MI RENUNCIA AL ADVENTISMO
DEL SÉPTIMO DÍA
Dudley Marvin Canright, 1914
Capítulo 18
EL DECÁLOGO EXAMINADO
Tomado de The
Interactive Bible
Para los Adventistas del Séptimo Día, el
decálogo es la única ley suprema moral y espiritual de Dios,
más grande que la cual no hay ninguna. Es la ley que gobierna a
los ángeles en el cielo. Así dice la Sra. White: "La ley
de Dios existía antes de que el hombre fuera creado. Los ángeles
eran gobernados por ella. Después de que Adán y Eva fueron
creados, Dios les dio a conocer su ley". Espíritu de Profecía,
Vol. 1, pág. 261. Gobierna a todos los hombres en todos los tiempos,
y en el mundo venidero. Estos diez mandamientos cubren todos los deberes
del hombre, de manera que no hay pecado que se pueda cometer que no sea
una violación de esta ley, mientras que al mismo tiempo ordena practicar
toda virtud. "Ninguna virtud conocida por el mundo moral deja de tener
en ella aprobación y alabanza; y ningún vicio ni crimen del
cual el hombre fue alguna vez culpable escapa a la condena".
Perfección
de los Diez Mandamientos, pág. 4. Pero estas afirmaciones son
extravagantes e infundadas. Un deseo de sustentar el séptimo día
sábado ha llevado a esta falsa posición acerca del decálogo.
Dos mil quinientos años, casi la mitad de toda la historia del mundo,
pasaron antes de que el decálogo fuera dado, como lo hemos probado.
Esto es extraño si es que el decálogo es tan importante.
Examinémoslo. Moisés dice claramente que
todas las palabras que el Señor pronunció fueron escritas
en las tablas de piedra: "Y me dio Jehová las dos tablas de piedra
escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas
las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio
del fuego". Deut. 9:10. Este texto es demasiado decisivo para ser eludido.
Todo lo que Dios habló fue escrito en las tablas, y era parte del
decálogo. Aquí están las primeras de esas palabras:
"Y habló Dios todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová
tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
No tendrás otros dioses delante de mí", etc. Éx. 20:1-3.
Estas palabras son tan parte del decálogo como cualquier parte del
resto de él. Fueron pronunciadas por Dios desde el cielo, escritas
por su dedo, grabadas en piedra, y puestas en el arca. Ahora miremos el
gráfico de la ley que los Adventistas del Séptimo Día
cuelgan en la pared como la "ley de Dios". ¿Están estas palabras
allí? No, para nada. ¿Por qué fueron dejadas fuera?
Porque, si las ponen, ello echaría a perder toda su teoría
de esa ley. Afirman que esta ley es obligatoria para los ángeles.
Pero, ¿cómo les sonaría esto a los ángeles:
"Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto,
de casa de servidumbre"? ¿Fueron los ángeles esclavos en
Egipto? ¿No les sonaría un poco extraño a Gabriel
y a los serafines que se les dijera que habían sido esclavos en
Egipto? Léase esto a Adán. ¡Habría sido una
novedad para él enterarse de que había sido esclavo en Egipto!
Léase esto a un norteamericano que nació libre; léaselo
a toda la hueste de los redimidos en el cielo. ¿A quién son
aplicables estas palabras? Sólo a la nación judía,
y a nadie más. Para ellos, el decálogo estaba enmarcado,
y a ellos les fue dado. Por años, investigué para tratar
de encontrar un solo texto que dijera que esta ley fue dada a algún
pueblo que no fuera el de los judíos. Nunca lo encontré.
Estas primeras palabras muestran claramente que el decálogo sólo
estaba dirigido a ellos.
Los Adventistas del Séptimo Día aseguran
que el precepto del sábado es lo único en el decálogo
que dice quien lo dio. "Aparte de este precepto [el sábado], no
hay nada en el decálogo que muestre por autoridad de quién
fue dado". La Sra. White, en El Gran Conflicto, pág. 284.
Esto no es verdad. Las palabras introductorias dicen claramente quién
lo dio. Fue el Dios que los sacó de Egipto. Aquí están
el nombre, la firma, y el sello de esa ley en las primeras palabras de
ella. Aquí aparece Dios ante ellos como su *Liberador*, más
bien que su *Creador*. La obediencia de ellos a estos mandamientos está
basada en este hecho. Se señala a Egipto, no al Edén.
En la copia del decálogo que se da en Deut. 5: 6-21, no hay referencia
alguna a la creación, mientras que es prominente la liberación
de Egipto. "Extender el decálogo más allá de su propio
prefacio es violar las reglas de la crítica".
¡Cuán antinatural e inaudito sería
que, al entregar un documento importante, el nombre del autor se diera
en la mitad de él, como los sabadistas dicen que el Señor
hizo al dar el decálogo! En nuestros tiempos, el nombre se firma
al final del documento; en la antigüedad, sin embargo, especialmente
entre los judíos, el nombre del autor se daba siempre al principio,
en la primera frase del documento. Por ejemplo: "Artajerjes, rey de reyes,
a Esdras", etc. Esdras 7:12. "Visión de Isaías", etc. Isa.
1:1. "Palabras de Jeremías", etc. Jer. 1:1. Pablo, siervo de Jesucristo",
etc. Rom. 1:1. "Santiago, siervo de Dios", etc. Sant. 1:1. "Pedro, apóstol",
1 Pedro 1:1. Y así sucede a través de toda la Biblia; el
nombre y la autoridad se dan primero, luego sigue el cuerpo del documento.
De la misma manera, el Señor, de acuerdo con esta antigua costumbre
entonces en uso y con la cual estaban todos familiarizados, primero anuncia
su nombre, "el Señor tu Dios", y su autoridad, "que te saqué
de Egipto".
Esto lo hace en las palabras iniciales de esa ley. Aquí,
entonces, en las meras primeras palabras del decálogo, y no en el
precepto del sábado en la mitad de la ley, aparecen el nombre, la
señal y el sello del dador de la ley. Jehová, que los sacó
de Egipto. Esto establece que esta ley no fue dada sino hasta ese momento,
que fue dada sólo a los judíos, y que no estaba destinada
para nadie más. Para ilustrar: Abriendo una ley aprobada por la
legislatura der Michigan en Febrero de 1882, leo: "Promúlgase en
nombre del senado y la cámara de representantes del estado de Michigan",
etc. Ahora supongamos que alguien afirmara que esta ley fue aprobada hace
mil años y que estaba destinada para el mundo entero. ¿No
mostrarían estas palabras iniciales que esta ley no fue promulgada
sino hasta que Michigan se convirtió en estado, y que estaba destinada
sólo para el pueblo de Michigan? Seguramente. De la misma manera,
las palabras iniciales del decálogo muestran que esta ley no fue
dada sino hasta que Dios sacó a Israel de Egipto, que fue dada a
ellos, y a nadie más. Si alguien encuentra una copia del decálogo
fechada antes de ese tiempo, abandonamos el caso. A través de toda
ella hay evidencia de que fue redactada para ajustarse sólo a la
nación judía en sus peculiares circunstancias.
Tomemos el mandamiento del sábado: "Ni tu hijo,
ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero
que está dentro de tus puertas". Éx. 20:10. ¡Piense
en cómo sería si este mandamiento se diera a los ángeles
en el cielo! "Hijos", "hijas", y "la mujer de tu prójimo", versículo
17, ¡cuando ni se casan ni se dan en casamiento! Otra vez: "Bestia",
"buey", "asno", etc. ¿Los ángeles en el cielo tienen bestias
y trabajan con bueyes y asnos? Otro tanto sucede con los "siervos" y las
"criadas". Esto significa gente que trabaja sin paga, o esclavos, como
los que tenían los hebreos en aquellos días. Esto lo muestra
el décimo mandamiento, versículo 17. "No codiciarás
de tu prójimo ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno".
Éstos eran su propiedad, sus siervos o esclavos, sus bueyes, sus
asnos, etc. Pero, ¿tienen los ángeles esclavos? ¿Tuvo
Adán siervos en Edén? ¿Los tendrán los redimidos
en el más allá? ¡Qué tontería aplicar
esta ley a los ángeles, al Edén, y al cielo! Esta fraseología
estaba adaptada especialmente a las condiciones sociales de los judíos
como nación en la tierra de Canaán, y a nadie más.
Una vez más: "Ni tu extranjero que está
dentro de tus puertas". Versículo 10. Como todo el mundo sabe, "el
extranjero" era el gentil. "Dentro de tus puertas" era una expresión
común que quería decir dentro de tus ciudades o que habitan
en tu tierra. No se refiere en modo alguno a vivir en tu finca o dentro
de los portones que delimitan tu hacienda, como los Adventistas lo explican
siempre. Los pueblos estaban amurallados, y a ellos se entraba por grandes
puertas. Es aquí donde se sentaban los jueces y se transaban todos
los asuntos. De esta manera: "Todos los que entraban por la puerta de su
ciudad". Gén. 23:10. "Jueces y oficiales pondrás en todas
tus puertas." A esta costumbre de los judíos se refiere el mandamiento
del sábado. A todos los gentiles que habitaban en sus ciudades y
entre ellos había que hacerlos guardar el sábado. Esto muestra
que era una ley nacional, redactada en todas sus partes para adaptarla
a las circunstancias de los judíos de ese tiempo.
Este mandamiento, entonces, no se podía aplicar
a nadie sino a los judíos allí. Nuevamente, el quinto mandamiento:
"La tierra que Jehová tu Dios te da", versículo 12, claramente
se refiere a Canaán, que Dios les dio. El noveno precepto: "No hablarás
contra tu prójimo falso testimonio". Esto no se refiere a mentir,
en general, sino sólo a un falso juramento contra el prójimo
en un tribunal. Véase Deut. 19: 15-19. Un hombre podía decir
un centenar de mentiras que no fueran falso testimonio contra su prójimo.
El mandamiento contra la mentira se encuentra en Lev. 19:11: "Ni mentiréis
el uno al otro". Este es un precepto moral mucho más amplio que
el noveno mandamiento.
Cada principio contenido en el decálogo se encuentra
también, una y otra vez, en la ley de Moisés, o en las mismas
o similares palabras. Por ejemplo: Lev. 19 reitera cada uno de los principios
que se encuentran en los diez mandamientos, con muchos más, además.
Cuán erróneo, entonces, es llamar a uno de ellos la ley moral
y al otro la ley ceremonial, cuando ambos son de la misma naturaleza, siendo
el decálogo simplemente preceptos representativos de la ley de Moisés.
Pero el principal argumento usado para probar la naturaleza
superior de los diez mandamientos es que fueron pronunciados por la voz
de Dios, escritos por su dedo en tablas de piedra, y puestos dentro del
arca, mientras todo el resto de la ley fue escrito por mano de Moisés
en un libro. ¿Por qué entonces fueron estos mandamientos
seleccionados de esta manera, si no para exaltarlos por encima de todos
los demás? La respuesta es fácil: De acuerdo con la costumbre
de aquellos tiempos, cualquier contrato o pacto solemne se conmemoraba
seleccionando algún objeto como testigo o testimonio de él.
Por ejemplo, Jacob erigió una piedra como testigo de su voto a Dios.
Gén. 28:18. Jacob y Labán levantaron un majano como testigo
de su pacto. Gén. 31:48. Abraham apartó siete corderos como
"testimonio" de su pacto con Abimelec. Gén. 21:27-30.
De la misma manera, cuando se hizo un pacto solemne entre
Dios e Israel en Sinaí, el Señor les dio las tablas de piedra
para que fueran conservadas siempre como testigos o como "testimonio" de
ese acuerdo. Por eso son llamadas "las tablas del testimonio", esto es,
testigos. Éx. 31:18. Por eso, el tabernáculo era "el tabernáculo
del testimonio", Núm. 1:53; o, "el tabernáculo del testimonio",
Núm. 17:7. Estas tablas de piedra, entonces, conteniendo algunos
de los principales artículos de la ley, habrían de ser conservadas
siempre como "testigos" del pacto que Israel había hecho de guardar
esa ley. Evidentemente, ésta es la razón de por qué
el decálogo fue dado como lo fue, y no porque era una ley perfecta
y eterna en y por sí misma.
Manifiestamente, habría sido imposible llevar de
un lado para otro la ley entera si hubiese estado escrita en piedra; por
eso, unas pocas muestras de esa ley fueron seleccionadas y puestas en piedra,
para que fueran guardadas como testigo de ese pacto. Así que la
razón de por qué Dios pronunció estas palabras no
es que era una ley perfecta, sino para impresionar sus mente y nunca olvidaran
el pacto. Esto es exactamente lo que Dios mismo dice: "Para que yo les
haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme
todos los días que vivieren sobre la tierra". Deut. 4:10. ¡Cuánto
más simples y manifiestas son estas razones que las imaginarias
inventadas por los sabadistas!
Que el decálogo era meramente una ley nacional
para los judíos y temporal en su obligación, lo comprueba
el hecho de que la muerte por lapidación era el castigo por su violación.
Cuando la muerte se le infligía a un hombre, éste pagaba
de esta manera la pena por la violación de esa ley, y eso era todo.
Pero, ¿es la lapidación el castigo por la violación
de la ley moral de Dios? No. Ese castigo es la muerte eterna en el juicio.
Un hombre que es ahorcado por asesinato ha pagado la pena por la violación
de esa ley en nuestro país, de la misma manera que el judío
que era lapidado pagaba la pena por violar la ley de su país. ¿Juzgará
Dios a un hombre por segunda vez en el juicio por las leyes de nuestro
país después de que este hombre ha pagado una vez su pena
mediante el ahorcamiento? No, pero será juzgado por otra ley, una
ley superior, la gran ley espiritual de Dios. Y así será
con los judíos. Nunca serán juzgados una segunda vez por
el decálogo, pues éste era sólo nacional, sino por
la ley superior, la que requiere supremo amor a Dios, y amar al prójimo
como a nosotros mismos. Una ley sin castigo por su violación es
una nulidad; pero el apedreamiento, el castigo que conlleva el decálogo,
fue abolido en la cruz; por eso, la ley debe haber cesado allí también.
Los Adventistas del Séptimo Día afirman
que los diez mandamientos son una ley perfecta, que condena todo pecado
posible y requiere toda posible virtud. Pero todo esto es suposición,
y contrario a la verdad manifiesta. ¿Cuál de los mandamientos
condena el orgullo, la jactancia, la ebriedad, la ingratitud, el amor a
los placeres, la ira, el uso de palabras obscenas, la impaciencia, las
desavenencias, el egoísmo, y cosas semejantes? ¿Cuál
de los diez mandamientos nos requiere que alimentemos a los pobres, que
visitemos a los huérfanos y a las viudas, que seamos pacientes y
amables, bondadosos, mansos, templados, que oremos, que nos arrepintamos,
que vayamos a las reuniones, que perdonemos, y otras cosas semejantes?
No. El decálogo no hace eso, pues no fue diseñado para ese
propósito. Era meramente prohibicionista en su naturaleza. El hombre
que solamente no hacía nada, que simplemente evitaba el crimen,
guardaba esa ley. Pero la ley de Dios, por la cual debe vivir el cristiano,
requiere que haga, y haga mucho. Debe amar a Dios, amar a su prójimo,
amar a sus enemigos, visitar a las viudas y a los necesitados, soportar
las ofensas, ser paciente, recibir a los forasteros, y ser activo en toda
buena obra.
Requiere incesante actividad y la consagración
de todas nuestras energías en buenas obras; pero el decálogo
no requiere nada, excepto evitar el crimen abierto. El decálogo
solo nunca es llamado la ley de Dios, ni la ley del Señor, ni una
ley perfecta, ni se dice que alguien será juzgado por él,
ni que es obligatorio para los cristianos.
La división católica
del Decálogo
Los Adventistas del Séptimo Día han hecho
un gran alboroto acerca de la manera en que los católicos dividen
y numeran los diez mandamientos. Han trazado un diagrama, mostrando en
una columna el decálogo "como fue cambiado por el papa," y en otra
"como fue dado por Dios." Aquí muestran cómo "el papa cambió
la ley de Dios en cumplimiento de Daniel 7:25". De acuerdo con esto, los
católicos incluyeron en el primer mandamiento lo que nosotros tenemos
en los primeros dos. Luego, nuestro tercer mandamiento es el segundo de
ellos, nuestro cuarto el tercero de ellos, y así sucesivamente,
hasta nuestro décimo, del cual ellos sacan dos . Los Adventistas
afirman que el papa hizo esto para deshacerse del segundo mandamiento,
y para cambiar el sábado. Pero todo esto es completamente falso,
como puede verse bajo la palabra decálogo en cualquier enciclopedia
religiosa. La Enciclopedia Schaff-Herzogg dice: "Ha habido tres arreglos
del decálogo - el talmúdico (judío), el agustiniano
(adaptado por las iglesias Católica Romana y Luterana), y el helenístico
(griego), el punto de vista de Filón, Josefo, Orígenes, las
iglesias griega y reformada, etc. La siguiente tabla muestra las diferencias,
usándose el registro de Éx. 20.
TALMÚDICO ------ 1. Yo soy Jehová,
etc. (v. 2). 2. Contra los ídolos y las imágenes, (1-6).
3. La blasfemia. 4. El sábado. 5. L obediencia filial. 6. El asesinato.
7. El adulterio. 8. El robo. 9. El falso testimonio. 10. La codicia.
HELENÍSTICO ------ 1. Contra los ídolos,
(v. 3). 2. Contra las imágenes, 4-6). 3. La blasfemia. 4. El sábado.
5. Obediencia filial. 6. El Asesinato. 7. El adulterio. 8. El robo. 9.
El falso testimonio. 10. La codicia.
AGUSTINIANO ------ 1. Contra los ídolos y las imágenes
(3-6). 2. La blasfemia. 3. El sábado. 4. La obediencia filial. 5.
El asesinato. 6. El adulterio. 7. El robo. 8. El falso testimonio. 9. No
codiciarás de tu prójimo (v. 17). 10. El resto del v. 17.
Se verá aquí que los católicos simplemente
han seguido a los primeros padres en esto, mientras que nosotros hemos
seguido a los griegos. El papa no tuvo nada que ver con esta división
de los mandamientos. Se verá que, de acuerdo con la división
talmúdica (judía), que es la más antigua de todas,
el primer mandamiento consiste de las palabras "Yo soy Jehová tu
Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, etc". Los judíos,
los católicos, y los luteranos incluyen en su primer mandamiento
las palabras introductorias "Yo soy Jehová tu Dios, etc.", como
deberían hacerlo todos los demás, porque éstas son
las palabras más importantes de todas, pues nos dicen quién
dio esa ley. Los adventistas suprimen estas palabras para salvar su teoría.
Así, al aprender más, comencé a ver en todas partes
cómo los argumentos de los Adventistas eran falaces y contrarios
a la historia y a los hechos.
Autores eminentes comentan el
Decálogo
Muchos de los hombres más eminentes, devotos, y
eruditos de la iglesia han sostenido que el decálogo fue abolido,
aunque estaban lejos de ser antinomianos.
Entre éstos estaban los padres apostólicos,
Lutero, Calvino, Milton, Baxter, Bunyan, Doddridge, Whately, Grotius, Locke,
Sherlock, Watts, Judson, George Dana Boardman, y una hueste de hombres
como ellos. Justino Mártir, en el año 140 d. C., dice: "La
ley promulgada en Horeb ya es antigua, y pertenece a ustedes (los judíos)
solamente: pero ésta es para todos universalmente. Ahora la ley
puesta contra la ley ha abrogado lo que hay antes que ella". Diálogo
con Trifón, capítulo 11. Sobre esto, dice el pastor Andrews:
"Que Justino sostenía la abrogación de los diez mandamientos
es manifiesto también".
Testimonio de los Padres, pág.
43.
Tertuliano, en el año 200 d. C., dice: "Admitimos
plenamente la abolición de la antigua ley". Contra Marciano,
Libro 5, Cap. 2. Sobre la ley, cita Col. 2:16, y dice: "El apóstol
enseña aquí claramente cómo ha sido abolida". Id.,
Cap. 19.
Lutero dice: "Los diez mandamientos no se aplican a nosotros
los gentiles y cristianos, sino solamente a los judíos. Si un predicador
desea obligarlo a Ud. a regresar a Moisés, pregúntele si
él fue sacado de Egipto por Moisés. Si dice que no, dígale:
'¿Cómo, entonces, es que Moisés me concierne a mí,
siendo que habla (en los diez mandamientos) al pueblo que fue sacado de
Egipto?' En el Nuevo Testamento, Moisés llega a su fin, y sus leyes
pierden fuerza". Véase la Enciclopedia de Kitto. El Diccionario
Bíblico de Smith dice: "En su aspecto individual, o el que se llama
generalmente su aspecto 'moral,' la Ley llevaba igualmente el sello de
la transitoriedad. Parece bastante claro que su autoridad formal y coercitiva
como un todo terminó con el cierre de la dispensación judía".
Art. Ley.
La Enciclopedia Kitto de Literatura Bíblica dice:
"Ellos [Cristo y los apóstoles] hasta indican claramente que la
ley moral no se exceptúa en manera alguna cuando hablan de la abolición
de la ley en general". Art. Ley.
El reciente comentario popular de Jamison, Faussett, y
Brown dice: "La ley (incluyendo especialmente la ley moral que es particularmente
difícil de obedecer) es abrogada para el creyente por cuanto era
un código obligatorio y acusador". Sobre Col. 2:16.
La Enciclopedia Británica dice: "Los diez mandamientos
no se aplican a nosotros los gentiles y cristianos, sino sólo a
los judíos". Sobre los Diez Mandamientos.
Dice el Dr. Dobbs, bautista: "Ni es ésta 'una enseñanza
nueva y peligrosa.' Era la doctrina de los reformadores protestantes del
siglo dieciséis. Calvino argumenta según esta vena en sus
Institutos. John Gill, eminente erudito y comentarista bautista, escribiendo
sobre Éx. 20: 1, 2, dice: 'El versículo 2 muestra que este
cuerpo de leyes fue entregado al pueblo de Israel, y les pertenece principalmente
a ellos; porque de ningún otro pueblo pueden decirse estas cosas'.
Sobre Mat. 5:17 y 2 Cor. 3:7-11, Gill es enfático en una enseñanza
similar. Léase esto, sobre este último pasaje: 'La ley es
lo que fue eliminado; no meramente la ley ceremonial, ni la ley judicial,
sino el ministerio entero de Moisés, y particularmente la ley del
decálogo'. Termino citando un incidente relacionado con la Sra.
Emily C. Judson, en la obra Vida de Adoniram Judson, escrita por
su hijo, el Dr. Edward Judson. La Sra. Judson dice que su esposo le reprochó
una vez haber incorporado algunas lecciones del Antiguo Testamento en sus
clases bíblicas, 'comparando esto a tantear en las sombras cuando
de la misma manera podría tener el sol del mediodía'. Al
relatar este incidente, la Sra. Judson dice: 'Mi impresión, extraída
de más de una larga conversación, es la de que él
consideraba al Antiguo Testamento como las Escrituras dadas especialmente
a los judíos, y solamente a ellos. No le gustaba la distinción
que se hacía comúnmente entre la ley moral y la ley ceremonial,
y algunas hablaba, con énfasis equivalente a severidad, del uso
constante que los cristianos hacen de los diez mandamientos. Pensaba que
el Antiguo Testamento era muy importante como explicativo y corroborativo
del Nuevo - como una porción de la inspiración que venía
de Dios, etc., pero obligarorio para los cristianos sólo hasta donde
se repite en el Nuevo Testamento. Acostumbraba hablar de la ley mosaica
como cumplida en Cristo, y que así, no tiene más autoridad
en absoluto. Solía decir que no tenemos derecho a categorizar esto
como moral, y por lo tanto, obligatorio, y lo otro como ceremonial, que
ya no exige obediencia. Prácticamente, no teníamos nada que
ver con la ley del Antiguo Testamento". Vida de Judson, págs.
311, 412.
El Rev. George Dana Boardman, D. D., el eminente teólogo
bautista, dice en su reciente libro sobre "Los Diez Mandamientos": "Aunque
el decálogo, en su espíritu, es para todas las naciones y
todos los tiempos, en la letra era evidentemente para los judíos.
El preámbulo mismo prueba este aserto: 'Y habló todas estas
palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de
la tierra de Egipto, de casa de servidumbre'. Luego siguen los diez mandamientos,
basados en el hecho único de que Jehová era el Dios del pacto
de Israel". Págs. 127-130.
John Milton dice: "En relación con la doctrina
de los que consideran el decálogo como un código de moralidad
universal, no logro entender cómo pudo jamás haber prevalecido
semejante opinión, no siendo estos mandamientos evidentemente nada
más que un resumen de la ley mosaica entera, como el cuarto lo es
de toda la ley ceremonial, y que por lo tanto no puede contener nada aplicable
a la adoración evngélica". Tratado sobre Doctrina Cristiana,
Vol. 1, Libro 2, Cap. 7.
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