EL PARAÍSO RESTAURADO
Una
teología bíblica de señorío
David
Chilton
Dominion
Press
Tyler,
Texas
©
1ero.
1985; 6to. 1999
Capítulo
11
La
venida en las nubes
Si no resucitó,
sino que
todavía está muerto, ¿cómo es que pone en
fuga, persigue y derriba los dioses falsos, que los incrédulos
creen que están vivos, y a los malos espíritus que ellos
adoran? Porque donde Cristo se sombra, la idolatría es destruida
y el fraude de los malos espíritus queda expuesto; de hecho,
ningún espíritu de esa clase puede soportar el Nombre,
sino que huye al sonido de él. Esta es la obra del que vive; y
más que eso, es la obra de Dios.
Atanasio, On the Incarnation
[30]
Hemos visto
que el discurso de
Jesús en el Monte de los Olivos, registrado en Mateo 24, Marcos
13, y Lucas 21, trata del "fin" - no del mundo, sino de
Jerusalén y el templo; hace referencia exclusivamente a los
"últimos días" de la era del pacto antiguo. Jesús
habló claramente de sus propios contemporáneos cuando
dijo que "esta generación" vería "todas estas cosas". La
"gran tribulación" tuvo lugar durante la terrible época
de sufrimiento, guerras, hambruna, y asesinatos en masa que condujo a
la destrucción del templo en el año 70 D. C. Lo que
parece presentar un problema para esta interpretación, sin
embargo, es lo que Jesús dice a continuación:
E
inmediatamente después de
la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las
estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos
serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del
Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las
tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre
las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus
ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus
escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el
otro (Mat. 24:29-31).
Jesús parece estar
diciendo que la segunda venida
ocurrirá inmediatamente después de la tribulación.
¿Ocurrió la segunda venida en el año 70 D. C.?
¿Nos la hemos perdido? Primero, dejemos clara una cosa desde el
comienzo: no hay manera de soslayar esa palabra, inmediatamente.
Significa inmediatamente.
Reconociendo que la tribulación tuvo lugar durante la
generación que entonces vivía, también tenemos que
hacer frente a la clara enseñanza de la Escritura de que,
cualquier cosa de que Jesús esté hablando en estos
versículos, ocurrió inmediatamente
después. En otras palabras, estos versículos describen lo
que debe tener lugar al
final
de la tribulación - lo que forma su clímax.
Para entender el
significado de las expresiones de Jesús en este
pasaje, debemos entender el Antiguo Testamento mucho más de lo
que mucha gente lo entiende hoy día. Jesús estaba
hablando a un auditorio que estaba íntimamente familiarizado con
los más oscuros detalles de la literatura del Antiguo
Testamento. Habían oído leer y exponer el Antuguo
Testamento incontables veces durante sus vidas, y habían
memorizado largos pasajes. Las imágenes y las formas de
expresión bíblicas habían formado su cultura, su
ambiente, y su vocabulario desde la más tierna infancia, y esto
había ocurrido por generaciones. La diferencia entre su
perspectiva y la nuestra puede ilustrarse por el hecho de que, aunque
gran parte de la discusión de este libro acerca del tema del
paraíso probablemente era muy nueva para usted, habría
sido muy familiar para los discípulos.
El hecho es que, cuando
Jesús habló a sus
discípulos de la caída de Jerusalén, usó lenguaje profético.
Había un "lenguaje" de profecía, reconocible
instantáneamente por los que estaban familiarizados con el
Antiguo Testamento (algo de lo cual ya hemos cubierto en nuestro
estudio de Edén). Al predecir Jesús el completo fin del
sistema del pacto antiguo - lo cual era, en cierto sentido, el fin de
todo un mundo - Jesús hablaba de él como lo habría
hecho cualquiera de los profetas, en el conmovedor lenguaje del juicio
de pacto. Consideraremos cada uno de los elementos de la
profecía, viendo cómo su uso anterior por los profetas
del Antiguo Testamento determinaba su significado en el contexto del
discurso de Jesús sobre la caída de Jerusalén.
Recuérdese que nuestro modelo final de verdad es la Biblia, y la
Biblia solamente.
El
sol,
la luna y las estrellas
Jesús dijo que, al fin de
la tribulación, el universo se
derrumbaría: la luz del sol y de la luna se extinguiría,
las estrellas caerían, las potencias de los cielos serían
conmovidas. La base para este simbolismo está en Génesis
1:14-16, donde se dice que el sol, la luna y las estrellas ("las
potencias de los cielos") son las "señales" que "gobiernan" el
mundo. Más tarde en la Escritura, estas luces celestiales se
usan para hablar de las autoridades y gobernantes terrenales; y cuando
Dios amenaza con ir contra ellos en juicio, se usa la misma
terminología del universo que se derrumba para describirlo.
Profetizando la caída de Babilonia ante los medos en el
año 539 A. C., Isaías escribió:
He aquí el día
de
Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira,
para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores.
Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán
su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no
dará su resplandor. (Isa. 13:9-10).
De manera significativa,
Isaías profetizó más
tarde la caída de Edom en términos de de-creación:
Y todo el
ejército de los
cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un
libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de
la parra, y como se cae la de la higuera. (Isa. 34:4).
El contemporáneo de Isaías, el profeta Amós,
predijo la destrucción de Samaria (722 A. C.) casi de la misma
manera:
Acontecerá en
aquel
día, dice Jehová el Señor, que haré que se
ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra
en el día claro. (Amós 8:9).
Otro ejemplo es del
profeta Ezequiel, que predijo la destrucción
de Egipto. Dios dijo esto por medio de Ezequiel:
Y cuando te
haya extinguido,
cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el
sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer
su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo
por tí, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice
Jehová el Señor. (Eze. 3:7-8).
Hay que
enfatizar que ninguno
de estos sucesos tuvo lugar literalmente. Dios no se proponía
que nadie pusiera una construcción literalista en estas
declaraciones. Sin embargo, poéticamente, todas estas cosas
sí ocurrieron: por lo que concernía a estas naciones
impías, "las luces se apagaron". Este es simplemente lenguaje
figurado, que no nos sorprendería en absoluto si
estuviésemos más familiarizados con la Biblia y
apreciáramos su carácter literario.
Por consiguiente, lo que
Jesús está diciendo en Mateo 24,
en terminología profética reconocible inmediatamente por
sus discípulos, es que la luz de Israel se apagaría; la
nación del pacto dejaría de existir. Cuando la
tribulación terminara, el antiguo Israel desaparecería.
La
señal del Hijo del Hombre
La mayoría de
las
traducciones modernas de Mateo 24:30 dice algo como esto: "Y entonces
la señal del Hijo del Hombre aparecerá en el cielo ...".
Este es un error de traducción, basado, no en el texto griego,
sino en las erróneas suposiciones de los propios traductores
sobre el tema de este pasaje (creían que estaba hablando de la
segunda venida). Una traducción del texto griego, palabra por
palabra, dice en realidad:
Y entonces
aparecerá la
señal del Hijo del
Hombre en
el cielo ...
Como usted puede ver, en
la
traducción correcta aparecen dos diferencias
importantes: primera, la ubicación de la que se
habla es el cielo,
no
sólo el firmamento;
segunda, no es la señal
lo que está en el cielo, sino que es el Hijo del Hombre
el que
está en el cielo. Lo que queremos decir es simplemente que este
gran juicio sobre Israel, la destrucción de Jerusalén y
el templo, serían la señal de que Cristo Jesús
está en su trono en el cielo, a la diestra del Padre, gobernando
las naciones y trayendo venganza sobre sus enemigos. El cataclismo del
año 70 D. C., divinamente ordenado, reveló que Cristo
había quitado el reino a Israel y lo había dado a la
iglesia; la desolación del antiguo templo era la señal
final de que Dios lo había abandonado y ahora moraba en un nuevo
templo, la iglesia. Todos estos son aspectos de la primera venida de
Cristo, partes cruciales de la obra que vino a llevar a cabo por medio
de su muerte, resurrección y ascensión al trono. Es por
esto por lo que la Biblia habla del derramamiento del Espíritu
Santo sobre la iglesia y la destrucción de Israel como el mismo suceso,
porque estaban íntimamente conectadas entre sí
teológicamente. El profeta Joel predijo tanto el día de
Pentecostés como la destrucción de Jerusalén sin
tomar aliento:
Y después de
esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos
soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las
siervas derramará mi Espíritu en aquellos días. Y
daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y
columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna
en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de
Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová
será salvo; porque en el monte de Sión y en
Jerusalén habrá salvación, como ha dicho
Jehová, y entre el remanente al cual él habrá
llamado. (Joel 2:28-32).
Como veremos en el
capítulo 13, la inspirada
interpretación de Pedro de este texto en Hechos 2 establece el
hecho de que Joel está hablando del período desde el
derramamiento inicial del Espíritu hasta la destrucción
de Jerusalén, desde Pentcostés hasta el Holocausto. Para
nosotros, es suficiente observar aquí que en este pasaje se usa
el mismo lenguaje de juicio. La interpretación común y
barata de que las "columnas de humo" son nubes en forma de hongo de
explosiones nucleares es una distorsión radical del texto, y una
interpretación completamente errónea del lenguaje
profético de la Biblia. Igualmente tendría sentido decir
que la columna de fuego y humo durante el Éxodo era el resultado
de una explosión nuclear.
Las
nubes
del cielo
De manera apropiada, esto
nos lleva al siguiente elemento de la
profecía de Jesús sobre la destrucción de
Jerusalén: "y entonces se lamentarán todas las tribus de
la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y gran gloria". Aquí la palabra tribus se refiere
primero a las tribus de
la tierra de Israel;
y el "lamento" probablemente es en dos sentidos. Primero, se
lamentarían de tristeza por el sufrimiento y la pérdida
de su tierra; segundo, se lamentarían finalmente arrepentidos de
sus pecados, cuando se conviertan de su apostasía (ver
capítulo 14).
Pero, ¿cómo es que verían
a Cristo viniendo en las
nubes? Los que hayan leído los capítulos 7 y 8 de este
libro tendrán pocas dificultades para responder a esta pregunta.
En primer lugar, durante todo el Antiguo Testamento, Dios estuvo
viniendo "en las nubes", para salvar a su pueblo y destruir a sus
enemigos: "El que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las
alas del viento" (Sal. 104:3). Cuando Isaías profetizó el
juicio de Dios sobre Egipto, escribió: "He aquí que
Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto;
y los ídolos de Egipto temblarán delante de él"
(Isa. 19:1). El profeta Nahum habló de forma parecida de la
destrucción de Nínive por parte de Dios: "Jehová
marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus
pies" (Nah. 1:3). El que Dios "venga en las nubes del cielo" es un
símbolo bíblico casi común de su presencia, su
juicio y su salvación.
Sin embargo, más que esto,
está el hecho de que
Jesús se está refiriendo a un suceso específico
relacionado con la destrucción de Jerusalén y el fin del
pacto antiguo. Habló de él nuevamente durante su juicio,
cuando el sumo sacerdote le preguntó si era el Cristo, y
Jesús contestó:
Yo soy; y
veréis al Hijo
del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios viniendo en las nubes
del cielo (Mar. 14:62; ver Mat. 26:64).
Obviamente, Jesús no se
refería a un suceso miles de
años en el futuro. Hablaba de algo que sus contemporáneos
- "esta generación" - vería durante su vida. La Biblia
nos dice exactamente cuándo vino Jesús en las nubes del
cielo:
Y habiendo
dicho estas cosas,
viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le
ocultó de sus ojos (Hech. 1:9).
Y el Señor,
después
de que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se
sentó a la diestra de Dios (Mar. 16:19).
Notamos en el capítulo 8
que fue este suceso, la
ascensión a la diestra de Dios, lo que Daniel había
previsto:
Miraba yo en la
visión de
la noche, y he aquí con
las
nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que
vino hasta el Anciano de días, y le
hicieron acercarse delante de
él. Y le fue dado dominio, gloria y un reino,
para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio
es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no
será destruido (Dan. 7:13-14).
La destrucción de
Jerusalén era la señal de que el
Hijo del Hombre, el segundo Adán, estaba en el cielo, gobernando
al mundo y disponiéndolo para sus propios fines. A su
ascensión, había venido en las nubes del cielo para
recibir el reino de parte de su Padre; la destrucción de
Jerusalén era la revelación de este hecho. Por
consiguiente, en Mateo 24 Jesús no estaba profetizando que
él vendría literalmente en las nubes en el año 70
D. C. (aunque esto era cierto figuradamente).
Su "venida en las nubes" literal, en cumplimiento de Daniel 7,
había tenido lugar como 40 años antes. Pero, en el
año 70 D. C., las tribus de Israel verían la
destrucción de la nación como resultado de haber
Él ascendido al trono en el cielo para recibir su reino.
Juntar
a los
escogidos
Finalmente, el resultado
de la destrucción de Jerusalén
será que Cristo envíe sus "ángeles" para juntar a
los escogidos. ¿No es esto el rapto? No. La palabra ángeles significa
simplemente mensajeros
(ver
Sant. 2:25), ya sea que su origen sea celestial o terrenal; es el contexto lo que
determina si se
habla de criaturas celestiales. A menudo, la
palabra significa predicadores
del
evangelio
(ver Mat. 1:10; Luc. 7:24; 9:52; Apoc.1-3). En contexto, hay varias
razones para suponer que Jesús estaba hablando del evangelismo
mundial y la conversión de las naciones que seguirá a la
destrucción de Israel.
El uso que Cristo hace de
la palabra juntar
es significativo en este respecto. Literalmente, la palabra es un verbo
que significa reunir en
sinagoga;
el significado es que, con la detrucción del templo y el sistema
del pacto antiguo, el Señor envía a sus mensajeros para
que junten a su pueblo escogido en su nueva sinagoga. En realidad,
Jesús está citando a Moisés, que había
prometido: "Y si tus desterrados estuvieren en las partes
más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te
recogerá Jehová tu Dios, y de allá te
tomará" (Deut. 30:4). Ninguno de los dos textos tiene nada que
ver con el rapto; ambos tienen que ver con la restauración y el
establecimiento de la casa de Dios, la congregación organizada
de su pueblo del pacto. Esto se vuelve aún más mordaz
cuando recordamos lo que Jesús había dicho justo antes de
este discurso:
¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son
enviados! ¡Cuántas veces quise juntar
a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas,
y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. (Mat.
23:37-38).
Debido a que Jerusalén
apostató y rehusó ser
recogida como en sinagoga bajo Cristo, su templo sería
destruido, y se formaría una nueva sinagoga y un nuevo templo:
la iglesia. Por supuesto, el nuevo templo fue creado el día de
Pentecostés, cuando el Espíritu vino a morar en la
iglesia. Pero el hecho de la existencia del nuevo templo sólo
sería obvio cuando el andamiaje del antiguo templo y el sistema
del pacto antiguo fuera destruido. la congregaciones cristianas
comenzaron inmediatamente a llamarse a sí mismas "sinagogas"
(que es la palabra usada en Sant. 2:2), mientras que llamaban a las
reuniones judías "sinagogas de Satanás" (Apoc. 2:9; 3:9).
Pero vivían esperando el día del juicio sobre
Jerusalén y el antiguo templo, cuando la iglesia sería
revelada como el templo verdadera y la sinagoga verdadera de Dios.
Debido a que el sistema del pacto antiguo había sido "dado por
viejo" y estaba "próximo a desaparecer" (Heb. 8:13), el escritor
de Hebreos les instaba a tener esperanza, "no dejando de congregarnos
[como en una sinagoga],
como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca" (Heb. 10:25;
ver 2 Tes. 2:1-2).
La promesa del Antiguo
Testamento de que Dios "juntaría" [como
en una sinagoga] a su pueblo sufre un gran cambio en el Nuevo
Testamento. En vez de la forma simple de la palabra, el término
usado por Jesús tiene la preposición griega epi como prefijo.
Esta es una
expresión favorita del nuevo pacto, que intensifica
la palabra original. Por consiguiente, lo que Jesús está
diciendo es que la destrucción del templo en el 70 D. C. lo
revelará a Él viniendo en las nubes para recibir su
reino; y exhibirá a su iglesia delante del mundo como la plena,
verdadera y super-sinagoga.
De vuelta arriba