LA CUESTIÓN DE LA
IMPECABILIDAD
DE CRISTO JESÚS
Tomado de Planet
Papers
Los autores del Nuevo Testamento no tuvieron reparo en
declarar que Jesús era verdaderamente humano, y en decirnos que
Jesús no cometió pecado. Pasajes bíblicos como 2 Corintios
5:21, Hebreos 4:15, 1 Pedro 2:22, y 1 Juan 3:5 "testifican que él
[Jesús] no cedió a la tentación, ni violó las
normas morales de Dios, ni fue inconsistente con la naturaleza de su carácter".
Esto es, que Jesús fue sin pecado.
Es vital para nuestra teología que Jesús
fuera sin pecado. Porque sólo si Jesús era sin pecado podía
su muerte ser una sustitución vicaria y cumplir el plan divino para
la redención del hombre. Si Jesús no hubiese sido sin pecado,
significaría que Él murió por sus propios pecados,
y no por los de la humanidad. Si Jesús hubiese muerto por sus propios
pecados, entonces su muerte no podría haber sido aceptada por el
Padre como una sustitución vicaria por el castigo y el juicio que
a cada uno de nosotros le toca recibir. Aunque no hay un debate serio acerca
de que Jesús fuera cualquier cosa menos sin pecado, los teólogos
han discutido la cuestión de si Jesús pudo haber pecado si
hubiese querido. A esto se le llama la pecabilidad de Cristo. El argumento
opuesto es la impecabilidad, es decir, que Jesús no podía
haber pecado, aunque hubiese querido. A primera vista, uno podría
considerar esta cuestión como trivial; simplemente como algo para
mantener a los teólogos ocupados cuando no tienen nada mejor que
hacer. Sin embargo, hay varias razones muy apropiadas para examinar esta
cuestión.
La primera razón para examinar la cuestión
de la pecabilidad/impecabilidad de Cristo es comprender mejor y adquirir
un conocimiento más profundo acerca de Cristo Jesús y de
Dios, tal como Dios nos ha invitado a hacerlo. Esta es la misma razón
por la cual estudiamos la teología propiamente dicha. Cuando lleguemos
a una respuesta a esta pregunta, tendremos conocimientos adicionales acerca
del estado de Jesús antes de la encarnación, y habremos comprendido
mejor el significado de la declaración de que "Jesucristo es el
mismo ayer, hoy, y por los siglos".
Segundo, algunos teólogos han argumentado que la
pecabilidad de Jesús tiene un impacto directo en la humanidad de
Cristo. Es decir, si Jesús no era podía pecar, entonces,
¿hasta qué punto era "humano"? ¿Podría haber
sido "verdaderamente hombre" si no hubiese podido pecar como el resto de
la humanidad? (Nota: Esta es una cuestión de si Cristo podía
haber pecado o no; no de que Cristo tenía que haber pecado para
ser humano). Indirectamente, Morris pregunta si la impecabilidad de Jesús
implicaba que carecía de una parte de la condición humana
que tiene el resto de la humanidad, es decir, conciencia de pecados pasados.
Si éste es el caso, Cristo puede no haber sido completamente humano
porque sólo asumió la mayoría de las "cualidades"
de la naturaleza humana, pero se protegió de la conciencia del pecado.
Tercero, Sahl nos dice que "el nacimiento virginal, la
encarnación, y la unión hipostática, están
todas influídas por la impecabilidad de Cristo Jesús". Por
lo tanto, si hemos de comprender plenamente estas doctrinas, necesitamos
estudiar la cuestión de la pecabilidad/impecabilidad de Cristo.
Cuarto, una comprensión de la pecabilidad/impecabilidad
de Cristo Jesús tendrá un impacto en nuestra comprensión
de los ángeles en general, y de Lucifer/Satanás en particular.
Esto es, examinando la pecabilidad/impecabilidad de Jesús (y la
cuestión relacionada de la tentabilidad de Jesús) comprenderemos
mejor el ámbito de los ángeles, especialmente de los ángeles
caídos. Además, examinando las tentaciones que Satanás
le presentó a Cristo, tendremos también una comprensión
más profunda de los poderes de Satanás y de sus seguidores.
Quinto, porque la Biblia nos dice que Jesús no
pecó, la cuestión de la pecabilidad/impecabilidad tendrá
un impacto en la infalibilidad y la integridad de la Biblia. Como afirma
Stahl, "si es posible que el Señor Jesucristo sucumbiera al pecado
o fuera engañado por él, entonces podríamos también
llegar a la conclusión de que es posible que Él haya proporcionado
información errónea en cuanto a las cosas eternas mientras
crecía en sabiduría y estatura y favor para con Dios y los
hombres".
Y finalmente, la pecabilidad/impecabilidad tendrá
un impacto en la victoria del Redentor sobre la tentación y el pecado.
Porque, si era imposible que Jesús jamás pecara, entonces
en realidad es una victoria vana: no había ninguna posibilidad de
que alguna vez ganara la batalla. Así, la victoria es un punto muy
debatible y hace surgir la pregunta de si la victoria tiene un verdadero
impacto sobre la humanidad bajo estas circunstancias.
De esta manera, podemos ver que la pecabilidad o impecabilidad
de Jesús es más que simplemente un debate académico.
El resultado de este debate podría haber tenido implicaciones de
largo alcance sobre nuestra visión y nuestro conocimiento de Dios,
nuestra doctrina de la humanidad de Jesús, las doctrinas del nacimiento
virginal, la Encarnación y la unión hipostática, nuestra
teología de la angelología, la cuestión de la infalibilidad
y la integridad, nuestra visión de la victoria de Jesús sobre
la tentación y el pecado.
Ahora me gustaría regresar a los argumentos en
favor de la pecabilidad de Jesús, es decir, que Jesús podía
haber pecado si hubiese querido. Como se dijo antes, un resultado positivo
de esta investigación no implica que Jesús tenía que
haber pecado durante su vida terrenal. Sólo implica que era posible
que Jesús hubiese pecado.
Nuestro primer argumento de que Jesús podía
pecar se centra en la cuestión de las tentaciones de Jesús.
Charles Hodge ha sido citado "resumiendo esta enseñanza con estas
palabras: Esta impecabilidad de nuestro Señor, sin embargo, no es
absoluta. No era un non potent peccare. Si Él era verdaderamente
hombre, debe haber sido capaz de pecar. Que no pecó bajo la mayor
provocación ... se nos presenta como ejemplo. La tentación
implica la posibilidad de pecar". Sahl afirma esto así: "Si una
persona no es susceptible de pecar o si el pecado no tiene atractivo para
él, el pecado es una farsa". Resumiendo, esto significa que, si
Jesús no podía ser tentado por el pecado y capaz de pecar,
entonces no era verdaderamente humano. Porque la tentabilidad y la capacidad
de pecar son parte del ser humano.
Para comprender plenamente y responder a este argumento
basado en la tentabilidad, debemos examinar la naturaleza de la tentabilidad.
Sahl arguye que el problema con este argumento es que tenemos un concepto
errado de la naturaleza de la tentabilidad. Específicamente, dice,
"la palabra griega 'tentar' no significa inducir al mal. La palabra significa
'probar, hacer de algo una prueba, poner a prueba .. significa probar intencionalmente
con el propósito de descubrir qué de bueno o malo, de poder
o debilidad, hay en una persona o cosa', o 'tener atractivo"'. En este
sentido, Sahl llega a la conclusión de que las tentaciones de Cristo
fueron reales: Cristo confrontó verdaderos desafíos en el
desierto, donde demostró el bien que había en Él,
y también en el Huerto de Getsemaní y en el Calvario, donde
demostró Su poder.
Towns observa que la tentabilidad puede definirse así:
"Se entiende generalmente como inducir a una persona a cometer pecado ofreciéndole
alguna aparente atracción. ... En este sentido, nuestro Redentor
sin pecado fue absolutamente intentable e impecable". Esto es, porque Jesús
era Dios y poseía los atributos de Dios, no había nada que
Jesús podía ser inducido a tener u obtener. Por lo tanto,
no podía ser tentado. Sin embargo, en el lado opuesto de la cuestión,
Towns también observa que "la naturaleza de la tentación
de Cristo era que se le pidió hacer las cosas que Él podía
hacer y las cosas que quería hacer, cuyos resultados se habrían
producido al hacer lo que Satanás pedía. La naturaleza de
Su tentación era ... el hecho de que Él, como Dios, fue tentado
a hacer las cosas que podía hacer. Las cosas que a Cristo se le
pide que haga .. parecen ser peticiones válidas". Por lo tanto,
porque Satanás le pidió a Cristo que hiciera las cosas que
era capaz de hacer, por ejemplo, convertir las piedras en pan, etc., podemos
ver que las tentaciones a las que Cristo se enfrentó eran reales.
Sin embargo, las tentaciones a las que Jesús se enfrentó
eran diferentes de las que otros hombres tendrían que soportar.
"[Jesús] fue probado como nadie ha sido probado jamás. Añadida
a la naturaleza de la tentación misma, estaba la mayor sensibilidad
de Cristo". Es posible que la tentación última y más
severa de Jesús tuviera lugar en Getsemaní. Aquí Jesús
fue tentado a abandonar el plan de Dios y "dejar que la copa pasara de
él" (Mateo 26:39). Claramente, "Jesús experimentó
peores tentaciones que nosotros". De aquí que las tentaciones a
las que Cristo se enfrentó eran reales precisamente porque eran
pruebas de su poder y lo sometían a prueba. Esto es, "cuando [la
Biblia nos dice que Jesús] fue tentado .. esto implica que fue tentado
en todos sus pensamientos, sus deseos (emociones), y su capacidad para
tomar decisiones. Cristo fue tentado en cada parte de su ser como una persona
es tentada en cada parte de su naturaleza humana".
Otro punto que debemos recordar al debatir el argumento
de la pecabilidad a partir de la tentabilidad es que "la tentación
a pecar no requiere por necesidad la susceptibilidad a pecar". Lo imposible
puede intentarse siempre. Aunque el éxito puede no ser probable,
o el intento pueda ser poco práctico, esto no significa en sí
mismo y de sí mismo que el intento no pueda hacerse. Walvoord afirma
que "aunque la tentación pueda no ser real, puede haber poder infinito
para resistir esa tentación, y si el poder es infinito, la persona
es impecable". Como ejemplo, Walvoord cita el ejemplo de Shedd de un ejército:
"[no es correcto] decir que, porque un ejército no puede ser derrotado,
no puede ser atacado".
Hay también evidencia bíblica de que Jesús
fue realmente tentado, como leemos en Hebreos: "Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que
fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado". (4:15).
En suma, podemos ver entonces que el argumento de la pecabilidad
de Cristo Jesús no puede sustentarse con el argumento de la tentación.
El que uno sea tentado no implica necesariamente que deba ser susceptible
a la tentación. Además, Jesús fue tentado en todos
los aspectos del término. Es cierto que sus tentaciones eran diferentes
de las que nosotros experimentamos, pero no por eso eran menos reales.
Y finalmente, el sólo hecho de que Jesús fue tentado no significa
que podía pecar. Es posible que Satanás intentara lo imposible,
es decir, tentar a Jesús, aunque no tuviera ninguna posibilidad
de éxito.
El segundo argumento en apoyo de la pecabilidad de Jesús
descansa en la humanidad de Jesús, es decir, "[si] era verdaderamente
hombre, debe haber sido capaz de pecar". Este argumento descansa en dos
falacias. Primera, no reconoce que, aunque Jesús era verdaderamente
hombre, era también verdaderamente Dios. Era Dios-hombre. Aunque
era hombre, Jesús todavía conservaba todos los atributos
de su naturaleza divina (aunque, por medio de la kenosis, o el vaciamiento
del yo, voluntariamente no ejerció todos sus atributos divinos).
"Cristo Jesús poseía todos los atributos divinos del Padre
... En su humanidad, Cristo era totalmente humano; en su deidad, Jesús
era inalterablemente Dios. Sin embargo, en Jesucristo había una
sola unidad indivisa en la cual se unían estas dos naturalezas,
vital e indivisamente, de manera que Cristo Jesús no es Dios y hombre,
sino el Dios-hombre". La segunda falacia es que Jesús era primero
Dios y subsiguientemente tomó sobre sí la naturaleza humana.
"La segunda persona de la Trinidad [Cristo Jesús] es la raíz
y la cepa en la cual se injerta la naturaleza humana" o "Al hacerse hombre,
Dios no disminuyó su deidad, sino que añadió una naturaleza
humana a la naturaleza divina". De estas refutaciones, podemos ver que,
aunque Jesús era verdaderamente hombre, conservó su atributo
divino de santidad. Fue esta santidad la que proporcionó la fortaleza
y la fuerza de voluntad para garantizar que Cristo evitara el pecado y
no pudiera pecar. En otras palabras, "aunque Cristo tenía deseos
tanto divinos como humanos, tenía una sola voluntad decisoria. Esa
voluntad decisoria reside en el Logos eterno". Así, aunque Jesús
era verdaderamente humano, su voluntad divina era más poderosa,
y evitó que pecara porque "una voluntad santa puede ser perfectamente
libre, y sin embargo, estar decidida, con absoluta certeza, a hacer lo
correcto. Tal es la voluntad de Dios". Por lo tanto, "como Dios, Cristo
está seguro de hacer sólo el bien, y sin embargo, es un agente
moral que toma decisiones. No necesita ser capaz de pecar".
El tercer argumento en apoyo de la pecabilidad de Jesús
se basa en las declaraciones bíblicas de que Jesús es el
segundo o el Nuevo Adán, y corresponde al primer Adán. Así,
si Jesús fue el segundo Adán, tenía que tener todas
las cualidades y características del primer Adán. Los proponentes
de este argumento llegan luego a la conclusión de que una de las
características de Adán era que podía pecar.
Sin embargo, el hecho es que este argumento no comprende
el punto. El primer Adán era perfecto cuando fue creado por Dios.
"Adán fue creado en santidad, sin la compulsión interior
hacia el pecado que ahora caracteriza a su progenie" o "Jesús no
poseía una naturaleza pecaminosa porque ésta no era parte
de la naturaleza original del hombre". En el jardín, Adán
no conocía el pecado, ni las consecuencias de pecar. "[Adán]
no conocía el pecado "antes de que la serpiente y Eva le ofrecieran
el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Fue sólo
cuando desobedeció a Dios que Adán añadió el
pecado a su naturaleza perfecta. Esto es argüir en favor de una condición
pasada a partir de una condición presente, que luego se aplica a
Jesús. "Comete el error de tomar como modelo nuestras vidas imperfectas,
y considerar a Jesús humano sólo en la medida en que se conforma
a nuestros fracasos. [Más bien], Él es el modelo, y nos muestra
lo que puede ser una genuina humanidad". Así, el ser humano perfecto
es sin pecado, y capaz de no pecar (aunque el ser humano perfecto todavía
haya heredado una naturaleza pecaminosa y el pecado original de Adán).
Por lo tanto, Cristo puede ser el segundo o el Nuevo Adán, y todavía
no tener una naturaleza pecable.
En el capítulo titulado "La impecabilidad de Cristo",
en el libro de Berkouwer "La Persona de Cristo", el autor presenta tres
argumentos singulares en favor de la pecabilidad de Cristo. No he visto
estos argumentos mencionados en ninguna otra fuente, y, por lo tanto, dudo
del peso que ellos tengan. Sin embargo, he decidido resumirlos a
continuación, para que el trabajo quede completo. Todos los tres
argumentos están basados en pasajes bíblicos.
El primer argumento de Berkouwer se centra en las palabras
de Cristo: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno,
sino sólo Dios". (Lucas 18:19, Marcos 10:18, y una referencia similar
en Mateo 19:17). Según Berkouwer, esta afirmación pone en
duda la pecabilidad de Cristo porque "la gente ha inferido que Cristo mismo
no procedía de su absoluta impecabilidad o santidad sino que más
bien se pone a sí mismo en la categoría de los seres humanos
pecadores". Sin embargo, leer este pasaje de esta manera es claramente
una interpretación defectuosa. El Comentario Bíblico de Jerónimo
nos dice que la frase "maestro bueno" es "un epíteto rara vez usado
en relación con un rabino" y que la respuesta de Jesús "implica
que el epíteto 'bueno', siendo propio de Dios, no debería
usarse indiscriminada o descuidadamente". Por otra parte, Berkouwer sugiere
que éste es un tipo diferente de interpretación. Arguye que
en la iglesia primitiva y en el tiempo en que se escribieron estos tres
evangelios, no había dudas de la impecabilidad de Cristo. La no
pecaminosidad de Cristo es un concepto teológico que se desarrolló
más tarde en la historia: "no encontramos una afirmación
explícita del sentido de no pecaminosidad [de Jesús] sino
hasta que la encontramos, como el fruto de la teología del Logos,
en los pronunciamientos del Cristo juanino".
Aunque personalmente no estoy convencido de la interpretación
de Berkouwer y prefiero basar mi rechazo de este argumento en favor de
la pecabilidad de Cristo en la correcta interpretación del pasaje,
admito que Berkouwer presenta un argumento plausible y lógico, dado
lo que sabemos acerca del desarrollo de los escritos del Nuevo Testamento.
El segundo argumento que presenta Berkouwer se basa en
el relato del bautismo de Jesús por Juan el Bautista. En el relato
de Mateo de este incidente, Juan el Bautista reconoce la santidad de Cristo
y trata de evitar bautizarlo. Sin embargo, Cristo le dice a Juan el Bautista:
"Deja ahora" (Mateo 3:15). A partir de esto, surge el argumento de que,
si Jesús era sin pecado, ¿por qué tenía que
ser bautizado y arrepentirse de sus pecados? El Comentario Bíblico
de Jerónimo señala que el diálogo entre Juan Bautista
y Jesús no se encuentra en los relatos ni de Marcos ni de Lucas,
y propone que es una adición por parte de Mateo porque "era necesario
explicar cómo podía Jesús someterse a un rito de arrepentimiento
y confesión de pecados". Berkouwer da una explicación más
completa, diciendo que "Cristo era obediente a la ley divina precisamente
de esta manera ... A esta ley ya estaba sujeto Cristo en la circuncisión
y en su presentación en el templo, y en nada se distinguía
de los otros niños de su pueblo [es decir, el pueblo judío]".
"Nacido de mujer y nacido bajo la ley" (Gál. 4:4). En otras palabras,
Jesús estaba simplemente cumpliendo la ley judaica y siendo un buen
judío. Como todos los judíos de su tiempo, guardaba los preceptos
y obedecía las reglas. No era un intento de negar su santidad ni
de afirmar que era pecador. Era simplemente un rito. Si no hubiese sido
bautizado, posiblemente habría sido condenado por los dirigentes
judíos y se le hubiese prohibido el acceso al templo.
Por lo tanto, podemos ver que el bautismo de Jesús
no tiene ningún peso como intento para probar la pecabilidad de
Jesús.
El tercer enfoque singular de Berkouwer sobre la pecabilidad
de Jesús se basa en Hebreos 5:7-8. En este pasaje, el autor apostólico
nos dice que "[Jesús] por lo que padeció aprendió
la obediencia". Esta declaración ha llevado a la gente (por lo menos
de acuerdo con Berkouwer) a preguntarse si hubo "una etapa en la cual Cristo
todavía no fuese obediente ... una etapa anterior a la obediencia
de Cristo". Al oponerse a este argumento, Berkouwer señala que Hebreos
5 se refiere precisamente a los sufrimientos de Cristo en Getsemaní"
donde Cristo es tentado a echar por la borda el plan divino, su cruz, su
muerte, y su resurrección. Sin embargo, Cristo fue obediente en
el sentido de que aceptó la voluntad divina y aceptó la voluntad
del Padre. Este pasaje no se refiere a la vida entera de Cristo, sino meramente
a un solo episodio. Por lo tanto, este pasaje no sustenta la teoría
de la pecabilidad.
En resumen, por lo tanto, hemos visto que la cuestión
de la pecabilidad de Jesús, es decir, que Jesús pudo haber
pecado si hubiese querido, no puede sostenerse apelando a los siguientes
argumentos:
a) que, para que tuviera una verdadera naturaleza humana,
Jesús tenía que haber podido pecar;
b) que, para ser realmente tentado como el hombre es
tentado, Jesús tenía que poder pecar;
c) que la tentabilidad requiere por necesidad ser susceptible
de pecar;
d) que si Jesús fuera verdaderamente hombre, tendría
que poder pecar porque el pecado es parte de la condición humana;
e) que si Jesús fuera realmente el segundo Adán
o el nuevo Adán, tendría que haber podido pecar;
f) que las palabras de Jesús en Lucas 18:19, Marcos
10:18, y Mateo 19:17 ("Ninguno hay bueno, sino sólo Dios") implican
que Jesús tenía que haber podido pecar;
g) que el bautismo de Jesús por Juan el Bautista
implica la naturaleza de pecado de Jesús, y por ende, la capacidad
de pecar; y
h) que el pasaje bíblico de Hebreos 5:7-8 implica
que Jesús no siempre fue obediente y, por lo tanto, podía
pecar.
Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de
que ningún argumento nos exigiría admitir o concordar con
la pecabilidad de Jesús.
Habiendo establecido la falta de evidencia para sustentar
la pecabilidad de Jesús, ahora deseo examinar los argumentos en
apoyo de la impecabilidad de Jesús.
El primer argumento en apoyo de la impecabilidad
de Jesús se basa en la naturaleza divina de Jesús. Towns
nos dice que "Jesús era inalterablemente Dios", y para respaldar
esta afirmación, presenta nueve pruebas. Sahl nos dice que es precisamente
porque Jesús es Dios por lo que "no es posible que pecase". Pannenberg
explica esto más completamente diciendo: "Si el pecado es esencialmente
la vida en contradicción a Dios, en cerrar egoístamente nuestro
yo contra Dios, entonces la unidad de Jesús con Dios en su comunidad
personal con el Padre y en su identidad con la persona del Hijo de Dios
significa inmediatamente su separación de todo pecado". Esto es,
"el concepto de pecabilidad en la persona de Cristo es contradicha principalmente
por los atributos de inmutabilidad". Pannenberg observa que, "para Tertuliano,
Jesús es ... sin pecado ... porque es uno con el Dios sin pecado".
En otras palabras, tanto Pannenberg como Tertuliano llegan a la conclusión
de que es imposible que Cristo sea pecable porque esto se opondría
a la inmutabilidad de Dios (incluyendo la de Jesús).
Para que Cristo pudiera pecar, tendría que haber
un cambio sustancial en la naturaleza misma de Dios. Sin embargo, Dios
mismo ha revelado claramente que "Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por
los siglos" (Hebreos 13:8) y "tú [Jesús] eres el mismo, y
tus años no acabarán" (Hebreos 1:12). Walvoord ha extrapolado
estos versículos para dar a entender que "es inconcebible que Dios
pudiera pecar [en] la eternidad pasada; también debe ser cierto
que es imposible que Dios pecara en la persona de Cristo encarnado. La
naturaleza de Su persona prohibe la susceptibilidad al pecado". Towns afirma
esto como "quitar a Dios cualesquiera atributos sería quitarle a
Dios su deidad. Significaría que Dios ya no es inmutable (que no
cambia), y, por lo tanto, esto hace que sea menos Dios". Por lo tanto,
basados en lo que antecede, es claro que Jesús no puede haber podido
pecar.
Segundo, se ha argumentado también que, puesto
que Jesús era Dios, Su omnipotencia, aunque escogió no ejercer
este atributo a través de la kenosis, garantizaría su impecabilidad:
"la pecabilidad siempre implica debilidad de parte del que es tentado.
... Por parte de Cristo, esto queda claramente fuera de discusión".
Bechtle expresa este argumento como "caer en tentación muestra debilidad
moral o falta de poder o capacidad. Cristo tenía poder infinito,
y por lo tanto no era susceptible al pecado".
Tercero, se arguye que, porque Cristo era omnisapiente,
no podía haber pecado: el pecado con frecuencia apela a la ignorancia
del que es tentado. ... En el caso de Cristo, los efectos del pecado eran
perfectamente conocidos, con todos los factores contribuyentes. Era imposible
que Cristo, siendo omnisapiente, cometiera lo que él sabía
que traería infortunio eterno para sí mismo y para la raza
humana. Teniendo al mismo tiempo sabiduría para ver el pecado en
su verdadera luz y poder infinito para resistir a la tentación,
es evidente que Cristo era impecable.
Towns lleva un paso más allá este argumento
basado en la definición y atributos de Dios, y presenta un cuarto
argumento, que incluye el hecho de que Jesús era omnipresente, como
prueba de su impecabilidad: "Cristo es omnipresente (su presencia en el
cielo en el momento de la tentación prohibe el pecado). Por lo tanto,
Cristo no podía pecar, porque vivía una vida perfecta en
el cielo en el momento de la tentación".
El quinto argumento en apoyo de la posición de
que Cristo era impecable apela a la afirmación de que "Dios no puede
ser tentado por el mal", que se encuentra en Santiago 1:13. Sin embargo,
esta es una traducción inexacta del manuscrito original. Una traducción
más correcta sería: "Ciertamente, Dios, que está más
allá del alcance del mal, no tienta a nadie". Esta última
interpretación es sustentada por el Comentario Bíblico de
Jerónimo. Por esta razón, el pasaje en Santiago 1:13 no es
apropiado en la discusión actual y no prueba ni la pecabilidad ni
la impecabilidad de Jesús.
El sexto arguumento en apoyo de la impecabilidad es lo
que Stahl describe como "la singular persona de Jesús" o la unión
hipostática. Bajo la doctrina de de la unión hipostática,
Jesús "tenía un intelecto, un conjunto de emociones, y una
capacidad volitiva para tomar decisiones". Sin embargo, algunos teólogos,
como Shedd, creen que "la divinidad [de Jesús] es dominante en su
persona.... la divinidad es el factor dominante en la compleja persona
de Cristo". Walvoord concuerda con esta opinión: "En la persona
de Cristo, la voluntad humana estaba siempre subordinada a la voluntad
divina y nunca podía actuar independientemente". Aunque este argumento
parece apoyar la impecabilidad de Cristo, no estoy seguro de que no interpreta
erróneamente las dos naturalezas de Cristo. Bajo la doctrina de
la unión hipostática, sabemos que "las dos naturalezas [de
Jesús] están ligadas juntas ... por un lazo singular e inescrutable,
que les constiutuye en una persona con una sola conciencia y una sola voluntad".
Esto significa que "las naturalezas humana y divina no se confundían
o se fusionaban en una tercera naturaleza con una expresión diferente".
Sin embargo, si Cristo tenía una sola voluntad (una posición
que el Tercer Concilio de Constantinopla condenó en el año
681), que en realidad era dominada (y por lo tanto controlada) por su voluntad
divina, ¿no implica esto que hay una fusión de las voluntades
o la creación de una tercera naturaleza? Por consiguiente, aunque
me gustaría decir que este argumento apoya la afirmación
de la impecabilidad de Cristo, hacerlo sería aceptar una definición
inexacta de la unión hipostática. Por lo tanto, este argumento
no es aplicable a esta discusión.
El séptimo argumento en apoyo de la impecabilidad
es el de que Cristo no podía pecar porque hacía la voluntad
del Padre, o sea, argumenta a partir del deseo omnipotente de Jesús
[y] su sumisión a la voluntad divina. Sabemos que Cristo hacía
la voluntad del Padre porque la Biblia afirma esto claramente: "Entonces
[Jesús] dije: 'He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu
voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí'".
(Hebreos 10:7). "Jesús les dijo: 'Mi comida es que haga la voluntad
del que me envió, y que acabe su obra'". (Juan 4:34) y "Porque he
descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió" (Juan 6:38). La voluntad del Padre está también
claramente expresada en la Biblia: "[Dios] envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados". (1 Juan 4:10). Como propiciación por nuestros
pecados, "Cristo es un sustituto para el pecado". Sin embargo, la única
forma en que Cristo pudiera ser sustituto por nuestros pecados es que Cristo
mismo no fuera pecador. "Sólo se habría necesitado un sólo
pecado para que Cristo fuera pecador. ... En ese caso, sería incapaz
de salvarse a sí mismo, no ya ser el impecable sustituto para los
pecados del mundo. Por lo tanto, si Cristo iba a cumplir la voluntad del
Padre, tendría que haber la seguridad de que permanecería
intachable durante toda su vida. La única manera de garantizar que
Cristo permaneciera sin pecado sería que no pecara. Por lo tanto,
Cristo tenía que ser impecable.
El octavo argumento en favor de la impecabilidad de Cristo
es presentado por Sahl y se basa únicamente en las declaraciones
bíblicas de Cristo y el hecho de que la Biblia es infalible, exacta,
y autorizada. Sahl extrae los siguientes versículos: Marcos 2:1-12
(el relato del paralítico en Capernaum), Juan 7:18 (El que habla
por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria
del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él
injusticia). Juan 8:29 (Porque el que me envió, conmigo está;
no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada).
Y Juan 14:6 (Jesús le dijo: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida:
nadie viene al Padre, sino por mí) y luego concluye que Jesús
"es el impecable Salvador que salva a su pueblo de sus pecados".
Resumiendo, hemos visto que:
i) el hecho de que Jesús, que es Dios, es santo
significa que no puede pecar porque, si pecara, significaría que
Dios está sujeto a cambio;
j) el hecho de que Jesús, que es Dios, es omnisapiente
implica que no puede pecar ;
k) el hecho de que Jesús, que es Dios, es omnipotente
implica que no puede pecar;
l) el hecho de que Jesús, que es Dios, es omnipresente
implica que no puede pecar;
m) el hecho de que Jesús es una persona singular
que tiene un deseo omnipotente y se somete a la voluntad divina implica
que no puede pecar;
n) el hecho de que Jesús es la propiciación
y el sacrificio por el pecado del hombre implica que Jesús no puede
pecar; y
o) el hecho de que las afirmaciones de Jesús acerca
de sí mismo en la Biblia, que es infalible, implica que Jesús
no puede pecar.
De esta manera, podemos llegar a la conclusión
de que Jesús era impecable, es decir, que no podía pecar.
Esta asignación requiere, después de haber
examinado la cuestión de la pecabilidad o impecabilidad de Cristo,
que el autor elija una posición y la defienda. No hay duda de que
me gustaría tomar la posición de que Jesús es pecable
y podía haber pecado si hubiese querido. Por alguna razón,
no puedo expresar plenamente por qué la pecabilidad de Jesús
resulta muy consoladora para mí. Quizás sea porque una posición
tal significaría que sería posible para mí vivir también
mi vida sin pecado. Esto es, si el hombre perfecto, Jesucristo, pudo vivir
su vida sin pecado, entonces hay por lo menos la posibilidad de que yo
también pueda hacerlo. Puede haber también consuelo en el
hecho de que siempre es más fácil tratar con otra persona
similar a nosotros y que no es superior, es decir, sin pecado. O a lo mejor
es porque me encuentro siendo tentado tan a menudo que la idea de un Salvador
que también puede soportar la tentación y que puede pecar
parece menos amenazadora y más asequible que la alternativa.
Sin embargo, después de examinar el material que
antecede y escudriñar mi corazón, tendría que seleccionar
como mi posición en este debate la de que Cristo no puede pecar.
Aunque los pasajes bíblicos que proclaman lo intachable de Jesús
y su impecabilidad son obligantes, el argumento final que me convence es
la naturaleza de Jesús, el Dios-hombre. Para mí, Jesús
es claramente tanto Dios como hombre; las dos naturalezas plenas y nunca
separables. Si Jesús es Dios, esto significa que Él debe
ser santo, omnisapiente, omnipotente, y omnipresente. Dados estos atributos
y el hecho de que Dios es, por definición, inmutable, entonces debo
llegar a la conclusión de que Jesús no puede pecar. En conclusión,
por lo tanto, hemos visto que hay varios argumentos que intentan probar
la pecabilidad de Jesús. Sin embargo, ninguno de estos argumentos
es convincente y todos contienen falacias inherentes. Por otro lado, hemos
visto que hay varios argumentos que prueban más allá de toda
duda que Jesucristo es impecable. Cada uno de estos argumentos, por su
misma definición y por las conclusiones lógicas a las que
llevan, nos muestran que Jesús era impecable.
Por lo que a mí concierne, la evidencia y el peso
de la convicción prueban claramente que Jesucristo, el Hijo de Dios,
la Segunda Persona de la Trinidad, el verdadero Dios-hombre, es impecable.