MI RENUNCIA AL ADVENTISMO
DEL SÉPTIMO DÍA
Dudley Marvin Canright, 1914
Capítulo 3
EL ADVENTISMO:
UN YUGO DE ESCLAVITUD
Tomado de The
Interactive Bible
La mayoría de las personas
son atraídas a la doctrina Adventista del Séptimo Día
por temor, temor a ser condenadas si rehusan aceptar la doctrina. Una vez
dentro, tratan de sentirse felices, pero muy pocas lo son realmente. Un
gran número de ellas, las más inteligentes, tienen tantas
dudas y temores, y experimentan una tal falta de algo que no encuentran,
que son infelices. Muchos de sus ministros han pasado por las mismas pruebas
que yo, y gran número de ellos les han abandonado, como lo hice
yo, mientras que otros han hecho de tripas corazón y se han quedado.
El pastor White mismo tenía dudas. La Sra. White dice de él:
"Por principio, no debería hablar de incredulidad o desánimo".
"Mi esposo ha acariciado esta oscuridad por tanto tiempo viviendo del pasado
infeliz que no tiene sino pocas fuerzas para controlar su mente cuando
se espacia en estas cosas". Testimonies, Vol. 3, págs. 96,
97. Casi todos sus prominentes ministros tuvieron su momento de prueba,
lo mismo que yo, cuando dejaron de predicar y se dedicaron a otras actividades,
como hemos visto.
Citaré algunas palabras de
cartas que he recibido: "He tenido muchos momentos de depresión
en mi experiencia a causa de estas dudas.... Una vez decidí que
debía seguir las convicciones de mi propio juicio en estas cosas;
pero, cuando llegó el momento, la presión fue tan fuerte
que traté de convencerme de que estaba equivocado.... Los hechos
son tales que me siento miserable.... Parece terrible tomar un curso de
acción que haga que todos los queridos amigos de este mundo lo miren
a uno como caído de la gracia; y heme aquí, atado con estas
cadenas". Otro escribe: "Me parece que los puntos de vista que sostienen
los Adventistas del Séptimo Día son tan gravosos que amenazan
con aplastarme. Son un yugo de esclavitud que no puedo sobrellevar. Y sin
embargo, quiero estar en lo correcto". Otro ministro, D. H. Lamson, escribe:
"¡Cuán rígido me pongo, mientras las cadenas están
siendo forjadas para los nada dispuestos miembros!.... ¡En qué
angustia estamos como pueblo! ¡Cuán miserables nos sentimos!
¿Y no hay alivio?" Otro talentoso ministro, W. C. Gage, me escribe:
"Nuestros ministros, y el pueblo también, se están convirtiendo
en una denominación de hipócritas, a causa del servil temor
de expresar una creencia honesta.... Me siento enfermo y descorazonado....
La base de la confianza ha desaparecido, y sólo espero el resultado
del asunto". Otro más, Uriah Smith, escribe: "Hay temor, de parte
de las autoridades, a la libertad de pensamiento y a la libertad de discusión.
Puesto que este es el caso, es una vergüenza y una desgracia para
nosotros". Y, sin embargo, estos hermanos remiendan el asunto de alguna
manera, y siguen adelante como si nada estuviera mal. Sé cómo
se sienten, y tengo lástima de ellos, poque yo mismo pasé
precisamente por la misma experiencia. Y otro escribe: "Ojalá nunca
hubiese oído predicar la doctrina Adventista. Antes de eso, sé
que disfrutaba de las bendiciones del Señor. No me preocupaba la
doctrina.... Creo que en ese entonces tenía alguna influencia sobre
otros, pero me temo que mi cambio de fe ejerció una mala influencia
sobre mis hijos". ¡Por extraño que parezca, éstos son
los mismos hombres que ahora me acusan de la peor
manera posible porque tuve el valor de defender mis convicciones, mientras
que ellos no!
Estos son buenos ejemplos de cómo
se sienten muchos de ellos, desde hombres en posiciones de liderazgo hasta
los más humildes en la iglesia. Mayormente se guardan estas cosas,
pero a veces afloran a la superficie. Muchos de ellos se retiran, y luego
regresan, para permanecer en esclavitud el resto de sus vidas. Pero, si
estas personas están en semejante esclavitud, por qué no
se zafan y son libres? ¿Quién les haría daño?
Recuérdese que hay una esclavitud peor que la esclavitud de los
africanos - la esclavitud de la tiranía religiosa y la superstición.
Yo fui retenido allí por años, y conozco su poder.
Milton F. Gowell, de Chicago, pinta
un cuadro tan real de la experiencia Adventista que lo cito en una carta
dirigida a mí. Yo estuve a menudo en la casa de su padre, en Portland,
Maine, cuando él era muchacho. Dice: "Mis recuerdos de esos días
están llenos de los terrores de la ley, los diagramas proféticos,
las visiones de la Sra. White, el sábado, el sábado, el sábado,
la reforma del vestido, los vestidos bombachos, y un gran celo por ser
industriosos los domingos, y poco o nada acerca de Cristo. Todo el HACER
estaba impreso indeleblemente en mi mente de muchacho, no así el
CREER en Cristo para salvación y el DESCANSAR en su obra terminada,
no recuerdo de lo que era. Cuántos hay que se unen a los Adventistas
completamente sin salvación, no sabiendo nada de la gracia de Dios,
oyendo siempre apenas la ley. Yo me les uní a los catorce años,
convencido de que era culpable delante de Dios, pero no salvo, aunque fui
bautizado y recibido en la iglesia como OBSERVADOR DEL SÁBADO. No
tuve paz, ni descanso, hasta que entré al descanso cuando creí
hace como tres años y medio; fui salvo de la casi infidelidad".
Esta es justamente la impresión que reciben todos los niños
de esa gente - frío legalismo. Mientras este joven fue finalmente
salvo de la infidelidad, cientos de ellos no lo son, como yo bien lo sé.
Personas prominentes que han
abandonado a los adventistas
No es nada nuevo que los hombres
abandonen un partido, bueno o malo; pero que un gran número de personas
prominentes hayan abandonado a los Adventistas es para causar sorpresa.
Es claro que debe haber algo erróneo en el sistema mismo. Primero,
de acuerdo con mi mejor juicio, entre un tercio y la mitad de todos los
que inician la observancia del sábado, tarde o temprano la abandonan.
En diferentes ocasiones, gran número
de miembros les han abandonado, casi siempre a causa de las visiones de
la Sra. White. Mencionaremos algunos de los ministros que se han separado:
J. B. Cook y T. M. Preble, los pioneros que iniciaron el movimiento, los
cuales renunciaron; O. R. L. Crozier, de Ann Arbor, Mich., renunció
al sábado; el pastor B. F. Snook, el hombre más prominente
de Iowa, es ahora universalista; el pastor W. H. Brinkerhoof, de Iowa,
renunció a la fe; el pastor Moses Hull, el orador más capaz
que han tenido, es ahora espiritualista, y el pastor Shortridge, un ministro
de gran talento, ha tomado el mismo camino; los pastores Hall y Stephenson,
en aquella época muy prominentes en la obra, se fueron con los de
la Era Por Venir; C. B. Reynolds, de New York, se convirtió en notable
blasfemo; el pastor H. C. Blanchard, de Avilla, Mo., renunció a
la doctrina; lo mismo hizo T. J. Butler, del mismo estado; el pastor L.
L. Howard, de Maine, H. F. Haynes, de New Hampshire, les abandonaron; Nathan
Fuller, de Wellsville, N. Y., se convirtió en libertino; M B. Czechowski
se fue a Europa y murió en desgracia; H. F. Case, el pastor Cranmer
y Philip Strong, todos ellos de Michigan, se fueron.
El pastor J. B. Frisbie, pionero
y el predicador más eficiente por años en Michigan, finalmente
les abandonó. El Dr. Lee, de Minnesota, que inauguró la obra
entre los suecos, ahora se opone a los Adventistas. El pastor A. B. Oyen,
misionero en Europa, y redactor del periódico danés de la
denominación, renunció a la fe. Estando a la misma cabeza
de la obra por muchos años, tenía la mejor oportunidad de
conocer sus interioridades. El pastor D. B. Oviatt, por muchos años
presidente de de la Conferencia de Pennsylvania, reenunció a la
fe, y ahora es un ministro Bautista.
Así también, el pastor
Rosquist y el pastor Whitelaw, de Minnesota, recientemente se fueron y
se hicieron Bautistas. Otros ministros del Oeste también se pasaron
a los Bautistas. C. A. Russell, de Otsego, Mich., un hombre excelente,
que una vez predicó la doctrina Adventista junto conmigo, es ahora
Metodista. H. E. Carver, H. C. Blanchard, J. W. Cassady, A. C. Long, Jacob
Brinkerhoof, J. C. Day, H. W. Ball, Goodenough, Bunch, y otros que una
vez fueron miembros de esa iglesia, han escrito contra ella. El pastor
Hiram Edson y el pastor S. W. Rhodes, notables pioneros en la obra, murieron
siendo unos chiflados confirmados y una molestia para la iglesia. El triste
ejemplo de sus principales ministros, que han sido hallados culpables de
adulterio, prueba que la iglesia no tiene nada de qué enorgullecerse
por encima de otras iglesias en relación con la pureza de sus ministros
y miembros.
Sus profesores de escuela superior
Han sido muy desafortunados con
sus profesores de escuela superior. El profesor S. S. Brownsburger, el
primer director de su escuela superior en Battle Creek, Mich., una posición
que ocupó por años - luego ocupó la misma posición
en la ecuela superior de California - está ahora completamente desconectado
de la obra. El pastor W. H. Littlejohn, el segundo en importancia en la
dirección de la escuela, fue expulsado de la iglesia y cayó
en la incredulidad. Luego vino el profesor A. McLearn como director de
la escuela. Ha renunciado a la fe, y ahora se les opone vigorosamente.
El profesor Vesey, un maestro y erudito en esa escuela, ha abandonado la
fe. El profesor C. C. Ramsy, nacido en la fe, fue profesor de matemáticas
en la escuela superior de Battle Creek por tres años; luego ocupó
la misma posición por tres años en la escuela superior de
California; más tarde fue llamado a encargarse de la academia en
el Este, lo cual hizo por tres años más. Fue redactor del
periódico educativo, prominente en la obra de la Escuela Sabática,
y de muchas otras maneras. Ha renunciado a la fe, pero continúa
siendo un cristiano sincero. Otros de sus profesores menos notables también
les han abandonado. ¿Cuál es la causa de tales resultados?
Algo debe andar mal.
Sus médicos
Han sido igualmente desafortunados
con sus médicos del sanatorio de Battle Creek. El Dr. H. S. Ley,
un hombre excelente, fue el primer médico jefe. Dejó la institución
en un momento de prueba, y quedó sin trabajo por años. Después
llegó el Dr. William Russell, un médico talentoso. Lo que
allí vio del Adventismo le convirtió en infiel, y fue despedido.
Creo que después vino el Dr. M. G. Kellogg. El trato que recibió
hizo de él un escéptico por años. Luego vinieron el
Dr. Sprague y el Dr. Farfield, los cuales renunciaron a la fe, y, según
creo, son ahora escépticos. La Sra. Lamson y la Srta. Fellows, ambas
matronas del sanatorio, perdieron la fe en la doctrina. El Dr. Smith, criado
en la fe, renunció a ella. Aquí vemos nuevamente que la educación
no prepara a los hombres para el Adventismo. No sé de ninguna otra
iglesia que haya perdido una cantidad tan grande de sus hombres más
prominentes. Hasta ahora, casi cada año, más o menos miembros
les han abandonado, hasta que han perdido más miembros de talento
que los que se quedan con ellos.
Conduce a la infidelidad
Como todos sabemos, un fuerte argumento
que esgrimen los Adventistas es que la mayoría de los que les abandonan
se vuelven infieles. Pero, después de observarlos por mucho tiempo,
me he convencido de que es el Adventismo el que los convierte en infieles.
Miremos el romanismo. Dondequiera que haya tenido influencia por un poco
de tiempo, ha llenado la tierra de infieles. Vaya a los Mormones de Salt
Lake City. Gran número de sus hijos se están volviendo infieles.
El natural rebote del fanatismo y la superstición es hacia la infidelidad
y el escepticismo. Aquí mismo en Otsego tenemos varios infieles,
los hijos crecidos de Adventistas. Los conozco y me los encuentro por todo
el país, y su número está aumentando. Estoy seguro
de que el fruto maduro del Adventismo en los años por venir será
una generación de incrédulos.
Su iglesia es reincidente
Los Adventistas del Séptimo
Día aseguran que han sido escogidos por Dios para reformar la iglesia
de hoy día. Afirman ser más puros, más espirituales,
y estar en un plano más elevado que otros cristianos. Todas las
otras iglesias son Babilonia y apóstatas, mientras ellos son los
santos escogidos. Pero ahora, después de que su iglesia ha estado
a prueba por sólo cincuenta años, y cuando todavía
es pequeña y joven, y debería ser mejor que iglesias más
antiguas y mayores, puedo citar confesiones de sus propios escritores,
demostrando que son tan mundanos, reincidentes, y corruptos como han hecho
aparecer a otras iglesias. Daré unos pocos ejemplos. El pastor G.
I. Butler, en la edición de Advent Review de Mayo 10, 1887, dice:
"Un terrible estupor, como el que envolvió a los discípulos
durante la agonía del Salvador en el jardín, parece haberse
apoderado de la mayoría de nuestro pueblo". La Sra. White, en Testimonies,
tomo 1, dice: "El Espíritu del Señor ha estado alejándose
de la iglesia," pág. 113; "Las iglesias casi han perdido su espiritualidad
y su fe," p. 119; "Vi el terrible hecho de que el pueblo de Dios se había
conformado al mundo sin distinción, excepto por el nombre", p. 133;
"La codicia, el egoísmo, el amor al dinero, y el amor al mundo se
encuentran en todas las filas de los observadores del sábado," p.
140; "La piedad vital está ausente," p. 153; "Hay poco amor mutuo.
Un espíritu egoísta es manifiesto. El desánimo ha
descendido sobre la iglesia", p. 166; "La espiritualidad y la devoción
son raros", p. 469. Muchos de ellos no son ni siquiera honestos. Ella dice:
"Al ver el espíritu de fraude, de mezquindad, de engaño,
aún entre algunos de los profesos guardadores del sábado,
clamé angustiada", p. 480. "Hay poca oración. En realidad,
la oración está casi pasada de moda", p. 566; "Ni uno en
veinte de los que tienen una buena reputación con los Adventistas
del Séptimo Día está viviendo de acuerdo con los principios
de sacrificio de la palabra de Dios", p. 632. De la iglesia de Battle Creek
dice: "Puedo elegir familia tras familia de niños
en esta casa, cada uno de los cuales es tan corrupto como el infierno mismo".
"Aquí mismo en esta iglesia, la corrupción abunda dondequiera
que uno mire", tomo 2, págs. 360, 361; "El pecado y el vicio existen
en familias observadoras del sábado", p. 391; "Tenemos un ministerio
empequeñecido y defectuoso", tomo 4, p. 441. En Testimonio No. 33,
que se acaba de publicar, la Sra. White dice: "Hay una falta deplorable
de espiritualidad en nuestro pueblo.... Ha habido un espíritu de
autosuficiencia, y una inclinación a procurar obtener posiciones
y supremacía. He visto que la autogratificación se estaba
haciendo común entre los Adventistas del Séptimo Día",
págs. 255, 256. Así, al aumentar en edad, han tenido que
confesar delante de todos la debilidad y las deficiencias de las cuales
con tanta vehemencia han acusado a otras iglesias.
Podría citar páginas
enteras de confesiones como éstas de la Sra. White y sus dirigentes.
Se han han visto obligados a hacerlas. En sus reuniones al aire libre,
es común ver a la mitad de sus miembros pasar adelante como reincidentes.
Su predicación consiste mayomente de reprender a sus miembros por
su frialdad. En realidad, el sistema es un fracaso práctico desde
cualquier ángulo que lo miremos. ¿Son ellos mejores, más
espirituales, que las iglesias regulares a las que acusan? No, como lo
demuestra lo que acabamos de transcribir más arriba. Después
de haberme familiarizado bien con ambos, digo con confianza que hay tanta
devoción y espiritulidad entre las iglesias evangélicas como
entre los Adventistas.
Entonces, si estas cosas en las
otras iglesias prueban que ellas son Babilonia, prueban lo mismo de la
iglesia Adventista, también. (Véase también el Apéndice
A)
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