Al recibir al reverendo Mark Hanson, obispo de la Federación
Luterana Mundial, Benedicto XVI resaltó el “diálogo
fructífero” entre la Iglesia Católica y dicha entidad; y
anunció que pronto se publicará un documento de la Comisión
Luterana-Católica Romana sobre la Apostolicidad de la
Iglesia. Su publicación se espera para 2006. En su
discurso, el Papa afirmó que uno de los resultados del
"diálogo fructífero" entre la Iglesia Católica
y la Federación Luterana Mundial "es la Declaración
Conjunta sobre la Justificación, que constituye un pilar
significativo en nuestro sendero común a la plena unidad
visible”.
CIUDAD DEL
VATICANO, 10 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).-
Después de que el lunes se encontrara con Benedicto XVI, el obispo Mark Hanson,
presidente de la Federación Luterana Mundial, afrontó con Zenit los puntos que
unen a luteranos y católicos y las cuestiones que siguen dividiéndolos.
--En el discurso que le dirigió, el Papa pidió «diálogo paciente» en el
camino ecuménico. ¿Cree que este diálogo se hace a veces «impaciente»?
--Obispo Hanson: Yo pienso a menudo que los laicos son más impacientes que los
teólogos. Los teólogos reconocen el gran progreso que hemos hecho, y también
la seriedad de las cuestiones que todavía permanecen.
Pero pienso que en el mundo se da hoy lo que el cardenal Walter Kasper llama a
menudo «un ecumenismo de vida», una espiritualidad del ecumenismo, en la que
los laicos rezan juntos, leen la Escritura juntos y se comprometen en el trabajo
común en el mundo.
En los Estados Unidos vemos a menudo matrimonios entre luteranos y católicos, y
yo creo que anhelan compartir la Eucaristía, como yo lo anhelo.
Todos nosotros tenemos que tomarlo como un compromiso nuestro: hasta que no
seamos totalmente uno en la Eucaristía no seremos uno, como Cristo nos ha hecho
una sola cosa.
Ambos reconocemos que permanecen problemas teológicos serios. A diferencia de
los católicos, nosotros, los luteranos, entramos a menudo a compartir la
Eucaristía antes de que resolver todas nuestras discordancias teológicas,
porque nosotros creemos que compartir la Eucaristía nos ayuda a volver a ser
uno, en vez de que sea simplemente un premio al final de las conversaciones.
En los Estados Unidos estamos comenzando a compartir la Eucaristía con la
Iglesia Metodista: compartimos la sagrada Comunión, aunque no estamos todavía
totalmente en comunión.
Pero éste no sería el caso con los católicos y yo puedo entender por qué. En
el mensaje que me dirigió el Papa Benedicto XVI, y como él dijo en Alemania,
considera que no debemos permitir que los problemas institucionales que nos
dividen sean tan importantes como para perder de vista la Palabra de Dios, que
llena la Iglesia y el mundo de la presencia de Dios.
Yo pienso que son palabras muy útiles para que estemos atentos a la soberanía
de la Palabra de Dios, tanto en la Iglesia como en el mundo.
Hace seis años la Federación Luterana Mundial y la Iglesia católica firmaron
la Declaración
Conjunta sobre la Doctrina de Justificación. Fue un gran hito y queremos
asegurarnos de que ese acuerdo siga teniendo vida en nuestras iglesias. También
hablamos de ello con el Papa.
--¿Es fácil para usted el diálogo ecuménico en su vida cotidiana?
--Obispo Hanson: Para mí sí, como obispo que preside una iglesia grande:
dirijo la Iglesia Luterana Evangélica en Estados Unidos (ELCA, por sus siglas
en inglés) que es la Iglesia luterana más grande en los Estados Unidos.
Estamos muy comprometidos con nuestras relaciones ecuménicas, tenemos
interlocutores confesionales fieles y afirmamos nuestros compromisos ecuménicos
de forma enérgica y continua.
El ecumenismo de la relación eclesial, de iglesia a iglesia, significa que
debemos afrontar los problemas teológicos, y siempre buscar maneras de ahondar
nuestra unidad, pero sin olvidar nunca nuestras diferencias.
Como dice el cardenal Kasper yo también pienso que hay un ecumenismo de vida
entre los laicos que trabajan juntos en la base. Yo lo llamaría «ecumenismo
misionero».
Por ejemplo, visité la zona afectada por el Huracán «Katrina» y fui testigo
de la devastación. Un cristiano me dijo: «Los vientos del huracán no sólo
destruyeron nuestras casas y revelaron al mundo que hay pobreza en los Estados
Unidos, sino que también deshicieron nuestras diferencias cristianas para que,
en respuesta al huracán, seamos uno, católicos, anglicanos, luteranos,
presbiterianos..., porque necesitamos ser uno para reconstruir nuestras vidas y
comunidades».
Y sí, pienso que hay muchos problemas en el mundo en los que necesitamos ser
uno, como en la respuesta a la pobreza ante la riqueza, la defensa de los
derechos humanos o la salvaguarda de la creación.
Cuando viajo por el mundo veo no sólo que los cristianos se unen sino que también
cristianos, judíos y musulmanes están cercanos ante tres problemas: acabar con
el hambre, reducir la pobreza y salvaguardar la creación.
Éstos son los problemas convergentes para las personas de fe en el mundo de
hoy.
En junio acogimos a 43 líderes religiosos en Washington para unirnos en un
compromiso común para acabar con el hambre en el mundo. Yo pienso que fue una
señal fuerte: no tenemos que negar nuestras diferencias sino unirnos por la
causa de la humanidad y la creación.
--¿Tiene la sensación que las iglesias protestantes tradicionales son menos
vitales que las nuevas comunidades que crecen en los Estados Unidos así como en
América Latina y otros lugares?
--Obispo Hanson: Ciertamente, este fenómeno existe. Estas iglesias comunitarias
están creciendo muy rápidamente.
Tienen un estilo litúrgico que no se orienta a los sacramentos sino más bien a
cantar himnos de alabanza y a la predicación. Aunque son muy informales son muy
atractivas para las familias suburbanas con niños, con vidas muy ajetreadas y
que a menudo se han sentido alejadas de las tradiciones religiosas más
formales.
Como luteranos tratamos de preguntarnos cómo ser fieles a la tradición de
nuestra vida litúrgica, reconociendo al mismo tiempo que vivimos en un tiempo y
en un lugar muy diferente.
Últimamente en África oriental, así como en Chile y Brasil, algunos luteranos
decían que muchos miembros de nuestra Iglesia se van con los pentecostales y
carismáticos por motivos de culto. Por consiguiente, pienso que tenemos que
preguntarnos cómo podemos adecuarnos al contexto contemporáneo sin dejar de
ser lo que nosotros creemos que somos.
Yo pienso que hay dos problemas que afectan tanto a católicos como a luteranos
en el mundo: la secularización, por un lado, que quizá es más clara en
Europa, y el fundamentalismo por otro. Tenemos que hablar juntos sobre cómo
responder a ambos desafíos.
La secularización intenta convencerme de que finalmente yo soy el centro del
mundo y mis preocupaciones primarias deben ser disfrutar y consumir, y fuera de
mí no hay vida.
El fundamentalismo, por otro lado, intenta ofrecer una respuesta diferente: una
existencia muy rígida que enfoca en el más allá. Pienso que luteranos y católicos
pueden ofrecer una alternativa.
--¿Cuál es la razón principal de la división que todavía hoy se da entre
luteranos y católicos?
--Obispo Hanson: Yo pienso que es la manera de entender la Iglesia y el
ministerio, porque hasta que no resolvamos las preguntas teológicas sobre
nuestra comprensión de la Iglesia y los ministerios no conseguiremos compartir
la Eucaristía. Y éstas no son cuestiones fáciles.
Hicimos un gran progreso con la justificación y creo que nos dio valentía.
Algunos luteranos creyeron que una vez firmada la Declaración sobre la Doctrina
de la Justificación ya compartiríamos la Eucaristía rápidamente. Sabemos
ahora que esto no va a ocurrir. Aunque tenemos un nivel de acuerdo en una cuestión
que ya no tiene por qué dividirnos, no hemos alcanzado el acuerdo completo.
Como mencioné al Papa Benedicto XVI, luteranos y católicos hablan
diferentemente sobre la Eucaristía pero los dos creen que Cristo está presente
en el pan y el vino y en la Palabra, y este es un acuerdo muy significativo.
Tenemos que hablar más sobre esto ahora: ¿cómo y quién hace a Cristo
presente en la Eucaristía? Ahí es donde nos encontramos con las diferencias.
El Papa Benedicto XVI tiene razón cuando nos recuerda la llamada de la Palabra
de Dios en el mundo y la necesidad de dar testimonio de ésta.
Tenemos que afrontar los problemas de la pobreza y de los derechos humanos.
Cuando estuve aquí, en Roma hace dos años y me encontré con el Papa Juan
Pablo II, la guerra en Irak había comenzado dos días antes y ambos, unidos,
nos pronunciamos de manera muy franca contra esa guerra. Como líderes
religiosos, debemos continuar dialogando para responder a la guerra y a la
violencia.
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