EL
LIMBO PASARÍA A SER UNA
"CREENCIA
DEL PASADO"
¿Qué
enseña la Iglesia Católica sobre la necesidad del
Bautismo
específicamente el de los infantes, y lo que
ocurre
con los que mueren sólo con el pecado original?
Papa Inocencio (III (1206):
"La pena del pecado original es la carencia de la visión de
Dios.... " (Denzinger
410)
Concilio de Florencia (1438-1445):
"...las almas de los que mueren en pecado mortal actual o
con sólo el pecado original, bajan inmediatamente al infierno para ser
castigadas, si bien con penas diferentes". (Denzinger 693)
Concilio de Trento (1545-1563):
"Si alguno niega que hayan de ser bautizados los niños
recién salidos del seno de su madre, aun cuando procedan de padres bautizados
o dicen que son bautizados para la remisión de los pecados, pero que de Adán
no contraen nada del pecado original que haya de ser expiado en el lavatorio
de la regeneración para conseguir la vida eterna, de donde se sigue que la
forma del bautismo para la remisión de los pecados se entiende en ellos no
como verdadera, sino falsa: sea anatema. Porque lo que dice el Apóstol: 'Por
un sólo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y
así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado'
[Romanos 5:12], no de otro modo ha de entenderse sino como lo entendió
siempre la Iglesia Católica, difundida por doquier".
(Denzinger 791)
"En cuanto
a los niños advierte que, por razón del peligro de muerte, que con
frecuencia puede acontecerles, como quiera que no puede socorrérseles con
otro remedio que con el bautismo, por el que son librados del dominio del
diablo y adoptados por hijos de Dios, no ha de diferirse el sagrado bautismo
por espacio de cuarenta o de ochenta días o por otro tiempo según la
observancia de algunos…. ". (Denzinger 712)
"Si alguno
dijere que el bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación,
sea anatema ". (Denzinger 861)
"Catecismo Romano" según el decreto del
Concilio de Trento, (siglo XVI), mandado publicar por San Pío V, y después
por Clemente XIII:
"Porque no teniendo los niños en la infancia ningún
otro medio de conseguir la salvación, si no se les confiere el Bautismo,
fácilmente se entiende de cuán grave culpa se hacen reos los que consienten
que se vean privados de la gracia sacramental por más tiempo de lo que exija
la necesidad..."
Código de Derecho Canónico (1917), Canon 737 §1:
"El Bautismo, puerta y fundamento de los Sacramentos, y cuya recepción
de hecho y por lo menos con el deseo es necesaria a todos para salvarse... "
Letra Protocolar Suprema Haec Sacra (122/49)
del Santo Oficio (1949):
"Pero no debe pensarse que cualquier clase de deseo de
entrar en la Iglesia basta para que alguien se salve. Es necesario que el
deseo por el cual se quiere entrar en la Iglesia esté animado por una
perfecta caridad. Un deseo implícito no produce su efecto, a menos que la
persona tenga fe sobrenatural ...."
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La Iglesia Católica estudia la posibilidad de cancelar,
por primera vez en la historia, una de las parcelas del Más Allá. Una Comisión
Teológica Internacional encargada de examinar la utilidad del limbo parece
inclinarse por la opción de abandonar para siempre el concepto límbico y, en
cierta forma, cerrar el espacio que hasta el siglo XX acogió a los niños sin
bautizar y a los justos precristianos. La nueva ubicación de las almas del
limbo quedaría, si se siguiera el consejo de Juan Pablo II, en manos de
"la misericordia de Dios".
El difunto Wojtyla fue quien, el año pasado, convocó
a una treintena de teólogos de prestigio para "estudiar la suerte de los
muertos sin bautismo". El concepto de limbo, una palabra de origen germánico
que define una frontera o un límite entre dos o más espacios, gozó de muy
buena salud desde San Agustín, quien lo describió como algo muy parecido al
infierno pero menos doloroso físicamente. Más adelante se distinguió entre el
limbus patrum, donde pasaban la eternidad las almas buenas que habían tenido la
desgracia de vivir antes de Cristo y carecían por tanto de bautismo, y el
limbus infantium, reservado a los niños fallecidos sin bautizar. En resumen,
era un sitio pensado para unas almas que planteaban un dilema teológico: no podían
ir al cielo, al infierno o al purgatorio porque sólo cargaban con la herencia
del pecado original.
El gran catecismo del siglo XX, el de Pío X (1905), no se
planteaba dudas: "Los niños muertos sin bautizar van al limbo, donde no
gozan de Dios pero no sufren, porque teniendo el pecado original, y sólo ése,
no merecen el cielo, pero tampoco el infierno o el purgatorio". El
catecismo destinado al siglo XXI, redactado bajo la autoridad de Juan Pablo II y
publicado en 1992, ya no mencionó el limbo y optó por una fórmula abierta:
"En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede
confiarles a la misericordia de Dios, como de hecho hace en los funerales por
sus almas. La gran misericordia de Dios, que desea que todos los hombres se
salven, y la ternura de Jesús hacia los niños, que le hizo decir 'dejad que
los niños vengan a mí', nos permiten esperar que exista una vía de salvación
para los niños muertos sin bautismo".
La fórmula wojtyliana fue posiblemente inspirada por su
jefe de teólogos, el entonces cardenal y hoy "Papa" Joseph Ratzinger, quien en
una entrevista concedida en 1984 mostró muy poco interés por el limbo:
"El limbo no es más que una hipótesis teológica, una tesis secundaria al
servicio de una verdad absolutamente primaria para la fe y la salvación: la
importancia del bautismo".
La Comisión Teológica Internacional se reúne esta semana
en Roma, a puerta cerrada y bajo la presidencia del cardenal Joseph Levada,
sucesor de Ratzinger como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, para debatir, además del problema del limbo, otras dos cuestiones: "la
teología como ciencia de la fe" y "los fundamentos de la ley moral
natural". El viernes elevarán a Benedicto XVI sus conclusiones sobre los
tres asuntos. La Comisión fue creada por Pablo VI en
1969 con la misión de examinar las cuestiones doctrinales de la mayor
importancia.
El vaticanista del Corriere della Sera, Luigi Accattoli,
publicó ayer un artículo en el que indicaba que la comisión compartía las
ideas de Benedicto XVI sobre la escasa importancia del limbo. No se sabe, sin
embargo, si la comisión entrará en detalles teológicos y reubicará a las
almas del limbo, por las que durante siglos se han elevado billones de
oraciones, o si recomendará simplemente que no se hable más de ello.
La consolidación de las teorías de Wojtyla y
Ratzinger, en el sentido de levantar la condena límbica a los niños sin
bautizar (otra cosa más compleja son los justos precristianos), conllevaría
probablemente un cambio en las costumbres sociales: los niños pasarían un poco
más crecidos por la pila bautismal. Son ya bastantes los sacerdotes que
aconsejan preparar con tiempo la ceremonia del bautismo, el sacramento más
importante de la religión cristiana.
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