EL SÁBADO, LA LEY
Y EL EVANGELIO
Rolaant McKenzie
Traducido de Gospel Outreach
19. Los padres de la iglesia primitiva y el sábado
Algunos cristianos sabadistas sostienen que la Iglesia
Católica cambió el día de culto del sábado
al domingo, comenzando por una ley dominical decretada por Constantino
el Grande (306-337 D. C.) en el año 321 D. C. La
suposición aquí es que Constantino puso en vigor una ley
religiosa. Pero Constantino no puso en vigor una ley cristiana, sino
una ley civil. Constantino no podía haber sido católico,
porque la Iglesia Católica, como se conocía durante el
período de la reforma, ni siquiera estaba organizada
formalmente, y sólo lo fue varios siglos más tarde. Hasta
es dudoso que Constantino siquiera fuera cristiano, aunque algunos lo
aseguran. Para esta época, los cristianos ya se estaban
reuniendo el primer día de la semana para tener culto. Muchos,
si no la mayoría, lo había estado haciendo durante un par
de siglos antes de que Constantino apareciera en escena. Los cristianos
no llamaban a ese día domingo,
sino que más bien se referían a él como Día
del Señor, en honor a la resurrección de Cristo de entre
los muertos.
La afirmación, por parte de la Iglesia Católica, en
algunos de sus catecismos de que ella cambió la santidad del
sábado al domingo no es evidencia de que ella lo hizo realmente.
El Nuevo Testamento no santifica el domingo en ninguna parte, y tampoco
santifica el sábado. El énfasis había sido quitado
del día y puesto en Cristo, haciendo ya innecesaria la
observancia de días particulares. La Iglesia Católica
afirma que Pedro fue el primer papa. También asegura que
María, la madre de Jesús, es co-regente con Cristo en el
cielo ahora. Es dudoso que la mayoría de los cristianos
sabadistas crea esto ahora, si es que alguno lo cree. ¿Por
qué aceptar lo que dice la Iglesia Católica en
relación con la transferencia de la santidad del sábado
al domingo, al mismo tiempo que no se cree que Pedro fue el primer papa
o que María gobierna con Cristo en el cielo? Ella no era
más santa que cualquier otro cristiano. Y la historia no apoya
las afirmaciones de la Iglesia Católica de que ella
cambió el día de culto del sábado al domingo. Este
es un argumento inconsistente que no tiene ningún sentido.
Los padres de la iglesia primitiva de los siglos I y II D. C. no
consideraban el sábado como un día que todos los
cristianos estaban obligados a guardar. Daban un testimonio diferente.
Aunque las siguientes epístolas y afirmaciones no aparecen en la
Escritura y, por lo tanto, no deben considerarse canónicos,
ayudan a proporcionar información histórica en
relación con las creencias prevalecientes de la iglesia
primitiva en sus primeros siglos.
Ignacio era obispo de Antioquía en Siria (c. siglo I-II D. C.) y
fue martirizado por bestias en Roma (c. 105-116 D. C.). En su camino a
Roma, visitó y escribió a varias iglesias,
amonestándolas y exhortándolas. También
escribió a Policarpo, obispo de Esmirna, adelante en Roma.
Ignacio advirtió a la iglesia contra herejías que
amenazaban la paz y la unidad; se opuso a gnosticismo y al docetismo, y
en su epístola a Esmirna, insistió en que Cristo vino en
carne, no sólo en espíritu.
La epístola de Ignacio a los magnesios 8-10 (c. 110 D. C.).
"No seáis engañados por doctrinas extrañas o mitos
anticuados, porque son sin valor. Porque si continuamos viviendo de
acuerdo con el judaísmo, reconocemos que no hemos recibido la
gracia. Porque los profetas más piadosos vivieron de acuerdo con
Cristo Jesús. Por esto fueron perseguidos, siendo inspirados,
como lo fueron, por su gracia para que los desobedientes pudieran ser
plenamente persuadidos de que hay un Dios que se reveló a
sí mismo por medio de Jesucristo su Hijo, que es su Verbo que
salió del silencio, y quien en todo respecto agradó a
Aquél que le envió. Entonces, si los que habían
vivido en prácticas anticuadas vinieron a novedad de esperanza,
no ya guardando el sábado, sino viviendo de acuerdo con el
día del Señor, en el cual nuestra vida también se
levantó por medio de Él y de su muerte (que algunos
niegan), el misterio por el cual vinimos a creer, y a causa del cual
soportamos pacientemente, para ser considerados discípulos de
Cristo, nuestro único maestro, ¿cómo podemos vivir
sin Él, al cual hasta los profetas, que eran sus
discípulos en el Espíritu, esperaban como su maestro? A
causa de esto, Él, a quien ellos justamente esperaban, les
levantó de los muertos cuando vino. Por tanto, no seamos
ignorantes de su bondad. Porque si Él fuese a imitar la manera
en que nosotros actuamos, estamos perdidos. Por tanto,
habiéndonos convertido en discípulos suyos, aprendamos a
vivir de acuerdo con el cristianismo. Porque cualquiera que sea llamado
por cualquier nombre que no sea éste, no pertenece a Dios. Por
tanto, echen fuera la mala levadura, que se ha echado a perder y
está agria, y echen mano de la nueva levadura, que es
Jesucristo. Sálense con Él, para que ninguno se pudra,
pues por su olor serán ustedes examinados. Es completamente
absurdo profesar a Jesucristo y practicar el judaísmo. Porque el
cristianismo no creía en el judaísmo, sino el
judaísmo en el cristianismo, en el cual "toda lengua"
creía y "era reunida" con Dios". (10)
La epístola de Bernabé probablemente no fue escrita por
el Bernabé del Nuevo Testamento. El escritor repudia las
afirmaciones de los cristianos judíos de su tiempo, que abogaban
por la adhesión a la ley mosaica. El autor también
argumentaba que Cristo proporcionó la salvación y que el
hombre ya no está sujeto a la ley. Esta carta compara la vida
santa con la impiedad.
Epístola de Bernabé 2:4-6 (c. 130 D. C.).
"Porque Él nos ha hecho saber bien claramente, por medio de
todos los profetas, que Él no necesita ni sacrificios ni
ofrendas encendidas enteras ni ofrendas generales, diciendo en una
ocasión: '¿Para qué me sirve la multitud de
vuestros sacrificios?' dice el Señor. 'Hastiado estoy de
holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre
de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.
¿Quién demandó esto de vuestras manos cuando
venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios?
No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es
abominación; luna nueva y días de reposo no los puedo
soportar'. Por tanto, Él ha abolido estas cosas, para que la
nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que está libre del
yugo de la compulsión, pueda tener su ofrenda, una ofrenda no
hecha por el hombre".
Epístola de Bernabé 15:8-9 (c. 130 D. C.).
"Finalmente, les dice: 'No soporto sus lunas nuevas y sus días
de reposo'. Ustedes ven lo que Él quiere decir: No son los
sábados actuales los que me son aceptables, sino el que yo hice;
en ese sábado, después de que yo ponga a reposar todo lo
demás, crearé el principio de un octavo día, que
es el principio de otro mundo. Por eso pasamos el octavo día en
celebración, el día en que Jesús resucitó
de los muertos y, después de aparecerse nuevamente,
ascendió al cielo". (11)
The Didache o La Enseñanza de los Doce Apóstoles era un manuscrito del siglo XI descubierto por Philotheus Bryennois. Consiste de varias partes, comenzando por el Two Ways,
instrucción ética que incluye reglas comunitarias para
prácticas litúrgicas y conducta de liderazgo, antes de
terminar con una corta sección apocalíptica. Aunque algo
del material pueda datar de antes del año 100 D. C., la forma
actual del documento probablemente data de mediados del siglo segundo a
lo mucho.
El Didache (o La enseñanza de los doce apóstoles) 14:1 (c. 70 D. C.)
"En el propio día del Señor, reúnanse y partan el
pan y den gracias, habiendo confesado primero sus pecados para que su
sacrificio sea puro". (12)
La Historia Eclesiástica de Eusebio Pamphilus (c. 260-339 D. C.) es probablemente una de las obras disponibles más
importantes sobre la historia de la iglesia primitiva, que abarca los
acontecimientos de sus primeros tres siglos. Como persona nacida
durante el período de la iglesia primitiva, Eusebio era un
historiador capaz, que vio de cerca los sucesos que ayudaron a dar
forma a los acontecimientos históricos y teológicos de la
iglesia primitiva.
Historia Eclesiástica, de Eusebio, Libro 1, Capítulo 5 (c. 315 D. C.).
"Por cuanto el nombre de cristianos tiene el propósito de
indicar esta misma idea, de que un hombre, por el conocimiento y la
doctrina de Cristo, se distingue por la modestia y la justicia, la
paciencia y una virtuosa fortaleza, y por una profesión de
piedad hacia el único y solo Dios suopremo; todo esto no menos
estudiosamente cultivado por ellos que por nosotros. Por tanto, ellos
no guardaban la circuncisión ni el sábado, ni lo hacemos
nosotros; ni nos abstenemos de ciertos alimentos, ni guardamos otras
ordenanzas, que Moisés subsiguientemente entregó para ser
observadas en tipos y símbolos, porque cosas como éstas
no pertenecen a los cristianos". (13)
Historia Eclesiástica, de Eusebio, Libro 3, Capítulo 27 (c. 315 D. C.)
"Los ebionitas tenían opiniones bajas y despreciables de Cristo.
Porque le consideraban un hombre común y corriente, y
justificado sólo por sus adelantos en virtud, y que había
nacido de la virgen María, por generación natural. Para
ellos, la observancia de la ley era cmpletamente necesaria, como si no
pudiesen salvarse sino por la fe en Cristo y una vida correspondiente.
Éstos pensaban, de hecho, por una parte, que todas las
epístolas de los apóstoles debían ser rechazadas,
llamándoles apóstatas de la ley, pero, por la otra,
usando sólo el evangelio de acuerdo con Hebreos, estiman a los
otros como de poco valor. También observan el sábado y
otras disciplinas de los judíos, tal como ellos, pero, por otra
parte, también celebran el día del Señor de forma
muy parecida a nosotros, en conmemoración de su
resurrección". (14)
Historia Eclesiástica, de Eusebio, Libro 5, Capítulo 23 (c. 315 D. C.)
"Las iglesias en el resto del mundo observan la práctica que ha
prevalecido desde la tradición apostólica hasta la
actualidad, así que no sería apropiado terminar nuestro
ayuno en ningún otro día que no sea el día de la
resurrección de nuestro Salvador. De aquí que hubiese
sínodos y convocatorias de los obispos sobre esta
cuestión; y todos redactaron unánimemente el decreto
eclesiástico, que ellos comunicaron a todas las iglesias en todo
lugar, de que el misterio de la resurrección de nuestro
Señor no debe celebrarse en ningún día que no sea
el día del Señor". (15)
Ireneo, obispo de Lyons (c. 178 D. C.
"El deber de celebrar el misterio de la resurrección de nuestro
Señor puede cumplirse sólo en el día del
Señor". (16)
Justino Mártir (c. 100-165 C. D. vivió durante el reinado
de Antonio Pío y sufrió el martirio en 165 D. C. durante
el reinado de Marco Aurelio. Era un entusiasta promotor del evangelio,
y después de viajar mucho por todo el Imperio Romano, se
estableció en Roma como maestro cristiano. Mientras estaba
allí, filósofos vecinos se confabularon contra él
a causa de su profesión cristiana, y le llevaron delante de las
autoridades romanas, las cuales le ejecutaron por decapitación.
La primera apología de Justino, capítulo 67
"Y en el día llamado del sol, todos los que viven en ciudades o
en el campo se reúnen en un solo lugar, y se leen las memorias
de los apóstoles o los escritos de los profetas, hasta donde el
tiempo lo permita; luego, cuando el lector ha dejado de leer, el
presidente da instrucciones verbales, y exhorta a la imitación
de estas buenas cosas ... Pero el domingo es el día en el cual
todos nosotros tenemos asamblea común, porque es el primer
día en que Dios, habiendo producido un cambio en la oscuridad y
la materia, hizo el mundo; y Jesucristo nuestro Salvador en el mismo
día se levantó de entre los muertos". (17)
Algunos cristianos dirían que estas epístolas y
afrmaciones no son dignas de confianza y reflejan una apostasía
general que ocurría en la iglesia durante esa época. Pero
esta es la iglesia de la cual Cristo dijo: "Las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella". También, los hombres que
escribieron cartas como éstas a los primeros cristianos eran el
tipo de personas de las cuales se habla en Hebreos 11.
Hebreos 11:35-40
Muchos dirigentes de la iglesia y seguidores de Cristo, como Ignacio,
Policarpo, y Justino Mártir, para mencionar algunos, sufrieron
severa persecución y eventualmente el martirio a manos de los
romanos por difundir el evangelio de Cristo. Pero, para mantener la
idea principal, la observancia del sábado no era un requisito en
aquellos días para todos los cristianos, ni se observaba
generalmente. Y esto sucedía mucho antes de que Constantino el
Grande pusiera en vigor su ley dominical civil.
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