Durante el Concilio Vaticano II, del
que fue perito (consultor) y posteriormente teólogo oficial, Ratzinger mantuvo
una
línea liberal
y fue coautor de una muy comentada ponencia en la
que el entonces cardenal-arzobispo de Colonia, Josef Frings,
abogó por una profunda renovación en la
Iglesia católica. Ratzinger fue
además durante años compañero de fatigas de Hans Küng,
el más destacado de los teólogos críticos de Roma y al que el Vaticano retiró
la venia docente en 1979 por sus cuestionamientos a la infalibilidad del papado.
En sus numerosas publicaciones teológicas, Ratzinger
aboga por un refuerzo en el
ecumenismo entre las confesiones cristianas y
reitera una y otra vez que lo importante es la relación
personal del ser humano con Dios. Cuando el periodista
Peter Seewald le pregunta en el libro-entrevista "La
sal de la tierra" (en español publicado por Palabra)
"¿cuántos caminos hay hacia Dios?", el
cardenal contesta: "Tantos
como personas hay en el mundo".
No obstante, al mismo
tiempo, como prefecto de la Congregación para la Doctrina
de la Fe defiende la institución Iglesia a ultranza y
trata de proteger el carisma transmitido en los dos últimos
milenios en momentos de creciente relativismo moral y
religioso. A la pregunta de qué camino debe recorrer la
Iglesia en los próximos cincuenta años, contesta que
"tendrá que afrontar un diálogo cada vez más
intenso con las demás religiones, sobre todo con el Islam
y las religiones místicas de Asia", y considera por
ello que "en esta situación tendrá que reforzar su
propia identidad".