LA SALUD DE JUAN
PABLO II
Desde que el
jueves pasado Juan Pablo II ingresara de urgencia en el policlínico Gemelli, no
se ha dado a conocer ni un solo parte médico sobre el estado de su salud.
Ni uno sólo. El Vaticano, centralizando la información, se limita a emitir
escuetísimos comunicados siempre en tono tranquilizador, si no exultante (el
del viernes hacía hincapié en que había desayunado 10 galletas tras
ser sometido la noche anterior a una traqueotomía), y cada tres días.
El boletín de
ayer, el primero en 72 horas, era en sí mismo todo un dechado de brevedad: «El
posoperatorio se desarrolla sin complicaciones. Su estado general y los parámetros
biológicos siguen siendo buenos. Se alimenta con regularidad,
pasa algunas horas sentado en una butaca y ha comenzado los ejercicios de
rehabilitación de la respiración y la fonación. El próximo comunicado se
emitirá el jueves, 3 de marzo».
Ni siquiera, y
en contra de lo previsto, Joaquín Navarro-Valls hizo ayer acto de presencia
ante los periodistas. El Vativano se limitó a repartir copias del comunicado.
En ningún
momento, ni uno solo de los doctores que están atendiendo a Juan Pablo II ha
comparecido ante los medios de comunicación para informar sobre su evolución o explicar los detalles de la traqueotomía a la que fue sometido el
jueves por la noche. Al revés: los médicos guardan un sepulcral silencio.
Los alentadores
testimonios sobre la salud de Juan Pablo II de los que se hacen eco los
cardenales, arzobispos y diversas personalidades políticas que acuden al policlínico
a visitarlo, son de segunda mano. Son poquísimas las personas que
en estos momentos tienen acceso directo a él: solamente su secretario particular de
siempre, el secretario de Estado del Vaticano, Don Angelo Sodano, y poco más.
En fin, que no sabemos nada.
El cardenal Lozano Barragán,
´ministro de Sanidad´ vaticano, ruega menos precipitación en darle el alta de
nuevo