EL SÁBADO, LA LEY
Y EL EVANGELIO


Rolaant McKenzie

Traducido de Gospel Outreach

14. ¿Dios nunca cambia nada?

Algunos cristianos sabadistas señalan a menudo a Malaquías 3:6 para probar la naturaleza eterna de los Diez Mandamientos, pues aseguran que Dios no cambia nunca. Echemos un vistazo más de cerca a este pasaje.

Malaquías 3:6

Parece que éste no es un buen texto de prueba para la afirmación de que el propósito era que los Diez Mandamientos fuesen eternos. En realidad, un examen cuidadoso del resto de este capítulo de Malaquías muestra que Dios es inmutable en su justicia y su misericordia. Misericordia hacia los que le obedecen y se vuelven a Él arrepentidos, y justicia contra los que son descritos en el versículo quinto, que hacen lo malo. Además, si Dios no cambia nunca  en nada de lo que pronuncia, ¿por qué la mayoría de los sabadistas no sienten ninguna obligación moral para hacerse circuncidar, una señal del pacto abrahámico (Génesis 17:11). ¿Cómo pueden ellos explicar como condicional la amenaza de Dios de destruir a los hijos de Israel por alejarse prontamente de la obediencia a sus leyes, o la profecía de Jonás contra Nínive cuando el mensaje que Dios le dijo a Jonás que presentara al pueblo de esa gran ciudad era que serían destruidos en cuarenta días? Un examen de la Escritura parece indicar que Dios sí cambia de idea de tiempo en tiempo para ilustrar su misericordia en presencia de la intercesión o el arrepentimiento (Jeremías 18:7-8). Examinemos por un momento Éxodo 32 y Jonás 3.

Éxodo 32:7-14

Jonás 3

Otro lugar en que se pueden encontrar cambios es en Hebreos 6 y 7.

Hebreos 6:19-20; 7:1-12

Hebreos 7 compara el sacerdocio de Melquisedec con el de Cristo. Melquisedec se encontró con Abraham cuando éste regresaba de rescatar a Lot. Su nombre, "Rey de justicia", le señalaba como tipo del Mesías y su reino. El nombre de esta ciudad era "Paz"; y como rey de paz, Melquisedec tipificaba a Cristo, el Príncide de Paz, el gran Puente entre Dios y la humanidad caída. Nada está registrado en relación con el principio o el fin de su vida. Así, típicamente se parecía al Hijo de Dios, cuya existencia es eterna, antes del cual no existía nadie, y después del cual no habrá nadie. Las Escrituras honran al gran Rey de Justicia y Paz, nuestro  glorioso y todo suficiente Sumo Sacerdote y Salvador. Y mientras más examinamos la belleza de esto, más veremos que el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía (Apocalipsis 19:10).

Este capítulo muestra que el Sumo Sacerdote que aparecería más tarde debía ser muy superior a los sacerdotes levíticos. El sacerdocio y la ley por los cuales no podía venir la perfección fueron suprimidos, no por la sangre de sacrificios de animales, sino por la sangre del propio Jesús. Había surgido un Sacerdote por medio del cual los verdaderos creyentes pueden ser hechos justos. Que hay un cambio de ley es fácil de ver. La ley que creó el sacerdocio levítico mostraba cuán débiles y mortales eran los sacerdotes de este sistema, incapaces de salvar sus propias vidas, mucho menos las de los que acudían a ellos. Pero Jesús, el Sumo Sacerdote de un nuevo y mejor pacto, tiene su oficio por el poder de la vida eterna en Sí mismo; no sólo para permanecer vivo él mismo, sino para dar vida espiritual y eterna a todos los que confían en su sacrificio y continua intercesión (versículos 23-25). El mejor pacto, del cual Jesús era el Garante, no es contrastado aquí con la ley de las obras, por las cuales todo transgresor está "bajo maldición" (Gálatas 3:10). Este mejor pacto lleva a todo creyente a una libertad más clara, más perfecta en Cristo, y con más abundantes privilegios.

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