Porque quiero ser el último en
apagar la luz de los corruptos y el primero en encenderla para los
patriotas.
Porque no quiero sufrir o disfrutar el
país, fuera del país.
Porque dice el Martín
Fierro:
"no te apartés del rincón donde
empezó tu existencia, vaca que cambia querencia se atrasa en
la parición"
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Y dice la Biblia que cada cual
busque entre los suyos.
No me iría por los amigos y
mucho menos por los enemigos.
No me iría porque este País es
mío, de mis padres y mis hijos y ¿cómo podría dejar lo que es mío y
me pertenece?
Cada uno, al irse, deja lo
mejor.
Porque todavía le falta mucho al sauce que
planté en el patio, mi hijo no conoce Buenos Aires o la nieve y tengo que
conversar con unos quinientos poetas de la palabra Argentina y sentir su
amor, su maravilla.
O a lo mejor sí, me iría del país,
pero llevándome mis llanuras, mis cordilleras, mis ríos, mi mar y el fondo
de mi mar, y mis desiertos y mis inundados y todas mis latas, todo nuestro
silencio inmenso de pájaros, entonces sí, me iría con 37.000.000 de
argentinos, con ellos sobre todo, me iría a cualquier lado pero... mejor
viajemos hacia a la esperanza.
Porque me niego a temer
el hambre y la impotencia hasta el punto de abandonarla en otros y negarme
en la historia, a creer que no fuimos, no somos ni seremos.
Porque todas las mentiras, los
robos o la frivolidad no son ni una brisa en el rostro de nuestros héroes
de bronce y carne.
Porque el futuro de los hijos no
es una coartada, ni la inteligencia o las carreras profesionales que se
pagaron con el sudor del pobrerío o de la usura, ni esta inextinguible
fantasía de la clase media (material o simbólica) por comprarse la
sensación de vivir en una propaganda televisiva. En todo caso prefiero ser
un hombre entre las ruinas a un fantasma en prometidos
paraísos.
Porque dediqué toda mi vida a la belleza y
sus palabras y no encontraría jamás el término exacto para describir el
resplandor de estos cielos del sur a aquellos que no tuvieron ni estos
padecimientos ni esta luz.
Porque ser ARGENTINOS es un
PRINCIPIO que no sella pasaportes.
Decía Marechal "la
patria es un dolor que no tiene bautismo", y cada uno de nosotros es el
agua bendita y el nombre de la patria.
Porque esta tierra, y sus seres,
me hizo posible saber que, al fin, lo cierto está enterrado hondo entre
nuestros huesos de humillación o hastío o a lo sumo en esos rostros junto
a los cuales crecimos y envejecimos, en la casa de los muertos y los
brazos maternos del albor.
Que se vayan aquellos a quienes
les queda chico el país y su esperanza, los que se sienten prescindibles,
inútiles, errantes, aventureros...
Siempre será ésta
su patria porque la palabra "Patria" viene de donde uno tiene sus padres y
donde uno tiene sus muertos
No me voy del País porque
me queda grande Mi País, y estoy aprendiendo recién a merecerlo.
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