LA GRAN
TRIBULACIÓN
David Chilton
Dominion Press
Fort Worth, Texas
Copyright © 1987 Dominion Press
ISBN 0-930462 55-6
CAPÍTULO 7
VENGANZA PARA LOS MÁRTIRES
Para los primeros lectores de Apocalipsis, las tribulaciones descritas
en él se estaban volviendo dedmasiado reales: cada iglesia
conocería pronto la angustia de ver a algunos de sus
líderes más directos y capaces encarcelados y ejecutas "a
causa de la Palabra de Dios, y por el testimonio que tenían"
(Apocalipsis 6:9). Para muchos cristianos, por todo el imperio, los
siguientes meses y años traerían gran aflicción,
al separarse las familias y ser muertos los seres queridos. Cuando la
tragedia ataca, todos nos sentimos tentados a preguntar: ¿Le
importa a Dios? Esta pregunta es especialmente intensa cuando el dolor
es causado por corruptos enemigos de la fe decididos a destruir al
pueblo de Dios, y la injusticia del sufrimiento es evidente. Si los
cristianos fueran realmente siervos del Rey, ¿cuándo
actuaría Él? ¿Cuándo vendría a
castigar a los apóstatas que primero habían usado el
poder del estado romano para crucificar al Señor, y ahora
estaban usando ese mismo poder para matar y crucificar a los "profetas,
sabios y escribas" (Mateo 23:34) a quienes Cristo había enviado?
Así, pues, la apertura del quinto sello revela una escena en
el cielo,
donde las almas de los que habían sido muertos están
debajo, o alrededor de la base de, el altar (Apocalipsis 6:9-10). La
imagen es tomada de los sacrificios del Antiguo Testamento, en los
cuales la sangre de la víctima inmolada corría por los
costados del altar y formaba una laguna alrededor de la base ("el alma
[hebreo nephesh] de la carne está en la sangre",
Levítico 17:11). La sangre de los mártires ha sido
derramada (véase 2 Timoteo 4:6), y al llenar la zanja debajo del
altar, clama desde la tierra en alta voz: "¿Hasta cuándo,
Señor santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en
aquellos que miran en la tierra?"
La iglesia en el cielo concuerda con los querubines en invocar los
juicios de Dios: ¿Por cuánto tiempo? es una frase
estándar en toda la Escritura para invocar la justicia divina
para los oprimidos (véase Salmos 6:3; 13:1-2; 35:17; 74:10;
79:5; 80:4; 89:46; 90:13; 94:3-4; Habacuc 1:2; 2.6). Sin embargo, el
fondo particular para su uso aquí nuevamente está en la
profecía de Zacarías (1:12): Después de que los
cuatro jinetes han patrullado la tierra, el ángel pregunta: "Oh
Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo no
tendrás ninguna compasión por Jerusalén?"
Juan invierte esto. Después de que sus cuatro jinetes han sido
enviados a su misión, muestra a los mártires preguntando
por cuánto tiempo continuará Dios soportando a
Jerusalén - cuánto antes de que la destruya por sus
violentas opresiones.
Los lectores de Juan no habrían dejado de notar otro punto
sutil: si la sangre de los mártires está fluyendo
alrededor de la base del altar, deben ser los sacerdotes de
Jerusalén
los que la han derramado. Los oficiales del pacto han asesinado a los
justos. Como testificaron Jesús y los apóstoles,
Jerusalén era la asesina de los profetas (Mateo 23:34-37; Lucas
13:33; Hechos 7:51-52). La conexión con "la sangre de Abel" que
clama desde la tierra cerca del altar (Génesis 4:10) es otra
indicación ded que, en general, este pasaje se refiere al juicio
contra Jerusalén (véase Mateo 23:35-37). Como
Caín, los "hermanos mayores" del pacto antiguo envidiaban y
asesinaron a su justos "hermanos menores" del nuevo pacto (véase
1 Juan 3:11-12). Y así, la sangre de los justos clama: los
santos ruegan que la profecía de Cristo de los "días de
retribución" (Lucas 21:22) se cumpla.
Que este clamor categórico por venganza nos suena extraño
sólo nos muestra hasta qué punto nuestra era pietista se
ha degenerado, alejándonos del punto de vista bíblico. Si
nuestras iglesias estuviesen estuviesen más familiarizados con
el himnario fundacional de la iglesia - el libro de Salmos - en vez de
los coros azucarados, de jarabe, de dulzura y luz, que caracterizan los
modernos himnarios evangélicos, comprenderíamos esto
mucho mejor. Pero hemos caído bajo el engaño pagano de
que es "anticristiano" orar para que la ira de Dios se derrame sobre
los enemigos y perseguidores de la iglesia. Sin embargo, eso es lo que
vemos hacer al pueblo de Dios, con la aprobación de Dios, en
ambos testamentos de las Sagradas Escrituras (véase, por
ejemplo, Salmos 5, 7, 35, 58, 59, 68, 69, 73, 79, 83, 109, 137, y 140).
en realidad, es una característica del hombre piadoso despreciar
al réprobo (Salmos 15:4). El espíritu expresado en las
oraciones imprecatorias de la Escritura es un aspecto necesario -
aunque no la totalidad - de la actitud del cristiano (véase 2
Timoteo 4:14). Gran parte de la impotencia de nuestras iglesias hoy
día es directamente atribuíble al hecho de que
están castradas y se han vuelto afeminadas. Estas iglesias,
incapaces hasta de enfrentar el mal - mucho menos de "vencerlo" - a su
debido tiempo serán capturadas y dominated por sus enemigos.
Los santos justos y fieles en el cielo son reconocidos como reyes y
sacerdotes de Dios, y por ello, se le da a cada uno de ellos una
vestidura blanca (Apocalipsis 6:11), que simboliza el reconocimiento
que Dios hace de la pureza de ellos delante de Él, un
símbolo de la victoria de los vencedores (véase
Apocalipsis 3:4-5). La blancura de la vestidura es parte de un
patrón característico en Apocalipsis, en el cual los
últimos tres ítems de una estructura de siete
corresponden a los primeros cuatro ítems. Así:
Primer sello:
Caballo blanco
Segundo sello: Caballo rojo
Tercer sello: Caballo negro
Cuarto sello: Caballo verde
Quinto sello: Vestiduras blancas
Sexto sello: La luna como sangre; el sol
negro
Séptimo sello: La hierba verde quemada
En respuesta al ruego de los santos por la venganza, Dios responde que
deben "descansar por un poco más de tiempo, hasta que se
complete el número de sus consiervos y de sus hermanos que
también habían de ser muertos como ellos". El
número total de los mártires no se ha completado
todavía; todavía no se ha alcanzado la plenitud de la
iniquidad de su perseguidor (véase Génesis 15:16), aunque
se va acercando rápidamente a la condenación de la "ira
de Dios, que se ha derramar sobre ellos al máximo" (1
Tesalonicenses 2:14-16). Debemos recordar que la aplicación
principal de esto tiene que ver con el Israel apóstata - los que
moran en la tierra - los cuales (en colaboración con las
autoridades romanas) estaban asesinando a los santos. Se ls dice a los
mártires qued esperen un poco, y el juicio de Dios caerá
con toda seguridad, trayendo la prometida "gran tribulación"
sobre el Israel quebrantador del pacto.
Al abrirse el sexto sello (Apocalipsis 6:12-14), somos llevados
más claramente a los sucesos de los "últimos días"
de Israel. El Cordero revela el siguiente gran aspecto de sus juicios
del pacto, en un símbolo usado a menudo en la profecía
bíblica: la des-creación. Así como se habla de la
salvación del pueblo de Dios en términos de
creación (véase 2 Corintios 4:6; 5:17; Efesios 2:10;
4:24; Colosenses 3:10), también se habla de los juicios de Dios
(y la revelación de su presencia como Juez sobre un mundo
pecaminoso) en términos de des-creación, el desplome del
universo - Dios rasga y disuelve la tela de la creación. Por
esto, Juan usa las estructuras fundamentales de la creación para
describir la caída de Israel:
1. Planeta tierra
2. Sol
3. Luna
4. Estrellas
5. Firmamento
6. Tierra
7. Hombre
Estos siete juicios se detallan en términos de las familiares
imágenes proféticas del Antiguo Testamento. Primero, desestabilización:
un gigantesco terremoto (véase Éxodo 19:18; Salmos 18:7,
15; 60:2; Isaías 13:13-14; 24:19-20; Nahum 1:5).
Segundo, el eclipse y el luto de Israel: "El sol se puso
negro como tela de silicio" (Éxodo 10:21-23; Job 9:7;
Isaías 5:30; 24:23; Ezequiel 32:7; Joel 2:10, 31; 3:15;
Amós 8:9; Miqueas 3:6).
Tercero, continúa la imagen de un eclipse, con la adición
de la idea de contaminación: "La luna se volvió como de
sangre" (Job 25:5; Isaías 13:10; 24:23; Ezequiel 32:7; Joel
2:10,31).
El cuarto juicio afecta a las estrellas, que son imágenes de
gobierno (Génesis 1:16); también son relojes
(Génesis 1:14), y su caída muestra que el tiempo de
Israel se ha agotado: "Las estrellas cayeron a la tierra, como
la higuera suelta sus higos no maduros cuando es sacudida de un gran
viento" (Job 9:7; Eclesiastés 12:2; Isaías 13:10; 34:4;
Ezequiel 32:8; Daniel 8:10; Joel 2:10; 3:15); por supuesto, el gran
viento fue traído por los cuatro jinetes, los que, en las
imágenes originales de Zacarías, eran los cuatro vientos
(Zacarías 6:5) y los que serán reintroducidos a Juan en
esa forma en Apocalipsis 7:1; y la higuera es Israel mismo (Mateo
21:19; 24:32-34; Lucas 21:29-32).
Quinto, Israel mismo ahora simplemente desaparece: "El
cielo se desvaneció" como un pergamino que se enrolla
(Isaías 34:4; 51:6; Salmos 102;25-26; acerca del simbolismo de
Israel como "cielo", véase Isaías 51:15-16;
Jeremías 4:23-31; véase Hebreos 12:26-27).
Sexto, las potencias gentiles son sacudidas también:
"Todo monte y toda isla se movió de su lugar" (Job 9:5-6;
14:18-19; 28:9-11; Isaías 41:5, 15-16; ezequiel 38:20; Nahum
1:4-8; Sofonías 2:11). La "antigua creación" de Dios,
Israel, ha de ser, pues, des-creada, al ser transferido el reino a la
iglesia, la nueva creación (véase 2 Pedro 3:7-14). Debido
a que los labradores en la viña de Dios han matado a su Hijo,
ellos también serán muertos (Mateo 21:33-45). La
viña misma será quebrantada, destruida, y hollada
(Isaías 5:1-7). En la justa destrucción de Israel por
Dios, él sacudirá aun el cielo y la tierra (Mateo
24:29-30; Hebreos 12:26-28) para entregar su reino a su nueva
nación, la iglesia.
En los versículos finales de Apocalipsis 6, las imágenes
proféticas del Antiguo Testamento todavía están a
la vista cuando Juan describe a los apóstatas que están
siendo juzgados. Esta es la séptima fase de la
des-creación: la destrucción de los hombres. Pero este
séptimo ítem de la lista se abre para revelar otro
"siete" dentro de él (del mismo modo que el séptimo sello
y la séptima trompeta contienen el siguiente juego de siete
juicios), porque aquí se nombran siete clases de hombres,
mostrando que la destrucción es total, y afecta a grandes y
pequeños por igual: los reyes de la tierra, los grandes, los
jefes, los ricos, los fuertes y todo esclavo y todo libre".
Ninguno podrá escapar, sin importar su posición de
privilegio o insignificancia. La tierra entera ha rechazado a Cristo, y
la tierra entera está siendo excomulgada. Nuevamente, los
paralelos muestran que esta profecía está dirigida al
juicio contra Israel (véase Isaías 2 y 24-27), aunque
otras naciones ("los reyes de la tierra") serán afectadas
también.
Al ser la tierra des-creada y quitada la natural revelación de
mediación - poniendo a los pecadores cara a cara con la expuesta
revelación del Dios santo y justo - los hombres de Israel
intentan huir y buscar protección en cualquier cosa que
podría ofrecer refugio. La huída bajo tierra y hacia las
cuevas es una señal de estar bajo maldición (véase
Génesis 19:30-38). Así que se escondieron (véase
Génesis 3:8) "en las cuevas y entre las peñas de las
montañas" (el juicio de Dios "ojo por ojo" contra ellos por
haber maltratado a los justos: Hebreos 11:38; véase Jueces
7:25). Juan registra su desesperado ruego a las montañas y a las
peñas: "Caed sobre nosotros y ocultadnos de la presencia de
Aquél que está sentado en el trono, y de la ira del
Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; y
[véase Nahum 1:6; Malaquías 3:2] ¿quién
podrá estar firme?" La interpretación que se da
aquí se confirma nuevamente: este pasaje no está
hablando del fin del mundo, sino del fin de Israel en 70 d. C.
El origen del simbolismo que se usa aquí está en la
profecía de Oseas contra Israel:
Efraín será
avergonzado, e Israel se avergonzará de su consejo. De Samaria
fue cortado su rey como espuma sobre la superficie de las aguas. Y los
lugares altos de Asvén serán destruidos; crecerá
sobre sus altares espino y cardo. Y dirán a los montes:
Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros (Oseas 10:6-8).
Jesús citó este texto en
camino a la crucifixión, diciendo que se cumplirían sobre
el Israel idólatra durante las vidas de los que estaban
presentes entonces:
Y le seguía gran
multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían
lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia
ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por
mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque
he aquí vendrán días en que dirán:
Bienaventuradas las estériles, y vientres que no concibieron, y
los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los
montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos (Lucas
23:27-30).
Mientras las iglesias de Asia Menor
leían esta visión por primera vez, los juicios
profetizados ya estaban teniendo lugar: el fin definitivo se acercaba
rápidamente. La generación que había rechazado al
Hijo del señor de la viña (véase Mateo 21:33-45)
pronto estaría gritando estas mismas palabras. El Señor
crucificado y resucitado venía a destruir a los
apóstatas. Éste habría de ser el gran día
de la ira derramada por el Cordero, al cual habían matado.
De vuelta arriba