EL
PARAÍSO
RESTAURADO
Una
teología bíblica de señorío
David
Chilton
Dominion
Press
Tyler,
Texas
©
1ero.
1985; 6to. 1999
Capítulo 3
EL
TEMA DEL PARAÍSO
Comenzaremos,
pues, con la
creación del mundo y con Dios su creador, porque el primer hecho
que se debe captar es éste: la
renovación de la creación ha sido elaborada por el mismo
Verbo que creó la tierra en el principio.
No hay, pues, ninguna inconsistencia entre la creación y la
salvación, porque el Padre ha empleado el mismo Agente para
ambas obras, efectuando la salvación del mundo por medio del
mismo Verbo que lo creó al principio.
Atanasio, On the Incarnation
[I]
La historia del Edén
contiene tres ideas básicas, conceptos que nos confrontan
repetidamente al estudiar la Biblia: la creación, la
caída, y la redención en Cristo. Al desarrollar estas
ideas a través de la historia de la salvación, vemos
imágenes y acciones familiares que reaparecen y patrones que
comienzan a tomar forma, hasta que el último libro de la Biblia
finalmente responde a todas las preguntas que comienzan en el primer
libro. La revelación de Dios acerca de sí mismo es un todo
coherente, consistente; y llega hasta nosotros en formas literarias muy
hermosas. Nuestra correcta interpretación del mensaje
será incorrecta, a menos que intentemos entender y apreciar la
forma en que ese mensaje es comunicado. Al comenzar nuestro estudio
donde la Biblia misma comienza, podemos entender más pronto, no
sólo el libro de Apocalipsis, sino la Biblia misma - por qué los
escritores de la
Biblia dijeron lo que
dijeron
de la manera
en que lo dijeron. Y nuestras razones para hacerlo así es que,
de este modo, podemos confiar más plenamente en las promesas de
Dios, obedecer sus mandamientos, y heredar sus bendiciones.
La
naturaleza
de la salvación
Uno de los temas básicos
de la Escritura es que la salvación
restaura al hombre a
su
propósito original. En el principio, Dios creó al
hombre a su propia imagen, para que el hombre tuviera señorío
(Gén. 1:26-28). Esa tarea de señorío
comenzó en el huerto de Edén, pero no se
suponía que terminase allí, porque al hombre se le
ordenó tener señorío sobre toda la tierra.
Adán y Eva (y sus hijos) habrían de extender las
bendiciones del paraíso al mundo entero. Pero, cuando el hombre
se rebeló, perdió la capacidad de tener
señorío divino, porque perdió la comunión
con su Creador. Aunque el hombre caído es todavía la
imagen de Dios (Gén. 9:6), ahora es una imagen desnuda
(Gén. 3:7), porque ha perdido su cobertura original - la gloria
de Dios (Rom. 3:23). La imagen de Dios permanece, hasta cierto punto,
en todos los hombres, pero la imagen ha quedado torcida, defectuosa,
desfigurada, y rota como resultado del pecado. Y la tierra, de la cual
se había planeado que se convirtiera en el huerto-templo
de Dios, en vez de eso se ha convertido en un desierto de espinas,
abrojos, sudor, escasez, contaminación, y muerte (Gén.
3:17-19; Isa. 24:1-6; Rom. 5:12). El hombre fue expulsado del huerto, y
se le prohibió volver a entrar.
Pero ese no es el fin de
la historia. El mismo día en que Dios
pronunció juicio sobre el hombre y la tierra, pronunció
un juicio mayor sobre el tentador, declarando que el Redentor
vendría algún día para aplastar la caebza de la
serpiente (Gén. 3:15). En consecuencia, el apóstol Juan
nos dice que "el Hijo
de Dios
apareció para este propósito, para destruir las obras del
diablo" (1 Juan 3:8). Cristo vino como el segundo Adán, para
deshacer
el daño causado por medio del primer
Adán (1 Cor. 15:22, 45; Rom. 5:15-19). Dios había soplado
en Adán el aliento
(en
hebreo, el Espíritu)
de vida, pero la rebelión de Adán trajo la muerte al
mundo. En la salvación, Cristo sopla nuevamente en su pueblo el
Espíritu de vida (Juan 20:22) - la vida eterna, que nos libera
de la maldición del pecado y de la muerte (Rom. 8:2), lo cual
resultará finalmente en la restauración de toda la
creación (Rom. 8:19-21). En Cristo, somos realmente una nueva creación
(2 Cor. 5:17), porque hemos sido re-creados a la imagen de Dios (Efe.
4:24; Col. 3:10), y revestidos nuevamente con la gloria de Dios (Rom.
8:29-30). Y, esta vez, la seguridad de la restaurada imagen de Dios
está garantizada, porque nuestra posición es en el Cristo
que nunca puede fracasar. En Él, tenemos la vida eterna.
Esto presenta otro patrón
bíblico básico, un
patrón triple que es asumido durante gran parte del material de
este libro, y que veremos una y otra vez durante nuestros estudios. La
Escritura presenta la salvación en términos de una
estructura definitiva-progresiva-final,
y por eso las profecías bíblicas a menudo parece que se
superponen. La salvación se ejecutó definitivamente en
la obra perfecta
y consumada de Jesucristo; es aplicada progresivamente y cada vez más
durante esta
era; personal e institucionalmente; y se logrará finalmente, en su
cumplimiento
más completo, el final de la historia en el día final. Hemos sido
salvados (2 Tim.
1:9), estamos siendo
salvados
ahora (Fil. 2:12-13), y seremos
salvados en el futuro (1 Ped. 1:9). Para decirlo de otra manera, hemos sido
re-creados a imagen de
Dios (Efe. 4:24), estamos
siendo
re-creados progresivamente a su imagen (2 Cor. 3:18), y
esperamos el día en que seremos
re-creados perfectamente a su imagen (Fil. 3:20-21).
En consecuencia, la
salvación
restaura el hombre a su llamado y a su propósito originales, y
garantiza que ese mandato original del hombre - ejercer
señorío sobre toda la tierra bajo la autoridad de Dios -
se cumplirá. Cornelius Van Til ha señalado que la
"revelación redentora de Dios tenía que ser tan abarcante
como lo había sido el pecado". En la naturaleza del caso, la
redención debía ser para el mundo entero. Esto no quiere
decir que debía salvar a cada pecador individual en el mundo.
Sin embargo, sí significa que el universo creado, que lo ha sido
en una sola unidad, también debe ser salvado como una unidad" (An Introduction to Systematic
Theology
[Presbyterian and Reformed, 19741, p. 133]). En fin de cuentas, la
salvación bíblica revierte la maldición, revierte
las condiciones edénicas, repara las relaciones personales y
sociales, y bendice la tierra en todas las áreas. La tierra
entera será salva, y re-creada en el huerto de Dios. "Porque la
tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las
aguas cubren el mar" (Isa. 11:9).
En consecuencia, en un
sentido muy real (y progresivamente, a medida
que el evangelio conquista el mundo), el pueblo de Dios siempre ha
vivido "en el huerto". Por ejemplo, la tierra de Egipto se describe en
Génesis 13:10 "como el huerto de Jehová" - y cuando el
pueblo del pacto fue a vivir allí, se les dio la tierra de
Gosén, que era la mejor
de todo Egipto (Gén. 45:18; 47:5-6, 11, 27). En esta localidad
edénica, fructificaron
y se multiplicaron
(Éx. 1:7) - ¡la misma expresión que en el
mandamiento original que Dios había dado a Adán y Eva en
el Edén! Como era de esperarse, la tierra prometida era una
tierra en la que gran parte de la maldición se había
revertido: era "como el huerto de Edén" (Joel 2:3), y por lo
tanto, de ella "fluía leche y miel" (Éx. 3:8).
Como veremos en las
páginas siguientes, la restauración
de Edén es un aspecto esencial de la salvación que Cristo
proporciona. Cuando el Antiguo Testamento predijo la venida de Cristo y
las bendiciones que Él traería, los profetas hablaban a
menudo en el lenguaje de restauración del Edén.
Isaías escribió: "Ciertamente consolará
Jehová a Sión; consolará todas sus soledades, y
cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto
de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo,
alabanzas y voces de canto" (Isa. 51:3). Y muchos años
después, Ezequiel profetizó:
"Así ha dicho
Jehová
el Señor: El día que os limpie de todas vuestras
iniquidades, haré también que sean habitadas las
ciudades, y las ruinas serán reedificadas. Y la tierra asolada
será labrada, en lugar de haber permanecido asolada a ojos de
todos los que pasaron. Y dirán: Esta tierra que era asolada ha
venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran
desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y
habitadas. Y las naciones que queden en vuestros alrededores
sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado, y
planté lo que antes estaba desolado; yo Jehová he
hablado, y lo haré" (Ezeq. 36:33-36).
Pero hay mucho más en
estas profecías (y en otras) sobre
la restauración del Edén de lo que podríamos notar
a primera vista. En realidad, hay muchos, muchos pasajes de la
Escritura que hablan en términos de los patrones edénicos
que no
mencionan al Edén por nombre.
El tema del paraíso es recurrente en toda la Biblia, desde
Génesis hasta Apocalipsis; pero, para reconocerlo, primero
debemos familiarizarnos con lo que la Palabra de Dios dice acerca del
huerto de Edén mismo. Dios se ha puesto en el trabajo de darnos
información muy específica sobre el huerto, y el resto de
la Escritura está redactado sobre este fundamento,
refiriéndose a él regularmente. Nótese bien: este
estudio no es meramente una colección de curiosidades, de
"hechos extraños e interesantes sobre la Biblia" (es decir, la
clase de información irrelevante que a menudo se encuentra en
las secciones "enciclopédicas" de las grandes Biblias
familiares). Repito, es un tema bíblico principal, que ilumina
dramáticamente el mensaje de Apocalipsis - y, de paso,
ayudándonos a entender el mensaje de la Biblia como un todo. Por
esto, en los capítulos que siguen, examinaremos las varias
características del huerto de Edén, tomando nota
especialmente de cómo cada una de ellas se convierte en un
"subtema" en sí misma, en términos del tema general de la
restauración edénica en la salvación.
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