¿SON PROTESTANTES
LOS
ADVENTISTAS?
Richard Hayes,
ex-pastor Adventista del Séptimo
Día, y
ahora jubilado
Tomado de la revista Proclamation!,Vol. 4, Issue
5, 6
En cierta ocasión, un oficial de la Conferencia
General le dijo a mi clase de Escuela Sabática que las controversias
doctrinales en la Iglesia Adventista del Séptimo Día ocurren
porque los ministros Adventistas hacen estudios de grado en universidades
protestantes. Por sincero que haya sido este caballero en su opinión,
esto se parece mucho a echarle la culpa del dolor de muelas al dentista
cuyo adiestramiento le permitió localizar la caries. La afirmación
de este oficial daba a entender que hay, o debe haber, una barrera de separación
entre la Iglesia Adventista y el protestantismo. Y da lugar a la cuestión
de si los Adventistas son protestantes.
Cualquiera que haya leído las críticas contra
la Iglesia Católica en El Gran Conflicto puede ser inducido
a creer que la Iglesia Adventista es firmemente protestante. De hecho,
se afirma desde los púlpitos Adventistas que a la IASD se le ha
encomendado la tarea de terminar la obra de los reformadores del siglo
dieciséis. Sin embargo, el oponerse al catolicismo no hace a nadie
necesariamente protestante; si así fuese, los comunistas serían
protestantes. Tampoco se adhieren a los principios protestantes todas las
iglesias que han evolucionado de la Reforma. El protestantismo de los reformadores
se identificaba por ciertas doctrinas distintivas, las más importantes
de las cuales eran: justificación por la fe; el sacerdocio de todos
los creyentes; y la autoridad de la Biblia.
Lutero llamaba a la justificación por la fe el
resumen de toda la doctrina cristiana sobre la cual la iglesia se sostiene
en pie o cae. No se puede renunciar a nada ni se puede transigir con nada
en este artículo.1
Junto con los otros reformadores, Lutero enseñaba que, cuando creemos
que, por amor a Jesús, nuestros pecados son perdonados, recibimos
el perdón de los pecados y somos justificados por la gracia de Dios
por medio de la fe.2
La Declaración de las Creencias Fundamentales Adventistas
no trata el tema de la justificación específicamente, pero
afirma: "La salvación es completamente por gracia y no por obras,
pero su fruto es la obediencia a los Mandamientos ... La obediencia por
fe demuestra el poder de la fe para cambiar las vidas ...".3
Esta afirmación debe considerarse en el contexto de la enseñanza
Adventista del período de prueba y el juicio investigador. En el
Adventismo, el pecador arrepentido vive en un estado de prueba hasta que
su caso sea llevado a un juicio investigador, que establecerá si
la obra de su vida ha demostrado su fe o no.
Esto establece una significativa diferencia entre la doctrina
de la justificación de los reformadores y la del Adventismo. Los
reformadores sostenían que el pecador es justificado por gracia
por medio de la fe en Cristo, y Dios lo declara justo en el momento del
arrepentimiento. Las buenas obras subsiguientes son el fruto de esta justificación,
pero no tienen mérito salvador. Como Pablo, los reformadores enseñaban
que una persona es justificada por medio de la fe, aparte de las obras
de la ley (Rom. 3:28). La Iglesia Adventista enseña que el pecador
arrepentido es justificado (declarado justo) en un juicio investigador
en el cual la obediencia a la ley es una necesaria demostración
de la propia fe.4
La justificación del hombre, pues, depende de una justicia que debe
encontrarse en el hombre, una justicia de la cual su obediencia es un necesario
componente.
Al hacer de las obras de obediencia un componente esencial
de la salvación, esta enseñanza compromete la doctrina reformista
de justificación sólo por la gracia de Dios por medio de
la fe. Esa doctrina es semejante a la que la Iglesia Católica enseñaba
en tiempos de la reforma, y todavía enseña.5
La falta de énfasis, por parte del Adventismo, en la justificación
bíblica por la fe queda evidenciada por la escasez de libros Adventistas
sobre esa joya de las Escrituras - la epístola de Pablo a los Romanos.
Entre todos los libros dedicados a la especulación apocalíptica
y al vegetarianismo, hay pocas obras de autores Adventistas que tratan
de esta epístola, la más grandiosa exposición bíblica
de cómo el pecador es justificado delante de Dios; la fuente de
la cual Lutero y Calvino derivaron su doctrina de la justificación.
Los reformadores sostenían que todos los miembros
de la iglesia están en igual posición porque son hermanos
y hermanas en Cristo. Cada uno en la iglesia es parte de un real sacerdocio
y está consagrado, cualquiera sea su vocación, a ministrar
a las necesidades de los demás. Para predicar la Palabra, algunos
son llamados a la vocación del ministerio, pero los ministros son
siervos de la iglesia, no sus amos. Lutero insistía en que una congregación
local podía ejercer su derecho a llamar y a despedir a un ministro.6
La administración de las congregaciones de Calvino en Ginebra le
fue conferida a un consistorio compuesto de seis ministros y doce laicos.
En el sistema de Calvino, se delegaban grandes responsabilidades en estos
laicos.7 Con estas
medidas, los reformadores buscaban aplicar su doctrina del sacerdocio de
los creyentes.
En general, los Adventistas creían que su iglesia
es administrada de una manera representativa. Muchos se sorprendieron cuando
el presidente y un vice-presidente de la Conferencia General presentaron,
o autorizaron que se presentasen, en un tribunal federal declaraciones
juradas en el sentido de que la iglesia Adventista tiene una estructura
jerárquica en la cual las decisiones finales son tomadas por las
cabezas de la organización.8
Estos oficiales de iglesia y sus consejeros legales reconocieron que la
organización de la iglesia Adventista se parece más de cerca
al sistema jerárquico romano que el de cualquier iglesia protestante.
En realidad, la descripción de la iglesia, contenida en un expediente
Adventista de defensa presentado al tribunal, es similar a las palabras
de la Encíclica Vehementer del Papa Pío X.9
La representación que se le concede a la Iglesia
Adventista local funciona como el "centralismo democrático" por
medio del cual Lenin ideó controlar a las masas rusas. Los representantes
de la congregación local sí votan en ciertas convocatorias,
pero la selección de los candidatos y los puntos sobre los cuales
se vota son controlados mayormente por el clero administrativo. Y la ley
que concede a los oficiales de la conferencia el derecho a participar en
las reuniones de la junta de iglesia y de negocios no puede sino extender
el control jerárquico de las congregaciones locales.10
A semejanza de su contraparte católica, se espera
que el laico Adventista "pague, ore, y obedezca" [pay, pray, and obey]. En tales circunstancias,
el sacerdocio de los creyentes es una expresión que suena bien,
pero que guarda poca relación con las realidades de la política
de la iglesia o su implementación. Y la iglesia se ha convertido
en una organización, antes que en una comunidad de creyentes.
Los reformadores sostenían que la voluntad de Dios
puede ser debidamente conocida por medio de la Biblia, que da testimonio
de Cristo como Salvador y contiene todo el conocimiento necesario para
la salvación. Quizás su discernimiento más significativo
del papel de las Escrituras fue la auto-interpretación de ellas
en la comunidad cristiana al ser movido el lector por el Espíritu
Santo. El estudiante de la Biblia que se rinde al Espíritu del Autor
de la Biblia no necesita ninguna otra fuente, ya sea la autoridad de la
iglesia para enseñar o el don espiritual especial de otro individuo.11
Los reformadores, pues, negaban las afirmaciones, tanto del clero jerárquico
como de los entusiastas espirituales, de que éstos poseían
poderes especiales de interpretación. La auto-interpretación
de la Biblia presupone que su mensaje es tan claro que tanto el mozo de
labranza como el obispo que leen las Escrituras pueden aprender el camino
de la salvación.
La iglesia Adventista acepta la Biblia como infalible
revelación de la voluntad de Dios y fuente autorizada de doctrina.
Pero, junto con este reconocimiento, la iglesia enseña que los escritos
de Ellen White son una fuente inspirada, autorizada, y continua de verdad
e instrucción. En el Adventismo hay, entonces, una fuente externa
por medio de la cual debe entenderse la Biblia, porque esa fuente (Ellen
White) es una autoridad inspirada para la enseñanza. A causa de
la posición de autoridad que se le ha asignado a ella, no puede
aceptarse ninguna exégesis de las Escrituras que difiera de Ellen
White.
De esto se sigue que no se permite ninguna interpretación
de un texto bíblico que difiera de las afirmaciones de Ellen White.
Por lo tanto, la Biblia queda funcionalmente subordinada a los escritos
de Ellen White, que van desde Génesis hasta Apocalipsis. Tal perspectiva
niega tanto la primacía de las Sagradas Escrituras como la guía
del Espíritu Santo en la manera en que el individuo entiende
su significado. Y cualquier ministro Adventista que tenga preguntas sobre
la interpretación de la Biblia por Ellen White debe escoger entre
guardarse sus preguntas o buscar otro empleo.
Aunque las iglesias Adventistas leen las mismas Biblias,
cantan los mismos himnos, y siguen las mismas formas de culto que las iglesias
protestantes, el Adventismo no se ajusta a las enseñanzas básicas
de una verdadera iglesia protestante.
Si la Iglesia Adventista no es verdaderamente protestante,
como se ha indicado arriba, entonces, ¿en qué categoría
religiosa debe ser incluída? Al hacer esta evaluación, no
es irrazonable preguntar: ¿Es el Adventismo, con su actual dedicación
a la autoridad doctrinal de Ellen White, "otro evangelio", como lo advirtió
Pablo en su carta a los Gálatas? (Gál. 1:8, 9).
Notas finales
1. Paul Althaus, The Theology of Martin Luther, Tr. por Robert
C. Schultz. (Philadelphia: Fortress Press, 1966), p. 224.
2. ________, The Augsburg Confession. (Philadelphia: Fortress
Press, ed. de 1980), p. 11.
3. ________, Statement of Fundamental Beliefs of the Seventh-day
Adventist Church, ed. de 1980.
4. Ellen G. White, The Great Controversy. (Mountain View, CA:
Pacific Press, 1911), p. 482.
5. Bernard Lohse, A Short Hisory of Christian Doctrine Tr. por
Ernest Stoeffler. (Philadelphia: Fortress Press, 1966). p. 159.
6. Luther´s Works, American Edition, 55. vols. (St. Louis:
Concordia Publishing House, 1955-), 39:303-314.
7. A. J. Grant, The Huguenots. (
: Anchon Books, 1969), p. 19.
8. Spectrum, Vol. 9. No. 2, p. 24.
9. Citado en la obra de J. S. Whale, Christian Doctrine. (Cambridge,
England: University Press, 1981), pp. 133, 134).
10. Columbia Union Visitor, April 1, 1985, p. 5.
11. Paul Althaus, pp. 76,77.
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