EL SABADISMO RE-EXAMINADO
Robert D. Brinsmead
Capítulo 10
El judaísmo sectario
y la fe católica [universal]
Tomado de Gospel
Outreach
El propósito de Dios en la historia requería
que el pueblo de Israel mantuviese su identidad diferenciada hasta la venida
de Cristo. Habían de ser un pueblo que viviese separado de todas
las demás naciones (Números 23:9). En la ley de Moisés,
Dios impuso ordenanzas que tenían el efecto práctico de mantener
aparte a la nación del pacto.
Primero, había ordenanzas alimentarias que prohibían
estrictamente el consumo de animales "inmundos". "Inmundo" no significaba
"sucio" o perjudicial para la salud. Si un alimento no es adecuado para
la dieta del hombre, Dios ha dejado que el hombre lo descubra por medio
de la revelación natural. En las leyes alimentarias de Moisés,
"inmundo" era un tabú ritual asociado con el culto religioso. Cualquiera
que comiera un alimento "inmundo" era también considerado "inmundo".
Estas prohibiciones religiosas tenían el efecto práctico
de mantener a los judíos separados de todos los demás pueblos.
No podían ni siquiera comer con gentiles "inmundos" sin correr el
riesgo de contaminarse. Los Adventistas del Séptimo Día devotos
pueden apreciar cuán difícil es para los que toman en serio
estas ordenanzas socializar con otras personas. Los que no pueden comer
juntos rara vez serán buenos amigos. Como el hombre es una criatura
social, los tabúes alimentarios crean una barrera formidable entre
las personas.
En la ley, Dios también designó un lugar
aprobado para el culto. Los sacrificios eran aceptables sólo en
el lugar designado en Jerusalén. En el mundo primitivo del Antiguo
Testamento, los lugares santos por lo general eran asociados con alguna
montaña. Los paganos tenían sus montes sagrados. Como concesión
a esta primitiva tendencia religiosa, Dios designó al Monte de Sión
como el lugar donde la adoración a Yahvé habría de
tener lugar como culto religioso. Esta ley tenía el efecto práctico
de separar geográficamente a Israel de todos los demás pueblos.
La ley no sólo designaba el lugar en el cual Dios
debía ser adorado, sino cuándo debía ser adorado.
Un minucioso calendario sagrado, que ordenaba festividades anuales, mensuales,
y semanales, fue impuesto sobre los judíos. La obligación
de adorar a Dios y hasta de dedicar una porción de tiempo a reuniones
colectivas y a la enseñanza divina es una obligación moral
perpetua, pero deberíamos reconocer que la elección del tiempo
está en la misma categoría que la elección de
los lugares. La existencia entera de Israel giraba alrededor del calendario
mosaico, y mientras fuera así, garantizaba que su identidad se mantuviera
separada.
Aunque la ley, como era administrada por Moisés,
cumplía el propósito divino a pesar de la pecaminosidad de
Israel, la perversión del propósito divino era también
un factor en la historia de Israel. El judío tomaba ocasión
de la ley para aborrecer al no judío. Todos los días, el
rabino piadoso le daba gracias a Dios por dos cosas - porque no era mujer
y porque no era gentil. El gentil también tomaba ocasión
de la ley para odiar al judío. Las principales barreras -- la pared
intermedia de separación -- entre judíos y gentiles eran
la circuncisión, el sábado, las leyes alimentarias, y los
lugares santos, de los cuales los gentiles estaban incluídos. Había
un muro en el atrio exterior del templo de Herodes que impedía que
los gentiles penetraran más adentro. Una nota en tres idiomas (hebreo,
griego, y latín) advertía a los no judíos que no debían
pasar más allá de esta pared divisoria, so pena de muerte.
Para Pablo, esa pared era un símbolo del ministerio
mosaico de la ley. Vio que Dios no tenía el propósito de
que esto durara para siempre. Era una medida de urgencia sólo necesaria
hasta la venida de Cristo (Gálatas 3:19). (1)
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo
uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en
su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,
para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo
la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,
matando en ella las enemistades. -- Efesios 2:14-16.
La cruz puso fin a la distinción entre judíos
y gentiles, varones y mujeres, por lo que concernía a la adoración
en la única familia de Dios:
"Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre;
no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús". -- Gálatas 3:28.
Mantener la idea de un privilegio nacional judío es
judaizar y negar el evangelio de la misma manera que lo es abogar por la
continuidad de las ordenanzas mosaicas. La venida de Cristo terminó
con todas las distinciones cúlticas. La nueva era de Cristo entronizó
una religión que era verdaderamente católica o universal.
El judaísmo había preparado el camino para esto con su monoteísmo
y la fe en el pacto. En esto hay continuidad entre el judaísmo y
el cristianismo. Pero el judaísmo es cúltico, mientras el
cristianismo es católico.
Las ordenanzas del código escrito, adaptadas a
las necesidades del culto pre-cristiano, dieron al pueblo de Dios una conciencia
que atribuía profanación o santidad a sustancias, lugares,
y tiempos. Tal conciencia es infantil. No pertenece a la madurez de la
fe cristiana.
Primero, consideremos la conciencia en relación
con sustancias "inmundas". El Nuevo Testamento declara enfáticamente:
"Nada es inmundo en sí mismo .. Todas las cosas a la verdad son
limpias" (Romanos 14:14,20). "Inmundicia" es una realidad espiritual que
existe en el corazón del hombre (Marcos 7:17-23) y en su actitud.
"Para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es" (Romanos
14:14). "Para los puros, todas las cosas son puras" (Tito 1:15). (2) Sólo
una persona que no ha alcanzado la madurez en el evangelio puede atribuir
inmundicia religiosa a una sustancia amoral.
Luego tenemos la cuestión de atribuir valor religioso
a lugares geográficos. La mujer de Samaria quería que Jesús
entrara en el antiquísimo argumento de si Jerusalén o el
Monte Gerizim era el lugar correcto para adorar a Dios. Como respuesta,
Jesús afirmó la ley de Moisés diciendo que Jerusalén
era el lugar que Dios había escogido. ("La salvación viene
de los judíos"). Pero también declaró: "La hora viene
cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre
... La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán
al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:21-24). Es decir, la fe
cristiana ignorará la letra kindergarten de la ley con respecto
a lugares de adoración. Esto tenía que hacer la fe si había
de convertirse en una fe católica que trascendiera todas las fronteras
nacionales y geográficas. Aunque los profetas hablan de reunirse
las naciones en el Monte de Sión (por ejemplo, Isaías 2)
, no debemos interpretar esto según la letra palestina sino según
el espíritu del Nuevo Testamento.
Aparentemente, Esteban, un helenista, fue uno de los primeros
en captar las implicaciones del evangelio en relación con los lugares
santos. Aunque los cristianos judíos que hablaban hebreo todavía
adoraban a Dios en el templo, Esteban declaró que Dios no moraba
en templos hechos por manos humanas (Hechos 7:48). Los profetas del Antiguo
Testamento habían dado indicios de estas cosas, pero el Nuevo Testamento
las declara abiertamente. El Monte de Sión en el cual nos reunimos
no se encuentra en Palestina, pero es igualmente accesible al pueblo de
Dios en todas partes (Hebreos 12:22). La santidad ya no se encuentra en
un lugar, de la misma manera que la profanación no viene de una
sustancia. La fe cristiana no necesita montes santos, templos, ni altares.
Jesucristo se ha eonvertido en la realidad de la cual todas estas cosas
no eran sino una sombra.
Finalmente, tenemos la cuestión de los tiempos
prescritos como santos de acuerdo con la ley. De la misma manera
que una fe verdaderamente católica debe trascender los lugares,
también debe trascender los tiempos. Ningún tiempo es santo
en sí mismo más de lo que lo es cualquier lugar, o más
de lo que cualquier sustancia es inmunda. Las leyes estrictas en relación
con lugares y tiempos eran ordenanzas temporales impuestas sobre los cultos
religiosos hasta el tiempo de la reforma. Cristo es Señor. Por lo
tanto, la tierra entera es su estrado y cada día es del Señor,
idealmente adaptado "a la doctrina de los apóstoles, la comunión
unos con otros, a la partición del pan, y a la oración" (Hechos
2:42,46).
La conciencia infantil del judaísmo atribuía
profanación o santidad a sustancias, lugares, y tiempos - meras
cosas que Pablo llama "los rudimentos del mundo" (Gálatas 4:3).
La fe cristiana se yergue por encima de todo esto porque reconoce que la
santidad se encuentra sólo en una Persona. Ahora que ha venido Aquél
que es la realidad de todas las sombras, no podemos mantener las ordenanzas
cúlticas del Antiguo Testamento sin vernos envueltos en una supersticiosa
preocupación por las sustancias, los lugares, y los tiempos.
La persona que cree que no puede adorar a Dios junto con
otros en sábado sin judaizar es tan débil en la fe como el
que teme que no pueda adorar a Dios junto con otros en domingo sin rendirle
homenaje a Roma o al dios sol pagano. Si los que son fuertes en la fe pueden
comer alimentos ofrecidos a los ídolos (1 Corintios 8), pueden adorar
a Dios en días consagrados a festividades paganas. Una religión
que mantiene una supersticiosa reverencia por los lugares santos y los
tiempos santos se descalifica a sí misma como fe universal para
la salvación de las naciones. Imputarles profanación o santidad
a sustancias, lugares, y tiempos es cúltico. Y sin embargo, varias
formas cúlticas se encuentran a menudo dentro de la iglesia cristiana.
Los que insisten en que los miembros dentro de su iglesia deben obedecer
la letra de las leyes mosaicas (o cualesquiera leyes) en estas cuestiones
externas y no éticas descalifican a su iglesia para ser verdaderamente
"casa de oración para todos los pueblos" (Isa. 56:7).
¿No queda calificado como culto un grupo religioso
cuando no puede recibir en comunión cristiana a los que siguen vocaciones
necesarias y honorables? Por ejemplo, es difícil para un piloto
de aerolínea o un policía convertirse en Adventista del Séptimo
Día. A juicio del Adventismo del Séptimo Día, nadie
que quebrante las ordenanzas concernientes a los tiempos santos tiene derecho
a la comunión cristiana. Personalmente, he conocido a personas que
se vieron obligadas a escoger entre permanecer en la fuerza de policía
o convertirse en Adventista del Séptimo Día. Pero, ¿no
se beneficiaría la sociedad de tener pilotos y policías cristianos?
Y si son verdaderamente cristianos, ¿cómo pueden ser descalificados
de la "iglesia remanente" de la que se supone que todos deben formar parte
si van a ser salvos en la generación final?
Es necesario insistir todavía en otra cuestión.
¿No son más bien hipócritas los que impiden la comunión
de tales creyentes, pues ellos mismos se alegran de tener los útiles
servicios de pilotos de aerolíneas y policías -- aún
en el día de sábado? ¿Y qué sucede con los
otros servicios esenciales (además de los cuidados médicos)
que atienden a las necesidades de los sabadistas durante el día
de sábado? ¿Rehusarán los sabadistas usar sus luces
eléctricas el sábado porque las estaciones de energía
deben ser atendidas en ese día? ¿O serán como ciertos
judíos que no encienden una vela en sábado pero hacen que
un gentil se las encienda?
En una ocasión, conocí a un caballero que
era miembro de una gran comunidad sabadista y que estaba empleado en una
institución educativa. Como ingeniero de mantenimiento cuya posición
era clave, trabajaba todos los sábados. Su trabajo consistía
en vigilar las calderas y otros equipos para que los sabadistas no se congelaran
durante los servicios sabáticos. Este caballero fue aceptado como
miembro bueno y regular en la iglesia porque su trabajo era considerado
esencial. Pero su iglesia no toleraría a un miembro que hiciera
el mismo trabajo para las autoridades municipales. En tal caso, una persona
se vería obligada a renunciar a su empleo o abandonar la iglesia.
Anomalías de esta clase son bastante comunes en las comunidades
sabadistas.
Las leyes sabáticas del Antiguo Testamento, como
otras ordenanzas del ministerio mosaico, estaban adaptadas a las necesidades
de una nación que vivía en Palestina. (3) Israel era una
primitiva sociedad agraria. Las ordenanzas de la ley no tenían que
habérselas con los problemas técnicos de un mundo redondo
(4), los problemas sociales de una sociedad altamente industrializada,
o los problemas económicos de una comunidad internacional. Si hemos
de disfrutar de los beneficios de nuestra sociedad moderna, hay servicios
e instalaciones que deben ser mantenidos los siete días de la semana.
¿Quieren realmente los sabadistas que todo el mundo se convierta
en sabadista? En ese caso, la sociedad entera tendría que regresar
a una simple economía agraria.
Una evidencia de la inspiración de los apóstoles
del Nuevo Testamento es la manera en que respondieron al mandato de llevar
el evangelio a todas las naciones. No ataron el evangelio con ordenanzas
que habrían impuesto grandes dificultades a otras culturas y a otras
civilizaciones. No erigieron ninguna barrera para impedir que el evangelio
salvador llegara a cada cultura y cada época. Pensaron que la fe
en Cristo y el amor los unos por los otros es todo lo que realmente importa.
Este cristianismo trasciende todas las fronteras de los lugares y del tiempo.
Notas:
(1) Es interesante comparar los comentarios de Pablo sobre la
pared divisoria en Efesios 2:14 con las observaciones de Ellen G. White:
"Vi que el santo sábado es, y continuará siendo, la pared
de separación entre el verdadero Israel de Dios y los incrédulos"
(Ellen G. White, Early Writings [Washington, D.C.: Review &
Herald Publishing Assn., 1945], p. 85.
(2) Pablo dice esto en el contexto de oponerse a los judíos cristianos
que evidentemente imponían las leyes alimentarias judías
a los cristianos gentiles (Tito 1:10, 14).
(3) No había leyes sabáticas antes de Moisés.
Génesis 2:2-3 no contiene ninguna de las ordenanzas impuestas
a Israel.
(4) No fue sino hasta que los hombres de Magallanes navegaron
alrededor del mundo desde 1519 hasta 1522 y descubrieron que estaban errados
por un día en sus cálculos del tiempo que se encontró
que se necesitaba una Línea Internacional del Tiempo.
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