Rodrigo Muñoz, en Scripta Theologica 34 (2002/1) Págs. 419 – 420
Horacio Bojorge, Teologías deicidas. El pensamiento de Juan Luis Segundo en su contexto. Ediciones Encuentro, Madrid 2000, 380 Págs., 14,5 x 23, ISBN 84-7490-602-4.
Juan Luis Segundo, fallecido a comienzos de 1996, es, sin duda, uno de los autores más agudos y a la vez más radicales de la teología de la liberación. Horacio Bojorge, profesor de ciencias bíblicas, uruguayo como Juan Luis Segundo y, como él, también jesuita, emprende en esta obra un análisis de su pensamiento que da lugar a un juicio muy crítico, como manifiesta, con palabras fuertes, el título de la obra: la teología de Juan Luis Segundo es, a juicio de Bojorge, una teología deicida, una teología que, con independencia de la intención de su autor, termina por contradecir su nombre, pues conduce no a la profundización en la realidad de Dios, sino a su exclusión.
El escrito tiene el tono y el estilo de un informe doctrinal. Procede no ya a exponer el pensamiento de Juan Luis Segundo detectando su génesis y evidenciando sus momentos estructuradores, sino a valorarlo situándose frente a él. De ahí el esquema de la obra. Comienza, en efecto, enunciando lo que presenta como deficiencias respecto a la argumentación teológica y escriturística y al modo de entender las relaciones entre teología, revelación y magisterio. Considera después la actitud de Juan Luis Segundo respecto del marxismo, descendiendo a partir de ahí a lo que constituye el sustrato último de su valoración negativa: la consideración del pensamiento de Juan Luis Segundo como un pensamiento marcado por la idolatría de la historia, el giro antropocéntrico y el gnosticismo y, en consecuencia, pastoral y eclesialmente negativo.
Obra crítica desde el primer momento, el presente libro del P. Bojorge constituye un testimonio elocuente de las tensiones eclesiales provocadas por la teología de la liberación, acalladas en parte a partir de la caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior crisis del mundo soviético, pero no desaparecidas todavía por entero.
Rodrigo Muñoz