MEDITACIONES

PARA LOS DIFERENTES DÍAS DEL MES

DÍA 24

María en el día de Pentecostés.
Alegría por los bienes ajenos.

    En el gran día de Pentecostés descendió sobre los Apóstoles reunidos en Jerusalén el Espíritu Santo, llenándolos de sus dones, concediéndoles hablar diversas lenguas, trocando sus corazones
de débiles en esforzados, y sus inteligencias de rudas en sabias, y sus labios de toscos en elocuentes. María tuvo gran regocijo viendo favorecidos con tan espléndidos dones a los discípulos de su divino Hijo y Señor.

   Espiritual alegría debes tener también, alma cristiana, cuando veas a tu prójimo gracias y mercedes del cielo que no tienes tú, y que él emplea para gloria de Dios y bien de su Santa Iglesia.

   No te tiente el demonio de la envidia, negra y baja pasión que hace entristecer por los bienes ajenos, y que es uno de los más graves pecados contra el Espíritu Santo. "¡Ojalá todos profetizasen!", exclamó Moisés viendo concedido del cielo el don de profecía a algunos de su pueblo, y respondiendo perfectamente a quien le refería esto como si redundase en menoscabo de su influencia y autoridad; Así debes exclamar tú. ¡Ojalá fuesen buenos todos y mucho mejores que yo! ¡Ojalá fuesen todos más sabios! ¡Ojalá todos más elocuentes!¡Ojalá todos de gran valer y de espléndidas conquistas para la gloria de Dios!  ¡Enviad, Señor, enviad soldados valerosos a vuestro ejército! Enviad varones apostólicos, enviad santos! 

   Tiene, alma mía, en la vida común más aplicación de la que solemos creer esta doctrina. Frecuentes son, entre personas espirituales y dadas a Dios, celos y envidias, causa de rencillas y divisiones entre hermanos de una misma fe, y fuente en consecuencia de innumerables pecados. Hágase el bien, aunque no lo hagamos nosotros; crezcan nuestros hermanos y prosperen en sus obras santas, por más que nos deje Dios a nosotros y a los nuestros en 1a oscuridad. María, en día de Pentecostés vio levantarse del Cenáculo, sabios y elocuentes más que Ella a los pobres pescadores a quienes conoció antes tan rudos e ignorantes; y se regocijó grandemente pensando en la gloria que de eso había de resultarle a Dios Nuestro Señor.

 Oraciones finales