En su visión del 12 de
diciembre de 1844, Ellen White dice que vio a Jesús y se vio a
sí misma "volando hacia arriba" en el cielo y que allí
"vio al buen y anciano padre Abraham, a Isaac, Jacob, Noé,
Daniel, y a muchos como ellos" (A Word to the Little Flock,
p. 16, 1847). Esto fue antes de aceptar la enseñanza del
santuario y el juicio investigador propuesta por el hermano Crosier,
que ella estableció por medio de una visión en febrero de
1845. "Hace más de un año, el
Señor me mostró en visión que el hermano Crosier
tenía la luz verdadera sobre la purificación del
santuario, y que era su voluntad que el hermano Crosier escribiera la
visión de la que nos había informado en el Day-Star Extra, de febrero 7, 1846". (Ibid., p. 12).
Pero estas visiones crearon un conflicto porque, si el juicio
investigador fuese cierto, entonces, ¿cómo es que estos
muchos santos estaban en el cielo antes de que sus casos fuesen examinados y antes
de la resurrección? La visión de ella de diciembre de
1844 apoyaba la posición evangélica sobre la muerte.
¿Era esto antibíblico? ¿O era errónea la
enseñanza del juicio investigador, que ella respaldó en
febrero de 1845? Para sustentar la nueva posición adventista
relativa a octubre de 1844, esta parte de la visión de Ellen
White de 1844 fue excluida de publicaciones posteriores, y Ellen White
recogió urgentemente "cualquier visión o todas mis
primeras visiones según fueron publicadas antes de 1851" (Selected Messages, libro 1, p. 63).
Sus "visiones" dan lugar a la cuestión de si es bíblica
la posición evangélica sobre la naturaleza del hombre y
la muerte. ¿Por qué es esta posición sostenida por
tantos, pero la posición adventista después de 1844 y su
juicio investigador es sostenida por tan pocos? ¿Apoya la
Escritura la posición evangélica?
Al debatir esto, tenemos que tener en cuenta algunos principios de
interpretación bíblica que son necesarios para evitar el
error. Primero, sólo la Biblia es nuestra autoridad en asuntos
de fe y práctica. La Biblia debe ser su propio
intérprete, dando definiciones de sus términos.
Así que el Nuevo Testamento define al Antiguo, pues es la
revelación más clara y final de Dios. La Biblia debe
superar la falsa lógica de nuestros caídos intelectos, y
tenemos que usar muchos textos para apoyar un punto, más bien
que unos pocos textos de prueba que pueden ser interpretados de
diferentes maneras.
Tenemos que observar importantes contextos como cuándo,
dónde, quién, cómo, por qué, etc., los
contextos culturales, históricos y de contexto, así como
el género literario. Por ejemplo, los escritos poéticos
no deben ser usados en lugar del discurso directo; y es necesario
identificar e interpretar correctamente las figuras de lenguaje.
Además, las lenguas originales deben ser traducidas
correctamente. Es un error confiar en un hebreo o un griego mal
traducido, como decir que hades en 1 Cor. 15:54 significa "tumba", cuando la palabra que significa "tumba" o "sepulcro" es mnameon.
La sana doctrina debe presentar antítesis y armonizarlas con la
tesis de uno mismo, para preservar la unidad de la Escritura.
Además, esta unidad de la Escritura explicará las
diferentes dispensaciones y la mayor revelación de Dios sobre
sí mismo en el marco del nuevo pacto.
Dios hizo al hombre esencialmente de dos partes: un hombre interior
(llamado el "alma" o el "espíritu", y un hombre exterior (el
cuerpo), de modo que el espíritu es la verdadera persona, que
habita dentro del cuerpo. Pablo dice explícitamente que "aunque
el hombre exterior perece, nuestro hombre interior está siendo
renovado día tras día", definiendo lo
exterior como lo que se ve y es temporal, mientras que el interior es
invisible, pero eterno, según 1 Cor. 4:16-18.
Santiago 4:5 dice: "El espíritu que Dios puso en nosotros nos
ama celosamente", mientras que Efe. 3:16 dice que somos "fortalecidos
en el hombre interior". Pedro llama a esto "el hombre oculto del
corazón", usando figuradamente la palabra "corazón" para
significar "espíritu" (1 Ped. 3:4); y Daniel dice: "Se me
turbó el espíritu dentro de mí" (7:15).
Zac. 12:1 dice que Dios forma el espíritu del hombre dentro de
él, y 1 Cor. 2:11 pregunta: "¿Qué hombre conoce
las cosas del hombre sino el espíritu del hombre que mora en
él?". Hay muchos otros textos, como Hechos 17:16; Job 14:22;
Sal. 42:6; Eze. 11:19 y 36:26 predicen el renacimiento del
espíritu de uno (Juan 3:6), que concurren. En Salmos 103:1,
David exclama: "Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi
ser su santo nombre".
A partir de estos textos, podemos entender mejor Gén. 2:7: "Dios
sopló en la nariz del hombre aliento de vida y el hombre vino a
ser un ser viviente". Más exactamente, esto quiere decir: "Dios
sopló en el hombre el espíritu viviente y el hombre vino
a ser una criatura viviente", porque el hebreo "nephesh" significa
"criatura" en Gén. 1;21, 24, 28, 30. Juan 3:7, 8 habla del nuevo
nacimiento del espíritu como "el espíritu sopla por donde
quiere ...". La Versión Interlineal de Alford, o el NT Renacimiento
del Dr. Randy Yeager). En Juan 20:22, Jesús sopló sobre
sus discípulos, diciéndoles: "Reciban el Espíritu
Santo", efectuando su nuevo nacimiento, y siendo vivificados
nuevamente, para Dios.
Demostramos que el Espíritu Santo es una persona, pues tiene
atributos personales esenciales, a saber, mente, voluntad, emociones, y
además se comunica. Así lo hacen los ángeles;
así también el hombre interior (su espíritu) es la
persona verdadera por tener estos mismos atributos personales,
también aplicados a su corazón cuando se usa
figuradamente para referirse a su espíritu.
Así que pasajes como Efe. 4:23: "el espíritu de nuestra
mente" y 1 Cor. 2:11 o Sal. 139:4, que dicen que su espíritu le
conoce; o cuando Job dice que el Todopoderoso da entendimiento al
espíritu del hombre y que el espíritu de Dios, "como el
hombre, piensa en su corazón", y muchos otros pasajes, como
Gén. 6:5; 8:21; 17:17; Éx. 35:35; 36:2; Deut. 4:39. Todos
ellos muestran que el corazón del hombre puede pensar, amar,
odiar, etc., probando que el espíritu del hombre tiene su propia
mente con conocimiento, así como la tiene su persona.
El espíritu del hombre también tiene su voluntad. David
cantaba: "Bendeciré al Señor ... Mi alma se gozará
en tí". Aquí "Yo" se equipara a "Mi alma" en la pareja, y
"voluntad" muestra que su alma podía proponer sus acciones.
Así lo muestran también Heb. 4:12; 1 Cor. 14:25; Jer.
30:24; Isa. 14:13; Gén. 8:21; 27:41 y muchos otros textos, en
que nuestro propio corazón o espíritu tiene su propia
voluntad como otro esencial atributo personal, siendo la persona real.
Nuestro espíritu también tiene emociones. Hiende
(Gén. 34:8); anhela (42:2); aborrece (Lev. 26:11); ama (1 Sam.
18:1), etc. Estos ejemplos ocurren unas 80 veces en la Escritura, y 100
más hablan del corazón del hombre. 2 Ped. 2:8 dice que
Lot "atormentaba su alma justa día tras día" cuando
estaba en Sodoma. Así que el alma de uno puede ser justa o
malvada, como en Miq. 6:7: "¿Daré ... el fruto de mi
cuerpo por el pecado de mi alma?" o Jer. 17:9: "Engañoso es el
corazón más que todas las cosas, y desesperadamente
perverso".
El espíritu cree en Cristo (Rom. 10:9-10; 6:17; 1 Cor. 7:37;
Hech. 8:37; Luc. 24:25); adora a Dios (Sal. 103:1; Deut. 6:5; etc.). En
realidad, los verdaderos adoradores deben adorarle en espíritu y
en verdad, como dijo Jesús en Juan 4:23, 24, y Pablo lo repite
en Fil. 3:3; Efe. 5:19; Col. 3:16 y en 1 Cor. 14:15,16. El verdadero
culto debe ser del corazón (alma o espíritu), en
oposición al mero servicio de labios (Mat. 15:8; Mar. 7:6; Isa.
29:13).
El espíritu del hombre también se comunica con Dios. Rom.
8:16 dice: "El mismo Espíritu da testimonio a nuestro
espíritu" y Job 32:8: "Hay un espíritu en el hombre y el
Espíritu del Todoperoso le da entendimiento".
Pablo dice que hablar en lenguas "no es hablar a los hombres sino a
Dios ... en el espíritu" (1 Cor. 14:1, 2, 28). En Mat. 17, Mar.
9 y Luc. 9, Jesús habló con Moisés y Elías,
que habían estado muertos por largo tiempo, en la
transfiguración. Y Dios dice: "Yo, Jehová,
escudriño el corazón, y pruebo la mente" en Jer. 17:10.
Los ángeles, que son espíritus, tienen la forma de un ser
(una persona). Así también, el espíritu del hombre
tiene forma. Zac. 12:1 dice: "Así dice Jehová que forma
el espíritu del hombre dentro de él". La palabra "forma"
procede de la palabra hebrea usada en Génesis, cuando Dios
formó el cuerpo del hombre. Los discípulos vieron a
Moisés y a Elías en forma de hombres (Luc. 9:32). 1 Sam.
28:11-16 dice: "Cuando la mujer vio a Samuel ... le dijo a Saúl:
'Vi a un espíritu que ascendía de la tierra'. Y él
preguntó: '¿Cuál es su forma?' La Biblia dice que
Samuel habló con Saúl, prediciéndole correctamente
su muerte.
Debido a que nuestro espíritu tiene forma, se comunica, cree en
Cristo y adora a Dios, tiene mente, voluntad y emociones, etc., es, por
lo tanto, la persona verdadera, que habita dentro del cuerpo, llamado
la "morada de arcilla".
Así, pues, nuestro cuerpo (el hombre exterior) y su alma o
espíritu (el hombre interior) no son lo mismo. El hombre
está hecho a la imagen de Dios. Dios, que es espíritu,
tiene alma (Isa. 1:14; Lev. 26:11; Jer. 4:31; 5:9; etc., Zac. 11:8,
Mat. 12:18; Heb. 10:38), pero su alma no es un cuerpo, como tampoco lo
es el alma del hombre. Jesús dijo: "No teman a los que pueden
matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Mat. 10:28), "teman,
mas bien, a aquel que, después de haber matado el cuerpo, tiene
poder para lanzarla (al alma) al infierno" (Luc. 12:5). Y Miq. 6:7
dice: "¿Daré mi primogénito ... el fruto de mis
entrañas, por el pecado de mi alma?", mostrando que los dos
están yuxtapuestos. Algunos razonan, a partir de Eze. 9:5 que
dice que 'el alma que pecare, esa morirá', que el cuerpo que
muere es el alma. Pero muchos textos, como los que anteceden, disipan
la falacia. Aunque el alma es donde ocurre el pecado, su muerte
está siendo arrojada al gehenna, donde está eternamente
separada de Dios - no aniquilada. Citando a Isa. 66:24, Jesús
describe esto como el lugar "donde el gusano de ellos no muere, ni su
fuego se apaga" en Mat. 9:44,46. Los Testigos de Jehová borran
estos pasajes de sus Biblias. Pero el evangelio es que el alma qu
recibe a Cristo es regenerada por el Espíritu, tiene vida
eterna, ha pasado de muerte a vida, y que nunca muere, aunque al cuerpo
todavía puede perecer en la tumba. (Juan 3:16, 17; 5:24; 11:25,
26; 1 Juan 5:11-13).
Así que el espíritu del hombre es su hombre interior, que
abandona el cuerpo cuando éste muere. Así que el cuerpo
está muerto. Como dice ant. 2:26: "El cuerpo sin el
espíritu está muerto". En 1 Reyes 17:17, el muchacho
estaba muerto, porque no había espíritu en él", y
en Gén. 35:18 leemos acerca de Raquel que "su alma se
salió (pues murió)". Pablo describe la muerte como
"partir y estar con Cristo, que es mucho mejor" (Fil. 1:21-24) y
"preferimos estar ausentes del cuerpo y estar presentes al
Señor" (2 Cor. 5:8). A partir de esto, entendemos
fácilmente a Ecle. 12:5-7 cuando dice que "el polvo (el cuerpo)
regrese a la tierra ... pero el espíritu regrese a Dios que lo
dio", o Sal. 90:10 cuando dice poéticamente: "Los días de
nuestra edad son 70 o más años ... pronto pronto pasan, y
volamos". Pablo escribió: "El tiempo de mi partida está
cerca" (2 Tim. 4:6) y Pedro dice: "en breve debo abandonar el cuerpo"
(2 Ped. 1:14).
Por otra parte, el cuerpo muerto es resucitado por el regreso del
espíritu al cuerpo. En 1 Reyes 17:17, el profeta oraba: "Te
ruego que hagas volver el alma de este niño a él", y se
nos dice que "el alma del niño volvió a él, y
revivió". Además, se dice de la hija de Jairo: "Entonces
su espíritu retornó, y ella se levantó
inmediatamente". Así, pues, vemos que, aunque el cuerpo
está muerto, el espíritu permanece vivo, como
Jesús lo explicó: "Yo soy el Dios de Abraham ... Isaac
... Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mat. 22:32; Mk.
12:27; Luc. 20:38). Aunque sus cuerpos estaban muertos, sus
espíritus estaban vivos, porque "el hombre interior ... es
eterno" (2 Cor. 4:16-18).
Así, pues, el cuerpo es nuestro hombre exterior, es visible,
temporal, una casa terrenal, un tabernáculo de carne, y mientras
estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor. A la inversa,
nuestro espíritu es el hombre interior, invisible, eterno, un
cuerpo espiritual, renovado y regenerado por el Espíritu Santo,
un edificio de Dios, eterno en el cielo, y cuando está ausente
del cuerpo, está presente con el Señor. Con todo esto,
hemos averiguado que el espíritu tiene mente, voluntad,
emociones, se comunica, cree en Cristo, adora a Dios, tiene forma,
siendo la verdadera persona, y permanece vivo aunque el cuerpo
esté muerto.
Estando con Cristo en el cielo, el espíritu del creyente
todavía está muy consciente de dónde está y
con quién está. En Apoc. 6:9-11, las almas de los que
habían sido muertos por la Palabra de Dios están en el
cielo, pidiendo a Dios que recompense su muerte, y en Apoc. 15:1-3
vemos en el cielo a los que fueron martirizados, antes de que las siete
últimas plagas sean derramadas en el Cap. 16, y ¡están adorando a Dios! Aunque
Moisés y Elías habían muerto, hablaron con Cristo
en la transfiguración acerca de su cercana muerte y su venida.
Pablo habló de ser arrebatado hasta "el tercer cielo" y de lo
que vio, cuando comentó acerca de ser muerto por apedreamiento.
Samuel predijo correctamente la muerte de Saúl (arriba). y del
rico y Lázaro sabemos que Jesús no usaría una
falsa enseñanza para adelantar la verdad de Dios, pues
sería juzgado como pecador (Rom. 3:5-8). Aquí "el seno de
Abraham" describe su inmediata presencia, como cuando, hablando de
Cristo, dice "estar en el seno del Padre" (Juan 1:18).
Algunos pasan por alto el contexto de Ecle. 9:5: "los muertos nada
saben" para llegar a la conclusión de que la muerte es la
inconsciencia. Pero "muerto" se aplica al cuerpo (Sant. 2:26), no al
alma (más arriba), que es eterna. Si esto es extrapolado a la
persona entera, Eclesiastés todavía está hablando
del contexto "bajo el sol", queriendo decir "sobre la faz de la
tierra". El alma que ha partido sabe lo que hay en el cielo, pero no lo
que hay en la tierra. Pero, forzar una interpretación literal de
este texto lleva a error, porque también dice "ni tienen
más recompensa". Interpretar la primera parte, sin su contexto
"bajo el sol", requiere lo mismo para la segunda parte, repudiando
así la resurrección de los muertos y los galardones
celestiales, como hacían los saduceos. Pero Eclesiastés
dice, por el contexto, que no tienen más recompensa "bajo el
sol" ni "en la faz de la tierra".
Ecle. 9:5: "su memoria es puesta en olvido" se interpreta en
el sentido de que "su propia memoria no existe". Más bien, el
texto significa "su memoria es ouesta en olvido", así que ya no
serán recordados. También, las palabras de Sal. 146:4 de
que "en ese día perecen sus pensamientos" no significa que dejen
de pensar, sino más bien que "sus planes" o consejos (Heb. eshtonaw)
vendrán a ser como la nada, como los del hombre que planea
derribar sus graneros para construir unos más grandes, cuando
Dios dice "hoy se te pedirá tu alma". Vemos la debilidad de usar
textos poéticos para disputar el discurso directo de muchos
pasajes bíblicos.
Salmos 49:19: "Redimirás mi alma de la tumba" se usa
incorrectamente para mostrar que el alma es el cuerpo. Pero la palabra
hebrea sheol equivale a la griega hades,
hablando del lugar de los muertos dentro de la tierra. No es la tumba
literal, para la cual se usa la palabra hebrea "qeborrah" o la palabra
griega "mnameon". En Hechos 2:31,32, el alma de Jesús no fue
dejada en el infierno (hades), ni su cuerpo vio corrupción en el
sepulcro (mnameon). La palabra "hades" fue mal traducida como "tumba"
en 1 Cor. 15:54 KJV. El nuevo texto dice "oh muerte" (gr. "ho
thanatos"), ¿"dónde está tu victoria?" Hablando de
que David no está en el cielo, "pues su sepulcro está con
nosotros hasta hoy" en Hechos 2, Pedro habla de su cuerpo que
está en "mnameon", no de su alma que está en el cielo
(Efe. 4:8; Sal. 68:18; Heb. 12:24).
A menudo, oigo decir: "¡Si al alma va al cielo a a la muerte, no
es necesaria la resurrección!" Pero la lógica nuestra no
debe trastornar la Escritura. Dios hizo al hombre un ser con un cuerpo,
y aunque el alma actualmente está redimida, Pablo dice en Rom.
8:21-23 que todos esperamos todavía "la redención de
nuestro cuerpo", pues todavía gemimos deseando ser librados de
esta esclavitud de corrupción. Esta liberación
tendrá lugar cuando Jesús venga por su iglesia, como lo
declara Pablo en 1 Cor. 15.
La Escritura muestra que las almas de los que han muerto en Cristo, que
están con él en el cielo, regresarán con él
a sus cuerpos resucitados. 1 Tes. 4:14 dice: "... así
traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él".
Puesto que "traer" está asociado a "venir", mientras que
"llevar" está asociado a "ir", esto habla de que, cuando
Jesús venga del cielo, en lugar de cuando lleva a los santos a
cielo de vuelta con él. 1 Tes. 3:13: " ... a la venida de
nuestro Señor ... con todos sus santos" usa la palabra griega
"haggios" cuando se refiere a personas, más bien que "angelos",
así como "santos" se refiere a ángeles. Pablo
aseguró a los colosenses: "Cuando Cristo, que es nuestra vida,
aparezca, ustedes también aparecerán con él en
gloria" (3:4). Judas 14: "He aquí el Señor viene con diez
mil de sus santos" es un eco de Zac. 14:5: "El Señor mi Dios
vendrá, y todos los santos con él".
¿Por qué vienen ellos también? 1 Tes. 4:13-18 dice
que Dios traerá con él a los que duermen en Jesús,
que él descenderá del cielo con aclamación, y los
muertos resucitarán. Por definición bíblica, "los
muertos" se refiere a que "el cuerpo sin el espíritu está
muerto". En 1 Cor. 15, "los muertos" se refiere al "cuerpo", así
que los cuerpos de los que murieron serán resucitados cuando se
reúnan con los espíritus que Jesús traiga con
él cuando venga del cielo. Estos cuerpos son resucitados
diferentes de como cuando murieron. 1 Cor 15:35-58 pregunta:
"¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué
cuerpo ... se siembra cuerpo en corrupción, resucita en
incorrupción; se siembra en deshonra, resucita en gloria. Se
siembra en debilidad, resucita en poder. Se siembra un cuerpo natural,
resucita un cuerpo espiritual ... los muertos serán resucitados
incorruptibles, todos seremos transformados ... esto incorruptible se vista
de inmortalidad".
Los que enseñan el "sueño del alma" saben que es
contrario a muchos textos bíblicos, como lo presenta tan
vívidamente la Biblia de la Palabra Clara de los Adventistas del
Séptimo Día. En esta Biblia, más de 50 pasajes han
sido cambiados mediante adiciones o eliminaciones, o han sido vueltos a
redactar, para que los lectores no vean lo que Dios dice del hombre y
de la muerte. Por ejemplo, a la expresión "partir y estar con
Cristo" se le han añadido las palabras "sentenciados a muerte, y
en el siguiente momento consciente ver a Cristo"
(Fil. 1:23). En Sant. 2:26: "el cuerpo sin espíritu está
muerto" ha sido cambiado por "el cuerpo de una persona es inútil
sin el aliento". Y en Juan 3:6, "lo que es nacido de la carne es carne,
y lo que es nacido del Espíritu es espíritu" ha sido
cambiado por "una cosa es lo físico y otra cosa es lo
espiritual". 1 Tes. 5:10: " ... ya sea que velemos o que durmamos,
vivamos juntamente con él" ha sido cambiado por "... ya sea que
estemos vivos o muertos cuando él venga, le pertenecemos a
él, y él nos llevará a nuestro hogar para que
estemos con él para siempre". Finalmente, Luc. 20:38: "Porque
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos
viven" ha sido cambiado por "ellos creyeron que Dios no es el Dios de
los muertos, sino el Dios de los vivos" y la expresión "pues
para él todos viven" ha sido borrada.
He tratado de bosquejar brevemente un punto de vista evangélico
del hombre y la muerte. Como la falta de espacio impide una
presentación más profunda, todavía quedan algunas
preguntas sin respuesta. El lector que desee más detalles
encontrará una obra más completa en el trabajo Death and the Afterlife Systematic Theology
[Teología Sistemática], será una buena ayuda para
los que la busquen. También tienen un buen trabajo sobre los
temas relacionados del "hades"y "seol", y el infierno o "gehenna".
Los muchos textos que hemos compartido con los lectores en este
artículo apoyan la visión de Ellen White de Abraham,
Isaac, Jacob, Daniel, Noé y muchos otros santos en el cielo el
12 de diciembre de 1844 antes de que ella respaldara el juicio
investigador. Pero este juicio debía haber comenzado el
Día de Expiación de ese año, así que estas
personas no debían estar en el cielo después del 22 de
octubre de 1844 en absoluto, o mejor dicho, después del 23 de
septiembre, el verdadero Día de Expiación de ese
año (véase Whitewashed,
por Sydney Cleveland). Así, pues, ahora tenemos la respuesta al
rompecabezas de "cómo y cuándo fueron expulsados estos
santos del cielo, y hacia dónde, a esperar su
investigación y la subsiguiente resurrección de entre los
muertos".
[La muerte y la vida futura], por el Dr. Robert Morey, con un excelente
apéndice que trata de las tesis de la posición del
"sueño del alma"; y la obra de Charles Hodge,