Los que murieron. No bien se
había arrastrado a bordo el último caracol, cuando el
Señor le hizo otro favor a Noé nuevamente, cerrando
sobrenaturalmente la enorme puerta del arca (Génesis 7:16).
Desde este momento en adelante, la suerte estaba echada, y todos los
que estaban fuera del arca estaban condenados a muerte. Los pecadores y
todas sus obras estaban a punto de ser barridos de la faz de la tierra.
Vale la pena hacer una pausa aquí y preguntarse que
ocurrió con este mundo perdido, especialmente cuando nos
enteramos de que puede haber tenido hasta veinticinco mil millones
de habitantes y un nivel cultural bastante alto (Henry Morris, 1977, p.
80). Pero, aparte de algunas pisadas supuestamente humanas en los
estratos primitivos y dos artefactos insignificantes (Balsiger y
Sellier, pp. 44-45), no se ha encontrado jamás ni el menor
rastro de esta civilización ni de sus renombrados gigantes.
Todos los fósiles de los homínidos que han sido hallados
- desde el desfiladero Olduvai hasta las caavernas de Francia -
representan tribus postdiluvianas degeneradas (Kofahl y Segraves, pp.
130-131). Henry Morris (1974, p. 119) sugiere que estos miles de
millones de personas huyeron a las montañas y, de ese modo,
escaparon de ser enterrados mientras sus ciudades eran sepultadas a
tanta profundidad que nunca podrán ser halladas.
¡Qué notable tenacidad la de estos antediluvianos, que se
aferraban a las cimas de los montes aunque éstos permanecieron
sumergidos durante cinco meses mientras las aguas iban y venían!
Y sus ciudades no habrían estado sumergidas a mayor profundidad
que la de los habitantes del suelo del océano, cuyos
fósiles están expuestos abundantemente. Con Nelson, nos
vemos obligados nuevamente al deus ex machina: "Fue el propósito deliberado de Dios que no quedara ningún vestigio del hombre antediluviano" (p. 161, énfasis suyo).
El diluvio no sólo destruyó la malvada humanidad. Todas
las inocentes criaturas de la tierra sufrieron y murieron en este
cataclismo ordenado por Dios (Génesis 7:21-23). ¿Por
qué? Whitcomb y Morris revelan que las "criaturas subhumanas"
que han sido usadas como instrumentos del pecado son castigadas (p.
465). Pero seguramente todos los animales de la tierra, muchos de los
cuales no habían visto nunca a un ser humano, no
merecían ser ahogados sumariamente. ¿Qué cruel
mano del destino seleccionó los dos de cada especie para que
abordaran el arca, dejando atrás a todos los demás sin
esperanza? Estos problemas están más allá del
propósito de este artículo, pero solamente los
mencionamos para indicar algunos de los muchos dilemas que conlleva una
aceptación literal de la historia del diluvio.
Tamaño y efectos del diluvio.
Ya hemos aludido a la inmensidad del diluvio, pero para apreciarla
realmente debemos saborear algunas de las observaciones de los
expertos:
El diluvio fue acompañado de violentos movimientos
de la corteza terrestre a causa de una actividad volcánica de
proporciones trascendentales. Tremendos tsunamis e impetuosas
corrientes rasparon y erosionaron profundamente la superficie de los
continentes. Bosques enteros fueron desgajados y transportados por largas
distancias, para ser descargados donde las corrientes perdían
velocidad. (Kofahl and Segraves, p. 226).
Aun después de de los primeros cuarenta
días, cuando los más fuertes aguaceros y levantamientos
de la corteza terrestre habían disminuído, dicen
las Escrituras que las aguas "prevalecieron" sobre la tierra durante
ciento diez días más. Esta afirmación ...
ciertamente dejaría implícito que una extensa actividad
hidráulica y sedimentaria continuó por largo tiempo, y
quizás muchos depósitos de inundaciones anteriores
volvieron a erosionarse y a reconfigurarse. ... La única manera
en que la tierra podría aparecer nuevamente sería que
tuviera lugar una tremenda orogenia [formación de
montañas por medio de terremotos]. Las montañas debieron
alzarse y nuevas cuencas formarse para recibir la gran sobrecarga de
agua impuesta sobre la tierra. (Whitcomb and Morris, pp. 266-267).
El debilitamiento de la corteza terrestre, siquiera en un
punto, con el escape resultante de magmas y agua o vapor,
conduciría entonces a movimientos de tierra, causando más
fracturas hasta que, como las Escrituras lo describen tan
gráficamente, "en el mismo día fueron rotas todas las
fuentes del gran abismo" (Génesis 7:11). ¡Ciertamente
ésta fue una gran catástrofe, en comparación con
la cual la explosión de la más grande bomba de
hidrógeno, o de cientos de tales bombas, se vuelve
insignificante! (Whitcomb and Morris, pp. 242-243).
El océano mundial del diluvio del Génesis fue
barrido por tormentas de viento que harían parecer como una
suave brisa a los modernos tornados. (Schmich, p. 121).
Hay quizás quinientos volcanes activos en el mundo,
y posiblemente tres veces esa cantidad de volcanes extintos. Pero
nada visto jamás por el hombre en la época actual puede
compararse con cualquiera que fuese el fenómeno que causó
la formación de estas tremendas estructuras. (Whitcomb and
Morris, 1973, p. 85).
Por una vez, podemos estar de acuerdo con que la retórica
creacionista no ha sido exagerada. Un cataclismo que pudiera llevar a
cabo el mayor porcentaje de la actividad geológica en la historia
de la tierra en un año - acontecimientos que los
uniformitaristas asignan a miles de millones de años -
sería tan devastador que no podemos ni siquiera comenzar a
imaginárnoslo. Y sin embargo, en las fauces de la
destrucción, navegaba un desvencijado buque de madera - de
enorme tamaño, con entradas de agua, y poco firme, llevando una
carga cuya seguridad y protección eran extremadamente
importantes! Es completamente inconcebible que hubiera podido
sobrevivir aun por algunos días en este torbellino sin hacerse
astillas - a menos que fuese protegido por la incesante
intervención de la deidad.
La supervivencia del arca. Es
curioso que, cuando la conversación se vuelve a la suerte
del arca, los diluviólogos de repente pintan un cuadro mucho
más rosáceo. Por ejemplo, Whitcomb ha leído que
los tsunamis (llamadas marejadas) en mar abierto son de tan baja
amplitud que apenas se notan y "por consiguiente, tendrían muy
poco efecto sobre el arca de Noé" (1973, p. 73). Pero,
¿por qué mencionar éstas y omitir las olas
producidas por el viento, de las cuales se ha sabido que exceden los
cien pies en un huracán ordinario? Los vientos que harían
parecer los tornados "como una brisa", soplando sin obstáculos y
sin limitaciones por el mundo entero, habrían generado olas
muchas veces más altas; el arqueólogo Meyer sugiere una
altura de varias millas (p. 57)! ¿Y qué tipo de
olas sería producido por la ruptura de las "fuentes del gran
abismo", la escisión de los continentes, y la orogenia mundial?
Se ha sabido que las ondas de choque de los actuales terremotos
submarinos han dañado o destruido barcos lejos de tierra
(Thrower, pp. 90-91).
Además, por lo menos en dos ocasiones, el arca no estuvo en mar
abierto. Cuando estaba en la llanura de Sinar, su primer encuentro con
el diluvio muy probablemente debe haber sido una marejada alta como una
montaña, una súbita inundación local, o ambas,
haciéndola añicos con la misma facilidad con la que
desarraigó "bosques enteros". En el otro extremo del viaje, el
barco fue estrellado contra el costado del monte Ararat y sacudido,
durante varios días más, por la violenta recesión
de las aguas.
Había otros riesgos también. La ceniza volcánica y
las rocas fundidas llenaban el aire, mientras que, por lo menos durante
las primeras etapas de la tormenta, las almadías y los escombros
de la civilización se disparaban a través del agua como
torpedos. Durante la mayor parte del tiempo, el arca era el
único objeto que se proyectaba por encima de la superficie del
agua, y como tal, debe haber sido el blanco de un continuo bombardeo de
relámpagos, que produjeron incendios, rajaron vigas, y
electrocutaron animales empapados.
Luego tenemos las enigmáticas corrientes de la
inundación, que fluían de aquí para allá,
enterrando algunos lugares durante una semana y descubriéndolos
a la siguiente. Por ejemplo, los creacionistas nos dicen que la
elevación de El Llano de Texas continuó siendo un refugio
para hombres y dinosaurios mientras ocho mil pies de sedimento estaban
siendo depositados en las cercanías. (John Morris, 1980, pp.
182-185). Por eso, el arca también debe haber encontrado
corrientes como ríos, de movimiento rápido, así
como remolinos, con frecuentes colisiones contra los
afloramientos que interrumpían la superficie. Noé no
había instalado ninguna clase de mecanismo de dirección
en el barco, dejándolo completamente a merced de la furiosa
tormenta (Segraves, p. II).
En lo que debe haber sido una primicia, los creacionistas Balsiger y
Sellier realmente llevaron a cabo un experimento (pp. 117-118).
Hicieron probar un modelo a escala del arca en un laboratorio
hidráulico, y llegaron a la conclusión de que
podría haber soportado olas de más de doscientos pies
antes de volcarse. Pero olas aun más altas deben haber sido
comunes en aquella terrible galerna, enviando al barco al fondo
rápidamente. Sin embargo, este es un punto debatible, puesto que
la prueba entera está viciada por el hecho de haber pasado por
alto el excesivo tamaño del barco, que lo habría hecho
poco seguro en cualquier estado del tiempo.
Los arqueólogos no pueden repicar y andar en la
procesión; no pueden tener un cataclismo de la magnitud del
diluvio bíblico y todavía esperar que el arca
sobreviviera. Cada año, aproximadamente dos mil barcos sucumben
a las fuerzas del mar, en condiciones que son como las latitudes del
caballo en comparación con el diluvio. Estas pérdidas
incluyen cargueros de acero, estructuralmente sólidos y mayores
que el arca, algunos de los cuales han desaparecido tan
rápidamente en un "mero" huracán que la gente hasta ha
sugerido una fuerza paranormal detrás de su destrucción
(cf. Kusche, pp. 246-247). ¿Quién puede olvidar el Amoco Cádiz,
un supertanque de 229,000 toneladas, que encalló frente a
las costas de Bretaña en marzo de 1978 y rápidamente fue
partido en dos por olas que eran calmas en comparación con las
que azotaban al monte Ararat? ¡Y sin embargo, el arca estuvo a la
deriva, sin timón ni velas, durante 150 días
(Génesis 7:24) en una tormenta que habría hecho parecer
insignificantes a "cientos de bombas de hidrógeno"!
La suerte de la carga. Pero
la mera supervivencia es difícilmente el criterio apropiado para
evaluar el éxito del viaje. Los animales, muchos de ellos tan
sensibles que nunca han estado guardados en zoológicos,
tenían que permanecer en una condición lo bastante buena
para reproducirse y extenderse por la tierra. Hisrst nos dice que "los
animales salvajes deben estar sometidos a un mínimo de saltos y
bamboleos durante el transporte. ... Hay que evitar en todo momento las
aceleraciones rápidas, las vueltas muy pronunciadas, y las
desaceleraciones repentinas" (p. 124). Piernas y cuellos rotos,
magulladuras, y cortaduras son consideraciones importantes aun en
viajes cortos en camión, para no mencionar el pánico que
las criaturas apiñadas experimentarían. Hasta los peces
en los tanques son afectados severamente por el bamboleo del agua y los
saltos (Van der Sande). Si en realidad el barco evitó ser
reducido a astillas, cualquier cosa a bordo de tamaño mayor que
el de un saltamontes habría sido golpeado hasta convertirse en
una masa sangrienta e informe mucho antes de que la última
marejada se estrellase contra el crujiente casco.
Cuidando la carga. Suponiendo que
el caos fuera del arca pudiera de alguna manera ser reducido
drásticamente, ¿qué problemas especiales
presentaba la carga? De acuerdo con los períodos de tiempo dados
en Génesis 7:9-11 y 8:13-14, basados en el año lunar
hebreo de 354 días, los habitantes del arca permanecieron
allí durante 371 días. ¿Cómo cuidaron
Noé y su familia de los que estaban bajo su cuidado durante este
largo viaje?
Hibernación animal. Nuestros
biólogos creyentes en la Biblia han diseñado un ingenioso
mecanismo para facilitar la tarea de Noé: la hibernación.
LaHaye y Morris nos dicen que la capacidad para hibernar es una
"tendencia casi universal" entre los animales y que, enfrentados a
"condiciones adversas" y "tensión extrema", los animales
caerían en este estado y así, serían
fácilmente manejables (p. 252). Henry Morris está de
acuerdo, atribuyendo esta conducta a "mutaciones genéticas
divinamente ordenadas", y asegura que ésta es la mejor
explicación disponible para estas capacidades hoy día
(1977, p. 98).
Aparentemente, esta "solución" es una idea ad hoc en la
cual ninguno de sus defensores se había molestado en ahondar
antes. Si lo hubiesen hecho, habrían descubierto que la
hibernación está muy lejos de ser "universal". En
realidad, sólo tres órdenes de animales placentarios -
los insectívoros, los quirópteros, y los roedores -
más algunos reptiles y anfibios - muestran una verdadera
hibernación. Éstas son criaturas pequeñas; los
animales más grandes, incluyendo los osos, son demasiado grandes
para una verdadera hibernación (Mount, p. 142). La
mayoría de los peces, las aves, y los invertebrados, no se
aletargan en ningún sentido, y otras formas de entorpecimiento,
como la estivación reptiliana, son fisiológicamente
diferentes del sueño de invierno y no podrían ocurrir en
el mismo entorno.
Además, los animales responden a la "tensión extrema" con
el pánico y la huida - no la hibernación, que es una
respuesta a la falta de alimento o a las frías temperaturas.
Apiñados en el arca como sardinas, junto con todas las otras
especies alrededor de ellos, zarandeados y golpeados contra sus jaulas,
con el ensordecedor rugido de la agitación exterior, la
tranquila inactividad es lo último que uno esperaría que
ocurriera. Muchos animales son tan nerviosos que son difíciles
de mantener en un zoológico ordinario; si hasta los verdaderos
hibernadores, como los murciélagos, se despiertan al tocarlos,
¿qué probabilidades hay de que cualquier espécimen
se enrosque tranquilamente para tomar una larga siesta?
La hibernación no es una simple siesta. Más bien,
"durante el período anterior a la hibernación, un animal
debe hacer un número considerable de ajustes graduales
fisiológicos y metabólicos" (Mayer, p. 262). Estos
ajustes incluyen un aumento en la deposición de la grasa, un
reajuste gradual de la temperatura del cuerpo, la frecuencia
cardíaca, y el metabolismo, la preparación de la
madriguera y el almacenamiento de alimento, y así por el estilo.
Las ranas y las salamandras con frecuencia pasan el invierno en grandes
conjuntos; otros anfibios duermen sólo bajo la basura del bosque
o en unas pocas pulgadas de agua helada; los peces que respiran fuera
del agua construyen un capullo de lodo. La sincronización
también es vital porque, si queda expuesto al frío en el
momento equivocado del año, un hibernador aumentará su actividad para mantenerse caliente.
¿Qué oportunidades tuvieron los animales para prepararse
y preparar sus jaulas para el largo descanso? ¿Tenían los
sencillos establos del arca abrigados cubículos y tibias cuevas?
Recién llegados de cerca y de lejos, los animales fueron
metidos, todavía cansados de su marcha, en celdas desconocidas y
atemorizantes y, sólo una semana más tarde, fueron
sacudidos violentamente en su agitado viaje (Génesis 7:4, 10).
Finalmente, la hibernación es un asunto riesgoso, no la
refrescante siesta presentada por los creacionistas. El animal pierde
como el 40 por ciento de su peso corporal durante el invierno:
prorrateado entre los 371 días a bordo del arca, cada uno
habría quedado reducido a poco más que un esqueleto para
cuando la puerta se abrió. Hasta los huesos y los dientes se
deterioran, y los jóvenes con frecuencia mueren de hambre
(Yalden and Morris, pp. 84-85). En las serpientes, la tasa de moralidad
puede ser de hasta entre el 30 y el 50 por ciento (Shaw and Campbell,p.
84). En la página 964, W. V. Mayer concluye:
Aparentemente, el hibernador está equilibrado sobre
una línea muy delgada entre la preservación de la vida a
un nivel que hace posible recuperarse de la hibernación, por una
parte, y una reducción del metabolismo a un nivel que conduce a
la muerte, por la otra. La evidencia obtenida de los tejidos indica
que, en el mejor de los casos, el proceso de hibernación es un
método precario de supervivencia, un proceso del cual muchos
animales no despiertan. Como mecanismo de supervivencia de las
especies, la hibernación parece efectiva; sin embargo, para la
supervivencia del individuo, es un proceso incierto y peligroso.
Sin embargo, en el arca sólo había individuos,
hibernando en condiciones en extremo adversas durante más del
doble del tiempo del que un animal está aletargado normalmente.
Tenemos que concluir que los animales en el arca no experimentaron
ningún tipo de aletargamiento que se pareciera en modo alguno a
estos fenómenos en la naturaleza; las "mutaciones divinas"
produjeron un estado que se acercaba más a la animación
suspendida, una especie de criónica celestial (Segraves, pp.
83-84) - y tenemos otro milagro muy impresionante.
Alimentación de los animales.
Sin embargo, esta quietud sobrenatural tiene un curioso rasgo, porque
la Biblia nos informa claramente que Noé debía llevar
alimentos para los animales (Génesis 6:21). Los hibernadores
sí despiertan de tanto en tanto para comer, y aparentemente
estos superdormilones también lo hacían. ¿Por
qué? Si el Señor iba a llevar a cabo una
modificación substancial de la fisiología natural como la
que involucraba esta imposible hibernación, ¿por
qué no hacer completo el milagro y prescindir del espacio
destinado a almacenar alimentos y el inconveniente para la
tripulación de tener que alimentarlos?
Esto es especialmente pertinente cuando se examina la magnitud de la
tarea. Para el número total de criaturas en el arca, si cada una
de ellas no recibía sino una comida durante el viaje, y si todos
los ocho miembros de la tripulación trabajaban dieciséis
horas diarias todos los días en sus labores, ¡cada animal
terminaría sólo con 44.3 segundos de atención
durante todo el período de más de un año! Algunos
tendrían su comida el primer día, mientras que otros
esperaron hasta que casi habían muerto de hambre. Los pobres
cuidadores habrían tenido que desempeñar sus labores en
el barco que subía y bajaba violentamente y en plena oscuridad
(puesto que las linternas podrían caerse fácilmente y
provocar un incendio). Tendrían que encontrar el alimento
correcto y de alguna manera localizar la jaula correcta en el laberinto
de locura. Cuando la encontraban, tenían que despertar un animal
que podía dormir durante el rugiente caos; el alimento no se
podía dejar en los comederos porque se podía echar a
perder o derramar. Y luego, de vuelta por el corredor resbaladizo hasta
los depósitos de alimentos a traer la siguiente comida - en un
horario perfecto, sin esfuerzos duplicados ni errores - ¡todo en
menos de un minuto!
Desafortunadamente, muchos animales no son fisiológicamente
capaces de sobrevivir con una comida ocasional, por grande que sea, y
una comida al año - o una vez por semana - significaría
la muerte. Algunas aves comen constantemente durante el día y
sufren cuando son llevadas a regiones donde los días de invierno
son cortos (National Research Council, 1977, p. 28), y algunos peces
buscan comida constantemente y no pueden utilizar el alimento que
reciben de tanto en tanto (Wickins and Helm, p. 117). Los roedores, los
rumiantes, y los insectívoros son otros en la clase de
"alimentador continuo" (Gersh, p. 60). Así, pues, parece que el
"modelo de hibernación", ingeniosamente concebido para aliviar a
Noé de la inmanejable carga de trabajo, está viciado por
el simple requisito bíblico de proporcionar alimento para el
viaje.
Necesidades dietéticas especiales.
Hay muchos otros problemas asociados con la alimentación. El
primero concierne a los carnívoros: ¿Dónde obtuvo
Noé las enormes cantidades de carne fresca requeridas por estos
animales? La respuesta creacionista es que Dios (milagrosamente) los
alteró para que pudieran prosperar con una dieta vegetariana
durante el viaje. Aunque algunos arguyen que el consumo de carne nunca
ocurrió en ningún momento sino después del
diluvio, Whitcomb y Morris discuten largamente la fisiología del
cambio de herbívoro a carnívoro, que ellos fechan en la
caída de Adán (pp. 461-464). Así, pues, estos
animales eran originalmente vegetarianos, luego se convirtieron en
carnívoros después de la caída, fueron vegetarianos
nuevamente durante el año del diluvio, y finalmente volvieron a
sus hábitos carnívoros después. Tres veces, el
Señor cambió la fisiología y la anatomía de
una proporción substancial del reino animal. Y si esto es cierto
con respecto a los animales carnívoros, también debe
serlo con respecto a las aves que comen insectos, los anfibios, los
reptiles, las multitudes que viven de pescado fresco y otras criaturas
acuáticas, y para los artrópodos que comen otros
vertebrados. ¿Fueron las lenguas delgadas y pegajosas de
los tamandúas, los pangolines, y otros comedores de hormigas,
tan difíciles de alimentar en los zoológicos, alteradas
para que comieran hierba? ¿Pudieron los murciélagos
vampiros y los mosquitos reemplazar la sangre fresca con jugo de
tomate? ¿Se adaptaron las ballenas a comer plantas
acuáticas en lugar de krill? ¿Y qué de nuestros
siempre molestos parásitos? ¿Se contentaron las tenias y
las sanguijuelas con pasarse un año succionando un tronco viejo?
¡Dios estaba remodelando los sistemas digestivos a la derecha y a
la izquierda!
Aunque todos comieran plantas, todavía habría enormes
obstáculos. Muchos animales tienen dietas altamente
especializadas: los koalas sólo comen ciertos tipos de hojas de
eucalipto; el panda gigante come brotes de bambú; los perezosos
de tres dedos prefieren hojas de Cecropia, hasta el punto de que es casi
imposible mantenerlos en cautividad. Los primates necesitan fruta
fresca; a muchas aves les aparecen calambres y espasmos si no reciben
suficiente calcio; los roedores del desierto se envenenan si ingieren
demasiadas proteínas; y la lista sigue (cf. Wallach and Flieg;
Fiennes). ¿Cómo supo Noé qué alimentos
obtener; en qué cantidad, y dónde conseguirlos?
¿Cómo se impidió que los alimentos almacenados se
pudriesen durante el largo viaje? Hasta el heno pronto se llena de moho
y se vuelve inusable.
Young insiste que la limpieza diaria de los comederos y la
eliminación del alimento sobrante evitó la
descomposición (p. 137). Los comederos de las jirafas y los
alces debían ser altos, de lo contrario no los
alcanzarían, mientras que los animales con grandes cornamentas
no pueden poner la boca en una canasta colocada junto a una pared. Los
carnívoros privados de huesos para masticar contraen
enfermedades periodontales (Bush and Gray); los roedores también
necesitan mordisquear, de lo contrario sus dientes crecen demasiado
(Orlans, p. 247). El pico desgarrador de las águilas, el pico
rompedor de semillas de los loros, el pico colador de los flamencos
también crecen demasiado si no se usan (National Research
Council, 1977, p. 27). Muchos animales, desde los peces hasta las
serpientes, desde los pingüinos hasta los murciélagos,
sólo comen alimento vivo porque tienen que ver si se mueve para
apoderarse de él (Fiennes; Gersh). Hasta las pomesas comen
sólo alimento vivo y se comerán las unas a las otras si
no hay disponible nada más. ¿Sabía Noé
esto?
Almacenamiento del alimento y el agua.
¿Dónde encontró Noe espacio para todas estas
provisiones? Aunque los animales comieran sólo algunas veces
durante el viaje, éstas comidas debían ser copiosas, y se
necesitaba mucho alimento. Los elefantes consumen trescientas libras de
forraje por día, los hipopótamos entre ochenta y cien
libras. Una morsa grande consume cuarenta libras de peces diariamente,
un león, dieciséis libras de carne; ¿cuál
sería el equivalente en granos? Las ballenas consumen varias toneladas
de krill por día cuando se alimentan (Lockley, pp. 87-88), y
muchos insectívoros y muchas aves consumen el equivalente a su
peso cada veniticuatro horas. Neubuser dice que, en el zoo de
Frankfurt, cada año se necesitan "sesenta toneladas de carne de
caballo, ganado, y de ballena para satisfacer las demandas de los
carnívoros. Las cajas de cereales y semillas oleaginosas, cada
una conteniendo más o menos un quintal, se extenderían
por una distancia de más de media milla si se pusiesen la una
junta a la otra. El consumo anual de frutas, vegetales, raíces,
y trébol verde llenaría cincuenta trenes de carga; el
heno y la paja, treinta y cinco vagones de mercancía" (p. 165).
No sea que estas cargas comiencen a abrumarnos, encontramos a Rehwinkel
discutiendo una teoría de que Noé poseía un
"aceite misterioso" de poderes supernutritivos - una gota del cual
sustentaría la vida (p. 75). En la tierra de Oz creacionista,
¿por qué no?
Aunque el agua era la sustancia más abundante en los
alrededores, era lodosa, salobre, y llena de contaminantes
volcánicos. Aun el agua que caía del cielo habría
sido inútil, puesto que el tremendo nivel de vulcanismo la
habría convertido en lluvia ácida venenosa. Para sus
animales, Noé necesitaba grandes cantidades de agua dulce y
fresca, guardada en abrevaderos e inspeccionada con frecuencia.
¿De dónde vendría esta agua? ¿Cómo
era almacenada y distribuida? Siendo las condiciones como eran, el agua
debe haber salpicado fuera de los bebederos poco después de que
eran llenados, mezcládose con el alimento y echádose a
perder hasta formar un pantano maloliente y resbaloso por todas las
tres cubiertas, mientras las reservas se llenaban rápidamente de
algas hasta formar una bazofia intragable.
Limpieza y disposición del agua.
La mención de los desechos llama la atención a ese
problema. Todas las autoridades en el cuidado de animales insisten en
la pulcritud de los establos, haciendo énfasis en la
eliminación diaria de los desechos y los lechos sucios. Neubuser
hace notar que "la eliminación de los desechos en los
zoológicos presenta dificultades casi insuperables" (p. 170); en
el arca, estos desechos deben haberse multiplicado muchas veces. Los
creacionistas Balsiger y Sellier sugieren que la cubierta inferior se
usaría para almacenar la mezcla de desperdicios, de los cuales
se acumularon 800 toneladas durante el viaje. Sin embargo, un solo
elefante adulto podría producir 40 toneladas durante este tiempo
(Coe), y había muchas criaturas aun de mayor tamaño.
Nuestro animal promedio, la oveja, produce 0.34 toneladas por
año; las aves de corral, 0.047 (Sainsbury and Sainsbury, p.
110). Multiplicando el número de vertebrados por 0.34, las siete
parejas de aves por 0.047, producen 25,508 toneladas de desperdicios -
¡seis veces más pesados que la misma arca! Por supuesto,
la hibernación reduciría grandemente esta cantidad,
mientras que los invertebrados y los dinosaurios la aumentarían.
Cualquiera que sea el total, habría habido una increíble
cantidad en el barco sobrecargado, un originador de un número
infinito de gérmenes patógenos, y una fuente de gases nocivos y
asfixiantes.
Una comparación con el libro Guide to Ship Sanitation,
de Lamoureux, es instructiva. Se necesitan complejos sistemas de
plomería, que incluyen tubos y bombas, espacios de aire y
válvulas de flujo en retroceso, filtros y tratamientos
químicos para proveer agua potable y disponer de los
desperdicios. Los desperdicios son tratados y lanzados por la borda, no
descargados a la sentina, como en el arca. Tal tecnología estaba
claramente más allá de la capacidad de Noé y de la
de su minúscula tripulación; pero, si hubo una
ocasión en que se necesitó en un viaje, fue en
éste.
Necesidades especializadas de los animales.
"Los animales en un zoológico moderno requieren un millar de
pequeñas atenciones aparentemente insignificantes, y
constantemente tenemos que tratar de dscubrir sus necesidades".
Así escribe el Dr. Heinz Hediger del Zoo de Zurich,
introduciéndonos a un número de dolores de cabeza
adicionales con los cuales tuvo que tratar Noé.
Muchos animales no sobrevivirían por mucho tiempo en establos
desnudos, sino que necesitan tener la presencia de elementos de su
entorno natural. Las ardillas y los perezosos necesitan árboles
para trepar; éstos últimos son casi indefensos en el
suelo. Los armadillos, las vizcachas, y otros requieren suelo donde
poder escarbar y esconderse; los capibaras y los tapires deben tener
pozas de agua para bañarse; y los castores requieren agua
corriente. El extremadamente delicado ornitorrinco tendría que
ser mantenido con un dispositivo que consiste de un tanque de agua, un
nido, y túneles con empaques de caucho para
escurrir el agua del
pelaje del ornitorrinco para evitar que el nido se moje y que el animal
contraiga neumonía. A los ungulados que están siendo
transportados debe hacérselos ponerse de pie
cada hora
para revivir la circulación en sus extremidades. Los elefantes y
los hipopótamos contraen dermatitis, a menos que puedan
bañarse con frecuencia (cf. Crandall; Hirst; Neubuser).
Las aves que vadean sufren de debilidad en las patas y deben ser
transportadas en medias especiales; los pavos reales y los faisanes de
cola larga puede que necesiten que sus colas sean entablilladas y
envueltas en vendajes. Las jaulas de los pájaros carpinteros
necesitarían una mano de una sustancia especial, y muchos otros
animales, desde las termitas hasta los roedores, roerían una
jaula o cubículo normal y escaparían. La excesiva humedad
es "extremadamente perjudicial" para la mayoría de los reptiles
(Kaufeld), mientras que la baja humedad sería fatal para muchos
anfibios. Los invertebrados que se entierran, como las lombrices, los
cangrejos, y las almejas, perecerían sin el debido substrato.
Quizás las mayores dificultades surjan con los organismos
marinos. La mayoría de ellos es extremadamente sensible a
ligeros cambios de temperatura, salinidad, valor pH, y otros factores,
y sus acuarios requieren supervisión constante. Muchos necesitan
tanques grandes y redondos para evitar que se golpeen contra los
costados, y algunos tanques deben tener espuma de poliuretano para
proteger a los animales contra lesiones por roces. Se necesitan
complejos sistemas de filtración - no disponibles en el arca -
para eliminar los desperdicios; la mayoría de los peces requiere
un alto grado de limpieza. Los habitantes marinos de profundidades de
más allá de los 6000 metros deben ser mantenidos en
tanques especiales de alta presión (cf. Backhaus; Hawkins). Por
supuesto, se necesita un sistema de aeración activa o los peces
se asfixiarían; sin embargo, una frágil medusa puede ser
dañada por un oxigenador de burbujas. Algunos tiburones
sufren daño a los tejidos cuando permanecen quietos aunque
sólo sea por cinco minutos, y muchos puede que necesiten ser
estimulados por un asistente cuando están en un entorno de
cautiverio (Gruber y Keyes, p. 383). Hasta las humildes lombrices
planarias es probable que mueran si su agua "se contamina aunque sea
ligeramente" (Orlans, p. 49). El National Research Council concluye: "A
pesar del mejor cuidado y equipo, algunas especies marinas no toleran
ser capturadas y transportadas" (1981,p. 53).
Ventilación. La
ventilación habría sido otra preocupación
importante. La Biblia nos dice que Noé instaló una
ventana de un codo por lado en la parte superior de la nave
(Génesis 6:16). Los creacionistas, basándose en "testigos
presenciales" que han visto el arca en tiempos modernos, amplían
esto y lo convierten en una hilera de ventanas a lo largo de una
pasarela en la parte superior del barco, y proponen un "sistema de
deflección del viento" para hacer que el aire entrara bajo
cubierta (Schmich). En todo caso, la ventana o las ventanas
tenía o tenían postigos, porque Noé los
abrió para dejar salir al cuervo y a la paloma. Considerando las
montañas de agua que constantemente entraban al barco,
estos postigos probablemente estaban cerrados la mayor parte del tiempo, para evitar
que el arca se inundase.
Abiertos o cerrados los postigos, el entusiasmo del arqueólogo es prematuro.
Sainsbury y Sainsbury dan cierto número de ecuaciones y tablas
para calcular la ventilación de los graneros (p. 166s), y es
claro que, cuando las aberturas están a la misma altura en el
edificio, especialmente cerca de la parte superior, la
circulación del aire será muy pobre. Esto sería
particularmente agudo en el arca, un navío densamente poblado,
de tres cubiertas: virtualmente ningún aire fresco podría
llegar a las cubiertas inferiores. El resultado sería una
creciente concentración de polvo y microorganismos,
condensación en los lechos y los pisos, y el resultante
enfriamiento, la pérdida de apetito, y susceptibilidad a
enfermedades respiratorias.
La falta de ventilación produciría consecuencias
particularmente terribles con respecto a las toneladas de desperdicios
acumulados en la tierra de nadie de la cubierta inferior. Además
de ser un criadero de todo tipo posible de organismos patógenos,
también despediría grandes cantidades de gases
tóxicos como amoníaco, sulfuro de hidrógeno, y
metano. Por ejemplo, el sulfuro de hidrógeno conduce a la
pérdida del apetito e hiperexcitabilidad en concentraciones tan
bajas como de veinte partes por millón - pero la
agitación de la mezcla de desperdicios sólidos y
líquidos, incesante en el arca, puede elevar los niveles a 800
ppm (Sainsbury and Sainsbury, p. 207). Estos gases también son potencialmente explosivos. El metano, que compone
aproximadamente el 55 por ciento del tipo gas de vertedero de basura,
es altamente explosivo en concentraciones de 5 a 15 por ciento de
oxígeno (Emcon Associates, p. 35; Noble, pp. 157, 158). A esta
tasa, sólo unos pocos cientos de toneladas de desperdicios
convertirían el barco rápidamente en una bomba flotante,
y sólo se necesitaría el destello de un relámpago,
una ascua volcánica ardiendo, o una lámpara
inadvertidamente encendida para producir una explosión y arrojar
al barco y a su inapreciable carga al fondo del mar.
Niveles de luz y temperatura. En
las profundidades del barco, lejos de sus minúsculas ventanas
apostigadas, con espesas nubes cúmulo-nimbos y densas capas de
cenizas volcánicas por encima, la oscuridad debe haberles
recordado a muchos de los cavernícolas los negros túneles
que habían desocupado no hacía mucho. Como hemos
mencionado, las linternas representaban un rieso demasiado grande de
incendio para ser usadas; éste era un peligro aun en condiciones
ordinarias de navegación (Thrower, p. 85). Pero los animales
privados de luz, particularmente los jóvenes que los
creacionistas desean poner a bordo, a menudo tienen pobre visión
y hasta sufren de deterioro de los nervios ópticos y las retinas
(King, pp. 30-31). Las criaturas acuáticas también son
sensibles hasta a ligeras variaciones de la calidad de la luz
(Backhaus, p. 197).
También los peces son sensibles a la temperatura, y se necesitan
tanques separados a niveles regulados cuidadosamente para que los
acuarios funcionen bien (Atz). ¿Cómo llevó
Noé esto a cabo? Mientras su barco reposaba en los candentes
trópicos de Sinar esperando la lluvia, el calor adentro debe
haber sido sofocante para muchos. Los animales polares no
habrían podido salir adelante. Las chinchillas, los leopardos de
las nieves, y muchos otros - hasta las ranas - también es
probable que perezcan en condiciones calurosas. Los reptiles no
sólo requieren un óptimo nivel de temperatura, peligroso
si es excesivo, sino que deben reducirlo cíclicamente para
simular los ritmos diurnos y estacionales (Peaker). A medida que la
inundación progresaba, la temperatura puede haber permanecido
alta debido al vulcanismo; alternadamente, puede haber comenzado a
declinar por la falta de luz solar (recuérdese que la edad de
hielo siguió inmediatamente después). De cualquier modo,
mientras el arca permanecía encaramada en el monte Ararat a catorce mil pies de
altura y los mares se retiraban lentamente, la
presión y la temperatura del aire declinaron hasta que los
desafortunados habitantes de las tierras bajas se encontraron en este
aire alpino y las primeras nieves de la nueva dispensación
mientras esperaban para desembarcar. ¡Si usted tuvo que soportar
el horno al principio, se congeló al final!
Problemas para la tripulación.
Es inútil continuar discutiendo los animales. Tenemos que pasar
por encima de los problemas del ejercicio de las bestias y aves y ni
siquiera contemplar los miembros rotos, las magulladuras, las
laceraciones, y las concusiones causadas por el viaje de pesadilla. Las
enfermedades también estaban mucho más allá de la
competencia veterinaria de Noé. ¿Y qué de la
reproducción? Algunos cracionistas niegan que tuviera lugar;
otros dicen que sí ocurrió. Sedgraves sugiere una especie
de divino control de nacimientos (p. 85). En cualquier caso, podemos
estar seguros de que las moscas, los mosquitos, y toda suerte de bichos
se multiplicaron astronómicamente, aunque ninguna de las
especies superiores lo hizo.
Pero aun con el milagro de la hibernación, la tarea a la que se
enfrentaban Noé y su tripulación era absolutamente
insuperable, dejando aparte cualquer otra titánica
intervención de Jehová. Un muestreo al azar de más
de cien zoológicos en el International Zoo Yearbook de
1980 mostró una proporción de 25.4 animales por cada
encargado de zoológico - experimentados empleados supervisados
por expertos muy bien adiestrados en condiciones infinitamente
superiores a las del arca. ¡A esta proporción, el gran
barco habría necesitado un personal de 151,926 miembros para que
atendieran a todas y cada una de las cristuras a bordo! Noé
tenía ocho.
Todavía aguardaban otros deberes a nuestro ajetreado timonel.
Aunque era afortunado por no tener que navegar ni vigilar motores que
pudieran averiarse, todavía sería necesario algo de
mantenimiento. La putrefacción de la madera está presente
en todo barco de madera y se agrava por la humedad y la mala
ventilación. Duffett recomienda una prolija inspección de
proa a popa, con una linterna de mano, una lezna, y un martillo, cada
dos meses (p. 149). Habría habido problemas con teredos,
moluscos pequeñitos, parecidos a gusanos, que se abren paso
comiendo a través de la madera y acribillan las planchas y los
maderos con pequeños agujeros, lo que los convierte en "el
riesgo más grande para los cascos de madera" (Noel, p.
85). Entonces, también, en esta terrible tormenta, habría
sin duda grandes rupturas y astillamientos de establos, vigas, pisos, y
miríadas de otros accidentes que normalmente conllevan tiempo
substancial en un dique seco - todo lo cual habría tenido que
ser localizado en la oscuridad, y emparchado lo bastante bien como para que
durara hasta que el barco llegara a Ararat. Ya hemos observado
cuánta agua hacían los barcos grandes y sobrecargados y,
en estos mares de olas grandes como montañas, un bombeo continuo
habría sido esencial para mantener el arca a flote. Los barcos
más pequeños y mejor construidos pueden hacer un pie o
más de agua por hora; por consiguiente, "las tripulaciones
quedarían tan completamente exhaustas por el bombeo que apenas
podrían trabajar en el barco". (Thrower, pp. 89-90). Una
tripulación más grande y más experimentada
sería necesaria sólo para el mantenimiento, sin contar
las imposibles labores zoológicas.
Basiger y Sellier hablan de la vida de placer a bordo del arca, y hasta
mencionan "el toque femenino" en los alojamientos de la familia (p.
134). Segraves habla de una cubierta entera dedicada a "instalaciones
recreativas" (p. 16). Este no es el cuadro que emerge de nuestro
estudio.
La vida de los que viajan por mar nunca fue fácil en tiempos
antiguos: la comida era monótona y a menudo echada a perder; el
agua era escasa; las condiciones sanitarias eran increíblemente
malas; el fuego y las tormentas eran una amenaza constante; y las
enfermedades, como el cólera, la fiebre amarilla, y la malaria a
menudo diezmaban tripulaciones enteras (Pohjanpalo, pp. 100-101). En
viajes largos, el escorbuto era un constante terror, y siempre se
llevaban a bordo hombres extras porque muchos morían o
caían tan enfermos que no podían trabajar. El "romance
del mar" era tan poco atractivo que, a pesar de la pobreza y la alta
tasa de desempleo, ninguna nación tenía nunca suficientes
marineros para tripular sus barcos (Phillips-Birt, pp. 213-216).
Thrower concluye:
La condiciones de vida del marinero ordinario deben
haber sido poco menos que terribles durante la historia de
navegación a vela. ... Pensemos en lo que eran estos barcos ...
empapados y malolientes, mala comida, escorbuto marino y los flujos
rampantes, y trabajo incesante. Y luego estaban los chinches, las
ratas, y las cucarachas. (p. 99).
Lo que era terrible para estas pobres almas debe haber sido infierno
puro a bordo del arca. Es un milagro que alguien haya salido cojeando
del barco sagrado, excepto las moscas.
El desembarco
Tocando tierra en Ararat.
Finalmente, un día, una ola típicamente gigantesca
lanzó al arca a estrellarse contra los acantilados del monte
Ararat, y el largo viaje había terminado. Pero la suerte de
Noé todavía era mala, porque literalmente había
pasado de la sartén al fuego, tocando tierra en un volcán
activo. LaHaye y Morris nos dicen que la altura del monte Ararat
aumentó a más del doble durante el diluvio, y saben de
lava de estas mismas erupciones que está caliente todavía
hoy día (p. 8)! Imagínese cómo fue la vida durante
los 214 días entre el momento en que el arca tocó tierra
y la liberación de los animales (Génesis 8:4). Constantes
retumbos, terremotos, y derrumbes amenazaban con destruirlos; las
fumarolas dejaban escapar vapor caliente y gases sulfurosos por todos
lados; la ocasional caída de cenizas y quizás de lava se
sumaban a la miseria; y las tormentas, con relámpagos, granizo,
lluvia, y nieve hicieron que muchos añoraran estar en mar
abierto.
Antes de soltar a los animales, Noé concibió un plan para
averiguar si la tierra estaba seca. Fue a la jaula de los cuervos, y
más tarde a la de las palomas, y, sin pensarlo dos veces, les
despertó de un letargo que todo el caos del diluvio no
había podido alterar. Salieron las aves por la ventana: el
cuervo nunca regresó; la paloma regresó dos veces, luego
ella también desapareció. Noé llegó a la
conclusión de que no había peligro en pisar tierra nuevamente
(Génesis 8:6-12).
Después de que la paloma no regresó, Noé
decidió que era tiempo de desembarcar. En vez de abrir la puerta
simplemente, "quitó la cubierta" del arca (Génesis 8:13).
Balsiger y Sellier indican que esto significa que Noé
abrió agujeros en la cubierta superior, que los modernos
visitantes a los restos del barco aseguran que han visto.
¡Noé tenía sus excentricidades! Durante cincuenta y
seis días más, permanecieron en el arca mientras la
tierra se secaba, esperando que Dios anunciara la hora de la libertad -
tiempo suficiente para permitir que la lluvia, la nieve, y el lodo
cayeran en cascada por los agujeros en el techo y torturaran a los
miserables animales que estaban dentro.
Liberación de los animales.Hirst
aconseja: "El lugar en que iban a ser liberados debía ser plano,
libre de hoyos, rocas grandes, y maleza baja, y debía
tener visibilidad adecuada" (p. 125). Sería difícil
imaginar un sitio más diferente para los sobrevivientes del
arca. Cansados y débiles, zarandeados y magullados, casi ciegos
por haber permanecido en la oscuridad durante un año, iniciaron
su éxodo trepando hasta el techo y saltando cuarenta y cinco
pies hasta las rocas que estaban abajo. Desde aquí,
seguía un trecho peligroso a través de terreno de lava
puntiaguda que les rompía las pezuñas, a través
de arroyos de corriente rápida y llenos de piedras, y hasta los
llanos de lodo lejos más abajo. Los derrumbes y los sitios
calientes volcánicos eran peligros siempre presentes. El Ararat
moderno a menudo ha derrotado a experimentados montañistas;
¿qué oportunidades tenían los miserables
desgraciados que salían del arca? Deben haber entrado en
pánico en el terreno radicalmente desconocido y salir en
estampida hasta caer por el risco más cercano.
Mientras que el descenso fue bien difícil para la mayoría
de los animales, para algunos fue simplemente imposible. Los perezosos,
los habitantes de los árboles, los cavernícolas sin ojos,
los caracoles tropicales, y los caecilianos de las Seyechelles -
éstos e incontables otros deben haber visto el sol ponerse para
sus especies en las angustiosas alturas de Ararat. Y las
miríadas de criaturas acuáticas, desde las estrellas de mar
hasta los tiburones, tuvieron que ser puestas en cajas y bajadas de la
montaña por los ocho adoloridos miembros de la
tripulación y depositadas en el río más cercano
con la esperanza de que, antes de morir, pudieran nadar de alguna
manera hasta aguas apropiadas para ellas. Cómo se las arreglaron
para hacer esto con las ballenas de cien toneladas es sólo un
misterio más para que lo consideren los creacionistas. Una vez
más, es evidente que fue necesaria la ayuda sobrenatural en esta
fase del viaje.
Supervivencia y redistribución.
Los animales acababan de soportar la hibernación más
larga y más severa jamás conocida y habrían
esperado despertar a un mundo primaveral con abundante alimento. En su
lugar, se encontraron con un paisaje como el del monte St. Helen,
sólo que peor.
Como hemos visto, las semillas de las plantas estaban debajo de miles
de pies de sedimento y lava, y la superficie estaba desnuda, excepto
por un milagroso olivo, que sin duda fue mordido inmediatamente hasta
dejar sólo el tocón. Los creacionistas sostienen que el
suelo estaba cubierto de carroña. Esto también es dudoso;
pero, aunque fuese cierto, sería la ocasión para otra
notable maravilla: los herbívoros que se convirtieron en
carnívoros que se convirtieron en herbívoros que se
convirtieron nuevamente en comedores de carne, sólo que esta vez
se les dio específicamente un deseo de comer sólo
cadáveres, más bien que los sabrosos animales vivos que
andaban trastabillando por todas partes. ¡Luego, después
de que hubo tenido lugar suficiente "reabastecimiento", fueron
alterados una última vez para que tuviesen las formas actuales!
De hecho, parece que debe haber habido un período en que todos
los animales fueron programados como la serpiente de Edén para
alimentarse de "polvo".
Para Noé, quedaba una tarea más. Después de
desembarcar, construyó un altar para Dios, y ofreció
holocausto "de todo animal limpio y de toda ave limpia" (Génesis
8:20). Generalmente, los eruditos bíblicos dicen que la
razón de que Noé tomara una docena o más de cada
animal limpio era para poder tener animales extra para el sacrificio -
un sacrificio que debe haber significado la destrucción de
cientos de miles de los preciosos animales que habían soportado
todos los peligros de la tormenta. Así, pues, la
población animal fue reducida drásticamente de este modo,
y el Señor saboreó el olor y dijo que nunca
más enviaría otro diluvio (Génesis 8:21).
Pero, para los desafortunados animales que quedaron después del
sacrificio, sin duda aterrorizados por el olor de sus camaradas
cocidos, todavía quedaban muchos meses de labores y
lágrimas a medida que comenzaban a repoblar la tierra. Un gran
número de marsupiales, que hoy día se encuentran en
Australia, hicieron el largo viaje hasta ese continente que,
extrañamente, es el único lugar donde se encuentran
fósiles de sus progenitores. Aun más extraño es el
hecho de que criaturas frágiles, como el ornitorrinco y el topo
marsupial ciego. corrieron por el puente terrestre más
rápidamente que los tigres de Malaya y otros robustos
placentarios. En un tema parecido, los ceboideos (primates del Nuevo
Mundo) hallaron su camino hasta Sudamérica, nuevamente, la misma
región donde habían prosperado sus antepasados
fósiles. El pájaro elefante, un gigante de nueve pies y
mil libras de peso, decidió no permanecer en tierra firme como
el avestruz, sino que chapoteó a través del mar hasta
Madagascar. De manera similar, el dodo se dirigió a las islas
Mauricio, el solitario hacia Reunión, el dodo blanco hacia
Rodríguez, el kagu hacia Nueva Caledonia, y el kiwi hacia Nueva
Zelandia - todos ellos aves que no vuelan y que nadaron hasta islas
remotas para hacer de ellas su único hogar.
Los peces de la familia ("especie") de los comefóridos de alguna
manera cruzaron Asia para vivir en el Lago Baikal, mientras que la
familia de las anguilas eléctricas optó por el viaje
transatlántico hasta Sudamérica. El monstruo del Gila y
la lagartija moteada, los únicos miembros de la familia de los
helodermátidos, decidieron no permanecer en los convenientes
desiertos asiáticos sino que viajaron a través de Siberia
y el puente terrestre de Bering, Alaska y Canadá hasta llegar al
sudoeste norteamericano, ¡llevando a cabo esta hazaña
durante la misma edad de hielo que los creacionistas dicen que
diezmó a los dinosaurios y enterró a los mamuts! Y todo
esto ocurrió a pesar del embotellamiento reproductivo de un solo
macho y una sola hembra, en el cual el más ligero accidente,
hasta una separación casual en el desierto desconocido,
habría significado la extinción instantánea.
Las semillas de plantas, que Noé había almacenado a
bordo, de algún modo debían ser distribuidas alrededor
del mundo hasta llegar a los climas y suelos donde crecerían.
Dos mil especies de cactus debían hallar su camino hasta el
Nuevo Mundo mientras evitaban las áridas tierras de Asia y
África. La sequoia gigante y los pinos rojos
tuvieron que llegar a la costa del Pacífico de
Norteamérica y producir, de un puñado de semillas en el
arca, los magníficos bosques que datan de algunos siglos del
diluvio. ¿Quién llevó el coco doble a las islas
Seychelles, su único hogar, o plantó la flora
endémica en lo alto de los elevados picos del "Mundo Perdido" de
Venezuela? ¿Cómo determinaron los botánicos
postdiluvianos cuáles semillas brotarían sólo en
la tundra y cuáles requerían pantanos salobres? La Biblia
hace que nuestro patriarca y su familia regresen a la sencilla vida
pastoral que una vez conocieron, sin dejar a nadie que
desempeñara los imposibles deberes de re-establecer el
ecosistema global.
Pero, ¿para qué continuar? La distribución
geográfica de los animales y las plantas es una poderosa pieza
de evidencia a favor de la evolución, y sólo queda
explicada satisfactoriamente con esa teoría. En el modelo
creacionista simple, la biogeografía se vuelve meramente
quijotesca: cuando se añade la camisa de fuerza del diluvio, con
una rápida distribución desde un solo punto en el Oriente
Medio, durante la Edad de Hielo, que resulta, en unos pocos siglos, en
los complejos patrones ecológicos que se ven en todas partes en
la tierra hoy día, todo el asunto se vuelve completamente
imposible e incomprensible. Así que la serie más tremenda
de milagros de todos baja el telón sobre esta asombrosa
aventura.
Conclusión
La naturaleza del relato. Cuando
uno lee la historia del gran diluvio en el libro de Génesis,
queda impresionado por el estilo prosaico de la narración.
Aunque definidamente parece más grande que la realidad,
típico de las leyendas, el lector no sospecharía que
está tratando con las estrafalarias imposibilidades que hemos
detallado arriba. Después de todo, los antiguos hebreos
vivían en un mundo pequeño, en forma de disco, con un
domo por encima de sus cabezas y agua por arriba y por debajo.
Sólo se conocían unos pocos cientos de animales, y temas
como la ecología, la genética, y la estratigrafía
ni siquiera se imaginaban. Por supuesto, el diluvio fue un poderoso
acto de Dios, pero nada que a los antiguos hebreos les pareciera
demasiado extraordinario.
Sin embargo, cuando esta misma historia se trae al siglo veinte y se
insiste en que es un relato literal de eventos históricos, se
observa un cambio considerable. Ya no es un simple cuento popular;
ahora se ha convertido en una epopeya surrealista de fantásticas
improbabilidades. Eventos que parecen relativamente sencillos a primera
vista - construir un arca, reunir a los animales, liberarlos
después - se convierten en una caricatura de la vida real. Los
mismos animales son tan diferentes de cualesquiera otros que lo mismo
podrían haber venido de otro planeta; Franskensteins
genéticos de conducta social, reproductiva, y dietética
completamente antinatural, sobrevivieron a riesgos increíbles y,
sin embargo, permanecieron asombrosamente resistentes y fecundos.
En realidad, estos sesenta y ocho versículos de la Escritura,
cuando se interpretan literalmente, están abarrotados de
más milagros que cualquier pieza comparable de literatura en
cualquier parte de la tierra - milagros que a menudo son
innecesariamente complicados y que no edifican. Construir un gran barco
de madera, en lugar de muchos pequeños, depositarlo sobre un
volcán en lugar de sobre una llanura, conservar todas las cinco
variedades de enfermedades venéreas mientras se permitía
que se extinguieran miles de especies - estos ejemplos más otros
representan un nivel de supernaturalismo completamente sin sentido. Si
alguna vez hubo una situación en que se aplica la
distinción de Hume entre la credibilidad de los milagros y la
credibilidad de los que los cuentan es ésta.
¿Cómo podemos explicar esta transformación? Dicho
sencillamente, el relato del arca se agranda en proporción
inversa al progreso de la ciencia. Hace dos siglos, cuando la
biología y la geología estaban en su infancia, la
teoría de una inundación global como un acontecimiento
principal en la historia física de la tierra parecía
perfectamente plausible y, de hecho, era defendida por varios
científicos.
Pero, a medida que la geología progresaba y la evolución
alcanzaba gradualmente una posición de importancia fundamental,
quedó demostrado que los conceptos de los literalistas
bíblicos eran insostenibles y falsos. Al mismo tiempo, las
disciplinas de la crítica bíblica, la religión
comparativa, y la arqueología revelaban los verdaderos
orígenes de estos relatos y mitos y demostraban que eran parte
natural del desarrollo religioso del Cercano Oriente.
La naturaleza de la ciencia-creación.
La mayoría de la gente, incluyendo la mayoría de los
cristianos, ha podido adaptarse a estos cambios de manera bastante
satisfactoria. Pero hay otros que no pueden y que, en un arranque de
valor, se aferran con más fuerza a sus creencias por
más imposibles que se hayan vuelto.
Nosotros les preguntaríamos a los creacionistas si
desearían considerar alternativas más sencillas a su
actual teoría del arca. Puesto que un solo barco es demasiado
pequeño, ¿qué les parecen varios? Puesto que ocho
personas son demasiado pocas, ¿por qué no tripular el
arca con ochenta? Respecto a eso, ¿qué hay de malo con
tener un diluvio de muchos años, lo bastante largo para llevar a
cabo todo lo que los diluviólogos exigen, durante el cual el
justo Noé y su familia fueran llevados rápidamente a
bordo de un carruaje de fuego, al estilo de Elías, siendo los
animales y las plantas simplemente recreados después?
Éstas o cualquier número de hipótesis adicionales
simplificarían el relato y requerirían substancialmente
menos milagros. Aun recrear toda la vida gastaría mucha menos
energía divina que las complicadas manipulaciones necesarias
para preservarla.
Pero meramente hacer estas preguntas es contestarlas, porque los
creacionistas ya "saben" lo que ocurrió y sólo buscan
confirmarlo. Como concluye Henry Morris: "Pero la verdadera
razón para insistir en el diluvio universal como un hecho de la
historia y como vehículo principal para la interpretación
geológica ¡es que la palabra de Dios lo enseña
claramente! No se puede permitir que ninguna dificultad
geológica, real o imaginaria, tenga precedencia por encima de
las claras afirmaciones y la necesaria inferencia de la Escritura"
(1970, p. 33).
Es dentro de este marco que la "ciencia" de la creación emprende
su tarea, con el resultado predecible de que no es nada más que
antigua apologética - sólo la suficiente retórica
para mitigar las dudas de los que, de todas maneras, están
listos para creer. La mayor parte de las dificultades, desde la de
construir barcos en la antigüedad, pasando por lo destructivo de
la tormenta, hasta posarse sobre un volcán activo, son barridas
y hechas a un lado con uno o dos comentarios irrelevantes. La poca
investigación que se hace, como sobre la resistencia de las
semillas o la capacidad de los trenes de carga, queda viciada por
consideraciones tan simples que parecen difíciles de pasar por
alto. Hipótesis ad hoc, como la teoría de las
especies o el modelo de hibernación, son configuradas para
adaptarlas a la ocasión, recordándonos la
observación del historiador W. E. H. Lecky sobre "la tendencia
... a inventar, sin sombra de fundamento, las más elaboradas
teorías de explicación, antes que reconocer la más
pequeña fuerza de una objeción" (1:345). Para cuando
leemos sobre la adaptación de los peces al cambio "gradual" en
la salinidad o de que los dinosaurios "sobrevivieron afuera de alguna
manera", comenzamos preguntarnos si los creacionistas pueden tomarse
ellos mismos en serio.
Cuando aun estas sugerencias estúpidas fallan, los apologistas
no tienen reparo en recurrir al tinaco interpretativo: los milagros. Si
hubiese habido algún escenario para recoger los animales y para
su cuidado a bordo del arca que tuviera alguna semblanza de
plausibilidad, podemos estar seguros de que sería anunciado como
"prueba" de la exactitud científica de Génesis. Como
están las cosas, se hace de la necesidad virtud, y se nos dice
que lo sobrenatural es un elemento esencial que demuestra el
carácter divino de la catástrofe (Whitcomb, 1973, pp.
17-42).
Pero, como los milagros son, por definición, violaciones de las
leyes de la naturaleza y, por lo tanto, están más
allá del escrutinio experimental, cualquier teoría que
tenga que emplearlos pierde su condición de ciencia. Como
escribió Mueller recientemente: "La ciencia ... se
convirtió en un intento singular de explicar el mundo observado
en sus propios términos - es decir, sin introducir fuerzas
sobrenaturales. En toda la historia, la ciencia jamás se ha
visto obligada a recurrir a una hipótesis sobrenatural o
milagrosa para explicar un fenómeno" (p. 17). Pero, para el
creacionismo, el diluvio, con su milagroso rescate de los animales, no
es un incidente de importancia menor sino un rasgo clave. Sin
él, no existe ninguna explicación creacionista de
la sedimentación, la orogenia, la erosión a gran escala,
los fósiles, el carbón y el petróleo, la
glaciación - ni siquiera los fenómenos de la
migración o la hibernación. El diluvio universal es parte
de todos los modelos "científicos" de la creación y de la
mayoría de los proyectos de ley sobre el creacionismo que se
adelantan en la nación. Pero, según los cánones de
los propios proponentes, no es científico y por consiguiente no
tiene más lugar en el aula de ciencias que una historia de
fantasmas.
El fracaso del esfuerzo. A estas
alturas, ya es abundantemente claro que el caso a favor del arca
está perdido total y completamente. A pesar del astuto ingenio
de sus proponentes, nada, desde los problemas más
difíciles hasta los más pequeños detalles, puede
rescatarse sin recurrir interminablemente a lo sobrenatural. Esto
incluye tantos prodigios sin sentido, tantas inanes intervenciones por
ninguna razón salvo la de tener una Biblia literalista, que la
religión misma es abaratada en el proceso, para no mencionar el
total abandono de toda semblanza de ciencia. No hay duda de que, en los
días por venir, algunos arqueólogos por venir
urdirán "soluciones" para algunas de las dificultades que hemos
descrito, pero ninguna persona intelectualmente honesta puede ya
pretender que la leyenda de Noé pueda representar una ocurrencia
histórica.
Es también bastante obvio que los creacionistas no están
interesados en ninguna búsqueda significativa de la verdad
concerniente a los orígenes. Por anticipado, están
comprometidos con un credo en particular, y los hechos existen
sólo para que se les encuentre una explicación.
Aparentemente, ni siquiera son sinceramente curiosos acerca de la
prehistoria, pues sostienen que Génesis contiene toda la
información sobre este tema que necesitemos saber. Como escribe
Henry Morris: "Si hemos de saber todo acerca de la creación -
cuándo ocurrió, qué métodos se usaron, en
qué orden ocurrieron los eventos, o cualquier otra cosa -
tenemos que confiar completamente en la revelación divina" (1977, p. 14).
En realidad, la verdadera razón de ser de todo el movimiento
creacionista no tiene nada que ver en absoluto con la ciencia; es
evangelismo puro y simple. Kofahl admite francamente que "las
teorías supuestamente científicas, como la
evolución, que contradicen la Biblia, pueden hacer que algunas
personas duden de la Biblia y que esto les impida acercarse
humildemente por fe a Cristo Jesús para su salvación" (p.
141). En el caso específico del arca de Noé, su
"descubrimiento confirmado ... abriría la puerta para
testificarles a muchas personas que antes podrían haber
permanecido indiferentes" (John Morris, 1973, p. 109) y "nuestra
atención debería entonces enfocarse en ... nuestra actual
Arca de Salvación, Cristo Jesús" (Ikenberry,p. 69). Ante
nuestros ojos - completo con seminarios, debates, institutos, diarios
"técnicos", y grandes campañas para sabotear la
educación pública y la autonomía científica
- se disuelve en la nada más de un eesquema para proselitizar la
conversión al fundamentalismo.
Nuestro estudio de la epopeya del arca de Noé tiene dos
resultados: hemos mostrado más allá de toda pregunta
razonable que tal viaje nunca tuvo lugar y que no es posible que haya
ocurrido jamás. Y hemos demostrado que los que aceptan este
relato no están usando conocimiento, sino fe - una fe de la
variedad irracional expresada en el antiguo dicho de "creer en algo que
se sabe que no es verdad".
De vuelta arriba
BIBLIOGRAFÍA
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