... Descendiente del candombe y la habanera de los negros, el tango nació en la cancha de una pulpería, cerca de los Corrales Viejos - donde hoy es Parque Patricios. La cita es los domingos en La Blanqueada (en Nueva Pompeya); los primeros bailarines son los matarifes. La orquesta es chica: los primeros bailarines son los matarifes . La orquesta es chica: acordeón, guitarra y arpa. La música? Por ahora se improvisa; si una melodía gusta se repite. El primer éxito se llama Dame la lata.

... El tango se filtró despacito en la ciudad. Lo introdujo un personaje típico, prototipo del compadrito y figura característica del sainete porteño el mayoral del "tranguay". Subido al pescante del vehículo, el mayoral cruzaba las calles de Buenos Aires haciendo repiquetear algún ritmo de tango con su corneta. Despues apareció el organito, con su cotorrita de la suerte y sus muñequitos. Se paró en las esquinas y entre arias de ópera y de zarzuela le dio manija al tango. La gente de los conventillos se volcó a la calle y armó el "bailetín" en la vereda.

... Poco a poco la nueva música gana simpatizantes. Se escucha en los cafés de la Boca y de Barracas. Las orquestas incorporan un instrumento que les viene como anillo al dedo: el bandoneón. Llegó de Alemania pero es quizás el instrumento que traduce el lenguaje propio del tango. Por entonces le saca chispas al fuelle Eduardo Arolas. El es también compositor, como el negro Rosendo Mendizábal, como Angel Villoldo. Algunos títulos hicieron carrera y conquistaron la fama: El Entrerriano, El Porteñito, La Morocha, El Choclo .

... El gusto por el tango ganó terreno. Todas las noches había baile en los cafés y recreos desparramados por los barrios del sur y del norte.

... Y pronto fue moda entre los porteños (se les llama asi a los habitantes de Buenos Aires por la influencia del puerto) tomar un mateo (un carro elegante tirado por caballos al estilo de los actuales taxis) y largarse a lo de Hansen (una glorieta alumbrada con farolitos de colores, en los Jardines de Palermo). Era un café-concierto con mesas de madera atendidas por mozos de largo delantal blanco. Iban compadritos y jóvenes de las clases altas. Unos con pantalón bombilla y chambergo ladeado, otros con smoking. Unos venían del Abasto, otros del barrio norte. Las mujeres vestían de seda y percal. Se tomaba cerveza y mucho champagne. Y se bailaba el tango. Los guapos le daban piedra libre a las piernas (significa que bailaban con total libertad de movimientos) y llevaban a su compañera a través de cortes y quebradas (pasos de baile característicos del tango). Bailarines buenos hubo muchos, aunque quizá ninguno tan "inspirado" como el Cachafaz.

... Pero algunas noches "el escándalo corta de golpe el baile". De pronto, y por cualquier motivo, vuelan las sillas, zigzaguean los cuchillos y salen a relucir los revólveres. Se enfrentan la "patota" de jóvenes malcriados con los "taitas orilleros". La cosa acaba con tiros, trompadas y una escapada tumultuosa. El sueco Hansen arregla el asunto con la autoridad y el "campo de batalla" queda solitario.

... La "muchachada bien" tambien concurría al Armenonville, un cabaret-restaurante lujoso y caro que se levantaba en la actual Avenida del Libertador. El local, con otro nombre, trabajó hasta casi mediados de este siglo.

... Por aquellos años el tango entró por la Avenida de Mayo, aunque con resistencias. Y pronto entraría en las casas porteñas, gracias al fonógrafo y los discos.