IMPORTANCIA DE LA LESIÓN
EN LA CABEZA DE ELLEN G. WHITE
Una introducción editorial
por Doug Hackleman,
Adventist Currents, junio
de 1985
Tomado de The
Ellen G. White Research Project
Los intentos de entender a Ellen G. White y sus visiones
han tomado muchas formas. Pocas son más interesantes que la exhaustiva
investigación llevada a cabo por el Dr. Molleurus Couperus, médico
retirado y editor fundador de la revista Spectrum.
El artículo de Couperus, "Importancia de la lesión
en la cabeza de Ellen White", -- descrito como "excesivo" por un neurólogo
que básicamente lo aprueba -- es el esfuerzo del autor para entender
cómo fue que Ellen White pudo, de buena fe, sentir, creer, y afirmar
que Dios vino a a ella repetidamente en visión - aunque no fuera
así.
Las razones por las cuales uno puede cuestionar las afirmaciones
de Ellen White forman legión, pero una clase de razón en
particular sobresale sobre las demás. Cuando Ellen White insistía
en que había visto algo en visión, o decía 'Se me
ha mostrado', o, (extremadamente importante) pretendía estar citando
a un ángel, a su guía, o a Jesús mismo, y las mismas
palabras se encuentran ahora citadas en un artículo o libro anterior,
a los seres humanos racionales se les puede perdonar no creer en su veracidad.
Pero, puesto que la Sra. White es una parte integral de
nuestras raíces Adventistas, y puesto que es desconcertante pensar
en la madre como mendaz, buscamos circunstancias atenuantes o explicaciones
alternas que puedan rescatar su integridad.
La idea de que una forma débil de ataque post-traumático
pudiera explicar tanto sus "visiones" como las extravagancias en su personalidad
parece, por lo tanto, atractiva. La mayoría de los neurólogos
están de acuerdo en que una lesión en la cabeza causada por
un proyectil, como la lesión que le causó a Ellen Harmon
tres semanas en coma seguida de amnesia a la edad de nueve años,
aumentó muchas veces las probabilidades de que ella desarrollara
algún tipo de desorden en forma de ataque.
Mientras que una explicación neurológica
de las visiones de Ellen White parece tener el potencial de rescatar su
reputación como una mujer veraz, al mismo tiempo parece impedir
explicaciones sobrenaturales.
Una y otra vez, los oficiales del White Estate han indicado
su rechazo 'a priori' de cualquier causa natural para explicar las visiones
de Ellen White - e incluso han formado un Comité de Salud
Ellen White de entre el personal médico de la Universidad de Loma
Linda para declarar la imposibilidad de que cualquier forma de epilepsia
de lóbulo temporal pudiera ser responsable de las experiencias visionarias
de White.
Debido a que la tesis del artículo de Couperus
escandalizará a muchos Adventistas del Séptimo Día,
parece justo permitir que el autor presente sus mejores argumentos - incluyendo
todas las 210 referencias.
Es claro que un amplio desacuerdo continúa entre
los neurólogos acerca de cuáles rasgos de conducta y personalidad
deberían indicar un diagnóstico de epilepsia del lóbulo
temporal. Se les pidió a tres reputados neurólogos no Adventistas
que leyeran el borrador del manuscrito. Dos de los tres afirmaron la validez
científica de la tesis de Couperus, mientras que el otro no. Uno
de los revisadores positivos no quiso que se mencionara su nombre, por
razones prácticas. Al otro no se le pidió autorización
para mencionar su nombre porque una parte substancial de su investigación
sobre el tema, publicada anteriormente, se cita en el documento.
El revisador que puso en duda el diagnóstico concluyente
del autor es el Dr. Thomas Babb, profesor residente de neurología
en UCLA.
Importancia de la lesión
en la cabeza de Ellen White
por Molleurus Couperus
Adventist Currents, junio
de 1985
Sin duda, Ellen G. White fue una
de las personas más influyentes en la historia de la Iglesia Adventista
del Séptimo Día - una lideresa espiritual considerada como
profeta por muchos. Setenta años han pasado desde que Ellen murió
en 1915, y es el propósito de esta presentación reexaminar
la vida y la obra de esta excepcional mujer cristiana a la luz de los conocimientos
actuales.
Ellen Gould Harmon y su hermana
gemela Elizabeth nacieron en Gorham, Maine, el 26 de noviembre de 1827.
Sus padres, así como los ocho hijos de ellos, eran miembros devotos
de la Iglesia Episcopal Metodista. De Ellen y su familia escribió
James White:
"Ambos padres poseen resistencia
física en gran medida, y los niños heredaron esta bendición,
así como la actividad, la fuerza de carácter, y la capacidad
ejecutiva, todas las cuales se desarrollaron especialmente en la madre.
En Ellen, el desarrollo tanto mental como físico fue rápido
y vigoroso. Siendo aún una niña, mostró amor por el
estudio, rápida percepción, y memoria retentiva. Era de naturaleza
optimista y confiada, le gustaba la sociedad, era valerosa, decidida, y
perseverante". (1)
Se dijo también que "la reverencia
a Dios, y el respeto por la autoridad paterna, les fueron inculcados desde
temprano y con firmeza; y a los niños se les enseñó
fielmente, por precepto y por ejemplo, las lecciones de integridad y diligencia
que han moldeado los caracteres de muchos de los obreros más nobles
en el mundo". Tales rasgos tipificaban los valores de las devotas familias
metodistas del siglo diecinueve.
Cuando los miembros de la familia
Harmon se enteraron de la conmovedora advertencia de William Miller acerca
del regreso inminente de Cristo, aceptaron el mensaje con convicción
profunda, "saliendo" finalmente de la Iglesia Metodista en 1843.
A la edad de nueve años,
Ellen se vio envuelta en un serio accidente que, dijo ella, afectó
su vida entera.
"En compañía
de mi hermana gemela y una de mis compañeras de clases, iba cruzando
un área comunal en la ciudad de Portland, en el estado de Maine,
cuando una chica como de 13 años de edad comenzó a seguirnos,
amenazando con pegarnos ... Íbamos corriendo a casa, pero la chica
nos siguió rápidamente, con una piedra en la mano. Me volví
para ver a qué distancia iba detrás de mí y, al volverme,
la piedra me dio en la nariz. Experimenté una sensación enceguecedora
y como de aturdimiento, y caí sin sentido. Cuando recobré
el conocimiento, me encontré en la tienda de un comerciante; tenía
la ropa cubierta por la sangre que manaba de mi nariz, y había un
largo arroyuelo de sangre en el piso. Un amable desconocido ofreció
llevarme a casa en su carruaje. Yo no sabía cuán débil
estaba, y le dije que mancharía mucho su carruaje con mi sangre,
y que yo podía caminar hasta mi casa. Sólo había caminado
algunos pasos, cuando sentí vértigo y que me iba a desmayar.
Mi hermana gemela y mi compañera de clases me llevaron a casa. No
recuerdo nada de lo que pasó por un tiempo después del accidente.
Mi madre dice que yo no me daba cuenta de nada, sino que permanecí
en un estado de estupidez por tres semanas. ... Al recobrar el conocimiento,
me pareció que había estado dormida.... No era consciente
del accidente, y no sabía la causa de mi enfermedad.... Me sorprendí
del cambio en mi aspecto. Cada uno de los rasgos de mi rostro parecía
haber cambiado.... Se notó que los huesos de mi nariz estaban rotos".
(2)
Ellen dice que su padre estaba en Georgia
cuando ocurrió el accidente, y que cuando él finalmente regresó
a casa, no reconoció a su hija. Aparentemente, los médicos
que la atendían consideraron la posibilidad de reparar los huesos
rotos con alambres de plata. De acuerdo con Ellen, sin embargo, decidieron
no hacerlo porque su recuperación era improbable. Posiblemente,
los médicos intentaron alinear manualmente los huesos rotos, pero
no parece haber registro de esto. Después de recobrar el conocimiento,
Ellen fue confinada a su cama por muchas semanas y "quedó reducida
casi a un esqueleto". (3) Durante dos años, le fue imposible respirar
por la nariz.
Resumiendo los hechos esenciales
de la lesión de Ellen desde el punto de vista médico, encontramos
lo siguiente:
- A la edad de nueve
años, Ellen recibió una lesión directa, causada por
un proyectil, en el área nasal del rostro, y cayó al suelo.
- Inmediatamente quedó
inconsciente.
- Hubo una hemorragia profusa
y prolongada, y ella fue llevada a una tienda cercana.
- Después de un breve
intervalo consciente, ella perdió el conocimiento otra vez; esto
duró como tres semanas.
- Cuando recobró
el conocimiento, no recordaba lo que había sucedido.
- Ella notó que su
rostro había quedado marcadamente deformado en esa ocasión.
- Después de recobrar
el conocimiento, fue confinada a su cama durante "muchas semanas" y quedó
reducida "casi a un esqueleto".
El área de la cabeza en que
Ellen recibió el impacto de la piedra lanzada por la muchacha de
13 años de edad contribuyó significativamente a la severidad
de la lesión producida. La piedra golpeó a Ellen en la nariz
al volver ella su cabeza para ver a qué distancia iba la muchacha
que las perseguía, y Ellen cayó inconsciente al suelo. Girgis
ha observado que el lóbulo temporal es particularmente vulnerable
a lesiones a causa de su posición baja en el cráneo detrás
de la órbita del ojo. Allí el hueso del cráneo está
en su parte más delgada y las lesiones punzantes requieren relativamente
poca fuerza para penetrar el cerebro. Landolt y de Jong también
han hecho notar la fragilidad y vulnerabilidad del área temporal
del cráneo, y que ésta es una de las razones por las cuales
la epilepsia del lóbulo temporal es muy común. (4)
Cuando ocurre una lesión
en la cabeza, hay primero el peligro de que el objeto en movimiento (una
piedra, en el caso de Ellen) dañe la piel que recubre la cabeza
y las estructuras inmediatamente debajo de ella, tales como vasos sanguíneos,
nervios, y el hueso subyacente. Lo que sigue a esto es el efecto del impacto
sobre el cerebro mismo, que algunas veces incluye acción destructora
directa si hay fractura o hematoma.
En una así llamada lesión
cerrada en la cabeza, (como la que Ellen aparentemente sufrió),
la fuerza o impacto del objeto volante, debido a su efecto acelerador (una
sacudida), lanza al cerebro contra el lado opuesto del cráneo, causando
una lesión difusa en el cerebro. La cabeza de una persona, que es
lanzada desde un vehículo que se mueve a gran velocidad y que se
estrella contra el tronco de un árbol, estaría sujeta a la
misma lesión al cerebro causada por la aceleración y la desaceleración.
En ambos casos, el daño resultante sería o leve o severo,
dependiendo de la fuerza del impacto. En la vida civil, la mayoría
de las lesiones en la cabeza resultan de esta clase de lesiones cerradas
en la cabeza.
El largo período de inconsciencia
que siguió a la lesión en la cabeza de Ellen, y su posterior
amnesia en relación con el accidente, indican la gravedad de la
lesión en el cerebro, y explican los resultados retardados del accidente.
No es común que una lesión en la cabeza produzca coma o inconsciencia
que dure unas tres semanas. Esto generalmente sugiere una severa lesión
cerebral. En un informe de 105 niños que sufrieron lesiones en el
cráneo seguidas por un período de inconsciencia, sólo
en cuatro pacientes duró este estado más de 24 horas.
Sin embargo, pacientes que han sufrido
lesiones en la cabeza han permanecido inconscientes por tres semanas y
todavía sobrevivieron; pero en tales casos hay casi siempre serios
efectos secundarios. Pueden pasar semanas antes de que se inicie la recuperación
en estos pacientes, y la mejoría es lenta, como sucedió en
el caso de Ellen. Esto está asociado con un período de confusión
y uno de pérdida variable de la memoria en relación con lo
que ocurrió - un período de amnesia. Esta amnesia puede ser
permanente, o puede mejorar poco a poco hasta un grado variable. Una pérdida
de la memoria por un período mayor de doce horas después
del accidente es seguida frecuentemente por el desarrollo de la epilepsia.
Se pueden producir ataques epilépticos poco después del accidente,
o puede que la epilepsia no se manifieste por muchos años, a veces
hasta veinte años más tarde. Si la lesión en la cabeza
ocurre en un niño, el intervalo de tiempo antes de que la epilepsia
se manifieste probablemente será más largo; mientras más
largo es el intervalo, más probable será que la epilepsia
persista. Russell considera la amnesia post-traumática que dure
más de unos pocos días como el resultado de daño cerebral
severo, incluyendo el posible desgarramiento y la posible torsión
de los tractos fibrosos en el cerebro. (5)
Cyril B. Courville, en aquel entonces
profesor de enfermedades nerviosas en la Universidad de Loma Linda, y prominente
autoridad en lesiones en la cabeza, escribió lo siguiente en 1944
en relación con algumos efectos de las lesiones en la cabeza:
"...la inconsciencia debida
a la aplicación de fuerza a la cabeza puede persistir durante un
intervalo variable, y cuando no se complica, es una indicación bastante
fiable del grado de fuerza que produjo la reacción.... El cuadro
clínico del coma original de corta duración que sigue a la
lesión en la cabeza con un consiguiente intervalo lúcido
(o semilúcido), y luego una recaída en el coma, todavía
es pasado por alto demasiado a menudo. Es esencial saber que el período
original de coma es el resultado de la "conmoción". El paciente
se recupera de su experiencia más o menos completamente porque la
lesión causante no es generalmente severa (excepción: contusión
general del lóbulo temporal, en cuyo caso hay sólo recuperación
parcial del coma profundo). La recaída en el coma es causada por
la creciente presión intracraneal debida a una acumulación
de coágulos sanguíneos intracerebrales fuera y por debajo
de la duramadre, al edema del lóbulo temporal, la acumulación
progresiva de fluido cerebroespinal por debajo de la duramadre, o al progresivo
suavizamiento (e hinchazón) del cerebro a partir de una trombosis
arterial". (6)
Courville dijo más tarde que
"la duración del período de inconsciencia es un indicador
razonable de la severidad de la contusión". Especificó que
la inconsciencia por un período de más de seis horas sugiere
la posibilidad de que estén presentes "lesiones generalizadas en
el cerebro, así como fracturas del cráneo". Tales pacientes
pueden sobrevivir o morir, dependiendo de la severidad de estos síntomas
asociados". (7, 8).
Courville también ha señalado
que una lesión en el lóbulo temporal es la causa esencial
de la epilepsia psicomotora (un tipo de epilepsia del lóbulo temporal).
(9) En una serie de cincuenta y cuatro casos de epilepsia psicomotora,
encontró que en el 37 por ciento (veinte casos), la lesión
era la causa más probable. (10) Después de la recuperación
de una inconsciencia prolongada, generalmente sólo hay una lenta
mejoría de la amnesia (pérdida de la memoria), y sólo
un tercio de los pacientes experimentan una recuperación completa.
(11, 12).
En 1975, Jennett dijo que "la pérdida
del conocimiento, o hasta una breve amnesia después de una lesión,
siempre implica daño cerebral.... Pero la severidad del daño
cerebral difuso... se juzga mejor por la duración de la amnesia
post-traumática". En una serie de 800 casos de lesiones en la cabeza
estudiadas por Jennett, como el 40 por ciento de los que experimentaron
una amnesia post-traumática de 24 horas o más, desarrollaron
epilepsia posterior. (13) Si Jennett llegó a la conclusión
de que hay un 40 por ciento de probabilidades de que un paciente desarrolle
epilepsia después de que una lesión en la cabeza resulte
en una inconsciencia de 24 horas o más, ¡cuánto mayor
serán las probabilidades de que Ellen desarrollara epilepsia puesto
que ella estuvo inconsciente por tres semanas y amnésica durante
todo el incidente!
Basado en el estudio de resultados
posteriores de lesiones en la cabeza en las fuerzas armadas, Caveness resumió
sus hallazgos como sigue:
"El síndrome post-traumático,
las secuelas [el resultado] más comunes que se desarrollan a partir
del trauma craneocerebral, se caracterizan generalmente por las siguientes
dolencias: dolor de cabeza, vértigo y mareos, nerviosismo, irritabilidad,
memoria deteriorada, incapacidad para concentrarse, fatiga excesiva, dificultad
para dormir... Otros atributos incluyen una sensación de malestar
y disminución de la capacidad para ganarse la vida".
De un grupo de 574 pacientes que sufrieron
lesiones en la cabeza, el 46 por ciento desarrollaron ataques epilépticos.
(14) La memoria disminuída, el nerviosismo, la incapacidad para
concentrarse, y la fatiga excesiva fueron todos síntomas que Ellen
White tuvo por varios años después de su lesión en
la cabeza. De todos los ataques en adultos que incluyen "automatismo de
la conducta, desórdenes de la personalidad y el pensamiento, y disturbios
visuales", más del 50 por ciento se deben quizás a que el
lóbulo temporal ha sido afectado". (16)
En otro estudio de 481 casos de
la así llamada epilepsia después de lesiones en la cabeza,
Jennett encontró que la epilepsia del lóbulo temporal se
desarrolló en 90 casos. Averiguó que el 53 por ciento de
los pacientes sufrían de uno a seis ataques cada año, pero
que el 18 por ciento tenían más de uno por mes. (17)
La epilepsia, como entidad, ha sido
reconocida hasta cierto grado desde los días del antiguo Egipto,
pero no fue sino con Hipócrates (400 A.C.) y Galeno (+ 175 D. C.)
que comenzó a acumularse algún conocimiento organizado de
esta enfermedad.
Durante el siglo diecinueve, se
diferenció gradualmente entre varias clases de epilepsia, más
allá de los tipos severo [grand mal] y benigno [petit mal], y estos
análisis comparativos han continuado. Fue Hughlings Jackson en Inglaterra
quien en 1888 informó de unos cincuenta casos de epilepsia que tenían,
como parte de su complejo de síntomas, un "estado de ensueño"
o "aura intelectual" que precedía a ataques generalizados, o que
ocurrían sin un ataque pleno. (18)
Durante el resto del siglo diecinueve,
hubo un sostenido pero lento aumento en el conocimiento de lesiones cerebrales
y la resultante epilepsia. Durante las dos guerras mundiales, ocurrió
un gran número de lesiones cerebrales y en la cabeza. Fue posible
seguir de cerca a muchos de los heridos por cierto número de años,
aumentando grandemente el conocimiento sobre los efectos posteriores o
retardados de estas lesiones. De los casos en los cuales se sufrieron lesiones
a la cabeza por proyectiles (en ambas guerras mundiales y en la guerra
de Korea), más de un tercio de las víctimas desarrollaron
epilepsia. Muchas lesiones en la cabeza que fueron seguidas por ataques
epilépticos ahora resultan de accidentes industriales y de tráfico.
Con el desarrollo, en 1929, del
electroencefalógrafo para registrar la actividad eléctrica
del cerebro, la visualización mejorada por rayos X del cerebro y
el cráneo (incluyendo la exploración por CAT [tomografía
axial computarizada] para buscar variaciones en la estructura anatómica,
la tomografía PET, que indica los cambios funcionales en áreas
precisas, y, más recientemente, la obtención de imágenes
por resonancia magnética [MRI], se estableció una base más
firme para el estudio y la detección de funciones anormales y defectos
del cerebro; resultando también en una comprensión progresivamente
mejor de los varios tipos de epilepsia y otras disfunciones cerebrales.
Existen numerosas causas de la epilepsia,
incluyendo predisposición hereditaria, lesiones durante el nacimiento,
lesiones postnatales en la cabeza, meningitis y otras infecciones, tumores,
anormalidades metabólicas, enfermedades vasculares, e intoxicación.
El tipo más común de epilepsia es la epilepsia del lóbulo
temporal, y la causa más común de ella es lesiones en la
cabeza.
La sintomatología post-traumática
de Ellen G. White
después del accidente
Después de que Ellen Harmon
recobró el conocimiento, permaneció confinada en su cama
por varias semanas. Había perdido mucho peso, probablemente por
lo menos debido en parte a la dificultad para alimentarla durante su prolongado
coma - siendo que en esa época no existía equipo de alimentación
intravenosa. Sin embargo, los fluidos que se le ponían en la boca
pueden haber sido tragados por acción refleja.
Mejoró muy lentamente, y
"su salud parecía estar hecha añicos por completo". Más
tarde, Ellen sólo pudo asistir a la escuela un poquito; y ella dice
que "me era casi imposible estudiar y retener lo que había aprendido".
Cuando asistió a la escuela, la mano le temblaba tanto que no podía
progresar en su escritura; y cuando estudiaba, dice ella que "las letras
del libro se me amontonaban, gruesas gotas de sudor me salían de
la frente, y me mareaba y me ponía débil." Su maestro le
aconsejó que dejara la escuela hasta que su salud mejorara, y así
lo hizo ella. Tres años más tarde, cuando tenía doce
años, intentó ir a la escuela otra vez, pero su salud le
falló una vez más y se vio obligada a dejar la escuela de
modo permanente. Esto la desanimó mucho. Escribió:
"Cuando consideré
mis esperanzas fallidas, y el pensamiento de que sería una inválida
de por vida, me resistí a aceptar mi suerte y a veces murmuraba
contra la providencia de Dios, que de esta manera me afligía". (19)
En otra ocasión, dice: "Me parecía
estar separada de toda oportunidad de alcanzar la felicidad terrena, y
que estaba condenada a continuos desengaños y continua mortificación".
(20)
Los síntomas experimentados
por pacientes que se recuperan de una severa lesión en la cabeza
incluyen dolores de cabeza, mareos, depresión, lentitud en el pensar,
y disminución de la concentración y la memoria -- todos los
cuales experimentó Ellen, según ella misma cuenta. Ounsted,
en su estudio de la epilepsia del lóbulo temporal en los niños,
llegó a la conclusión de que "las dificultades sociales y
escolares están muy extendidas entre los epilépticos de lóbulo
temporal, aunque esté presente una inteligencia normal... Las dificultades
sociales y escolares de niños con epilepsia del lóbulo temporal
son mayores de lo que comúnmente se piensa". (21)
James White dijo que, en la época
de la primera visión de Ellen, "su condición nerviosa era
tal que no podía escribir, y dependía de alguien sentado
cerca de ella en la mesa hasta para que le vertiera su bebida de la taza
al platillo". (22)
Casi cincuenta años más
tarde, reflexionando en el Review and Herald (noviembre 25, 1884)
sobre los efectos de su accidente, Ellen escribió:
"Visité ... el lugar
donde había sufrido el accidente que me había convertido
en inválida de por vida. Esta desgracia, que por un tiempo me pareció
tan amarga y tan difícil de sobrellevar, ha demostrado ser una bendición
disfrazada. El cruel golpe que frustró los goces terrenos fue el
medio para que yo volviera mis ojos al cielo".
En 1841, Ellen asistió a una
serie de conferencias dictadas por William Miller, pero ella sintió
que no estaba lista para ser aceptada por Dios a causa de una falta de
santificación. Ellen dice que ella "cayó en un estado de
melancolía, que aumentó hasta convertirse en desesperación".
(23) Permaneció en este estado por tres semanas, y, en completa
desesperación, solía caer sobre su rostro:
"Pensé que la suerte
del pecador condenado sería la mía.... Muchas veces deseé
no haber nacido. Una completa oscuridad descendió sobre mí
y no parecía haber salida de las sombras... Desde entonces, he pensado
que muchos pacientes de asilos para locos fueron llevados allí por
experiencias similares a la mía". (24)
En ese tiempo, y en ese estado de ánimo,
Ellen tuvo un sueño significativo, que fue probablemente la primera
de sus muchas experiencias visionarias. En este sueño, ella vio
un templo sostenido por una gran columna a la cual estaba atado un cordero
sangrante. El temor sobrecogió a Ellen mientras estaba cerca del
cordero, y tuvo una sensación de vergüenza cuando vio que debía
confesar sus pecados delante de los que ya lo habían hecho, y que
parecían felices y esperando algún evento gozoso. Entonces
sonó una trompeta, el edificio se estremeció, y los santos
lanzaron un grito de triunfo. El templo brilló con intensidad impresionante,
seguida por una terrible oscuridad en la cual Ellen se encontró
sola. Ella escribió: "El horror de mi mente no podría describirse.
Me desperté, y pasó algún tiempo antes de que lograra
convencerme de que aquello no era real. Ciertamente, pensé, mi suerte
está echada". (25)
Poco después, tuvo otro sueño
en el cual ella pensó que estaba sentada en profunda desesperación
cuando "una persona de hermosa forma y semblante" le preguntó si
deseaba ver a Jesús y que, si era así, lo siguiera. Fue conducida
a una escalera empinada y se le dijo que mantuviera los ojos fijos mirando
hacia arriba, porque si miraba hacia abajo, se marearía y se caería.
Vio que, efectivamente, algunos habían caído a cada lado
del camino. Entonces vio a Jesús, y "trató de protegerse
de su penetrante mirada". Pero Jesús puso su mano sobre la cabeza
de ella y le dijo: "No temas". Ellen cayó postrada a Sus pies y
vio escenas de gloria y belleza, mientras Jesús le sonreía.
Luego, el guía la trajo de vuelta a las escaleras, dándole
un cordón verde con el cual ella entraría en contacto con
Jesús cuando así lo deseara". (26)
Ciertos rsagos de esta visión
sugieren que puede haber sido un ataque en el lóbulo temporal. Primero,
hay que recordar las circunstancias. Ellen estaba desanimada, sintiendo
que no estaba lista para ser aceptada por Cristo por su falta de santificación,
y en profunda desesperación. Su sueño probablemente fue condicionado
por su estado emocional y los problemas específicos que la preocupaban.
En el sueño, sintió temor cuando se acercó al cordero,
y más tarde vio la impresionante brillantez y luego la terrible
oscuridad que siguió, en la cual ella estaba sola. Todo esto (temor,
luz brillante, y oscuridad) se experimentan frecuentemente durante ataques
al lóbulo temporal, como ocurre en muchas de las visiones de Ellen.
(27)
En su segundo sueño registrado
(1842), se le dijo que mantuviera los ojos mirando fijamente hacia arriba.
Jesús la contempló con una mirada penetrante, y luego le
dijo: "No temas". Aparentemente, el temor era parte de su experiencia también,
y sus ojos estaban fijos mirando hacia arriba - siendo ambos factores típicos
durante los ataques epilépticos al lóbulo temporal. (28)
Hay obvias similitudes entre este
sueño y la visión mucho más prolongada que ella experimentó
en diciembre de 1844. Poco después de su segundo sueño (mencionado
en el párrafo anterior), Ellen tuvo otra experiencia mientras participaba
en una reunión de oración:
"Mientras oraba... quedé
excluída de todo, excepto de Jesús y su gloria, y no supe
nada de lo que estaba pasando a mi alrededor. Permanecí en este
estado largo tiempo, y cuando me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor,
todo me pareció glorioso y nuevo, como si todo estuviera sonriente
y alabando a Dios".
En el relato de Primeros Escritos,
ella añadió: "Oleada tras oleada de gloria pasaba sobre mí,
hasta que mi cuerpo se puso rígido". (29) Esta parece ser su tercera
experiencia visionaria registrada. Ellen participó en el chasco
de los Adventistas Milleristas, cuando Jesús no regresó en
la primavera de 1843, y en la aún mayor desilusión del 22
de octubre de 1844, cuando Jesús nuevamente no apareció.
Fue en diciembre de 1844 cuando
Ellen experimentó una visión mientras estaba de rodillas
orando junto con otras cuatro mujeres en la casa de un amigo. En esta visión,
ella vio el viaje de los 144,000 santos sobre un camino estrecho y sinuoso:
Algunos cayeron hacia el oscuro y malvado mundo que estaba debajo. Luego
siguió una afirmación que ha causado considerable controversia
en la iglesia:
"Era tan imposible para
ellos regresar al camino nuevamente e ir a la ciudad, como para todo el
mundo impío que Dios había rechazado. Cayeron uno tras otro
a los lados del camino, hasta que oímos la voz de Dios como el estruendo
de muchas aguas, que nos anunciaba el día y la hora de la venida
de Jesús".
Junto con la mayoría de los
miembros del pequeño grupo que más tarde formaría
la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ella creyó,
por años después del 22 de octubre de 1844, que el tiempo
de oportunidad se había cerrado. (30)
Una semana más tarde, Ellen
experimentó otra visión en la cual ella vio las pruebas y
la oposición a través de las cuales ella pasaría en
su obra de relatar sus visiones a otros. Después de esto, nuevamente
entró en un período de desolación porque no tenía
los medios para sostenerse en este ministerio; ella "ansiaba la muerte".
Durante una sesión de oración
con amigos en la casa paterna, ella súbitamente sintió como
si una bola de fuego se hubiese estrellado sobre su corazón; cayó
al suelo y oyó a un ser santo decir: "Haz saber a los demás
lo que te he revelado".(31) Después de esto, Ellen Harmon fue fiel
a la visión y se volvió más y más activa hablando
a pequeños grupos de los que habían creído en el mensaje
de la pronta venida de Cristo por segunda vez. El 30 de agosto de 1846,
se casó con el Anciano James White, con el cual comenzó a
trabajar en favor de los dispersos grupos Adventistas. Escribir, publicar,
y viajar se convirtieron en una forma de vida para los White.
Ellen continuó teniendo muchas
de las así llamadas "visiones abiertas" mientras estaba despierta,
entre 1844 y 1884; después, ella tuvo principalmente sueños
proféticos, o visiones en la noche, hasta su muerte el 3 de marzo
de 1915. Por supuesto, es imposible obtener una descripción exacta
del número total de experiencias visionarias que Ellen tuvo, pero
James White aseguraba que, para 1868, ella había experimentado entre
100 y 200 visiones. (32) Entre 1868 y 1884, hay listadas como ochenta visiones
adicionales; y casi sesenta sueños proféticos después
de 1884 están enumerados en el Índice General de los Escritos de
Ellen G. White, además de cuarenta y ocho que están clasificados
como sin fecha segura. Arthur White ha dicho que "no se ha conservado ningún
registro completo de todas las visiones que Ellen Harmon recibió
en las semanas y meses que siguieron a la primera revelación. Documentos
contemporáneos indican que las revelaciones de aquellos primeros
tiempos eran frecuentes". (33) Basándonos en todo esto, parece que
Ellen tuvo al menos 400 experiencias visionarias, y quizás muchas
más, durante toda su vida.
¿Cómo se persuadió
Ellen Harmon de que las experiencias visionarias y sueños que ella
había tenido venían directamente de Dios? Primero, probablemente,
era la naturaleza de lo que vio - escenas en el cielo en las cuales ella
habló con ángeles, habló con Cristo, y vio a Dios.
Ella creyó que estaba recibiendo importantes mensajes y advertencias
del cielo. Quizás más crucial al comienzo fue la influencia
de los que estaban cerca de ella, que creyeron que sus experiencias y trances
eran obra de Dios. Después de su segundo sueño en 1841, ella
le confió a su madre las luchas por las que estaba pasando. Su madre
simpatizó con ella y la animó a visitar al Anciano Stockman.
Ellen cuenta:
"Después de escuchar
mi relato, puso sus manos afectuosamente sobre mi cabeza, diciendo con
lágrimas en los ojos: 'Ellen, eres sólo una niña.
La tuya es una experiencia de lo más singular para alguien de tu
tierna edad. Jesús debe estar preparándote para alguna obra
especial'". (34)
La primera oración en público
de Ellen fue una experiencia tan emotiva para ella que perdió la
noción de lo que sucedía a su alrededor.
"Cuando caí al suelo,
algunos de los presentes se alarmaron mucho y estuvieron a punto de salir
corriendo en busca de un médico, pensando que algún súbito
y peligroso malestar me había atacado; pero mi madre les dijo que
me dejaran sola, porque era claro para ella y para los otros experimentados
cristianos que era el poder maravilloso de Dios lo que me había
postrado". (35)
Ellen estaba profundamente impresionada
por la excitación religiosa y emocional de su congregación
Metodista local, incluyendo los trances y los desmayos. (36) En James White
y Joseph Bates, ella también encontró apoyo para su creencia
en el origen divino de sus visiones. (37) A mediados del siglo diecinueve,
hubo otros en la comunidad de la fe Adventista que aseguraban, o se reconocía
que tenían, visiones de Dios. Ellen menciona cierto número
de ellos en sus bosquejos autobiográficos. (38)
No hay duda de que Ellen White afirmaba,
y sin duda llegó a creer firmemente, que ella recibía visiones
y mensajes directamente de Dios. Hoy día, puede que uno se pregunte
por qué Ellen White fue tan fácilmente aceptada por otros
como profetisa. Durante ese período de la historia, los profetas
y las profetisas eran bastante comunes tanto en Inglaterra como en los
Estados Unidos. En esta época, Joseph Smith fue aceptado como profeta,
y los misioneros mormones aseguraban que su iglesia tenía "el espíritu
de profecía." Mary Baker Eddy, también contemporánea
de Ellen White, llegó a ser la fundadora y la dirigente espiritual
de los Cientistas Cristianos. Billington ha señalado que, entre
1830 y 1850, "las predicadoras eran populares. Las visiones y los trances
se aceptaban con facilidad". (39
Arthur White, nieto de Ellen, está
de acuerdo en que las manifestaciones físicas de las experiencias
visionarias de Ellen - inusuales e inexplicables como eran para esa generación
- contribuyeron a su aceptación comoo de origen sobrenatural. "La
manera misma en que se dieron las visiones constituía fuerte evidencia,
entre muchas, que decidió el asunto en las mentes de la mayoría
de los testigos". (40)
Hubo un período al comienzo
del ministerio de Ellen White en el cual su aceptación casi unánime
era de naturaleza bastante probatoria. Ella ciertamente no era vista como
autoridad. En 1851, James White escribió en el Review and Herald
(21 de abril de 1851):
"Por lo tanto, todo cristiano
tiene el deber de considerar la Biblia como la perfecta regla de fe y conducta...
No está en libertad de volverse de ellas [las Escrituras] para aprender
cuál es su deber por medio de alguno de los dones. Decimos que,
en el momento en que lo haga, pone los dones en el lugar erróneo,
y asume una posición extremadamente peligrosa".
En el mismo número del Review,
añadió:
"La Palabra de Dios es
una roca eterna. En ella podemos apoyarnos con confianza en todo momento.
Aunque el Señor dé sueños, dirigidos generalmente
a los individuos que los tienen, para consolar, corregir, o instruir en
pruebas o peligros extremos, el suponer que El se propone en general guiar
en los deberes generales por medio de sueños, no está de
acuerdo con las Escrituras, y es muy peligroso".
Cuatro años más tarde,
James White escribió lo siguiente:
"Hay una clase de personas
que están decididas a que la Review y sus dirigentes hagan
de las visiones de la Sra. White una prueba de doctrina y fidelidad...
¿Qué tiene que ver la Review con las visiones de la
Sra. W.? Los pensamientos publicados en estas columnas son todos tomados
de las Sagradas Escrituras. Ningún redactor de la Review
se ha referido jamás a ellas [las visiones] como autoridad sobre
ningún punto". (41)
Veintiocho años más tarde
(en 1883), el Anciano G. I. Butler, en aquel entonces presidente de la
Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día, escribió
lo siguiente:
"Nuestros enemigos hacen
un gran esfuerzo para hacer ver que nosotros consideramos a las visiones
como prueba de fidelidad. Hacerlo sería de lo más absurdo
e imposible, aun si quisiéramos. Con gente en todas partes del mundo
abrazando nuestros puntos de vista, gente que nunca vio ni oyó hablar
de la hermana White, ¿cómo podríamos hacer de las
visiones una prueba de fidelidad? ... Ellos afirman que hay muchos entre
nosotros que no creen en las visiones. Esto es cierto; pero éstos
están en nuestras iglesias y no son desfraternizados. Han asegurado...
que los Ancianos Smith, Canright, y Gage no creen en las visiones; pero
todos ellos son miembros de nuestras iglesias, dos de ellos tienen credenciales
de ministros, y uno ocupa posiciones muy importantes... No, nosotros no
hacemos de las visiones ninguna prueba, y nunca lo hemos hecho". (42)
Neal Wilson, el actual presidente de
la Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día,
expresó básicamente la misma actitud en una reciente entrevista.
"Cuando llegamos al punto de si uno tiene que creer en Ellen White hasta
uno u otro grado, o aceptar las visiones como reales, o simplemente la
imaginación o la repetición de lo que alguna otra persona
dijo - que uno tiene que creer que estas cosas eran visiones reales para
ser Adventista del Séptimo Día o experimentar la salvación
- esta iglesia nunca ha asumido esta posiciión. Ojalá que
nunca lo haga. Haría gran violencia al don de Dios que le ha sido
dado a la iglesia. Este don nunca fue dado para semejante propósito
en absoluto". (43)
Con el correr del tiempo, Ellen
White fue aceptada más y más en la Iglesia Adventista del
Séptimo Día como una persona con autoridad, y su influencia
vino a ser la de un profeta verdadero, aunque ella misma rehusaba describirse
a sí misma como tal - prefiriendo el título "La Mensajera
del Señor". Ella creía que su obra incluía "mucho
más de lo que la palabra 'profeta' significa". (44)
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