MI RENUNCIA AL ADVENTISMO
DEL SÉPTIMO DÍA

Dudley Marvin Canright, 1914

Capítulo 18

EL DECÁLOGO EXAMINADO

Tomado de The Interactive Bible



Para los Adventistas del Séptimo Día, el decálogo es la única ley suprema moral y espiritual de Dios, más grande que la cual no hay ninguna. Es la ley que gobierna a los ángeles en el cielo. Así dice la Sra. White: "La ley de Dios existía antes de que el hombre fuera creado. Los ángeles eran gobernados por ella. Después de que Adán y Eva fueron creados, Dios les dio a conocer su ley". Espíritu de Profecía, Vol. 1, pág. 261. Gobierna a todos los hombres en todos los tiempos, y en el mundo venidero. Estos diez mandamientos cubren todos los deberes del hombre, de manera que no hay pecado que se pueda cometer que no sea una violación de esta ley, mientras que al mismo tiempo ordena practicar toda virtud. "Ninguna virtud conocida por el mundo moral deja de tener en ella aprobación y alabanza; y ningún vicio ni crimen del cual el hombre fue alguna vez culpable escapa a la condena". Perfección de los Diez Mandamientos, pág. 4. Pero estas afirmaciones son extravagantes e infundadas. Un deseo de sustentar el séptimo día sábado ha llevado a esta falsa posición acerca del decálogo. Dos mil quinientos años, casi la mitad de toda la historia del mundo, pasaron antes de que el decálogo fuera dado, como lo hemos probado. Esto es extraño si es que el decálogo es tan importante.

Examinémoslo. Moisés dice claramente que todas las palabras que el Señor pronunció fueron escritas en las tablas de piedra: "Y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego". Deut. 9:10. Este texto es demasiado decisivo para ser eludido. Todo lo que Dios habló fue escrito en las tablas, y era parte del decálogo. Aquí están las primeras de esas palabras: "Y habló Dios todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí", etc. Éx. 20:1-3. Estas palabras son tan parte del decálogo como cualquier parte del resto de él. Fueron pronunciadas por Dios desde el cielo, escritas por su dedo, grabadas en piedra, y puestas en el arca. Ahora miremos el gráfico de la ley que los Adventistas del Séptimo Día cuelgan en la pared como la "ley de Dios". ¿Están estas palabras allí? No, para nada. ¿Por qué fueron dejadas fuera? Porque, si las ponen, ello echaría a perder toda su teoría de esa ley. Afirman que esta ley es obligatoria para los ángeles. Pero, ¿cómo les sonaría esto a los ángeles: "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre"? ¿Fueron los ángeles esclavos en Egipto? ¿No les sonaría un poco extraño a Gabriel y a los serafines que se les dijera que habían sido esclavos en Egipto? Léase esto a Adán. ¡Habría sido una novedad para él enterarse de que había sido esclavo en Egipto! Léase esto a un norteamericano que nació libre; léaselo a toda la hueste de los redimidos en el cielo. ¿A quién son aplicables estas palabras? Sólo a la nación judía, y a nadie más. Para ellos, el decálogo estaba enmarcado, y a ellos les fue dado. Por años, investigué para tratar de encontrar un solo texto que dijera que esta ley fue dada a algún pueblo que no fuera el de los judíos. Nunca lo encontré. Estas primeras palabras muestran claramente que el decálogo sólo estaba dirigido a ellos.

Los Adventistas del Séptimo Día aseguran que el precepto del sábado es lo único en el decálogo que dice quien lo dio. "Aparte de este precepto [el sábado], no hay nada en el decálogo que muestre por autoridad de quién fue dado". La Sra. White, en El Gran Conflicto, pág. 284. Esto no es verdad. Las palabras introductorias dicen claramente quién lo dio. Fue el Dios que los sacó de Egipto. Aquí están el nombre, la firma, y el sello de esa ley en las primeras palabras de ella. Aquí aparece Dios ante ellos como su *Liberador*, más bien que su *Creador*. La obediencia de ellos a estos mandamientos está basada en este hecho. Se señala a Egipto, no al  Edén. En la copia del decálogo que se da en Deut. 5: 6-21, no hay referencia alguna a la creación, mientras que es prominente la liberación de Egipto. "Extender el decálogo más allá de su propio prefacio es violar las reglas de la crítica".

¡Cuán antinatural e inaudito sería que, al entregar un documento importante, el nombre del autor se diera en la mitad de él, como los sabadistas dicen que el Señor hizo al dar el decálogo! En nuestros tiempos, el nombre se firma al final del documento; en la antigüedad, sin embargo, especialmente entre los judíos, el nombre del autor se daba siempre al principio, en la primera frase del documento. Por ejemplo: "Artajerjes, rey de reyes, a Esdras", etc. Esdras 7:12. "Visión de Isaías", etc. Isa. 1:1. "Palabras de Jeremías", etc. Jer. 1:1. Pablo, siervo de Jesucristo", etc. Rom. 1:1. "Santiago, siervo de Dios", etc. Sant. 1:1. "Pedro, apóstol", 1 Pedro 1:1. Y así sucede a través de toda la Biblia; el nombre y la autoridad se dan primero, luego sigue el cuerpo del documento. De la misma manera, el Señor, de acuerdo con esta antigua costumbre entonces en uso y con la cual estaban todos familiarizados, primero anuncia su nombre, "el Señor tu Dios", y su autoridad, "que te saqué de Egipto".

Esto lo hace en las palabras iniciales de esa ley. Aquí, entonces, en las meras primeras palabras del decálogo, y no en el precepto del sábado en la mitad de la ley, aparecen el nombre, la señal y el sello del dador de la ley. Jehová, que los sacó de Egipto. Esto establece que esta ley no fue dada sino hasta ese momento, que fue dada sólo a los judíos, y que no estaba destinada para nadie más. Para ilustrar: Abriendo una ley aprobada por la legislatura der Michigan en Febrero de 1882, leo: "Promúlgase en nombre del senado y la cámara de representantes del estado de Michigan", etc. Ahora supongamos que alguien afirmara que esta ley fue aprobada hace mil años y que estaba destinada para el mundo entero. ¿No mostrarían estas palabras iniciales que esta ley no fue promulgada sino hasta que Michigan se convirtió en estado, y que estaba destinada sólo para el pueblo de Michigan? Seguramente. De la misma manera, las palabras iniciales del decálogo muestran que esta ley no fue dada sino hasta que Dios sacó a Israel de Egipto, que fue dada a ellos, y a nadie más. Si alguien encuentra una copia del decálogo fechada antes de ese tiempo, abandonamos el caso. A través de toda ella hay evidencia de que fue redactada para ajustarse sólo a la nación judía en sus peculiares circunstancias.

Tomemos el mandamiento del sábado: "Ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas". Éx. 20:10. ¡Piense en cómo sería si este mandamiento se diera a los ángeles en el cielo! "Hijos", "hijas", y "la mujer de tu prójimo", versículo 17, ¡cuando ni se casan ni se dan en casamiento! Otra vez: "Bestia", "buey", "asno", etc. ¿Los ángeles en el cielo tienen bestias y trabajan con bueyes y asnos? Otro tanto sucede con los "siervos" y las "criadas". Esto significa gente que trabaja sin paga, o esclavos, como los que tenían los hebreos en aquellos días. Esto lo muestra el décimo mandamiento, versículo 17. "No codiciarás de tu prójimo ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno". Éstos eran su propiedad, sus siervos o esclavos, sus bueyes, sus asnos, etc. Pero, ¿tienen los ángeles esclavos? ¿Tuvo Adán siervos en Edén? ¿Los tendrán los redimidos en el más allá? ¡Qué tontería aplicar esta ley a los ángeles, al Edén, y al cielo! Esta fraseología estaba adaptada especialmente a las condiciones sociales de los judíos como nación en la tierra de Canaán, y a nadie más.

Una vez más: "Ni tu extranjero que está dentro de tus puertas". Versículo 10. Como todo el mundo sabe, "el extranjero" era el gentil. "Dentro de tus puertas" era una expresión común que quería decir dentro de tus ciudades o que habitan en tu tierra. No se refiere en modo alguno a vivir en tu finca o dentro de los portones que delimitan tu hacienda, como los Adventistas lo explican siempre. Los pueblos estaban amurallados, y a ellos se entraba por grandes puertas. Es aquí donde se sentaban los jueces y se transaban todos los asuntos. De esta manera: "Todos los que entraban por la puerta de su ciudad". Gén. 23:10. "Jueces y oficiales pondrás en todas tus puertas." A esta costumbre de los judíos se refiere el mandamiento del sábado. A todos los gentiles que habitaban en sus ciudades y entre ellos había que hacerlos guardar el sábado. Esto muestra que era una ley nacional, redactada en todas sus partes para adaptarla a las circunstancias de los judíos de ese tiempo.

Este mandamiento, entonces, no se podía aplicar a nadie sino a los judíos allí. Nuevamente, el quinto mandamiento: "La tierra que Jehová tu Dios te da", versículo 12, claramente se refiere a Canaán, que Dios les dio. El noveno precepto: "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Esto no se refiere a mentir, en general, sino sólo a un falso juramento contra el prójimo en un tribunal. Véase Deut. 19: 15-19. Un hombre podía decir un centenar de mentiras que no fueran falso testimonio contra su prójimo. El mandamiento contra la mentira se encuentra en Lev. 19:11: "Ni mentiréis el uno al otro". Este es un precepto moral mucho más amplio que el noveno mandamiento.

Cada principio contenido en el decálogo se encuentra también, una y otra vez, en la ley de Moisés, o en las mismas o similares palabras. Por ejemplo: Lev. 19 reitera cada uno de los principios que se encuentran en los diez mandamientos, con muchos más, además. Cuán erróneo, entonces, es llamar a uno de ellos la ley moral y al otro la ley ceremonial, cuando ambos son de la misma naturaleza, siendo el decálogo simplemente preceptos representativos de la ley de Moisés.

Pero el principal argumento usado para probar la naturaleza superior de los diez mandamientos es que fueron pronunciados por la voz de Dios, escritos por su dedo en tablas de piedra, y puestos dentro del arca, mientras todo el resto de la ley fue escrito por mano de Moisés en un libro. ¿Por qué entonces fueron estos mandamientos seleccionados de esta manera, si no para exaltarlos por encima de todos los demás? La respuesta es fácil: De acuerdo con la costumbre de aquellos tiempos, cualquier contrato o pacto solemne se conmemoraba seleccionando algún objeto como testigo o testimonio de él. Por ejemplo, Jacob erigió una piedra como testigo de su voto a Dios. Gén. 28:18. Jacob y Labán levantaron un majano como testigo de su pacto. Gén. 31:48. Abraham apartó siete corderos como "testimonio" de su pacto con Abimelec. Gén. 21:27-30.

De la misma manera, cuando se hizo un pacto solemne entre Dios e Israel en Sinaí, el Señor les dio las tablas de piedra para que fueran conservadas siempre como testigos o como "testimonio" de ese acuerdo. Por eso son llamadas "las tablas del testimonio", esto es, testigos. Éx. 31:18. Por eso, el tabernáculo era "el tabernáculo del testimonio", Núm. 1:53; o, "el tabernáculo del testimonio", Núm. 17:7. Estas tablas de piedra, entonces, conteniendo algunos de los principales artículos de la ley, habrían de ser conservadas siempre como "testigos" del pacto que Israel había hecho de guardar esa ley. Evidentemente, ésta es la razón de por qué el decálogo fue dado como lo fue, y no porque era una ley perfecta y eterna en y por sí misma.

Manifiestamente, habría sido imposible llevar de un lado para otro la ley entera si hubiese estado escrita en piedra; por eso, unas pocas muestras de esa ley fueron seleccionadas y puestas en piedra, para que fueran guardadas como testigo de ese pacto. Así que la razón de por qué Dios pronunció estas palabras no es que era una ley perfecta, sino para impresionar sus mente y nunca olvidaran el pacto. Esto es exactamente lo que Dios mismo dice: "Para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra". Deut. 4:10. ¡Cuánto más simples y manifiestas son estas razones que las imaginarias inventadas por los sabadistas!

Que el decálogo era meramente una ley nacional para los judíos y temporal en su obligación, lo comprueba el hecho de que la muerte por lapidación era el castigo por su violación. Cuando la muerte se le infligía a un hombre, éste pagaba de esta manera la pena por la violación de esa ley, y eso era todo. Pero, ¿es la lapidación el castigo por la violación de la ley moral de Dios? No. Ese castigo es la muerte eterna en el juicio. Un hombre que es ahorcado por asesinato ha pagado la pena por la violación de esa ley en nuestro país, de la misma manera que el judío que era lapidado pagaba la pena por violar la ley de su país. ¿Juzgará Dios a un hombre por segunda vez en el juicio por las leyes de nuestro país después de que este hombre ha pagado una vez su pena mediante el ahorcamiento? No, pero será juzgado por otra ley, una ley superior, la gran ley espiritual de Dios. Y así será con los judíos. Nunca serán juzgados una segunda vez por el decálogo, pues éste era sólo nacional, sino por la ley superior, la que requiere supremo amor a Dios, y amar al prójimo como a nosotros mismos. Una ley sin castigo por su violación es una nulidad; pero el apedreamiento, el castigo que conlleva el decálogo, fue abolido en la cruz; por eso, la ley debe haber cesado allí también.

Los Adventistas del Séptimo Día afirman que los diez mandamientos son una ley perfecta, que condena todo pecado posible y requiere toda posible virtud. Pero todo esto es suposición, y contrario a la verdad manifiesta. ¿Cuál de los mandamientos condena el orgullo, la jactancia, la ebriedad, la ingratitud, el amor a los placeres, la ira, el uso de palabras obscenas, la impaciencia, las desavenencias, el egoísmo, y cosas semejantes? ¿Cuál de los diez mandamientos nos requiere que alimentemos a los pobres, que visitemos a los huérfanos y a las viudas, que seamos pacientes y amables, bondadosos, mansos, templados, que oremos, que nos arrepintamos, que vayamos a las reuniones, que perdonemos, y otras cosas semejantes?  No. El decálogo no hace eso, pues no fue diseñado para ese propósito. Era meramente prohibicionista en su naturaleza. El hombre que solamente no hacía nada, que simplemente evitaba el crimen, guardaba esa ley. Pero la ley de Dios, por la cual debe vivir el cristiano, requiere que haga, y haga mucho. Debe amar a Dios, amar a su prójimo, amar a sus enemigos, visitar a las viudas y a los necesitados, soportar las ofensas, ser paciente, recibir a los forasteros, y ser activo en toda buena obra.

Requiere incesante actividad y la consagración de todas nuestras energías en buenas obras; pero el decálogo no requiere nada, excepto evitar el crimen abierto. El decálogo solo nunca es llamado la ley de Dios, ni la ley del Señor, ni una ley perfecta, ni se dice que alguien será juzgado por él, ni que es obligatorio para los cristianos.

La división católica del Decálogo

Los Adventistas del Séptimo Día han hecho un gran alboroto acerca de la manera en que los católicos dividen y numeran los diez mandamientos. Han trazado un diagrama, mostrando en una columna el decálogo "como fue cambiado por el papa," y en otra "como fue dado por Dios." Aquí muestran cómo "el papa cambió la ley de Dios en cumplimiento de Daniel 7:25". De acuerdo con esto, los católicos incluyeron en el primer mandamiento lo que nosotros tenemos en los primeros dos. Luego, nuestro tercer mandamiento es el segundo de ellos, nuestro cuarto el tercero de ellos, y así sucesivamente, hasta nuestro décimo, del cual ellos sacan dos . Los Adventistas afirman que el papa hizo esto para deshacerse del segundo mandamiento, y para cambiar el sábado. Pero todo esto es completamente falso, como puede verse bajo la palabra decálogo en cualquier enciclopedia religiosa. La Enciclopedia Schaff-Herzogg dice: "Ha habido tres arreglos del decálogo - el talmúdico (judío), el agustiniano (adaptado por las iglesias Católica Romana y Luterana), y el helenístico (griego), el punto de vista de Filón, Josefo, Orígenes, las iglesias griega y reformada, etc. La siguiente tabla muestra las diferencias, usándose el registro de Éx. 20.

TALMÚDICO  ------ 1. Yo soy Jehová, etc. (v. 2). 2. Contra los ídolos y las imágenes, (1-6). 3. La blasfemia. 4. El sábado. 5. L obediencia filial. 6. El asesinato. 7. El adulterio. 8. El robo. 9. El falso testimonio. 10. La codicia.

HELENÍSTICO ------ 1. Contra los ídolos, (v. 3). 2. Contra las imágenes, 4-6). 3. La blasfemia. 4. El sábado. 5. Obediencia filial. 6. El Asesinato. 7. El adulterio. 8. El robo. 9. El falso testimonio. 10. La codicia.

AGUSTINIANO ------ 1. Contra los ídolos y las imágenes (3-6). 2. La blasfemia. 3. El sábado. 4. La obediencia filial. 5. El asesinato. 6. El adulterio. 7. El robo. 8. El falso testimonio. 9. No codiciarás de tu prójimo (v. 17). 10. El resto del v. 17.

Se verá aquí que los católicos simplemente han seguido a los primeros padres en esto, mientras que nosotros hemos seguido a los griegos. El papa no tuvo nada que ver con esta división de los mandamientos. Se verá que, de acuerdo con la división talmúdica (judía), que es la más antigua de todas, el primer mandamiento consiste de las palabras "Yo soy Jehová tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, etc". Los judíos, los católicos,  y los luteranos incluyen en su primer mandamiento las palabras introductorias "Yo soy Jehová tu Dios, etc.", como deberían hacerlo todos los demás, porque éstas son las palabras más importantes de todas, pues nos dicen quién dio esa ley. Los adventistas suprimen estas palabras para salvar su teoría. Así, al aprender más, comencé a ver en todas partes cómo los argumentos de los Adventistas eran falaces y contrarios a la historia y a los hechos.

Autores eminentes comentan el Decálogo

Muchos de los hombres más eminentes, devotos, y eruditos de la iglesia han sostenido que el decálogo fue abolido, aunque estaban lejos de ser antinomianos.

Entre éstos estaban los padres apostólicos, Lutero, Calvino, Milton, Baxter, Bunyan, Doddridge, Whately, Grotius, Locke, Sherlock, Watts, Judson, George Dana Boardman, y una hueste de hombres como ellos. Justino Mártir, en el año 140 d. C., dice: "La ley promulgada en Horeb ya es antigua, y pertenece a ustedes (los judíos) solamente: pero ésta es para todos universalmente. Ahora la ley puesta contra la ley ha abrogado lo que hay antes que ella". Diálogo con Trifón, capítulo 11. Sobre esto, dice el pastor Andrews: "Que Justino sostenía la abrogación de los diez mandamientos es manifiesto también". Testimonio de los Padres, pág. 43.

Tertuliano, en el año 200 d. C., dice: "Admitimos plenamente la abolición de la antigua ley". Contra Marciano, Libro 5, Cap. 2. Sobre la ley, cita Col. 2:16, y dice: "El apóstol enseña aquí claramente cómo ha sido abolida". Id., Cap. 19.

Lutero dice: "Los diez mandamientos no se aplican a nosotros los gentiles y cristianos, sino solamente a los judíos. Si un predicador desea obligarlo a Ud. a regresar a Moisés, pregúntele si él fue sacado de Egipto por Moisés. Si dice que no, dígale: '¿Cómo, entonces, es que Moisés me concierne a mí, siendo que habla (en los diez mandamientos) al pueblo que fue sacado de Egipto?' En el Nuevo Testamento, Moisés llega a su fin, y sus leyes pierden fuerza". Véase la Enciclopedia de Kitto. El Diccionario Bíblico de Smith dice: "En su aspecto individual, o el que se llama generalmente su aspecto 'moral,' la Ley llevaba igualmente el sello de la transitoriedad. Parece bastante claro que su autoridad formal y coercitiva como un todo terminó con el cierre de la dispensación judía". Art. Ley.

La Enciclopedia Kitto de Literatura Bíblica dice: "Ellos [Cristo y los apóstoles] hasta indican claramente que la ley moral no se exceptúa en manera alguna cuando hablan de la abolición de la ley en general". Art. Ley.

El reciente comentario popular de Jamison, Faussett, y Brown dice: "La ley (incluyendo especialmente la ley moral que es particularmente difícil de obedecer) es abrogada para el creyente por cuanto era un código obligatorio y acusador". Sobre Col. 2:16.

La Enciclopedia Británica dice: "Los diez mandamientos no se aplican a nosotros los gentiles y cristianos, sino sólo a los judíos". Sobre los Diez Mandamientos.

Dice el Dr. Dobbs, bautista: "Ni es ésta 'una enseñanza nueva y peligrosa.' Era la doctrina de los reformadores protestantes del siglo dieciséis. Calvino argumenta según esta vena en sus Institutos. John Gill, eminente erudito y comentarista bautista, escribiendo sobre Éx. 20: 1, 2, dice: 'El versículo 2 muestra que este cuerpo de leyes fue entregado al pueblo de Israel, y les pertenece principalmente a ellos; porque de ningún otro pueblo pueden decirse estas cosas'. Sobre Mat. 5:17 y 2 Cor. 3:7-11, Gill es enfático en una enseñanza similar. Léase esto, sobre este último pasaje: 'La ley es lo que fue eliminado; no meramente la ley ceremonial, ni la ley judicial, sino el ministerio entero de Moisés, y particularmente la ley del decálogo'. Termino citando un incidente relacionado con la Sra. Emily C. Judson, en la obra Vida de Adoniram Judson, escrita por su hijo, el Dr. Edward Judson. La Sra. Judson dice que su esposo le reprochó una vez haber incorporado algunas lecciones del Antiguo Testamento en sus clases bíblicas, 'comparando esto a tantear en las sombras cuando de la misma manera podría tener el sol del mediodía'. Al relatar este incidente, la Sra. Judson dice: 'Mi impresión, extraída de más de una larga conversación, es la de que él consideraba al Antiguo Testamento como las Escrituras dadas especialmente a los judíos, y solamente a ellos. No le gustaba la distinción que se hacía comúnmente entre la ley moral y la ley ceremonial, y algunas hablaba, con énfasis equivalente a severidad, del uso constante que los cristianos hacen de los diez mandamientos. Pensaba que el Antiguo Testamento era muy importante como explicativo y corroborativo del Nuevo - como una porción de la inspiración que venía de Dios, etc., pero obligarorio para los cristianos sólo hasta donde se repite en el Nuevo Testamento. Acostumbraba hablar de la ley mosaica como cumplida en Cristo, y que así, no tiene más autoridad en absoluto. Solía decir que no tenemos derecho a categorizar esto como moral, y por lo tanto, obligatorio, y lo otro como ceremonial, que ya no exige obediencia. Prácticamente, no teníamos nada que ver con la ley del Antiguo Testamento". Vida de Judson, págs. 311, 412.

El Rev. George Dana Boardman, D. D., el eminente teólogo bautista, dice en su reciente libro sobre "Los Diez Mandamientos": "Aunque el decálogo, en su espíritu, es para todas las naciones y todos los tiempos, en la letra era evidentemente para los judíos. El preámbulo mismo prueba este aserto: 'Y habló todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre'. Luego siguen los diez mandamientos, basados en el hecho único de que Jehová era el Dios del pacto de Israel". Págs. 127-130.

John Milton dice: "En relación con la doctrina de los que consideran el decálogo como un código de moralidad universal, no logro entender cómo pudo jamás haber prevalecido semejante opinión, no siendo estos mandamientos evidentemente nada más que un resumen de la ley mosaica entera, como el cuarto lo es de toda la ley ceremonial, y que por lo tanto no puede contener nada aplicable a la adoración evngélica". Tratado sobre Doctrina Cristiana, Vol. 1, Libro 2, Cap. 7.


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