LA GRAN
TRIBULACIÓN
David Chilton
Dominion Press
Fort Worth, Texas
Copyright © 1987 Dominion Press
ISBN 0-930462 55-6
CAPÍTULO 6
LOS CUATRO JINETES
Ahora vamos a considerar la ruptura de
los siete sellos del libro (seis de los sellos son rotos en Apocalipsis
6; el séptimo sello es roto en 8:1, y está conectado con
las siete trompetas). En el capítulo anterior, vimos que el
libro representa el documento de tratado del nuevo pacto, cuya apertura
resultará en la destrucción del Israel apóstata.
Entonces, ¿qué representa
la ruptura de los sellos? Algunos han pensado que esto significa una
lectura cronológica a través del libro, y que los eventos
presentados están en orden recto, histórico. Esto es
improbable por dos razones. Primera, los sellos parecen estar en
el borde exterior del libro (que está en forma de
un rollo): uno no puede realmente comenzar a leer el libro sino hasta
que los sellos son rotos. El séptimo sello, que consiste de un
llamado a la acción haciendo sonar las siete trompetas, en
realidad abre el libro para que podamos leer su contenido.
Segunda, una lectura cuidadosa de los sucesos mostrados por cada sello
revela que no están listados en orden cronológico.
Por ejemplo, en el quinto sello - después de todos los estragos
causados por los cuatro jinetes - a los mártires que piden el
juicio se les dice que esperen. Pero el juicio es derramado
inmediatamente en el sexto sello, la creación entera es "partida
de arriba abajo". Pero, después de todo esto, Dios manda a los
ángeles que retengan el juicio hasta que los siervos de Dios
sean protegidos (7:3). Obviamente, no se quiere decir que los sellos
representen una cronología progresiva. Es más probable
que revelen las ideas principales del contenido dle libro, los temas de
mayor importancia de los juicios que vinieron sobre Israel durante los
últimos días, entre el 30-70 d. C.
Varios comentaristas han observado la estrecha similitud estructural
entre los seis sellos de este capítulo y los eventos del llamado
pequeño Apocalipsis - el discurso de Jesús
registrado en Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21 - que, como ya hemos
visto, predice la caída de Jerusalén en 70 d. C.
(véanse los capítulos 1 y 2, arriba). Como demuestran los
bosquejos que siguen más abajo, todos estos pasajes tratan
esencialmente de los mismos temas básicos:
Apocalipsis 6
1. Guerra (vv. 1-2)
2. Contiendas internacionales (vv. 3-4)
3. Hambruna (vv. 5-6)
4. Pestilencias (vv. 7-8)
5. Persecución (vv. 9-11)
6. Terremotos; de-creación (vv.
12-17)
Mateo 24
1. Guerras (v. 6)
2. Contiendas internacionales (v. 7a)
3. Hambrunas (v. 7b)
4. Terremotos (v. 7c)
5. Persecuciones (vv. 9-13)
6. De-creación (vv. 15-31)
Marcos 13
1. Guerras (v. 7)
2. Contiendas internacionales (v. 8a)
3. Terremotos (v. 8b)
4. Hambrunas (v. 8c)
5. Persecuciones (vv. 9-13)
6. De-creación (vv. 14-27)
Lucas 21
1. Guerras (v. 9)
2. Contiendas internacionales (v. 10)
3. Terremotos (v. 11a)
4. Plagas y hambrunas (v. 11b)
5. Persecución (vv. 12-19)
6. De-creación (vv. 20-27)
Esto revela gran percepción de los comentaristas. Sin embargo,
lo que es asombroso es que muchos de ellos no echan de ver el
propósito de Juan al presentar el mismo material que Mateo,
Marcos, y Lucas: profetizar los eventos que conducen a la
destrucción de Jerusalén. Aunque todos ellos admiten que
el pequeño Apocalipsis es una profecía
contra Israel (ver Mateo 23:29-39; 24:1-2, 15-16, 34; Marcos 13:2, 14,
30; Lucas 21:5-6, 20-24, 32), pocos parecen poder ver la
conexión obvia: ¡el gran Apocalipsis (el
libro de Apocalipsis) es una profecía contra Israel
también!
EL FONDO
BÍBLICO DE LOS JINETES
El pasaje central
del Antiguo Testamento tras las imágenes de los "cuatro jinetes
del Apocalipsis" es Zacarías 6:1-7, que presenta los cuatro
vientos como los carruajes de Dios conducidos por sus agentes, que van
de aquí para allá y de allá para acá
patrullando la tierra. Después de imitar la acción del
Dspíritu (véase Apocalipsis 5:6), ellos son el medio que
Dios usa para controlar la historia (véase Apocalipsis 7:1,
donde los cuatro vientos se identifican con, y son controlados por, los
ángeles; véase también Salmos 18:10, donde las
"alas del viento" están conectadas con los "querubines". El
simbolismo bíblico considera la tierra (especialmente la tierra
de Israel) como el altar de cuatro cuernos de Dios, por esto representa
cuádruples juicios abarcantes y nacionales. Por consiguiente,
los jinetes nos muestran los medios que Dios usa para controlar y traer
juicios sobre la desobediente nación de Israel. En particular,
los jinetes representan simbólicamente las grandes devastaciones
que Jesús predijo que vendrían sobre Israel en los
últimos días de la era del pacto antiguo, devastaciones
que condujeron a la destrucción de Jerusalén y el templo
(Mateo 24).
Tan importante como Zacarías en el fondo de este pasaje es la
oración de Habacuc (Habacuc 3), la lectura tradicional en la
sinagoga para el día de Pentecostés. En la
oración, el profeta relata una visión de Dios viniendo en
juicio, brillando como el sol, centelleando con relámpagos
(Habacuc 3:3-4; véase Apocalipsis 1:16; 4:5), trayendo
pestilencia y plagas (Habacuc 3:5; Apocalipsis 6:8), haciendo
añicos las montañas y derrumbando las colinas (Habacuc
3:6, 10; Apocalipsis 6:14), cabalgando en caballos contra sus enemigos
(Habacuc 3:8, 15; Apocalipsis 6:2, 4-5, 8), extinguiendo el sol y la
luna (Habacuc 3:11; Apocalipsis 6:12-13) y pisoteando las naciones en
su furia (Habacuc 3:12; Apocalipsis 6:15). Habacuc interpreta
claramente sus imágenes como profecía de la
invasión militar de Judá por los caldeos, los
instrumentos paganos de la ira divina (Habacuc 3:16; véase
1:5-17). Con imágenes similares, Juan presenta la
destrucción de Israel a manos de los invasores ejércitos
edomitas y romanos.
EL CABALLO
BLANCO
Como lo hicieron
los mensajes, el libro de las visiones comienza con Cristo
sosteniendo un racimo de siete en la mano. Cuando el Cordero rompe cada
uno de los siete sellos, Juan oye decir a uno de los cuatro seres
vivientes como con voz de trueno: "¡Ven!". Esto no una
instrucción para Juan de que "ven y ve". Es más bien que
cada uno de los seres vivientes llama a uno de los cuatro jinetes. Los
cuatro rincones de la tierra, por decirlo así, de pie alrededor
del altar, están pidiendo que vengan los justos juicios de Dios
y destruyan a los impíos - tal como el característico
clamor de juicio y salvación de la iglesia
apostólica era ¡Maranata! ¡Ven,
Señor! - y traigan ¡Anatema!
(los documentos de los primeros cristianos indican que esta frase de 1
Corintios 16:22 se repitió por décadas en la
oración final de cada servicio de culto en la iglesia antes de
la caída de Jerusalén).
Cuando el primer ser viviente llama, Juan ve un caballo blanco, su
jinete armado para el combate, llevando un arco. El jinete ya es
vencedor,
porque se le dio una corona. Sigue cabalgando para lograr más
victorias, y sale "venciendo, y para vencer". Asombrosamente, una
interpretación popular en algunos círculos asegura que
este jinete sobre el caballo blanco es el anticristo. Mostrando
dónde está su fe, un escritor anda todo el camino y
declara que el anticristo es "¡la única persona que podría llevar a cabo todas estas hazañas"!.
Pero hay varios puntos sobre este jinete que demuestran de manera
concluyente que no puede ser otro que el Seór Jesucristo.
Primero, cabalga en un caballo blanco, como lo hace
Jesús en Apocalipsis 19:11-16. Segunda, lleva un arco.
Como hemos visto, el pasaje de Habacuc que forma la base de Apocalipsis
6 muestra al Señor como el Rey-Guerrero que lleva un arco
(Habacuc 3:9, n). Juan también apela aquí a Salmos 45,
una de las grandes profecías de la victoria de Cristo sobre sus
enemigos, en la cual el salmista gozosamente le llama mientras cabalga
conquistando y a conquistar:
Ciñe tu espada sobre
el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad. En tu gloria
sé prosperado, cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de
justicia, y tu diestra te enseñará cosas terribles. Tus
saetas agudas, con que caerán pueblos debajo de ti,
penetrarán en el corazón de los enemigos del rey (Salmos
45:3-5).
En este punto, tenemos que hacer una
pregunta más bien obvia, tan obvia que estamos propensos a
pasarla por alto por completo: ¿Dónde obtuvo Cristo el
arco?" Como es habitual, la respuesta comienza en Génesis.
Cuando Dios hizo el pacto con Noé, declaró que ya no
estaba más en guerra con la tierra, a causa del "olor grato" del
sacrificio (Génesis 8:20-21); y como evidencia de de esto,
destensó su arco y lo colgó "en la nube" para que todos
lo viesen (Génesis 9:13-17). Más tarde, cuando Ezequiel
fue "arrebatado" hasta el salón del trono en la cúspide
de la nube de gloria, vio el arco colgando sobre el trono (Ezequiel
1:26-28); y todavía estaba allí cuando Juan
ascendió al cielo (Apocalipsis 4:3.) Pero, cuando el Cordero se
adelantó a recibir el libro de la mano de su Padre,
también extendió la mano y tomó el arco, para
usarlo en juicio contra los apóstatas de Israel. Para los que
"continúan pecando voluntariamente después de recibir el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el
pecado, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de
fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola ley de
Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos muere
irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis
que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo:
Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el
Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!" (Hebreos
10:26-31). Era, pues, necesario que el primer jinete fuera visto
llevando el arco de la venganza de Dios, para significar el
desatamiento de la maldición sobre la tierra de Israel; para
estos apóstatas, el pacto de Noé queda deshecho.
Los primeros lectores de Juan habrían reconocido inmediatamente
esta referencia a este jinete con el arco a Jesucristo,
basándose en lo que ya hemos visto. Pero, tercero, existe el
hecho de que al jinete se le da una corona, y esto
también concuerda con lo que sabemos sobre Cristo por
Apocalipsis (14:14; 19:11-13). Esta palabra griega para corona
(stephanos) se usa siete veces en Apocalipsis para referirse a
Cristo y a su pueblo (2:10; 3:11; 4:4, 10; 6:2; 12:1; 14:14).
Sin embargo, el punto cuarto y final debería hacer de esta
interpretación algo completamente seguro: el jinete sale a conquistar.
Esta es la misma palabra griega que se usa en las cartas a las siete
iglesias para vencer o conquistar (véase Apocalipsis
2:7, 11, 17, 26; Consideremos cómo Apocalipsis ha usado esta
palabra hasta este punto:
Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono (3:21).
El León de la tribu
de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro
(5:5).
Y miré, y he
aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un
arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer
(6:2).
Es Cristo el Conquistador por
excelencia. Todos los eventos de la historia están bajo su
dominio, y es enteramente apropiado que Él sea el representado
aquí como el que encabeza los juicios de Dios. Él es el
centro de la historia, y es él quien trae juicios sobre la
tierra. El hecho de que abriera el nuevo pacto garantizó la
caída de Israel; así como conquistó para abrir el
libro, cabalgó en victoria para implementar el significado del
libro en la historia. Cabalgó en la resurrección y la
ascensión como el ya victorioso Rey, conquistando y para
conquistar, extendiendo las aplicaciones de su victoria definitiva, de
una vez por todas, por toda la tierra. Y deberíamos tomar nota
especial de los terribles juicios que van tras él. Los jinetes
representan las fuerzas que Dios usa siempre para quebrantar naciones
desobedientes, y ahora ellas se vuelven contra su pueblo del pacto. Por
supuesto, lo mismo ocurre en el caso de todos los hombres y todas las
naciones. Todos los intentos por encontrar la paz y la seguridad aparte
de Jesucristo están condenados al fracaso. La nación que
no se incline será aplastada por sus ejércitos, por las
fuerzas históricas que están constantemente a su absoluta
disposición.
Hay diferencias entre esta visión de Cristo y la de Apocalipsis
19. La principal razón de esto es que, en el capítulo 19,
Cristo es visto con una espada que procede de su boca, y la
visión simboliza su conquista de las naciones con el evangelio
después del 70 d. C. Pero eso no se ve durante la ruptura de los
sellos. Aquí, Cristo es visto viniendo contra sus enemigos en
juicio. Viene, no a salvar, ni a sanar, sino a destruir. Los terribles
jinetes que le siguen no son mensajeros de esperanza sino de ira.
Israel está condenado.
EL CABALLO BERMEJO
Cuando el Cordero
abre el segundo sello (Apocalipsisn 6:3-4), Juan oye decir al segundo
ser viviente: "¡Venid!" En respuesta, un jinete en un caballo
bermejo se adelanta, y Dios le da el poder "para quitar la paz de la
tierra, y hacer que los hombres se maten unos a otros; y se le dio una
gran espada". El segundo jinete, que representa la guerra, muestra
cuán completamente depravado es el hombre. Dios no tiene que
incitar a los hombres a combatan entre sí; simplemente ordena a
sus ángeles que quiten las condiciones para la paz.
En un mundo pecaminoso, ¿por qué no hay más
guerras de las que hay? ¿Por qué no hay más
derramamiento de sangre? Es porque hay restricciones para la maldad del
hombre, para la libertad del hombre para planear las consistentes
implicaciones de su odio y su rebelión. Pero, si Dios quita
todas las restricciones, se revela la degeneración ética
del hombre en toda su fealdad. John Calvin escribió: "La mente
del hombre se ha alejado tan completamente de la justicia de Dios, que
concibe, desea, y emprende sólo lo que es impío,
perverso, sucio, impuro, e infame. El corazón está tan
sumergido en el veneno del pecado, que sólo puede exhalar un
hedor repugnante. Pero, aunque algunos hombres demuestren bondad
algunas veces, sus mentes permanecen siempre envueltas en
hipocresía y astucia engañosa, y sus corazones
están atados por la depravación interior".
Todo esto se cumplió abundantemente en Israel y las naciones
circundantes durante los últimos días, cuando la tierra
se llenó de asesinos, revolucionarios, y terroristas de toda
laya; cuando, como escribió el historiador Josefo, "cada una de
las ciudades estaba dividida en dos ejércitos, acampados el uno
frente al otro, y la preservación del uno significaba la
destrucción del otro; así que el día
transcurría con derramamiento de sangre, y la noche en temor.
... Entonces era común ver ciudades llenas de cadáveres
que yacían insepultos, y los de ancianos se mezclaban con los de
niños, todos muertos, y dispersos por doquier; también
había mujeres entre ellos, sin ninguna cobertura que ocultara su
desnudez; se podía ver la provincia entera llena de
indescriptibles calamidades, mientras que, por todas partes, el temor y
la amenaza de prácticas todavía más
bárbaras era mayor que las qe ya se habían perpetrado" (La
Guerra Judía, ii.xvii.2).
EL
CABALLO NEGRO
Pisándole
los talones a la guerra está el tercer jinete angélico
(Apocalipsis 6:5-6) sobre un caballo negro, teniendo en la mano un par
de balanzas, símbolo del hambre en la profecía de
Ezequiel, durante la cual los hambrientos habitantes de
Jerusalén se vieron obligados a pesar su alimento cuidadosamente
(Ezequiel 4:10). Este jinete trae dificultades económicas,
una situación descrita como completamente caótica. Una
voz desde "el centro de los seres vivientes" - es decir, desde el trono
de Dios - dice: "Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de
cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino". Esta
maldición significa, pues, una escasez de los necesarios
alimentos básicos - una medida de trigo aumentando a más
del 1000% de su precio anterior, consumiendo el salario de un
día entero, de modo que el jornal entero se gasta en obtener
alimento. Esta es la maldición de Dios contra los hombres cada
vez que éstos se rebelan: la tierra misma los escupe
(Levítico 18:24-28; Isaías 24). La maldición
devora la producción en todas las áreas, y la cultura
impía perece por el hambre, la enfermedad, y la opresión
(Deuteronomio 28:15-34). Así es como Dios controla a los
impíos: se ven obligados a gastar tanto tiempo sólo sobreviendo
que no pueden ejercer su dominio impío en la tierra. A la larga,
ésta es la historia de toda cultura que se aparta de la Palabra
de Dios.
Josefo describe la búsqueda frenética de alimento durante
el sitio final: "Al empeorar el hambre, el frenesí de los
insurgentes corría a la par de ella, y todos los días
ambos horrores ardían más intensamente. Puesto que no
había grano en ninguna parte, los hombres irrumpían en
las casas, y si hallaban algo, maltrataban a sus ocupantes por haber
negado que poseían algo; si no hallaban nada, les torturaban
como si lo hubiesen ocultado más cuidadosamente. La prueba de si
tenían alimento o no la proporcionaba la apariencia
física de los miserables; los que todavía estaban en
buenas condiciones eran considerados bien provistos de alimento,
mientras que los que ya estaban demacrados eran pasados por alto, pues
no parecía tener sentido matar personas que pronto
morirían de inanición. Muchos cambiaban en secreto sus
posesiones por una sola medida de trigo si por casualidad eran ricos,
cebada si eran pobres. Luego se encerraban en los rincones más
oscuros de sus casas; en la extrema situación de hambre, algunos
hasta se comían su grano bajo tierra, mientras otros lo
horneaban, llevados por la necesidad y el temor. No se ponía
ninguna mesa en ninguna parte - el alimento era arrebatado del fuego
medio cocido y hecho pedazos" (The Jewish War, v. x. 2).
Sin embargo, por otra parte, en esta maldición específica
contra Jerusalén, los lujos del aceite y del vino no son
afectados por el aumento general de precios; al jinete negro se le
prohibe tocarlos. En otras palabras, justo en el momento en que el
pueblo de Israel estaba realmente comenzando a sentir la presión
de la falta de grano, llegó el tiempo de la cosecha de las uvas
y las aceitunas. La situación es irónica, porque se puede
sobrevivir con grano, sin aceite ni vino - pero no al revés. Con
toda probabilidad, otra dimensión de la importancia de esta
expresión es que a los mensajeros de la destrucción de
Dios se les impide hacer daño a los justos: la Escritura habla a
menudo de la bendición de Dios sobre los justos en
términos de aceite y vino (véase Salmos
104:15); y, por supuesto, el aceite y el vino se usan en los ritos de
la iglesia (Santiago 5:14-15; I Corintios 11:25). Esto parecería
paralelo con aquellos otros pasajes en que los justos son protegidos de
la destrucción (Apocalipsis 7:3).
EL
CABALLO VERDE
Finalmente, el
cuarto sello es abierto (Apocalipsis 6:7-8), y el cuarto ser
viviente llama al último jinete de juicio, que cabalga en un
caballo verde - denotando el color verde un semblante pálido,
presagio de muerte. Así, pues, el cuarto jinete, con una
comisión mucho más amplia y abarcante, se llama Muerte; y
es seguido por el Hades (la tumba) - habiendo sido ambos desatados por
el Hijo del Hombre, que les liberó con su llave (véase
Apocalipsis 1:18). Se le da autoridad para traer cuatro plagas sobre
los cuatro rincones de la tierra: "matar con espada y con hambre y por
medio de las bestias de la tierra". Esto es simplemente un resumen de
todas las maldiciones del pacto por la apostasía en
Levítico 26 y Deuteronomio 28. Además, es paralelo a la
lista de Dios de las cuatro categorías básicas de
maldiciones con las cuales Él castiga a las naciones
impías y desobedientes - "Mis cuatro juicios terribles, espada,
hambre, fieras, y pestilencia, para cortar de ella hombres y bestias"
(Ezequiel 14:21; véase Ezequiel 5:17). Sin embargo, en esta
etapa preliminar - y en concordancia con la "cualidad de cuatro" en el
pasaje en general - se les da autoridad a la muerte y la tumba para
tragarse sólo la cuarta parte de la tierra. Los juicios de las
trompetas consumirán la tercera parte de la tierra (Apocalipsis
8:7-12), y los juicios de las copas lo devastarán todo.
CONCLUSIÓN
Quizás el
obstáculo más importante para una interpretación
correcta de este pasaje ha sido que los comentaristas y predicadores no
se han atrevido y no han podido ver que es Dios quien trae
estos juicios sobre la tierra
- que son invocados desde el trono, y que loos mensajeros de juicio son
los mismos ángeles de Dios. Especialmente viciada y perjudicial
es cualquier interpretación que parezca enfrentar al Hijo de
Dios contra el tribunal del cielo, de manera que las maldiciones
registradas aquí son vistas como un poco por debajo de su
carácter. Pero es Jesús, el Cordero, quien abre los
sellos del juicio, y es Jesús, el Rey de reyes, el que cabalga
en conquista, encabezando los ejércitos angelicales contra las
naciones, para destruir a aquellos que se rebelan contra su gobierno
universal.
Era crucial que los primeros cristianos entendieran esto porque, aun en
ese momento, estos juicios se estaban desatando sobre su mundo. En
todas las épocas, los cristianos tienen que enfrentarse al mundo
con confianza, con la firme convicción de que todos los sucesos
de la historia están predestinados, y se originan en el trono de
Dios. Cuando vemos al mundo convulsionado por las guerras, el hambre,
las plagas, y los desastres naturales, debemos decir con el salmista:
"Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en
la tierra" (Salmos 46:8). En definitiva, la actitud de los cristianos
hacia los juicios de Dios sobre un mundo impío es la misma que
la de los cuatro seres vivientes alrededor del trono, que gozosamente
invitan a los mensajeros de juicio de Dios: "¡Venid!".
Nosotros también, en nuestras oraciones, hemos de rogar que Dios
haga caer su ira sobre los impíos, para manifestar su justicia
en la tierra. En presencia de estas tremendas revelaciones de juicio,
¿cuál es nuestra respuesta correcta? En Apocalipsis
22:20, se nos dice: El espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven!".
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