Hay, dice San
Cipriano, un solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia de Cristo, una sola
fe, un solo pueblo que, por el vínculo de la concordia, está fundado en la
unidad sólida de un mismo cuerpo. La unidad no puede ser amputada; un cuerpo,
para permanecer único, no puede dividirse por el fraccionamiento de su
organismo |