DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Tres
6
EN EL CAMINO DEL
CABALLO BLANCO
Juan nos trae ahora a la apertura de los siete sellos
del libro (seis de los sellos son abiertos en el capítulo 6; el
séptimo es abierto en 8:1, y está conectado a las siete trompetas).
Hemos visto que el Libro representa el documento-tratado del Nuevo Pacto,
la apertura del cual resultará en la destrucción del Israel
apóstata (véase el comentario sobre 5:1-4). Entonces, ¿qué
representa la apertura de los sellos? Algunos han creído que esto
significa una lectura cronológica a través del libro, y que
los sucesos presentados están en un orden directo, histórico.
Esto es improbable por dos razones. Primero, los sellos parecen estar en
el borde exterior del libro (que está en forma de rollo):
no se puede comenzar realmente a leer el libro sino hasta que los sellos
se abran. El séptimo sello, que consiste en un llamado a la acción
haciendo sonar las siete trompetas, en realidad abre el libro para que
podamos leer su contenido.
Segundo, una lectura cuidadosa de los sucesos mostrados
por cada sello revela que no están listados en orden cronológico.
Por ejemplo, en el quinto sello - después de los estragos causados
por los cuatro jinetes - a los mártires que piden un juicio se les
dice que esperen. Pero en el sexto sello el juicio es derramado inmediatamente,
siendo la creación entera sacudida hasta los cimientos. Y sin embargo,
después de todo esto, Dios ordena a sus ángeles que detengan
el juicio hasta que los siervos de Dios estén protegidos (7:3).
Obviamente, el propósito de los sellos no es representar una
cronología progresiva. Es más probable que revelen las ideas
principales del contenido del libro, los temas principales de los juicios
que vinieron sobre Israel durante los últimos días, desde
el año 30 D. C. hasta el año 70 D. C.
R. H. Charles señaló la estrecha similitud
estructural entre los seis sellos de este capítulo y los sucesos
del así llamado Pequeño Apocalipsis registrado en
los evangelios sinópticos. Como lo demuestra su bosquejo (que aparece
adaptado más abajo), "presentan virtualmente el mismo material".
1
Apocalipsis 6
1. Guerra (v. 1-2)
2. Conflictos internacionales (v. 3-4)
3. Hambrunas (v. 5-6)
4. Pestilencias (v. 7-8)
5. Persecución (v. 9-11)
6. Terremoto; descreación (v. 12-17)
Mateo 24
1. Guerras (v. 6)
2. Conflictos internacionales (v. 7a)
3. Hambruna (v. 7b)
4. Terremotos ( v. 7c)
5. Persecuciones (v. 9-13)
6. Descreación (v. 15-31)
Marcos 13
1. Guerras (v. 7)
2. Conflictos internacionales (v. 8a)
3. Terremotos (v. 8b)
4. Hambruna (v. 8c)
5. Persecuciones (v. 9-13)
6. Descreación (v. 14-27)
Lucas 21
1. Guerras (v. 9)
2. Conflictos internacionales (v. 10)
3. Terremotos (v. 11a)
4. Plagas y hambrunas (v. 11b)
5. Persecución (v. 12-19)
6. Descreación (v. 20-27)
Esto revela mucha perspicacia por parte de Charles, y por
parte de muchos comentaristas que han seguido sus pasos. Lo que asombra
es que dejaran de ver el propósito de Juan al presentar "el mismo
material" que los escritores sinópticos: profetizar los sucesos
que conducirían a la destrucción de Jerusalén. Aunque
todos admiten en seguida que el Pequeño Apocalipsis
es una profecía contra Israel (véase Mat. 23:29-39; 24:1-2,
15-16, 34; Mar. 13:2, 14, 30; Luc. 21:5-6, 20-24, 32), pocos parecen poder
ver la conexión obvia: ¡El Gran Apocalipsis es también
una profecía contra Israel!
Los cuatro jinetes (6:1-8)
1 Vi cuando el Cordero abrió uno de los
sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con
voz de trueno: Ven y mira.
2 Y miré, y he aquí un caballo blanco;
y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió
venciendo, y para vencer.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al
segundo ser viviente, que decía: Ven y mira.
4 Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba
le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos
a otros; y se le dio una gran espada.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer
ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí
un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres
vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis
libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz
del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.
8 Miré, y he aquí un caballo amarillo,
y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía;
y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con
espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
El pasaje central del Antiguo Testamento detrás de
las imágenes de los "cuatro jinetes del Apocalipsis" es Zacarías
6:1-7, que describe los cuatro vientos como carruajes de Dios conducidos
por sus agentes, que van y vienen patrullando la tierra. Siguiendo e imitando
la acción del Espíritu (véase 5:6), ellos son los
medios de que se vale Dios para controlar la historia (véase más
abajo, en 7:1, en que los cuatro vientos se identifican con, y son controlados
por, ángeles; comp. también Sal. 18:10, donde las "alas del
viento" están conectadas con "querubes"). El simbolismo bíblico
ve la tierra (especialmente la tierra de Israel) como el altar de cuatro
cuernos de Dios, y así a menudo representa juicios amplios, nacionales,
de manera cuádruple. Por lo tanto, los jinetes nos muestran los
medios con los cuales Dios controla y trae juicios sobre la desobedicnte
nación de Israel.
Son útiles los comentarios de Milton Terry: "La
verdadera interpretación de estos primeros cuatro sellos es la que
los reconoce como una representación simbólica de las 'guerras,
hambrunas, pestilencias, y terremotos' que Jesús declaró
serían 'principio de dolores' en la desolación de Jerusalén
(Mat. 24:6-7; Luc. 21:10-11, 20). El intento de identificar cada figura
separada con un suceso específico está errada tanto en cuanto
al espíritu como en cuanto al método del simbolismo apocalíptico.
El objetivo es dar un cuádruple e impresionantísmo cuadro
de aquella terrible guerra contra Jerusalén que estaba destinada
a vengar la justa sangre de profetas y apóstoles (Mat. 23:35-37),
y ocasionar una 'gran tribulación' como nunca antes había
ocurrido (Mat. 24:21). Como los cuatro sucesivos pero estrechamente relacionados
enjambres de langostas de Joel 1:4; como los cuatro jinetes sobre caballos
de diferentes colores en Zacarías 1:8, 18, y como los cuatro carruajes
tirados por otros tantos caballos de colores en Zacarías 6:1-8,
estos cuatro dolorosos juicios de Jehová ocurren, en obediencia
a la orden de los cuatro seres vivientes que están al lado del trono,
para ejecutar la voluntad de Aquél que declaró que los 'escribas,
fariseos, e hipócritas' de su tiempo eran 'víboras, e hijos
de víboras', y les aseguró que 'todas estas cosas sobrevendrán
a esta generación' (Mat. 23:33, 36). Los escritos de Josefo muestran
abundantemente cuán terriblemente se cumplieron todas estas cosas
en la sangrienta guerra de Roma contra Jerusalén". 2
Tan importante como Zacarías en el segundo plano
de este pasaje es la oración de Habacuc (Hab. 3), la lectura tradicional
en la sinagoga para el segundo día de Pentecostés
3, en la cual el profeta relata una visión
de Dios viniendo en juicio, brillante como el sol, fulgurante como el relámpago
(Hab. 3:3-4; comp. Apoc. 1:16; 4:5), trayendo mortandad y plagas (Hab.
3:5; Apoc. 6:8), desmenuzando las montañas y derrumbando los montes
(Hab. 3:6, 10; Apoc. 6:14), cabalgando sobre jinetes contra sus enemigos
(Hab. 3:8, 15; Apoc. 6:2, 4-5, 8), armado con un arco (Hab. 3:9, 11; Apoc.
6:2), extinguiendo el sol y la luna (Hab. 3:11; Apoc. 6:12-13), y hollando
la naciones en su furia (Hab. 3:12; Apoc. 6:15). Habacuc interpreta claramente
estas imágenes como una profecía de la invasión militar
de Judá por los caldeos, los instrumentos paganos de la divina ira
de Dios (Hab. 3:16; comp. 1:5-17). Bajo imágenes similares, Juan
presenta la destrucción de Israel a manos de los ejércitos
invasores de Edom y Roma.
1-2 Como los mensajes, las visiones del libro comienzan
con Cristo sosteniendo en su mano un racimo de siete. Al abrir el Cordero
cada uno de los primeros cuatro sellos, Juan oye a uno de los cuatro seres
vivientes decir con voz de trueno: ¡Ven! Esto no es una instrucción
para que Juan "venga y vea". 4
Es más bien que cada uno de los seres vivientes llama a uno de los
cuatro jinetes. Por decirlo así, los cuatro rincones de la tierra,
de pie alrededor del altar, están clamando que vengan los justos
juicios de Dios y destruyan a los impíos y traigan el Anathema,
tal
como el clamor característico de la iglesia pidiendo juicio y salvación
era: ¡Maranatha! ¡Oh, Señor!
¡Ven!5
Al hacer su llamado el primer ser viviente, Juan ve un
caballo blanco, armado su jinete para el combate, llevando un arco. El
jinete ya es vencedor, pues se le dio una corona (por lo general,
Juan usa la forma pasiva impersonal a través de la profecía
para indicar que algo es hecho por Dios; comp. 6:2, 4, 8, 11; 7:2, 4; 8:2,
3, etc.). Siendo ya vencedor, el jinete continúa cabalgando a obtener
más victorias: Salió conquistando y a conquistar. Asombrosamente,
la trillada interpretación dispensacionalista afirma que este jinete
del caballo blanco es el Anticristo. 6
Mostrando dónde miente su fe, Hal Lindsey echa el resto y declara
que el Anticristo es "la única persona que podría llevar
a cabo todas estas hazañas". 7
Pero hay varios puntos acerca de este jinete que demuestran
concluyentemente que no puede ser otro que el Señor Jesucristo.
Primero, cabalga sobre un caballo blanco, como lo hace Jesús en
19:11-16. Segundo, lleva un arco. Como hemos visto, el pasaje de Habacuc
que forma la base para Apocalipsis 6 muestra al Señor como el Rey-Guerrero
que lleva un arco (Hab. 3:9-11). Juan apela también aquí
a Salmos 45, una de lass grandes profecías de la victoria de Cristo
sobre sus enemigos, en la cual el salmista le llama gozosamente al salir
Él venciendo y a vencer:
Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente,
con tu gloria y con tu majestad.
En tu gloria sé prosperado;
Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,
Y tu diestra te enseñará cosas terribles.
Tus saetas agudas,
Con que caerán pueblos debajo de tí,
Penetrarán en el corazón de los enemigos
del rey.
(Sal. 45:3-5)
En este punto, deberíamos hacer una pregunta bastante
obvia, tan obvia que estamos propensos a pasarla por alto por completo:
¿Dónde
obtuvo Cristo el arco? La respuesta (como suele suceder) comienza en
Génesis. Cuando Dios hizo el pacto con Noé, declaró
que ya no estaba en guerra contra la tierra, a causa del "olor grato" del
sacrificio (Gén. 8:20-21); y como evidencia de esto, destensó
su arco y lo puso "en las nubes" para que todos lo viesen (Gén.
9:13-17). Más tarde, cuando Ezequiel fue "arrebatado" a la sala
del trono en la cúspide de la Nube de Gloria, vio el arco colgando
sobre el trono (Eze. 1:26-28), y estaba todavía allí cuando
Juan ascendió al cielo (Apoc. 4:3). Pero cuando el Cordero se adelantó
a recibir el libro de la mano de su Padre, también estiró
su mano y bajó el arco, para usarlo en juicio contra los apóstatas
de Israel. Para los que "pecan voluntariamente después de haber
recibido
el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de
fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés,
por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto
mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo
de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado,
e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo:
Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor.
Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda
cosa es caer en manos del Dios vivo!" (Heb. 10:26-31). Era, pues, necesario
que el primer jinete fuera visto llevando el arco de la venganza de Dios,
para significar el desatamiento de la maldición sobre la tierra
de Israel; para estos apóstatas, el pacto con Noé está
desecho.
Basándose en lo que ya hemos visto, los primeros
lectores de Juan habrían entendido inmediatamente su referencia
a este jinete con el arco como que aludía a Jesucristo. Pero, tercero,
está el hecho de que al jinete se le da una corona, y esto también
concuerda con lo que sabemos sobre Cristo en Apocalipsis (14:14; 19:11-13).
8
Sin embargo, el cuarto y quinto puntos deberían asegurar por completo
esta interpretación: el jinete sale venciendo. 9
Esta es la misma palabra en griego que se usó en las cartas a las
siete iglesias para vencer o conquistar (véase Apoc.
2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). Considérese cómo ha usado
Apocalipsis esta palabra hasta ahora:
Al que venciere, yo le daré que
se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado
con mi Padre conmigo en su trono. (3:21).
El León de la tribu de Judá, la raíz
de David, ha vencido para abrir el libro. (5:5)
Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el
que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió
venciendo,
y para vencer. (6:2)
Es Cristo es que es el Vencedor por excelencia. Todos los
sucesos en la historia están bajo su autoridad, y es enteramente
apropiado que Él sea el representado aquí como el que encabeza
los juicios de Dios. Él es el centro de la historia, y es él
quien trae juicios sobre la tierra. El hecho de que Él abriera el
Nuevo Pacto garantizó la caída de Israel; así como
Él venció para abrir el Libro, también cabalgó
victorioso para implementar el significado del Libro en la historia. Salió
cabalgando en su resurrección y en su ascensión como el Rey
ya victorioso, venciendo y para vencer, extendiendo las aplicaciones de
su victoria definitiva, y de una vez por todas, por toda la tierra. Y debemos
tomar especial nota de los terribles juicios que le siguen a Él.
Los jinetes representan las fuerzas que Dios siempre usa para quebrantar
a naciones desobedientes, y ahora estas fuerzas se vuelven contra su pueblo
del pacto. Por supuesto, lo mismo ocurre con todos los hombres y todas
las naciones. Todos los intentos de encontrar paz y seguridad aparte de
Cristo Jesús están condenados al fracaso. La nación
que no se someta será aplastada por sus ejércitos, por las
fuerzas históricas que están constantemente a su absoluta
disposición.
Hay diferencias entre esta visión de Cristo y la
de Apocalipsis 19. La razón principal de esto es que, en el Capítulo
19, Cristo es visto con una espada saliendo de su boca, y la visión
simboliza su victoria sobre las naciones con el evangelio después
del año 70 d. C. Pero esto no se ve durante la apertura de los sellos.
Aquí, Cristo viene en juicio contra sus enemigos. Viene, no a salvar,
ni a sanar, sino a destruir. Los jinetes espantosos y terribles que le
siguen no son mensajeros de esperanza, sino de ira. Israel está
condenado.
3-4 El Cordero abre el segundo sello, y Juan oye
al segundo ser viviente decir: ¡Ven! En respuesta al llamado, sale
un jinete sobre un caballo bermejo, al cual Dios le concede poder para
quitar de la tierra la paz, y que se maten unos a otros; y se le da una
gran espada. Este segundo jinete, que representa la guerra, muestra
cuán absolutamente depravado es el hombre. Dios no tiene que incitar
a los hombres para que luchen los unos contra los otros; Dios simplemente
ordena a sus ángeles que quiten las condiciones para la paz. ¿Por
qué no hay más guerras en un mundo pecaminoso? Porque hay
quien restringe la maldad del hombre, la libertad del hombre para poner
por obra las consistentes implicaciones de su odio y su rebelión.
Pero, si Dios quita las restricciones, la degeneración ética
del hombre se revela en toda su fealdad. John Calvin escribió: "La
mente del hombre se ha alejado tan completamente de la justicia de Dios,
que concibe, desea, y emprende sólo lo que es impío, pervertido,
sucio, e infame. El corazón está tan sumergido en el veneno
del pecado que no puede exhalar nada sino un hedor repugnante. Pero si
algunos hombres a veces demuestran algo de bueno, sus mentes, sin embargo,
permanecen siempre envueltas en hipocresía y mañas fraudulentas,
y sus corazones están atados por la depravación interior".
10
Todo esto se cumplió abudantemente en Israel y
las naciones circunvecinas durante los Últimos Días, cuando
la tierra se llenó de asesinos, revolucionarios, y terroristas de
toda laya; cuando "cada ciudad se dividió en dos ejércitos
acampados el uno contra el otro, y la preservación de un partido
significaba la destrucción del otro; así que el día
se iba en derramar sangre, y la noche se pasaba lleno de temor... Era común
ver ciudades llenas de cadáveres todavía sin sepultar, y
los cuerpos de ancianos, mezclados con los de bebés, todos muertos,
esparcidos juntos por doquier; yacían también mujeres entre
ellos, sin nada que cubriese su desnudez; se podía ver el país
entero lleno de indecibles calamidades, mientras el miedo era por todas
partes mayor a prácticas aún más bárbaras y
amenazantes de las que ya se habían perpetrado". 11
5-6 Pisándole los talones a la guerra viene
el tercer jinete angélico, sobre un caballo negro, sosteniendo en
la mano un par de balanzas, símbolo de hambruna desde la profecía
de Ezequiel, según la cual los habitantes de Jerusalén, muertos
de hambre, se vieron obligados a pesar sus alimentos cuidadosamente (Eze.
4:10). Este jinete trae la penuria económica, una situación
que se describe como completamente caótica. Una voz desde el centro
de los seres vivientes - es decir, desde el trono de Dios - dice: Dos libras
de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no
dañes ni el aceite ni el vino. Esta maldición, pues, significa
escasez de los necesarios alimentos básicos - aumentando el precio
de una medida de trigo más de 100 veces su precio anterior y consumiendo
el salario de un día entero, 12
de manera que la totalidad del trabajo de un hombre se gastaba en obtener
alimento. Esta es la maldición de Dios contra los hombres siempre
que se rebelan: La tierra misma los vomita (Lev. 18:24-28; Isa. 24). La
maldición devora la producción en cada una de las áreas,
y la cultura impía perece por medio del hambre, la enfermedad, y
la opresión (Deut. 28:15-34). Así es como Dios controla a
los impíos: Tienen que gastar tanto tiempo sólo para sobrevivir
que les es imposible ejercer su dominio impío sobre la tierra. A
la larga, esta es la historia de cada cultura que se aparta de la Palabra
de Dios. 13
Josefo describe la frenética búsqueda de
alimento durante el sitio final: "Al empeorar la hambruna, el frenesí
de los insurgentes iba a la par con ella, y todos los días estos
dos horrores ardían más ferozmente. Pues, como no se encontraba
grano por ninguna parte, los hombres irrumpían en las casas, y si
encontraban algo, maltrataban a los ocupantes por haber negado que lo tenían;
si no encontraban nada, los torturaban como si lo hubiesen ocultado más
cuidadosamente. La prueba de si tenían o no tenían alimento
era proporcionada por la apariencia física de los desgraciados;
se consideraba que los que todavía se veían en buen estado
estaban bien provistos de alimento, mientras que los que ya estaban consumidos
eran ignorados, pues parecía sin sentido matar personas que pronto
morirían de hambre. Muchos intercambiaban secretamente sus posesiones
por una sola medida de trigo si eran ricos, y de cebada si eran pobres.
Luego se encerraban en los más oscuros rincones de sus casas; cuando
el hambre era extrema, algunos hasta comían su grano bajo tierra,
mientras otros lo horneaban, guiados por la necesidad y el temor. No se
ponía ninguna mesa en ninguna parte - el alimento era arrebatado
del fuego a medio cocer y roto en pedazos". 14
Sin embargo, por otra parte, en esta maldición
específica contra Jerusalén, los lujos del aceite y el vino
no fueron afectados por el aumento general de precios; al jinete del caballo
negro se le prohibe que los toque. Las balanzas son el signo de Libra,
que cubre septiembre y octubre; Farrer conjetura que, si la cosecha de
granos fracasaba en abril y mayo, "los hombres podrían comenzar
a apretar sus cinturones en octubre. Entonces estarían recién
terminando la recolección de la fruta, y podrían observar
la ironía de la naturaleza, que las uvas y las olivas quedarían
indemnes; de la tríada tradicional, el maíz, el vino, y el
aceite, el maíz, en un apuro, lo puede mantener vivo a uno sin los
otros dos, pero no ellos sin el maíz". 15
Con toda probabilidad, otra dimensión de la importancia de esta
expresión es que a los mensajeros de destrucción de Dios
se les impide hacer daño a los justos: La Escritura habla a menudo
de las bendiciones de Dios sobre los justos en términos del aceite
y el vino (comp. Sal. 104:15); y, por supuesto, el vino y el aceite se
usan en los ritos de la iglesia (Sant. 5:14-15; 1 Cor. 11:25). Esto estaría
en paralelo con los otros pasajes en los cuales los piadosos son protegidos
de la destrucción (comp. 7:3).
7-8 Finalmente, el cuarto sello se abre, y el cuarto ser
viviente llama al último jinete del juicio, que cabalga en un caballo
verde - denotando el color verde 16
una palidez enfermiza, un presagio de muerte. Así, el cuarto jinete,
con una comisión mucho más amplia y abarcante, es llamado
Muerte; y es seguido por el Hades (la tumba) - habiendo sido ambos liberados
por el Hijo del Hombre con su llave (1:18). Y se le dio autoridad para
traer cuatro plagas contra los cuatro rincones de la tierra: matar con
espada y con hambruna y con la muerte y por medio de las bestias salvajes
de la tierra. Esto es simplemente un resumen de todas las maldiciones del
pacto en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Además, está
en paralelo con la lista de Dios sus cuatro categorías básicas
de maldiciones, con las cuales Él castiga a las naciones impías
y desobedientes - "Mis cuatro juicios terribles contra Jerusalén:
la espada, el hambre, las fieras, y la pestilencia para cortar de ella
hombres y bestias" (Eze. 14:21; comp. Eze. 5:17). Sin embargo, en esta
etapa preliminar - y en concordancia con la condición de cuatro
del pasaje en general - a la muerte y a la tumba se les dan autoridad para
tragarse sólo la cuarta parte de la tierra. Los juicios anunciados
por las trompetas afectarán un tercio de la tierra (comp. 8:7-12),
y los juicios anunciados por las copas lo devastarán todo.
Quizás el obstáculo más significativo
contra una correcta interpretación de este pasaje ha sido que los
comentaristas y predicadores han tenido temor y sido incapaces de ver que
es Dios el que trae estos juicios sobre la tierra - que los juicios
son enviados desde el trono, y que los mensajeros del juicio son los mismos
ángeles de Dios. Especialmente pervertida y perjudicial es cualquier
interpretación que parezca oponer al Hijo de Dios contra el tribunal
del cielo, de manera que las maldiciones registradas allí se vean
de alguna manera por debajo de su carácter. Pero es Jesús,
el Cordero, quien abre los sellos del juicio, y es Jesús, el Rey
de reyes, quien sale cabalgando a conquistar, conduciendo los ejércitos
angélicos contra las naciones, para destruir a los que se rebelan
contra su gobierno universal.
Era crucial que los primeros cristianos entendieran esto,
porque, aún en ese momento, estos juicios estaban siendo desatados
sobre su mundo. En todas las épocas, los cristianos deben enfrentarse
al mundo con confianza, con la firme convicción de que todos
los sucesos de la historia están predestinados, y que se originan
en el trono de Dios. Cuando vemos el mundo convulsionado por guerras, hambres,
pestilencias, y desastres naturales, debemos decir con el salmista: "Venid,
ved la obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra"
(Sal. 46:8). En definitiva, la actitud del cristiano hacia los juicios
de Dios contra un mundo impío es la misma que la de los cuatro seres
vivientes alrededor del trono, que gozosamente llaman a los mensajeros
del juicio de Dios diciendo: "¡Venid!" Nosotros también, en
nuestras oraciones, hemos de rogar que Dios haga descender su ira sobre
los impíos, para manifestar Su justicia en la tierra. Confrontados
con estas terribles revelaciones de juicio, ¿cuál es nuestra
respuesta correcta? En 22:17 se nos dice: El Espíritu y la Esposa
dicen: ¡Ven!".
Los mártires vengados
(6:9-17)
9 Cuando abrió el
quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido
muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.
10 Y clamaban a gran voz, diciendo:
¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas
y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?
11 Y se les dieron vestiduras blancas,
y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que
se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también
habían de ser muertos como ellos.
12 Miré cuando abrió
el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso
negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
13 y las estrellas del cielo cayeron
sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida
por un fuerte viento.
14 Y el cielo se desvaneció
como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió
de su lugar.
15 Y los reyes de la tierra, y
los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo
libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
16 y decían a los montes
y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de
aquél que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
17 porque el gran día de
su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
9-10 Para los lectores de este
libro en el siglo primero, las tribulaciones descritas en él estaban
siendo demasiado reales: Cada iglesia conocería pronto la angustia
de ver a algunos de sus dirigentes más sinceros y capaces apresados
y ejecutados a causa de la Palabra de Dios,y del testimonio que habían
mantenido. Para muchos cristianos por todo el imperio, los meses y años
venideros traerían gran angustia, pues las familias serían
separadas y los seres amados muertos. Cuando la tragedia golpea, nos sentimos
tentados a preguntarnos: ¿Le importa a Dios? Esta pregunta es especialmente
intensa cuando el dolor es causado por los corruptos enemigos de la fe
decididos a destruir el pueblo de Dios, y la injusticia del sufrimiento
se hace evidente. Si los cristianos eran realmente los siervos del Rey,
¿cuándo actuaría él? ¿Cuándo
vendría a castigar a los apóstatas que primero habían
usado el poder del estado romano para crucificar al Señor, y ahora
estaban usando el mismo poder para matar y crucificar a los "profetas y
sabios y escribas" (Mat. 23:34) a quienes Cristo había enviado?
Así, pues, la apertura del
quinto sello revela una escena en el cielo en que las almas de los que
habían sido muertos están debajo, o alrededor, del altar.
La imagen está tomada de los sacrificios del Antiguo Testamento,
en los cuales la sangre de la víctima sacrificada corría
a los lados del altar y formaba un charco alrededor de su base ("el alma
[Heb. nephesh] de la carne está en la sangre", Lev.
17:11). 17 La sangre
de los mártires ha sido derramada (comp. 2 Tim. 4:6), y al llenar
la zanja debajo del altar, clama desde la tierra con gran voz diciendo:
¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas
y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? La iglesia en el
cielo concuerda con los querubines al reclamar los juicios de Dios: ¿Hasta
cuándo? es una frase normal a través de las Escrituras para
invocar la justicia divina para los oprimidos (comp. Sal. 6:3; 13:1-2;
35:17; 74:10; 79:5; 80:4; 89:46; 90:13; 94:3-4; Hab- 1:2; 2:6). Sin embargo,
el antecedente particular para su uso aquí está nuevamente
en la profecía de Zacarías (1:12): Después de que
los cuatro jinetes han patrullado la tierra, el ángel pregunta:
"Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás
compasión de Jerusalén?" Juan invierte esto. Después
de que sus cuatro jinetes han sido enviados a su misión, Juan muestra
los mártires preguntando hasta cuándo continuará Dios
tolerando a Jerusalén. Los lectores de Juan no habrán dejado
de notar otro punto sutil: Si la sangre de los mártires está
fluyendo alrededor de la base del altar, deben ser los sacerdotes de Jerusalén
los que la han derramado. Los oficiales del Pacto han matado a los justos.
Como testificaron Jesús y los apóstoles, Jerusalén
era la asesina de los profetas (Mat. 23:34-37; Luc. 13:33; Hech.
7:51-52). La conexión con "la sangre de Abel" que clama desde la
tierra cerca del altar (Gén. 4:10) es otra indicación de
que este pasaje en general se refiere al juicio sobre Jerusalén
(comp. Mat. 23:35-37). Como Caín, los "hermanos mayores" del Antiguo
Pacto envidiaron y asesinaron a los "hermanos menores" del Nuevo Pacto
(comp. 1 Juan 3:11-12). Y así clama la sangre de los justos: Los
santos oran para que la profecía de Cristo de los "días de
retribución" (Luc. 21:22) se cumpla.
Que este grito terminante pidiendo
venganza nos suene extraño sólo nos muestra hasta dónde,
desde el punto de vista bíblico, se ha degenerado nuestra era pietista.
Si nuestras iglesias estuviesen más familiarizadas con el himnario
fundacional de la iglesia, los Salmos, en vez de los coros azucarados,
almibarados, hermosos e inteligentes [sweetness and light] que caracterizan
a los modernos himnarios evangélicos, entenderíamos esto
mucho más fácilmente. Pero hemos caído en el engaño
pagano de que, de algún modo, es "no cristiano" orar pidiendo que
la ira de Dios sea derramada sobre los enemigos y los perseguidores de
la iglesia. Y sin embargo, eso es lo que vemos que está haciendo
el pueblo de Dios, con la aprobación de Dios, en ambos Testamentos
de las Sagradas Escrituras. 18
En realidad, es una característica del hombre piadoso despreciar
al réprobo (Sal. 15:4). El espíritu expresado en las oraciones
imprecatorias de las Escrituras es un aspecto necesario de la actitud del
cristiano (comp. 2 Tim. 4:14). Mucha de la impotencia de las iglesias en
la actualidad es directamente atribuíble al hecho de que ellas se
han convertido en castradas y afeminadas. Estas iglesias, incapaces hasta
de confrontar el mal - no ya de "vencerlo" - a su debido tiempo serán
capturadas y dominadas por sus enemigos.
11 Los santos justos y fieles
en el cielo son reconocidos como reyes y sacerdotes de Dios, y por eso
se le dan a cada uno de ellos vestiduras blancas, que simboliza el reconocimiento
de Dios de la pureza de ellos delante de Él, un símbolo de
la victoria de los vencedores (comp. 3:4-5). La blancura de las vestiduras
es parte de un modelo ya establecido en Apocalipsis (las siete cartas),
en el cual los tres últimos items de una estructura séptuple
casan con los primeros cuatro. Así:
Primer sello:Caballo blanco
|
Quinto sello:vestiduras blancas
|
Segundo sello:Caballo bermejo
|
Sexto sello:La luna como sangre
|
Tercer sello:Caballo negro
|
El sol negro como tela de cilicio
|
Cuarto sello:Caballo amarillo
|
Séptimo sello: Se quema
la hierba verde
|
En respuesta a la súplica de
los santos para que haya venganza, Dios responde que ellos deben descansar
por un poco más de tiempo, hasta que el número de sus consiervos
y sus hermanos que han de ser muertos como ellos se complete también.
El número completo de mártires no se ha completado todavía;
la iniquidad plena de sus perseguidores no ha sido alcanzada todavía
(comp.Gén. 15:16), aunque se acerca rápidamente el destino
funesto de la "ira de Dios" que se derrama sobre ellos (1 Tes. 2:14-16).
Debemos recordar que la aplicación principal de esto tiene que ver
con el Israel apóstata - los que moran en la tierra - que, en cooperación
con las autoridades romanas, estaba asesinando a los santos. A los mártires
se les dice que esperen un poco más, y el juicio de Dios seguramente
se producirá, trayendo la prometida "gran tribulación" sobre
Israel, el quebrantador del pacto.
12-14 Al abrirse el sexto
sello, nos acercamos más claramente a los sucesos finales de los
últimos días. El Cordero revela el siguiente gran aspecto
de sus juicios según el pacto, en un símbolo usado a menudo
en la profecía bíblica: decreación. De la misma manera
en que se habla de la salvación del pueblo de Dios en términos
de creación (comp. 2 Cor. 4:6; 5:17; Efe. 2:10; 4:24; Col. 3:10),
19
así también se habla de los juicios de Dios (y la revelación
de su presencia como Juez sobre un mundo pecador) en términos de
decreación, el colapso del universo: Dios desgarra y disuelve el
entramado de la creación.
20
Así, Juan usa las estructuras fundamentales de la creación
para describir la caída de Israel:
1. Tierra
2. Sol
3. Luna
4. Estrellas
5. Firmamento
6. Tierra
7. Hombre
Estos siete juicios son detallados
en términos de las familiares imágenes proféticas
del Antiguo Testamento. Primero, desestabilización: un gigantesco
terremoto (comp. Éx. 19:18; Sal. 18:7, 15; 60:2; Isa. 13:13-14;
24:19-20; Nah. 1:5). Segundo, el eclipse y el luto de Israel: El sol se
puso negro como saco de cilicio (Éx. 10:21-23; Job 9:7; Isa. 5:30;
24:23; Eze. 32:7; Joel 2:10, 31; 3:15; Amos 8:9; Mic. 3:6). Tercero, la
continuada imagen de un eclipse, a la que se le ha añadido la idea
de deshonra: Toda la luna se puso como sangre (Job. 25:5; Isa. 13:10;
24:23; Eze. 32:7; Joel 2:10, 31). El cuarto juicio afecta a las estrellas,
que son imágenes de gobierno (Gén. 1:16); son también
relojes (Gén. 1:14), y su caída muestra que el tiempo de
Israel se ha acabado: Las estrellas cayeron a tierra, como una higuera
deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento (Job 9:7; Ecl.
12:2; Isa. 13:10; 34:4; Eze. 32:8; Dan. 8:10; Joel 2:10; 3:15); por supuesto,
el fuerte viento fue traído por los cuatro jinetes, que en las imágenes
de Zacarías eran los cuatro vientos (Zac. 6:5), y que será
vuelto a presentar a Juan en esa forma en 7:1; y la higuera es Israel mismo
(Mat. 21:19; 24:32-34; Luc. 21:29-32). Quinto, ahora Israel simplemente
desaparece: El firmamento se desvaneció como un pergamino que se
enrolla 21 (Isa. 34:4;
51:6; Sal. 102:25-26; para el simbolismo de Israel como "firmamento", véanse
Isa. 51:15-16; Jer. 4:23-31; comp. Heb. 12:26-27). Sexto, las potencias
gentiles son sacudidas también: Todo monte y toda isla fue movida
de su lugar (Job 9:5-6; 14:18-19; 28:9-11; Isa. 41:5, 15-16; Eze. 38:20;
Nah. 1:4-8; Sof. 2:11). 22
Israel, la "antigua creación" de Dios, ha de ser descreada, al ser
el Reino transferido a la iglesia, la nueva creación (comp. 2 Ped.
3:7-14). Como los labradores en la viña de Dios mataron a su Hijo,
ellos también serán muertos (Mat. 21:33-45). La viña
misma será quebrantada, destruida, y asolada (Isa. 5:1-7). En la
justa destrucción de Israel por parte de Dios, Él sacudirá
hasta el cielo y la tierra (Mat. 24:29-30; Heb. 12:26-28) para entregar
su reino a su nueva nación, la iglesia.
15-17 Las imágenes
proféticas del Antiguo Testamento todavía están a
la vista al describir Juan a los apóstatas que están siendo
juzgados. Esta es la séptima fase de la descreación: la destrucción
de los hombres. Pero este séptimo ítem en la lista se abre
para revelar otro "siete" dentro de ella (de la misma manera en que tanto
el séptimo sello como la séptima trompeta contienen la siguiente
serie de siete juicios), porque aquí se nombran siete clases de
hombres, mostrando que la destrucción es total, pues afecta a pequeños
y grandes por igual: los reyes de la tierra, los grandes, los jefes, los
ricos, los fuertes, y todo esclavo y todo libre. Nadie podrá escapar,
no importa su condición de privilegiado o su insignificancia. La
tierra entera ha rechazado a Cristo, y la tierra entera está siendo
excomulgada. Nuevamente, los paralelos muestran que el juicio sobre Israel
es el propósito de esta profecía (comp. Isa. 2 y 24-27),
aunque otras naciones ("los reyes de la tierra") serán afectadas
también.
Al ser la tierra descreada, y quitada
la revelación natural mediadora - poniendo a los pecadores cara
a cara con la pura revelación del Dios santo y justo - los hombres
de Israel tratan de huir y buscar protección en cualquier cosa que
parezca ofrecer refugio. La huida bajo tierra y hacia dentro de cavernas
es señal de estar bajo maldición (comp. Gén. 19:30-38).
Por eso se escondieron (comp. Gén. 3:8) en las cavernas y entre
las peñas de los montes (la lex talionis por haber maltratado
a los justos: Hen 11:38; comp. Jud. 7:25), 23
y dijeron a los montes y a las rocas: Caed sobre nosotros y escondednos
de la presencia de aquel que está sentado sobre el trono, y de la
ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha venido; 24 y (Nah.
1:6; Mal. 3:2) ¿quién podrá sostenerse en pie? La
interpretación que se da aquí queda confirmada nuevamente:
Este pasaje no habla del fin del mundo, sino del fin de Israel en el año
70 d. C. El origen del simbolismo usado aquí está en la profecía
de Oseas contra Israel:
Efraín será
avergonzado, e Israel se avergonzará de su consejo. De Samaria fue
cortado su rey como espuma sobre la superficie de las aguas. Y los lugares
altos de Avén serán destruidos, el pecado de Israel; crecerá
sobre sus altares espino y cardo. Y dirán a los montes: Cubridnos;
y a los collados: Caed sobre nosotros. (Oseas 10:6-8)
Jesús citó este texto
en su camino a la crucifixión, declarando que se cumpliría
en el Israel idólatra durante las vidas de los que estaban presentes
entonces:
Y le seguía gran
multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación
por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días
en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres
que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán
a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
(Luc. 23:27-30)
Mientras las iglesias de Asia Menor
leían esta visión por primera vez, los juicios profetizados
ya estaban teniendo lugar; el momento final se aproximaba rápidamente.
La generación que había rechazado al Hijo del Señor
de la tierra (comp. Mat. 21:33-45) pronto estaría gritando estas
mismas palabras. El Señor crucificado y resucitado venía
a dcstruir a los apóstatas. Este habría de ser el gran día
de la ira del Cordero, a quien habían matado.
Notas:
1. R. H. Charles, A Critical and Exegetical
Commentary on the Revelation of St. John, 2 vols. (Edinburgh: T. &
Clark, 1920), Vol. 1, p. 158.
2. Milton Terry, Biblical Apocalyptics: A Study
of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures
(New York: Eaton and Mains, 1898), pp. 329s.
3. M. D. Goulder, The Evangelists' Calendar:
A Lectionary Explanation for the Development of Scripture (London:
SPCK, 1978), p. 177.
4. Contrariamente a lo que dice la versión
de King James, que no está apoyado por la mayoría de los
manuscritos.
5. 1 Cor. 16:22 (comp. Apoc. 6:10); según
el Didache (Cap.10), Maranatha era repetida al final de la
liturgia eucarística. Si la hipótesis de John A. T. Robinson
es correcta (que el Didache se escribió entre los años
40-60 d. C.), esto representa la oración final de cada servicio
de oración por décadas antes de la caída de Jerusalén.
Véase su obra Redating the New Testament (Philadelphia: The
Westminster Press, 1976), pp. 324-327, 352.
6. Esto no es cierto de todos los dispensacionalistas.
Entre los disidentes sobre este punto me es grato anotar a Henry Morris,
autor de The Revelation Record (Wheaton, Il.: Tyndale House, 1983),
p. 112, y Zane C. Hodges, "The First Horseman of the Apocalypse: Bibliotheca
Sacra 119 (1962), pp. 324ss.
7. There´s a New World Coming: A Prophetic
Odyssey (Eugene, OR: harvest House Publishers, 1973), p. 103.
8. Esta palabra para corona (stephanos)
se usa siete veces en Apocalipsis con referencia a Cristo y su pueblo (2:10;
3:11; 4:4, 10; 6:2; 12:1; 14:14).
9. Comp. St. Irenaeus, Against Heresies,
iv.xxi.3.
10. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ii.v.19,
Ford Lewis Battles, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1960),
p. 340.
11. Flavio Josefo, The Jewish War, ii.xviii.2; para tener un
cuadro exacto (y horripilante) de cuán cercanamente paralelas corren
las profecías de Apocalipsis y los evangelios sinópticos
con los sucesos de los últimos días de Israel, que condujeron
al sitio de Jerusalén por Tito, es necesario leer los Libros ii-iv
de la historia de Josefo.
12. Robert H. Mounce, The Book of Revelation (Grand Rapids: William
B. Eerdmans Publishing Co., 1977), p. 155.
13. Véase de David Chilton, Productive Christians in an Age
of Guilt Manipulators: A Biblical Response to Ronald J. Sider (Tyler,
TX: Institute for Christian Economics, third cd., 1985), pp. 92ss.
14. Josephus, The Jewish War, v.x.2.
15. Austin Farrer, The Revelation of St. John the Divine (Oxford:
At the Clarendon Press, 1964), p. 100. J. Massyngberde Ford menciona una
orden de Tito durante el sitio de Jerusalén en el sentido de que
los olivares y los viñedos no debían ser molestados (Revelation:
Introduction, Translation, and Commentary [Garden City, NY: Doubleday
and Co., 1975], p. 107).
16. La palabra griega es chloros, y significa simplemente verde;
se usa dos veces más en Apocalipsis (8:7; 9:4), y una vez en Marcos
(6:39). Por lo general, los traductores la han vertido como pálido,
aparentemente bajo la firme convicción de que, puesto que no hay
tal cosa como un caballo verde, Juan no pudo haber visto uno así.
17. Véase de Rousas John Rushdoony, Thy Kingdom Come: Studies
in Daniel and Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), p.
145.
18. Véase, por ej., Sal. 5, 7, 35, 58, 59, 68, 69, 73, 79, 83,
109, 137, 140. El término común para éste y otros
pasajes es Salmos Imprecatorios; una expresión así
puede ser confusa, sin embargo, puesto que la mayoría de
los Salmos contienen secciones imprecatorias (maldiciones) (comp.
Sal. 1:4-6; 3:7; 6:8-10; 34:16; 37:12-15; 54:7; 104:35; 139:19-22), y todos
los Salmos son implícitamente imprecatorios, en que las bendiciones
de los justos se mencionan con el corolario asumido: Los impíos
son malditos.
19. Véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical
Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 22ss.
20. Véase ibid., pp. 98ss., 133ss.
21. Refiriéndose a la imagen bíblica (comp. Gén.
1:7) de un firmamento "sólido", Ford explica: "El cielo se desvaneció
como un pergamino que se enrolla" lleva a una imagen, no de un papiro o
un rollo de cuero, sino más bien a un rollo como los dos de cobre
que se encontraron en Qumran. La idea de ruido se transmite más
dramáticamente si se hace que el lector imagine un rollo de metal
que súbitamente se cierra con un golpe seco". J. Massyngberde Ford,
Revelation:
Introduction, Translation, and Commentary (Garden City, NY: Doubleday
and Co., 1975), p. 100.
22. En contraste con las interpretaciones populares de los textos que
hablan de la fe que mueve montañas (Mat. 17:20; 21:22; Mar. 11:23),
debería observarse que esta expresión ocurre en pasajes que
hablan del juicio que venía sobre, y de la caída de, la Jerusalén
apóstata. A menudo, a Jerusalén se la llama "el monte" en
las Escrituras (por ej., Dan. 9:16); por eso, los santos en el altar son
descritos como clamando, en fe, para que caiga este gran monte. En consecuencia,
la destrucción de Jerusalén es representada, en parte, como
una montaña ardiente que es echada en el mar (8:8; comp. Zac. 14:4).
23. Véase de James B. Jordan, Judges: God´s War Against
Humanism (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1985), pp. 114, 140.
24. G. B. Caird alcanza el impresionante non plus ultra del comentario
absurdo con su asombrosa afirmación de que "la ira de Dios en Apocalipsis,
como también en el Antiguo y el Nuevo Testamento, representa, no
la actitud personal de Dios hacia los pecadores, sino un proceso impersonal
de retribución que se desarrolla en el curso de la historia". A
Commentary on the Revelation of St. John the Divine (New York: Harper
and Row, 1966), p. 91.