MEDITACIONES

PARA LOS DIFERENTES DÍAS DEL MES

DÍA 20

María esperando la Resurrección.
Confianza en las divinas promesas.

   No era la fe de María, flaca, asustadiza y desconfiada como la de los discípulos. Estos, medrosos y despavoridos, habíanse encerrado por temor de los judíos después de la muerte del Señor, y puédese muy bien colegir, del relato de los Evangelios, que no tenían de la próxima Resurrección de su Maestro toda la seguridad que debían inspirarles las divinas promesas. María, animosa y varonil, nunca perdió esta seguridad, y con firme certeza esperó para el tercer día la Resurrección del Hijo de su amor.

   Este debe ser el carácter de las almas verdadera y sólidamente cristianas, así en las perturbaciones de su propio espíritu como en las persecuciones y catástrofes que amenazan y aun abruman frecuentemente en nuestros días a la Iglesia de Dios. Esperar contra todo motivo que pueda hacer vacilar su esperanza; tenerse firme y en pie a pesar de todas las apuestas corrientes, he aquí las muestras y distintivos del verdadero amor. "Aunque me mate, decía un antiguo Profeta, esperaré en Él".

   Esta es la fórmula más exacta de la suma confianza en las divinas promesas, que no debe nunca ni por nada perder el buen cristiano.

   ¿Qué días pudieran presentarse más horribles y tenebrosos que los que precedieron a la resurrección del Señor? ¿No parecía evidente el triunfo de sumas encarnizados enemigos? ¿No se hubiera podido juzgar enterrada con el Divino Jesús toda esperanza de triunfo para su doctrina? Sin embargo, el Salvador había dicho: "Después de tres días resucitaré" y María, segura de la promesa de su Hijo, templaba, el infinito dolor de su alma con esa infalible certeza. Así, alma mía, se te ha dicho a ti y se ha dicho a la Iglesia Santa: Sufrid y esperad; después de corto plazo triunfaréis, y vuestra tristeza se convertirá en gozo y este gozo vuestro ya nadie os lo podrá arrebatar.

   ¿Crees esto, alma mía? No serías cristiana si no lo creyeses, porque es palabra de Dios cien veces repetida en las Santas Escrituras; ten, pues, confianza y seguridad conforme a esta creencia.

  Oraciones finales