CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 octubre 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que ha dirigido el arzobispo Michael L.
Fitzgerald, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo
Interreligioso, a los hindúes del mundo con motivo de la fiesta
de Diwali.
Esta fiesta, conocida también como Deepavali. o «adorno
de lámparas», simboliza la victoria de la verdad sobre la
mentira, de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la
muerte, del bien sobre el mal.
La celebración dura tres días, marcando el inicio
de un nuevo año, la reconciliación familiar, particularmente
entre hermanos y hermanas, y la adoración a Dios.
Muchos celebrarán la fiesta este año, el 1 de
noviembre. El tema del mensaje vaticano es «Hindúes y
cristianos solidarios».
Queridos amigos:
1.
Con motivo de la celebración anual de Diwali, os quisiera
desear a cada uno de vosotros una gran alegría y felicidad. Que
este período de fiesta os sirva para descansar en la mente y en
el cuerpo y para renovaros en el espíritu y continuar así
afrontando las dificultades de la vida cotidiana con valentía y
esperanza.
2. Ciertamente es natural esperar que el carácter
gozoso de nuestras celebraciones pueda extenderse a cada momento
de nuestra existencia. Sabemos sin embargo que por desgracia la
vida no es así. Experimentamos una mezcla de alegrías y
dolores, esperanzas y desilusiones, consuelo y aflicción. Las
fiestas religiosas, al recordarnos la dimensión espiritual de
la vida y la búsqueda de un auténtico significado, nos ofrecen
la oportunidad de reflexionar sobre el significado de
acontecimientos trágicos en nuestras vidas o en las de quienes
nos rodean. Esta reflexión se inspira en la tragedia del
«tsunami», la «ola asesina» causada por el maremoto del
Océano Índico a finales del año pasado. Las fuerzas de la
naturaleza diseminaron una devastación enorme, se perdieron
muchas vidas, innumerables casas quedaron destruidas, así como
medios de subsistencia, y las familias, incluidos los niños, se
quedaron sin nada.
3. Al igual que yo, muchos de los que recibiréis
este mensaje no habéis quedado personalmente golpeados por el
«tsunami». Sin embargo, aunque hemos recibido de segunda mano
los sufrimientos de las víctimas, hemos deseado expresar
nuestra simpatía y manifestar nuestra solidaridad. Y hemos sido
capaces de hacerlo juntos. A través de vínculos de amistad
forjados por el diálogo a través de los años, nosotros, los
cristianos, hemos descubierto que vosotros, los hindúes,
tenéis una gran sensibilidad por quienes sufren. Por vuestra
parte, habéis podido daros cuenta de que la fe cristiana
enseña que todo ser humano es creado a imagen y semejanza de
Dios y, por este motivo, es digno de atención y respeto. En
este contexto, quisiera citar un pasaje de la Nostra
Aetate, la declaración del Concilio Vaticano II sobre las
relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Este
documento, cuyo cuadragésimo aniversario se celebra este año,
afirma: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos
negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres,
creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios
Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma
unidas que, como dice la Escritura: "el que no ama, no ha
conocido a Dios" (1 Juan 4,8)» (n. 5).
4. En los lugares golpeados por el «tsunami», la
solidaridad, más allá de las fronteras religiosas, ha
contribuido a llevar esperanza a muchas víctimas. Grupos de
auxilio, pertenecientes a diferentes tradiciones religiosas, han
trabajado incansablemente para aliviar los sufrimientos
inmediatos y para iniciar la reconstrucción. En una época en
la que el secularismo agresivo parece agudizarse y en la que el
respeto por los valores fundamentales con frecuencia parece que
disminuye, una cooperación así entre personas de diferentes
religiones puede llevar, en el mundo de hoy, a un nuevo respeto
por la religión.
5. Queridos amigos hindúes, sigamos colaborando
para buscar soluciones a los problemas que tenemos que afrontar,
ya sean pequeños o grandes, ya sean locales o internacionales.
Diwali celebra la luz, la bondad, la reconciliación, la paz, la
armonía y la felicidad. Os deseo a todos vosotros una fiesta
verdaderamente feliz.
Arzobispo Michael L. Fitzgerald
Presidente
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