MEDITACIONES

PARA LOS DIFERENTES DÍAS DEL MES

DÍA 28

María en su Tránsito glorioso.
Perfecta unión con Dios.

   Llegó entretanto la hora suspirada. María, como hija de Adán, debía morir; pero su muerte fue apacible y suavísima, como hubiera sido la de todos los hombres de no haber contraído la primera culpa de aquel padre prevaricador. Su muerte no fue, pues, otra cosa que el suavísimo desprenderse su alma del cuerpo mortal para volar a la íntima unión con Dios.

   Muere, alma mía, desde ahora a todo lo terreno, y únete desde ahora cuanto te sea posible con unión de verdadero afecto a tu Dios y Señor, para que sea perfecta un día esta tu unión con Él al romperse los lazos que le tienen en este miserable mundo aprisionada. Desde este punto de vista debes mirar la muerte, a fin de que no te sea espantosa, sino risueña y apacible su perspectiva. Así lo miró María, y así la miraron los Santos, y viéronla venir con calma y sosiego; esperándola como se espera la visita de un buen amigo que nos viene a dar una fausta noticia. Observa a María, en su lecho de muerte. Sobre su frente y sobre sus ojos diríase se reflejan ya anticipados los resplandores de la eternidad feliz. No tendremos tanta dicha nosotros, que no tuvimos en esta vida su integridad e inocencia; pero si lloramos arrepentidos, la misericordia de Dios guardará todavía inefables sonrisas para la hora de nuestra agonía. Vamos a poseer para siempre a Dios; vamos a vernos estrechados en su dulce abrazo, y éste eternamente, y sin temor de perderlo ya más. Abrazo más estrecho entre el Criador y su criatura no existirá sino en la unión personal que tienen la naturaleza humana y la divina en el Verbo encarnado. Así me querrá Dios, y así me querrá para siempre, y así me tendrá eternamente unido a su dulcísimo corazón.

   Hagámonos dignos de una muerte dichosa que nos traslade, como a María, de las borrascas de este mundo al puerto seguro de aquella feliz y suspirada unión.

   Oraciones finales