no sólo
comía y bebía, sino que practicaba el derecho y la
justicia, y por eso le fue bien. Defendía la causa del pobre y
del necesitado, y por eso le fue bien'". Jer. 22:15, 16.
El rey no sólo era el representante de Dios; era también
el representante del pueblo. El pacto de Dios con David para establecer
su línea real significaba mucho para el pueblo que gobernaba.
Tenían intereses en esta garantía eterna. El rey
personificaba a todo el pueblo de Israel. Estaba de pie delante de Dios
como Israel - Israel estaba "en David" (2 Sam. 20:1). Esto significaba
que la prosperidad de Israel estaba ligada a la de su rey. Si
administraba justicia y actuaba como fiel hijo de Dios, el pueblo
también era considerado bueno y bendecido. Si hacía lo
malo, la nación entera quedaba sujeta al juicio punitivo
(véase 2 Sam. 24). Si Dios rechazaba al rey, Israel era
rechazado también (véase Sal. 89).
La esperanza del Mesías
Por lo tanto, las esperanzas de Israel para su
futuro vinieron a centrarse en gran medida en la persona de su rey
ungido, de su "Mesías", que es simplemente una traducción
de la palabra hebrea para "ungido". El pueblo pensaba que, que si
tenían un rey perfecto, entonces todas las bendiciones de Dios
les serían concedidas a plenitud. Como podemos ver claramente en
el Salmo 72, estas bendiciones incluirían, no sólo los
dones intangibles de paz y seguridad dentro de la comunidad de Israel,
sino también dones materiales - abundancia en las cosechas, y
campos y hogares fértiles. Además, el lugar de Israel en
el mundo de las naciones sería seguro. El reinado del soberano
ideal produciría lo que el Antiguo Testamento llama shalom para
Israel, es decir, todo el bien, toda la paz, toda la bendición,
toda la prosperidad, vida en su plenitud. En resumen, Israel anticipaba
un regreso a la original bondad de la creación, y el instrumento
para producir esta condición de bendición para Israel
sería el rey ungido de Dios. Cuando el perfecto Mesías
ascendió al trono, en las palabras de Isaías,
sería "la sombra de una roca poderosa en una tierra cansada"
(Isa. 32:2, traducción de E. C. Clephane). Jeremías
estaba de acuerdo: "En sus días Judá será salvo, e
Israel habitará en seguridad" (Jer. 23:6).
A cada rey que ascendía al trono, Israel con optimismo le
atribuía perfección. Sobre todo, se subrayaba la
íntima relación del rey con Yahvé. El rey era el
hijo adoptivo de Yahvé (Sal. 2:7: comp. 89:26), y disfrutaba de
una singular relación con él. Se sentaba a la derecha de
Yahvé (Sal. 110:1) y estaba en constante comunión con
él (Sal. 2:8; 20:1-4); 21:1-7). Algunas veces se sentaba en el
trono de Yahvé mismo y actuaba como mandador de Yahvé
(Sal. 110:5). Todo esto tenía el propósito de expresar el
hecho de que el rey estaba en perfecta comunión con Dios y que,
por lo tanto, podría ser un canal de bendición de Dios
para su pueblo Israel.
Debido a que el rey disfrutaba de una relación tan íntima
con el Señor, también compartía el poder de Dios,
y Dios le daba poder universal sobre todas las naciones. Era
ceñido y reforzado para la guerra por el mismo Yahvé, y
con la ayuda de Yahvé, también podía derrotar a
todos sus enemigos (Sal. 18; 20:21; 45; 110; comp. Núm. 23:24;
24:8, 17-19). Pero, nuevamente, esto significaba que Israel
participaría en una tal victoria. En realidad, ningún mal
sería atraído sobre Israel (Núm. 23:8, 20-23), y
la victoria militar y la perfección de su rey traerían una era de dorada paz y bendición (Núm.
23:9-10; 24:5-7).
Por supuesto, ninguna de estas atribuciones de perfección, que
tenemos en los salmos y que probablemente fueron compuestas por
profetas de la corte, correspondió jamás a los verdaderos
ocupantes históricos del trono de Israel. Como vemos por las
palabras del Salmo 72, tales atribuciones eran deseos, estereotipos,
esperanzas, añadidos a la posición real. Todo
dependía de que el rey realmente reinara entre su pueblo en
justicia, rectitud y aceptabilidad delante de Dios. Sólo en la
medida en que el rey estuviera en una relación perfecta con el
Señor se convertirían en realidad estas cálidas
esperanzas añadidas a él. Con cada nuevo rey, Israel
renovaba sus esperanzas. Esperaba que éste sería el
Mesías perfecto, el que entronizaría la edad de oro. A
cada uno de sus reyes, Israel preguntaba: "¿Eres tú el
que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Desde la época
de David en adelante, Israel esperaba un gobernante que salvara a su
pueblo, un gobernante que le restaurara toda la bondad de la
creación.
Si hay una palabra que expresa de lo más adecuadamente el
carácter del rey ideal de Israel, es la palabra justicia.
Personifica perfectamente el reino de justicia de Dios. Así que
los profetas declaran:
"Juzgará a tu pueblo en rectitud (justicia), a tus necesitados
con justicia. Defenderá a los necesitados de entre el pueblo y
salvará a los hijos de los necesitados; aplastará al
opresor". ...
"Porque librará al necesitado que clama, al afligido que no tiene quien le ayude". ...
"Les rescatará de la opresión y la violencia, porque preciosa es a sus ojos la sangre". - Sal. 72:2, 4, 12, 14.
"Juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo
justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra
con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus
labios. La justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el
ceñidor de su cintura". Isa. 11:4, 5.
"Miren, un rey reinará con rectitud [justicia]". Isa. 32:1.
"Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me
deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará
justicia a las naciones. No clamará, ni gritará, ni
alzará su voz por las calles. No acabará de romper la
caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Con
fidelidad hará justicia; no vacilará ni se
desanimará hasta implantar la justicia en la tierra. Las costas
lejanas esperan su enseñanza". Así dice el Señor,
del que creó y desplegó los cielos; el que
expandió la tierra y todo lo que ella produce; el que da aliento
al pueblo que la habita, y vida a los que en ella se mueven. Yo, el
Señor, te he llamado en justicia; te e tomado de la mano. Yo te
formé, yo te constituí como pacto para el pueblo, como
luz para las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para librar
de la cárcel a los presos, y del calabozoa los que habitan en
tinieblas". Isa. 42:1-7.
"Vienen días - afirma el Señor - en que de la simiente de
David haré surgir un vástago justo; él
reinará con sabiduría en el país, y
practicará el derecho y la justicia. En esos días
Judá será salvada, Israel morará seguro. Y
éste es el nombre que se le dará: 'El Señor es
nuestra justicia'". Jer. 23:5, 6.
"¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de
alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti,
justo, salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino,
cría de asna". Zac. 9:9.
La justicia en Jesús de Nazaret
La esperanzas veterotestamentarias de un rey ideal que reinaría
en justicia cristalizaron en Jesús de Nazaret. Dios siempre
cumple su palabra de una manera en que toma por sorpresa hasta a su
propio pueblo. Sin embargo, en vista de lo que el Antiguo Testamento
dice repetidamente sobre la justicia, los judíos debieron haber
tenido algún atisbo del verdadero carácter del
Mesías. Pero el Jesús Mesías no se parecía
en nada al rey de la imaginación popular judía. El
mensaje y las obras de Jesús no sólo sorprendieron a los
judíos, sino que ofendieron los principios de justicia de ellos.
Lo que Jesús tenía que decir sobre la justicia estaba
materializado en su evangelio acerca del reino de Dios. En el Antiguo
Testamento, el venidero reino de Dios estaba tan caracterizado por la
administración de la justicia divina que el reino de Dios y la
justicia de Dios eran virtualmente sinónimos. Así
ocurría en el mensaje de Jesús (es decir, "Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia". - (Mat. 6:33).
En su enseñanza: "El reino de Dios es como ...", Jesús
debía haber sido interpretado como si hubiese dicho: "La
justicia de Dios es como ...". ¡Cuán sorprendente y hasta
escandalosa parecía ser la justicia de Dios en el mensaje de
Jesús! Es una justicia que se deleita en tener la
compañía de Dios en la gran fiesta del reino con aquellos
a los que la sociedad piadosa ha condenado. mientras la buena gente "de
iglesia" se encuentra fuera, aullando y rechinando los dientes. Es una
justicia que llena al hambriento y envía lejos, vacíos, a
los que están saciados.
La enseñanza de Jesús sobre el reino trastorna las ideas
humanas de justicia. A menos que podamos identificarnos con aquellos
judíos devotos cuyo sentido de justicia se sentía
ofendido por la enseñanza de Jesús, es dudoso que hayamos
entendido el escándalo de la justicia de Dios. En la
parábola del hijo pródigo, por ejemplo, generalmente
satirizamos al hermano mayor como a un individuo autojustificante, que
era tan tonto que no podía pensar derecho. Dejamos de ver que
él representa a la justicia humana de la mejor manera posible, y
parece tener buenas razones para sentirse ofendido. ¿No era el
padre el tonto? El hermano más joven había deshonrado el
nombre de la familia, eludido toda responsabilidad, y abandonado a su
decente hermano mayor. Cuando recibió lo que merecía, no
pudo recibirlo como hombre, sino que vino a casa arrastrándose
con los que parecían motivos muy cuestionables. ¿No
tenía el hermano mayor buenas razones para decir: "Es correcto
ser humanitario. Yo estaría dispuesto a ayudar a este descuidado
a rehabilitarse. Pero es absolutamente escandaloso actuar como si
él fuera alguna especie de héroe. Ya ha recibido y
desperdiciado su parte de la herencia, pero ahora el viejo indulgente
va a darle otra parte de la propiedad. Aparentemente, mi inquebrantable
lealtad y mis años de fiel servicio no valen ni un
pestañeo para él. Está dshaciéndose en
tantas atenciones para con el despilfarrador que su sentido de la
justicia obviamente está prejuiciado. En realidad, está
tan intoxicado de amor hacia su Benjamín que ha abandonado todo
sentido de justicia"? ¿Qué persona decente, que se
respete a sí misma, no cuestionaría la sabiduría y
el sentido de justicia del padre? A menos que podamos identificarnos
con el hermano mayor y nos sintamos escandalizados por el sentido de
justicia del padre, no hemos entendido el mensaje de Jesús.
Jesús entronizó una reino de justicia que es contraria a
la justicia humana. No es una justicia distributiva, que da a la gente
lo que merece. Es una justicia en que se cristaliza la decisión
y el compromiso de Dios de acudir en ayuda de todos los oprimidos. Es
una justicia que cumple el propósito de gracia de Dios - una
justicia que se inclina a favor de los dsgraciados, los destituidos,
los pobres, los necesitados. En resumen, la justicia de Dios es amor en
acción. Por lo tanto, no es ninguna justicia en tensión
con la misericordia, sino justicia expresada en misericordia. No es una
justicia punitiva, sino una justicia que trae salvación a los
que se sientan en el estercolero de la miseria humana. No es una
justicia que augura la condenación y la oscuridad, sino una
justicia que invita a celebrar con cantos, fiestas, y bailes. Son las
"buenas" personas las que no pueden tolerar esta clase de justicia. Por
lo tanto, estas personas se encuentran fuera de la fiesta
escatológica, contemplando con envidia la buena fortuna de
tantos reprobados. Así, la justicia de Dios hace que los
últimos sean los primeros, y que los primeros sean los
últimos. La justicia de Dios sacia al hambriento y envía
vacíos a los que están satisfechos. En el reino en que la
justicia de Dios reina supremamente, no hay ninguna jerarquía de
"encopetados" religiosos. Allí, los más grandes son los
lacayos de todos, y todos trabajan sin pensar en la recompensa porque,
en la bienvenida y la aprobación del Rey, ya han alcanzado el
pináculo del éxito humano.
Las acciones de Jesús escandalizaron el sentido de justicia de
la buena sociedad más de lo que la escandalizaron sus
enseñanzas. Las preferencias sociales de Jesús
parecían inclinadas a favor de la clase equivocada de personas.
Para una figura religiosa pública, esto no era aceptable. Para
un Mesías, era inaudito. Jesús hacía todo lo
posible por mostrar amistad hacia los pobres, los ignorantes, los
enfermos, y los que vivían al margen de la sociedad.
Éstos últimos eran los que vivían fuera de la ley
y eran llamados "pecadores". Incluían a los pastores (cuya
ocupación hacía imposible acatar las reglas
sabáticas), los galileos ignorantes (que no tenían una
adecuada instrucción en la ley), los recaudadores de impuestos
(judíos renegados al servicio de la potencia enemiga), mujeres
de mala reputación, los samaritanos (que no adoraban a Dios en
Jerusalén), y todos los perros gentiles. Debido a que todos
ellos estaban fuera de la ley, eran contados como fuera de la comunidad
de los santos. Jesús salió del campamento (Heb. 13:12,
13) y dio a estos proscritos de la sociedad una bienvenida especial a
su nueva comunidad mesiánica. Les proclamó las buenas
nuevas de que ellos eran los especiales objetos de la justicia de Dios,
que los que estaban privados de la dignidad de los derechos humanos
habrían de recibir la posición más alta en este
naciente reino de Dios. En todo esto, Jesús cumplió las
profecías que hablaban de que el Mesías traería
justicia a los pobres y los oprimidos. Jesús se identificaba tan
plenamente con los suprimidos, los deprimidos, y los oprimidos que
llevó su maldición y experimentó su
rechazo. También supo lo que significa ser privado de la
justicia, como está escrito: "Lo humillaron y no le hicieron
justicia" (Hechos 8:33; véase también Isa. 53:8). En todo
esto, Jesús reveló lo que Dios siempre fue y será
por siempre. Está de parte de todos los desposeídos y los
oprimidos - está tan plenamente de su lado que él mismo
se convirtió en uno de ellos.
Jesús refleja la gran sorpresa del juicio final. Los que se
sentían tan confiados de tener la verdad y de ser los favoritos
de Dios se encuentran ignorados, mientras que los que no podían
levantar sus cabezas a causa de su sentido de indignidad bienvenidos
alegremente por el Jesús Mesías. Seguramente, esto
debería servirnos de advertencia para que no estemos tan
confiados de nuestra corrección. Hay algo en la ortodoxia
religiosa que nos hace insufriblemente arrogantes acerca de nuestra
corrección. Seremos dignos de lástima si somos tan
correctos que no podemos ni siquiera comer en la mesa del Señor
con los que no son tan correctos. Lutero exclamó una vez:
"Ojalá que Dios, en su misericordia, me salve de una iglesia en
que no hay sino santos". Ahora esta oración tiene que ser
revisada para ajustarla a la verdadera situación, porque los
ortodoxos han aprendido que, para ser correcto, uno tiene que confesar
en voz alta que es un pecador indigno. Así que tenemos que orar:
"Ojalá que Dios, en su misericordia, nos salve de una iglesia en
que las personas están confiadas de estar teológicamente
en lo cierto".
La doctrina de la certeza se convierte con demasiada facilidad en
confianza y complacencia de ser los favoritos especiales de Dios.
Cuando este engaño nos domina, nos interesamos más
conservar nuestra posición religiosa especial que en
identificarnos con la misión de Cristo de llevar justicia a
todos los oprimidos. Oh, podemos ofrecer a la gente la dignidad de los
justificados con la condición de que ingresen a nuestros clubes
santos, que en realidad es el "evangelio" de la circuncisión.
Pero la justicia de Dios revelada en su Mesías nos da motivos
para temer a toda nuestra presunción religiosa y, más
bien, hace que oremos para que, misericordiosamente, seamos contados
entre los verdaderamente pobres de espíritu.
Notas y referencias
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son de la Versión Internacional Revisada.
- Sep Anthony Phillips, "profecía y ley", en Richard Coggins.
Anthony Phillips y Michael Knibb. eds. Israel´s Prophetic
Traditions. Essays in Honour of Peter R. Ackroyd (Cambridge: Cambridge
University Press, 1982), pp. 220-224.
- E. R. Achtemeier, art. "Righteousness in the OT." The
Interpreter´s Dictionary of the Bible, ed. George Arthur Buttrick
(Nashville: Abingdon Press. 1962) 4:84.
- La historia de Abraham es parte de lo que los hebreos llamaban la Torah.
- Los Salmos también pueden ser considerados parte de la Torah (véase Juan 10:34).
- Lester J. Kuyper, "Righteousness and Salvation," Scottish Journal of Theology 30, no. 3: 241.
- Véase Stephen Charter Mott. Biblical Ethics and Social Change
(New York: Oxford University Press. 1982) p. 63. Véase
especialmente el n. 6.
- Paul J. and Elizabeth Actemeier. The Old Testament Roots of Our Faith (Philadelphia Fortress Press. 1979), pp. 100-101.
- Este es un antiguo concepto de los autores - revisado en escritos recientes.