Las tablas de la ley

LA JUSTICIA DE DIOS

Los cristianos no están sujetos a
los Diez Mandamientos

Greg Supina

Tomado de Salt Shaker


"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por fe vivirá". Romanos 1:16-17

Muchos cristianos parecen estar avergonzados del evangelio, puesto que aborrecen la doctrina de que nuestra justicia viene enteramente de Dios, no de nosotros mismos. "¡Anarquistas! ¡Antinomianos!", exclaman. Porque no creen en la sincera promesa de Dios de escribir su ley en nuestros corazones y en nuestras mentes con su propia mano, no de hacer que nosotros la escribamos en nuestros corazones y en nuestras mentes con nuestra propia mano. Pero esta promesa, junto con el don del perdón de Dios y la enseñanza de su Santo Espíritu, es la suma del Nuevo Pacto (Jeremías 31:31-34), que fue traído a nosotros en la sangre de Jesús.

En su incredulidad, no conocen ni la verdad de la Escritura, ni el poder de Dios para efectuar un cambio real y duradero en la mente y en el corazón. Rehusando confiar en que Jesús hará su obra en ellos, confían sólo en su propio esfuerzo para agradar a Dios, siguiendo sus propias versiones de la ley moral. ¿Piensan que el Espíritu Santo apenas ayuda a los hombres a obedecer la ley, como socio de sus impíos corazones? ¡No! Dios mismo cambia los corazones a la imagen de Jesús, y después mueve a estos nuevos corazones para que hagan las obras de Él. Todo es obra de Dios, no nuestra. Y todo es gloria de Dios, no nuestra.

El evangelio (las buenas nuevas) es el mensaje de la verdad de Jesús, un mensaje que obra poderosamente dentro de nosotros. Y las buenas nuevas es que el poder de Dios hará lo que nosotros no podemos hacer porque no tenemos la fortaleza moral. El evangelio "es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree". El poder de Dios obra la salvación en todos los que confían en Jesús para que les salve. En este poder del evangelio, "se revela la justicia de Dios". Esta justicia no es de los hombres, sino de Dios. Y es "revelada", no ganada. Es un don de Dios por gracia.

Ahora, consideremos lo que la Escritura quiere decir cuando llama a la salvación "una justicia que es por fe y para fe", de principio a fin. Si es de principio a fin, no hay lugar ni siquiera para un poquito de esclavitud moral. Así que no me avergüenzo de confiar solamente en Jesús para que cree un nuevo corazón dentro de mí, y para que me motive a hacer sus obras justas. Así es como viviremos, yo y todos los que creen en Jesús, tanto judíos como gentiles.

Este documento era originalmente una carta corta, que revisé y amplié un poco antes de ponerla en este sitio web. Cuando fue escrita, intenté mostrarle a un bautista calvinista, que parece confiar mucho en el desarrollo histórico del cristianismo protestante, que los forjadores del pensamiento evangélico no siempre estuvieron de acuerdo, ni fueron siempre bíblicos y consistentes en relación con sus puntos de vista sobre la ley mosaica. Por supuesto, éste no es un análisis profundo; es sólo "material para pensar". Además, yo no soy un estudioso profundo, sino sólo informal, de los reformadores. Me interesa más la Biblia que la teología de los hombres. Además, esta carta condujo a otro documento, una polémica carta a un Adventista del Séptimo Día, que discutía en mayor profundidad las Escrituras en relación con este tema.

Yo entiendo que la mayoría de los predicadores protestantes se preocuparan por la posibilidad de que el pueblo de Dios se descarriara hacia la impiedad, y quisieran evitar esto a toda costa. Pero, en su preocupación, algunos de los reformadores y protestantes calvinistas regresaron a la ley mosaica, erróneamente. Tropezaron con la misma piedra con que habían tropezado los judíos cuando se opusieron al mensaje evangélico de Jesús y los apóstoles. Yo también quisiera ser llamado calvinista, porque creo en las doctrinas bíblicas de la elección predestinada por parte de Dios y los así llamados cinco puntos del calvinismo, establecidos en el sínodo de Dort. Pero no creo en la totalidad del calvinismo de Calvino. En realidad, estoy más cerca del calvinismo de Lutero. Creo en un mensaje de salvación claro, bíblico, concerniente a la justicia. La Biblia enseña que toda nuestra justicia viene de Dios, no del hombre.

Por lo tanto, debemos ir a Dios en busca de justicia, y responder a la obra que él lleva a cabo en nuestros corazones. Por supuesto, el Espíritu de Dios nos guía hacia un cuidadoso estudio de la ley mosaica, para examinar la forma de justicia que viene de su Espíritu, para que no seamos engañados por falsos espíritus que afirman que vienen de parte de Dios. Pero la ley mosaica es sólo una sombra de la verdadera ley que Cristo opera en nosotros. Así que la ley mosaica presenta la forma general y el aspecto de la verdadera ley. La ley mosaica no es la verdadera ley que Dios se proponía traer a la humanidad por medio de los judíos y del Mesías de los judíos.

Si sólo tratamos de obedecer la ley moral mosaica sin el Espíritu, si sólo interpretamos esta ley sin someternos a la misericordia y la gracia de Jesús en el nuevo pacto de su sangre, fracasaremos. En su lugar, debemos conocer el milagro que ocurre cuando Jesús ejecuta una nueva creación en nuestros corazones y en nuestras mentes. Por este milagro creemos en Dios y oramos a Él. Debemos mantener nuestra esperanza en Jesús, volviendo nuestros ojos a Él como a nuestro Maestro, al Alfarero que da forma a nuestra arcilla. Jesús y sus palabras son vivientes, no sólo mera tinta sobre papel para que la interpretemos y obedezcamos. Sólo por el poder de Jesús, por la obra de su Espíritu, pueden las justas demandas de la ley comenzar a ser satisfechas en nuestras obras y palabras. Esta sola es nuestra esperanza, que nos libra del poder y el engaño del pecado.

La Palabra de Dios se opone muy claramente a muchas enseñanzas que los evangélicos sostienen como doctrinas cardinales. Así que estoy comenzando a no preocuparme más por lo que dicen los pastores. Sólo voy a la Biblia para ver lo que ella dice. Al hacerlo, no trato de confirmar mis opiniones. Por el contrario, leo la Palabra de Dios para averiguar si estoy en error en alguna manera. De aquí que mi teología haya evolucionado, y todavía está evolucionando, para conformarse más estrechamente a la Escritura.

Un tema con el cual he estado luchando en la iglesia y acerca del cual he estado luchando con otros, es la falsa enseñanza de que estamos sujetos al decálogo (los Diez Mandamientos) o la ley moral. Esta doctrina vino de los maestros humanistas y los católico-romanos. Ellos, como los judíos, no podían creer que el poder de Jesús y su Santo Espíritu podían enseñar e impulsar al pueblo de Dios a vivir vidas justas. Por lo tanto, lo mismo que los judíos, regresaron a la ley del Antiguo Pacto. Sin embargo, la razón de que no pudiesen creer en el poder de Jesús era que conocían muy poco de la verdadera obra de la salvación de Cristo en sus propios corazones. Algunos conocían el comienzo de la obra de Cristo, otros no conocían nada de ella.

La ley mosaica es sabia, pero no para salvación. En su lugar, el evangelio (confiar en que Jesús hará su obra en nuestros corazones) es sabio para salvación. Pero la ley mosaica es sólo sabia para la enseñanza de la excelencia moral, que es uno de los resultados o efectos de la salvación de Cristo. La justicia viene con la fe y la salvación. En el mundo secular, algunas de las leyes mosaicas son también un sabio freno y una sabia guía para el pueblo, si son manejadas correcta y honestamente por el que es salvo. Con justicia y misericordia, la ley mosaica puede mantener el orden en la sociedad. Pero no es para la iglesia. Cada cristiano debe ser renovado por Dios, y no está sujeto a la ley mosaica. Los viejos odres de las 613 leyes del Antiguo Pacto no pueden soportar la expansión del vino nuevo, y se rompen bajo su presión.

La iglesia romana no era sabia para gobernar los asuntos seculares de las naciones con los modelos de la iglesia, modelos que en realidad no estaban basados ni en la sabiduría de la ley mosaica ni en la de Cristo. Las demandas de la iglesia romana sobre la gente común e incrédula eran básicamente que reconociera a la iglesia, no a Cristo y a la Biblia. La iglesia romana hablaba de los Diez Mandamientos, pero un hombre podía literalmente quedar impune después de cometer asesinato y adulterio si era poderoso en la iglesia y en la sociedad. Muchos vivían como demonios, sin creer en absoluto ni en Dios ni en su palabra. Pero se inclinaban ante la iglesia, porque habrían sido ejecutados si alguna vez desafiaban su autoridad. Así que la iglesia era extremadamente importante, pero ni el evangelio de Jesucristo ni la ley mosaica eran honrados.

Toda sociedad necesita alguna ley para mantener el orden, pero la iglesia no puede obligar a la gente a creer en Dios ni a adorarle. Sin embargo, la iglesia romana ignoró la ley de Dios, obligando al mismo tiempo a la gente a adorar la iglesia. En consecuencia, la iglesia romana sólo produjo una falsa iglesia, una sentina de hipócritas confundidos y mal enseñados que se ocultaban tras una fachada de cristianismo. Y su cristianismo era más una mezcolanza de magia y superstición, creyendo que el mágico pedobautismo ritual traía un alma a la iglesia, y que un mágico sacramento de comunión daba participación en el cuerpo y la sangre de Jesús. Hasta los "santos" del pasado podían hacer maravillas mágicamente para ellos, y salvarles, no así Cristo. En realidad, un hipócrita tenía cierta ventaja en la iglesia. Mintiendo, podía ir mucho más lejos que si decía la verdad. Si uno era honesto, sería quemado en la hoguera, y no se le daría una posición de dirigente en la iglesia. Así que, en fin de cuentas, produjeron el más horrible monstruo imaginable, una iglesia que se vendía a cambio de placeres carnales.

Por supuesto, ellos no sólo no eran sabios, sino también malvados, pues reclamaban ser la verdadera iglesia cuando en realidad eran hombres irredentos y carnales sin ningún entendimiento de la Palabra de Dios. Pero, viendo toda la maldad y todo el orgullo de esta iglesia romana, los protestantes ciertamente no fueron sabios para emular a la iglesia romana, para seguir las mismas doctrinas y los mismos caminos que ella. La doctrina ex-cátedra de la Iglesia Católica Romana todavía sigue el Canon XIX del Concilio de Trento: "Si alguno dice que nada, aparte de la fe, es ordenado en el evangelio; que otras cosas son indiferentes, que no son ni ordenadas ni prohibidas, sino libres; o que los Diez Mandamientos en modo alguno corresponden a los cristianos, sea anatema". Así pues, la iglesia romana llama a los hombres malditos (anatema) si creen al evangelio entero: Que la fe en el poder y las palabras de Cristo, por sí solos, pueden salvarnos del poder del pecado y de la ira de Dios, y la fe en que los Diez Mandamientos (la ley moral) no son obligatorios para los cristianos.

Por supuesto, la Biblia dice: "Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen" (I Corintios 6:12). Así que nosotros en realidad no decimos "otras cosas son indiferentes", como a los romanos les gusta pensar que nosotros creemos, especialmente en relación con la justicia. Pero la Biblia confirma la mayor parte de lo que el canon de la iglesia romana llama falsa doctrina. En realidad, los judíos acusaban a Jesús y a los apóstoles de ser malditos por la misma razón, diciendo que enseñaban una vida licenciosa y pecaminosa porque enseñaban libertad de la ley. Pero los apóstoles no enseñaban la impiedad, sino más bien una manera de producir justicia en los hombres, una justicia mucho mejor.

Los judíos y los católico-romanos no entendieron que los profetas y los apóstoles enseñaban que el pacto mosaico es caduco, y que el Nuevo Pacto es nuevo. Jeremías nos dice que el Nuevo Pacto no sería como el pacto mosaico (Jeremías 31:32). Por lo tanto, es un pacto enteramente nuevo, que convierte en anticuado al pacto mosaico. Los apóstoles confirmaron esta enseñanza (Hebreos 8:13). Puesto que un pacto es un cuerpo de leyes, y la Palabra de Dios dice que el pacto antiguo es caduco, su ley también es caduca. Uno no puede separar la ley del pacto porque, por definición, un pacto es un cuerpo de leyes (obligaciones/deberes). Así que la antigua ley ya no se aplica a los que están bajo el Nuevo Pacto. En Cristo, todos los justos requisitos de la ley deben ser satisfechos en nosotros por el poder y la obra del Espíritu Santo en Jesús, que es nuestro Dios.

La ley del pacto antiguo estaba representada por el arquetipo, los Diez Mandamientos, el decálogo. Por eso, los Diez Mandamientos, escritos en tablas de piedra, son llamados el Pacto Antiguo mismo. Cuando fueron puestos en el arca del pacto, dieron su nombre al arca, pues representaban la totalidad del pacto antiguo. En consecuencia, si el pacto antiguo es declarado caduco en la Escritura, el decálogo, sobre todo, es caduco. Todos los otros mandamientos del pacto antiguo simplemente proceden de, o hacen provisión para, el ministerio de estos Diez Mandamientos. Si no estamos obligados por el pacto antiguo, no estamos obligados por los Diez Mandamientos.

Sin embargo, el decálogo describe la justicia que viene por medio de Jesucristo. Por supuesto, el decálogo es sólo una sombra, una representación, de la realidad que fue prometida a Abraham y a Moisés. No es la realidad, pero nos da una idea de lo que es la verdadera justicia. Sin embargo, el amor justo descrito por la ley mosaica no puede ser alcanzado por nuestro propio esfuerzo humano para cumplir la ley mosaica. Ni dice nunca el Nuevo Testamento que el Espíritu de Jesús nos ayudará a obedecer la ley mosaica. Jesús no nos ayuda a obedecer la ley. Él mismo escribe su nueva ley en nosotros, para hacernos sus nuevas criaturas, todo por medio de su propia obra, no la nuestra. Si todo lo que recibiéramos de Jesús fuera una ratificación del pacto antiguo, entonces en vano habrían hablado Moisés, los profetas, y los apóstoles.

Pero ahora parece que tenemos dos lados en la iglesia evangélica, y ninguno de los dos parece haber tomado en serio estas verdades bíblicas. Uno dice que todavía estamos sujetos a los mandamientos morales de la ley mosaica, y el otro dice que sólo estamos bajo un borroso principio de amor. Pocos parecen enseñar claramente la obra definida del Espíritu para santificar y producir la misma clase de justicia descrita en la ley mosaica. El verdadero Espíritu Santo nos enseña la naturaleza de la justicia por medio de la ley, pero no nos impone en modo alguno ninguna obligación hacia la ley de Moisés, especialmente bajo la ley moral, el decálogo, que produce gran condenación.

Muchos calvinistas siguen a la iglesia romana en su error en relación con los Diez Mandamientos o ley moral. La Confesión de la Fe Bautista de Londres de 1689 dice:  (Capítulo 19:3). "La obediencia a la ley moral es obligatoria para siempre para todos, tanto personas justificadas como las que no lo son ... y ni Cristo ni el evangelio disuelven esta obligación en modo alguno, sino que la refuerzan". Del mismo modo, la Confesión de Fe de Westminster contiene exactamente las mismas palabras: "La obediencia a la ley moral es obligatoria para siempre para todos, tanto personas justificadas como las que no lo son ... y ni Cristo ni el evangelio disuelven esta obligación en modo alguno, sino que la refuerzan" (Caítulo 19:5). ¡Qué extraño! Estas declaraciones doctrinarias no sólo dicen lo mismo que la iglesia de Roma, sino que son más fuertes, poniendo las cosas peor de lo que estaban bajo la Iglesia de Roma. ¿Es éste el Nuevo Pacto de Jesús? ¡Por supuesto que no!

Esta doctrina fue enseñada a los protestantes por Calvino y otros, muchos de los cuales eran antiguos católicos romanos. Éstos temían renunciar a las doctrinas católico-romanas sobre los Diez Mandamientos porque creían que la gente correría a echarse en los brazos del pecado tan pronto se les dijera que ya no estaban obligados a obedecer la ley moral. Algunos lo harían, pues no habían nacido de nuevo del Espíritu Santo. Pero los que son realmente de la familia de Dios, que han nacido de nuevo y son nuevas criaturas de Dios, saben que la justicia y la sabiduría que el Espíritu de Jesús busca constantemente operar en ellos es aún mayor que todo lo que la ley mosaica podría jamás definir o describir. Ellos saben que estas doctrinas de Calvino y la iglesia de Roma vienen de las tradiciones de hombres, no de la Biblia. Así que los evangélicos no deben aceptarlas como si tuviesen autoridad. Los católicos romanos siempre se atuvieron a las tradiciones de los hombres en lugar de a la verdad bíblica. Pero se supone que los protestantes se deshacen de las falsas tradiciones de los hombres. Se supone que nuestra autoridad final en toda doctrina es sólo la Escritura.

Muy a menudo, estos calvinistas admiten que los cristianos no son justificados ni condenados por la ley moral, sólo guiados por ella. Pero luego dicen que la ley moral nos obliga. Si la ley moral en efecto "nos obliga" a obedecerla (aunque hasta Calvino dice que ningún hombre puede obedecerla), ¿cómo podemos no ser condenados si no la obedecemos? Estar sujetos a algo lógicamente entraña obligación y deber. Si las obligaciones y los deberes no son cumplidos por el que está sujeto a ellos, entonces el tal merece condenación y castigo. El sacrificio de Cristo no hace nada a favor del que está sujeto a la ley moral, puesto que el tal no participa de la muerte de Cristo con Cristo. La única manera de que una persona permanezca atada a la ley es que permanezca viva y que no muera con Cristo. Pero si uno muere con Cristo, está muerto, y por lo tanto, ninguna ley puede sujetarle. No se puede sujetar a un hombre muerto a ninguna ley.

No hay escapatoria lógica a las propias palabras de ellos. Su obligación a la ley siempre equivale a condenación y castigo. Si se atan a una ley que no pueden obedecer, se condenan a sí mismos. La única manera de que alguien pueda librarse de la condenación relacionada con deberes y obligaciones no cumplidos es por medio de la muerte, la cual libera a una persona de todos los deberes y todas las obligaciones de la ley. Así Jesús, por medio de la muerte, nos libró de la condenación y la ley. Y, en su muerte vicaria, nosotros morimos, porque Él murió por nosotros como substituto nuestro. Jesús específicamente nos libró de la sujeción al decálogo, de la totalidad del Antiguo Pacto. Ahora, el deber y la obligación descansan en las manos de Dios, y Dios puede hacer en nosotros lo que nosotros mismos no podíamos hacer. Así que debemos entrar en el reposo sabático de Cristo, y confiar en el poder de Jesús, en su Espíritu. Ya no debemos confiar más en nuestro propio poder para cumplir todos los deberes y todas las obligaciones requeridos por la ley moral, el decálogo.

Si somos guiados por la ley escrita en piedra, ¿cómo podemos ser guiados enteramente por el Espíritu Santo? Uno no puede ser guiado por la ley (ya sea una interpretación carnal o espiritual de la ley en las mentes de los hombres) y al mismo tiempo ser guiado por el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo a menudo exige mucho más de nosotros que la ley escrita - en pensamiento, palabras, hechos, y obras de amor. O, en algunos casos, el Espíritu cancela las exigencias de la ley moral en cuestiones de justicia y castigo. Como David, que ilegalmente alimentó a sus hombres hambrientos con los panes de la proposición, el Espíritu Santo no siempre obedece la letra de la ley, sólo el propósito justo de la ley. Hay una gran diferencia entre las justas demandas o los justos propósitos de la ley, y la letra de la ley sin misericordia ni gracia.

Además, los que le restan la ley ceremonial y judicial a la totalidad de la ley -- los que las quitan y las separan de la ley moral para poder dejar a los cristianos sujetos sólo a la ley moral -- lo hacen ilegalmente. La ley moral de Moisés dice que uno no puede quitar nada de la ley del Antiguo Pacto que le fue dado en el monte Sinaí, ni añadirle nada. Moisés ordenó con autoridad: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los manamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno" (Deuteronomio 4:2). Por lo tanto, la totalidad de la ley mosaica se sostiene entera, o cae entera.

Si estos hombres creen que pueden restar la ley ceremonial de la totalidad de la ley, y decir que no quebrantan la ley, entonces otros pueden quitar algunas leyes morales de otras leyes morales, y no quebrantar la ley. El modelo que usen debe ser consistente, pero no lo es. No sólo no podemos quitar, sino que tampoco podemos añadir. Si Jesús hubiese venido a construir sobre las leyes de Moisés, entonces habría pecado. Jesús no puede añadir a la ley mosaica lo que Él enseñó en las bienaventuranzas (o sea, Mateo 5:21-48). Sin embargo, Jesús puede introducir un Nuevo Pacto que es más completo que la ley mosaica, y reemplazar el Antiguo Pacto con una ley que cumple todos los justos requerimientos de la antigua ley, sustituyendo y superando la antigua ley.

Por esta razón, el Nuevo Pacto es una nueva ley, y no nos ata al Antiguo Pacto. El Antiguo Pacto era un tutor temporal, provisional, de la justicia que habría de venir a nosotros, y vivir en nosotros, por medio de Jesús. Por supuesto, cuando vino Jesús, Él no abolió la justicia descrita por la ley, sino sólo la ley misma. Más bien, Jesús cumplió o completó la justicia de la manera en que Dios realmente quería que se completara. Reconociendo que el mismo Espíritu Santo escribió tanto el Antiguo como el Nuevo Pacto, nosotros no podemos esperar que la justicia de la nueva ley sea muy diferente de la justicia de la antigua ley. Puesto que Dios no cambia, su definición de justicia tampoco puede cambiar.

Pero el antiguo fue escrito en piedra, y era ejecutado por el hombre, mientras que el nuevo está escrito en nuestros corazones, y es ejecutado por Dios. Jesús confirmó la igualdad de los tipos de justicia de ambos pactos ordenando que no se enseñase ni contra el más pequeño de los mandamientos. Sin embargo, esto no altera el hecho de que el Nuevo Pacto de Cristo reemplaza al Antiguo Pacto, aunque no actúa contra la justicia descrita por el Antiguo Pacto. Ya no estamos sujetos al decálogo, pero tampoco nos oponemos a sus mandamientos. Más bien, vamos más allá de ellos.

Jesús no enseñó contra el más pequeño de los mandamientos cuando reemplazó el Antiguo Pacto con el Nuevo, ni siquiera las leyes ceremoniales. Si los hombres enseñan contra las leyes ceremoniales, entonces enseñan contra el menor de los mandamientos de Dios, y Jesús les condena como pecadores. Pero nosotros no enseñamos contra las leyes ceremoniales. Nosotros enseñamos el cumplimiento tanto de la ley ceremonial como de la ley moral, el cumplimiento de toda la ley. Ya no estamos sujetos a la ley ceremonial, pero tampoco lo estamos a la ley moral. Repito, Jesús no vino a oponerse a ninguna parte de la ley, ni la ceremonial ni la moral. Más bien, vino a ejecutar en nosotros el completamiento o cumplimiento de toda la antigua ley, reemplazándola, a toda ella, con una ley viviente y más completa. Así, los que quitan la ley ceremonial de toda la ley, se oponen a la ley moral, a Moisés, y a Jesús.

Si Jesús reemplazó las leyes de los sacrificios, las del sacerdocio, las alimentarias, las de las festividades, y así sucesivamente, entonces reemplazó también toda la antigua ley moral con una ley moral nueva y más completa. Y, si Jesús completa o cumple la ley moral en nosotros, también completa y cumple las leyes ceremoniales en nosotros. No permanece, para obligarnos, ninguna de las leyes del Antiguo Pacto, pero ninguna de las leyes del Antiguo Pacto permanece sin cumplir tampoco en el Nuevo Pacto.

¿Abolió Jesús el mandamiento mosaico de hacer sacrificios por el pecado? ¡No! Pero tenemos un nuevo sacrificio en Jesús. Las leyes de los sacrificios no han sido abolidas, o de lo contrario, el sacrificio de Jesús no significaría nada. Más bien, los justos requerimientos de aquellas ceremonias son completados y cumplidos por el sacrificio de Cristo. Además, tenemos un nuevo sacerdocio. Las leyes del antiguo sacerdocio se cumplen por el hecho de que en Jesús tenemos un nuevo y eterno Sumo Sacerdote y un nuevo sacerdocio real. Un Nuevo Pacto debe tener un nuevo sacerdocio, y lo tiene. En Jesús, también tenemos un nuevo alimento espiritual para que nos mantenga separados del mundo y santificados en él. Así también, nuestras leyes de las festividades enseñan más amor y tienen mayor significado, aumentando la comunión del pueblo de Dios, si son dirigidas por el Espíritu de Dios. Como la ley moral, toda la ley del Antiguo Pacto es reemplazada y ha caducado, pero ha sido cumplida y completada por una nueva ley en Cristo.

Lutero comprendía estas doctrinas mucho mejor que Calvino. Por eso, Lutero entendía el mensaje de la salvación del evangelio mucho mejor que Calvino, aunque Lutero era por naturaleza una persona menos estable. A causa de la personalidad errática e hiriente de Lutero, gran parte de las verdades que expresaba fueron descartadas. Mientras tanto, a causa de las obras metódicas y detalladas de Calvino, muchos de sus errores han continuado durante siglos. En el comentario de Lutero sobre Gálatas, escribe:

"De la misma manera en que la tierra no genera la lluvia, y no puede trabajar por sí misma para producirla, sino que la recibe como mero don de Dios de lo alto, así también esta justicia divina nos es concedida por Dios sin que trabajemos por ella y sin que la merezcamos. Ved, entonces, cuánto puede hacer la tierra por sí misma para recibir aguaceros que la hagan fructificar; otro tanto, y no más, podemos hacer nosotros con nuestras propias fuerzas y obras para obtener esta justicia celestial y eterna. Jamás podremos obtenerla a menos que Dios mismo nos la conceda, imputándonosla por medio de su don, más allá de las palabras. La mayor sabiduría de los cristianos es, entonces, no tener nada que ver ni con la ley ni con las obras, ni la totalidad de la justicia activa, especialmente cuando la conciencia lucha con el juicio de Dios. Por otra parte, la quintaesencia de la sabiduría entre los que no se cuentan entre el pueblo de Dios es saber y fervorosamente seguir la ley y la justicia activa.

"Sabed que un hombre no es justificado por la observancia de la ley, sino por fe en Cristo Jesús. La frase la ley incluye mucho. Todo lo que no es gracia es por ley, ya sea judicial, cremonial, o de los Diez Mandamientos.... Aquí nuevamente os advierto que Pablo no está hablando de la ley ceremonial, sino de toda la ley. Él basa su argumento en el contraste entre recibir el Espíritu Santo por la ley, o por creer. Si es por medio de la ley, entonces no es por creer lo que se predica. No hay punto intermedio entre los dos. Todo lo que no es el Espíritu Santo, o creer lo que se predica, es la ley. Para ser justificado, no hay otro camino, o la voz del evangelio o la voz de la ley. Por lo tanto, la ley aquí debe ser tomada de modo general, como enteramente separada del evangelio. Pero no es la ley ceremonial la que está separada del evangelio, sino también la ley moral, o la ley de los Diez Mandamientos. Por lo tanto, Pablo está hablando aquí de toda la ley.... Pablo contrasta aquí al Espíritu con el esfuerzo humano. El Espíritu significa todo lo que hacemos de acuerdo con el Espíritu; el esfuerzo humano significa todo lo que hacemos sin el Espíritu".

Calvino no parecía entender completamente este mensaje, que reside en el centro, el corazón, y la médula del mensaje de salvación, y puede decirse que es el mensaje esencial de salvación, pues es la obra de Dios dentro del corazón humano para hacer una nueva criatura. Si el Espíritu Santo no proporciona la comprensión de este evangelio, las mismísimas Buenas Nuevas de Cristo, ninguna otra cosa en el Nuevo Testamento tendrá mucho sentido en absoluto. Ahora bien, Lutero a menudo miraba sólo hacia la justicia imputada de Cristo, y no reconocía suficientemente el verdadero cambio en el corazón y la mente para obedecer a Dios. Sin embargo, sí aprehendía claramente la gracia de Dios en la salvación.

Creo que Calvino no se dio cuenta de que, desde Adán y Eva, todos los hombres tienen por lo menos una comprensión básica del conocimiento del bien y el mal, un entendimiento fundamental de la ley. "Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal" (Génesis 3:22). No necesitamos que el Espíritu Santo nos diga lo que básicamente está bien o está mal. Después de que nuestros primeros padres comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, todos los descendientes de Adán y Eva han heredado este conocimiento.

Por esta razón, ciertamente no necesitamos que el Espíritu Santo nos diga que el decálogo es correcto. En sus corazones, todos los hombres saben que el decálogo es correcto y sabio. Todas las sociedades del pasado básicamente han hecho leyes como el decálogo porque todos los hombres heredaron este conocimiento. Y los eruditos judíos también desarrollaron un conocimiento profundo de la ley, mejor que Calvino. También, Dios ha ayudado siempre a los hombres a obedecer la ley, y siempre ha bendecido a los justos, y ha escuchado sus oraciones. Así que, ¿qué es lo nuevo sobre el Nuevo Pacto en la explicación que Calvino da de él? ¡Nada! ¡Calvino es un judío del Antiguo Pacto, pero sin la profundidad ni el alcance de los verdaderos judíos del Antiguo Pacto! Calvino parece no haber visto nunca lo que los ángeles anhelaban mirar. Y es que no había descubierto plenamente el milagro de la salvación por fe.

Calvino salta hacia adelante y hacia atrás, de enseñar la gracia de Dios, a caer nuevamente bajo la ley. Por una parte, hablaba de la justicia imputada de Cristo, diciendo que Dios nos concedía legalmente la justicia que Jesús vivió. Ésta la tenemos. Pero, Calvino parece olvidar la verdadera escritura de la ley en nuestros corazones y en nuestras mentes (que es lo que la Biblia define como el Nuevo Pacto). Olvida la gracia y la fe, y habla del deber de obedecer la ley moral. Sin comprender, parece separar artificialmente (e ilegalmente, contra la ley moral de Dios) la ley moral del resto de la ley mosaica. No pudo enseñar una verdad sólida y consistente porque quería explicar las palabras que leía sobre la salvación por gracia de manera pragmática y mundana.

¿Por qué él, como los que no conocen el poder de la salvación de Cristo, teme que los cristianos se vuelvan a la inmoralidad si no están sujetos a la ley moral del Antiguo Pacto? ¿Se olvida Calvino de confiar en Jesús? Uno no puede enseñar en una misma frase el pragmatismo mundano y el milagro de la salvación de Dios. Calvino parecía no poder creer que los elegidos de Dios quedan realmente libres de la ley cuando se ponen bajo el control del Espíritu de Jesús. ¿Es porque Calvino mismo nunca fue liberado de la ley por medio del Espíritu de Cristo? No sé. Pero lo que sí sé es que Calvino regresó a una enseñanza modificada de la Iglesia Católica Romana humanística. En cuanto a la gracia y la salvación, he aquí lo que Calvino escribe:

"Con relación a los Diez Mandamientos, debemos asimismo acatar la advertencia de Pablo: 'Cristo es el fin de la ley para salvación a todo el que cree'. Otro: Cristo es el Espíritu que vivifica la letra que por sí misma produce muerte. Por la declaración que antecede, quiere decir que en vano enseñan la justicia los mandamientos, hasta que Cristo la confiere por libre imputación y por el espíritu de regeneración. Por esta razón, Pablo justamente llama a Cristo el cumplimiento o fin de la ley.... Porque el Señor nos concede todas las cosas libremente para añadir a la plena medida de su bondad este don también: No rechazando nuestra imperfecta obediencia, sino más bien supliendo lo que falta para completarlo, Él hace que recibamos el beneficio de las promesas de la ley como si hubiésemos cumplido sus condiciones".
Hasta aquí suena bien, pero es un poco inquietante. Porque Calvino parece confuso, y piensa que Jesús vivifica, o da vida, a la ley moral del Antiguo Pacto (la letra). Cree que Jesús cumple los Diez Mandamientos en nosotros. No parecía comprender que Jesús cumple una ley enteramente diferente y nueva -- algo mucho mayor y más pleno que la mera sombra de la ley. Probablemente, Calvino simplemente no quería admitir lo que la Biblia enseña claramente, que hay una nueva ley, un Nuevo Pacto, que es cumplido por Cristo en los hombres, no como el Antiguo Pacto, que era cumplido por el poder de los hombres en sí mismos. En su propia mente, Calvino no parece confiar en que Cristo Jesús haga una obra enteramente nueva en los hombres, y así, parece enseñarles a los hombres a no confiar en que Jesús hace esta obra.

Algunas veces, Calvino enseñaba contra la esencia del evangelio, y no era muy buen maestro al enseñarles a los hombres a seguir algunos caminos. No entendía plenamente que el cumplimiento de la ley puede llevarse a cabo sólo aboliendo primero la ley antigua e incompleta, para que la la ley nueva y completa pueda ser cumplida por Dios mismo en los corazones de los hombres. Ésta es nuestra esperanza, ser preparados para el cielo, ser hechos santos como Dios es santo, por las manos de Dios mismo. Ésta es nuestra única esperanza, puesto que sólo Dios puede hacer esta obra. Pero aquí Calvino todavía discute cómo Cristo añadió a la ley moral o la clarificó, una ley que Calvino cree que todavía existe y es obligatoria para todos los cristianos. En su confusión, también trata de distinguir entre la ley moral y la ley ceremonial, quitando de la antigua ley y retorciéndola furiosa y frenéticamente, intentando desesperada a inútilmente reconciliar su propia y mala teología con las palabras de los apóstoles. ¿Cómo entendía que una ley enteramente nueva había sido ratificada por la sangre de Jesús? En realidad, yo no creo que Calvino entendiese el Nuevo Pacto en Cristo. Calvino dice:

"Ciertas personas ignorantes, que no entienden esta distinción, apresuradamente echan fuera la totalidad de Moisés, y dicen adiós a las dos Tablas de la Ley [los Diez Mandamientos]. Porque ellos creen que es obviamente extraño a los cristianos sostener una doctrina que contiene el 'ministerio de muerte'. ¡Alejemos de nuestras mentes este inicuo pensamiento! ... Ninguna parte de la autoridad de la ley es retirada sin que tengamos siempre que recibirla con la misma veneración y obediencia. Las ceremonias son una cosa diferente: Han sido abrogadas, no en efecto, sino sólo en el uso. Con su venida, Cristo les ha puesto fin, pero no les ha privado de nada de su santidad; más bien, ha aprobado y honrado la ley.... Algunos han pensado que Cristo añadió a la ley, cuando sólo la restauró a su integridad, liberándola y purificándola cuando había sido oscurecida por las falsedades y contaminada por la levadura de los fariseos".
Así que Calvino cree que Cristo sólo "liberó y limpió" la antigua ley, no que introdujo una ley enteramente nueva, un Nuevo Pacto. Sin ninguna lógica real, Calvino no atribuye a la ley moral la misma abrogación que le atribuye a la ley ceremonial. Pero, si Cristo abrogó la ley ceremonial, como dice Calvino que Cristo hizo, entonces Cristo también abrogó la ley moral, porque toda la ley del antiguo Pacto es una sola ley. Así, vemos cuán diferentes son las enseñanzas de Calvino de las enseñanzas del evangelio, que declara que la salvación es enteramente la obra de Cristo. En Jesús, somos tanto justificados como santificados, enseñados sólo por Él, renovados y regenerados por la obra del Espíritu Santo, hechos nuevas criaturas que exceden con mucho las exigencias de todas las 613 leyes del Antiguo Pacto, tanto ceremoniales como morales.

La gracia de Dios enseña a nuestros corazones a temer y amar a Dios. En este temor y amor a Dios, aprendemos a hacer a Dios Señor de cada uno de nuestros pensamientos, a poner todos nuestros pensamientos en cautiverio para Cristo. El Espíritu de Jesús nos convence de pecado mucho más que la ley del Antiguo Pacto. Entonces Él hace que nuestros corazones se sometan a su Espíritu, para efectuar en nosotros un milagro de salvación, para hacernos santos, un sacerdocio santo. Esta es verdadera salvación, para recibir poder de Dios para vencer el poder del pecado y la tentación, para andar en la justicia de Dios y que procede de Dios. Al hacer esto, nosotros no sólo cumplimos la "ley moral", sino toda la ley, incluyendo todo el propósito de las leyes del sacerdocio y la ley ceremonial. En todas las cosas, todo es de Cristo.

En cuanto a esta justicia -- esta santificación que nos convierte en "santos", los santos -- la Palabra de Dios declara: "Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Corintios 6:11). ¿Cómo podemos ser santificados por el Espíritu de Dios y al mismo tiempo por nuestros propios esfuerzos humanos para obedecer la ley moral? Simplemente no funciona de esa manera. Recibimos pasivamente el lavado y la santificación con la justificación en Cristo, en el nombre (autoridad) de Jesús, y por su Espíritu.

Aproximadamente 1400 años de ley mosaica demostraron que el esfuerzo humano, estando atado a la obediencia a una ley, no funciona. Y otros 2000 años de Cristo lo confirmaron. Por lo tanto, oramos: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma, y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5:23, 24). Sí, Él lo hará, no nosotros. Al recibir pasivamente su obra, somos "ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo" (Romanos 15:16). La ley del Antiguo Pacto y sus sacrificios no tenía poder para hacer lo que Jesús mismo promete hacer en nosotros, por medio de su Nuevo Pacto con nosotros. Él nos guardará irreprensibles, al enseñarnos a someternos a él, porque nosotros mismos no podemos guardarnos irreprensibles. "¡Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo!" (Hebreos 9:14).

Así que tenemos que llegar a la conclusión de que toda la obra de nuestra salvación es hecha por Dios, y que nosotros hacemos buenas obras sólo como resultado o efecto de lo que Dios hace en nosotros. Pero, ¿qué sucede con los que concuerdan en que no están sujetos a la ley moral, pero claramente no manifiestan justicia en sus vidas? ¿Es la nueva ley del Nuevo Pacto, el milagro de la salvación, realmente ejecutada en aquél que no practica la justicia? ¿Qué sucede si dicen que practican la justicia, pero sus justicias no se ajustan al modelo de la sombra presentada por la ley mosaica? ¿Qué sucede si la ley dice: "No codiciarás", pero un así llamado cristiano vive en la codicia? ¿Es realmente cristiano? La Biblia nos dice claramente que los que practican el pecado no son de Cristo. Jesús murió por nuestro perdón para poder comenzar a librarnos del poder del pecado, para hacernos nuevos de manera que pudiéramos dejar de pecar. Vino a hacernos justos.

Pero, ¿qué sucede con los que insisten en que ellos sólo están bajo las restricciones del "amor"? ¿Quieren decir con esto el amor como Dios define el amor justo, o como el Espíritu Santo nos impulsa a amar? No. Parece que la mayoría define el "amor" como cualquier cosa que los pecaminosos y rebeldes deseos de la carne sienta deseos de hacer en ese momento. Si sienten deseos de tener lujos costosos, mientras sus hermanos y hermanas en Cristo se mueren de hambre, piensan que están amando por medio del Espíritu Santo. Después de todo, se están divirtiendo los unos con los otros. ¿No es esto amor? No prestan atención al verdadero gozo en el corazón. Quieren pasar un buen rato, no hacer buenas obras.

Para practicar esta clase de amor mundano, muchos cristianos cauterizan sus conciencias, mientras cantan con fervor en la iglesia. Aman las emociones religiosas que les despiertan la música y los "sermones con poder", pero no aman el verdadero poder del Espíritu Santo, que a menudo convence dolorosamente a nuestros corazones de pecado. Así que, en realidad, no obedecen a Dios, y no son movidos en lo más mínimo a amar con sacrificio como Jesús nos amó a nosotros. El Espíritu Santo no efectúa una nueva creación en ellos. Más bien, fabrican para ellos mismos su propia ley, una de esfuerzos humanos, para "creer" que Jesús les salva mediante una oracioncita recitada y sentimientos religiosos. Mediante esta nueva ley de hechura humana, creen que entrarán por las puertas del cielo. Pero, ¿conocen verdaderamente la salvación milagrosa de Jesucristo y su nueva ley?

¿Por qué confían estos "cristianos" en su falsa fe, una fe hecha por los hombres? ¿Por qué definen su propio amor falso, que no tiene nada que ver con el verdadero y justo amor que Cristo Jesús obra en los que son salvos por Él? ¿Hacen esto porque Martín Lutero lo declaró? Por ejemplo, Lutero dijo en seu comentario sobre Gálatas: "Después de que Cristo nos redimió, nos renovó, y nos hizo su iglesia, no nos dio ninguna otra ley que la del amor mutuo". Basados en esta enseñanza, ¿creen que pueden vivir para Jesucristo mientras nadan en auto-indulgencia y deseos mundanos?

Al mismo tiempo que Lutero decía que no estamos bajo la ley moral, ni bajo ninguna otra parte de la ley mosaica, también enseñaba que el poder de Jesús obra una verdadera justicia. Por supuesto, Lutero se excedía un poco a veces en su intento por deshacer las falsas enseñanzas de la iglesia de Roma. Pero Lutero también admitía que la ley moral de Moisés era útil para la carne, y que lo que la ley mosaica enseñaba era en verdad una doctrina justa. Así que queremos que Dios obre en nosotros un amor justo, que cumpla la ley, y hasta vaya más allá de la ley, pero que nunca vaya contra la intención de la ley. Sin embargo, este amor justo obrado por el Espíritu Santo puede a veces parecer que desobedece la ley, tal como Cristo pareció desobedecer el sábado. Pero, en realidad, este amor cumple el propósito de la ley, como Jesús cumplió el propósito del sábado.

En nuestros días, como en el pasado, hemos visto a muchos definir el "amor" en cualesquiera modos mundanos en los que desean definirlo, menos de la manera en que Dios lo define. En consecuencia, tenemos iglesias que se desvían tanto de la verdad enseñada en la Palabra de Dios que ya no pueden ser llamadas cristianas en absoluto. ¿Qué podemos hacer cuando tantos caen en las doctrinas de la Iglesia Católica Romana, y tantos otros andan sin ley? ¿Ya nadie cree que el poder del Espíritu de Jesús les transforma en seres justos, para obrar en sus corazones  las promesas del Nuevo Pacto?

Encuentro muy poco apoyo en la iglesia para esta doctrina -- que la justicia, como la describe la ley mosaica, debe ser obrada por entero por Jesús en nosotros. A menos que se sea obra de las manos de Dios, no se tiene nada que ver con Jesús. Pero el Espíritu Santo obra en nosotros una justicia que no se opone a la justicia que el mismo Espíritu Santo enseñó a Moisés. La salvación es un milagro, pero este don sobrenatural de Dios ya no se predica plenamente. Esta doctrina reside en el centro mismo del evangelio, y sin ella no hay evangelio. No predicamos la ausencia de ley, sino una nueva ley obrada por Cristo. Ni predicamos la sujeción humana a la ley, sino una libertad de toda la ley mosaica, muerte a la ley con Cristo. Esto es lo que debemos tratar de conocer. "Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal" (Hebreos 5:14).

¿Cómo podemos llamar al mensaje del Nuevo Pacto las "Buenas Nuevas", si permanecemos atados a la ley moral? O ¿cómo podemos llamarlo "Buenas Nuevas" si continuamos viviendo en la codicia y el pecado? ¿Hay alguien por allí que predique el evangelio real y pleno? Jesús murió para perdonarnos de modo que pudiéramos entrar a este evangelio, y resucitó de entre los muertos para que su Espíritu pudiera traernos a su nueva vida. ¿Hay alguna iglesia por allí que sea fiel al evangelio?

Ya no deberíamos andar más según la carne -- ni de acuerdo con la ley mediante el esfuerzo humano, ni de acuerdo con los pecaminosos deseos de la carne. No estamos obligados o sujetos a la ley moral, sino más bien obligados y sujetos a Jesús, a su Espíritu que mora en nosotros, para escucharle y obedecerle. "Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:11-14). Nótese que el original griego de este texto no prohibe vivir según la "naturaleza pecaminosa", sino que prohibe vivir según la carne, que incluye vivir por el esfuerzo humano para obedecer las leyes de Moisés. En vez de eso, debemos ser guiados por el Espíritu de Dios en todas las cosas.

Si un carpintero cristiano trabaja bien el día entero a cambio del salario que se le paga, hace bien. Pero no debe convertir a su trabajo en un dios. Más bien, debería reservar el tiempo y el esfuerzo debido para Dios y para su esposa y sus hijos. Debe vivir modestamente, dando lo que pueda para las obras de Dios. Si, cuando se ponga viejo, posee su propio negocio, debe tratar a sus empleados bien y cuidar de sus necesidades, tanto espirituales como físicas. Porque Dios le pedirá cuenta de su propia casa, como sacerdote, y como sacerdote, de todo lo que Dios haya puesto bajo su cuidado. Debe ser guiado por el Espíritu. Así, su vida es para ministrar como sacerdote de Dios en todas las cosas.

Pero puede que un escritor cristiano popular y respetado trate de exaltarse, trabajando día y noche en su carrera, y serviendo a su ocupación como a un dios. Al hacerlo, descuida al verdadero Dios, y descuida su servicio como sacerdote de su familia y de sus empleados. Así que, ¿cómo es él un verdadero cristiano? Aunque sea dirigente de miles de millones, no es nada. El carpintero cristiano justo recibirá una corona el día del juicio, pues no recibió nada real ni duradero de Cristo en la tierra. Aunque el escritor cristiano agradó a muchos del pueblo de Dios en la tierra por algunos años, no agradó a Dios, y le será asignado un lugar en el infierno junto con todos los impíos que sirven a Satanás. Porque no fue guiado por el Espíritu Santo, ni cambió por el poder de Dios. Fue guiado por la la ambición egoísta, y permaneció siendo tan mundano como los otros hombres mundanos.

Así que debemos buscar la obra de Jesús en nuestros corazones, para hacernos humildes y justos. Si esta obra no es iniciada en nosotros mientras vivimos en la tierra, ¿cuándo se inciará? Si Jesús no nos salva ahora, y los frutos de justicia no están siendo hechos manifiestos por la obra de su salvación, ¿cómo entraremos al cielo? Nadie, excepto los santos, entrará al santo reino de nuestro santo Dios.

No podemos ser perfectamente sin pecado mientras estemos en este cuerpo de carne. Si alguno dice que no tiene pecado, la verdad no está en él (1 Juan 1:8). Sin embargo, si Jesús nos salva, su Santo Espíritu nos impulsará a practicar la justicia continuamente. "Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él;  y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia [que no la practica continuamente], y que no ama a su hermano, no es de Dios" (1 Juan 3:7-10).

En este versículo, Juan usó el tiempo presente del verbo que significa hacer, construir, hacer, o practicar. El tiempo presente es durativo en aspecto, lo cual significa que la acción es continua o repetida. Por lo tanto, Juan nos dice que sólo los que continuamente practican la justicia son hijos de Dios. Cualquiera que no lo haga, no es de Dios, y no está siendo salvado por Jesús. Todos los que están siendo salvados continuarán construyendo la justicia. "La justicia de Dios viene por medio de la fe en Cristo Jesús a todos los que creen en él" (Romanos 3:22).

Por supuesto, algunas almas débiles comienzan con muy poca fortaleza inherente, y construyen lentamente en el Señor. Pero, si son guiados por el Espíritu, y continuamente construyen la justicia con todo lo que Dios les ha dado, aunque sean débiles, Dios les tendrá por justos. Otros nacen con muchos puntos fuertes en su carácter. Pero, si no construyen la justicia continuamente, irán al infierno. Puede que vivan una vida que parezca más justa que la que alcancen en la tierra muchos otros santos débiles, porque la "justicia" les viene naturalmente. Pero, puesto que no crecen en el Espíritu, irán al infierno. Dios quiere que los hombres crezcan siendo guiados por su Espíritu. Si se les dio mucho, Dios espera que lo aumenten mucho. Si se les dio poco, Dios sólo espera que aumenten poco.

Comoquiera que lo miremos, debemos esperar  un aumento de justicia en nuestras vidas, si Jesús está salvándonos realmente. Esto no viene, y no puede venir a nosotros si nos sujetamos a la ley moral. Sólo puede venir por medio de la obra de Dios en nosotros. Así que oremos de corazón y fervientemente, pidiendo este milagroso don de Dios. Nuestras vidas eternas dependen de que recibamos este don de Dios.


De vuelta arriba

La ley de Dios

Index