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CADA VEZ MÁS ARGENTINOS SE
CONVIERTEN AL ISLAMISMO
¿Qué hace la iglesia
conciliar ante estos
casos de apostasía? ¡Nada!
¡Qué va a hacer,
si este es el resultado de su
propia apostasía!
Domingo
4 de mayo de 2003 - Alejandra Blanco, de
38 años, era hasta hace poco una católica no muy convencida, que
pensaba que los musulmanes eran unos locos que habían volado las
Torres Gemelas en Nueva York. Hoy apoya su frente sobre un pedazo
de arcilla cinco veces al día para rezar orientada hacia La Meca,
se cubre de pies a cabeza y considera a esos terroristas sus
hermanos.
Alejandra es argentina y una de las caras de un fenómeno poco
conocido: el islam, generalmente vinculado con cuestiones
negativas como el fanatismo, el terrorismo o el maltrato a las
mujeres, logró captar los corazones de mucha gente en Occidente en
la última década. A pesar de su fuerte tradición católica y de los
obstáculos que un musulmán puede encontrar en un país no islámico
para practicar su religión, la Argentina no quedó fuera de este
fenómeno.
"Sólo en la Capital hay
dos conversiones por
semana",
dice el sheij Mohsen Ali, director de la Casa para la Difusión del
Islam. Rodeado de cuadros del ayatollah Khomeini y de Najaf, la
ciudad santa de los musulmanes chiitas en Irak, Mohsen Ali dice
que las conversiones han ido en aumento desde hace diez años y
especialmente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en
Estados Unidos. Aunque en la Argentina no hay registros del número
de conversos, así como tampoco del número de musulmanes, que varía
entre 100.000 y 800.000 según la fuente, sólo en la mezquita Al
Tauhid, una de las tres de Buenos Aires,
hubo alrededor de 40
conversiones el año último,
según informa el sheij Abdul Karim Paz, imán del lugar.
Devoción religiosa
En la mezquita Al Tauhid, en Floresta, se preparan para la súplica
de los jueves, que empieza alrededor de las 20.30 y da comienzo al
fin de semana de los musulmanes. Alejandra, que adoptó el nombre
islámico Alia, llega un rato antes de la fábrica donde trabaja
como analista de sistemas. A pesar del calor, un pañuelo cubre su
cabeza y un saco de hilo, sus brazos. "Conocí el islam gracias al
11 de septiembre", cuenta. Le interesó tanto el tema que empezó un
curso sobre el Corán, libro sagrado de los musulmanes. Dice que
con el tiempo descubrió que esos temidos terroristas no eran más
que personas con un gran respeto y devoción hacia su religión.
"Hay mucha curiosidad respecto del islam. Han venido personas que
vieron la novela El Clon a hacernos preguntas -dice Masuma Assad
de Paz, que se encarga de orientar a los que se acercan a la
mezquita Al Tauhid solicitando información-. Vienen a aprender
árabe o historia, o porque quieren saber qué pasa en Medio Oriente
o con los atentados", explica. Y algunos terminan convirtiéndose
en musulmanes.
La gran mayoría de los
conversos proviene del catolicismo.
Toda la familia de Alejandra es católica y ella fue a un colegio
de monjas, el San Francisco de Asís, en Núñez. Pero no estaba de
acuerdo con algunos aspectos de su religión. "No me gustaba la
rigidez de las monjas -dice-, y me preguntaba: ¿Por qué le tengo
que contar mis pecados a un cura? No encontré nada de eso en el
islam."
"El problema son las deficiencias del catolicismo", coincide
Fabiana Gómez, de 31, luego de rezar una de las cinco oraciones
del día en la
mezquita Rey Fahd, de Palermo. Para Fabiana, que se
convirtió hace un año y medio, la gente quiere tener contacto
directo con Dios, sin intermediarios.
Omar Abboud, secretario de Cultura y Difusión del Centro Islámico
de la República Argentina (CIRA), explica que el islam es una
religión que uno puede practicar en forma privada, sin tener
ninguna manifestación social. Más en una sociedad no islámica como
la argentina. "Cuando te remitís al Creador lo hacés en forma
individual, no a través de; el rezo cinco veces por día es
privado, y el ayuno del mes de Ramadán y la peregrinación a La
Meca, también", explica Abboud. La conversión misma, que consiste
en dar el testimonio de fe o shahadah, por medio de la frase:
"Atestiguo que no hay otra divinidad más que Dios y atestiguo que
Muhammad (mal llamado Mahoma en español) es el profeta de Dios",
puede consistir en un acto privado, entre Dios y el fiel.
"Ser musulmana no riñe con el catolicismo. Es una continuidad. Yo
me convertí porque encontré la excelencia en el islam, no porque
encontré defectos en la Iglesia", dice América Zanotta, de 61
años, que nació en Hurlingham en el seno de una familia católica,
fue a un colegio de monjas y recibió la confirmación.
Como la mayoría de los católicos conversos, América
considera que el islam es una
superación o una versión mejorada del catolicismo,
que no se opone, sino que rescata muchas de las creencias
cristianas. En el momento de abrazar el islam, para los conversos
es fundamental saber que
esa religión y la católica tienen un mismo Dios,
un mismo origen (que se remonta a Abraham y Moisés), y que Jesús y
María ocupan un lugar importante en el Corán. Jesús, como un
profeta, y María, como su madre. "Nosotros creemos en la
virginidad de María antes y después del parto. Y a todos los
milagros de Jesús en los que creen los cristianos agregamos el de
haber hablado horas después de haber nacido", explica Abboud.
Desde la Iglesia Católica, sin embargo, esta idea del islam como
una superación del catolicismo no resulta válida (ver recuadro).
El
caso del sheij Abdul Karim Paz es paradigmático. Descendiente de
una familia patricia de la Argentina y educado en el exclusivo
colegio católico San Martín de Tours, en Barrio Parque, Santiago
Bullrich Paz no sólo se convirtió en musulmán, sino que vivió y
estudió durante cinco años en Irán, y hoy es imán de una de las
tres mezquitas de Buenos Aires. Dice que lo que lo llevó a
efectuar ese cambio radical fue la búsqueda de una vida más
espiritual, que no consistiese en vivir en un convento apartado de
la sociedad. "No quería encerrarme en un monasterio alejado del
mundo. El islam me permitió conocerme a mí mismo y poner en
práctica un modo de vida más armónico con Dios."
El de la familia Greve es uno de los pocos casos en que una familia
entera (Jorge, de 48 años; su esposa, Magalí, de 40, y sus hijos
Juan, de 13; Fernando, de 11, y Erika, de 8), se convirtió al
islam. Erika y Fernando dicen que en el último mes de Ramadán
ayunaron durante un día, "para ir practicando", y Juan, el mayor,
anuncia orgulloso que este año tiene que empezar a cumplir con el
ayuno.
La familia Solano es otra que se convirtió entera. Un feriado de
hace seis años, a Marta le llamó la atención el minarete de una
mezquita mientras caminaba por la avenida Juan de Garay. Marta
tiene 40 años, vive en el barrio de Boedo y hace ropa de cuero.
"Por pura curiosidad entré en el edificio y hablé con el imán de
la mezquita. Le hice algunas preguntas y él me dio material de
lectura. En poco tiempo devoré todo ese material, que me encantó.
Volví a la mezquita Al Ahmad al otro día y antes de que pasara un
mes, me convertí." A Marta la siguieron su marido, Juan José, de
47 años, y sus hijos Pablo y Andrés, de 12 y 9. Laila, de 11
meses, nació musulmana.
NOTA COMPLETA:
http://www.lanacion.com.ar/492938
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