Un recuerdo
de los mártires y testigos de la fe que en los últimos años dieron su vida
por el Evangelio se vivió anoche en la Catedral
de Buenos Aires
en un acto organizado por la Comunidad de San Egidio.
Cantos en coro, velas
encendidas una a una en memoria de los mártires, cruces llevadas en procesión,
dieron una atmósfera singular al acto, sencillo y calmo.
El arzobispo porteño,
cardenal Jorge Bergoglio, asistió sentado en la primera fila y subió apenas un
momento al estrado, para decir breves palabras. Dijo que hoy, como en tiempos de
Jesús, un teísmo diluido es aceptado, pero los poderes de este mundo no
toleran el espíritu de las Bienaventuranzas ni que el Verbo de Dios se haya
hecho carne.
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Entre otros, leyeron
desde el presbiterio breves mensajes el obispo luterano Angel Furlan, el canónigo
anglicano Carlos Halperin y el superior de los jesuitas en la Argentina, padre
Alfonso Gómez.
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El recuerdo de quienes
murieron por el Evangelio comenzó con el metropolita ortodoxo de Kiev,
Vladimir, fusilado por los bolcheviques en 1918. Siguió por los cristianos
muertos por los nazis o por la mafia.
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En Africa se evocó a
misioneros asesinados en lo que va de este siglo en Camerún, Sudán y otros países;
a seminaristas masacrados en Ruanda hace diez años. Y a religiosas de María
Inmaculada muertas por el virus de Ebola en Uganda, socorriendo enfermos.
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En América, se recordó
al obispo salvadoreño Oscar Romero y a seis obispos y sacerdotes colombianos
asesinados desde 2000.
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Se pidió la paz en
Irak y se oró por sor Cecilia, católica de rito caldeo, matada en Bagdad en
2002.
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