MÁS POBLACIÓN=MÁS RIQUEZA PARA TODOS
Algunos economistas, que merecen la
anulación de su título, piensan que si reducimos la cantidad
de comensales, la torta alcanza mejor para todos y que eso
basta para erradicar el hambre.
Esta mentira, machacada una y otra vez
por funcionarios disfuncionales, se cuela a través de las
políticas públicas nacionales e internacionales hasta llegar
a la familia.
La idea parece lógica y sin embargo tiene
serias presunciones falsas que la invalidan totalmente.
La primera, es que los comensales no
colaboran en la elaboración de la comida. Si la mayoría de
los comensales son colados, sanguijuelas que sólo quieren
comer sin trabajar, es evidente que nunca va a alcanzar la
comida.
Pero la economía no es algo estático,
sino dinámico. Si todos colaboran, es otra historia. Casi da
lo mismo poner una olla para 2 que para 5. Si pudiendo comer
5 los des-invitamos y comemos 2, apenas ahorraremos gas. Si
los 3 invitados vienen con lo suyo y lo tiran a la olla, el
guiso será más rico y variado. La cuenta del gas no varió en
nada y todos somos más felices.
La economía demuestra que el cuento de la
olla se asemeja bastante a la realidad: cuantas más personas
haya en el mundo tanto más se producirá y viceversa.
Para entender esto tenemos que contestar
ciertas preguntas.
¿Cómo afectaría el producto bruto de los
EE.UU. un virus que mate a nueve de cada diez? El producto
bajará en un porcentaje aún mayor, tal vez ni siquiera
llegue al uno por ciento.
¿Cuánto valdrían los inmuebles de todos
los EE.UU. una vez que pasó el virus? La suma de los activos
será menor al diez por ciento del valor original. ¿Por qué?
Porque los precios dependen de la oferta y la demanda. Como
no queda casi población, no hay demanda para tantos
edificios vacíos.
¿Qué es lo que crea la demanda? La
necesidad de la gente, respaldada por dinero real (dinero
que refleje la creación real de valor). ¿Cómo se crea el
dinero real? Trabajando. Ergo, sin trabajadores, no hay
economía.
Este silogismo parece un cuentito que lo
puede entender un niño de 7 años y sin embargo, muchos
“grandes” economistas del Banco Mundial, y otras
instituciones “grandilocuentes” no parecen entenderlo. Tanto
ellos como las fundaciones Ford, Kellog, Rockefeller, Bill&Melinda
Gates, piensan que el mejor remedio para reducir la pobreza
es eliminar a los pobres, y sin saberlo pueden estar creando
más pobreza.
Hace un par de años, en un artículo
publicado por la Association for Investment Management &
Research, unos economistas calcularon cuánto crecía en
términos reales la riqueza de la bolsa durante más de cien
años. No fue sorpresa descubrir que la tasa era muy similar
al crecimiento de la población.
En el otro extremo no sorprende ver que
Europa tiene eurosclerosis y tasas de crecimiento bajísimas:
su población en edad activa disminuye. Si cada vez trabajan
menos, es evidente que cada vez se producirá menos (ceteris
paribus).
Y sin embargo siempre habrá necios que
seguirán discutiendo lo indiscutible, lo evidente.
Algunos dirán que como las materias
primas son limitadas, si crece la población, se produce
escasez. Por ejemplo, el club de Roma en los 70 pronosticó
que ahora estaríamos TODOS muriéndonos de hambre, cuando
está demostrado que proporcionalmente en los últimos cien
años, jamás hubo tan pocos hambrientos como hoy. El
argumento maltusiano de la trampa demográfica está
ampliamente desacreditado por varias razones:
Asumir un homo economicus, lleva a crear
un mundo anti-economicus. Es un error pensar que todo el
mundo desea el modelo destructivo del capitalismo egoísta y
consumista que descarta toneladas de basura. La educación
logra que la gente refrene sus impulsos hacia cosas inútiles
y al mismo tiempo permite el reciclaje, el ahorro de energía
y la reducción de recursos desperdiciados. La verdadera
riqueza surge de la pobreza… de espíritu, la cual está
basada en el amor a los demás, que nos lleva a compartir lo
que tenemos. La epidemia de obesidad en los países y
familias ricas refleja el impulso egoísta y autodestructivo
resultado de no haber aprendido a compartir con los
hermanos.
Las políticas antinatalistas lo único que
logran es empobrecer a la humanidad de los cerebros que
necesita para crecer económicamente.
El informe Kissinger de los 70, que
recomienda reducir la población mundial, no sólo es
anticuado, sino totalmente erróneo. Menos población mundial
no significa menos materia prima barata para los EE.UU. (o
quien sea) sino menos consumidores de sus productos de mayor
valor agregado y menos poder adquisitivo para comprarlos.
La demanda crea su propia oferta. Al
nacer más personas, éstas crecen y demandan alimentos y
otros bienes. Necesariamente deben trabajar para
producirlos. La oferta de población crea la demanda. Por
eso, es cierto que cada niño viene con un pan bajo el brazo.
Para que esto se cumpla, sólo se debe
garantizar buena alimentación y educación a todas las madres
gestantes y niños por igual. También ayuda mucho que los
niños nazcan en familias estables heterosexuales con un
generoso criterio de paternidad responsable.
Sin embargo, sabiendo que ésta es la
única solución para bien de todos, a los políticos y
funcionarios demagogos, sólo les interesa repartir condones
induciendo irresponsablemente al sexo libre con ruleta rusa
(ya que el condón tiene tasa de roturas).
Con la tecnología digital, la educación
puede tener un costo marginal cercano a cero. A nadie en el
mundo se le ocurre decir que puede haber escasez de
alimentos (lo que hay es un problema de egoísmo en
compartirlos). Entonces, ¿cómo puede haber gente que en
pleno siglo XXI insista en el control demográfico? Frederick N. Reynolds, G-Money |
¡NTRA. SRA. DE LUJÁN
SALVA A LA PATRIA!