VIDA DE ELLEN G. WHITE
SUS AFIRMACIONES REFUTADAS

Por D. M. Canright

Publicado en 1919

Tomado de The Ellen White Research Project


  • Prefacio
  • Capítulo 1 - Introducción
  • Capítulo 2 - La gran prueba denominacional
  • Capítulo 3 - Afirmaciones acerca de sus escritos
  • Capítulo 4 - Breve bosquejo de su vida
  • Capítulo 5 - ¿Dónde está ahora su "espíritu de profecía"?
  • Capítulo 6 - Opiniones erróneas relativas al santuario
  • Capítulo 7 - La puerta cerrada, o el tiempo de oportunidad terminó en 1844
  • Capítulo 8 - Escritos perjudiciales suprimidos
  • Capítulo 9 - Filosofía de Sus visiones
  • Capítulo 10 - Una gran plagiaria
  • Capítulo 11 - Usó su don para obtener dinero
  • Capítulo 12 - Sus elevadas afirmaciones refutadas
  • Capítulo 13 - Las primeras visiones eran pueriles
  • Capítulo 14 - El editor Smith rechazó sus testimonios
  • Capítulo 15 - Sus profecías fallan
  • Capítulo 16 - Afirmó que revelaba pecados secretos
  • Capítulo 17 - Escribía "testimonios" por influencia ajena
  • Capítulo 18 - Quebrantó el sábado por nueve años
  • Capítulo 19 - El vestido reformado
  • Capítulo 20 - Su falsa visión acerca de los planetas
  • Capítulo 21 - "Dad el domingo al Señor"
  • Capítulo 22 - Conclusión

  • Prefacio


    La Sra. E. G. White, la profetisa, dirigente, y principal fundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, afirmaba ser divinamente inspirada por Dios, tal como lo fueron los profetas de la Biblia. Definiendo su posición, dice ella: "En los tiempos antiguos, Dios habló a los hombres por boca de los profetas y apóstoles. En estos tiempos, les habla por medio de los testimonios de su Espíritu." ("Testimonios para la Iglesia," tomo 4, p. 148; tomo 5, p. 661; No. 88, p. 189). Esto es, por medio de ella a través de sus escritos.

    Ella afirmaba que cada una de las líneas que escribió, ya fuera en artículos, cartas, testimonios, o libros, le fue dictada por el Espíritu Santo y que, por lo tanto, tiene que ser infalible.

    Su pueblo acepta y defiende con fuerza estas afirmaciones. Sus escritos se leen en las iglesias Adventistas, se enseñan en las escuelas Adventistas, y son predicados por ministros Adventistas como si fueran las Sagradas Escrituras. La Iglesia Adventista se mantiene en pie o cae con las afirmaciones de ella. Esto lo admiten libremente. Ella es para su pueblo lo que Mahoma es para los musulmanes, lo que Joseph Smith es para los mormones, y lo que la Sra. Eddy es para los Cristianos Cientistas.

    De aquí que estas altas afirmaciones sean tema para una investigación imparcial, la cual sus seguidores, que han criticado libremente a otros que afirman tener inspiración divina, no pueden objetar razonablemente. Han publicado varios libros sobre su vida y su obra, en los cuales han reunido y construído todo lo que han podido en su favor. Al leer estos libros, uno diría que ella nunca cometió un error, ni plagió, ni practicó el engaño, ni escribió cosas supuestamente inspiradas que después tuvieron que ser suprimidas. Al narrar las vidas de los hombres inspirados, Dios no disimula los fracasos de ellos ni pasa por alto los errores y defectos de ellos.

    El público, por lo tanto, tiene derecho a conocer el otro lado de la vida de la Sra. White.

    Más que ninguna otra persona viva, este escritor está quizás mejor calificado para proporcionar los hechos en relación con esa fase de la vida de ella, pues él se unió a su pueblo desde el comienzo, hace casi sesenta años, cuando ellos eran sólo como cinco mil. Este escritor posee todos los escritos de la Sra. White en esos primeros tiempos. Algunos de los más perjudiciales de estos escritos han sido suprimidos. Ni el público ni su propio pueblo, excepto unos pocos dirigentes, conocen estas antiguas "revelaciones." La íntima asociación de este escritor con la Sra. White le dio la oportunidad de conocerla y observarla como nadie sin esa asociación podría haberlo hecho.

    Por qué una vez creí que la Sra. White era inspirada

    Yo una vez acepté la afirmación de la Sra. White de que era inspirada, por la misma razón que la mayoría de sus seguidores. Primero acepté el sábado, y luego otros puntos de la fe, hasta que llegué a creerlos todos.

    Una vez entre ellos, y ya siendo uno de ellos, encontré que todos afirmaban en fuertes términos que la Sra. White era inspirada por Dios. Supuse que ellos sabían, y así, les tomé la palabra. Y eso es lo que todos los demás hacen al entrar, por mucho que lo nieguen.

    Pronto descubrí que las revelaciones de ella estaban de tal manera conectadas con la historia entera y las creencias de su iglesia que yo no podía separar las unas de las otras, de la misma manera que una persona no puede ser Mormona y no creer en Joseph Smith o ser Cristiana Cientista y no creer en la Sra. Eddy.

    Creí en las demás doctrinas tan firmemente que me tragué lo de las visiones también, y eso es lo que todos hacen.

    Cuando comencé a sospechar de las visiones, encontré una presión tan fuerte que temí expresar mis sospechas, o siquiera admitirme a mí mismo que las tenía. Todos decían que estas dudas eran del demonio y que conducirían al rechazo de la verdad y luego a la ruina. Así que no me atrevía a abrigarlas ni a investigar el asunto. Y así sucede con los demás.

    Vi que todos los que expresaban dudas acerca de las visiones eran inmediatamente tachados de "rebeldes," y se decía que estaban "en tinieblas," que eran "guiados por Satanás," e "infieles."

    No teniendo fe en ninguna otra doctrina ni en ningún otro pueblo, no sabía qué hacer ni a dónde ir. Así que traté de creer en las visiones y seguir adelante, tal como hacen miles de ellos, a pesar de que, en realidad, tienen dudas todo el tiempo. Esto los conduce a practicar el engaño y públicamente hacer como que creen lo que para sus adentros no creen, o aquéllo de lo cual dudan, en el mejor de los casos. Véase el caso de Uriah Smith en el capítulo que trata de su posición.

    Hace más de cuarenta años, al comienzo de mi ministerio y cuando todavía era un firme creyente en todas las doctrinas Adventistas del Séptimo Día, escribí una fuerte defensa de la Sra. White. Durante todos los años desde entonces, ninguno de sus defensores ha producido nada más contundente. Esto queda demostrado por el hecho de que mi documento ha sido copiado por ellos en defensa de ella, pero omitiendo mi nombre. Además, en sus escritos contra mí citan esto y dicen que contradice lo que ahora digo. No los culpo, pero mi respuesta es esta: "Un hombre sabio rara vez cambia de opinión, pero un estúpido, jamás."

    En la época en que yo escribí esa defensa de la Sra. White, hace cuarenta años, yo nunca había visto una copia de sus primeras visiones, contenidas en "A Word to the Little Flock," de 1847, ni en Present Truth, de 1849 y 1850, ni los folletos del Pastor Bates de la misma fecha. Habían sido suprimidos tan efectivamente, que yo no sabía ni siquiera que habían existido. Ellos contienen la evidencia más lesiva al argumento de su inspiración. Todos estos documentos llegaron a mis manos más tarde. Con el paso de los años, otras evidencias fueron acumulándose gradualmente, hasta que me vi obligado a cambiar de opinión.

    Durante sus primeros años en el Parlamento, Gladstone, el gran estadista inglés, presentaba discursos defendiendo vigorosamente el lado al cual él pertenecía. Más tarde, cambió de opinión y se unió a la oposición. Entonces un miembro de su antiguo partido se levantó y leyó uno de los discursos de Gladstone para condenar vigorosamente los puntos de vista que él ahora defendía. Al terminar de leer, todos los ojos estaban vueltos hacia Gladstone. ¿Qué podía decir? Se levantó lentamente y dijo: "De eso hace mucho tiempo, y muchas cosas han sucedido desde entonces." Eso fue todo. La Cámara lo ovacionó a rabiar. Había respondido a su oponente efectivamente. Mi respuesta para los Adventistas es la misma: "De eso hace mucho tiempo, y muchas cosas han sucedido desde entonces."

    Los hechos presentados en este libro dan algunas de las razones por las cuales dejé de tener fe en la afirmación de la Sra. White de que era inspirada. Los hechos son indiscutibles; por lo tanto, las conclusiones basadas en ellos deben ser, por su misma naturaleza, inevitables.

    Al llevar a cabo esta tarea, el autor, conociendo la fragilidad de la naturaleza humana, ha usado un lenguaje tan suave y mostrado tanta caridad como lo permitan los hechos en cada caso. Pero, sabiendo los errores y los engaños que han estado relacionados con la Sra. White y su obra, el autor ha considerado su deber hacia el mundo cristiano establecer los hechos.

    El Autor.

    Mi posición actual

    Desde que me retiré de la Iglesia Adventista hace más de treinta años, ellos han continuado informando que yo he lamentado haberlos dejado, que he tratado de regresar, que he repudiado el libro que escribí, y que he confesado que ahora soy un hombre perdido. Jamás ha habido ni una palabra de verdad en ninguno de estos informes. Supongo que dirán que me he retractado en mi lecho de muerte. Todo esto se hace para estorbar la influencia de mis libros. Ahora reafirmo todo lo que he escrito en mis libros y tratados contra esa doctrina.

    Varios ministros Adventistas han proporcionado ayuda inapreciable en la preparación de estas páginas. Una vez creyeron en la inspiración divina de la Sra. White, pero los simples hechos finalmente los obligaron a renunciar a la fe en los sueños de ella.

    D. M. Canright,

    Pastor Emérito de la Iglesia Bautista Berea, Grand Rapids, Mich.

    La impostura se encoge ante la luz,
    Y teme al ojo que escudriña;
    Pero las verdades sagradas invitan a la prueba,
    Nos invitan a investigar y ensayar.
    Ojalá que mantengamos
    Una mente mansa, inquisitiva,
    Seguros de que no buscaremos en vano,
    Sino que encontraremos tesoros escondidos.
    Con entendimiento bendito,
    Creado para ser libre,
    No nos atrevemos a poner nuestra fe en el hombre,
    Sólo confiamos en Tí.
                          -- Anóe;nimo


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