DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Un exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Cinco
17
LA FALSA ESPOSA
Aunque, en años recientes, algunos han tratado
de ver la ciudad de Roma como la gran ramera del Apocalipsis, la Iglesia,
a través de la historia, ha entendido generalmente que Roma es,
en cierto sentido, una falsa esposa, una parodia demoníaca de la
verdadera Esposa, la Iglesia. El motivo bíblico de la Esposa que
cae en adulterio (apostasía) es tan bien conocido que tal identificación
es todo menos inescapable. La metáfora de la prostitución
se usa exclusivamente en el Antiguo Testamento para referirse a una ciudad
o una nación que ha abandonado el Pacto y se ha vuelto a los dioses
falsos; y, con sólo dos excepciones (véase el comentario
sobre el v. 1-2, abajo), el término se usa siempre en relación
con el infiel Israel. La ramera es, claramente, la falsa iglesia. En este
punto, sin embargo, el acuerdo se hace añicos y se convierte en
faccionalismo. Para los herejes donatistas del siglo cuarto, la Iglesia
Católica era la ramera. Algunos teólogos ortodoxos
griegos y protestantes la han visto en el papado romano, aunque muchos
fundamentalistas han manchado sus encantos de oropel en el Concilio Mundial
de Iglesias. Aunque es cierto que puede haber (y ciertamente ha habido)
falsas iglesias a imagen de la ramera, debemos recordar el contexto histórico
del Apocalipsis y las exigencias preteristas que el libro hace a sus intérpretes.
Encontrar meramente algún ejemplo de una falsa iglesia, e identificarla
como la ramera, no es una exégesis fiel. Juan ha establecido firmemente
nuestros límites hermenéuticos dentro de su propia situación
contemporánea en el siglo primero. De hecho, él ha afirmado
definidamente que la ramera era un fenómeno corriente (17:18), del
cual él espera que sus lectores actuales se separen. Cualesquiera
aplicaciones modernas se hagan de este pasaje, debemos verlos como sólo
eso: aplicaciones. El significado primario de la visión debe
referirse a la falsa iglesia de los días de Juan.
Hemos visto que el Libro de Apocalipsis nos presenta dos
grandes ciudades, puestas en antítesis la una de la otra: Babilonia
y la Nueva Jerusalén. Como veremos en un capítulo posterior,
la Nueva Jerusalén es el paraíso consumado, la comunidad
de los santos, la Ciudad de Dios. La otra ciudad, que es contrastada continuamente
con la Nueva Jerusalén, es la antigua Jerusalén, que
ha sido infiel a Dios. Otro modo de ver esto es entender que, desde el
comienzo, el propósito era que Jerusalén fuera el verdadero
cumplimiento de Babilonia, una palabra que significa "Puerta de
Dios". El lugar de la graciosa revelación de Dios con respecto a
sí mismo y a su pacto debería ser una verdadera Babilonia,
una verdadera "Puerta del Cielo" y "Casa de Dios", como Jacob lo entendió
cuando vio la escalera de Dios hacia el cielo, la verdadera Torre de Babel,
la verdadera pirámide que profetizaba de Cristo Jesús (Gén.
28:10-22; comp. Juan 1:51). Pero Jerusalén no caminó con
la dignidad propia del llamado con el que había sido llamada. Como
la Babilonia original, Jerusalén volvió sus espaldas al verdadero
Dios y buscó gloria y dominio autónomos; como la Babilonia
original, fue apóstata; y por esto, la "Puerta de Dios" se convirtió
en "Confusión" (Gén. 11:9).
¿Cómo se convirtió en ramera la ciudad
fiel? Comenzó con la apostasía del sacerdocio en Israel.
La principal responsabilidad del sacerdote (el representante de
Dios), es re-presentar el Esposo a la Esposa, y guardarla del peligro.
En vez de eso, el sacerdocio condujo al pueblo en apostasía para
alejarlo de su Señor (Mat. 26:14-15, 47, 57-68; 27:1-2, 20-25, 41-43,
62-66). A causa del fracaso del sacerdocio en traer el Esposo a Israel,
la Esposa se convirtió en ramera, yendo en busca de otros esposos.
La apostasía del sacerdocio se describe en 13:11-17, bajo la figura
de la bestia que sube de la tierra. Pero la falsa esposa no es absuelta
de responsabilidad. Ella es culpable también, y la profecía
de Juan ahora se vuelve a considerar el juicio y la destrucción
de ella. 1
La "Babilonia" simbólica fue destruida cuando el
séptimo ángel derramó su copa, la libación
de aniquilamiento (16:17-21). Como hemos visto, esta visión es parte
del cuarto siete del Apocalipsis - las siete copas que contienen las siete
plagas. La conexión está proporcionada en 17:1 (comp. 21:9),
que nos dice que es uno de los siete ángeles-copas el que da a Juan
la visión del juicio de la gran ramera. Esta visión, por
lo tanto, revela el significado de la séptima copa, la destrucción
de Jerusalén.
La identidad de la ramera (17:1-7)
1 Vino entonces uno de
los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló
conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia
contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
2 con la cual han fornicado los
reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con
el vino de su fornicación.
3 Y me llevó en el Espíritu
al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena
de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba vestida de
púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de
perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones
y de la inmundicia de su fornicación;
5 y en su frente un nombre escrito,
un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS
RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
6 Vi a la mujer ebria de la sangre
de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y
cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.
7 Y el ángel me dijo: ¿Por
qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de
la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.
1-2 La visión de las siete copas
continúa: Uno de los siete ángeles que tenían las
siete copas muestra a Juan la caída de la gran ramera que está
sentada sobre muchas aguas. A los lectores de Juan ya se les ha hablado
de una ciudad-ramera llamada "Babilonia la grande" (14:8; 16:19), y la
semejanza entre la ramera y la Babilonia original es subrayada por la información
de que ella se sienta sobre muchas aguas, una imagen tomada de la descripción
de Jeremías de Babilonia en su famoso oráculo de juicio contra
ella (Jer. 50-51). La expresión muchas aguas de Jeremías
51:13 se refiere tanto al Éufrates, que corría por en medio
de la ciudad, como a los canales que la circundaban. En última instancia,
se refiere a las bendiciones que Dios había concedido a Babilonia,
y que ella prostituyó para su propia gloria. Por eso, Juan describe
a la gran ramera de su tiempo en términos de su prototipo y modelo.
Más tarde, en 17:15, se nos informa de un aspecto del significado
simbólico de las "muchas aguas", pero por ahora el punto es meramente
la identificación de la ramera con Babilonia.
Sin embargo, debemos reconocer al
mismo tiempo que, en todos los otros lugares de Apocalipsis donde se usa
la expresión "muchas aguas", ésta ocurre dentro de una descripción
de la relación de pacto de Dios y su interacción litúrgica
con su pueblo. Hemos notado que la voz que habla desde la Nube de Gloria
suena como muchas aguas, y que esta voz es producida por los innumerables
ángeles en el concilio celestial (Eze. 1:24). De manera similar,
en Apocalipsis 1:15, la voz de Cristo es "como el sonido de muchas aguas"
(comp. Eze. 43:2); en 14:2, Juan oye nuevamente la voz que habla desde
el cielo como "el sonido de muchas aguas"; y en 19:6, la gran multitud
de los redimidos, habiendo entrado al concilio angélico en el cielo,
se une al cántico de alabanza, que Juan oye como "el sonido de muchas
aguas". La expresión, pues, recuerda tanto la graciosa revelación
de Dios como la respuesta litúrgica de alabanza y obediencia del
pueblo de Dios. Dados los antecedentes bíblicos y el contexto de
la frase, no sería ninguna sorpresa para sus lectores que la mujer
sea vista sentada sobre "muchas aguas". La sorpresa es que ella es una
ramera. Ha tomado los buenos dones de Dios y los ha prostituído
(Eze. 16:6-16; Rom. 2:17-24).
La ciudad-ramera ha fornicado con
los reyes de la tierra. Esta expresión ha sido tomada de la profecía
de Isaías contra Tiro, donde se refiere principalmente a su comercio
internacional (Isa. 23:15-17); Nínive también ha sido acusada
de "multitud de fornicaciones" con otras naciones (Nahum 3:4). 2
Sin embargo, más a menudo la imagen de una ciudad o nación
que fornica con los reinos del mundo se usa para referirse al rebelde pueblo
del pacto. Hablando contra la Jerusalén apóstata, Isaías
se lamentaba:
¿Cómo te
has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en
ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. (Isa. 1:21).
La imagen del adulterio de Israel es
bastante común en los profetas, al presentar la demanda de pacto
de Dios contra la Esposa que ha abandonado a su Esposo. 3
Jeremías habló contra Israel como ramera, que se fue tras
los falsos dioses de los paganos en lugar de su verdadero Esposo:
Porque desde muy atrás
rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo
eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te
echabas como ramera... Dromedaria ligera que tuerce su camino, asna montés
acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. De su lujuria,
¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se
fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán...
Vuestra espada devoró a vuestros profetas, como león destrozador.
¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová.
¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por
qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos
a tí? ¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada
de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables
días. ¿Por qué adornas tu camino para hallar amor?
Aun a las malvadas enseñaste tus caminos... Dicen: Si alguno dejare
a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro
hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será
tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos
amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová. Alza
tus ojos a las alturas, y ve en qué lugar no te hayas prostituído.
Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto,
y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por
esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía;
y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza. (Jer.
2:20-24, 30-33; 3:1-3).
Los adulterios de Israel, decía
Oseas, tenían lugar "en todas las eras del trigo" (Oseas 9:1): La
imagen es la de una mujer que se prostituye por dinero en el granero durante
el tiempo de la cosecha. Esto tiene un doble significado. Primero, Israel
estaba apostatando hacia la adoración de Baal, buscando en falsos
dioses bendición de la cosecha y la fertilidad (olvidando que la
fertilidad, y la bendición en todas las áreas, sólo
puede venir del único Dios verdadero). Segundo, el templo estaba
construído sobre una era (2 Crón. 3:1), simbolizando la acción
de Dios a través de la historia al separar la paja de su trigo santo
(Job 1:18; Sal. 1:4; 35:5; Isa. 17:13; Luc. 3:17). La era también
simboliza la relación matrimonial: La unión entre Booz y
Ruth tuvo lugar en su era (Ruth 3), y la acción de moler en un molino
es una imagen bíblica de las relaciones sexuales (Job 31:10; Isa.
47:2; Jer. 25:10). 4
Así, en vez de consumar su matrimonio con Dios por medio de la adoración
en su era, la Esposa se dedicó a fornicar en cada era ajena, postrándose
delante de dioses desconocidos y altares extraños.
La Jerusalén apóstata
es la ciudad-ramera; este tema se vuelve aún más prominente
en la profecía de Ezequiel, particularmente en Ezequiel 16 y 23,
donde es claro que sus "fornicaciones" consisten en alianzas político-religiosas
con poderosos reinos paganos (véase, por ej., Eze. 16:26-29). En
los días de Ezequiel, el pueblo de Jerusalén había
abandonado la verdadera fe y se había vuelto a dioses paganos y
a naciones impías en busca de ayuda, antes que confiar en que Dios
fuera su protector y liberador. Es importante notar que, aunque Israel
mismo parece haber considerado estas relaciones principalmente en términos
políticos, los profetas subrayaban que el aspecto religioso era
de importancia central. La confianza de la nación del pacto en poderes
paganos no podría verse como mera conveniencia política;
era nada menos que prostitución. Usando lenguaje tan gráfico
y explícito que la mayoría de los pastores modernos no querrían
predicar sobre estos capítulos, 5
Ezequiel condena a Jerusalén como una ramera degradada y lasciva:
"Te ofreciste a cuantos pasaban, y multiplicaste tus fornicaciones" (Eze.
16:25). La manera sarcástica en que Ezequiel describe el adulterio
de Israel es penetrante y vívida: Israel desea a los (supuestamente)
bien dotados egipcios, cuyos órganos sexuales son del tamaño
de los genitales de burros, y producen semen en cantidades tan prodigiosas
que rivalizan con la de un caballo (16:26); 23:20). Su deseo adúltero
(inflamado por imágenes pornográficas, 23:14-16) es tan grande
que está dispuesta a pagar a desconocidos para que vengan a ella,
más bien que al revés (16:33-34); hasta se masturba con las
"imágenes de hombre" que ha hecho (16:17). La profecía de
Ezequiel era cruda, y ciertamente ofendió a muchos de sus oyentes;
pero simplemente les estaba haciendo una descripción fiel de cuán
ofensivos eran para Dios. A la vista del Dios sacrosanto que hablaba a
través de Ezequiel, nada podría ser más obsceno que
la apostasía de la Esposa contra su divino Esposo.
Lo mismo ocurrió con el Israel
del siglo primero. En el momento mismo en que llegaba el prometido Esposo,
Israel estaba fornicando con César. La vista de su verdadero Esposo
sólo le llevó más lejos en su unión adúltera
con "los reyes de la tierra". Rechazando el señorío de Cristo
(comp. 1 Sam. 8:7-8), los principales sacerdotes exclamaron: "¡No
tenemos más rey que César!" (Juan 19:15).
La apostasía de Jerusalén
condujo a la nación entera a la fornicación religiosa y política.
Los que moran en la tierra - el pueblo judío (véanse los
comentarios sobre 3:10) - se embriagaron con el vino de su fornicación,
y fueron seducidos para que cayeran en un estupor espiritual tal que no
reconocieron a su propio Cristo. Intoxicados con su aparentemente afortunada
relación con el estado-poder imperial, los judíos no se dieron
cuenta de que era una trampa: Estaban siendo narcotizados como preparación
para su propia ejecución.
3 Ya hemos visto a la mujer en el
desierto, a donde ella huyó de la opresión del dragón
que tenía siete cabezas (12:6, 14). Pero esa pemanencia en el desierto
fue por necesidad, y por un tiempo específico. La verdadera Esposa
no mora en el desierto - señal de maldición, habitación
de demonios (Mat. 12:43) 6
- de preferencia. Sin embargo, para la falssa esposa, el desierto es su
elemento; ella prefiere permanecer allí antes que seguir al Espíritu
a la tierra prometida. El desierto es, pues, su herencia y su destino (comp.
Núm. 13-14; Zac. 5:5-11). Nuevamente, esta es una imagen profética
familiar: La Jerusalén apóstata es una ramera, que trabaja
en su oficio junto a los caminos del desierto como una asna salvaje en
celo (comp. Jer. 2-3; Oseas 2).
Es como si la mujer de Apocalipsis
12, habiendo huído al desierto en busca de protección, se
hubiese acostumbrado a la vida en el desierto y establecido una relación
íntima con el dragón. Juan la ve sentada sobre una bestia
escarlata. No está claro inmediatamente si la bestia escarlata es
el dragón o la bestia que sube del mar. Como la bestia que sube
del mar, ella está llena de nombres de blasfemia (comp. 13:1);
y como el dragón, tiene siete cabezas y diez cuernos (comp. 12:3;
el orden se invierte para la bestia que sube del mar, que tiene diez
cuernos y siete cabezas, 13:1). Puesto que está sentada "sobre
muchas aguas" (v. 1) y también sobre la bestia escarlata, la imagen
parece sugerir que la bestia ha surgido del mar (comp. 11:7; 13:1). La
solución más probable es simplemente ver el pasaje como una
referencia a la íntima apostasía de Jerusalén tanto
con Satanás como con el imperio. Roma era la encarnación
política reinante del diablo, y los dos ciertamente podrían
ser considerados juntos bajo una sola imagen. Israel dependía del
Imperio Romano para su existencia y poder nacionales; por el testimonio
del Nuevo Testamento, no hay duda de que Jerusalén estaba política
y religiosamente "en la cama" con el paganismo institucionalizado, y cooperó
con Roma en la crucifixión de Cristo y la persecución asesina
de los cristianos.
Dicho sea de paso, ésta es
una de las muchas indicaciones de que la ramera no es Roma, porque es claramente
diferente. La ramera está sentada sobre la bestia, sostenida
y mantenida por aquél cuyas siete cabezas representan - entre otras
cosas - las famosas "siete colinas" de Roma (17:9). Vale la pena notar
que hay un contraste entre el trono de Dios, sostenido por los seres vivientes
que están "llenos de ojos" y que alaban a Dios día y noche
(4:6-8; comp. Eze. 10:12), y la reina de las rameras, cuyo trono está
sostenido por la bestia que está llena de nombres de blasfemia.
4 La mujer está vestida de
púrpura y escarlata, ropaje de esplendor y realeza para quien se
sienta como reina (18:7; véase Jud. 8:26; 2 Sam. 1:24; Dan. 5:7,
16, 29; Luc 16:19). Ella está adornada de oro, de piedras preciosas
y de perlas, de acuerdo con las descripciones de la gloriosa Ciudad de
Dios (Isa. 54:11-12; 60:5-11; Apoc. 21:18-21), basado, además, en
el modelo del Jardín de Edén cuajado de joyas (Gén.
2:11-12; Eze. 28:13). Las joyas son también características
tanto de las vestiduras del sumo sacerdote (Éx.28:9-29) como del
trono de Dios (4:3-4). No hay, pues, ninguna necesidad de considerar las
vestiduras y las joyas de la mujer meramente como los estridentes, audaces,
y extravagantes adornos del vestuario de una prostituta. En vez de eso,
éstas son originalmente las ropas de la mujer justa - la
Esposa - que se supone está ataviada con un vestido glorioso (comp.
Éx. 3:22; Eze. 16:11-14; Prov. 31:21-22). Juan quiere que sus lectores
vean a la mujer adornada con el hermoso ropaje de la Iglesia. Juan quiere
que ellos entiendan que esta ramera degenerada que fornica con bestias
todavía lleva los adornos de la pura y casta Esposa. Debemos notar,
sin embargo, que el enorme velo que cubría la puerta del templo
(de más de 80 pies de altura y 24 pies de anchura) era "un tapiz
babilónico,
bordado en azul y lino fino [comp. 18:16], y escarlata, y
púrpura".
7
La falsa esposa celebra una especie
de comunión: Sostiene en la mano una copa de oro llena de abominaciones
y de la inmundicia de su fornicación, combinando las imágenes
de alimentos inmundos (comp. Lev. 11) con un matrimonio inmundo
(comp. Lev. 20; véase especialmente Lev. 20:22-26. 8
La imagen es ligeramente diferente de la de Jeremías 51:7, donde
la Babilonia original es descrita como "una copa de oro en la mano de Jehová,
que embriagó a toda la tierra", pero la idea básica es similar.
Jerusalén todavía tiene el hermoso cáliz del pacto,
pero la comunión que ella ofrece conduce a los hombres a la muerte
y a la destrucción. Su copa está llena de "abominaciones",
una palabra que la Biblia usa a menudo en relación con el culto
a los dioses falsos (Deut. 29:17; Eze. 5:11). La Jerusalén farisaica
se enorgullece de su observancia de los reglamentos de limpieza ceremonial,
pero en realidad es radicalmente inmunda, contaminada desde dentro por
su apostasía y su fornicación (Mat. 23:25-28; Mar.
7:1-23). El cuadro general puede muy bien ser, como ha observado Ford,
"una parodia del sumo sacerdote en el Día de Expiación llevando
las vestiduras reservadas especialmente para esa ocasión y sosteniendo
la ofrenda de libación. Sin embargo, en vez del sagrado nombre sobre
su frente, el 'sacerdote-ramera' lleva el nombre de Babilonia, madre de
todas las rameras y de las abominaciones de la tierra, un título
que ilustra Eze. 16:43-45, donde Yahvé habla de la lujuria de Jerusalén".
9
5 La ramera tiene en la frente un
nombre escrito. Para ahora, la escritura en la frente es una imagen familiar
en Apocalipsis. La hemos visto sobre los santos (3:12; 7:3; 14:1) y sobre
los seguidores de la bestia (13:16-17). La frente es especialmente señalada
como símbolo de rebelión (Isa. 48:4; Eze. 3:9); se dice que
el rebelde Israel tiene "frente de ramera" (Jer. 3:3). Pero el nombre escrito
allí comienza con la palabra Misterio. Corsini ha observado correctamente
el significado de este hecho muy descuidado: "Si la prostituta es llamada
'misterio', eso significa que ella, aún en el momento en que es
juzgada y condenada, todavía forma parte integral e importante del
divino plan de salvación. Esto no puede ser verdad de Roma ni de
ninguna otra ciudad pagana, sino solamente de Jerusalén. Sólo
ella, y no ninguna otra ciudad, será renovada y descenderá
del cielo sobre el monte Sión para celebrar un matrimonio con el
Cordero (21:2, 10ss.), porque "en los días de la voz del séptimo
ángel... el misterio de Dios se consumará" (10:7)". 10
El nombre simbólico de la
ramera continúa: Babilonia la grande, porque ella es heredera y
homónima de la antigua ciudad que era epítome de rebelión
contra Dios (Gén. 11:1-9; Jer. 50-51). El nombre sirve también
para recordarnos su alto llamado, que fue creada para ser la verdadera
Babilonia, la Puerta de Dios. En vez de eso, sin embargo, ella ha seguido
los pasos de la antigua Babilonia en su rechazo apóstata del
señorío de Dios sobre ella. Ahora identificada con la bestialidad
y la confusión, se ha convertido en "el misterio de iniquidad" (2
Tesa. 2:7), madre de las rameras (correspondiente a "Jezabel" y sus "hijos",
de los cuales se habla en 2:20-23; comp. la descripción de Jerusalén
como madre de las rameras en Eze. 16:44-48).
6-7 Ahora vemos lo que la ramera
tiene en su copa, la demoníaca comunión con la cual ella
y sus amantes (v. 2; comp. 14:8) se están embriagando: Es la sangre
de los santos, y ... de los testigos de Jesús. Éste es "el
vino de su fornicación", el sacramento de su apostasía de
la verdadera fe; el alimento inmundo en última instancia (comp.
Lev. 17:10-14). Aunque es verdad que Roma se convirtió en gran perseguidora
de la Iglesia, debemos recordar que Jerusalén fue la pre-eminente
transgresora en este respecto. L persecución romana ocurrió
por medio de la instigación y la connivencia de los judíos,
como nos informa constantemente el libro de los Hechos. De hecho, la historia
entera de Jerusalén fue de implacable persecución contra
los piadosos, especialmente los profetas (Mat. 21:33-44; 23:29-35; Hech.
7:51-53). Como nos dice Juan en 18:24, "en ella se halló la sangre
de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en
la tierra". Jerusalén fue la perseguidora de los profetas por excelencia.
Pero no siempre es fácil
mirar las cosas con ojos "teológicos". En el momento de su gloria,
una ramera de éxito es hermosa, atractiva, seductora. La Palabra
de Dios es realista, y no pretende que el mal aparezca siempre repulsivo.
Como todos sabemos, la tentación a pecar puede ser muy atractiva
(Gén. 3:6; 2 Cor. 11:14). Por lo tanto, al contemplar Juan a la
gran ramera, quedó bastante engañado, fascinado por su belleza:
Se asombró con gran asombro (comp. Apoc. 13:3-4): "Y se maravilló
toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón..."). Por
lo tanto, el ángel lo reprende: ¿Por qué te asombras?
Juan registra esto para amonestar a sus lectores, y que no se dejen seducir
por la ramera, porque ella es hermosa e impresionante. El antídoto
contra el ser engañados por las artimañas de la falsa esposa
es entender el misterio de la mujer y de la bestia que la transporta. Ahora
el ángel revelará la naturaleza de la alianza de la ramera
con la bestia, su oposición a Cristo, y su inminente destrucción.
Los lectores de Juan deben entender que ya no hay ninguna esperanza para
una "reforma desde adentro". Jerusalén está implacablemente
en guerra con Cristo Jesús y su pueblo. La una vez Santa Ciudad
es ahora una ramera.
El ángel explica el misterio
(17:8-18)
8 La bestia que has visto
era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición;
y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos
desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán
viendo la bestia que era y no es, y será.
9 Esto, para la mente que tenga
sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales
se sienta la mujer,
10 y son siete reyes. Cinco de
ellos han caído; uno es, y le otro aun no ha venido; y cuando venga,
es necesario que dure breve tiempo.
11 La bestia que era, y no es,
es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.
12 Y los diez cuernos que has visto,
son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora
recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.
13 Estos tienen un mismo propósito,
y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.
14 Pelearán contra el Cordero,
y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores
y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos
fieles.
15 Me dijo también: Las
aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres,
naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste
en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán
desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán
con fuego;
17 porque Dios ha puesto en sus
corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar
su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto es
la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
8 El ángel comienza su explicación
hablando sobre la bestia, pues la intimidad de la ramera con la bestia
es completamente integral con su carácter y su destino. Nuevamente,
debemos notar que esta es una bestia compuesta (comp. v. 3 arriba), y comprende
los atributos tanto del Imperio Romano como los de su original, el dragón.
Milton Terry dice: "En su explicación, el ángel parece llamar
nuestra atención particularmente al espíritu que impulsaba
por igual al dragón, la bestia que subió del mar, y al falso
profeta; así, lo que aquí se afirma de la bestia hace una
referencia especial a las diferentes y sucesivas manifestaciones de Satanás
mismo...De aquí que, por la bestia que era y no es, entendamos
que este es un retrato enigmático del gran dragón escarlata
de 12:3. Él es el rey del abismo en 9:11, y la bestia que mató
a los testigos en 11:7. Él aparece por un tiempo en la persona de
algún gran perseguidor, o en la forma de alguna enorme iniquidad,
pero es expulsado después de un tiempo. Luego encuentra nuevamente
algún otro órgano para sus actividades, y entra en él
con toda la maldad del espíritu inmundo que vagaba por lugares secos,
buscando reposo sin encontrar ninguno, hasta que decubrió su antigua
casa, vacía, barrida, y adornada, como invitándole a regresar".
11
El ángel representa a la
bestia como una parodia de "aquél que es y que era y que ha de venir"
(1:4). La bestia ... era y no es, y está a punto de subir del abismo.
En este punto, es probable que el ser humano específico al que se
refiere al hablar de la Bestia sea Vespasiano, que se convirtió
en César después del caos que siguió a la muerte de
Nerón. Ford comenta: "La bestia 'era' (Vespasiano gozaba del favor
de Nerón) y 'no es' (cayó en desgracia) y saldrá del
abismo (fue restaurado con la ayuda de 'los hombres del abismo', un epíteto
para los hombres perversos de Qumran). Vespasiano es un paralelo de 'el
que ha de venir'. En cierto sentido, el imperio pasó por las mismas
etapas: 'fue' desde César hasta Nerón, 'no fue' en el año
crítico de los cuatro emperadores, y vino nuevamente con Vespasiano".
12
En última instancia, como
hemos visto, esta es una descripción de la bestia original, el dragón,
el antiguo enemigo de Dios y de su pueblo. Si por el momento hay un respiro
temporal de su cruel oposición, los cristianos deben estar conscientes
de que él está a punto de ascender del abismo nuevamente
para atacarles y perseguirles otra vez; sin embargo, Juan les recuerda
que la derrota de la bestia está asegurada, porque su ascensión
no es al poder y a la gloria a la diestra de Dios, sino sólo para
ir a la destrucción. La palabra para destrucción es apoleian,
la raíz de Apolión, el "rey del abismo" en
9:11. Juan señala que, aunque a la bestia se le permite subir por
un tiempo del abismo, tiene la misma certeza de regresar allí. Su
destino es la destrucción completa, y no puede tener éxito
en destruir a la Iglesia.
Pero el dragón/bestia tendrá
éxito en llevar al Israel apóstata a su culto idólatra.
Los que moran en la tierra se maravillarán ... cuando vean a la
bestia, que era y que no es y que habrá de venir. La palabra usada
anteriormente para indicar el surgimiento de la bestia del abismo es anabaino,
en imitación de la Resurrección/Ascensión de Cristo;
la palabra venir aquí es paristemi (la
forma verbal de parusía), en imitación de la
Venida
de Cristo en poder y gloria, trayendo juicio y salvación (la parusía
definitiva ocurrió en la ascensión, resultando en la parusía
de Cristo contra Jerusalén en el año 70 d. C.). Así,
pues, de la misma manera que los cristianos del siglo primero vivían
esperando la cercana parusía de su Señor, los judíos
apóstatas esperaban de la bestia su liberación y su salvación.
La "segunda venida" del dragón, después de su aparente (y
real) derrota por Cristo, fue una ocasión de maravilla, asombro,
y adoración por parte de los judíos que habían rechazado
a Cristo. El surgimiento del estado total, en oposición al reino
de Cristo, fue para el Israel rebelde una ascensión a la gloria,
una parusía, un día del Señor. La bestia era su Mesías,
y su anti-parusía los entregó - en las manos de Apolión,
la perdición y la destrucción del abismo. El único
punto final en disputa de la ascensión de la bestia desde el abismo
es la mayor condenación de sí misma y sus adoradores.
¿Por qué rechazaron
finalmente a Cristo los judíos y adoraron al dragón? Porque,
en contraste con los elegidos de Cristo, que fueron "escogidos en él
antes de la fundación del mundo" (Efe. 1:4), el nombre del Israel
apóstata no ha sido escrito en el libro de la vida desde la fundación
del mundo (comp. 13:8). Pedro escribió que Cristo Jesús,
la gran piedra angular, era para los judíos "piedra de tropiezo,
y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes;
a lo cual fueron también destinados" (1 Ped. 2:8) 13
En vez de eso, la Iglesia ha heredado la posición anterior (Éx.
19:6) que tenía Israel: "Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios..." (1 Ped.
2:9).
9-10 El ángel vuelve a hablar
de la encarnación del dragón en la bestia que sube del mar.
Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete
montes, sobre los cuales se sienta la mujer. Nuevamente, los "siete montes"
identifican a la bestia como Roma, famosa por sus "siete colinas"; 14
pero éstas también corresponden a la línea de los
Césares, porque ellos son siete reyes; cinco han caído: Los
cinco primeros Césares fueron Julio, Augusto, Tiberio, Calígula,
y Claudio. 15 Uno,
Nerón, el sexto César, estaba en el trono mientras Juan escribía
el Apocalipsis. El otro no ha venido todavía; y cuando venga, debe
permanecer un poco de tiempo: Galba, el séptimo César, reinó
durante menos de siete meses.
11 Pero la caída de la dinastía
julio-claudiana y el severo caos político que la siguió no
debería ser interpretado por los cristianos como el fin de los problemas.
Porque su verdadero enemigo es la bestia, que se encarnará en otros
Césares también. Él es también el octavo rey,
pero es de los siete: la brutalidad anticristiana de los tiranos que se
sucedieron los marcará como de la misma clase que sus predecesores.
En la Biblia, ocho es el número de resurrección; Juan está
advirtiendo que, aunque el imperio parezca desintegrarse después
del reinado de los siete reyes, será "resucitado" nuevamente, para
seguir viviendo en otros perseguidores de la Iglesia. Pero el regreso del
imperio no resultará en victoria para la bestia, porque hasta el
octavo, la bestia resucitada, va a la destrucción. La Iglesia tendrá
que tener paciencia durante el período del surgimiento de la bestia,
pero ella tiene la seguridad de que sus enemigos no tendrán éxito.
Su Rey resultará victorioso; sus siervos han sido predestinados
a compartir su triunfo.
12 Los diez cuernos que Juan vio
sobre la bestia son diez reyes. En la Biblia, como hemos observado en otras
ocasiones, el número 10 se relaciona con el concepto de "muchos",
de plenitud cuantitativa o numérica. Que estos "reyes" están
asociados con la bestia, adornando sus cabezas como "coronas", y que reciben
autoridad junto con la bestia (es decir, en virtud de su relación
con ella) indica que ellos son gobernantes que están sujetos a,
o aliados con, el imperio. En la realidad, Roma tenía diez provincias
imperiales, y algunos han entendido esto como una referencia a ellas. 16
Sin embargo, no es necesario intentar una definición precisa de
estos diez reyes súbditos; el símbolo simplemente representa
"la totalidad de los reyes súbditos aliados que ayudaron
a Roma en sus guerras tanto contra el judaísmo como contra el cristianismo".
17
El énfasis del texto señala a estos reyes, con los cuales
la ramera ha comerciado (v. 2), como los instrumentos de su destrucción
eventual (v. 16-17).
13-14 Juan nos informa que los "diez
reyes" se unen a la bestia contra Cristo, persiguiendo a la Iglesia a través
de las provincias y los reinos subordinados del imperio: Éstos tienen
un propósito, y dan su poder y su autoridad a la bestia para hacer
guerra contra el Cordero, como Miguel y sus ángeles habían
hecho guerra contra el dragón (12:7). Esto ha sido siempre el fin
último del ejercicio del gobierno por parte del hombre réprobo:
el intento de destronar a Dios. Como predijo el salmista: "Se levantarán
los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra
Jehová y contra su ungido" (Sal. 2:2; comp. Hech. 2:26). El comentario
apostólico sobre este texto queda revelado en una oración
temprana de la Iglesia perseguida. Después de citar a Salmos 2,
dicen: "Pues verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo
Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles
y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían
antes determinado que ocurriera" (Hech. 4:27-28). Los impíos se
unen con los lazos del odio contra el Hijo de Dios, el Ungido. Por eso
se nos cuenta el resultado de la conspiración de Herodes y Pilatos
contra Cristo: "Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día;
porque antes estaban enemistados entre sí" (Lucas 23:12). Los enemigos
se unirán para combatir al adversario común, y en el advenimiento
de Cristo vemos unirse al mundo de los paganos y los apóstatas en
rebelión contra Él. Pero, mucho antes, el salmista había
advertido a reyes y gobernantes: "Servid a Jehová con temor, y alegraos
con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en
el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los
que en él confían" (Sal. 2:11-12). El resultado de esta lucha
cósmica queda así asegurado, y es inevitable: Y el Cordero
les vencerá, porque Él es Señor de señores
y Rey de reyes, y los que con él están son los llamados,
y los elegidos, y los fieles. Juan asegura a la Iglesia que, en su terrible
y aterrador conflicto con el impresionante poder de la Roma imperial, la
victoria del cristianismo está garantizada.
15 Ahora el ángel explica
el significado de las aguas ... donde se sienta la ramera. Las aguas se
describen en términos de una cuádruple designación:
pueblos y multitudes y naciones y lenguas, es decir, el mundo. La identificación
de las naciones impías y rebeldes del mundo con el mar enfurecido
es familiar en la Escritura (comp. 13:1). Isaías escribió
de "multitud de muchos pueblos que harán ruido como estruendo del
mar, y murmullo de naciones que harán alboroto como bramido de muchas
aguas. Los pueblos harán estrépito como de ruido de muchas
aguas; pero Dios los reprenderá, y huirán lejos; serán
ahuyentados como el tamo de los montes delante del viento, y como el polvo
delante del torbellino" (Isa. 17:12-13). "Los impíos son como el
mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno
y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos" (Isa. 57:20-21).
Jerusalén podría realmente
ser representada como sentada sobre "muchas aguas" (es decir, las naciones)
a causa de la grande y difundida influencia que los judíos ejercían
en todas partes del Imperio Romano antes de la destrucción de Jerusalén.
Sus sinagogas estaban en todas las ciudades, y la extensión de su
colonización puede verse en el registro del día de Pentecostés,
que nos cuenta que "moraban entonces en Jerusalén judíos,
hombres piadosos, de todas las naciones bajo el cielo" (Hech. 2:5). 18
16 En su guerra contra Cristo, las
naciones furiosas se vuelven contra la ramera, a causa de la conexión
entre ella y Él. 19
El ángel presenta esta nueva enemistad hacia la ramera por medio
de una cuádruple descripción: Los pueblos del imperio aborrecerán
a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y devorarán
sus carnes, y la quemarán con fuego (comp. Jer. 13:26; Lam. 1:8-9;
Nah. 3:5). Jerusalén había fornicado con las naciones paganas,
pero en el año 70 d. C. se volvieron contra ella y la destruyeron,
dejándola desolada (la misma palabra se usa en Mateo 24:15, Marcos
13:14, y Lucas 21:20, reflejando la versión griega de Daniel 9:26-27;
la abominación de desolación). En el mundo antiguo, uno de
los castigos para una mujer adúltera convicta era la humillación
pública de ser desnudada (comp. Isa. 47:2-3; Jer. 13:26; Lam. 1:8;
Eze. 16:37, 39; 23:29; Ose. 2:10; Nah. 3:5).
Ota conexión con "Jezabel"
(2:20; comp. el comentario sobre 17:5) se hace aquí: Las naciones
comen sus carnes, como los perros (comp. 22:15) habían comido las
carnes de la Jezabel original (1 Reyes 21:23-24; 2 Reyes 9:30-37). Los
profetas que hablaban de Jerusalén como de la ramera habían
dicho que, de la misma manera que la hija de un sacerdote que se volviera
ramera debía ser "quemada con fuego" (Lev. 21:9, así también
Dios usaría a los antiguos "amantes" de Jerusalén, las naciones
paganas, para destruirla y quemarla hasta dejarla a ras del suelo (Jer.
4:11-13, 30-31; Eze. 16:37- 41; 23:22, 25-30). Russell ha observado que
"Tácito habla de la enconada animosidad de la cual los auxiliares
árabes de Tito estaban llenos contra los judíos, 20
y, en las matanzas a gran escala de ese pueblo desafortunado, perpetradas
en muchas grandes ciudades justo antes de que estallara la guerra, tenemos
una terrible prueba del odio que las naciones vecinas sentían contra
los judíos. La población judía entera de Cesarea fue
masacrada en un sólo día. En Siria, cada ciudad fue dividida
en dos campamentos, judíos y sirios. En Sitópolis, más
de trece mil judíos fueron masacrados; en Ascalón, Ptolomeo,
y Tiro, tuvieron lugar atrocidades similares. Peo en Alejandría,
la carnicería de los habitantes judíos excedió a todas
las otras matanzas. El barrio judío entero fue inundado de sangre,
y cincuenta mil cadáveres yacían en horrorosos montones en
las calles. 21 Este
es un comentario terrible sobre las palabras del ángel-intérprete:
'Los diez cuernos que viste en la bestia aborrecerán a la ramera',
etc." 22
Es importante que nos demos cuenta
de que, como observamos más arriba, la bestia destruyó a
Jerusalén como parte de su guerra contra Cristo; el motivo de los
dirigentes romanos para destruir el templo no fue sólo para sofocar
la rebelión, sino para aniquilar el cristianismo, como lo registra
Sulpicio Severo:
Después de convocar
a consejo, Tito dijo que primero había deliberado si debía
destruir el templo, una estructura de tan extraordinaria construcción.
Porque les parecía bien a algunos que un edificio sagrado, distinguido
por encima de todos los logros humanos, no debía ser destruido por
cuanto que, si se conservaba, proporcionaría evidencia de la moderación
de los romanos, y que, si se destruía, sería una prueba perpetua
de la crueldad romana. Pero, por otro lado, otros, y Tito mismo, pensaban
que el templo debía ser derribado especialmente, para que la religión
de los judíos y de los cristianos pudiera ser subvertida más
completamente; que estas dos religiones, aunque contrarias entre sí,
habían sin embargo procedido de los mismos autores; que los cristianos
habían surgido de entre los judíos; y que, si la raíz
era extirpada, el vástago perecería rápidamente. 23
¡La bestia pensó que podría
matar a la ramera y a la Esposa de un solo golpe! Pero, cuando el polvo
se asentó, el andamiaje de la antigua y apóstata Jerusalén
yacía en ruinas, y la Iglesia se había revelado como el templo
nuevo y más glorioso, la morada eterna de Dios.
17 El Señor soberano no está,
pues, a merced de la bestia y sus secuaces; más bien, todos estos
eventos han sido predestinados para la gloria de Dios, por medio de la
ejecución de sus decretos. Porque Dios ha puesto en sus corazones
ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la
bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. Obviamente, es pecado
que estos reyes den sus reinos a la bestia con el propósito de hacer
guerra contra el Cordero. ¡Y sin embargo, es Dios quien puso esto
en sus corazones! Por supuesto, algunos se lamentarán de que esto
convierte a Dios en "el autor del pecado". La respuesta obvia a una objeción
como ésta es que el texto dice que Dios puso en sus
corazones el propósito perverso; al mismo tiempo, se nos asegura
que "Jehová es justo en todos sus caminos". Si creemos a la Biblia,
debemos creer tanto a Apocalipsis 17:17 como a Salmos 145:17. Debemos aferrarnos
firmemente a dos puntos aparentemente contradictorios: Primero, Dios no
es responsable del pecado; segundo, nada sucede a pesar de él, o
en oposición a su propósito. 24
Por esto, para los que luchan con la Palabra de Dios, la respuesta bíblica
es categórica: "Mas antes, oh hombre, ¿quién eres
tú para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro
al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?
¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la
misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" (Rom. 9:20-21). San
Agustín observó: "Por lo tanto, está en la potestad
del impío el pecar; pero que al pecar ellos hagan esto o aquéllo
no está en su mano, sino en la Dios, el cual divide las tinieblas
y las regula; de manera que, por esta razón, aún lo
que hacen contrario a la voluntad de Dios no se cumple, excepto si es la
voluntad de Dios". 25
Todo el propósito de la ira
de los reyes paganos, de unirse en conspiración tanto contra la
Esposa como contra la ramera, de entregar sus reinos a la bestia y recibir
poder durante una hora con ella, queda ahora revelado. Dios ha puesto en
sus corazones ejecutar lo que él quiso, hasta que se cumplan las
palabras de Dios. La guerra entre Cristo y la bestia, que culmina con la
desolación de la ramera, tuvo lugar en cumplimiento de los anuncios
de Dios por medio de sus profetas. Las maldiciones del pacto (Deut. 28)
fueron ejecutadas en Israel por medio de la bestia y los diez cuernos.
Ellos fueron los instrumentos de la ira de Dios, como Cristo había
predicho en su discurso en el Monte de los Olivos. Durante estos horrorosos
"días de retribución", dijo, se cumplirían todas
las cosas que estaban escritas (Lucas 21:22). La visión y la
profecía serían selladas y completadas en la destrucción
del antiguo orden mundial (Dan. 9:24).
18 Ahora el ángel identifica
a la ramera como la gran ciudad, un término que, como hemos visto,
Juan usa para identificar a Jerusalén, donde el Señor fue
crucificado (11:8; 16:19). Además, dice el ángel, esta ciudad
reina sobre todos los reyes de la tierra. Es quizás este
versículo, más que ningún otro, lo que ha confundido
a los expositores y los ha hecho suponer, contra toda evidencia, que la
ramera es Roma. Si la ciudad es Jerusalén, ¿cómo puede
decirse de ella que esgrime esta clase de poder político mundial?
La respuesta es que Apocalipsis no es un libro sobre política;
es un libro sobre el Pacto. Jerusalén sí
reinaba sobre las naciones. Ella sí poseía
un reino que era sobre todos los reinos del mundo. Ella tenía una
prioridad de pacto sobre los reinos de la tierra. Israel era un
reino de sacerdotes (Éx. 19:6), ejerciendo un ministerio sacerdotal
de tutela, enseñanza, e intercesión a favor de las naciones
del mundo. Cuando Israel era fiel a Dios, ofreciendo sacrificios por las
naciones, el mundo estaba en paz; cuando Israel rompió el Pacto,
el mundo estuvo en agitación. Las naciones gentiles reconocían
esto (1 Reyes 10:24; Esdras 1; 4-7; comp. Rom. 2:17-24). 26
Pero, perversamente, trataron de seducir a Israel para que fornicara contra
el pacto - y cuando Israel lo hizo, se volvieron contra él y lo
destruyeron. Ese patrón se repitió varias veces, hasta la
excomunión final de Israel en el año 70 d. C., cuando Jerusalén
fue destruída. La desolación de la ramera fue la señal
final de Dios de que el reino había sido transferido a su nuevo
pueblo, la Iglesia (Mat. 21:43; 1 Ped. 2:9; Apoc. 11:19; 15:5; 21:3). Un
Israel nacional jamás volverá a poseer el reino que era sobre
todos los otros reinos.
Notas:
1. El fracaso del sacerdocio, y las consecuencias
de esto para la Esposa, son temas recurrentes en las Escrituras. Véase
de James B. Jordan, Judges: God´s War Against Humanism (Tyler,
TX: Geneva Ministries, 1985).
2. Es digno de notar que tanto Tiro como Nínive
- las únicas dos ciudades fuera de IIsrael acusadas de prostitución
- habían estado en pacto con Dios. EEn los tiempos de David y de
Salomón, el reino de Tiro se había convertido al culto del
Dios verdadero, y su rey entró en pacto con Salomón y ayudó
en la construcción del templo (1 Reyes 5:1-12; 9:13; Amós
1:9); Nínive se convirtió bajo el ministerio de Jonás
(Jonás 3:5-10). La posterior apostasía de estas dos ciudades
podría correctamente considerarse prostitución.
3. Para una breve revisión del tema de
la ramera en la Escritura, véase el excelente librito de Francis
Schaeffer, The Church Before the Watching World (Downers Grove,
IL: InterVarsity Press, 1971), Chapter 2: "Adultery and Apostasy - The
Bride and the Bridegroom Theme".
4. Para una discusión completa de este
punto, véase de Calum M. Carmichael, "Treading in the Book
of Ruth", ZAW 92 (1980), pp. 248-266.
5. La actitud del Reverendo H. Foster, Rector
de Clerkenwell a principios del siglo diecinueve, es probablemente representativa.
Discutiendo la corrección de predicar sobre los Cánticos
(los Cantares de Salomón), dice: "He predicado sobre varios textos
independientes de los Cantares. Una vez examiné Ezequiel 16, pero
no me atrevería a hacerlo nuevamente". Citado en la obra de John
H. Pratt, cd., The Thought of the Evangelical Leaders: Notes of the
Discussions of the Eclectic Society, London, During the Years 1798-1814
(Edinburgh: The Banner of Truth Trust, [1856] 1978), p. 441. En una era
más prosaica, John Calvin pudo ser mucho más explícito
en sus conferencias - hasta el punto de que su traductor del siglo diecinueve
simplemente borró varios pasajes, con esta nota: "El Reformador
se espacia tan detalladamente en el lenguaje del Profeta, que el refinado
gusto de los tiempos modernos no soportaría una traducción
literal de algunas cláusulas". Thomas Myers, en la obra Commentaries
on the First Twenty Chapters of the Book of the Prophet Ezekiel, de
Calvino (Grand Rapids: Baker Book House, reimpresión de 1979), Vol.
2, p. 127. Comp. la omisión de otro traductor de los comentarios
de Calvino sobre Gén. 38:8-10 (Commentaries on the First Book
of Moses, Baker Book House, 1979, Vol. 2, p. 281).
6. Véase el comentario sobre 12:6; comp.
las notas sobre el tema del desierto en la obra de David Chilton, Paradise
Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion
Press, 1985), pp. 24, 46, 50-53).
7. Josephus, The Jewish War, v.v.4.
8. Para una discusión extensa, aunque preliminar,
de las relaciones entre la pureza culinaria y la pureza sexual en la Ley,
véase, de Mary Douglas, Purity and Danger: An Analysis of the
Concepts of Pollution and Taboo (London: Routledge and Kegan Paul,
[1966] 1969), Ch. 3: "The Abominations of Leviticus" (pp. 41-57); ídem,
Implicit
Meanings: Essays in Anthropology (London: Routledge & Kegan Paul,
1975), Ch. 16: "Deciphering a Meal" (pp. 249-275).
9. J. Massyngberde Ford, Revelation: A New
Translation with Introduction and Commentary (Garden City, NY: Doubleday
and Co., 1975), p. 288.
10. Eugenio Corsini, The Apocalypse: The Perennial
Revelation of Jesus Christ (Wilmington, DE: Michael Glazier, 1983),
p. 335.
11. Milton S. Terry, Biblical Apocalyptic:
A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical
Scriptures (New York: Eaton & Maisn, 1898), pp. 429s.
12. Ford, p. 289.
13. En contexto (v. 6-8), Pedro cita las profecías
de Isaías sobre el rechazo de Cristo por parte de los judíos
(Isa. 8:14; 28:16; véase Mat. 28:12-15). John Brown de Edinburgo
comentaba sobre 1 Pedro 2:8: "La referencia directa del término
desobediente es, sin duda, a los judíos incrédulos. Cuando
Dios les proclamó: 'He aquí que yo he puesto en Sión
por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento
estable; el que creyere, no se apresure', no le creyeron esta declaración.
Desobedecieron el mandato. Rechazaron la piedra. No quisieron construir
sobre ella. No quisieron recibir a Jesús como el Mesías;
por el contrario, le 'tomaron, y con manos impías le cruicificaron
y le mataron'" (Expository Discourses on 1 Peter, dos volúmenes;
Edinburgh: The Banner of Truth Trust, [1848] 1975, Vol. 1, p.314).
14. Concordamos con Russell (The Parousia,
p. 492) en que no es en modo alguno necesario buscar siete montañas
en Jerusalén como cumplimiento de esta afirmación. La ramera
está sentada sobre la bestia, y por ende lo está sobre las
siete colinas de Roma; en otras palabras, el judaísmo apóstata,
centrado en la ciudad de Jerusalén, está sostenido por el
Imperio Romano.
15. Algunos han cuestionado esto puesto que, en
un sentido técnico, el Imperio se inició con Augusto, no
con Julio (comp. Tácito, The Annals, i.1 [Los Anales]). Sin
embargo, era un tecnicismo que, por lo que concernía a la conversación
normal y la comunicación escrita del siglo primero, era irrelevante.
Para todos los fines prácticos, Julio César era emperador:
Reclamaba el título de imperator, y la mayoría de
los primeros escritores romanos, cristianos, y judíos le cuentan
como el primer emperador. Suetonio comienza su Lives of the Twelve Caesars
[Vidas de los Doce Césares] con Julio como el primer emperador,
como lo hace Dio Cassio en su Roman History [Historia Romana]. El
Libro 5 de los Sybilline Oracles [Oráculos Sibilinos] llama
a Julio "el primer rey", y Esdras 12:15 habla de Augusto como "el
segundo" de los emperadores. Para nuestros fines, Josefo parece proporcionar
el testimonio más convincente, pues escribió para un auditorio
tanto romano como judío, en el lenguaje común de sus días.
En su obra Antiquities of the Jews [Antigüedades de los Judíos],
habla claramente de Augusto y de Tiberio como del segundo y el tercer emperadores,
respectivamente (xviii.ii.2), de Calígula como el cuarto (xviii.vi.10),
y de Julio como el primero (xix.i.11). La más extensa discusión
de toda la evidencia está en la obra de Moses Stuart, Commentary
on the Apocalypse [Comentario Sobre Apocalipsis], dos vols., (Andover:
Allen, Merrill, and Wardwell, 1845), Vol. 2, pp. 445-452; comp. Isbon T.
Beckwith, The Apocalypse of John: Studies in Introduction with an Exegetical
and Critical Commentary [El Apocalipsis de Juan: Estudios Sobre la
Introducción, con un Comentario Exegético y Crítico],
(Grand Rapids: Baker Book House, [1919] 1979). pp. 704s.
16. Éstas eran: Italia, Acaya, Asia, Siria,
Egipto, Africa, España, Galia, Bretaña, y Alemania. Véase,
de F. W. Farrar, The Early Days of Christianity (Chicago and New
York: Belford, Clarke & Co., 1882), p. 532.
17. Terry, p. 433.
18. Lucas pasa a describir algunas de estas nacionalidades:
"Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea,
en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y
en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos
aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses
y árabes" (Hechos 2:9-11).
19. Aparte de la hipótesis de que es Jerusalén,
la destrucción de la ramera por sus antiguos "amantes" es inexplicable.
Hay una clara conexión contextual entre la guerra de la naciones
contra Cristo y la guerra de las naciones contra la ramera. La oposición
de ellas es, primero y más importante, contra Él; la destrucción
de ella por parte de las naciones es representada como un aspecto del intento
de ellas por destruir a Cristo.
20. Cornelius Tacitus, The Histories, v. 1.
21. Josephus, The Jewish War, ii.xviii.
22. J. Stuart Russell, The Parousia: A Critical
Inquiry into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second Coming
(Grand Rapids: Baker Book House, [1887] 1983). p. 503.
23. The Sacred History of Sulpitius Severus,
en
A Select Library of Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church
(Grand Rapids: Eerdmans, [n.d.] 1973), Second Series, Vol. 11, p. 111.
Esta información de Sulpicio parece haberse derivado del registro
de Tácito de relatos de testigos. Véase, de Michael Grant,
The
Twelve Caesars (New York: Charles Scribners Sons, 197), pp. 228s.
24. Esto nos parece contradictorio porque somos
criaturas.
Los problemas como la relación entre la soberanía de Dios
y la responsabilidad humana, o entre la soberanía de Dios y su justicia,
o entre la unidad y la diversidad dentro de la Trinidad, no pueden ser
"resueltos" por nosotros porque no somos capaces de comprender a Dios.
Cornelius Van Til escribe: "El conocimiento humano jamás podrá
ser conocimiento completamente abarcante. Toda transacción de conocimiento
tiene en alguna parte de ella un punto de referencia a Dios. Ahora bien,
como Dios no nos es plenamente comprensible, es probable que lleguemos
a lo que parece una contradicción en todo nuestro conocimiento.
Nuestro conocimiento es analógico, y, por lo tanto, tiene
que ser paradójico"
(The Defense of the Faith, Philadelphia:
Presbyterian and Reformed, tercera edición revisada, 1967, p. 44).
Por esta razón, "toda enseñanza de la Escritura es aparentemente
contradictoria" (Common Grace and the Gospel, Nutley, NJ: Presbyterian
and Reformed, 1972, p. 142; comp. pp. 9ss.; comp. de Van Til, Introduction
to Systematic Theology, Presbyterian and Reformed, pp. 247ss. Para
una discusión completa de esta cuestión, véase de
John Frame "The Problem of Theological Paradox", en la obra de Gary North,
ed., Foundations of Christian Scholarship
(Vallecito, CA: Ross House
Books, 1976), pp. 295-330.
25. San Agustín, Anti-Pelagian Works,
Peter Holmes y Robert Ernest Wallis, trad. (Grand Rapids: William B. Eerdmans,
reimpreso 1971), p. 514, las cursivas han sido añadidas; comp. John
Calvin, Institutes of the Christian Religion, ii.iv.4.
26. Josefo señala repetidamente que las
naciones habían reconocido históricamente la santidad y la
centralidad del Templo: "Este célebre lugar... era estimado por
toda la humanidad" (The Jewish War, v.i.3; comp. v.ix.4; v.xiii.6).
De hecho, la acción de los rebeldes judíos, en el verano
del año 66 d. C., de suspender los sacrificios diarios para el Emperador
(en violación, como apunta Josefo, de una costumbre de hacía
mucho tiempo) fue el suceso que, por sí solo, precipitó finalmente
la guerra de Roma contra los judíos (ii.xvii.2-4). Hasta el mismo
final, mientras Tito se preparaba para arrasar la ciudad hasta el suelo,
todavía les rogaba a los sacerdotes judíos que ofrecieran
los sacrificios, que para ese momento ya habían sido descontinuados
por completo (vi.ii.1).