MEDITACIONES
PARA LOS DIFERENTES DÍAS DEL MES
DÍA 22
María en la Ascensión del Señor.
Anhelos del Cielo.
Cuarenta días después de la Resurrección verificóse la Ascensión de Cristo Señor nuestro a los cielos. María, con los Apóstoles, le vio alzarse triunfante por su propia virtud; abrirse paso a través de las nubes, y esconderse tras ellas con gloria y majestad. ¡En pos de Él volaba el Corazón de María! La vida del cristiano no debe ser más que un anhelo continuo de los goces purísimos de la gloria. Nuestra Converción, dice el Apóstol, es o debe ser de los cielos. Se comprende que traigamos ocupadas en lo terreno las manos, pues con ellas hemos de sostener acá nuestra vida material, y que con el barro se nos enloden alguna vez los pies, ya que nuestro cuerpo ha de vivir sobre esta grosera materia. Pero el corazón, como el fuego, debe tener hacia lo alto su centro de gravitación, y a lo alto aspirar, y en lo alto vivir, y sólo en lo alto buscar su definitivo descanso. Pensando en el cielo se templan todas las amarguras de la tierra; se encuentran despreciables, como son en sí, sus vanidades, risibles sus honores, de ninguna importancia sus rencores y amenazas. Pensando en el cielo es como se da a todo lo que no es del cielo su propio y verdadero valor. Crece y se agiganta el alma según son crecidos y agigantados esos sus pensamientos; así como, al revés, se empequeñece y anula, según son ellos pequeños y de ruin y mezquina talla. Vivamos con el corazón en el cielo, y nada veremos, en el mundo que nos fascina, sino vil y grosera materia, hasta casi indigna de servir de pavimento a nuestros pies. ¡Cuánto más de que la tenga por único asunto de nuestros cuidados y de que se ponga en él, como en único verdadero tesoro, todo el corazón! Recógete cada día, alma cristiana, a pensar, siquiera breves minutos, en el cielo que te aguarda, y experimentarás muy luego cuánto se te disminuyen todas las desazones y pesadumbres de esta vida mortal. |