LA PARUSÍA
o
La Segunda Venida de Nuestro
Señor Jesucristo
JAMES STUART RUSSELL
(1816-1895)
Tomado de The
Preterist Archive
APÉNDICE A LA PARTE II
DR. JOHN OWEN
(1616-1683)
NOTA D
Acerca de los "cielos nuevos" y la "tierra nueva" (2 Pedro 3:13)
El apóstol distribuye el mundo entre cielo
y tierra, y dice que fueron destruidos por medio de agua, y perecieron.
Sabemos que ni la composición ni la sustancia del uno ni de la otra
fueron destruidos, sino sólo los hombres que vivían en la
tierra; y el apóstol nos habla (ver. 7) del cielo y la tierra
que había entonces, y que fueron destruidos por agua, distintos
de los cielos y la tierra que había ahora, y que habrían
de ser consumidos por fuego; sin embargo, en cuanto a la estructura
visible del cielo y la tierra, eran los mismos tanto antes del Diluvio
como en los tiempos del apóstol, y permanecen hasta la fecha; cuando
todavía es cierto que los cielos y la tierra, de los cuales hablaba,
habrían de ser destruidos y consumidos por fuego en aquella generación.
Para aclarar nuestro fundamento, debemos, pues, considerar lo que el apóstol
quiere decir con cielos y tierra en estos dos lugares.
1. Es seguro que lo que el apóstol quiere
decir con "el mundo", con su cielo, y la tierra (vers. 5,6), que fue destruida;
lo mismo, o algo de esta clase, quiere decir con los cielos y la tierra
que habrían de ser consumidos y destruidos por el fuego (ver. 7);
de lo contrario, no habría ninguna coherencia en el discurso del
apóstol, ni ninguna clase de argumento, sino una mera falacia de
palabras.
2. Es seguro que el diluvio no destruyó el
mundo, ni la estructura del cielo y la tierra, sino solamente a los habitantes
del mundo; por lo tanto, la destrucción que debía tener lugar
por el fuego no es la substancia de los cielos y la tierra, que no serán
consumidos sino hasta el último día, sino de las personas
o los hombres que vivieran en el mundo.
3. Luego, tenemos que considerar en qué sentido
se dice de los hombres que viven en el mundo que son el mundo, y los cielos
y la tierra de él. Sólo insistiré en un caso para
este propósito entre muchos que pueden mencionarse: Isa. 51:15,16.
El tiempo en la obra mencionada aquí, de extender los cielos y echar
los cimientos de la tierra, fue llevada a cabo por Dios cuando agitó
el mar (ver. 15) y dio la ley (ver. 16), y dijo a Sión:
Pueblo
mío eres tú; esto es, cuando sacó de Egipto a
los hijos de Israel, y en el desierto les formó en iglesia y estado;
luego, extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra;
esto es, produjo orden, y gobierno, y belleza de la confusión en
que se encontraban. Esto es extender los cielos y echar los fundamentos
del mundo. Y puesto que es entonces cuando se menciona la destrucción
de un estado y gobierno, es con ese lenguaje que parece hablar del fin
del mundo. Así ocurre con Isa. 34:4, que no es sino la destrucción
del estado de Edom. Otro tanto se afirma del Imperio Romano (Apoc.
6:14), que los judíos constantemente afirman que se quiere decir
con Edom en los profetas. Y en la predicción de nuestro Señor
Jesucristo tocante a la destrucción de Jerusalén (Mateo 24).
La hace con expresiones de la misma importancia. Es evidente, pues, que
en lenguaje profético y la manera de hablar, a menudo se entendían
los cielos y la tierra como el estado civil y religioso y la combinación
de hombres en el mundo, y los hombres de ella. Así ocurría
con los cielos y la tierra de aquel mundo que entonces fue destruido por
el diluvio.
4. Sobre esta base, afirmo que, en esta profecía
de Pedro, con los cielos y la tierra se quiere decir la venida del
Señor, el día del juicio y la perdición de los impíos,
que en la destrucción de aquel cielo y aquella tierra se menciona,
no el juicio último y final del mundo, sino aquella total desolación
y destrucción de la iglesia y el estado judíos, que habría
de tener lugar, para lo cual presentaré estas dos razones, de muchas
que podrían aducirse a partir del texto:
(1) Porque lo que sea que se menciona aquí debía
tener peculiar influencia sobre los hombres de aquella generación.
Él habla de aquello que tenía que ver tanto con los profanos
burladores como con los burlados, y de que, como judíos, algunos
de ellos creían en la fe, y otros se oponían. Ahora bien,
no había en aquella generación ninguna preocupación
particular, ni por aquel pecado, ni por aquellas burlas, en cuanto al día
del juicio en general; sino un alivio peculiar por el uno y un temor peculiar
por el otro, que estaba cercano, en la destrucción de la nación
judía; además, había amplio testimonio tanto por el
uno como por el otro del poder y el dominio del Señor Jesucristo,
que era el punto en disputa entre ellos.
(2) Pedro les dice, después de la destrucción
y el juicio de que habla (ver. 7-13): "Pero nosotros esperamos, según
sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva", etc. Tenían esta esperanza.
Pero, ¿cuál es esa promesa? ¿Dónde podemos
encontrarla? Bueno, la tenemos en las mismas palabras y en la misma carta,
Isa. 65:17. Ahora bien, ¿cuándo será que Dios creará
estos nuevos cielos y esta nueva tierra, en los cuales mora la justicia?
Dice Pedro: "Será después de la venida del Señor,
después de aquel juicio y aquella destrucción de los impíos,
que no obedecen al evangelio". Pero ahora es evidente, a partir de este
pasaje en Isaías, en 66:21,22, que esta es una profecía para
los tiempos evangélicos solamente; y que la extensión de
estos nuevos cielos no es sino la creación de las ordenanzas del
evangelio que deben permanecer para siempre. Lo mismo se expresa en Heb.
12:26-28.
Siendo éste el designio del lugar, no insistiré
más sobre el contexto, sino que abriré brevemente las palabras
propuestas, y fijaré la atención sobre la verdad contenida
en ellas.
Primero, existe el fundamento de la inferencia y la exhortación
apostólicas, viendo que todas estas cosas, por preciosas que parezcan,
sin importar el valor que alguno les atribuya, se disolverán, esto
es, serán destruidas, y de aquella terrible y horrenda manera que
se ha mencionado antes, en un día de juicio, de ira, y de venganza,
por medio del fuego y la espada; que otros se burlen de las amenazas de
la venida de Cristo: Vendrá y no tardará, y luego, los cielos
y la tierra que Dios mismo extendió - el sol, la luna, y las estrellas
del sistema y la iglesia judíos - todo el mundo antiguo de culto
y de adoradores, que en su obstinación se levantan contra el Señor
Jesucristo, se disolverá y se destruirá sensiblemente: sabemos
que éste será el fin de todas las cosas, y esto ocurrirá
en breve.
No hay ninguna constitución externa ni estructura
de cosas en gobiernos o naciones, que no esté sujeta a disolución,
y puede ocurrirle, a manera de juicio. Si alguno desea que se le excluya,
y eso ocurre en muchos casos, de los cuales el apóstol hablaba en
términos proféticos (porque todavía no era tiempo
de declararlo abiertamente a todos) puede presentar su solicitud. *
*Sermón del Dr. Owen sobre 2 Pedro 3:11. Obras,
reimpreso en 1721.
Volver