LA GRAN
TRIBULACIÓN
David Chilton
Dominion Press
Fort Worth, Texas
Copyright © 1987 Dominion Press
ISBN 0-930462 55-6
CAPÍTULO 8
SE ABRE EL LIBRO
Fnalmente, el Señor Jesucristo
abre el séptimo sello del nuevo pacto (Apocalipsis 8:1-2),
revelando las siete trompetas que anuncian la suerte de
Jerusalén, la una vez santa ciudad que se ha paganizado y que,
como su precursora Jericó, caerá como resultado del
sonido de siete trompetas (véase Josué 6:4-5). Pero
primero, en esta grandiosa liturgia espiritual que es el libro de
Apocalipsis, hay "silencio en el cielo como por media hora". Con toda
probabilidad, la
base de esto es la liturgia del Antiguo Testamento, cuando los
cantores y las trompetas cesaban y todos se inclinaban en
adoración reverente (véase 2 Crónicas 29:28-29); y
el período específico de media hora probablemente se
relaciona con la duración del tiempo que el sacerdote
requería para entrar en el templo, ofrecer el incienso, y
regresar (véase Apocalipsis 8:3-4; Levítico 16:13-14;
Lucas 1:10, 21). (Los detalles técnicos mencionados aquí
son sólo algunas de las muchas indicaciones de que Juan
había sido sacerdote de Israel, y hasta puede que haya provenido
de la familia del sumo sacerdote; su capacidad para manejar detalles
minuciosos del culto es asombrosa).
La descripción que Alfred Edersheim hace de esta ceremonia en el
templo nos ayuda a entender el escenario reflejado allí:
"Lentamente, el sacerdote que ofrecía el incienso y sus
ayudantes ascendían los escalones del Lugar Santo, precedidos
por los dos sacerdotes que previamente habían cubierto el altar
y el candelabro, y que ahora quitaban los vasos que habían
dejado atrás, y adorando, se retiraban. Después, uno de
los ayudantes extendía reverentemente los carbones sobre el
altar de oro; el otro disponía el incienso. y luego el principal
sacerdote oficiante quedaba solo dentro del Lugar Santo, para esperar
la señal del director antes de quemar el incienso. Fue
probablemente mientras estaban así expectantes cuando el
ángel Gabriel se le apareció a Zacarías [Lucas
1:8-11]. Al dar el director la orden que indicaba que 'el momento del
incienso había llegado', 'la multitud entera de los que estaban
fuera' se retiraba del atrio interior y se postraban delante del
Señor, extendiendo sus manos en silenciosa oración.
"Este era un período solemnísimo, cuando en todos los
vastos edificios del templo la multitud de adoradores estaba en
profundo silencio, mientras dentro del santuario mismo el sacerdote
ponía el incienso sobre el altar de oro y la nube de incienso
[Apocalipsis 5:8] subía delante del Señor, lo cual sirve
como imagen de las cosas celestiales en esta descripción" (The
Temple, Its Ministry and Services as They Were at the Time of Christ,
p. 167).
Después de este silencio lleno de reverencia, se les dan siete
trompetas a los siete ángeles que están delante de Dios
(la liturgia del templo usaba siete trompetas también: 1
Crónicas 15:24; Nehemías 12:41). Juan parece suponer que
sus lectores reconocerán a estos siete ángeles.
¿Por qué? Porque ya había introducido a los siete
"ángeles" o pastores,
en Apocalipsis 2-3. Son ellos los
representados aquí, aunque concedamos que los dos grupos de
"siete ángeles" no son necesariamente idénticos.
Claramente, se desea relacionarlos entre sí, como podemos ver
cuando nos apartamos del texto (y nuestras ideas preconcebidas) y
dejamos que el cuadro entero se nos presente. Cuando hacemos esto,
vemos el Apocalipsis estructurado en sietes, y en patrones recurrentes
de sietes. Uno de esos patrones recurrentes es el de siete
ángeles
(capítulos 1-3, 8-11, 14, 15-16). Así como la
adoración terrenal toma
como modelo la adoración en el cielo (Hebreos 8:5; 9:23-24,
también lo
es el gobierno de la iglesia (Mateo 16:19; 18:18; Juan 20:23);
además,
de acuerdo con la Escritura hay numerosas correspondencias entre las
actividades humanas y las angélicas (véase Apocalipsis
21:17). Los
ángeles están presentes en los servicios de
adoración de la iglesia (1
Corintios 11:10; Efesios 3:10) - o, más precisamente, en el
día del
Señor nos congregamos en adoración alrededor del trono de
Dios en la
corte celestial.
Así, pues, en el libro de Apocalipsis se nos muestra que el
gobierno de la iglesia terrenal corresponde al gobiermo celestial,
angélico,
de la misma manera que nuestro culto oficial corresponde al que es
conducido alrededor del trono celestial por los ángeles.
Además, los juicios que caen sobre la tierra ocurren por las
acciones de los siete ángeles
(nuevamente, no podemos divorciar a los ángeles humanos de sus
contrapartes celestiales). Los oficiales de la iglesia están
comisionados y tienen autoridad para hacer fructificar las bendiciones
y las maldiciones de Dios en la tierra. Los oficiales de la iglesia
son administradores de la historia mundial, divinamente designados.
Como veremos, las implicaciones de este hecho son bastante literalmente
de tremenda importancia.
En
Apocalipsis 8:3-5, Juan ve a otro ángel de pie en el altar
celestial
del incienso, sosteniendo un incensario de oro. Se le da al
ángel una
gran cantidad de incienso, que simboliza las oraciones de todos los
santos (véase Apocalipsis 5:8), para que lo añada a las
oraciones del
pueblo de Dios, asegurando que las oraciones sean recibidas como
ofrenda de olor agradable a Dios: Luego, el humo del incienso, junto
con las oraciones de los santos, asciende delante de Dios de la mano
del ángel, mientras el ministro ofrece las peticiones de su
congregación.
Lo
que sucede después es asombroso: el ángel llena el
incensario con
carbones encendidos del altar de incienso y arroja el fuego a la tierra
en juicio; y esto es seguido por
"truenos, voces, relámpagos
y un terremoto". Por supuesto, estos fenómenos deberían
ser familiares
a todos los lectores de la Biblia como los acompañamientos
normales de
la nube de gloria. "Aconteció que al tercer día, cuando
vino la mañana,
vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y
sonido
de bocina muy fuerte. ... Todo el monte Sinaí humeaba, porque
Jehová
había descendido sobre él en fuego; y el humo
subía como el humo de un
horno, y todo el monte sed estremecía en gran manera"
(Éxodo 19:16,
18).
La
ironía de este pasaje se hace obvio cuando tenemos
presente que es una profecía contra el Israel apóstata.
En la adoración
del Antiguo Testamento, el fuego del altar de ofrenda encendida se
originaba en el cielo, descendiendo sobre el altar cuando el
tabernáculo y el templo eran preparados (Levítico 9:24; 2
Crónicas
7:1). Este fuego, iniciado por Dios, era mantenido encendido por los
sacerdotes y llevado de un lugar a otro para que pudiera ser usado para
iniciar otros fuegos sagrados (Levítico 16:12-13; véase
Números
16:46-50; Génesis 22:6). Ahora, cuando al pueblo de Dios se le
ordenó
destruir una ciudad apóstata, Moisés ordenó
además: "Y juntarás todo su
botín en medio de la plaza, y consumirás con fuego la
ciudad, y todo su
botín, todo ello, como holocausto
a Jehová tu Dios" (Deuteronomio 13:16; Jueces 20:40;
véase Génesis
19:28). La única manera aceptable de quemar una ciudad como
holocausto
era con fuego de Dios - fuego del altar. Así,pues, cuando una
ciudad
iba a ser destruida, el sacerdote tomaba fuego del altar de Dios y lo
usaba para encender el montón del botín que servía
para encender el
resto, ofreciendo así la ciudad entera como holocausto. Es esta
práctica de poner a una ciudad "bajo interdicción", de
modo que nada
sobreviva a la conflagración (Deuteronomio 13:12-18), que el
libro de
Apocalipsis usa para describir el juicio de Dios contra Jerusalén.
Dios
hace llover sus juicios sobre la tierra como respuesta
específica a la
adoración litúrgica de su pueblo. Como parte del servicio
formal de
adoración y oficial en el cielo, el ángel del altar
ofrece las
oraciones del pueblo de Dios como grupo; y Dios responde a sus
peticiones, actuando en la historia en nombre de los santos. La
íntima conexión entre la liturgia y la historia es un
hecho ineludible,
que no podemos darnos el lujo de ignorar. Esto no es para sugerir que
el mundo está en peligro de caer en el "no ser" cuando la
adoración de
la iglesia es defectuosa. En realidad, Dios usará las fuerzas
históricas (aun las paganas) para castigar a la iglesia cuando
ella
deja de estar a la altura de su sublime llamado como reino de
sacerdotes. El punto aquí es que la adoración oficial de
la comunidad
del pacto es cósmicamente significativa. La historia de la
iglesia es
la clave de la historia del mundo: Cuando la asamblea de adoradores
invoca al Señor del pacto, el mundo experimenta sus
juicios. La
historia es administrada y dirigida desde el altar del incienso, que ha
recibido las oraciones de la iglesia.
En
mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios.
Él oyó mi voz desde su
templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus
oídos. La tierra fue
conmovida y tembló; se conmovieron los cimientos de los montes,
y se
estremecieron, porque se indignó él. Humo subió de
su nariz, y de su
boca fuego consumidor; carbones fueron por él encendidos.
Inclinó los
cielos, y dscendió; y había densas tinieblas debajo de
sus pies.
Cabalgó sobre un querubín, y voló; voló
sobre las alas del viento. Puso
tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí;
oscuridad de aguas, nubes de los cielos. Por el resplandor de su
presencia, sus nubes pasaron; granizo y carbones ardientes.
Tronó en
los cielos Jehová, y el Altísimo dio su voz; granizo y
carbones de
fuego. Envió sus saetas, y los dispersó; lanzó
relámpagos, y los
destruyó. Entonces aparecieron los abismos de las aguas, y
quedaron al
descubierto los cimientos del mundo, a tu reprensión, oh
Jehová, por el
soplo del aliento de tu nariz. (Salmos 18:6-15).
EL
TRASFONDO DE LOS
JUICIOS DE LAS TROMPETAS
Varias
áreas del significado simbólico de las trompetas
están a la vista
en este pasaje. Primera, se usaban trompetas en la liturgia del Antiguo
Testamento para procesiones ceremoniales, particularmente como escoltas
para el arca del pacto (véase Apocalipsis 11:19); el ejemplo
obvio y
principal de esto es la marcha alrededor de Jericó antes de que
cayese
(Josué 6; véase 1 Crónicas 15:24; Nehemías
12:41; Apocalipsis 11:13).
Segunda,
se hacían sonar las trompetas para proclamar el gobierno de un
nuevo
rey (1 Reyes 1:34, 39; véase Salmos 47:5; Apocalipsis 11:15).
Tercera,
la trompeta hacía sonar una alarma, advirtiendo a Israel del
juicio que
se aproximaba e instando al arrepentimiento nacional (Isaías
58:1;
Jeremías 4:5-8; 6:1, 17; Ezequiel 33:1-6; Joel 2:1, 15).
Cuarta,
Moisés recibió instrucciones de usar dos trompetas de
plata tanto
"para convocar a la congregación" para la adoración
como "para
mover los campamentos" para el combate con el enemigo (Números
10:1-9).
Es significativo que estos dos propósitos, la guerra santa
y la adoración,
se mencionan juntos. Por supuesto, la ironía en Apocalipsis es
que Dios
ahora ordena que las trompetas de la guerra santa se hagan sonar contra
el mismo Israel.
Quinta, las trompetas también se hacían sonar
en las fiestas y en el primer día de cada mes (Números
10:10), con
énfasis especial en Tishri 1, el día de Año Nuevo
civil (en el año
eclesiástico, el primer día del séptimo mes); este
Día de las Trompetas
era el reconocimiento litúrgico especial del Día del
Señor (Levítico
23:24-25; Números 29:1-6). Por supuesto, al trasfondo más
básico de
todo esto es la nube de gloria, que está acompañada por
trompetazos
angélicos anunciando la soberanía y el juicio del
Señor (Éxodo 19:16);
la liturgia terrenal del pueblo de Dios era una recapitulación
de la
liturgia celestial, otra indicación de que el pueblo redimido de
Dios
había sido restaurado a su imagen. (Esta era la razón del
método que el
ejército de Gedeón usó para poner en fuga a los
madianitas en Jueces
7:15-22: rodeando al enemigo con luces, griterío, y el sonido de
trompetas, los israelitas eran un reflejo divino del ejército
celestial
de Dios en la Nube, viniendo en venganza contra los enemigos de Dios).
No
sólo recordándonos la caída de Jericó, los
juicios acarreados por el
sonido de las trompetas en Apocalipsis también recuerdan las
plagas que
cayeron sobre Egipto antes del éxodo. Juntas, están
representadas como
destruyendo la tercera parte de la tierra. Obviamente, puesto que el
juicio no es ni total ni final, no puede ser el fin el mundo
físico.
Sin embargo, la devastación es tremenda, y trabaja para producir
el fin
de la nación judía, el sujeto de estas terribles
profecías. Israel se
ha convertido en una nación de egipcios y cananeos, y peor: una
tierra
de apóstatas del pacto. Todas las maldiciones de la ley
están a punto
de ser derramadas sobre los que una vez fueron el pueblo de Dios (Mateo
23:35-36). Los cuatro primeras trompetas se refieren aparentemente a la
serie de desastres que devastaron a Israel en los últimos
días, y
principalmente a los eventos que condujeron al comienzo de la guerra.
LA
PRIMERA TROMPETA
Mientras
que los juicios de los sellos eran medidos en cuartos, los juicios de
las trompetas eran medidos en tercios. Suena la primera trompeta
(Apocalipsis 8:6-7), y cae una triple maldición
(granizo, fuego, sangre), que afecta un tercio de la tierra; tres
objetos en particular son seleccionados. Juan ve "granizo y fuego,
mezclados con sangre, y fueron lanzados a la tierra". La sangre de los
testigos muertos se mezcla con el fuego del altar, trayendo ira sobre
los perseguidores. El resultado de esta maldición, que tiene
algunas
similitudes con la séptima plaga de Egipto (Éxodo
9:22-26), es el
incendio de una tercera parte de la tierra y la tercera parte de los
árboles, y toda la hierba verde (es decir, toda la hierba verde
de un
tercio de la tierra; véase Apocalipsisa 9:4). Si los
árboles y la
hierba representan al remanente elegido (como parecen hacerlo en 7:3 y
9:4), esto indica que no están exentos del sufrimiento
físico y la
muerte al caer la ira de Dios sobre los impíos. Sin embargo, (1)
la
iglesia no puede ser destruida completamente en ningún
juicio
(Mateo 16:18), y (2) a diferencia de los impíos, el destino
final de
los impíos no es la ira sino la vida y la salvación
(Romanos 2:7-9; 1
Tesalonicenses 5:9).
Por
otra parte, los impíos sólo tienen delante de ellos ira y
angustia,
tribulación y aflicción (Romanos 2:8-9). Literalmente, la
vegetación de
Judea, y especialmente de Jerusalén, fue destruida en los
métodos
militares romanos de tierra arrasada, como informa Josefo: "Como la
ciudad, el campo era un espectáculo lastimoso, porque donde una
vez
había habido una multitud de árboles y parques, ahora
había un completo
desierto desnudo de árboles; y ningún extranjero que
hubiese visto la
antigua Judea y los gloriosos suburbios de su capital y que ahora
contemplase la total desolación, podría contener las
lágrimas ni
suprimir un gemido al ver un cambio tan terrible. La guerra
había
borrado todo rastro de belleza, y nadie que hubiese conocido la ciudad
en el pasado y hubiese regresado a ella repentinamente habría
reconocido el lugar porque, aunque él ya estaba allí,
todavía estaría
buscando la ciudad" (The Jewish War, vi.1.1). Y sin
embargo, éste era sólo el comienzo: muchas más
tristezas, y mucho peores, esperaban delante (véase 16:21).
LA
SEGUNDA TROMPETA
Con
el trompetazo del segundo ángel (Apocalipsis 8:8-9), vemos un
paralelo
con la primera plaga de Egipto, en la cualel Nilo se convirtió
en
sangre y los peces murieron (Éxodo 7:17-21). La causa de esta
calamidad
fue que una gran montaña ardiendo fue lanzada al mar. El
significado de
esto se hace claro cuando recordamos que la nación de Israel era
el
"Santo Monte" de Dios, "el monte de la herencia de Dios" (Éxodo
15:17).
Como el pueblo redimnido de Dios, los hebreos habían sido
traídos de
vuelta al Edén, y el uso repetido de la imagen de la
montaña a lo largo
de su historia incluyendo el hecho de que el monte de Sión era
el
símbolo aceptado de la nación) demuestra esto
vívidamente. Pero ahora,
como apóstata, Israel se había convertido en un "monte
destructor",
contra el cual se había vuelto la ira de Dios. Ahora Dios habla
de Jerusalén en el mismo lenguaje que Él
una vez usó para hablar de Babilonia, un hecho
que será central en las imágenes de este libro:
He
aquí yo estoy contra ti, monte destruidor, dice Jehová,
que destruiste
toda la tierra; y extenderé mi mano contra ti, y te haré
rodar de las
peñas, y reduciré a monte quemado. ... Subió el
mar sobre Babilonia; de la multitud de sus olas fue cubierta (Jeremías 51:25, 42).
Conéctese
esto con el hecho de que Jesús, en la mitad de una larga serie
de
discursos y parábolas sobre la destrucción de
Jerusalén (Mateo 20-25),
maldijo a una higuera estéril como símbolo de juicio
sobre Israel.
Luego les dice a sus discípulos: "De cierto os digo, que si
tuviéseis
fe, y no dudaseis, no sólo haréis esto de la higuera,
sino que, si a
este monte dijéreis: Quítate y échate en el mar,
será hecho. Y todo lo
que pidiéreis en oración, creyendo, lo recibiréis"
(Mateo
21:21-22). ¿Estaba Jesús siendo frívolo?
¿En realidad esperaba que los
discípulos fueran por allí orando para que los montes
literales se
movieran? Por supuesto que no. Lo que es más importante,
Jesús no había
cambiado el tema. Todavía les estaba dando una lección
sobre la caída
de Israel. ¿Cuál era la lección? Jesús
estaba dando instrucciones a sus
discípulos para que elevasen oraciones imprecatorias,
suplicando
que Dios destruyese a Israel, secase la higuera, y echase al mar al
monte apóstata.
Y
eso fue exactamente lo que sucedió. La perseguida iglesia, bajo
la
opresión de los judíos apóstatas, comenzó a
orar pidiendo la venganza
de Dios sobre Israel (Apocalipsis 6:9-11), pidiendo que el monte de
Israel fuese "tomado y echado en el mar". Sus ofrendas fueron
recibidas en el altar celestial de Dios, y en respuesta, Dios dio
instrucciones a los ángeles para que arrojaran sus juicios sobre
la
tierra (Apocalipsis 8:3-5). Israel fue destruido. Debemos notar que
Juan está escribiendo esto antes de la
destrucción, para
la instrucción y el estímulo de los santos, para que
continuasen orando
con fe. Como les había dicho al principio: "Bienaventurado el
que lee y
los que oyen las palabras de la profecía, y guardan las cosas en
ella
escritas, porque el tiempo está cerca" (Apocalipsis 1:3).
LA
TERCERA TROMPETA
Como el
símbolo anterior, la visión de la tercera trompeta
(Apocalipsis 8:10-11) combina imágenes
bíblicas de las caídas tanto de Egipto como de Babilonia.
El efecto de
esta plaga - las aguas volviéndose amargas - es similar a la
primera
plaga de Egipto, en la cual el agua se volvió amarga a causa de
la
multitud de peces muertos y en descomposición (Éxodo
7:21). Lo amargo
de las aguas es causado por una gran estrella que cayó del
cielo,
ardiendocomo una antorcha. Esto es paralelo con la profecía de
Isaías
sobre la caída de Babilonia, descrita en términos
de la caída original en el paraíso:
¡Cómo
caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado
fuiste por
tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que
decías en tu corazón:
Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,
levantaré
mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados
del
norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al
Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los
lados del abismo
(Isaías 14:12-15).
El
nombre de esta estrella caída es Ajenjo, un término usado
en la Ley y
los Profetas para advertir a Israel de su destrucción como
castigo por
su apostasía (Deuteronomio 29:18; Jeremías 9:15; 23:15;
Lamentaciones
3:15, 19; Amós 5:7). Nuevamente, combinando estas alusiones en
el
Antiguo Testamento, Juan subraya lo que quiere decir: Israel es
apóstata, y se ha convertido en un Egipto; Jerusalén se
ha convertido
en Babilonia; y los quebrantadores del pacto serán destruidos,
tan
seguramente como lo fueron Egipto y Babilonia.
LA
CUARTA TROMPETA
Como
la novena plaga de Egipto de una "espesa oscuridad" (Éxodo
10:21-23),
la maldición causada por la cuarta trompeta (Apocalipsis
8:12-13) cae
sobre los portadores de luz, el sol, la luna, y las estrellas, de modo
que la tercera parte de ellos se oscureciesen.
Estas imágenes
fueron usadas por lo profetas durante mucho tiempo para representar la
caída de las naciones y los gobernantes nacionales (véase
Isaías
13:9-11, 19; 24:19-23; 34:4-5; Ezequiel 32:7-8, 11-12; Joel 2:10,
28-32; Hechos 2:16-21). En cumplimiento de esto, F. W. Farrar observa:
"Un gobernante tras otro, jefe tras jefe del Imperio Romano y la
nación
judía fue asesinado y arruinado. Gayo, Claudio, Nerón,
Galba, Otón,
Vitelio, todos murieron asesinados o se suicidaron; Herodes el Grande,
Herodes Antipas, Herodes Agripa, y la mayoría de los
príncipes
herodianos, junto con no pocos de los principales sumos sacerdotes de
Jerusalén, perecieron después de haber caído
en desgracia, o en el
exilio, o pr manos violentas. Todos ellos fueron soles apagados y
estrellas oscurecidas" (The Early Days of Christianity,
p. 519).
Ahora
Juan ve un águila (véase Apocalipsis 4:7) volando en
medio del
cielo, una advertencia de la ira venidera. Como muchos otros
símbolos
de pacto, el águila tiene una doble naturaleza. Por un lado,
significa
la salvación que Dios proporcionó a Israel:
Porque
la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que
le tocó. Le
halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo
trajo
alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña
de su ojo. Como el
águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos,
extiende sus
alas, los toma, los lleva sobre sus plumas (Deuteronomio 32:9-11;
Éxodo
19:4).
Pero el águila es
también una terrible ave de presa, asociada con sangre y muerte
y carne putrefacta:
Sus polluelos chupan la
sangre; y donde hubiere cadáveres, allí está ella
(Job 39:30).
Las
advertencias proféticas de la destrucción de Israel
están a menudo
redactadas en términos de águilas que descienden sobre la
carroña
(Deuteronomio 28:49; Jeremías 4:13; Lamentaciones 4:19; Oseas
8:1;
Habacuc 1:8; Mateo 24:28). En realidad, un aspecto básico de la
maldición del pacto es el de ser devorado por las aves del cielo
(Génesis 15:9-12; Deuteronomio 28:26, 49; Proverbios 30:17;
Jeremías
7:33-34; 16:3-4; 19:7; 34:18-20; Ezequiel 39:17-20; Apocalipsis
19:17-18). El querubín-águila reaparecerá en
Apocalipsis como imagen de la salvación (12:14), para
ser reemplazado finalmente por
(o visto nuevamente como) un ángel volando por en medio del
cielo
proclamando el evangelio a los que moran en la tierra (14:6), pues su
misión es en fin de cuentas redentora en su alcance. Pero la
salvación
del mundo vendrá por medio de la caída de Israel (Romanos
11:11-15),
25). Así, pues, el águila comienza su mensaje con ira,
proclamando tres
ayes que han de venir sobre los que moran en la tierra.
Como
las plagas originales en Egipto, las maldiciones se están
intensificando, y se están volviendo más precisas en su
aplicación. Lo
que Juan dice está aumentando hasta un crescendo, usando los
tres ayes
del águila (que corresponden al quinto, sexto, y séptimo
trompetazo
(vease Apocalipsis 9:12; 11:14-15) para dramatizar los crecientes
desastres que está sufriendo la tierra de Israel. Después
de muchas
demoras y mucha resignación por parte del celoso y santo
Señor de los
ejércitos, las terribles sanciones de la ley son finalmente
desatadas
contra los violadores del pacto, de manera que Jesús pueda
heredar los
reinos del mundo y traerlos a su templo (Apocalipsis 11:15-19;
21:22-27).
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