EL MUNDO DE ELLEN G. WHITE
Y EL FIN DEL MUNDO
Jonathan Butler
"Cuando el protestantismo extienda
las manos a través del abismo y tome la mano del poder romano, cuando
éste extienda las manos a través del abismo y tome la mano
del espiritismo, cuando, bajo la influencia de esa triple alianza, nuestro
país rechace todos los principios de su Constitución como
un gobierno republicano y protestante, y haga provisiones para la propagación
de los engaños y falsedades del papado, entonces podemos saber que
ha llegado el tiempo para las operaciones extraordinarias de Satanás,
y que el fin está próximo".1
Mientras enseñaba en el Union College, fui invitado
a predicar el sermón del sábado en Marysville, Estado de
Kansas. Preguntando el sábado por la mañana en aquella ciudad
de 3,500 habitantes por la ubicación de la iglesia, fui dirigido
sucesivamente a un Salón del Reino, después a un templo mormón,
y de ahí a un salón de reuniones de la Asamblea de Dios.
En las ciudades norteamericanas más grandes, las personas no son
más conscientes de quiénes somos. ¡Los neoyorkinos,
que en una proporción de uno a veinte han oído hablar de
los Adventistas del Séptimo Día, nos elogiaron por el bello
coro de Salt Lake City! [N.T.: Con esto, el autor indica la confusión
que tienen, pues dicho coro en la referida ciudad es el de los mormones].
Un público que sabe tan poco sobre nuestra identidad difícilmente
se sentirá amenazado por los Adventistas. Donde somos bien conocidos
- generalmente debido a nuestras escuelas u hospitales comunitarios - disfrutamos
de una creciente respetabilidad, y difícilmente seríamos
clasificados como blancos potenciales de una persecución religiosa.
A veces les parece increíble a los Adventistas que sus vecinos norteamericanos
vayan a perseguirlos violentamente hasta las montañas. Y éste
es sólo un aspecto de nuestra escatología.
Como en la escatología de Ellen White el americanismo
encaja fuera de América (toda referencia a América quiere
decir los Estados Unidos de América), ¿de donde salió?
El mundo, lógicamente, incluye ahora mucho más de lo que
abarcaba la "Cristiandad" del tiempo de Ellen White. Incluye a los no occidentales
y los no cristianos. ¿Podemos esperar, solamente como ejemplo, que
el "mundo entero" que se maravillará delante de la bestia del papado
incluya a los chinos maoístas y a los rusos soviéticos? ¿Cómo
pueden los adventistas, equipados con informaciones "secretas" sobre el
desarrollo de una bestia del siglo XIX, detectar e identificar a sus enemigos
del siglo XX con su armamento moderno y más sofisticado?
Dentro de la sociedad norteamericana contemporánea,
el sabadismo simplemente no es un tema de debate nacional que polarice
los principales partidos políticos, como ocurría con el electorado
del siglo XIX. Para la mayoría de los norteamericanos, para no hablar
de los pueblos de otras culturas, el día religioso de descanso realmente
no es en absoluto un tema de preocupación. ¿Cómo,
entonces, puede el sábado del séptimo día convertirse
en la cuestión final de nuestro tiempo, y la base sobre la cual
la humanidad decidirá su destino?
Mucho de la comprensión Adventista del fin del
mundo se deriva de Ellen White. El creciente interés por el análisis
exegético, histórico y teológico de sus escritos señala
el hecho de que ahora sentimos nuestra distancia cultural de la Sra.White,
y de que necesitamos esos temas de la erudición para apreciarla.
En sus bien vividos 87 años (1827-1915), Ellen White virtualmente
personificó el período protestante de la cultura norteamericana,
y sus escritos ofrecen una perspectiva de todas las cuestiones y eventos
relevantes de la época.
Realmente, en el siglo XIX se requería poca fe
en Ellen White como profetisa para creer en el escenario escatológico
de ElConflicto de los Siglos. El libro fue escrito para un público
no Adventista, y muchos de sus argumentos eran familiares para los evangélicos
de esa época. En el siglo XX, se requiere la creencia en Ellen White
como profetisa antes de poder aceptar muchas de las particularidades de
su escatología. Es necesario tomar su palabra para esto - por fe
- de un modo que no era necesario 100 a&nttilde;os atrás.
A semejanza de otros profetas, Ellen White hacía
básicamente comentarios y protestas contemporáneas. Para
Ellen White, profetizar no era tratar de ver el futuro remoto en un globo
de cristal. Su mensaje se revelaba como motivador para tanta gente porque
enfocaba cuestiones y eventos de su época y pronunciaba un juicio
profético sobre ellos. Ella predicaba el fin inminente del mundo
que la rodeaba. El desmoronamiento del protestantismo resultaría
en el Apocalipsis. El fin de su era traería el fin del mundo.2
Así, Ellen White permanece como una figura "del otro mundo" para
nosotros, no sólo por su intensidad espiritual, sino también
porque ella era de la composición de ese otro mundo, la América
Victoriana.3
Lo que a los victorianos les parecía diferente
con respecto a su época era el cambio. Todo período histórico
experimenta cambios, pero los victorianos constituían la primera
generación que los percibía y describía su época
como una era de transición. Las "tinieblas" de la Edad Media habían
sido deshechas. La bestia del Catolicismo Romano había recibido
la "herida mortal" con ocasión de la Revolución Francesa.
Los avances intelectuales y tecnológicos modernos tuvieron un profundo
impacto sobre todos. Esos impresionantes avances eran considerados "señales
de los tiempos", indicando un cambio, no sólo del pasado hacia el
futuro, sino también de este mundo hacia el otro. Así floreció
el milenarismo. En contraste con la frecuente actitud de indiferencia a
los cambios en el siglo XX, los protestantes victorianos, como Ellen White,
interpretaban su tiempo de cambios nada menos que en términos escatológicos.
Los inmensos avances en su mundo señalaban que el mundo estaba a
punto de terminar.
La época de transición produjo dudas e incertidumbre
entre los victorianos. Viejos dogmas eran puestos en duda. La misma idea
de los credos demostró ser impopular para muchos. No obstante, los
victorianos permanecieron confiados en que la "Verdad" podía garantizarse.
La ciencia y la religión eran vistos como un todo armonioso, especialmente
en el período victoriano inicial. La religión verdadera podría
soportar cualquier investigación, incluso el escrutinio de la verdadera
ciencia. Aunque los victorianos descartaban los viejos dogmas como superstición,
todavía creían en absolutos. La línea de fuerte racionalismo
en Ellen White y otros pioneros Adventistas, la seguridad de que la verdad
- la Verdad - podría ser buscada y encontrada, se reveló
como típicamente victoriana, y permanece como legado victoriano
entre los Adventistas hasta nuestros días. En la sociedad en general,
sin embargo, el surgimiento de ciencias como la antropología, la
sociología, y la historia garantizaba la certeza victoriana sobre
la posesión de la "Verdad".
Lo que hizo la América del siglo XIX tan religiosamente
diferente de nuestro tiempo y lugar es el hecho de que entonces todavía
se podía describir como la "América Protestante". En su libro
A
Christian America: Protestant Hopes and Historical Realities [Una América
Cristiana: Esperanzas Protestantes y Realidades Históricas], Robert
Handy registra el esfuerzo de evangélicos para hacer de América
una "nación cristiana", que para ellos significaba una "América
protestante".4 Handy
opina que en un altísimo grado los protestantes realmente alcanzaron
esa meta, y en 1892 la Corte Suprema pudo hablar de América como
una "nación cristiana". Handy continúa argumentando que la
América de la década de los 30 dentró en una era post-protestante.
Bajo una perspectiva diferente, William Clebsch llega
a la misma conclusión.5
Demuestra que la política, la educación, la moralidad y la
nacionalidad norteamericanas eran antes los impulsos religiosos de una
"América sagrada", aunque llegasen a la materialización "fuera
del templo", en el ámbito de una "América profana". Por ejemplo,
lo que acostumbraba ser un sistema de educación pública "protestante",
con el McGuffey Readers como un tipo de catecismo presbiteriano, ahora
funciona como una institución post-protestante. Como profetisa del
siglo XIX, Ellen White presupone la América protestante y sagrada
de su tiempo. En The Great Controversy Between Christ and Satan: The
Conflict of the Ages in the Christian Dispensation, [El Gran Conflicto
Entre Cristo y Satanás: El Conflicto de los Siglos en la Dispensación
Cristiana], ella esbozó el papel de la América Protestante
en una "dispensación cristiana".6
La desoficialización de la religión y la
separación de la Iglesia y el Estado llevó a los protestantes
(en la era evangélica del siglo XIX) a cristianizar la América
mediante la persuasión, antes que por medio de la coerción.
La época posterior a la Guerra Civil no fue solamente un período
de mentalidad defensiva y de reatrincheramiento de los evangélicos
en presencia de la evolución de la alta crítica bíblica
y de cambios sociales e industriales. Los evangélicos también
tomaron la ofensiva en las notables y notorias cruzadas por la observación
del domingo y la Ley Seca (en el original "prohibition" [ley de los años
30 prohibiendo fabricar y vender bebidas alcohólicas en los Estados
Unidos), como el comienzo de su tentativa de cristianizar la civilización
americana. Cuestiones de moralidad personal, tales como la deshonestidad,
las malas palabras, los juegos de azar, el bailar y el fumar, también
preocupaban a las iglesias protestantes. El impresionante éxito
de ese esfuerzo por cristianizar, o realmente convertir en protestante,
la vida americana no fue saludado con entusiasmo por todos. En vista de
que los protestantes estaban comprometidos con el principio de la libertad
religiosa y del método voluntario, no se dieron cuenta de cuán
coercitivo parecía su empeño de convertir a la América
cristiana a los que, como los inmigrantes católicos, no compartían
enteramente sus opiniones. En verdad, los católicos de la época,
y no los Adventistas, eran el verdadero objeto de la intolerancia protestante.
Ellen White veía al Adventismo como un remanente
del protestantismo, un protestantismo no adulterado. En su opinión,
lejos de ser no protestantes, los Adventistas eran super-protestantes.
En los siglos XVIII y XIX, la historia era un vehículo popular para
transmitir ideas teológicas, y Great Controversy
es un ejemplo de ese género. El libro celebraba la concretización
de la separación Estado-Iglesia en América como un legado
del protestantismo, y mostraba una predisposición protestante por
la estricta observancia del sábado, la temperancia, la ley, el orden
y la moralidad. La profetisa adventista discrepaba con los evangélicos
del siglo XIX sobre cuál sábado debía ser observado
estrictamente sólo porque buscaba desarrollar plenamente la lógica
del protestantismo basada en la Biblia. Además, ella protestaba
contra las medidas coercitivas para imponer la observancia del domingo
como un desvío de la libertad religiosa. La escatología de
la Sra. White, por lo tanto, anticipaba que el sueño evangélico
de convertir a América en protestante tendría exito de un
modo opresivo con respecto al llamado sábado [día de reposo]
cristiano. Esa empresa de la América protestante realmente extinguiría
el espíritu del protestantismo en aquella nación y detonaría
el Apocalipsis.
En el siglo XX, entretanto, los cambios en la situación
religiosa convirtieron el esfuerzo para "protestantizar" a América
en una posibilidad más y más remota. En la década
del 30, el esfuerzo voluntario para mantener a América protestante
fracasó, como lo muestra el fracaso de la Ley Seca. El "sistema"
protestante del siglo XIX, que en el mejor de los casos solamente toleraba
grupos minoritarios, conoció una "segunda desoficialización".
El resultado fue el pluralismo religioso de una América protestante-católica-judía,
o un patrón más variado que podría entenderse como
que incluía a los secularistas.
Hay todavía los Don Quijote protestantes, sin
duda, que atacan molinos de viento, y esperan reintroducir el código
y las ceremonias de tiempos más que pasados. Muchos de los problemas
tratados bajo el título de cuestiones del Estado y la Iglesia son
residuos de la América protestante de otros tiempos. Las leyes relativas
al cierre de establecimientos los domingos, por ejemplo, son en gran parte
una herencia de las épocas evangélica y puritana de la historia
americana. La oración y la lectura de la Biblia en escuelas públicas
con base en la filiación religiosa, y otras numerosas cuestiones,
son realmente anacronismos que quedan de una era protestante. Handy escribe:
"Desde 1935, el debate sobre la relación del Estado y la Iglesia
se ha nublado muchas veces por no reconocer claramente que la era protestante
de la historia americana había llegado realmente a su fin. Si algunos
protestantes continúan pensando y trabajando como si la identificación
de su religión y la civilización americana todavía
fuera posibles, o que con un poco más de esfuerzo América
se convertiría en una nación cristiana según sus términos,
se verán seriamente perjudicados en el desempeño de un papel
creativo para el bien humano que un movimiento religioso puede ejercer
en una situación cultural moderna".7
En la medida en que las realidades históricas
apelen a una revisión de las aspiraciones protestantes, también
afectan las preocupaciones Adventistas. Pues si es verdad que los protestantes
no pueden ya esperar "protestantizar" a una América pluralista,
si la legislación dominical como la busca la "derecha" (WASP en
el original, como referencia a "White, Anglo-Saxon Protestant" [protestante
blanco, anglosajón], como se caracteriza el segmento conservador
y de derecha en la sociedad americana) a escala nacional, no es más
probable, decimos, que la Ley Seca nacional, entonces los Adventistas necesitan
comprender su escatología a la luz de nuevas realidades.
Nuestra América pluralista y más secular
simplemente no se entromete en cuestiones teológicas de una América
protestante anterior. "Cada sociedad operante", señala Robin M.
Williams Jr., "tiene en gran medida una religión común. La
posesión de un conjunto común de ideas, rituales y símbolos,
puede proporcionar un sentido supraconfesional de unidad, lo mismo que
en una sociedad llena de conflictos". Williams comenta además que
"los hombres están siempre inclinados a ser intolerantes en cuanto
a la oposición a sus valores centrales definitivos". En la América
del siglo XIX, las cuestiones del día de reposo, juntamente con
la temperancia, la moralidad y un sinnúmero de otras preocupaciones
protestantes, correspondían a la religión americana común".
Y en ese punto es donde los protestantes se inclinaban "a ser intolerantes
en cuanto a la oposición".8
Por otro lado, en el siglo XX, Will Herberg nos dice que
"nadie que conozca algo sobre la situación religiosa de este país
se inclinaría a decir que los americanos son intolerantes de las
creencias, patrones, o enseñanzas de las religiones que reconocen
"oficialmente" como suyas. Los americanos se sienten orgullosos de su tolerancia
en cuestiones de religión: Se espera que las personas 'crean en
Dios'; pero, por otro lado, no se supone que la religión sea una
base para 'la discriminación'".9
En nuestro tiempo, la ideología política contemporánea,
en lugar de la ortodoxia religiosa tradicional, es capaz de envolver los
"valores centrales definitivos" de una persona. Los "herejes" de hoy no
son tanto los grupos religiosos, como los comunistas, los pacifistas, los
grupos étnicos minoritarios o los homosexuales. Los grupos religiosos,
como tales, no son perseguidos como chivos expiatorios, ni siquiera en
tiempo de crisis y desorden nacional. Las preocupaciones religiosas, como
la observancia del día de reposo, no son vistas como vitales para
el destino nacional.
Bien, lo contrario de eso fue casi lo que sucedió
en una América protestante. Josiah Strong, bien conocido congregacionalista
y contemporáneo de la Sra. White, proporciona una visión
sobre el pensamiento de aquella época. Escribió un best-seller
titulado
Our
Country: Its Posible Future and Present Crisis [Nuestro País:
Su Posible Futuro y la Crisis Actual] para recoger fondos en apoyo a la
American Home Missionary Society a la que servía como presidente.10
En el libro, describía la América de mediados del siglo XIX
en una crisis actual. La mayor parte de los peligros que perturbaban a
Strong amenazaban de una manera u otra al protestantismo anglosajón
sobre el que, argumentaba él, se sostiene, no solamente la
esperanza de América, sino también la del mundo. La nueva
inmigración era el gran peligro, porque superpoblaba al país
con católicos, y eso afectaría tanto religiosa como étnicamente
a los fundamentos de la civilización americana. Strong se preocupaba
por la posibilidad de que el Papa llegara a poseer a América y convertirla
en católica. El influjo de inmigrantes católicos abriría
una caja de Pandora de intemperancia, una descuidada observancia del día
de reposo, crecimiento urbano y, entre ex-católicos, el socialismo
y la anarquía.
Strong creía que la vasta acumulación de
riquezas y las resultantes tensiones entre el trabajador y el patrón
causarían un problema adicional. El agotamiento de las tierras públicas
y la desaparición de la América rural lo preocupaban, como
también el modernismo del oeste. Enlazando el destino de América
con el futuro de la civilizacion, declaró: "Mi apelación
no es: Salven a América para beneficio de América, sino:
Salven a América para beneficio del mundo".
Ellen White describió la crisis americana
de modo muy semejante a la de Strong. Según la Sra. White, los norteamericanos
estaban siendo polarizados por las mismas fuerzas que Strong había
identificado en Our Country: Temperantes e intemperantes, capital
y trabajo, habitantes rurales y urbanos, republicanos y anarquistas, católicos
y protestantes. Aunque la Sra. White fuese más pesimista que Strong
- para ella la crisis en los Estados Unidoos auguraba un Apocalipsis inminente
- la profetisa y el líder eclesi&aaacute;stico concordaban en identificar
más ampliamente el destino americano con el destino de la civilización.
En la década de 1880-1890, la Sra. White esperaba salvar a los Estados
Unidos, apenas por un corto tiempo, para beneficio del mundo. Tanto para
Strong como para White, perder el protestantismo o el republicanismo sería
destruir a los Estados Unidos y, en consecuencia, el mundo.
En el mundo de Ellen White y Josiah Strong, la civilización
misma parecía amenazada. En Our Country y Great Controversy,
problemas tales como la anarquía y las revueltas despertaban aprensión.
En 1877, el primer terremoto de desórdenes laborales había
conducido a la violencia entre las masas y al derramamiento de sangre con
la paralización de los ferrocarriles por todo el país. Las
agitaciones laborales continuaron después de la publicación
de estas obras. . . . Hubo varios otros desórdenes al comienzo de
la década que comenzó en 1890. Los inmigrantes, las ciudades,
los monopolios, la pobreza, el alcoholismo y la ilegalidad eran causados
por la precariedad de la civilización americana.11
Ellen White creía que los Diez Mandamientos tenían un efecto
civilizador sobre el mundo. Con la ley de Dios irrespetada, la civilización
daba señales de deterioro. La Biblia sostenía a América
como una nación protestante y republicana, pero con la Biblia bajo
el fuego cerrado de la alta crítica, la nación misma estaba
debilitada, tal como ocurrió en Francia al negar la Biblia y a Dios
durante la Revolución. Así, Ellen White, como Josiah Strong,
identificaba los problemas de la civilización americana como problemas
espirituales.
La solución protestante a los problemas americanos
vino por medio de un tipo de política pietista. Mediante la legislación
política, los protestantes esperaban expulsar los pecados de la
intemperancia y el irrespeto hacia el día de reposo y, por medio
de las escuelas públicas, socializar a los hijos de los "pecadores"
dentro del sistema de valores "justos".12
Según los protestantes, los católicos amenazaban
la civilización americana en dos aspectos: la temperancia y la observancia
del día de reposo. Los trabajadores católicos que bebían
copiosamente de pronto estaban invadiendo la vida urbana americana, con
su permisiva observancia continental del día de reposo, lo que perturbaba
a los protestantes criados en el ideal de la observancia de ese día
al estilo americano. La cruzada protestante para una observancia más
estricta del día de reposo fue un esfuerzo para mantener la línea
puritana dentro del protestantismo, mientras la Ley Seca era una novedad,
una contribución pietista del siglo XIX del protestantismo a la
historia religiosa.
La causa de la temperancia fue promovida a favor de la
civilización americana protestante a despecho de los desafíos
de finales del siglo XIX. "El americano protestante rural, nativo, del
siglo XIX, respetaba los ideales de Temperancia", escribe J. Gusfield.
"Se adhería a una cultura en que el dominio propio, la industriosidad,
y la renuncia al impulso eran elogiados como hechos necesarios. Cualquier
equivocación era una seria amenaza a su sistema de respeto. La sobriedad
era una virtud y, en una comunidad dominada por la clase media protestante,
necesaria para la aceptación social y la autoestima". En las décadas
de 1830 y 1840, la abstinencia se convirtió en "un símbolo
de pertenecer a la clase media y una necesidad para los jóvenes
ambiciosos de altas aspiraciones", declara Gusfield. "Era una de las maneras
en que la sociedad podía distinguir al industrioso del negligente,
al trabajador permanente del que no duraba en un empleo; al deudor digno
de confianza del mal pagador; el americano nativo del inmigrante". A finales
del siglo XIX, las actividades de temperancia estaban entre las maneras
en que la clase media, los Estados Unidos protestantes, reaccionaban a
la aparición de un número mayor de trabajadores católicos
poco privilegiados, de clase social inferior y desempleados en la sociedad.
"La enmienda dieciocho", escribe Gusfield, "fue la culminación de
la lucha para asegurar el dominio público de los antiguos valores
de la clase media. Establece la victoria del protestante sobre el católico,
del habitante rural sobre el urbano, de la tradición sobre la modernidad,
de la clase media sobre los estratos inferiores y también superiores".13
Apoyando agresivamente a las fuerzas de la temperancia,
los Adventistas del Séptimo Día, y Ellen White en particular,
revelaban un fuerte compromiso para con los Estados Unidos protestantes.
En verdad, los Adventistas demostraban su capacidad para superar a los
protestantes en cuestiones de temperancia. Mientras los Adventistas esperaban
que el fracaso de los Estados Unidos protestantes trajera consigo el Armagedón,
hacían lo mejor posible para postergar lo inevitable - otro ejemplo
de la creatividad Adventista para mezclar preocupaciones del presente y
del futuro.
Para Ellen White, dedicada oradora a favor de la temperancia,
la cuestión de la temperancia era vital para el futuro de una América
protestante. Ella escribió: "El honor de Dios, la estabilidad de
la nación, el bienestar de la comunidad, del hogar, y del individuo
requieren que se hagan todos los esfuerzos posibles para despertar a las
personas acerca de los males de la intemperancia. . . . Que la voz de la
nación exija de sus legisladores que pongan un alto a ese comercio
infame".14 Y con los
éxitos de la Ley Seca en el año electoral en 1918, C. S.
Longacre, editor de la Liberty Magazine [Revista Libertad], exclamaba:
"Que la democracia triunfe por todas partes y en todas las cosas referentes
a las relaciones, deberes y obligaciones civiles".15
En el siglo XIX, los protestantes creían
que el día de reposo era un factor aún más importante
que la temperancia para el futuro de la democracia americana. Escribiendo
sobre el día de reposo cristiano en 1834, un profesor universitario
tornó la observancia de ese día como un acto de patriotismo.
"Que todo hombre que se considere patriota y buen miembro de la sociedad
civil guarde su pie de profanar el día de reposo", escribió
John Agnew. Es claro que "el violador del sábado contamina la raíz
de todo lo que es pacífico y ordenado y prepara el camino para la
difusión de la irreligiosidad, la infidelidad y la muerte moral".
Agnew identificó la violación del día de reposo como
un tipo de anarquía: "El hombre que por su ejemplo debilita el prevaleciente
sentido de obligación hacia Dios, y derriba la autoridad de una
institución divina, hace mucho para arruinar a su país, y
es uno de sus peores enemigos". La violación del descanso sabático
"socava los fundamentos del gobierno republicano", y está "poniendo
el hacha a la raíz de las más luminosas esperanzas de la
nación". En resumen, ". . . el gobierno republicano no puede existir
sin la presencia del principio moral asegurado por el día de reposo".16
En la década que se inició en 1860, el historiador
eclesiástico Phillip Schaff comentó la importancia de la
observancia del día de reposo en términos civiles y religiosos.
Típicamente, las leyes azules sobre la observancia del domingo en
el Sur fueron mantenidas sobre una base religiosa, mientras en el Norte
se apoyaban en términos civiles o seculares. Según Schaff,
el día de la observancia era esencial para la moralidad pública
y la preservación del Estado. En esa época, era común
decir que la declinación de la observancia del día de reposo
podía ser responsable de la Guerra Civil.
Los evangélicos tenían la visión
de una civilización cristiana libre, compuesta por una población
culta, industriosa, honesta, obediente a la ley. Un día de reposo
no violado, donde los líderes religiosos protestantes podían
mantener una audiencia americana cautiva, cuando la predicación
y los programas evangélicos podían ser promovidos, parecía
vital como medio de cumplir esa visión cristiana para la sociedad.
En 1888, el año en que El Conflicto de los Siglos se publicó,
el senador H. W. Blair presentó una rigurosa legislación
dominical ante el Congreso, y volvió a presentarla en 1889. Alrededor
de 1900, un clérigo episcopal declaró que "la santidad de
nuestro domingo americano" es el "paladín de nuestras libertades,
nuestros gobiernos, nuestra civilización inglesa".17
Muchos evangélicos estaban bastante dispuestos a depender enteramente
de medios voluntarios para trabajar por una comunidad cristiana que cultivase
el "día de reposo cristiano", pero había una cantidad de personas
que buscaba garantizar el carácter cristiano nacional por medio
de una enmienda a la Constitución. La National Reform Association,
formada en 1864, encabezaba esa causa, y era el movimiento de extrema derecha
que perturbaba particularmente a la Sra. White y a otros adventistas.18
Ellen White compartía la idea evangélica
de que la cuestión del día de reposo era crucial para el
futuro de la civilización. Ella apenas hizo un ajuste en el concepto
declarando que la imposición de legislación con respecto
al día de reposo destruiría a América y a la civilización
en general en lugar de mejorar el mundo. Siguiendo el ejemplo de otros
evangélicos, ella atribuía una significación cósmica
a la cuestión del domingo, pero en un sentido negativo, más
bien que positivo. La verdadera confrontación entre ella y los evangélicos
sobre la cuestión del sábado involucraba el aspecto de si
se protegía a la república americana y a la civilización
angloamericana con un día de reposo nacional o sin él. Nuevamente,
la Sra. White y otros Adventistas esperaban preservar una América
protestante impidiendo la legislación dominical. En 1888 y 1889,
una ansiosa minoría Adventista contribuyó a la derrota de
la propuesta de Blair a fin de impedir una apostasía protestante
y la ruina nacional. Como un pueblo profético, los Adventistas emplearon
su voz para sustentar la república el mayor tiempo posible, ganando
tiempo adicional para predicar el Adventismo por todo el mundo. Paradójicamente,
ellos deseaban retardar el fin predicando que el fin estaba próximo.
Volviendo al siglo XIX, vemos los defensores protestantes
de una América sagrada identificando un problema espiritual - o
sea, la violación del sábado - como el gran peso de la civilización
americana. En ese contexto, no era tan improbable para la Sra. White prever
que los observadores del séptimo día serían "denunciados
como enemigos de la ley y del orden, como violadores de las restricciones
morales de la sociedad, causantes de la anarquía y la corrupción,
y que atraían los juicios de Dios sobre la Tierra".18
Reflejando el pensamiento de sus contemporáneos sobre el día
de reposo, la Sra. White escribió: "Se declararará que los
hombres ofenden a Dios violando el domingo; que este pecado ha traído
calamidades que no cesarán hasta que la observancia del domingo
se imponga estrictamente, y que los que presentan las exigencias del cuarto
mandamiento, destruyendo así la reverencia por el domingo, son perturbadores
del pueblo, impidiendo su restauración al divino favor y a la prosperidad
temporal".19
La Sra. White proporcionó evidencia adicional de
que era parte de una América sagrada el hecho de que hasta podía
acusar a una minoría religiosa de causar catástrofes naturales.
"Hay calamidades en la tierra y el mar", escribió ella, "y tales
calamidades van a aumentar, un desastre siguiendo a otro; y el pequeño
grupo de concienzudos observadores del sábado será señalado
como el de los que están atrayendo la ira de Dios sobre el mundo
por su falta de respeto al domingo".20
Ellen White dio numerosas pistas sobre el hecho de que
estaba atestiguando la destrucción de los Estados Unidos protestantes.
La emulación del catolicismo por parte de los Estados Unidos protestantes
y la renuncia protestante a su anterior actitud anticatólica incomodaban
a la Sra. White.21
En 1870, se erigió un monumento de historia interconfesional con
la publicación de The Church Idea, [El Concepto de Iglesia],
por William R. Huntington, un espiscopal, estableciendo una posible base
para la unidad cristiana. Mientras las primeras visiones de la América
de la unidad eclesiástica generalmente excluían a los católicos,
durante la década que se inició en 1880 católicos
como el cardenal Gibbons apoyaban a los protestantes acerca de la legislación
dominical. Apoyar las leyes dominicales ayudaba a los trabajadores católicos
y revelaba a los protestantes que los católicos podrían americanizarse
tan bien como cualesquiera otros.22
Escribiendo para sus contemporáneos, entonces,
en el tiempo presente, la profetisa dice: "En los movimientos ahora en
progreso en los Estados Unidos para asegurar a las instituciones y a la
iglesia el apoyo del Estado, los protestantes están siguiendo los
pasos de los papistas. Están ya abriendo la puerta para que el papado
reconquiste en los Estados Unidos protestantes la supremacía que
perdió en el Viejo Mundo".23
O, nuevamente, la Sra. White, escribió: "Desde mediados del siglo
XIX, los estudiantes de las profecías en los Estados Unidos presentaron
su testimonio al mundo. En los eventos que están teniendo
lugar ahora se ve el rápido progreso en dirección del cumplimiento
de la predicción".24
Pero, hablando genéricamente, ella escribió que el "romanismo
es ahora considerado por los protestantes con gran favor, más que
en años anteriores".25
Aquí el movimento anglocatólico de Oxford, que afirmaba el
ritual dentro del anglicanismo, ofrece una ilustración. Ella continuó:
"Por años, ha habido en las iglesias de confesión protestante
un fuerte y creciente sentimiento en favor de una unión basada en
puntos comunes de doctrina". Entonces, declaró finalmente: "Los
Estados Unidos protestantes habrá formado una imagen de la jerarquía
romana, y de eso resultará inevitablemente la aplicación
de penas civiles a los disidentes".26
No solamente los católicos y los protestantes
se estaban fusionando a expensas de la minoría Adventista, sino
que otra fuerza también surgía en el horizonte religioso
- el espiritismo. Desde el período en que las hermanas Fox llegaron
a Nueva York en 1850, el espiritismo desfrutó un éxito fenomenal
en América. En 1870, había alcanzado su auge, y ciertamente
podría haberse considerado como la tercera fuerza en la cristianidad.
En muchos casos, los espiritistas afirman que son cristianos, como la Sra.
White indicó en referencia a su "cristianismo nominal". Pero la
profetisa criticó el espiritismo por ser no protestante y no bíblico.
Su uso de la creencia en la inmortalidad del alma contribuía a la
conspiración escatológica final.
La supuesta conspiración de católicos, protestantes
y espiritistas que Ellen White denunciaba a la vuelta del siglo XIX pronto
se disipó. En 1895, el papa prohibió la participación
de católicos norteamericanos en congresos interconfesionales, y
después de 1900, habló contra ese tipo de actividad llamándolo
"modernismo". Durante las décadas siguientes, el catolicismo se
expresaría en términos de ortodoxia tradicional, y los tipos
"americanistas" e interconfesionales se eximirían de las actividades
que tanto habían alarmado a la Sra. White antes de 1895.28
El espiritismo, por su parte, experimentaba una decadencia anterior a los
gestos interconfesionales católico-protestantes. A mediados de la
década del 70, en el siglo pasado, los espiritistas habían
fracasado claramente en su intento de obtener el respaldo de la comunidad
científica, tan necesario a su tentativa de convertir a la religión
en una ciencia empírica. Los clérigos liberales todavía
apoyaban al espiritismo en la pasada década de 90. Los grupos espiritistas
no redujeron necesariamente sus filas. La oposición eclesiástica
al espiritismo continuó tomando eso en serio hasta el final del
siglo. Pero R. Laurence Moore, el más reciente historiador del espiritismo,
llegó a la conclusión de que la "'filosofia espiritista'
dejó de ejercer influencia significativa sobre el pensamiento religioso
americano a la vuelta de 1875'".29
El ecumenismo del siglo XX ciertamente no incluyó al sucesor del
espiritismo victoriano, la parapsicología. El fenómeno del
ocultismo en nuestra era, que es un desvío del espiritismo o la
parapsicología en su postura anticientífica, más bien
que pseudocientífica, debe ser etiquetado como post-cristiano y,
rara vez, como "cristianismo nominal", si es que lo es en algún
momento.
En la década de los 80 del siglo pasado, sin embargo,
todavía era posible para Ellen White pronosticar que: "Cuando el
protestantismo extienda la mano por encima del abismo para tomar la mano
del poder romano, cuando éste extienda la mano por encima del abismo
para tomar la mano del espiritismo, cuando bajo la influencia de esa triple
unión, nuestro país repudie todo principio de la Constitución
como un gobierno protestante y republicano, y prepare el terreno para la
propagación de las falsedades y engaños papales, podremos
entonces saber que ha llegado el momento para la maravillosa operación
de Satanás, y que el fin está próximo".30
Por cierto, este testimonio era verdad "presente" para cualquer Adventista
en aquella década, pues el fin parecía muy cercano. Ciertamente,
su escatología incluía los tiempos verbales futuro y presente,
pero el futuro involucrado era el futuro inmediato. Sus predicciones parecían
proyeciones en una pantalla que apenas ampliaban, dramatizaban, e intensificaban
las escenas de su mundo contemporáneo. La propia Sra. White era
una protestante americana. Su biografía sintetizaba la era protestante
americana. Desde sus primeros tiempos como metodista en Nueva Inglaterra,
invirtió sus considerables energías en las preocupaciones
protestantes del milenarismo, el sabadismo, el anticatolicismo, el anti-esclavismo,
la temperancia y la educación. Cuando ese mundo protestante comenzó
a caer, ella testificó alarmada. Veía a la América
victoriana protestante declinando en vista de los cambios religiosos, étnicos,
sociales e intelectuales. Su escatología era la de su mundo.
Con la América victoriana protestante en
proceso de desaparecer, la Sra. White preservó en la comunidad Adventista
muchos aspectos de su mundo. A. C. Wallace definió un grupo milenarista
como "un esfuerzo organizado y deliberado por parte de miembros de una
sociedad para construir una cultura más satisfactoria".31
Las creencias y actitudes Adventistas sobre la Segunda Venida, el sábado,
la salud, la educación, la asistencia social, la iglesia y el estado,
las relaciones laborales, y la vida en las ciudades muestran que el Adventismo
es una subcultura victoriana protestante mantenida así mucho después
de que la sociedad que la rodeaba había desaparecido. En el siglo
XX, por lo tanto, los Adventistas del Séptimo Día forman
una "minoría cognoscitiva" que se apega a una cosmovisión
anterior en un mundo nuevo, más secular y pluralista.32
Nada tiene mayor peso para tal característica Adventista en esta
nueva era que el continuo impacto de Ellen White sobre los Adventistas
del Séptimo Día. De esa manera, si la América victoriana
protestante terminó, los Adventistas continúan ilustrando
la impresionante vitalidad y el significado humano del sábado. De
una generación a otra, las profecías particulares pueden
fallar o revelarse como condicionales, pero el apocalipticismo no es un
error si continúa propiciando una cosmovisión para los que
viven en la nueva generación. Lo que sugerimos aquí, a un
nivel teórico, es lo que muchos evangelistas Adventistas ya practican
al reescribir continuamente sus sermones sobre "los últimos días".
Perder el sentido de inminencia de Ellen White es perder
la esencia del mensaje Adventista. Se oye el argumento de que unos Estados
Unidos protestantes ya no se mueven amenazadoramente sobre nosotros como
en la década de 1880-1890, ni parecen amenazados los adventistas
como una minoría religiosa de la manera en que sucedía hace
un siglo, pero, concebiblemente, esto podría ocurrir en alguna
ocasión en el futuro. Con esto en mente, me parece que se abandona
el sine qua non
del apocalipticismo - un sentido de ahora. Al insistir
solamente sobre las "señales de los tiempos" de un Adventismo anterior,
se puede realmente debilitar la creencia en el fin inminente en nuestra
época (se piensa en aquellos Adventistas flojos que planean regresar
a la iglesia cuando una ley dominical llegue a la sala de debates del Congreso).
Si un mensaje con la intención de inspirar urgencia ahora realmente
estimula el letargo, el ingrediente esencial del apocalipticismo se pierde
de vista. La persecución contra los Adventistas en el Sur (el autor
se refiere a un episodio aislado en el que los Adventistas fueron en esa
época puestos en prisión en el estado de Tennessee por lo
que se consideró irrespeto a una ley dominical local) debido a la
cuestión dominical y a la ley del senador Blair en el Congreso en
la década de 1880 debe continuar teniendo aplicación, pues
dondequiera que la dignidad humana sea perjudicada, allí se viola
el significado del día de reposo. Dondequiera que la libertad religiosa
sea negada, allí el sábado es eliminado de la existencia
semanal del hombre. En este sentido, el destino espiritual de la humanidad
permanece unido a la democracia. Pues, sin dignidad humana, sin libertad,
en otras palabras, sin el sentido del sábado, el hombre afronta
el más orwelliano de los futuros.
Después de la entrevista de Solzhenistsyn por la
BBC en marzo de 1976 sobre totalitarismo y un occidente debilitado y vulnerable,
William F. Buckley Jr. hizo la pregunta de que ". . . si de hecho se proyectara
la tecnología del totalitarismo según el mismo gráfico
que se ha seguido durante el siglo pasado, ¿sería previsible
que de la misma manera ocurriera un fenómeno como Solzhenitsyn entre
10 y 15 años a partir de ahora?" Malcolm Muggeridge no estuvo de
acuerdo, y dijo que el hecho de existir ahora demuestra que "la tecnología
nunca podrá dominar totalmente al hombre". Y agregó: "Si
usted cubre la tierra de concreto, habrá todavía una grieta
en ese concreto, y de esa grieta algo brotará". 35
A eso podría añadirse que el totalitarismo es el "concreto"
contra el cual se han manifiestado los apocalipticistas, desde el apóstol
Juan hasta Ellen White. El "algo" que crece de esa grieta es el sentido
del sábado.
El fin de la democracia en su más verdadero
sentido es lo que preocupa - y llena de expectativas - a los adventistas.
Ellen White interpretó los peligros que amenazaban a la democracia
en términos anticatólicos. En el Tercer Mundo, los adventistas
de América Latina leen ahora
El Conflicto de los Siglos
como si fuese el diario matinal (el artículo fue escrito cuando
las dictaduras imperaban en el territorio latinoamericano, hecho ya superado
pero que podría aplicarse tal vez parcialmente al África
contemporánea). Las agitaciones culturales y los cambios en esas
naciones en desarrollo, la presencia dominante de la Iglesia Católica,
recuerda la experiencia americana del siglo XIX a la que Ellen White se
dirigía. Sin embargo, los más feroces enemigos de la democracia
son el totalitarismo de la derecha o de la izquierda política. ¡Cuán
trágico es que los Adventistas del Séptimo Día en
Alemania por la década de 1930 identificasen solamente al catolicismo
con la bestia e ignorasen o apoyasen al nazismo! 36
La
historia de la interpretación profética protestante ha cambiado
de una estructura anticatólica a una anticomunista en el siglo XX,
y con eso Hal Lindsay inspira a su audiencia contemporánea. En realidad,
George MacCready Price, en su último libro, The Time of the End
[El
Tiempo del Fin], habla en ese sentido para un auditorio Adventista.37
Desde
esa perspectiva, la bestia de la persecución puede no ser la América
protestante [WASP], sino la Unión Soviética o el Mozambique
marxista, o tal vez puede incluir a todos los tres.
En conclusión, Great Controversy interpretó la historia como una batalla cósmica entre Dios
y Satanás, el bien y el mal, que revelaría por fin las "Buenas
Nuevas" sobre Dios. Ella estaba preocupada por la historia sólo
en cuanto ella iluminaba el drama espiritual de la "meta-historia" (según
Berdyaev). En todas las épocas de la historia, "el gran conflicto"
tuvo lugar en su propia manera particular. De una era a la siguiente, hay
continuidad en la lucha histórica o no hay semejanzas. En el tiempo
de la Sra.White, la polarización entre el bien y el mal ocurrió
con su propia singularidad, y la profetisa señaló con gran
especificidad la naturaleza de la lucha. Lo que importa ahora es que el
evangelio sea comunicado con un grado semejante de aplicabilidad a nuestro
tiempo. Sólo si estos tiempos fueran abordados con el mensaje, Cristo
propiciará una respuesta a nuestros problemas. El comunismo, las
armas nucleares, el racionamiento de la energía o los desórdenes
ecológicos pueden estar entre las "bestias" y "las señales"
no anticipadas por la Sra. White y otros pioneros Adventistas. Un mensaje
profético para los que están cerca del fin del mundo debe
envolver solamente esto - el mundo y no simplemente los Estados Unidos
y el Occidente. Y cuestiones como el ecumenismo, o la observancia del sábado,
deben ser consideradas a la luz de esos tiempos post-protestantes y post-cristianos.
El título de nuestra discusión conduce a
un doble sentido: Cuando la Sra. White proclamaba el fin del mundo, se
refería al fin de su mundo. Una vez que Ellen White propició
una perspectiva escatológica para su propio tiempo, en su espíritu,
nos toca propiciar una para el nuestro.
NOTAS Y REFERENCIAS
1. Ellen G. White, Testimonies for the Church
(Mountain View,
Cal.: Pacific Press Publishing Asociation, 1948), V, 451.
2. Ver una discusión más completa de este punto en Jonathan
Butler, "When Prophecy Fails: The Validity of Apocalypticism",
Spectrum,
Vol. 8, pp. 7-14. En este sentido, tengo reservas al tratado publicado
por el White Estate titulado "Forecast and Fulfillment: Ellen G. White
Prophecies Fulfilling in the 1970s". En la mayoría de los casos,
las citas de la Sra. White no tenían absolutamente la intencion
de predecir, sino que eran comentarios según la cultura contemporánea,
frecuentemente en el tiempo presente. Ciertamente, hay paralelos entre
la situación de ella y la nuestra, pero señalar esos paralelos
no ilustra predicciones proféticas "cumplidas en los años
de la década de 70".
3. Para una caracterización clásica del victorianismo,
ver Walter E. Houghton, The Victorian Frame of Mind, 1830-1870 (New
Haven: Yale University Press, 1957). Para un estudio más recente,
ver Ann Douglas, The Feminization of American Culture
(New
York: Alfred A. Knopf, 1977).
4. Handy, A Christian America (London: Oxford University
Press, 1971).
5. From Sacred to Profane America: The Role of Religion in American
History (New York: Harper and Row, 1968).
6. The Great Controversy (Mountain View, Cal.: Pacific Press
Publishing Asociation, 1888).
7. A Christian America, p. 5.
8. Citado en Will Herberg, Protestant-Catholic-Jew: An Esay in American
Religious Sociology, Anchor Books, rev. Ed., 1960 (Garden City. N.Y.:
Doubleday, 1955), p. 74.
9. Ibid.
10. Strong, Our Country (New York: Baker and Taylor, 1885).
11. Ver Henry F. May, Protestant Churches and Industrial America
(New
York: Harper, 1949).
12. Según recentes relatos cuantitativos, había factores
étnicos y religiosos sobresalientes en la política americana
del siglo XIX, pasando en medio de clanes y categorías profesionales.
Ver el seguiente: Ronald P. Formisano, The Birth of Mass Political Parties:
Michigan 1827-1861. (Princeton: Princeton University Press, 1971); Michael
Fitzgibbon Holt, Forging a Majority: The Formation of the Republican
Party in Pittsburgh, 1848-1860 (New Haven: Yale University Pres, 1969);
Richard Jensen, The Winning of the Midwest: Social and Political Conflict,
1888-1896 (Chicago: The University of Chicago Pres, 1871); Paul Kleppner,
The
Cross of Culture: A Social Analysis of Midwestern Politics 1850-1900
(New
York: The Free Pres, 1970).
13. Symbolic Crusade: Status Politics and the American Temperance
Movement, edición brochura, 1972 (Urbana: University of Illinois
Pres, 1963), pp. 4, 5, 7.
14. The Ministry of Healing (Mountain View, Calif.: Pacific Press
Publishing Association, 1905), p. 305.
15. Liberty, 13 (Primer Trimestre, 1918), p. 23.
16. A Manual on the Christian Sabbath, Embracing a Consideration
of Its Perpetual Obligation, Change of Day, Utility, and Duties (Philadelphia:
Key & Biddle, 1834), pp. 134-137, énfasis del autor.
17. Citado en A Christian América, p. 147.
18. The Great Controversy, p. 592.
19. Ibid., p. 590.
20. Advent Review and Sabbath Herald, 61 (18 de marzo de 1884),
177.
21. La propia Ellen White se concentró más en los errores
del Papa que en el catolicismo en general. La "Bula de Errores" del Papa
en 1864 y el dogma de la infalibilidad papal en 1870 hacía mucho
tiempo que había perturbado su sensibilidad. Ver su capítulo
sobre "Aims of the Papacy" [Objetivos del Papado] en The Great Controversy,
pp. 563-81.
22. Francis P. Wisenburger, Ordeal of Faith: The Crisis of Church-Going
America, 1865-1900 (New York: Philosophical Library, 1959).
23. The Great Controversy, p. 573, mi énfasis.
24. Ibid., p. 579, mi énfasis.
25. Ibid., p. 563.
26. Ibid., pp. 444-445.
27. Laurance Moore, "Spiritualism", in Edwin S. Gaustad, ed., The
Rise of Adventism: Religion and Society in Mid-Nineteenth Century America
(N.Y.:
Harper & Row, Publishers, 1974), pp. 79-103; Ver también, de
Moore,
In Search of White Cows: Spiritualism, Parapsychology and American
Culture (N.Y.: Oxford University Pres, 1977).
28. Wisenberger, Ordeal of Faith, p. 209.
29. The Rise of Adventism, p. 100.
30. Testimonies for the Church (Mountain View, Cal.: Pacific
Pres Publishing Asociation, 1948), V, 451, mi énfasis.
31. "Revitalization Movements", American Anthropologist, 58 (1956),
265.
32. Para el desenvolvimiento de este útil concepto, ver Peter
L. Berger, The Sacred Canopy: Elements of a Sociological Theory of Religion,
Anchor Books edition, 1969 (Garden City, N.Y.: Doubleday & Company,
Inc., 1967).
33. Jonathan Butler, "Adventism and the American Experience", in Gaustad,
ed., The Rise of Adventism, pp. 184, 193s.
34. The Puritan Way of Death: A Study in Religion, Culture, and Social
Change (N.Y.: Oxford University Pres, 1977), p. 137.
35. "Firing Line", transcripción del programa de televisión
en la PBS, 27 de marzo de 1976 (Publicado por la Southern Educational Communications
Asociation), p. 10.
36. Ver Erwin Sicher, "Seventh-day Adventist Publications and the Nazi
Temptation", Spectrum. vol. 8, pp. 11-24.
37. The Time of the End (Nashville, Tenn.: Southern Publishing
Association, 1967). Me siento un poco incómodo con algunas implicaciones
políticas de derecha en la escatología de Price.
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