DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Cinco
22
¡VEN, SEÑOR JESÚS!
Como vimos en la Introducción,
Juan escribió el Libro de Apocalipsis como un ciclo anual de profecías,
con el propósito de que fueran leídas en la congregación
(en coincidencia con lecturas seriales del Antiguo Testamento, especialmente
Ezequiel) desde una Pascua a la siguiente. 1
Por esto, el Capítulo 22 completa un círculo entero, leyéndose
los versículos 6-21 exactamente un año después de
que se leía el Capítulo 1. Por esta razón, así
como para recapitular muchos de los temas de la profecía, el Capítulo
22 también tiene mucho en común con el Capítulo 1.
Por ejemplo, leemos nuevamente que la profecía es de "las cosas
que deben suceder pronto" (22:6; comp. 1:1); que es comunicada por un ángel
(22:6; comp. 1:1) a Juan (22:8; comp. 1:1, 4, 9); que es un mensaje dirigido
a "sus siervos" (22:6; comp. 1:1); que hay una bendición especial
para los que "guardan" sus palabras (22:7; comp. 1:13); y que tiene que
ver específicamente con el testimonio de Jesucristo (22:16; 18,
20; comp. 1:2, 5, 9), el Alfa y la Omega, el Primero y el Último
(22:13; comp. 1:8, 17), el que "viene pronto" (22:7, 12, 20; comp. 1:7).
El paraíso restaurado
(22:1-5)
1 Después me mostró
un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que
salía del trono de Dios y del Cordero.
2 En medio de la calle de la ciudad,
y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida,
que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol
eran para la sanidad de las naciones.
3 Y no habrá más
maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella,
y sus siervos le servirán,
4 y verán su rostro, y su
nombre estará en sus frentes.
5 No habrá allí más
noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol,
porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por
los siglos de los siglos.
1-2 La visión de la Nueva Jerusalén
continúa: El ángel de la copa (21:9) muestra a Juan el río
del agua de la vida, transparente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. La escena se basa,
primero, en el jardín de Edén, en el cual brotaban fuentes
del suelo (Gén. 2:6) para formar un río, que luego se dividía
en cuatro brazos y salía a regar la tierra (Gén. 2:10-14).
Esta imagen es adoptada más tarde por Ezequiel en su visión
del templo del nuevo pacto. En el antiguo pacto, el pueblo debía
viajar hasta el templo para ser purificado, pero eso ya no será
así, porque en los tiempos del nuevo pacto el gran lavacro de bronce
en la esquina sudoeste de la casa (2 Crón. 4:10) se inclina y vierte
su contenido bajo la puerta, convirtiéndose en un poderoso río
de gracia y vida para el mundo, aún transformando las aguas del
Mar Muerto: 2
Me hizo volver luego a
la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo
del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba
al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho
de la casa, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta
del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la
puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían
del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente, llevando
un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las
aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las
aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar
por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río
que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de
manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo:
¿Hs visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me
hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la
ribera del río había muchísimos árboles a uno
y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente,
y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas
en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que
nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá,
y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas
aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare
en este río. (Ezeq. 47:1-9).
Ezequiel dijo que "en la ribera del
río había muchísimos árboles a uno y otro lado";
Juan abunda en esto y nos dice que a cada lado del río había
el árbol de vida - no un árbol solamente, sino bosques de
árboles de vida que bordeaban las orillas. La bendición a
la que Adán renunció ha sido restaurada con abrumadora superabundancia,
porque lo que hemos ganado en Cristo es, como dijo Pablo, "mucho más"
de lo que perdió Adán:
Porque si por la transgresión
de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos
la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo ... Porque
si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho
más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben
la abundancia de la gracia y del don de la justicia ... Cuando el pecado
abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el
pecado reinó para muerte, así también la gracia reine
por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
(Rom. 5:15-21; comp. 9:10).
Por lo tanto, el Paraíso no
sólo es "restaurado"; es consumado, y traídas a completa
fructificación y completo cumplimiento todas y cada una de sus implicaciones.
La palabra Árbol es xulon,
a menudo usada con referencia a la cruz (comp. 5:30; 10:39; 13:29; 1 Ped.
2:24); en realidad, es probable que Cristo fuese crucificado sobre un árbol
vivo, como dan a entender sus palabras en Lucas 23:31: "Porque si en el
árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no
se hará?" Pablo vio la crucifixión de Cristo como el cumplimiento
de la maldición del Antiguo Testamento sobre el que es colgado en
un árbol (Gál. 3:13; comp. Deut. 21:23; Josué 10:26-27).
3
San Ireneo vio la cruz como el árbol de la vida, contrastándolo
con el árbol del conocimiento del bien y del mal, por medio del
cual cayó el hombre: Jesucristo "anuló el acta de los decretos
que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola
de en medio y clavándola en la cruz [Col. 2:14]; de manera que,
del mismo modo que por medio de un árbol fuimos hechos deudores
de Dios, así también por medio de un árbol podemos
obtener remisión de nuestra deuda". 4
La imagen fue adoptada rápidamente en el simbolismo de la Iglesia
primitiva: "El arte de la Iglesia primitiva indica una estrecha relación
entre el árbol de la vida y la cruz. La cruz de Cristo, el madero
de sufrimiento y muerte, es para los cristianos un árbol de vida.
Por eso, en las pinturas de tumbas del siglo segundo se le representa por
primera vez como el símbolo de la victoria sobre la muerte. Y recurre
una y otra vez. La idea de que el tronco viviente de la cruz lleva ramitas
y hojas es un motivo común en la antigüedad cristiana". 5
Como en la visión de Ezequiel
(Eze. 47:12), el árbol de vida es continuamente productivo, llevando
doce
frutos, dando cada mes su fruto en un interminable suministro de vida
para los vencedores (2:7), aquéllos que hacen sus mandamientos (22:14).
Juan continúa aclarando que el poder del árbol de Cristo
transformará al mundo entero: Las hojas del árbol eran para
la sanidad de las naciones. Nuevamente, Juan no concibe esto como una bendición
reservada sólo para la eternidad, aunque sus efectos continúan
por la eternidad. El árbol de vida sustenta a los creyentes ahora,
al participar ellos de Cristo:
De cierto, de cierto os
digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte
a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando
los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren,
vivirán. (Juan 5:24-25)
Del mismo modo, Juan espera que las
virtudes curativas de la cruz den vida a las naciones como tales, en el
mundo; las naciones, él nos ha dicho, están compuestas de
"aquéllos cuyos nombres están inscritos en el libro de la
vida del Cordero", pues las naciones como tales son admitidas a la Santa
Ciudad (21:24-27). El río de vida está fluyendo ahora (Juan
4:14; 7:37-39), y continuará fluyendo en un siempre creciente río
de bendiciones para la tierra, sanando a las naciones, y poniendo fin a
la anarquía y la guerra (Zac. 14:8-11); comp. Miq. 4:1-4). Esta
visión del futuro glorioso de la Iglesia, un futuro terrenal y celestial,
repara la tela que fue rota en Génesis. En Apocalipsis, vemos al
Hombre redimido, traído de vuelta al monte, sustentado por el río
y el árbol de vida, recuperando su perdido dominio y gobernando
como rey-sacerdote sobre la tierra. Este es nuestro privilegio y nuestra
herencia ahora, definitiva y progresivamente, en esta era; y será
nuestra plenamente en la edad por venir.
3-4 Por eso, ya no habrá
más maldición, en cumplimiento de las antiguas promesas:
Así ha dicho Jehová
el Señor: El día que os limpie de todas vuestras iniquidades,
haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas
serán reedificadas. Y la tierra asolada será labrada, en
lugar de haber permanecido asolada a ojos de todos los que pasaron. Y dirán:
Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén;
y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están
fortificadas y habitadas. Y las naciones que queden en vuestros alrededores
sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado, y planté
lo que estaba desolado; yo Jehová he hablado, y lo haré.
(Eze. 36:33-36).
El trono de Dios y del Cordero estará
en la Santa Ciudad, como Juan da a entender en 21:3, 11, 22-23. Es notable
que los ciudadanos sean llamados sus siervos - una expresión que
se usa principalmente para describir a los profetas (comp. 1:1; 10:7; 11:18;
15:3; 19:2, 5 [comp. 18:24]; 22:6, 9). Como hemos visto, este ha sido un
tema significativo en Apocalipsis, el cumplimiento de la esperanza de comunión
con Dios en el Antiguo Testamento: Todos los del pueblo del Señor
son profetas, porque el Señor ha puesto de su Espíritu en
ellos (Núm. 11:29). Por lo tanto, ellos verán su rostro,
y su nombre estará en sus frentes. Kline comenta: "Tras las imágenes
de Apocalipsis 22:4 están las figuras de Moisés y Aarón.
Aarón llevaba en la frente el nombre del Señor inscrito en
la corona al frente de la mitra sacerdotal. El rostro mismo de Moisés
fue transformado en una imagen refleja del Rostro de Gloria, el Nombre
de la Presencia de Dios, cuando Dios le habló 'cara a cara' (Núm.
12:8) desde la Nube de Gloria. Como el Nombre y la Gloria son designaciones
parecidas de la presencia de Dios en la nube teofánica, así
también tanto el nombre como la gloria describen la imagen refleja
de Dios. Decir que los vencedores en la Nueva Jerusalén llevan el
nombre de Cristo en sus frentes es decir que ellos reflejan la gloria de
Cristo, lo cual es decir que llevan la imagen del Cristo glorificado".
6
Por eso, dice Pablo, todos los santos ahora ven Su rostro: "Por tanto,
nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:18). Y, porque
todos los santos son sacerdotes (Apoc. 1:6; 20:6), llevamos su nombre en
nuestras frentes (2:12; 7:3; 14:1), sirviéndole en su templo (7:15).
5 Como nos dijo Juan en 21:22-25,
dentro de los muros de la Santa Ciudad ya no habrá más noche;
y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque
Dios el Señor los iluminará. En nuestro estudio de "los nuevos
cielos y la nueva tierra" en el Capítulo 21, tomamos nota de cómo
Pedro instaba a las iglesias a llevar una vida santa en vista de la era
de justicia que se aproximaba y que habría de ser introducida a
la caída del antiguo pacto con la destrucción de del templo
(2 Ped. 3:1-14). De manera similar, Pablo exhortaba a los cristianos de
Roma a vivir piadosamente en vista de la inminente alborada del día:
Y esto, conociendo el tiempo,
que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está
más cerca nuestra salvación que cuando creímos. La
noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues,
las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz. (Rom.
13:11-12).
De manera muy parecida, escribió
a los tesalonicenses, arguyendo que sus vidas debían caracterizarse
por el día que se acercaba, más bien que por la noche que
desaparecía:
Porque vosotros sabéis
perfectamente que el día del Señor vendrá así
como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces
vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores
a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis
en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.
Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos
de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás,
sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen,
y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos
del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza
de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque
no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por
medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tes. 5:2-9).
La era del antiguo pacto era el tiempo
de la oscura noche del mundo; con el advenimiento de Jesucristo ha llegado
la era de la luz, el gran día del Señor, establecido a su
ascensión y su plena inauguración del Nuevo Pacto:
Levántate, resplandece;
porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre tí.
Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad
las naciones; mas sobre tí amanecerá Jehová, y sobre
tí será vista su gloria. Y andarán las naciones a
tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. (Isa. 60:1-3)
Porque he aquí, viene el
día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que
hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los
abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les
dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis
mi nombre, nacerá el sol de justicia, y en sus alas traerá
salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de
la manada. (Mal. 4:1-2)
Bendito el Señor Dios de
Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo ... Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la
aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
para encaminar nuestros pies por camino de paz. (Lucas 1:68, 78-79).
En él estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y
las tineblas no prevalecieron contra ella. (Juan 1:4-5)
Otra vez Jesús les habló,
diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12).
En los cuales el dios de este siglo
cegó el entendimiento de los incrédulos, para que nos les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la
imagen de Dios ... Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese
la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación
del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2 Cor.
4:4, 6).
Con gozo dando gracias al Padre
que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al
reino de su amado Hijo. (Col. 1:12-13).
Mantengamos firme, sin fluctuar,
la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las
buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre,
sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel se
acerca. (Heb. 10:23-25).
Tenemos también la palabra
profética más segura, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día
esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.
(2 Ped. 1:19).
Debemos recordar nuevamente que, en
la Escritura, la era del Nuevo Pacto está considerada definitiva
y progresivamente como una era de luz, en contraste con la relativa oscuridad
de los tiempos pre-mesiánicos. En un sentido absoluto y último,
la luz vendrá sólo al fin del mundo, a la segunda venida
de Cristo. Pero, como los apóstoles contemplaban el fin de la era
del antiguo pacto, durante el cual las naciones fueron esclavizadas por
los demonios, hablaban de la inminente aurora como una era de justicia,
cuando el poder del evangelio arrasaría la tierra, haciendo añicos
la idolatría e inundando las naciones con la luz de la gracia de
Dios. Hablando relativamente, la historia entera del mundo, desde la caída
de Adán hasta la ascensión de Cristo, fue noche; hablando
relativamente, el futuro entero del mundo es día brillante. Esto
sigue el patrón establecido en la creación, en el cual los
cielos y la tierra se mueven escatológicamente de la tarde a la
mañana, siendo sucedida la luz menor por la luz mayor, yendo de
gloria en gloria (Gén. 1:5, 8, 13, 19, 23, 31): Ahora, nos dice
Juan, Jesucristo ha aparecido, y "viene pronto", como la brillante Estrella
de la Mañana (v. 16).
En su comentario final sobre la
restauración del paraíso, Juan nos dice que el real sacerdocio
reinará,
no sólo durante un "milenio", sino por los siglos de los siglos:
"El reino de los mil años (20:4-6) no es sino el principio de una
vida real y una felicidad que han de continuar por todas las edades por
venir. Y así, el reino de los santos del Altísimo será
más verdaderamente, como escribió Daniel, 'un reino eterno'
(Dan. 7:27). Esta es la 'vida eterna' de Mateo 25:46, del mismo modo que
la segunda muerte, el lago de fuego, es el 'castigo eterno' al cual van
los 'malditos'".7
Amonestaciones y bendiciones
finales (22:6-21)
6 Y me dijo: Estas palabras
son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus
de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para
mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
7 ¡He aquí, vengo
pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía
de este libro.
8 Yo Juan soy el que oyó
y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me
postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas
cosas.
9 Pero él me dijo: Mira,
no lo hagas; porque soy consiervo contigo, de tus hermanos los profetas,
y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
10 Y me dijo: No selles las palabras
de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 El que es injusto, sea injusto
todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que
es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese
todavía.
12 He aquí yo vengo pronto,
y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según
sea su obra.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin, el primero y el último.
14 Bienaventurados los que guardan
sus mandamientos, para tener derecho al árbol de la vida, y para
entrar por las puertas de la ciudad.
15 Mas los perros estarán
fuera, y los hechiceros, y los fornicarios, los homicidas, los idólatras,
y todo aquel que ama y hace mentira.
16 Yo Jesús he envido mi
ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy
la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la
mañana.
17 Y el Espíritu y la Esposa
dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
18 Yo testifico a todo aquél
que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere
a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están
escritas en este libro.
19 Y si alguno quitare de las palabras
del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro
de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas
en este libro.
20 El que da testimonio de estas
cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor
Jesús.
21 La gracia de nuestro Señor
Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
6-7 La sección final del apóstol
repasa y resume los mensajes centrales del libro. De modo apropiado, el
guía angélico de Juan comienza testificando que estas palabras
son fieles y verdaderas, en armonía con el carácter de su
Autor (1:5; 3:14; 19:11; comp. 19:9; 21.5); no pueden dejar de cumplirse.
Y
el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado
su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder
pronto. La palabra espíritus aquí posiblemente se refiere
a los "siete espíritus" (comp. 1:4; 4:5), es decir, el Espíritu
Santo en su múltiple operación por medio de los profetas
(comp. 19:10: "el espíritu de la profecía"), pero también
es posible entender la expresión en el sentido de 1Corintios 14:32
- el espíritu de cada profeta en parrticular. En todo caso, Juan
ha subrayado repetidamente a través de su profecía que "todos
los del pueblo de Dios son profetas" en esta era, habiendo ascendido con
Cristo a la cámara del concilio celestial. La función del
libro de Apocalipsis es la de un "memorándum" oficial para todos
los miembros del Concilio, diciéndoles lo que necesitan saber en
relación con los acontecimientos inminentes. El mensaje consistente
del libro entero es el de que las cosas de las cuales habla - la terminación
final del Antiguo Pacto y el firme establecimiento del Nuevo - están
a punto de cumplirse, y que están irrevocablemente destinadas a
tener lugar en breve plazo.
Hablando en nombre de Cristo, el
ángel repite el tema de la profecía, subrayando su inmediatez:
¡He aquí, vengo pronto! (comp. 1:7; 2:5, 16; 3:11; 16:15);
en realidad, la palabra vengo (erchomai) se usa siete veces sólo
en el Capítulo 22: "La frecuencia de la certeza que ahora
tenemos delante muestra con cuánta seriedad fue hecha". 8
Nuestro estudio del Nuevo Testamento se desviaría drásticamente
si dejáramos de tomar en cuenta la expectativa apostólica
de una inminente venida de Cristo (no la segunda venida) que destruiría
a "esta generación" de Israel y establecería plenamente la
Iglesia del Nuevo Pacto. Este mensaje no debía ser tomado a la ligera,
y hay una amonestación implícita en la sexta bienaventuranza
de Apocalipsis, una promesa que se hace eco de la primera (1:3): Bienaventurados
los que guardan las palabras de la profecía de este libro.
Nuevamente, Juan hace énfasis en la respuesta ética de su
auditorio a las verdades que han oído. Les ha dado mandamientos
que deben obedecer (comp. v. 14), no sólo explícita, sino
implícitamente: Ha revelado la actividad del cielo como modelo para
la vida en la tierra (comp. Mat. 6:10).
8-9 Juan enfatiza que él,
el apóstol, es el que oyó y vio estas cosas (comp. su lenguaje
similar en 1 Juan 1:1-3; 4:14). Y después que las hube oído
y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me
mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque
yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan
las palabras de este libro. Adora a Dios. Como en 19:10, es la declaración
angélica de una bienaventuranza lo que hace que Juan se postre en
reverencia delante del mensajero. Como vimos en aquel pasaje, Juan no estaba
ofreciendo adoración divina al ángel, sino más bien
honor a un superior. Aún así, en la era del Nuevo Pacto,
eso ya no es apropiado. La superioridad angélica sobre el hombre
sólo tenía el propósito de ser temporal, un expediente
después de que Adán perdió su responsabilidad como
guardián del santuario (Gén. 2:15; 3:24). Ahora que Cristo
ha ascendido al trono, los de su pueblo son santos, y tienen acceso al
santuario como consejeros y confidentes de Dios; en realidad, dice Pablo,
los santos están destinados a juzgar, no sólo al mundo, sino
a los ángeles también (1 Cor. 6:1-3). El ángel, aunque
exaltado y poderoso, no es más que un consiervo del apóstol
y de sus hermanos los profetas - los otros miembros de la Iglesia cristiana,
todos
los que guardan las palabras de este libro. El creyente es miembro
de este concilio celestial, y puede adorar a Dios cara a cara (comp. v.
4). Nuevamente, esto muestra que las bendiciones enumeradas en estos capítulos
finales no están reservadas para la consumación solamente,
sino que ya han sido otorgadas al pueblo de Dios; de lo contrario, el ángel
habría aceptado el acto de reverencia de Juan. Tenemos acceso directo
al trono de Dios.
Que este incidente tuvo que ser
repetido casi palabra por palabra demuestra tanto la centralidad de esta
preocupación por el apóstol como cuán difícil
es que nosotros lo aprendamos. Puede muy bien decirse que la enseñanza
más importante del libro de Apocalipsis es que Jesucristo ha ascendido
al trono; y la segunda lección más importante es que nosotros
hemos ascendido al cielo con Él.
10 Y me dijo: No selles las palabras
de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
Nuevamente, el ángel subraya la inminencia del cumplimiento de la
profecía. Por esta razón, a Juan se le prohibe sellar las
palabras del libro. Ya hemos tenido ocasión (véase el comentario
sobre 10:4) de contrastar esto con la orden a Daniel: "Cierra las palabras
y sella el libro hasta el tiempo del fin" (Dan. 12:4). Porque su profecía
hablaba del futuro distante, a Daniel se le ordenó sellarla; porque
la profecía de Juan se refiere al futuro inminente, se le ordena
que no la selle. "En realidad, estos son los mismos días para los
cuales escribió Daniel, y Juan ha sido inspirado para 'desellarlo'".
9
11 El que es injusto, sea injusto
todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que
es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese
todavía. La gran batalla del siglo primero estaba alcanzando
su clímax, y el ángel llama a diferenciar los justos de los
malvados, a alcanzar la "conciencia epistemológica" por medio de
respuestas diferentes a la gracia de Dios; 10
constituye una oración "para que el mundo pueda salir en blanco
y negro, y pueda estar maduro para el juicio". 11
La conciencia del yo en ambos lados de la prueba es siempre un preludio
para el juicio (comp. Eze. 3:27: "El que oye, oiga; y el que no quiera
oir, no oiga").
12-13 El Señor promete nuevamente
la inminencia de su juicio venidero sobre Israel y la liberación
de su Iglesia: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo,
para recompensar a cada uno según su obra (comp. 2:23; 20:12-13).
Cristo ha prometido que esto sería el resultado de su venida a su
reino en el siglo primero (Mat. 16:27-28). Confirmando la promesa con un
juramento, jura por sí mismo como Señor de la historia, y
soberano Controlador de todas las cosas: Yo soy el Alfa y la Omega, el
Primero y el Último, el Principio y el Fin.
14 Cristo sigue hablando por medio
del ángel, y pronuncia la séptima bienaventuranza de Apocalipsis:
Bienaventurados los que hacen sus mandamientos, enfatizando el pretérito
el constante deber de la obediencia. Dios requiere, no sólo una
profesión de fe que se hace una sola vez, sino una continua vida
de arrepentimiento y de confesar a Cristo. La obediencia caracteriza a
los redimidos, como declara Juan en alguna otra parte:
Y en esto sabemos que nosotros
le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco,
y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente
el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.
El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
(1 Juan 2:3-6).
Sólo éstos tienen derecho
al árbol de la vida (prometido a los que vencen en 2:7) y pueden
entrar por las puertas de la ciudad (prometido a los que vencen en 3:12).
Nuevamente, debemos observar que las naciones de la tierra entrarán
en la ciudad (21:24-26), lo que significa que las naciones y sus gobernantes
se caracterizarán por la justicia, por la fe de los vencedores que
todo lo conquista.
15 Cristo proporciona otra lista
(comp. 21:8), séptuple esta vez, de los que están excluídos
de las bendiciones, desterrados fuera de la ciudad, y lanzados al gehenna
(Isa. 66:24; Mar. 9:43-48). Primero se mencionan los perros, los carroñeros
que son considerados con disgusto y repugnancia a través de la Biblia
(comp. Prov. 26:11). En Deuteronomio 23:18, los sodomitas son llamados
"perros", 12 y Cristo
comparaba los perros con las naciones inmundas (Mar. 7:26-28). Pablo aplica
el término, en lo que debe haber sido una desagradable referencia,
a la falsa circuncisión, los judíos que habían
traicionado el pacto al rechazar a Cristo (Fil 3:2) y por eso se unieron
a los paganos y a los pervertidos. Esa es probablemente la referencia aquí
(comp. 2:9; 3:9). Dios no da lo que es santo a los perros (Mat. 7:6). Las
otras categorías mencionadas en este versículo, los hechiceros,
los fornicarios, los homicidas y los idólatras, y todo aquél
que ama y hace mentira, se mencionan también en 21:8, 27. Los
cristianos han renunciado a todas estas acciones impías por medio
de su bautismo a novedad de vida.
16 Yo Jesús he enviado
mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias;
la palabra daros es plural, queriendo decir que el Señor se dirige
directamente al auditorio de Juan; y que el mensaje es para las iglesias
en general ("todos los santos", v. 21). Cristo repite la lección
de 5:5, de que Él es quien trae el Nuevo Pacto, la "Garantía
de la Humanidad", por medio de los cuales serán bendecidas todas
las naciones: Yo soy la raíz y el linaje de David, tanto la fuente
como la culminación de la línea davídica. Hengstenberg
comenta: "Porque Jesús es la raíz, él es también
la raza de David. Sólo en él se preserva la raza;
mientras que, de lo contrario, la raza se habría desvanecido sin
dejar rastro. La raza de David es más que su descendencia; indica
que la raza de David debería haber dejado de existir, excepto por
Cristo. La raza de David se trae a colación aquí con respecto
a la inconquistable fortaleza y el eterno dominio que le ha sido prometido
por Dios (comp. Luc. 1:32-33). Lo que él testifica, en lo cual culmina
la gloriosa raza de David, seguramente se cumplirá". 13
En Números 24:17, Balaam
profetiza de Cristo bajo los símbolos de una estrella y de un cetro;
el cetro de Cristo se le promete al vencedor en Tiatira (2:26-27), en alusión
a Salmos 2:8-9; entonces, al continuar la promesa al vencedor, Cristo se
ofrece a sí mismo como la Estrella de la Mañana (2:28), y
esa promesa se repite aquí, en parte para complementar la promesa
de luz en el versículo 5, y en parte para mantener la armonía
con otras conexiones que este pasaje comparte con las cartas tanto a Pérgamo
(la mención de idolatría y la alusión a Balaam) como
a Tiatira (la mención de la hechicería y la fornicación).
17 Y el Espíritu y la
Esposa dicen: Ven. Esta es una oración a Jesús, el Espíritu
que inspira a la Esposa a llamarle (comp. Cant. 8:14): "Apresúrate,
amado mío") para que venga en salvación y en juicio, tan
pronto los cuatro seres vivientes llamaron a los cuatro jinetes (6:1, 3,
5, 7). La respuesta litúrgica se enuncia entonces: Y el que oye
diga: Ven. Finalmente, la expresión se invierte (comp. 3:20-21,
donde Cristo primero pide cenar con nosotros, luego nos invita a sentarnos
con él), porque la certeza para nosotros de la venida de Cristo
en salvación nos permite ir a Él para recibir el agua de
la vida: Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de
la vida gratuitamente. La expresión gratuitamente es
dorean,
que significa como un regalo, usada por Cristo en una referencia
particularmente expresiva: "Sin causa me aborrecieron" (Juan
15:25). Nuestra salvación es gratuita, "sin causa" por lo que concierne
a nuestros propios méritos; su origen y razón están
enteramente en Él, y no en nosotros en absoluto. Somos "justificados
gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús"
(Rom. 3:24).
18-19 Ahora Jesús pronuncia
las que muchos consideran las más solemnes y aterradoras palabras
de toda la profecía: Yo testifico a todo aquél que oye
las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere
a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están
escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de
esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida,
y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro
(comp. Deut. 4:2; 12:32; 20:20). 14
Rushdoony comenta: "En un sentido muy real, el Apocalipsis incluye la Escritura.
Habla deliberadamente como la última palabra. En Deuteronomio 4:2,
Moisés declaró: 'No añadiréis a la palabra
que yo os mando, ni disminuiréis de ella ... ' Otros habrían
de añadir palabras, pero la revelación sería una palabra
inmutable. Ahora, con la conclusión de la Escritura, añadir
o quitar palabras quedaba prohibido; ya no se pueden añadir palabras.
El tímido paralelo y la alteración son demasiado obvios para
ser accidentales. Se han dado las últimas palabras de la inmutable
palabra". 15
20-21 El que da testimonio de
estas cosas, el Testigo fiel y verdadero, dice: Ciertamente vengo
en breve. En esta liturgia final, la Iglesia responde: Amén;
sí, ven, Señor Jesús. La Iglesia pide juicio;
específicamente le pide al Señor que venga (Maranata),
trayendo anatema sobre todos sus enemigos (1 Cor. 16:22), pero con
gracia para todos los santos. Como vimos en nuestro comentario sobre 3:14,
la conocida palabra Amén es un juramento, es invocar sobre nosotros
mismos las maldiciones del pacto, y un solemne reconocimiento de que nosotros
no tendríamos ninguna gracia en absoluto si no fuera por el hecho
de que Jesucristo es nuestro "Amén" que soportó la maldición
por nosotros. Por lo tanto, como exhortó San Ambrosio: "Lo que la
boca habla, que la mente lo confiese; lo que la lengua pronuncia, que lo
sienta el corazón". 16
Notas:
1. Véase de M. D. Goulder, "The Apocalypse as an Annual Cycle
of Prophecies", New Testament Studies 27, No. 3 (April 1981), pp. 342-67.
2. Sobre el simbolismo asociado con el Mar Muerto (el sitio de Sodoma
y Gomorra), véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical
Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 52s.
Para otra ilustración de la diferencia entre la gracia 'estática'
del Antiguo Pacto y la gracia 'dinámica' del Nuevo Pacto, compárese
Hag. 2:10-14 con Marcos 5:25-34.
3. La palabra cruz (stauros) puede referirse o al árbol
mismo (considerado como instrumento de ejecución) a al patibulum,
(el travesaño superior al cual fueron clavadas las manos de Jesús,
y que luego fue clavado al árbol). Para una discusión del
tema entero, véase de Ernest L. Martin, The Place of Christ´s
Crucifixion: Its Discovery and Significance (Pasadena, CA: Foundation
for Biblical Research, 1984), pp. 75-82.
4. St. Irenaeus, Against Heresies, v.xvii.3.
5. Johannes Schneider, en la obra de Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich,
eds., Theological Diccionary of the New Testament, 10 vols., trad.,
Geoffrey W. Bromily (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co.,
1964-76), Vol. 5, pp. 40-41.
6. Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker
Book House, 1980), pp. 54s.
7. Milton Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable
Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York:
Eaton and Mains, 1898), p. 471.
8. Moses Stuart, Commentary on the Apocalypse, 2 vols. (Andover:
Allen, Morrill, and Wardwell, 1845), Vol. 2, p. 390.
9. Austin Farrer, The Revelation of John the Divine (Oxford:
At the Clarendon Press, 1964), p. 255.
10. Véase de Gary North, "Common Grace. Eschatology, and Biblical
Law", Appendix C (abajo).
11. Farrer, p. 255.
12. Véase de Rousas John Rushdoony, The Institutes of Biblical
Law (Nutley, NJ: The Craig Press, 1973), pp. 89s.
13. E. W. Hengstenberg, The Revelation of St. John, 2 vols.,
trad. Patrick Fairbairn (Cherry Hill, NJ: Mack Publishing Co., n. d.),
Vol. 2, p. 373.
14. Parece de lo más extraño que, de entre todos los lugares,
estos dos versículos deban tener lecturas variantes en absoluto;
pero, en realidad, hay, no uno, sino ¡por lo menos trece puntos
separados en disputa! Véase de Zane C. Hodges y Arthur L. Farstad,
eds., The Greek New Testament According to the Majority Text (Nashville:
Thomas Nelson Publishers, 1982).
15. Rousas John Rushdoony, Thy Kingdom Come: Studies in Daniel and
Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), p. 225. Cursiva
añadida.
16. St. Ambrose, On the Mysteries, 54.