MEDITACIONES

PARA LOS DIFERENTES DÍAS DEL MES

DÍA 8

María en su Expectación.
Presencia continua de Dios.

   Cierta de la verdad de las divinas promesas que le habían sido anunciadas por el Ángel y ratificadas por Isabel, aguardaba con amoroso anhelo la dulcísima Virgen el plazo de su cumplimiento y la hora felicísima de ver en sus brazos al recién nacido Jesús. Mas entretanto adorábale día y noche oculto y encerrado en su virginal seno como en un sagrario, y no se apartaba un instante de su espiritual trato y conversación.   

   Iguales afectos de ternura para con tu Dios debes sentir, alma cristiana, esforzándote en fomentarlos por medio del ejercicio de su divina presencia. En todas partes te asiste y vela por ti y sobre tus más recónditos pensamientos su infinita grandeza; mas de un modo particular debes sentirlo a todas horas en tu propio corazón. Y hasta que en inmortal abrazo puedas gozar de su perfecta posesión en el cielo, consuélete y aliéntate y hágate cauta y recelosa, oh alma mía, la idea de que está siempre tu Dios cerca de ti y junto a ti y dentro de ti. Severo fiscal de tus más íntimas operaciones, cuyo ojo escrutador debe tenerte siempre en vigilancia para no consentir en alguna que sea contra su santa ley. Testigo perenne de tus combates, manténgate fuerte y constante la idea de que los ve tu Dios que ha de coronarlos. En las horas de desolación y tristeza, endúlcelas la seguridad de que no te abandona su amo rosa compañía. 

   Recógete en ti misma, oh alma, para pesar esas graves consideraciones, y a tenor de ellas alzar en el fondo de tu alma altar de continuo culto a tu buen Dios siempre allí presente.

  Oraciones finales